SOBRE EL PECADO ORIGINAL

 

José A. Sayés acaba de publicar un libro sobre el pecado original que tiene como titulo Antropología del hombre caido. El pecado original. (Editorial Edicep, Valencia, 2010). Se trata del único libro que tenemos en España sobre dicho tema; un libro que fue publicado en primera edición en BAC (1991), pero que ha sido revisado y puesto al día en esta edición. Ha sido presentado en público en la universidad CEU-S.PABLO el dia 23 de febrero.

 

            No es fácil hoy en día abordar un tema como este. Para empezar, es preciso hacer una buena exégesis del cap. 3 del Génesis con el fin de determinar exactamente su contenido doctrinal y su forma literaria de presentación. Por eso Sayés ha acudido a exégetas como Grelot, Dubarle, Ligier, Van Imschoot, Eichrodt, Renckens, Salguero y otros.

            Pero un tema como este ha sido objeto de profundización teológica a lo largo de la historia por la necesidad de precisar la condición del hombre caído (pelagianismo, semipelagianismo, luteranismo, calvinismo, jansenismo) y de comprender lo mejor posible la Redención de Cristo. Así surgieron concilios como el XVIII de Cartago, II de Orange, y sobre todo, Trento, que dedicó al tema su primera sesión, consciente de que era la clave para responder a la antropología de Lutero.

 

            Se estudia también a fondo la doctrina de san Agustín, santo Tomás, Lutero, Calvino, etc.  Por lo que respecta a Trento, Sayés ha tenido en mano las actas del Concilio, pues solo así se puede determinar con exactitud si dicho concilio, cuando afirma que el pecado original se transmite por propagación, quería o no definir la doctrina del monogenismo; algo muy importante para la situación de hoy en día.

 

            Se exponen también las teorías teológicas más importantes a lo largo de la historia y, por supuesto, las de hoy en dia, junto con la doctrina de Pablo VI, Juan Pablo II y el nuevo Catecismo. Sobre las teorías modernas, el autor no las expone todas (más de 20) como había hecho en la primera edición, sino aquellas que han tenido mayor influencia hoy en dia: Schoonenberg, Rahner, Ladaria, junto con el influjo de Teilhard de Chardin. El tiempo ha ido  decantando las teorías de mayor influjo.  Sayés ofrece también un juicio personal sobre todas ellas.

 

            El autor termina su obra ofreciendo su concepción personal sobre el pecado original; algo que ha elaborado a partir del hecho de que San Pablo en Rom 5, 12-21 no dice que se transmite el pecado personal de Adán (transgresión, desobediencia), sino una fuerza de pecado que ya existía (Hamartía) y que llegó a todos los hombres. Se apoya también en la Tradición de la Iglesia Oriental (católica y ortodoxa) y en la doctrina de los padres griegos, así como en la praxis litúrgica del sacramento del bautismo. Por supuesto tiene también en cuenta los interrogantes que nos vienen de la ciencia y, en particular, de la teoria de la evolución. Sayés ha sabido conjugar en la teología las exigencias de la fe y las propias de la razón.

 

            Se trata, por tanto, de una obra indispensable hoy en dia para profundizar en el pecado original. Ha desaparecido ya una generación, que, después del Concilio, era capaz de abordar dicho tema con el conocimiento teológico, filosófico y lingüístico que requería. El autor entiende que la clave de comprensión de este misterio se encuentra ya en san Pablo.

 

 

FILOSOFÍA DEL HOMBRE

 

            Con esta obra que ha publicado J.A. Sayés en EIUNSA (Madrid 2010), aborda desde el punto de vista filosófico la problemática actual en torno al tema del hombre. Y lo ha hecho con una metodología determinada.

 

            Ha querido, antes que nada, escuchar a los grandes filósofos: Platón, Aristóteles, Tradición Bíblica (como aportación cultural) Sto. Tomás, Descartes, Marx, Freud, Sartre, Scheler, Buber, Rahner, Husserl, Zubiri, para entrar después en una segunda parte sistemática.

 

            En esta segunda parte quiere analizar, ante todo, la constitución ontológica de la persona humana. Al hablar del cuerpo, tiene que abordar lógicamente la teoría de la evolución en todas sus dimensiones. Sayés responde diciendo que el evolucionismo es compatible con el creacionismo, y que la teoría de la evolución no sólo no es incompatible con la fe en Dios, sino que es justamente con Dios como se puede explicar en sus últimas causas. Y es que la teoría de la evolución, como dice el gran paleontólogo italiano Facchini, presenta preguntas filosóficas a las que no puede responder la ciencia. De ahí la necesidad que tenemos de una buena filosofía.

 

            A Sayés no se le oculta que el concepto de alma hoy en día es un concepto que suscita rechazo y alergia. No hay nada que pueda molestar tanto a un teólogo o filósofo de hoy como que le acusen de dualista. Pero sin el concepto de alma no podremos nunca explicar la trascendencia del hombre sobre la materia. Se dice incluso que los conceptos de cuerpo y alma no se encuentran en la Biblia, sino que ésta posee una antropología unitaria. Pero se olvida que el concepto de nefesh que en un principio significaba el hombre entero en cuanto viviente y que desaparecía totalmente con la muerte, llega un momento en que significa alma cuando los judíos comienzan a creer en el más allá, en el sheol. Porque no se puede creer en el más allá sin un elemento inmortal que perdure. Y así el pueblo judío creía en la inmortalidad del alma, como vemos en los salmos 49 y 16 desde los siglos VIII-VI a. C. Esas almas perviven en el sheol, de mala manera pero perviven.

 

            Cuando el pueblo judío comience más tarde a creer en la resurrección de los cuerpos dos siglos antes de Cristo (Dan 12, 2), no se referirá al sheol sino a los que duermen en el polvo de la tierra, a los que yacen en los sepulcros, como leemos en Jn 5, 28. Esta dualidad de alma y cuerpo aparecerá claramente en textos del A. Testamento y, sobre todo, en las palabras de Cristo (Mt 10, 28).

 

            Pero Sayés no es dualista, pues él mismo se califica de personalista. Dice que hablar de cuerpo y alma es hablar todavía de naturaleza y que hay que enriquecer el hilemorfismo con el concepto de persona. En efecto, el concepto metafísico de persona no lo debemos a la filosofía griega, que es una filosofía de la naturaleza (Physis) sino a los concilios cristológicos de Éfeso y Calcedonia. En Calcedonia persona significa sujeto: en Cristo hay un único sujeto (el Hijo, el Verbo) que une y gestiona la naturaleza divina y la humana. Pues bien, Sayés, que ha estudiado a fondo dicho concepto, lo aplica al hombre, diciendo que persona es sujeto de naturaleza copóreo-espiritual: un único sujeto (un único yo) que une el cuerpo y el alma y se expresa a través de ellos. Ha sabido así ensamblar las exigencias de la fenomenología (subjetividad) con las de la ontología (naturaleza copóreo-espiritual).

            En muchos ambientes ha desaparecido prácticamente el tomismo y, con ello, se ha olvidado el sano realismo que contenía. Eso no quiere decir que el tomismo no deba ser mejorado en algunos aspectos, pero en realidad ha sido sustituido por el idealismo de Karl Rahner o la fenomenología de Husserl, abocando la filosofía fuera del realismo.

 

            La obra termina abordando temas tan necesarios hoy en día como el de la libertad, historicidad y la muerte.  En definitiva, se trata de una obra que por su contenido puede interesar a muchos de nosotros.

 

                                                                                  Rafael Gámez