IVR

INSTITUTO DE VIDA RELIGIOSA

 

 

H. Rosa Elena Cálcena, stj

2005

 

LECTURA DENOTATIVA:

Se realiza una percepción directa de lo escrito o lo sucedido en este encuentro formativo a través de los sentidos. Es una lectura objetiva. Se pretende enumerar todo y sólo lo que se observa, sin aportar la impresión personal.

o Recuerdo lo sucedido en este encuentro formativo, lo que vi, lo que escuché, lo que leí.

o ¿Qué vi? ¿qué escuché? ¿Qué leí? Sobre objetos, lugares, personas, acontecimientos...

o ¿Qué se dijo en este encuentro? ¿Qué dice el texto?

LECTURA CONNOTATIVA:

Se desarrolla la intuición, se entra en contacto con lo que se experimentó en lo interior. Es una lectura subjetiva. Se citan sentimientos que se produjeron en el encuentro o con la primera lectura del texto. Es lo que me dijo a mí la situación o el texto.

o Entro en contacto conmigo misma/mismo y reconozco los múltiples sentimientos que fui experimentando, les pongo nombre.

o ¿Qué sentí? ¿qué siento? ¿qué me dice a mí este encuentro, lo leído?

LECTURA REFLEXIVA Y ORANTE

Es una toma de conciencia crítica y ayuda a descubrir "la verdad". Una actitud crítica cuestiona, formula preguntas, busca respuestas argumentadas. Se desarrolla la capacidad pensante y la relación responsable de sí misma/o. Es mirar la realidad contemplativamente y empezar a intuir lo que Dios me pide.

o Asocio lo sucedido en este encuentro o el texto con algún otro acontecimiento y dejo que surjan cuestionamiento, preguntas que me hago a mí, que le hago a la realidad, que le hago a mi comunidad, que le hago a mi congregación, que le hago a Dios. Dejo que el Espíritu Santo me sople una Palabra y evoco una Palabra de Dios, un canto, una poesía, una oración….

o ¿A qué me recuerda? ¿con qué asocio este encuentro? ¿qué preguntas me surgen? ¿a quién cuestiono? ¿qué Palabra de Dios me surge?

LECTURA ACTIVA:

Me involucra en lo que leo, en el encuentro y me conduce hacia un compromiso

o Cierro los ojos e imagino una realidad diferente, sueño algo nuevo y distinto.

o ¿Qué tiene que cambiar para que sea más constructiva la realidad? ¿para que crezca mi comunidad? ¿para que yo sea una persona más comunitaria? ¿qué tiene que ser de otra manera para que se realice el proyecto de Dios?

o El texto leído y/o este encuentro ¿qué sueños, anhelos, deseos despiertan en mí?

LECTURA COMPROMETIDA Y CREATIVA:

Es la acción comprometida en el que se ejerce la plenitud de la persona libre, es asumir en forma dinámica el entorno y comprometerse como agente constructivo. Es la etapa desafiante, supone desinstalarse, salir de la rutina, de la mediocridad, ponerse en camino. Supone tomar sobre sí la responsabilidad de aquí y ahora y producir expresiones originales que hagan una historia más digna.

o Es dar respuestas nuevas, creativas, pequeñas o grandes, personales o grupales, para mí y los demás en concordancia con lo que fui experimentando, sintiendo, relacionando y soñando.

o ¿A qué me mueve? ¿qué tengo que hacer? ¿qué compromiso me hago a mí misma/mismo? ¿qué acción es la consecuencia necesaria de lo que percibo, intuyo y reflexiono? ¿qué me pide el Señor?

o ¿Cómo puedo recrear el texto de forma personal, creativa y de acuerdo a mis habilidades, capacidades y gustos?

 

Fundamento Teológico y Mediación Teológica

 

LA VIDA COMUNITARIA EN LA BIBLIA

A. En el Antiguo Testamento

1. Conciencia de ser pueblo elegido

Deuteronomio 31, 6-13

Isaías 43,18-21

2. Unidos en alianza

Deuteronomio 5, 1-8

Baruc 2, 31-35

3. Reglas y disciplinas

Deuteronomio 5, 9-24

Salmo 119 (118)

B. En el Evangelio

1. Comunidad de los apóstoles

Marcos. 3, 13-15 La comunidad tiene que estar continuamente haciéndose, reavivando mucho y haciendo memoria de quién llama y para qué llama. Vocación, convocación y envío.

Lucas 22 Reunidos para beber del mismo cáliz, correr la misma suerte: suerte de ser siervo-servir, capacidad de influir. Involucrase al estilo del siervo, que no sea mandoando sino creando y recreando, en el servicio, sin olvidar que nuestra fidelidad es entregar vida para que surja vida.

Juan 13 el lavatorio de los pies, Juan 12,24 el grano de trigo que muere. Los modos pueden ser muy distintos. Influir no es lo mismo que dominar. Nos influimos unas a otras, unos a otros. Capacidad de influir no es que mi palabra enmudece a las/los otras/os.

C. En los hechos de los Apóstoles

1. Lo esencial de la Comunidad

Hch 2, 42 es compartir misión compartida: pan, palabra y bienes.

D. En las cartas Paulinas

1. La comunidad real de vida y la muerte de Cristo

2 Corintios 5, 14- 15

Efesios 2, 4-6

2 Corintios 4,17

2. Comunión plena con Cristo

Romanos 12,5

Efesios 2, 13

Efesios 2, 15

Efesios 2,21

Efesios 4,32

Filipenses 4,7

3. Crecimiento en Cristo

Filipenses 1, 9-11

Efesios 2,21-22

Efesios 4,12-13

Efesios4,15-16

4. Disciplina y vigilancia contra las divisiones

Hebreos 10,25

1 Corintios 3,3b-4

5. Olvido de sí

1 Corintios 10, 24 -33

6. Consideración hacia los débiles

Romanos 15, 1-3. 7

7. Afecto e interés mutuo

2 Corintios 1, 6-7

8. Sufrimiento por el Cuerpo Místico

Colosenses 1,24

9. Perseverancia final de todos lo miembros de la comunidad

Efesios 2,19

 

 

 

INTUICIONES EVANGÉLICAS SOBRE LA COMUNIDAD

(GUZMAN, Rueda. Proyecto comunitario. P 132-142)

1. La comunidad es ante todo un don.

2. La comunidad, realidad orientada hacia Jesucristo.

3. La comunidad cristiana exige no tanto la perfección, como la coherencia.

4. La comunidad fruto y medio.

5. La comunidad una gracia excepcional.

6. La precariedad de la comunidad cristiana frente a otras comunidades.

"En efecto, las comunidades reemprenden cada día el camino, sostenidas por las enseñanzas de los apóstoles: "Ámense los unos a los otros con afecto fraterno, rivalizando en la estima recíproca" (Rom 12, 10); "tengan los mismos sentimientos los unos para con los otros" (Rom 12, 16); "acójanse los unos a los otros como Cristo los acogió" Rom 15, 7); "corríjanse mutuamente" (Rom15, 14). "Respétense los unos a los otros" (1 Cor 11, 33); "por medio de la caridad pónganse los unos al servicio de los otros""(G l 5, 13); "confórtense mutuamente"(1 Ts 5, 11); "sobrellévense los unos a los otros con amor" (Ef 4, 2); "sean benévolos y misericordiosos para con los otros perdonándose mutuamente" (Ef 4, 32); "sométanse los unos a los otros en el temor de Cristo" (Ef 5, 21); "oren los unos por los otros" (St 5, 16); "trátense los unos a los otros con humildad" (1 P 5, 5); "estén en comunión los unos con los otros" (1 Jn 1, 7); "no nos cansemos de hacer el bien a todos, principalmente a nuestros hermanos en la fe" ( Gal 6, 9-10). (26) LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD . "Congregavit nos in unum Christi amor"

 

DOCUMENTOS ECLESIALES

LA VIDA COMÚN

La vida común, a ejemplo de la Iglesia primitiva, en que la muchedumbre de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma (cf. Act 4,32), nutrida por la doctrina evangélica, la sagrada liturgia y, señaladamente, por la Eucaristía, debe perseverar en la oración y en la comunión del mismo espíritu (cf. Act 2,42). Los religiosos, como miembros de Cristo, han de adelantarse unos a otros en el trato fraterno con muestra de deferencia (cf. Rom 12,10), llevando unos las cargas de los demás (cf. Gal 6,2). Por la caridad de Dios que el Espíritu Santo ha derramado en los corazones (cf. Rom 5,5), la comunidad, congregada, como verdadera familia, en el nombre del Señor, goza de su presencia (cf. Mt 18,20). Pues la caridad es la plenitud de la ley (cf. Rom 13,10) y vínculo de la perfección (cf. Col 3,14), y por ella sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida (cf. 1 Io 3,14). Es más, la unidad de los hermanos pone de manifiesto el advenimiento de Cristo (cf. Io 13,35;17,21) y de ella emana una gran fuerza apostólica.

