Las Virtudes Teologales en la vida consagrada

Fuente: Escuela de la fe
Autor: n/a

 

Queremos ver a aquí la importancia de las virtudes teologales en la vida consagrada.

El ejemplo que las religiosas dan en este campo es infinito. La vida de fe, de esperanza y de caridad la encontramos en la dedicación a los demás: escuelas, hospitales, vida comunitaria, orfanatos, centros de asistencia, etc.

Las virtudes teologales son infundidas en el alma con el Bautismo y nosotras tenemos la tarea de desarollarlas cada día y descubrir la riqueza que hay dentro del alma.


Vivir de fe

La fe es fundamento de las cosas que se esperan y prueba de las que no se ven (Hb 11, 1).

El Catecismo de la Iglesia Católica dice:

1814 La fe es la virtud teologal por al cual creemos en Dios y en cuanto Él nos ha revelado y que la Iglesia propone para que creamos. Por la fe el hombre se abandona a Dios. Por ello el hombre busca no sólo creer, sino hacer la voluntad de Dios «El justo vivirá por la fe. La fe viva que actúa mediante la caridad» (Rm 1,17). La fe sin las obras está muerta» (Stgo. 2,26). Si no acompaña a la esperanza y al amor, la fe no une plenamente al fiel a Cristo y no es un miembro plenamente vivo

1816 El discípulo de Cristo no debe sólo custodiar la fe y vivir en ella, sino profesarla y dar testimonio de ella con franqueza y difundirla. “Deben todos estar dispuestos a confesar a Cristo delante de los hombres y a seguirlo en el camino de la cruz a través de la persecución que no faltará a la Iglesia” El sevicio y el testimonio por la fe son indispensables para la salvación: “A quien me reconozca delante de los hombres, también Yo lo reconoceré delante de mi Padre Celestial” (Mt 10,32 33).

Para vivir en profundidad la vida religiosa es necesario ser una mujer de profunda fe. “Sin la fe es imosible agradar a Dios”(Hb 11,6) y: “Tú hombre de Dios tiende a la fe y la paciencia”

Es imposible y hasta temerario vivir la vocación religiosa sin una profunda fe porque nuestra vocación se funda en una llamada. Dijo el Señor a Abraham: sal de tu tierra, de la casa de tu padre y vete a la tierra...

La aceptación de las Constituciones se funda en la fe en Dios que me da estas normas como camino de santificación. Sólo cuando tenemos fe, las podemos soportar por amor. Santa Teresita del Niño Jesús decía: “Ninguna cosa me ha parecido como ardua ni difícil, extraordinaria o pesada, he encontrado la vida religiosa cómo me la imaginaba”. El alma que vive de fe encuentra fuerzas especiales para afrontar la vida.

La obediencia es un sacrificio no pequeño porque ponemos en manos de los Superiores lo más grande que tenemos: la libertad. La obediencia siempre requiere de renuncia y sacrificio. “Por la fe, Abraham, llamado por Dios obedeció partiendo hacia un lugar donde recibiría la herencia sin saber a dónde iba” (Hb 11). Nuestra vocación es una aventura de fe, es apostar por Dios, es firmar una carta en blanco para que Dios escriba lo qué quiera. Las religiosas tenemoas el derecho de aplicarnos las palabras de Isaías:


Desde el seno materno me llamó el Señor,
desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre
ha forjado mi boca como espada afilada,
me ha escondido a la sombra de su mano
me ha hecho flecha puntiaguda
me ha puesto en su aljaba
.
Is 49 1-2.


Nuestra vida tiene momentos tan difíciles que sólo la fe es capaz de ayudarnos a seguir adelante. Como el ejemplo del P. Luli. Sacerdote jesuíta que después de su ordenación sacerdotal fue arrestado y durante años sufrió torturas, trabajos forzados, intentos de hacerlo abandonar la fe... pero, él se mantuvo siempre fiel a Cristo en esos momentos tan duros.


