En Salamanca

La Razón - Miguel MAYO

Salamanca, ciudad ocre de sillares centenarios, de calles empedradas y sorpresas pétreas que aguardan tras cada esquina, antaño fue llamada «Roma la chica» y «cinturón de incienso» por el gran número de seminarios, conventos y cenobios que se erigieron en ella.

   Hoy, numerosos de éstos están clausurados y abandonados, soportando pacientemente el inefable peso del tiempo y el olvido sobre sus tejados y muros. Pero aún queda vida, y mucha, en algunos de estos recoletos recintos religiosos.

   Ayer acudí a misa a uno de esos seminarios. Celebra un sacerdote brasileño, el padre Deomar. Hacía tiempo que no escuchaba una homilía tan profunda y, a la vez, tan sencilla.

   «En ocasiones nos puede parecer que el mal está venciendo al bien: el atentado del 11-S; jóvenes que parecen vivir sólo para el botellón, las drogas,... Pero no olvidemos que Dios es más fuerte que el mal», comienza diciendo.

   Y precisamente la primera lectura de ayer parece puesta a propósito para George Bush y los mandatarios occidentales que se están planteando sembrar de bombas las áridas tierras iraquíes: «Furor y cólera son odiosos; del vengativo se vengará el Señor».

   El padre Deomar encuentra numerosas anécdotas y ejemplos para ilustrar su predicación: «Si yo pudiera demostrar matemáticamente que Dios me llama, yo no podría dar una respuesta libre y de amor. Es como si yo metiera todos mis datos en un ordenador y me saliera una respuesta: Tienes vocación ».

   Se lo dice a seminaristas, pero bien vale para cualquier cristiano que está pasando por una mala racha, de esas en las que uno cree incluso que Dios le ha olvidado.

   «Y es que hoy día se asocia la cruz y el sacrificio con la infelicidad, y eso no es verdad», asegura. «Hace poco hemos celebrado el quinto aniversario de Lady Di y de la Madre Teresa ¬continúa¬. ¿Quién creéis que fue más feliz? Una era rica, princesa, guapa, rodeada de honores. La otra era una viejecita arrugada. ¿Pero quién fue más feliz?», insiste este simpático sacerdote.

   «Lo triste es que, muchas veces, la obra del bien no sale en los periódicos», concluye. Bueno, por esta vez, al menos, sí ha salido...