Mas, para que el vínculo de la hermandad sea más íntimo entre sus miembros, los que se llaman conversos, coadjutores o con otro nombre, han de unirse estrechamente a la vida y obras de la comunidad. Si las circunstancias no aconsejan verdaderamente otra cosa, hay que procurar que en los institutos de mujeres se llegue a una sola clase de hermanas. En ese caso, manténganse sólo la diversidad de obras a que se destinen las hermanas, ora por especial vocación de Dios, ora por su especial aptitud. (Vaticano II. Decreto "Perfectae Caritatis " 15)

La vida fraterna, propia de cada instituto, por la que todos los miembros se unen en Cristo como en una familia peculiar, debe determinarse de manera que sea para todos una ayuda mutua en el cumplimiento de la propia vocación personal. Por la comunión fraterna, enraizada y fundamentada en la caridad, los miembros han de ser ejemplo de la reconciliación universal en Cristo. (Código de Derecho Canónico N° 602)

COMUNIDAD FRATERNA

Se busca poner énfasis en las relaciones fraternas: interpersonales en que se valora la amistad, la sinceridad, la madurez, como base humana indispensable para la convivencia; con dimensión de fe, pues es el Señor quien llama; con un estilo de vida más sencillo y acogedor; con diálogo y participación. (P. 730)

Se dan diversos estilos de vida comunitaria. Para ciertas obras y de acuerdo con los diversos carismas fundacionales, existen comunidades numerosas. También surgen "pequeñas comunidades" que nacen generalmente del deseo de insertarse en barrios modestos o en el campo, o de una misión evangelizadora particular. La experiencia muestra que estas pequeñas comunidades deben asegurar ciertas condiciones para tener éxito: motivación evangélica, comunicación personal, oración comunitaria, trabajo apostólico, evaluaciones, integración en el Instituto y la Diócesis a través del servicio indispensable de la autoridad. (P. 731)

Se experimentan hoy especiales dificultades por la cercanía personal y la diversidad de mentalidades, cuando disminuye el sentido de fe o cuando no se respeta el debido pluralismo. (P.732) (Documento de Puebla)

 

A IMAGEN DE LA TRINIDAD

(JUAN PABLO II. Vita consecrata. N°41)

CAMINO PARA LA COMUNIÓN

"Como el Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros" (Jn 17, 21)

Ante un mundo roto y deseoso de unidad es necesario proclamar con gozo y fe firme que Dios es comunión, Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidad en la distinción, el cual llama a todos los hombres a que participen de la misma comunión trinitaria. Es necesario proclamar que esta comunión es el proyecto magnífico de Dios [Padre]; que Jesucristo, que se ha hecho hombre, es el punto central de la misma comunión, y que el Espíritu Santo trabaja constantemente para crear la comunión y restaurarla cuando se hubiera roto. Es necesario proclamar que la Iglesia es signo e instrumento de la comunión querida por Dios, iniciada en el tiempo y dirigida a su perfección en la plenitud del Reino. (97) La Iglesia es signo de comunión porque sus miembros, como sarmientos, participan de la misma vida de Cristo, la verdadera vid (cf. Jn 15, 5). En efecto, por la comunión con Cristo, Cabeza del Cuerpo místico, entramos en comunión viva con todos los creyentes. (JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Postsinodal. ECCLESIA IN AMERICA. 1999)

La estructura comunitaria del hombre no es sino el reflejo de la estructura comunitaria de Dios Uno y Trino a cuya imagen y semejanza el hombre fue creado (no sólo cada uno, sino incluso la humanidad plural) y a cuya Alianza y relación dialogal el hombre está invitado y destinado. Es aquí donde la dimensión comunitaria del hombre tiene su fundamento teológico.

Desde el pecado original, todo pecado es ruptura de una comunión con Dios, con los hombres, con las cosas. Es apartamento, egoísmo. Equivale a no escuchar los reclamos profundos del ser que exige permanecer en la armonía y la unidad. Para su obra redentora, Cristo comenzó por hacerse solidario con nuestra naturaleza; predicó luego la reconciliación, el perdón, la misericordia, la justicia y hasta dejó dicho que da por hecho a Él cuanto hagamos a los otros. Pidió que nos amemos, y dio la vida "por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos". (Jn. 12, 51-52).

El hombre re-creado o en Cristo retorna a Dios a través del Pueblo de Dios, la Iglesia, sacramento de la unidad, unión íntima y profunda que configura el Cuerpo Místico de Cristo. "Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente". (LG. 9)

La comunidad de amor es el Proyecto Divino para el cual Dios requiere la corresponsabilidad del hombre y el hombre no madura ni se autorrealiza sino en reciprocidad comunitaria. La comunidad es para el hombre fuente, camino y meta de madurez. Si pues buscamos una síntesis que nos dé la clave sobre la educación del hombre desde la filosofía, la psicología, la sociología y la teología podríamos concluir diciendo que Educar es crear comunidad.

Ella está en los fines del proyecto divino y la pedagogía del Señor nos va conduciendo cada vez más a palpar la urgencia de una comunidad de amor. (62)

EDUCACIÓN Y PROYECTO DE VIDA. Equipo Episcopal de Educación Católica. C.E.A. Bs.As.

 

 

LIBERTAD PERSONAL Y CONSTRUCCIÓN DE LA FRATERNIDAD

"Llevad los unos las cargas de los otros, así cumplirán la ley de Cristo" (G l 6,2).

En toda dinámica comunitaria, Cristo, en su misterio pascual, sigue siendo el modelo de cómo se construye la unidad. El mandamiento del amor mutuo tiene precisamente en Él la fuente, el modelo y la medida, ya que debemos amarnos como Él nos ha amado. Y Él nos ha amado hasta dar la vida. Nuestra vida es participación en la caridad de Cristo, en su amor al Padre y a los hermanos, que es un amor que se olvida totalmente de sí mismo. Pero todo esto no proviene de la naturaleza del "hombre viejo", que desea ciertamente la comunión y la unidad, pero no pretende ni quiere pagar su precio en términos de compromiso y de entrega personal. El camino que va del hombre viejo -que tiende a cerrarse en sí mismo- al hombre nuevo, que se entrega a los demás, es largo y fatigoso. Los santos fundadores han insistido de una forma realista en las dificultades e insidias de este paso, conscientes de que la comunidad no se improvisa, porque no es algo espontáneo ni una realización que exija poco tiempo. Para vivir como hermanos y como hermanas, es necesario un verdadero camino de liberación interior. Al igual que Israel, liberado de Egipto, llegó a ser pueblo de Dios después de haber caminado largo tiempo en el desierto bajo la guía de Moisés, así también la comunidad, dentro de la Iglesia, pueblo de Dios, está constituida por personas a las que Cristo ha liberado y ha hecho capaces de amar como Él, mediante el don de su amor liberador y la aceptación cordial de los que Él nos ha dado como guías. El amor de Cristo, derramado en nuestros corazones, nos impulsa a amar a los hermanos y hermanas hasta asumir sus debilidades, sus problemas, sus dificultades; en una palabra, hasta darnos a nosotros mismos. (21) Cristo da a la persona dos certeza fundamentales: la de ser amada infinitamente y la de poder amar sin límites. Nada como la cruz de Cristo puede dar de modo pleno y definitivo estas certezas y la libertad que deriva de ellas. Gracias a ellas, la persona consagrada se libera progresivamente de la necesidad de colocarse en el centro de todo y poseer al otro, y del miedo de darse a los hermanos; aprende más bien a amar como Cristo la ha amado, con aquel mismo amor que ahora se ha derramado en su corazón y la hace capaz de olvidarse de sí misma y de darse como ha hecho el Señor. En virtud de este amor, nace la comunidad como un conjunto de personas libres y liberadas por la cruz de Cristo. (22) LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD.

 

A IMAGEN DE LA COMUNIDAD APOSTÓLICA

(JUAN PABLO II. Vita consecrata. N°45)

ESPIRITUALIDAD DE COMUNIÓN

(Caminar desde Cristo. Un renovado compromiso de la VC en el tercer milenio N°28-29)

LA EUCARISTÍA, CENTRO DE COMUNIÓN CON DIOS Y CON LOS HERMANOS

La realidad de la Eucaristía no se agota en el hecho de ser el sacramento con el que se culmina la iniciación cristiana. Mientras el Bautismo y la Confirmación tienen la función de iniciar e introducir en la vida propia de la Iglesia, no siendo repetibles, (107) la Eucaristía continúa siendo el centro vivo permanente en torno al cual se congrega toda la comunidad eclesial. (108) Los diversos aspectos de este sacramento muestran su inagotable riqueza: es, al mismo tiempo, sacramento-sacrificio, sacramento-comunión, sacramento-presencia. (109)

La Eucaristía es el lugar privilegiado para el encuentro con Cristo vivo. Por ello los Pastores del pueblo de Dios en América, a través de la predicación y la catequesis, deben esforzarse en dar a la celebración eucarística dominical una nueva fuerza, como fuente y culminación de la vida de la Iglesia, prenda de su comunión en el Cuerpo de Cristo e invitación a la solidaridad como expresión del mandato del Señor: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado (Jn 13, 34). (110) (JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Postsinodal. ECCLESIA IN AMERICA. 1999)

 

LA COMUNIDAD RELIGIOSA, LUGAR DONDE SE LLEGA A SER HERMANOS

Del don de la comunión proviene la tarea de la construcción de la fraternidad, es decir, de llegar a ser hermanos y hermanas en una determinada comunidad en la que han sido llamados a vivir juntos. Aceptando con admiración y gratitud la realidad de la comunión divina, participada por las pobres criatura, surge la convicción de que es necesario empeñarse en hacerla cada vez más visible por medio de la construcción de comunidades "llenas de gozo y del Espíritu Santo" (Hech 13, 52).

También en nuestro tiempo y para nuestro tiempo, es necesario reemprender esta obra "divino-humana" de formar comunidades de hermanos y hermanas, teniendo en cuenta las condiciones propias de estos años en los que la renovación teológica, canónica, social y estructural ha incidido poderosamente en la fisonomía y en la vida de la comunidad religiosa. (LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD. "Congregavit nos in unum Christi amor")

Para favorecer la comunión de espíritus y de corazones de quienes han sido llamados a vivir juntos en una comunidad, es útil llamar la atención sobre la necesidad de cultivar las cualidades requeridas en toda relación humana: educación, amabilidad, sinceridad, control de sí, delicadeza, sentido del humor y espíritu de participación.