Algunos obstáculos en la formación de la fe:

- Racionalismo: busca entender todo y no se conforma plenamente con la mente de la Superiora.
- Infantilismo: muy diverso de la verdadera infancia espiritual dónde el alma es como un niño en las manos de Dios. El infantilismo es una actitud inmadura de una persona que no ha entendido bien la profundidad de su vocación, quiere que le concedan todos los permisos, los caprichos, si no se molesta y se retira y no está ya dispuesta a colaborar. Para superar esto la Superiora debe actuar con paciencia y saber conducir al alma con prudencia y firmeza al camino de la fe sobrenatural.

Debemos lograr que la fe ponga nuestras vidas sólo al servicio de Dios. Que la fe nos lleve a tener siempre una actitud de confianza y adhesión total a Dios.


María Santísima es el modelo más perfecto de la fe sobrenatural.

“En la Anunciación, María se abandonó totalmente en las manos del Padre, manifestando la obediencia de la fe a quien le hablaba de parte de Dios, dando su asentimiento pleno del intelecto y de la voluntad. Respondió con todo su sí humano y femenino, en tal respuesta de fe estaban contenidas, una perfecta cooperación con la gracia y una perfecta disponibilidad a la acción del Espíritu Santo el cual perfecciona la fe mediante sus dones” (Redemptoris Mater 13).


La Superiora, la maestra de novicias, todas las personas que tienen algo que ver en la formación de las religiosas, deben estar atentas para cultivar la fe en las religiosas a ellas encomendadas. No deben dar una orden o una disposición sin acompoañarla de una motivación espiritual y sobrenatural. Hay que apelar siempre a la fe y esperar el momenteo oportuno.

Debemos mostrar a nuestras religiosas la belleza de vivir de la fe y en la fe. Vivir de fe y dar un crédito infinito a Dios y caminar siguiendo la estrella que un día vimos y que no sabemos dónde nos llevará.


Vivir en la esperanza sólida y gozosa

La carta del Papa Juan Pablo II Millenio Ineunte es un verdadero canto de esperanza. En ella nos anima: Entonces pongámonos a trabajar que hay mucho que hacer y trabajando confiemos plenamente en Dios sin reservas.


Quizá hoy más que nunca las religiosas necesitan de la esperanza. Son como testimonios de la esperanza, como heraldos que anuncian a los demás que hay otro mundo, centinelas de la espeanza los llama Juan Pablo II.


Catecismo de la Iglesia Católic

1817 La esperanza es la virtud teologal por la que esperamos el reino de Dios como nuestra felicidad, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos más que en nuestras fuerzas en la gracia del Espíritu Santo. «Mantengámonos firmes en nuestra esperanza porque es fiel quien nos ha prometido la vida eterna» (Heb 10,23).

El Espíritu fue infundido abundantemente por medio de Cristo para que, justificados por su gracia, llegásemos a ser herederos, conforme a la esperanza de la vida eterna (Tt 3,6 7).


“Deseamos el reino de los cielos y la vida eterna”. Este es el secreto de la esperanza: “buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás os será dado por añadidura” (Mt 6,30). Nuestros ojos están fijos en el Cielo pero con los pies bien puestos en la tierra, seguros de que no nos faltará la providencia.Todo cuanto sucede en el mundo está bajo la mirada paternal de Dios, que con sabiduría y amor ha creado todo. Nosotras buscamos el Reino de Dios en nuestra vida comunitaria, en el trabajo cotidiano y en el apostólico, en los grandes desafíos de la vida.

El Señor nunca nos abandonará. Esto es muy importante pues el Señor es siempre fiel. Como Pedro, también nosotros preguntamos a Cristo: “Nosotros que lo hemos dejado todo, ¿qué obtendremos?” Y escuchamos que Cristo nos recuerda lo del ciento por uno.


“Apoyémonos no sobre nuestras fuerzas sino en la gracia del Espíritu Santo Este es nuesrto misterio: cuando somos débiles, es cuando somos más fuertes. Nuestra debilidad es enorme respecto a la misión que se nos ha encomendado, por ello necesitamos una esperanza sólida. Como Gedeón que con trescientos hombres vence a todo un ejército o como David frente a Goliat. Animad a vuestras hermanas a hacer grandes cosas por Cristo. No hay más remedio que arrojarnos en las manos de la voluntad de Dios cuando se presentan las dificultades y cuando hay que hacer algo grande por el Reino de Cristo.

