III

EL HOMBRE ALIENADO POR EL PECADO


NOTA PRELIMINAR

314 Las dos primeras partes. de nuestra antropología describen al hombre, creado a imagen de Dios, colocado en la cima del universo y destinado a desarrollarse hacia su definitiva perfección, en diálogo con Dios y en comunión con los demás hombres. Esta descripción contrasta dolorosamente con la experiencia inmediata: hay muchas realidades, como la guerra, la miseria, la opresión, y sobre todo el sentimiento de culpa que invade a la humanidad, que están en contradicción con esa imagen idílica del «lugarteniente de Dios», que nos ha presentado la teología de la creación; la verdad es que el no creyente se sentiría más bien inclinado a hablar de un hombre enfermo, que corrompe a su propio mundo 1. Sin embargo, precisamente el hecho de que el hombre juzga inevitablemente a la realidad actual como anómala, demuestra que el lado luminoso del fenómeno humano no puede negar-se, sino que ha de suponerse como válido, contradicho y renegado 2.

315 El contraste existente en el mismo hombre es recogido por el concilio Vaticano II como uno de los «más profundos interrogantes» del género humano.

En realidad los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. A fuer de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas so-licitaciones, tiene que elegir y que renunciar. Más aún, como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo. Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad (GS 10).

316 Para caracterizar al hombre, atraído por el bien, pero inevitablemente desterrado del bien, utilizamos una palabra bíblica que, en otro contexto, ha encontrado en la conciencia contemporánea una resonancia muy viva: la alienación. La Biblia designa originalmente como alienación la situación del hombre que abandona a Dios «para erigir sus ídolos en su corazón» (Ez 14,7). Pero observa también que la alienación no es solamente la consecuencia de una apostasía deliberada del orden debido: «torcidos están desde el seno los impíos, extraviados desde el vientre los que dicen mentira» (Sal 58,4). Por eso Pablo, al describir la figura del hombre al que Cristo ofrece la redención, lo ve como «alienado»: alienado de la vida de Dios (Ef 4,18), alienado de la comunidad del pueblo de la alianza (Ef 2,12), alienado de las exigencias de su propia conciencia (Col 1,21) 3.

317 Este estado de alienación del hombre no puede menos de asombrar a los que no tienen fe. Y los que creen en un Dios creador, tienen que encontrar una explicación que no esté en contradicción con la bondad v la omnipotencia del único autor del universo.

El hombre, en efecto, cuando examina su corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su santo creador (GS 13).

Pues bien, el concilio explica la «profunda miseria» del hombre alienado, recurriendo al pecado humano.

Creado por Dios en la justicia, el hombre, sin embargo, por instigación del demonio, en el propio exordio de la historia, abusó de su libertad, levantándose contra Dios y pretendiendo alcanzar su propio fin al margen de Dios. Conocieron a Dios, pero no le glorificaron como a Dios. Oscurecieron su estúpido corazón y prefirieron servir a la criatura, no al creador (GS 13). Por el pecado, rompe el hombre la debida subordinación a su fin último, y también toda su ordenación tanto por lo que toca a su propia persona como a las relaciones con los demás y con el resto de la creación (GS 13).

Por eso, según el concilio, «el pecado rebaja al hombre, impidiéndole lograr su propia plenitud» (GS 13).

318 Esta tercera parte de nuestra antropología examina la alienación constitutiva del hombre actual, en la perspectiva indicada por el concilio. En primer lugar, describimos lo que la revelación nos enseña sobre la condición actual del hombre, en el que han quedado frustradas las irreprimibles aspiraciones del corazón humano (capítulo 10). A continuación, a la luz de la fe, descubriremos las causas de este estado paradójico en el pecado del hombre (capítulo 11). Finalmente, intentaremos comprender por qué la Iglesia considera este estado del hombre en cierto sentido análogo con el estado ralizado en la persona humana después de un acto pecaminoso, es decir, como un estado de «pecado» (capítulo 12).

319 La descripción de la «alienación» demuestra por qué

toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto, dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se siente incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas (GS 13).