Los documentos del Magisterio de estos últimos años son ricos en sugerencias e indicaciones útiles para la convivencia comunitaria como: la alegre sencillez, la sinceridad y la confianza mutuas, la capacidad de diálogo, la adhesión sincera a una benéfica disciplina comunitaria (27)

No hay que olvidar, por fin, que la paz y el gozo de estar juntos siguen siendo uno de los signos del reino de Dios. La alegría de vivir, aun en medio de las dificultades del camino humano y espiritual y de las tristezas cotidianas, forma ya parte del reino. Esta alegría es fruto del Espíritu y abarca la sencillez de la existencia, el tejido banal de lo cotidiano. Una fraternidad sin alegría es una fraternidad que se apaga. Muy pronto sus miembros se verán tentados de buscar en otra parte lo que no pueden encontrar en su casa. Una fraternidad donde abunda la alegría es un verdadero don de lo alto a los hermanos que saben pedirlo y que saben aceptarse y que se comprometen en la vida fraterna confiando en la acción del Espíritu. Se cumplen, de este modo, las palabras del salmo: "Vean qué delicia y qué hermosura es vivir los hermanos unidos...; ahí el Señor da la bendición y la vida para siempre" (Sal 133, 1-3), "porque cuando viven juntos fraternalmente, se reúnen en la asamblea de la Iglesia, se sienten concordes en la caridad y en un solo querer"(28)

COMUNIDAD RELIGIOSA Y MADUREZ DE LA PERSONA

La comunidad religiosa, por el hecho mismo de ser una "schola amoris" (escuela de amor), que ayuda a crecer en el amor a Dios y a los hermanos, se convierte también en lugar de crecimiento humano. El proceso es exigente, ya que comporta la renuncia a bienes ciertamente muy estimables, pero no imposible, como lo atestigua la lista de santos y santas y las maravillosas figuras de religiosos y religiosas que han demostrado que la consagración a Cristo "no se opone al verdadero progreso de la persona humana, sino que, por su misma naturaleza, lo promueve en gran medida"

El camino hacia la madurez humana, premisa necesaria para una vida de irradiación evangélica, es un proceso que no conoce límites, porque comporta un continuo "enriquecimiento", no solo en los valores espirituales, sino también en los de orden psicológico, cultural y social. (35)

 

 

 

UNIDOS EN CRISTO

(José Luis Caravias, SJ)

Jesús, hemos sentido tu llamado a encontrarte y quererte de una manera especial en nuestros hermanos de consagración religiosa.

Pero estamos lejos de conseguirlo. Por eso, en vista de nuestro fracaso, venimos una vez más a confesarnos ante Ti en espera de tu ayuda.

Nos une un mismo ideal y un mismo amor. Lo hemos dejado todo con tal de seguirte. Por eso es muy triste que crezca con frecuencia entre nosotros la cizaña de la discordia.

En verdad que somos unos mentirosos, pues decimos amar a Dios, pero no nos queremos de veras los unos a los otros. No nos sabemos querer como hermanos, Jesús. No somos ante los hombres un signo escatológico de la unidad y la alegría profundas en Ti.

Celos, rencillas, desconfianzas y murmuraciones forman a veces una atmósfera malsana alrededor de nosotros, que enferma de muerte nuestra vocación religiosa, y cierra la puerta de entrada a nuevas vocaciones.

No sabemos querernos con la profundidad, la limpieza y la extensión de tu Amor, Jesús. Por eso venimos a pedirte que nos des un corazón grande como el tuyo, que sepa lo que es la amistad verdadera y la entrega hasta la muerte. Que sepa servir, y no busque en recompensa ser servido. Un corazón universal, que pueda sobrepasar las barreras de las antipatías y las incomprensiones naturales.

Que a la manera de los primeros cristianos, nuestras Comunidades religiosas tengan un solo corazón y un solo espíritu, fruto de este comer juntos tu pan con alegría y sencillez de corazón.

Que el servicio común a los pobres, viéndote presente en ellos, sea en fermento de la madurez de nuestra unión.

En nuestra vida en comunidad y en nuestro apostolado, enséñanos Tú mismo a querernos unos a otros, Señor, con el respeto y la complementación de un equipo. Que no nos empeñemos en ser todos iguales, sino en complementamos y en poner cada uno sus carismas al servicio de los demás.

Enséñanos a ejercitarnos en el pluralismo, sabiendo que lo que nos une no es la misma actividad y la misma forma de vida, sino un mismo ideal de fe.

Aunque somos muchos, formamos todos un mismo cuerpo en unión contigo, y estamos unidos unos a otros como miembros distintos, pero cada cual con su misión específica de servicio a los demás. Enséñanos a vivir alegremente unidos en la esperanza. A vivir en armonía, sin orgullo, sin considerarnos superiores a nadie, ayudándonos en nuestras necesidades con desinterés.

Enséñanos a estar alegres con los que están alegres y a llorar con los que lloran. A bendecir a los que no nos quieren. A no devolver a nadie mal por mal. A hacer todo lo que está en nuestras manos por vivir en paz con todos. Que no nos dejemos vencer por el mal; sino que, al contrario, aprendamos a vencer el mal por medio del bien.

Enséñanos, Jesús, a tener paciencia unos con otros. A perdonamos sin guardar rencor. A superar en tu Amor nuestra incapacidad natural de encuentro con algunas personas de nuestras comunidades. Que tu paz interior, Jesús, dirija nuestros corazones, de manera que podamos, formar un solo cuerpo contigo. Llena nuestro espíritu de tu Amor. Un amor verdadero, que sepa de comprensión, de bondad y de confianza en los demás. Un amor que anule nuestra presunción y nuestro orgullo; que impida enojarnos seriamente y ser rencorosos; que todo lo soporte con paciencia y esperanza. Un amor de iniciativa: que no esperemos ser amados para amar. Un amor constante, gratuito, que no esté condicionado a la correspondencia para seguir amando. Un amor que sea testigo de tu propio Amor, Jesús.

Te suplicamos, Padre nuestro, en nombre de Jesús, que los religiosos seamos unidos con la sinceridad y la verdad con que Tú y El sois una misma cosa, de manera que el mundo pueda creer en tu Amor. Que lleguemos a ser un solo cuerpo, por medio de un solo Espíritu.

Un solo Señor, Una sola fe; un mismo bautismo y profesión religiosa. Un Dios y Padre de todos, que está en todos.

 

Vida Comunitaria y Carisma

SENTIDO DE INDIVIDUACIÓN

Toda persona se define a partir de aquello que es y en lo que se reconoce, así como por aquello a lo que pertenencia y a lo que se entrega y lo que cada uno es está necesariamente relacionado con aquello de lo que siente que forma parte.

La comunidad debe fomentarlo. No basta con sentirse miembro de una comunidad, es preciso sentirse además como alguien que tiene un nombre propio, es decir, una persona con una individualidad perfectamente concreta, distinta de la de los demás miembros del grupo. Individualidad no significa individualismo: "Yo soy yo, yo soy mía/o, yo me autogestiono", ni que sólo se vale cuanto que se es miembro de una comunidad.

SENTIDO DE PERTENENCIA

Es la capacidad de sentirse parte de un grupo de personas con las que se comparte la misma raíz, los mismos valores, el idéntico proyecto del Padre, gracias al cual esas personas se convierten en hermanas/os y ese grupo en la propia familia.

Sentido de pertenencia quiere decir confianza en el otro y en la vida, hasta el punto de elegir depender del grupo y de sus normas, libertad de convivir con personas que no se han elegido, afecto que no vienen de la carne ni de la sangre, pero que no deja de ser humanamente rico.

El sentido de pertenencia brota del sentido de identidad y la conserva y garantiza porque se pertenece al grupo en el que se reconoce la propia identidad, pero sin que esto lleve a la renuncia de la propia originalidad.

En el caso de la vida consagrada, el sentido de pertenencia consiste en formar parte, efectiva y afectivamente, de una familia religiosa en la que ese carisma se expresa concretamente e incluso está codificado en una regla de vida, visible en la existencia de otras personas que, por ello, se convierten en hermanas/os que también han reconocido en dicho carisma el proyecto que Dios pensó para ellas/os, confirmado por la Iglesia como lectura auténtica de la Palabra, cargado de una historia y una tradición que revelan su vitalidad.

Este sentido de pertenencia viene visiblemente representado por el apellido de cada cual, que evoca la vinculación con una determinada familia, con su estilo propio, su pasado y su espíritu característico.

PROCESO DE IDENTIDAD

En el caso de la vida consagrada, la identidad se define por el carisma, es decir, por el modo de ser, de orar, de vivir la relación, de entregarse a los demás, de vivir los votos, de anunciar el evangelio…que está contenido y revelado en el carisma.

Cuanto más acercamiento a la persona del fundador/a y a sus escritos más el espíritu de familia se hará presente y a sus miembros más se les reconocerá en la misma identidad de todos. La comunidad tiene su identidad propia cuando se hace de Jesús y del fundador/a el motivo de la vida.

"La realización de los religiosos y religiosas pasa a través de sus comunidades. Quien pretende vivir una vida independiente, al margen de la comunidad, no ha emprendido ciertamente el camino seguro de la perfección del propio estado." (25) LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD

PROCESO DE PERTENENCIA

La persona debe pertenecer a algo o alguien, está hecha para entregar su vida y corazón, su llamada y su futuro en las manos de otro. Tendrá que elegir a quién, pero no podrá dejar de hacerlo.

El fundamento objetivo de la pertenencia lo da el carisma y la presencia del mismo en el individuo. Para que haya sentido de pertenencia debe manifestarse en la persona un modo particular de percibir y realizar su identidad dentro del propio carisma.

Es el punto final y convergente de una especie de discernimiento efectuado tanto por el instituto como por la persona.

Este proceso se hace creíble cuando hace brotar en nuestro corazón no sólo el amor a instituto en general o al carisma en abstracto, sino el afecto sincero a la comunidad tal como es, a las personas de carne y hueso que la componen, con sus limitaciones y debilidades, con sus virtudes y defectos.

