Autor: Sr. Gilberto Gómez y Sra. Guadalupe Cortés
Fuente: Libro: Secretos del Amor

 

Vivir con el gran amor de siempre

 

Testimono de un matrimonio de cincuenta y siete años de casados

 

Morelia, México
15 de mayo de 1997

Al hacer este relato de mi vida, especialmente acerca de mi matrimonio, mi mayor deseo es que éste logre ser un incentivo para las parejas que se unen en matrimonio y que, no pocas de ellas, desafortunadamente se llenan de problemas y resentimientos, para al final sufrir hondamente las consecuencias de una separación no solamente ellos sino principalmente los hijos.

Bueno, pues, para comenzar, antes de contraer matrimonio se debe de distinguir bien entre el amor y el deseo. Y, ¿cómo podemos saberlo?

En mi caso personal, puedo decir que yo, cuando estaba enamorada de mi novio -hoy mi esposo-, lo único que buscaba era hacerlo feliz a él, antes de pensar en mi felicidad. Pero en el respeto mutuo, sin necesidad de arruinar mi dignidad “para demostrarle mi amor” - como ahora parece estar de moda y como parecen exigir algunos “novios”-. El amor es donación, el deseo es egoísmo. Aún hoy, a los 57 año s de casados, nuestro amor sigue floreciendo como la más bella flor.

Pero ahora quisiera compartir con mi esposo nuestro testimonio y comentarle cómo ha sido nuestra unión.

-Oye viejito, ¿cuáles crees que hayan sido los momentos más felices de nuestra vida?

-Pues, indudablemente, cuando nacieron cada uno de nuestros diez hijos, los cuales nos han llenado de orgullo y satisfacciones con su conducta. Son un auténtico regalo de Dios. Son tan buenos...

-Pero esto te lo deben a ti, por tu ejemplo y tu dedicación. Ya ves, ahora los nietos te llaman “el patriarca”, por el respeto que les infundes.

-Pero también a ti. Con tus consejos y tu amor has sabido formar esta familia que tanto te ama.

-Bueno, papito, ahora dime: ¿cuáles han sido los momentos más difíciles para ti?

-Para mí lo más difícil fue nuestra situación económica, pues yo quería haber podido darles a todos Uds. más, mucho más, darles lo mejor; pero éra mos muchos y no alcanzaba el sueldo. Y, la verdad, me partía el alma ver como tú también trabajabas tanto para ayudar al sostén de la casa.

-Pues para mí siempre fue una gran satisfacción trabajar para sentirme una mujer de provecho. Ahora bien, a mí lo que más tristeza me causaba era cuando veía enfermo a alguno de nuestros hijos. Pero ya ves, con la ayuda de Dios todos salieron adelante. Ahora dime mi amor, ¿por qué tú crees que nos hemos mantenido unidos hasta el momento, incluso en los momentos de dificultad?

-¡Ay, Lupita!, ¿pues qué ha de ser? Simplemente que nunca nos hemos dejado de amar porque tú siempre has mantenido la llama del amor y con tu carácter tan alegre siempre has llenado de alegría esta casa. Aún ahora a nuestra edad, tu sentido del humor nunca se te acaba.

-Y si volviéramos a comenzar, ¿qué cosas no cambiarías?

-Pues, desde luego no te cambiaría a ti.

-¡Ay viejito!, de veras que eres ocurrente. Ahora dime, ¿ qué no dejarías de hacer?

-Indudablemente que no dejaría de educar a mis hijos con firmeza pero a la vez con amor y no sólo imponiendo mi autoridad sino, ante todo, con mi ejemplo.

-Y, ¿qué mejorarías?

-Desde luego, estar mucho más tiempo con la familia, pues muchas veces el tiempo con los amigos solamente es un tiempo perdido. Pero... ojalá que cuando uno es joven tuviera la experiencia que se adquiere a través de la vida. Ahora mucho tiempo ya se pasó, aprovecharemos lo mejor posible lo que nos queda.

-¿Qué piensas que deberíamos dejar de lado?

-Pues, a estas alturas, lo que debemos dejar a un lado son los resentimientos y los recuerdos tristes. Y desde luego, hemos de evitar cualquier depresión, para vivir en paz y armonía con nuestros hijos.

Permítanos ahora opinar los dos juntos. Los años que Dios nos quiera regalar los seguiremos viviendo con el gran amor de siempre y rodeados también del amor de nuestros 10 hijo s, 39 nietos y 20 bisnietos.

Y por si ayuda, quisiéramos aconsejar a los matrimonios jóvenes que, cuando sientan que el mundo se les viene encima, recuerden los momentos felices que pasaron cuando eran novios, que recuerden el feliz día de su boda y, si tienen hijos, que recuerden la dicha tan grande que tuvieron cuando con su amor les dieron la vida. Pero ante todo, que pongan su matrimonio en las dulces manos de la Virgen María, pues Ella nunca dejará de protegerlos y les dará la fuerza para salir adelante siempre.

A todos los matrimonios jóvenes les deseamos dicha y paz, ¡y que Dios los bendiga siempre!

Reflexión:

“Vivir con el gran amor de siempre”. Es admirable, es costoso, saber abrazarse, saber amar hasta la muerte.

Para llegar a los 57 años de casados con ese gran amor, ha sido necesario sembrar amor desde los primeros días. Y como ellos mismos nos recordaban, amor y no sólo deseo.

Sencilla pero profund amente, Michel Quoist los distingue así: “el amor es una aventura entusiasmante, pero difícil, porque, al que ama, le exige que transforme constantemente su deseo de recibir en el deseo de dar”. Y José María Pemán añade: “El deseo es un compañero terco e indómito del hombre: cuando no pide manjares fuertes, pide golosinas”.

Es necesario sembrar un gran amor, sí, desde los primeros días. A medida que avanza el tiempo –es tan evidente- cuando no se siembra amor, se siembra la semilla de la muerte.

El matrimonio, esa hoguera familiar, es para foguear el alma con el fuego del amor, es para hacer nacer llamas nuevas. El día en que no ardáis de amor, muchos morirán de frío, y esas nuevas llamas se convertirán en carbones congelados, comenzando quizá con vuestros mismos corazones.

¿Una sugerencia? San Juan de la Cruz, el autor místico de Llama de Amor Viva, nos invita: “Y donde no hay amor, pon amor, y sacarás amor".< /table>