Algunos obstáculos para lograr la plena confianza en Dios: A veces se deben a la formación de la infancia, a veces al temperamento, otras nacen de la presunción. En ocasiones Dios permite sequedad espiriutal, desolación y tristeza. Por otro lado influyen también los pensamientos y modos de ser del mundo que tiende al pesimismo y prescinde de Dios Para nosotras la consigna está clara: ¡siempre arriba! Levantemos la mirada al cielo donde están las causas nobles.

Cultivar las esperanza en las diversas etapas de formación, para transformarse en Cristo, revistiéndose de Él. A las formadoras compete el ayudar a las religiosas a formar esta confianza ciega en Dios y trabajando siempre con pureza de intención, por los intereses de la Iglesia y del Reino de Cristo


Vivir en la caridad que es la más grande de las virtudes

Otro nombre con que se designa a la vida consagrada es el de estado de perfecta caridad, como sabemos la vida consagrada nació después de las persecuciones cuando algunas personas se retiraban al desierto para unirse allí a Dios. Con el tiempo fueron dedicándose también a los demás mediante obras de apostolado.

A) Catecismo de la Iglesia Católica. La caridad es la virtud teologal por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos (CIC 1822). Esta virtud debe ser vivida especialmente por las almas consagradas.

B) Con la consagración se establece una relación de amor entre Dios y la creatura, amor esponsal por el cual Dios se dona a mí y yo me dono a Dios. El documento Mulieris Dignitatem nos habla del tema:


El hombre –varón o hembra- es el único ser de la creación al que Dios quiso por sí mismo, es una persona, es un sujeto que tiene conciencia. El hombre no puede encontrarse a sí mismo si no es mediante el don de sí mismo a los demás. En la virginidad voluntaria se confirma a sí mismo como persona, como ser donado a los demás. El Creador ha querido desde el inicio, que la mujer expresara su propia feminidad como un don de esposa y esto lo hace especialmente fecundo en el amor. El amor esponsal es la esencia de vuestra consagración. Debéis cultivar este amor en las religiosas en cada etapa de formación. Si falta este amor la religiosa no tiene razón de ser.

El Papa añade:

La natural disposición esponsal de la personalidad femenina encuentra una respuesta en la virginidad así entendida. La mujer llamada desde el inicio a amar y ser amada, encuentra en su vocación, la vocación misma de Cristo que vino a amar hasta el final, por medio del don total de sí. La mujer consagrada se dona al Esposo Divino con un amor sincero y don total de su vida, como esta unión es espiritual llega a ser un sólo espíritu con Cristo.

¡Qué grande es vuestra vocación entendida como las bodas con Cristo!, os donáis a Cristo exclusivamente para servir a Él solamente y a los intereses de su Reino.


C) “Por amor a Dios amamos a los demás. La vida consagrada es una vocación al amor y al servicio. Servir a Cristo en el corazón de los demás, esto consituye todo un programa de formación espiritual. Debemos formar religiosas que vivan en la total donación de sí mismas”. Tenemos la tarea de conducir a nuestras religiosas a este don, por ello se deben superar los hábitos individualistas, el egoísmo, la vanidad que no va de acuerdo a la vida de consagración. Más bien, debemos promover la vida de servicio, de donación del propio tiempo, la paciencia, el perdón, la unión de los corazones.


Conclusión: Es preciso hacer todo tipo de esfuerzo para formar a las religiosas en el espíritu de caridad y en general en las virtudes teologales, convencidas de su seguimiento a Cristo, su Esposo. El amor de una persona consagrada debe ser fuerte, bien fundado y dispuesto a cualquier sacrificio. Un amor así se ofrece totalmente al Amado. Es consciente de que la mujer sólo se realiza dándose a los demás.