El crecimiento del sentido de pertenencia se produce conforme se avanza en:

a) Un triple camino de comunión: es decir a los tres componentes constitutivos del carisma, los elementos místicos (lo de Dios en nosotras/os), ascéticos (nuestra acogida y respuesta a la acción de Dios) y apostólicos (entrega de lo de Dios a los otros, en nombre de la comunidad y gracias a la comunidad), en un proceso que va progresivamente desde el yo hasta el nosotras/os y abre al compartir el mismo camino de santidad.

b) Una doble entrega: el sentido de pertenencia es verdadero cuando tiene un doble sentido o determina una doble y recíproca entrega, la de la religiosa/o a la congregación y la de la congregación a la religiosa/o. Este tipo de relación es establecida desde el principio. Cuando la religiosa/o se consagra con la profesión de los votos, se confía a su congregación y la congregación se confía a ella/él.

c) Una única pasión y pertenencia: es la paternidad-maternidad de Dios. Pertenecemos a ella desde siempre y de esa pertenencia se derivan las demás pertenencias. El testimonio de "que todo es común entre nosotras/os", el sentido de pertenencia a la comunidad, se convierte en anuncio de que toda persona pertenece a Dios, de que todas/os somos hijos del mismo Padre y hemanas/os entre nosotras/os. Y que nos pertenecemos unas/os a otras/os.

COMUNIDAD LUGAR DE DISCERNIMIENTO VOCACIONAL

La comunidad puede disponer a la persona para alcanzar la madurez vocacional, pero jamás puede causar ésta, el grupo puede favorecer el crecimiento, pero no producirlo, se limita a ofrecer un ambiente en el que ciertos aprendizajes pueden resultar más fáciles. Ofrece una oportunidad de: clarificar los valores, mostrar actitudes en las que encarnarlos, hacerlos atrayentes, dar motivos para la acción, disponer a la responsabilidad… pero de ninguna manera ella se hace responsable, la responsabilidad es un salto cualitativo que sólo puede provenir del interior de la persona. El sí a una vida según el Reino es siempre un sí personal y nunca puede delegarse. Lo que hace crecer es la adhesión personal a los valores, la comunidad no crea en nosotras/os esta adhesión, pero puede avivarla.

La comunidad es un contexto natural dentro del cual puede y debe tener lugar el discernimiento vocacional. Sólo en una situación existencial de fraternidad se pueden ordenar, o encontrar, los dos aspectos de un discernimiento vocacional: el realizado por la persona y el realizado por la institución. Es decir la joven/el joven sólo viviendo concretamente una experiencia de fraternidad puede discernir su vocación, sólo en ese contexto se sentirá capaz de apreciar la fraternidad y percibir la verdad, belleza y bondad de una vida dedicada a anunciar la maternidad y paternidad de Dios que se deriva de la fraternidad. La experiencia de fraternidad, de ser amada/o y de ser capaz de amar, es la que hace nacer la vocación a ser plenamente hombre o mujer y sólo en esta llamada acogida y vivida, puede insertarse la llamada que viene de Dios para entrar en relación con Él, para vivir la otra dimensión de la fraternidad que es la de la filiación del Padre. Quien no pasa por la criba de la fraternidad, quien no se confronta con ella y con la mediación del juicio o del discernimiento de la comunidad misma con sus diversas articulaciones - desde el director/a espiritual hasta los miembros del grupo-, quien se presenta él/ella mismo/a autollamándose, no puede ser automáticamente aceptada/o a la vida religiosa, aquí es fundamental la disponibilidad a la obediencia.

La fraternidad constituye un criterio para el discernimiento vocacional, ya que la auténtica vocación es llamada a la fraternidad. Si la comunidad es el regazo materno de toda vocación, la vocación que nace de ella tendrá que reproducir necesariamente su carácter esencial, la fraternidad que le ha dado la vida, del mismo modo que todo hijo expresa a quien le ha engendrado.

La comunidad es responsable de la animación vocacional, es decir que dé ejemplo de una fraternidad donde la belleza de estar juntas/os sea más atractiva que todo individualismo salvaje y pueda conjugarse con el esfuerzo de la aportación personal, pero ante todo es lugar donde suena la voz de Dios que llama, y hasta puede decirse que el ejercicio de la titularidad vocacional sólo se interpreta correctamente cuando la comunidad se convierte en mediación de esa voz.

Las preguntas que nos ayudan a clarificar la relación entre comunidad y madurez vocacional de las personas son: ¿quién soy yo y qué grado de adhesión he prestado a Dios?

Es importante, que en primer lugar estemos convencidos de la continua llamada de Dios, pero también de que esta llamada llega normalmente a través de la voz humana, especialmente la que resuena en la experiencia de la comunidad, pues Dios está presente en ella.

Dar un paso hacia una comunidad teresiana, franciscana, dominica…es entrar en el gran signo presente en la historia donde se va a vivir la liturgia de una vida para el Señor desde la comunidad. Una comunidad de mujeres y hombres de barro, pecadores, con ilusiones, cansancios, proyectos y estilos de vida diferentes, una comunidad de todas las edades, una comunidad donde no cuenta lo tuyo, lo mío sino el estilo de vida de Jesús y su Evangelio que hace unidad. Una comunidad que no es la que la/el que llega se imagina, sino la que se va a encontrar en la realidad.

Una comunidad que no tengo que esperar que venga a mi encuentro, sino que yo voy a su encuentro.

"Amar la propia vocación, sentir la llamada como una razón válida para vivir y acoger la consagración como una realidad verdadera, bella y buena que comunica verdad, belleza y bondad a la propia existencia: todo esto hace a la persona fuerte y autónoma, segura de la propia identidad, no necesita de diversos apoyos y compensaciones, incluso de tipo afectivo; y refuerza el vínculo que une al consagrado con los que comparten con él la misma llamada. Con ellos, ante todo, se siente llamado a vivir relaciones de fraternidad y amistad. Amar la vocación es amar a la Iglesia, es amar al propio instituto y sentir la comunidad como su verdadera familia. Amar según la propia vocación es amar con el estilo de quien, en toda relación humana, desea ser signo claro del amor de Dios, no avasalla a nadie ni trata de poseerlo, sino que quiere bien al otro y quiere el bien del otro con la misma benevolencia de Dios"(37) LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD.

Fundamento Ontológico y Mediación Psicológica

LA RELACIÓN

El exponernos a un tipo de relaciones basadas en intercambios, reciprocidad, palabras verdaderas, miradas limpias, amistad fiel, perdón dado y recibido, afecto intenso nos lleva a plasmar una forma especial de apertura hacia el otro, de lo contrario corremos el riesgo de ser toda nuestra vida seres incompletos, un animal asocial, una isla sin playa, una subespecie humana.

La comunidad religiosa será el lugar donde la capacidad de amar y ser amada/o encontrará espacios para hacerlo realidad. La afectividad será puesta a prueba por la misma comunidad. El vivir cada día da lugar a enfrentarse con la capacidad de amar, darse, comprender, perdonar, estar disponible, acercarse, hacer de la vida un don gozoso para los otros. La comunidad será el lugar donde se ponga a prueba la verdad de lo humano que llevamos dentro, la verdad de lo divino (fe) que decimos poseer.

EL HOMBRE EN SU CONDICIÓN COMUNITARIA. COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN.

La persona humana no puede ser considerada ni tratada tan solo en la dimensión de su individualidad (lo inefable, incomunicable). Resulta indispensable tener en cuenta con igual vigor su dimensión comunitaria como constitutivo intrínseco. Según la expresión del Vaticano II, "El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás". (GS. 12)

Es decir, el ser humano es tan profundamente relacional que sus relaciones no son algo que él simplemente tiene; en realidad, las vive y se va autoconfigurando a través de ellas como una de las fuentes primordiales en la construcción de su identidad.

Estas consideraciones ponen de manifiesto, una vez más, la realidad y los alcances de la interdependencia de los hombres en lo bueno y en lo malo.

La búsqueda del otro y de los otros puede quedar en el plano de la necesaria complementariedad funcional que da origen a la organización política de la sociedad. Pero sólo podemos hablar de comunidad cuando vamos más allá de la función y organización para llegar al trato más o menos profundo de persona a persona en intercambio de calidez humana. (56) EDUCACIÓN Y PROYECTO DE VIDA. Equipo Episcopal de Educación Católica. C.E.A. Bs.As.

LA RELACIÓN DE AMISTAD:

Dios Creador nos ha dado unas facultades naturales que, bien empleadas, nos predisponen a conocerle y amarle: La necesidad de autonomía (ser libres, sacudirse las ataduras), la necesidad de conocer (explorar, adquirir nueva información), la necesidad de amar, de triunfar en asuntos difíciles, de superar tenazmente dificultades, de ayudar a los demás…. Gracias a estas tendencias naturales, la persona puede por su propia naturaleza caminar hacia Dios.

La amistad es verdadera cuando estimula el buen uso de estas tendencias. El verdadero amigo es el que me ayuda a tomar conciencia de estas riquezas naturales y me impulsa a usarlas no con fines utilitaristas o de defensa del yo, sino como cauces de expresión de los valores.

Por otra parte, nuestra naturaleza humana también tiene otras exigencias que, por su propia naturaleza, obstaculizan el seguimiento de Cristo, frenan mi relación con Él: la exigencia de inferioridad (resignarse, envilecerse, rendirse), la exigencia del exhibicionismo (causar impresión, seducir, fascinar), la exigencia de dependencia afectiva (tener siempre una mamá que nos proteja), la exigencia de evitar los peligros… Es evidente que la verdadera amistad no puede ni debe satisfacer estas exigencias, porque son contrarias a los valores evangélicos. Por eso la verdadera amistad no es siempre gratificante. Dice que sí, valora una parte de mí, pero también dice no, a aquella parte de mí que no me ayuda a crecer hacia Jesús… Y nuestras amistades ¿a qué parte de nuestro yo satisfacen?