Pero el concilio, inmediatamente después de haber descrito esta situación «dramática» de la humanidad, añade:

Pero el Señor vino en persona para liberar y vigorizar al hombre, ea ovándole interiormente y expulsando al príncipe de este mundo (cf. jn 12,31), que le retenía en la esclavitud del pecado (GS 13).

En la perspectiva de la revelación, la descripción de la miseria humana no es realmente una doctrina pesimista, des-tinada a deprimir al hombre, sino más bien el fondo oscuro, en oposición al cual resaltar con mayor viveza la luz de Cristo. Por eso, esta parte de nuestra antropología teológica, en la que consideramos al hombre alienado por el pecado, no es más que el prólogo de la parte siguiente, que mostrará cómo este estado es superado por la redención de Cristo.

320 Temas de estudio

Se trata de profundizar en el planteamiento sistemático de esta tercera parte.

1. Considerar el lugar que ocupa en los salmos de acción de gracias la descripción de la miseria pasada (por ejemplo, Sal 129, 1-3), o de la miseria que habría absorbido al hombre si Dios no hubiese intervenido (Sal 124,1-5) 4.

2. Considerar cómo ordena Pablo la descripción de la miseria humana al tema de la «glorificación»: por ejemplo, 2 Cor 12,9 y Rom 5,115.

3. Examinar cómo se sirve Melitón de Sardes de la descripción de la miseria humana, simbolizada en la esclavitud de Egipto, para excitar el gozo pascual 6.

4. Analizar cómo queda integrada la miseria humana en la concepción agustiniana del mundo, según M. HUFTIER, Le tragique de la condition chrétienne- chez saint Augustin. Paris 1964, 238-241.

BIBLIOGRAFIA

Indicamos algunas obras fundamentales sobre la problemática del pecado original.

321 Obras generales

Sigue siendo fundamental, aunque tiene que ponerse al día, el artículo escrito en 1933 de A. GAUDEL, Péché originel: DTC 12, 275-606. Los dos volúmenes de J. GROSS, Entstehungsgeschichte des Erb sündendogmas. München 1960, y Entwicklungsgeschichte des Erbsündendogmas. München 1963, contienen una óptima colección de las fuentes, pero un método equivocado de interpretación. P. SCHOONENBERG, Man and Sin. London 1965, ha quedado introducido en Mysterium salutis y está siendo traducido en varias lenguas; su interpretación personal del dogma es discutible (cf. nuestra recensión en Greg 49 (1968) 346-352). El anglicano N. P. WILLIAMS, The Ideas of the Fall and of Original Sin. London 1927, nos ofrece una interesante historia del tema, pero con una interpretación muy cerca al idealismo alemán.

322 El aspecto bíblico ha sido ilustrado por A. M. DUBARLE, Le peché originel dans l'Ecriture. París 1958 ('las traducciones alemana e inglesa, y la nueva edición francesa de 1967 muestran el desarrollo de la doctrina durante un decenio). Los dos volúmenes de L. LIGIER, Péché d'Adam et péché du monde. Paris 1960-1961, nos ayudan a integrar los textos relativos al pecado original (con demasiada frecuencia considerados aisladamente) en el contexto de la religiosidad bíblica. P. GI.:LOT, Reflexiones sobre el problema del pecado original. Herder, Barcelona 1970, contiene una investigación exegética, abierta a la reflexión teológica, mientras que las publicaciones de H. HAAG, por ejemplo El pecado original en la Biblia y en la doctrina de la Iglesia. Fax. Madrid 1969, no reconocen la posibilidad de un genuino desarrollo dogmático extrabíblico (cf. las recensiones citadas en. el n. 370). A. PENNA, Il peccato originale nell'Antico Testamento: DTP 71 (1968) 423-437, recoge las conclusiones seguras de la exégesis actual. J. SCHARBERT, Prolegomena emes Alttestamentlers zur Erbsündenlehre. Freiburg 1968, es una de las más importantes publicaciones sobre el fundamento veterótestamentario del dogma; el opúsculo de R. H. SCHELKLE, Schuld als' Erbteil. Einsiedeln ,1968, se refiere al Nuevo Testamento.