El verdadero amigo, por consiguiente, no establece un contrato basado en la gratificación (yo te rasco la espalda y tú me rascas a mí, yo te guardo y tú me reconoces como tu salvador…) Su contrato se basa en los valores: yo te ayudo…, ambos nos ayudamos a descubrir todas las fuerzas positivas de nuestro yo que nos permiten crecer, para usarlas después, …y nos ayudamos también a desbloquear aquellos frenos de nuestro yo que obstaculizan nuestro camino de trascendencia. Pero la amistad de hace entonces exigente: la/el verdadera/o amiga/o no te abrirá sus puertas siempre que se lo pidas, sólo estará disponible si tu petición es fuente de crecimiento, signo de dediciones maduras y no infantiles, de lo contrario sus puertas permanecerán cerradas porque si aceptara haría relación pero no crecimiento. En la verdadera amistad hay reciprocidad y ofrecimiento "si quieres", dando libertad de responder o no, aún con el riesgo de quedarse sola/o.

AMIGOS EN EL SEÑOR

(José Luis Caravias, SJ)

El modelo y la fuente de la verdadera amistad es la amistad de Dios con los hombres.

Gracias, Padre Santo, porque llenaste de tus dones a nuestros primeros padres y les ofreciste tu amistad. Gracias porque a nuestro padre en la fe, tu amigo Abraham, le colmaste de promesas de fidelidad y de bendición, y te dejaste rogar por él con la insistencia y la confianza que sólo pueden darse en la intimidad de la amistad. Gracias porque Moisés hablaba contigo cara a cara, como habla un hombre con su amigo, y a través suya firmaste un pacto de amistad con su Pueblo.

Gracias, sobre todo, porque en la plenitud de los tiempos tanto amaste a la humanidad, Padre Santo, que enviaste a tu Hijo Unigénito, el Amigo fiel, testigo de tu amistad con los hombres y fuente de la verdadera amistad entre nosotros. Gracias inmensas te sean dadas, Jesús, que supiste compartir las penas y las alegrías de todos los que te rodeaban, siempre en actitud de servicio y de entrega. Gracias porque fuiste para con todos como el que se deja molestar a cualquier hora por el amigo inoportuno. Porque fuiste el Amigo fiel, en las penas y las alegrías, de la familia de Betania. Porque llamaste amigos a tus discípulos, pues no habías tenido secretos para con ellos. Porque diste la mayor prueba de amistad que se puede dar: la entrega de la propia vida.

Gracias porque nunca has dejado de ofrecer tu amistad a todos, aun a los que se creen tus enemigos. Nosotros, los religiosos, que nos hemos consagrado a Ti, debemos ser también testigos de verdaderas amistades, nacidas y apoyadas en tu Amor. Estamos consagrados a la amistad.

La humanidad está llamada a gozar de una amistad universal en el cielo. Por eso nuestra vocación de testigos de la escatología nos obliga a tener un corazón muy grande, en el que entren todas las amistades posibles. Pero con humildad y realismo En esta vida nuestro corazón es pequeño para poder ser amigo de todos por igual. Correríamos el riesgo de no querer a nadie de veras.

Te suplicamos, Jesús, que florezcan entre nosotros verdaderas amistades, centradas en Ti de una manera concreta y realista. Que nuestro corazón esté plenificado en Ti de tal manera, que no podamos amar a nadie en exclusividad. Pero amemos a muchos en verdad.

Concédenos madurez en nuestra consagración, de forma que sean posibles verdaderas amistades complementarias con hermanos o hermanas de nuestros mismos ideales. Enséñanos a formar círculos amplios de amigos, con derecho a diversos grados de intimidad, pero sin excluir a nadie que se nos acerque, sino procurando superar en tu Amor las barreras de prejuicios, simpatías o antipatías naturales. Te pedimos, Jesús, que nos enseñes a compartir, preferentemente en nuestra comunidad, las maravillas de tu Amor en nosotros. Pero sin cerrarnos, esforzándonos en robustecer y multiplicar cada vez más los lazos de comunión con otras comunidades y otras congregaciones, tanto de religiosos como de religiosas. Concédenos, Señor Jesús, el don de saber cultivar amistades fieles, profundas y desinteresadas, como David y Jonatán, capaces de superar las adversidades y las pruebas, y trascender la barrera de la muerte Que nuestra amistad sirva para ayudarnos mutuamente en nuestro caminar hacia Ti. Enséñanos a perseverar y a madurar en nuestras amistades, Señor; sobre todo en el tiempo de la prueba. Ayúdanos a superar las tormentas de la amistad con respeto, sinceridad y realismo, como Pablo con Pedro y con Bernabé. Que sepamos hablar entre nosotros con franqueza, pues más vale una represión franca, que una alabanza falsa.

Quien es amigo, lo es en todo tiempo, y se conoce en los trances apurados..

Enséñenos, Cristo Jesús, a dar y a recibir. A dar nuestros corazones, pero no en prenda. Y a tener el coraje y la confianza de recibir ayuda del amigo en todo lo que necesitamos.

Que lo mejor de nosotros sea para nuestras amistades. Que no busquemos amigos para matar las horas, sino Con horas para vivir. Pues es misión suya llenar nuestra necesidad, pero no nuestra vaciedad. Que en nuestra amistad no exista otro propósito que el de profundizar el espíritu; ayudarnos a crecer en la fe y en el amor. Por eso, cuando el servicio al prójimo así lo pide, debemos saber separarnos sin aflicción, pues nuestra amistad puede ser más diáfana en la ausencia.

Te suplicamos que no permitas que nuestros grupos de amistades entre religiosos se conviertan en círculos cerrados. Que nuestra común consagración nos convierta en racimos apretados, dispuestos a entregar su jugo en la construcción del Reino. Nuestra amistad no tiene sentido, si no es en servicio de los demás.

Enséñanos, Jesús, a trabajar en equipo al servicio de los pobres. Un compromiso serio por los marginados es el mejor seguro que podemos tener contra sentimentalismos y desviaciones sensibleras.

Que la fortaleza de tu amistad, Cristo Jesús, fortalezca nuestras amistades, y las haga dar fruto abundante. Que nuestra consagración religiosa se manifieste como un llamado a ser amigos de los hombres; sobre todo, amigos de los pobres. Que nos brindemos a ellos en un intercambio mutuo de hospitalidad y compañerismo.

Que la vida religiosa llegue a ser dentro del mundo de los marginados un signo palpable de tu presencia amiga, Jesús, en medio de Sus hogares. Que de tal manera vivamos cerca del pueblo, que podamos ser considerados como la presencia cálida del Dios que no deja solo a nadie; representantes del Amigo de los pobres.

Concédenos, Jesús, la dicha de compartir una amistad profunda y sincera con algunas familias pobres, pues a través de ellos sabemos que nos llegan muchos de tus dones, que nos capacitan para servirles a ellos mismos mejor. Que sepamos escuchar el Evangelio que ellos nos enseñan y al mismo tiempo sepamos también nosotros anunciarles el Evangelio.

Concédenos, en fin, luchar junto con ellos por un mundo nuevo, con nuevas estructuras, en el que sea posible una verdadera amistad entre todos los hombres de buena voluntad.

LA INTERDEPENDENCIA Y LA VIDA RELIGIOSA

a) Cuestiones culturales

Necesitamos una nueva perspectiva que permita superar las separaciones y rupturas que mantiene nuestra cultura occidental, no sin grandes consecuencias. Las diferentes tradiciones religiosas y culturales ofrecen elementos que pueden ayudar a crear una nueva sensibilidad y a des-aprender parte de nuestras formulaciones dualistas, junto con las actitudes y los valores destructivos que se hallan implícitos.

b) La interdependencia como punto de partida.

El paradigma de la interdependencia se refiere a una serie de relaciones que merecen nuestro cuidado, respeto y reconocimiento, a la par, que exigen nuestro compromiso y denuncia como ‘co-creadores/as’ humano-divinos.

La categoría de la relación es, por tanto, su categoría primaria de acceso y comprensión de la realidad, por encima de la substancia (occidental). Bajo esta perspectiva, conocer es apreciar y captar las interrelaciones entre los diferentes ‘entes’ concretos, en contraste la abstracción occidental que separa y aísla.

Descubriríamos la necesidad de la complementariedad (principio de complementariedad), incluso de los ‘opuestos’ (complementarios), como aspiración íntima, exigencia y principio de coexistencia en el camino de toda persona (con mayor razón, la religiosa), hacia su plenitud. El desafío para una auténtica integración de la parte y el complemento en el todo, más allá de tantos aislamientos y de la uniformidad camuflada mantenida erróneamente como sinónimo de comunidad. Significaría que tendríamos que abrirnos a nuevas formas de integración (simbólica, ritual, afectiva, celebrativa, meditativa, silenciosa...) y esto mismo enriquecería y sería parte del testimonio a ofrecer frente al desequilibrio y quiebre de relaciones existente. Quizá nos veríamos convocados/as para ser expertos/as en la inclusión de lo diverso a nivel teórico-práctico y a desvelar el sentido de una ética de la reciprocidad cósmica (principio de la reciprocidad) como normativa. En ella quedaría sancionada toda unidireccionalidad actitudinal o cósmica (debido a que) trastornar el orden y el factor decisivo para el intercambio, no sería lo económico y lo comercial, porque puede que existiesen otros más importantes (la necesidad vital, la escasez, el valor simbólico del producto, el parentesco entre los intercambiantes, las características de las personas...).

A la luz de esa perspectiva, retomamos la comunidad

El referente de las relaciones es fundamental para el crecimiento-apoyo, intimidad-maduración (humano-espiritual) y la formación de la identidad en la vida de toda persona, aunque su personalidad, experiencia y el entramado del contexto biográfico pueden favorecer u obstaculizarlo. Exige de ella ciertas disposiciones y espacios para cultivar las relaciones y el deseo de una deliberada interrelación mutua. Las relaciones siempre constituyen nuestro mayor capital. Con razón se ha dicho que en el ámbito de las relaciones ‘nos jugamos la vida’ y, en ese sentido, la vida religiosa enfrenta un gran desafío al interior y exterior de sí misma.

La comunidad en la vida religiosa representa un auténtico centro de interacciones personales, en múltiples niveles. En ésta, no solo se preservan y desarrollan distintas tradiciones y ritos, sino que se aprenden y suscitan habilidades vitales. Pero la comunidad no se crea por mera ‘asignación’ o de manera automática. Solo acontece cuando las condiciones son oportunas. Su puerta de entrada es la acogida, la reciprocidad, la amistad y el compañerismo. Aspectos que han sido descuidados en el supuesto nombre de los valores espirituales superiores.

En sentido profundo, la comunidad debería permitir vivir la interdependencia mutua, al compartir la vida privada y pública, comprometiéndose de múltiples formas en la participación, crecimiento espiritual y discernimiento. Sustentada en la realidad humana, que es constitutivamente relacional (deseo de conectar y ser conectado), con todas las fuentes de la vida y la sabiduría a distintos niveles.

En una comunidad auténtica (existencial) la energía del propio grupo, lleva a profundizar en el compromiso y la coherencia y, con ello, a una transformación de las relaciones. Nuestros estilos de vida han favorecido los valores sustentados por el sistema patriarcal: el ‘hacer’ institucional y la homogenización, en vez de las relaciones y carismas personales, los éxitos y resultados comunitarios por encima de la persona, la cantidad de tiempo, más que su calidad.

La vida religiosa tendría que intentar abrirse a nuevos planteamientos y preguntarse hasta que punto promueve, respeta y reconoce la vida diversa que nace en cada relación (o interacción) establecida en nuestras comunidades, el mundo, la naturaleza o el cosmos y nos ayuda a hacernos nuevos/as (o "verdearnos").

La comprensión de ese paradigma, podría ayudar a orientar y clarificar nuestros modelos de relaciones en todos los ámbitos y la vida religiosa, se vería impelida a un cambio de fondo y forma.

EL PROCESO COMUNITARIO

Todo grupo que se reúne va atravesando por unas etapas, estas son:

a. ETAPA INDIVIDUALISTA: Al comienzo de la constitución de un grupo, sus miembros se empeñan en afirmarse como individuos capaces de contribuir a la riqueza del grupo con ciertos valores personales. Insisten en esta demostración más o menos exhibicionista hasta sentirse plenamente aceptados por el grupo. Esta actitud inicial es normal. Si un miembro no se siente plenamente integrado es incapaz de un compromiso profundo en la vida comunitaria. Si el grupo sabe ayudar fraternalmente al nuevo miembro con el ejemplo de la objetivación recíproca, está etapa será más fácil de superar.

b. ETAPA DE IDENTIFICACIÓN: Empieza por una integración en subgrupos formados por sintonías. Esta etapa también es normal, siempre y cuando no se formen grupos cerrados y todos vayan participando más activamente en las deliberaciones del grupo y la ejecución de las decisiones comunes. Y es superada en la medida en que cada uno descubre que no solamente las personas que se asemejan a nuestro modo de ser y obrar nos son próximas.

c. ETAPA DE INTEGRACIÓN: A partir del momento en que todos los miembros del grupo de vida comunitaria se sienten aceptados y sus derechos de igualdad en las diversas fases de la dinámica comunitaria están suficientemente asegurados, comienza el proceso de la etapa final de integración, donde se vive un clima de amistad, participación y comprensión mutua.

Para crear el clima favorable a la integración del grupo es necesario asegurar la aceptación y vivencia de los momentos de ansiedad inherente a cualquier proceso psicológico y la complementariedad no por nivelación de las diferencias individuales.

Lo específico de un grupo es qué nos reúne, por tanto es importantes tener clara la finalidad pues desencadena dinámicas de relación. Importante acotar expectativas desde el principio. Se reúne en un objetivo pone al grupo en situación muy clara, la interdependencia.

PRIMER NIVEL: Nuestras relaciones y todo lo que hacemos orientado hacia el objetivo que pretende. Este objetivo hace que los miembros se trasciendan. Es muy importante saber que a la hora de definir un grupo, se puede hacer de muchas maneras, desde lo individual, los grupos son lo que las personas son.

SEGUNDO NIVEL: Dinámica de relación: Interdependencia: ni dependencia, ni independencia. Otros dicen los grupos son sus relaciones. Son sistemas abiertos formados por personas que se relacionan, que son abiertos e interaccionan con el medio (sub -conjunto dentro de un conjunto).

TERCER NIVEL: Como nos situamos en relación con el medio. Es importante contar con el contexto, en el cual se va a insertar ese grupo y con el contexto que posee un a cultura en la cual el grupo se va a inculturar. Se va a haber afectado por la influencia del contexto en el grupo y del grupo en el contexto. Una comunidad cerrada hacia fuera por miedo, reproduce en sí misma los males que ve afuera.

En el día a día: se construyen tres tipos de procesos que se dan y generan continuamente:

- Proceso mental: pensar y expresar

- Proceso social: valoración y relaciones

- Proceso político espiritual, teologal: continuamente ordenando el espacio, reorganizando las reglas de funcionamiento, tomando decisiones, discerniendo.

ANIMACIÓN DE ESTOS PROCESOS:

1. Proceso mental: compartir significados. Alimento común, madre, suelo red que une a un grupo. Se hacen a base de pensar, poniendo en común la palabra y lo que se suscita y lo que se suscita con la Palabra. El arte es ser lo que significa… (ser una comunidad de puertas abiertas) y contar experiencias de… (de puertas abiertas, de puertas cerradas). Que se vaya hablando, respetando, que se recoja y se haga memoria. Buscar los recursos que hagan posible que se puedan compartir los significados. Es un proceso mental desde la vida, desde la reflexión, desde la Palabra.

2. Proceso social: Fomentar la valoración mutua. Supone una dinámica de reconocimiento mutuo de que existen diferencias y de que somos diferentes. Hay gente que no sabe recibir el cariño. La gente está muy anémica de cariño. Hacer que circulen los carismas para que se desplieguen las habilidades. En todos los modelos de VR se ha valorado a la gente más humana.

3. Proceso espiritual-político. Dinámica de participación adecuada al punto de partida en el que se encuentra el grupo. Compartir información, comunicación, participación en distintos niveles. Tareas comunes, roles que van cambiando. Toma de decisiones. Plantear la dinámica de búsqueda común, junta. Significa entrar en esa de dinámica de animación en la que la comunidad se va construyendo a sí misma.

ALIMENTOS PARA LA COMUNIDAD:

- Crear vínculos positivos, guardarse las espaldas.

- Generar esperanza, no a base de decir mentiras. Sino de verdades "No teman" Discurso de la esperanza, pues vivimos de la fe y la esperanza en Jesús Resucitado.

- Desarrollar la capacidad de pensar y capacidad de contemplar. Que no dominen los climas afectivos, agresivos.

- Capacidad de contener el dolor. La vida nos hace sufrir allí donde más amamos. Nos resentimos en los lugares donde amamos (familia, comunidad)

- Que esté abierta para acoger la Vida.

REPRODUCCIÓN DEL MAL:

Para hacer realidad la comunión es importante entender cómo sucede lo contrario, es decir, cómo el mal tiende a reproducirse y a dividir, invadiendo las relaciones y rompiendo la armonía. Fundamentalmente existen tres tipos de reproducción del mal.

1) El mal, la acción mala tiene la capacidad de provocar una reacción igual y contraria, es la incapacidad de asumir el acto de violencia o de mal sin "devolverlo", neutralizando y bloqueando la espiral involutiva que lo reproduce.

Los mansos son esas personas libres, capaces de absorber el mal e impedir su regresión. La importancia de estas personas en una comunidad es enorme, pues son una especie de sanadores del clima general social, terapeutas invisibles y más que discretos, que curan las heridas de los demás a imagen del Cordero sin mancha, que cargó con todas las culpas de las personas y obtuvo para ellas la salvación.

2) La difusión a los cuatro vientos del error de alguien sin hacer nada para intervenir directa o indirectamente, ni para ayudar al hermano que ha fallado. En la práctica, todos en la comunidad conocen el hecho y hablan de ello cada cual confidencialmente con el amigo y luego con el amigo del amigo, murmurando alegremente del prójimo, sin que nadie intervenga ante el interesado directamente.

2) El extraño clima de silencio que con frecuencia rodea al pecador y que lo aisla dentro de la comunidad. Cuando la/el hermana/o débil y pecador/a se queda sola/o con su pecado y su fragilidad el mal se difunde y se reproduce. En ese clima de indiferencia y distancia deshumanizadora, el mal encuentra su mejor ambiente.

La comunidad necesita dinamismos integradores del mal, es decir dinamismos que formen para la vida fraterna y la comunión de las/os pecadoras/es.

Estos dinamismos se traducen en modos que son: discernimiento comunitario, el proyecto comunitario, la corrección fraterna, la revisión de vida y la promoción fraterna (compartir las experiencias apostólicas, espirituales, de vida y otras). Todos estos modos son ejercicios que requieren disciplina es decir tiempos largos y prácticas cotidianas, no tienen un poder mágico sino que valen en la medida en que son preparados y no valen en sí sino en cuanto sirven al fin que es la integración del bien y del mal.