323 Para el desarrollo del dogma, entre los Padres, es significativo H. RONDET, Le péché originel dans la tradition patristique et théologique. Paris 1967; M. M. LABOURDETTE, Le péché originel et, les origines de l'homme. Paris 1953, expone el punto de vista tomista y tridentino. Para el concilio de Trento, habrá que consultar la historia de la sesión V en H. JEDIN, Storia del Concilio di Trento, 2. Brescia 1962, 147-192; siguen siendo también útiles los análisis de F. CAVALLERA, Le décret du concile de Trente sur le péché originel: Bulletirt de littérature ecclésiastique 5 (1913) 231-258, 289-315, y de L. PE NAGOS, La doctrina del pecado original en el concilio de Trento: Miscelanea Comillas 4 (1946) 127-266. Hay que añadir las publicaciones de A. VANNESTE en NRT 86 (1964) 355-368; 87 (1965) 688-726 y 88 (1966) 581-602.

324 Varias exposiciones de las tendencias contemporáneas se encuentran en las siguientes reseñas: J. L. CONNOR, Original Sin: Contemporary Approaches: TS 29 (1968) 215-240; A. M. DUBARLE, Bulletin de théologie: le péché originel, recherchers récentes et orientations nouvelles: RSPT 53 (1969) 81-113; L. SCHEFFCZYK, Die Erbschuld zwischen Naturalismus und Existenzialismus: MTZ 15 (1964) 17-57; A. SPINDELER, Das Tridentinun; und die neueren Erklirungsversuche zur Erbsündenlehre: MTZ 19 (1968) 92-101; G. VELLA, Il peccato originale nella Genesi: Rassegna di Teologia 10 (1969) 73-96. Para completar la doctrina expuesta en C 381-542, cf. nuestros artículos Pececito originale in pros pett iva personalistica: Greg 46 (1965) 705-732, y 1l peccato origínale in prospettiva evoluzionistica: Greg 47 (1966) 201-225.

Además, cf. la bibliografía sobre los Padres orientales en n. 419, sobre el bautismo de los niños en n. 420, sobre los Padres occidentales en n. 421, sobre el pelagianismo en n. 356, sobre san Agustín en n. 357, sobre la naturaleza de la concupiscencia en n. 328, sobre la naturaleza del pecado original en n. 433, sobre la «opción fundamental» en n. 449.
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1 Cf. A. HESNARD, L'univers morbide de la Mute. Paris 1949; H. HARSCH, Das Schuldproblem in Theologie und Tie f enpsychologie. Heidelberg 1965.

2 E. BRUNNER, Der Mensch im Widerspruch. Zürich 1941, 105-110, poniendo de relieve la interna contradicción del fenómeno humano, llama la atención sobre el interés que sigue teniendo actualmente la inmensa documentación recogida por V. CATHREIN, Die Einheit des sittlichen Bewusstseins der Menschheit. Freiburg 1914, 3 volúmenes sobre la oposición entre el bien y el mal.

3 Para el concepto bíblico cf. GLNT 1, 707-716; para el desarrollo del concepto de .«alienación» en la filosofía moderna, que sirve también de estímulo a la reflexión teológica, cf. la documentación de la enciclopedia Filosofica 1, 147-148 y The Encyclopedia of Philosophy, ed. P. EDWARDS, 1, 76-81; N. LOBKOwICZ, Ursprung und Bedeutung des Marxschen Entf remdungsbegrif f es: Trierer Theologisch Zeitschrift 77 (1968) 197.215; Tit. WERNSDÓRFER, Die entfremdete Welt. Eine Untersuchung zur Theologie Paul Tillichs. München 1968.

4 Cf. G. CASTELLINO, Il libro dei Salmi. Tormo 1955, 359, 439-440, 445.

5 Sobre el tema de la «glorificación», cf. GLNT 5: R. Bultmann, xaúxoµaL.

6 O. PERLER, Sur la Páque et Fragments. Paris 1966.