DINÁMICAS

En todo grupo se dan dinámicas producidas por las motivaciones que pueden ser conscientes e inconscientes. Entre las conscientes suelen sobresalir: el deseo de adquirir el status social, afirmar la personalidad, prestar un servicio, afianzar amistades, desempeño de tareas específicas que se desarrollan en ese grupo… Entre las inconscientes W. D. Thomas habla de: seguridad, nueva experiencia, promoción social y búsqueda de protección. Si estas motivaciones no son reconocidas, asumidas y transformadas por la única motivación "la aspiración íntima de una generosa entrega de sí en un contexto de valores evangélicos" se desarrollarán dinámicas poco constructivas en la comunidad.

En nuestras comunidades podemos percibir cómo personas con problemas personales no resueltos y trabajados influyen decisivamente en el grupo, hasta el punto de hacer flaquear las resistencias y ponerlo en peligro de desintegración. En este caso el nivel de confusión, inseguridad y ansiedad aumenta en el grupo, lo cual lleva a sus miembros a asumir posiciones defensivas inadecuadas, la mayoría de las veces, tipo acomodación, individualismo, fuga, agresión… impidiendo una reflexión y cuestionamiento sobre lo que está ocurriendo y en consecuencia, se intensifica el conflicto grupal.

DINÁMICA DEL CHIVO EXPIATORIO

Un mecanismo inconsciente que muy fácilmente se instaura en la vida en común como modo equivocado de afrontar los conflictos, es el del "chivo expiatorio". Consiste en lo siguiente: Hay un conflicto en la comunidad, muy bien, vamos quién tiene la culpa. Una vez que demos con el culpable, estaremos más tranquilas/os y la próxima vez ya sabremos defendernos del culpable que será la/el misma/o. Es que ella/él ya no tiene remedio, siempre será la/el misma/o.

Es un drama inconsciente en tres actos y los personajes son: a. el perseguidor, el que busca el culpable b. la victima c. el salvador que se encarga de proteger a la víctima de los ataques. Hecho el reparto de los papeles comienza el drama.

Acto 1: Se percibe el conflicto y se forman bandos. El perseguidor y otros acompañantes buscan a alguien que sea distinto de los demás para cargarle con la culpa de la tensión. Generalmente quien es erigido chivo expiatorio suele tener algo que le diferencia de los demás: educación, inteligencia, temperamento, pasado, edad…esto es una riqueza, pero lo que sucede es que a esta diferencia real se le atribuye indebidamente la responsabilidad de la tensión que es común a todos.

Acto 2: Se forman prejuicios. A las diferencias reales se les da un significado simbólico. "Esta persona es diferente (aspecto real) es un peligro que amenaza a la comunidad (prejuicio"

Acto 3. Se invierten los papeles. Se inicia el contraataque pro parte del chivo expiatorio. El que se siente víctima trata de defenderse echando la culpa a otro o a la institución. Si tiene éxito, se salva de la condena y de perseguido pasa a perseguidor.

PREJUICIOS

En el fondo de toda dinámica destructiva están los prejuicios.

El que se siente interiormente débil, se aferra al prejuicio como medio de defensa y generalmente quien tiene problemas pone en funcionamiento los prejuicios. Para salvarse a sí mismo, para alejar de sí el peligro que supone la duda, la persona puede hacer que se hunda el vecino. Es preciso, que sepamos reconocer las diferencias reales de cada persona (causa general de los prejuicios) sin sentir por ello amenazada nuestra seguridad interior y sin considerar las diferencias como causa inevitable de males. Si se reconocen los prejuicios, entonces concluye la lucha, desaparece el prejuicio y comienza el diálogo capaz de resolver el problema. La comunidad obtiene una mayor calidad de unión y de amor.

CONFLICTOS

La comunidad es siempre una realidad conflictiva: la diversidad de pareceres, los distintos grados de madurez vocacional y psicológica, las experiencias habidas, la diferente educación recibida…, todo ello constituye siempre motivo de conflicto. Lo importante no es no tener conflictos, sino en cómo afrontarlos: es ahí donde se mide el espíritu evangélico. Los problemas no sólo existen, sino que además son múltiples.

El corazón del problema, o el elemento más débil provienen de "el muro del no compartir" y "el virus del individualismo espiritual".

Los condicionamientos existentes, individuales y sociales, como el respeto humano, las alianzas, miedos…frecuentemente superan la voluntad de las personas de expresarse y relacionarse de manera adulta. Las actitudes claramente dominantes son de pasividad, condescendencia, conformismo y huida del problema e impiden iluminarlo y resolverlo. Estas actitudes alienadas nos indican cómo el grupo no encuentra valores en su vivencia, al menos los que se refieren a la vida en comunidad. Si la crisis permanece, si incrementarán las perturbaciones neuróticas que disminuyen la capacidad de vivir y de intensificará el riesgo de desintegración de la persona y la comunidad.

CONDICIONAMIENTOS

INDIVIDUALES

Y GRUPALES PASIVIDAD

CONDESCENDENCIA

HUIDA PERTURBACIONES

INDIVIDUALES Y

COMUNITARIAS

LA MULTITUD DE MITOS QUE NOS FRENAN:

Son falsas expectativas o maneras erróneas de concebir la vida en común. Con frecuencia son inconscientes, no explícitos, que actúan, más o menos intensamente, como freno al crecimiento común. Tales mitos deben ser identificados y abolidos, a fin de poder crear un atmósfera apta para la confrontación y el diálogo mutuos. Alguno de ellos son:

1. Para crecer sólo basta juntarnos.

2. "Y vivieron felices …"

3. Todo hay que hacerlo en común.

4. Si hay divergencias significa que nos odiamos.

5. Todos debemos esforzarnos por ser lo más idénticos posibles en todo.

6. Cuando algo no funciona hay que buscar un culpable.

7. Cuando algo no funciona hay que recordar las pasadas discordias. Recriminaciones.

8. Los demás tienen que adivinar lo que yo necesito.

9. En una comunidad las cosas no cambian.

10. Cuando tenemos problemas dentro, vayamos hacia la actividad y se resolverá.

SUGERENCIAS PARA AFRONTAR CONFLICTOS:

Adoptar posturas flexibles, abiertas a reformas.

Restablecer siempre la comunicación.

Abordar los conflictos desde un corazón fraterno.

Analizar los conflictos sin pasión, lo más objetivamente posible.

Aceptar el pluralismo

Evitar dramatizar las situaciones

NOTAS DE MADUREZ

LA AFECTIVIDAD

La vida fraterna en común exige, por parte de todos, un buen equilibrio psicológico sobre cuya base pueda madurar la vida afectiva de cada uno. Componente fundamental de esta madurez, como hemos recordado antes, es la libertad afectiva, gracias a la cual el consagrado ama su vocación y ama según su vocación. Solo esta libertad y madurez permitan precisamente vivir bien la afectividad, tanto dentro como fuera de la comunidad.

Sin embargo, las dificultades de este campo son, con frecuencia, la caja de resonancia de problemas que proceden de otra parte; por ejemplo, una afectividad-sexualidad vivida en actitud narcisista- adolescente o rígidamente reprimida, puede ser consecuencia de experiencias negativas anteriores al ingreso en la comunidad o también consecuencia de malestares comunitarios o apostólicos. Por eso es tan importante que exista una rica y cálida vida fraterna, que "lleve la carga" del hermano herido y necesitado de ayuda.

Si se necesita una cierta madurez para vivir en comunidad, se necesita igualmente una cordial vida fraterna para la madurez del religioso. Cuando se advierte falta de autonomía afectiva en el hermano o en la hermana, la respuesta debería venir de la misma comunidad en términos de un amor rico y humano como el del Señor Jesús y el de tantos santos religiosos, un amor que comparte los temores y las alegrías, las dificultades y las esperanzas con ese calor que es propio de un corazón nuevo, que sabe acoger a la persona en su totalidad. Este amor solícito y respetuoso, no posesivo sino gratuito, debería llevar a experimentar de cerca el amor del Señor, ese amor que llevó al Hijo de Dios a proclamar, a través de la cruz, que no se puede dudar de ser amados por el Amor. (37) LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD . "Congregavit nos in unum Christi amor"

Se reconoce una comunidad como madura cuando se muestra

. coherente con sus objetivos plenamente compartidos;

. integrada por la aceptación mutua;

. organizada en la distribución de funciones y roles;

. solidaria en 1a preocupación servicial;

. corresponsable en esfuerzos concertados;

. testimonial en su mística vivida. (74)

PROYECTO DE VIDA. Equipo Episcopal de Educación Católica. C.E.A. Bs.As.

COMUNIDAD ESCUELA DE RELACIÓN Y DIÁLOGO

Nadie nace con una capacidad innata para el diálogo. Al contrario, entrar en diálogo puede ser fastidioso, porque suele requerir el cambio de nuestros puntos de vista, convicciones y modos de actuar que nos resultan muy queridos.

Una de las funciones del diálogo es promover la unidad en el interior de los grupos y de las comunidades. Los problemas que surjan en la comunidad no se resuelven desde el mutismo, desde un silencio forzado y doloroso. No se resuelven desde la huida, desde la evasión, desde el meterse en "otras comunidades", en otros lugares de desahogo. Los problemas de la comunidad se resuelven en cercanía de sus miembros a través del diálogo. El diálogo es el lugar de encuentro de la comunidad.

Cuando se reflexiona sobre todo lo que se dice y se escribe respecto al diálogo, se llega a la conclusión de que el diálogo se aprende y se aprende en la comunidad.

"La vida de comunidad es la que forma y educa al hombre. Lo enfrenta con la verdad de sí, lo saca de sus vanas ilusiones y falsas autoimágenes porque lo pone a prueba sus pretendidas virtudes y le manifiesta claramente hasta qué punto es en verdad lo que cree ser: lo ayuda a conocerse y reconocerse. Lo saca de su egoísmo porque le demanda continuamente atención al otro, disposición de servicio, comprensión, tolerancia e intervención solidaria. Lo llama a la humildad y al reconocimiento de sus interdependencias hasta descubrir en los otros los acreedores de su gratitud y los destinatarios de sus dones como concreto destino de su ser vocacional.

La comunidad constituye un aprendizaje de apertura y madurez porque se requieren muchas condiciones y la superación de numerosas pruebas para llegar a la capacidad de compartir la vida profundamente es compartir la misión de amar. "(57)

El mundo actual reclama el diálogo, la participación, el trabajo en equipo, la vida en comunidad. Pedimos el diálogo de las generaciones, el diálogo de las culturas y cosmovisiones, los encuentros interdisciplinares, congresos y entidades internacionales." (59)

Se han de promover los encuentros interpersonales enriquecedores, la ejercitación grupal, el asociacionismo en sus diversas manifestaciones, el voluntariado, la superación de las barreras que dificultan el mutuo entendimiento, y sobre todo, hacer eficaz el compromiso en la construcción de una comunidad mejor mediante la comunicación de los propios dones y bienes de modo que la abundancia de los unos ayude a la carencia de los otros.

Convocar a la participación requiere tener claro discernimiento y capacidad de promoción de los procesos participativos y de la conducción de los grandes cambios. Actualmente es éste un tema que cuenta sobradamente con ciencia y experiencia, investigado y conocido por las ciencias de la conducta; cosa que decimos no para retardar la participación, sino para hacer un llamado a promoverla con seriedad y sensatez porque a menudo el descuido de ciertos principios genera situaciones regresivas.

Por un lado convocar a la participación y no educar para la participación es convocar al caos. Convocar a la participación confusa, ambigua, ni aporta soluciones ni es educativo y hasta puede ser una imprudencia.

Por otro lado, convocar a la participación y no brindar adecuadas organizaciones participativas, es una burla manipuladora, lo mismo que no tener en el fondo actitudes favorables para que cuanto antes se establezca un clima participativo.

Urge entonces educar para la participación, tarea que requiere en los educadores sinceridad, confianza y capacitación para la conducción. (75)

Enseñar a participar y crear un clima participativo tiene sus exigencias:

a. toda participación requiere en primer término comulgar con las finalidades institucionales y objetivos fundamentales del grupo al cual se pertenece (principio de coherencia y adhesión).

b. De este principio se deduce otro principio, el de convergencia, según el cual todas las acciones y actividades de todos han de plantearse y realizarse en la perspectiva del proyecto común convocante.

c. La raíz de la convivencia es el principio de solidaridad, que vincula todas las unidades horizontal y verticalmente. Este es el camino de la unidad en la pluralidad, de la comunicación entre los distintos niveles, y de la colaboración a pesar de las diferencias.

d. Se ha de lograr por vía de comprensión, adecuadas motivaciones y el convencimiento moral, que el compromiso fundamental sea asumido responsable y corresponsablemente por cada uno de los participantes como persona individual y por el todo como persona moral solidaria. Compromiso que, evidentemente guarda proporción con el grado de preparación, de madurez, de cargo y función asignada y de la competencia específica de cada uno.

e. En la participación rige el principio de subsidiariedad, según el cual lo que puede hacer correctamente un hombre, un grupo o una organización inferior, no debe usurparlo un organismo superior. El principio de subsidiariedad es consecuencia del principio de promoción de la autonomía y autodeterminación de las personas.

f. Estos principios no invalidan el principio de jerarquía, pues simplemente reconocen y propugnan niveles de competencia y distinción de funciones, asignando a cada cual su cuota de responsabilidad en forma de cascada múltiple de delegación y descentralización fructífera.

g. La participación es algo que, por muchas razones, urge implementar en la sociedad de hoy. Pero no como algo que se decreta, sino como un estilo de vida que se va formando a través de un arduo proceso de aprendizaje compartido que sigue el principio de gradualidad o de cambios progresivos con todos los pasos de sensibilización, formación, capacitación, conducción y evaluación permanente hacia las metas deseables. (76)EDUCACIÓN Y PROYECTO DE VIDA. Equipo Episcopal de Educación Católica. C.E.A. Bs.As.

Es posible construir comunión incluso a partir de la experiencia común del mal tanto personal como social.

Mientras la sociedad occidental aplaude a la persona independiente, que sabe realizarse a sí misma, al individualista seguro de sí, el Evangelio exige personas que, como el grano de trigo, sepan morir a sí mismas para que renazca la vida fraterna.

De este modo, la comunidad se convierte en una "schola amoris" (escuela de amor) para jóvenes y adultos; una escuela donde se aprende a amar a Dios y a los hermanos y hermanas con quienes se vive, y a amar a la humanidad necesitada de misericordia de Dios y de la solidaridad fraterna. (25)

LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD

COMUNICAR PARA CRECER JUNTOS

En el proceso de renovación de estos años aparece que la comunicación es uno de los factores humanos que adquieren una creciente relevancia para la vida de la comunidad religiosa. La exigencia más sentida de incrementar la vida fraterna de una comunidad lleva consigo la correspondiente necesidad de una comunicación más extensa y más intensa.

Para llegar a ser verdaderamente hermanos y hermanas es necesario conocerse. Para conocerse es muy importante comunicarse cada vez de forma más amplia y profunda. Se da hoy una atención mayor a los distintos aspectos de la comunicación, aunque en medida y en forma diversa según los distintos institutos y las diversas regiones del mundo. (29)

La comunicación dentro de los institutos ha alcanzado un notable desarrollo. Han aumentado los encuentros regulares de sus miembros en los niveles congregacional, regional y provincial, y los superiores normalmente envían cartas y ofrecen sugerencias y visitan con mayor frecuencia a las comunidades, y se ha difundido el uso de boletines periódicos internos. (30)

En muchas partes se siente la necesidad de una comunicación más intensa entre los religiosos de una misma comunidad. La falta y la pobreza de comunicación generan habitualmente un debilitamiento de la fraternidad a causa del desconocimiento de la vida del otro, que convierte en extraño al hermano y en anónima la relación, además de crear auténticas situaciones de aislamiento y de soledad.

En algunas comunidades se lamenta la escasa calidad de la comunicación fundamental de bienes espirituales; se comunican temas y problemas marginales, pero raramente se comparte lo que es vital y central en la vida consagrada.

Las consecuencias de esto pueden ser dolorosas, porque la experiencia espiritual adquiere insensiblemente connotaciones individualistas. Se favorece, además, la mentalidad de autogestión unida a la insensibilidad por el otro, mientras lentamente se van buscando relaciones significativas fuera de la comunidad.

Hay que afrontar el problema explícitamente: con tacto y atención y sin forzar las cosas; pero también con decisión y creatividad, buscando formas e instrumentos que puedan permitir a todos aprender progresivamente a compartir, con sencillez y fraternidad, los dones del Espíritu, a fin de que lleguen a ser verdaderamente de todos y sirvan para la edificación de todos (cf 1 Cor 12, 7)...

Las formas de comunicar los dones espirituales pueden ser muy diversas. Aparte de las ya señaladas -compartir la Palabra y la experiencia de Dios, discernimiento y proyecto comunitario- , se pueden recordar también la corrección fraterna, la revisión de vida y otras formas típicas de la tradición. Todos éstos son modos concretos de poner al servicio de los demás y de hacer que reviertan sobre la comunidad los dones que el Espíritu otorga abundantemente para su edificación y misión en el mundo.

Todo ello adquiere mayor importancia en este momento en que pueden convivir en una misma comunidad religiosos no solo de diversas edades, sino también de razas diversas, de distinta formación cultural y teológica, religiosos que han tenido muy diversas experiencias durante estos años tan agitados y de tanto pluralismo.

Sin diálogo y sin escucha se corre el riesgo de crear existencias yuxtapuestas o paralelas, lo que está muy lejos del ideal de la fraternidad. (32)

El considerable influjo que los medios de comunicación social ejercen sobre la vida y la mentalidad de nuestros contemporáneos, afecta tamba‚n a las comunidades religiosas y no pocas veces condiciona la comunicación dentro de las mismas.

Así pues, la comunidad, consciente de su influjo, se educa para utilizarlos en orden al crecimiento personal y comunitario con la caridad evangélica y la libertad interior de quien ha aprendido a conocer a Cristo (cf. G l 4, 17-23). En efecto, esos medios proporcionen, y con frecuencia imponen, una mentalidad y un modelo de vida que debe ser confrontado continuamente con el Evangelio. A este propósito desde muchos lugares se pide una profunda formación a la recepción y al uso crítico y fecundo de esos medios. ¿Por qué‚ no hacer de este tema objeto de valoración, de comprobación y de programación en los encuentros comunitarios periódicos?

En particular, cuando la televisión se convierte en la única forma de recreación, obstaculiza y a veces impida la relación entre las personas, limita la comunicación fraterna e incluso puede dañar la misma vida consagrada. (34) LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD.

 

Vida Comunitaria y Signos de renovación

Los signos por los que podemos reconocer a una fraternidad que se renueva interiormente y propone un modelo de renovación a la vida consagrada son diversos. Una comunidad interpreta y encarna la renovación de la vida religiosa en la medida en que:

1. Pasa de la lógica de la observancia a la de la comunión, o busca no sólo "hacer el bien", sino también que sus miembros "se quieran", en una fraternidad en la que el componente afectivo y de ágape se vincule íntimamente con el apostólico.

2. Aprende y enseña a vivir en su seno la comunicación de la fe y de la oración, gracias a la cual nos apoyamos mutuamente en el fatigoso camino de la vida y de la consagración y proyectamos juntas/os la vida de forma evangélica y según el carisma que hemos recibido como don.

3. Se inspira cada vez más en el modelo familiar entendido en sentido amplio, en las modalidades de convivencia en la organización de las relaciones internas, en las relaciones con el ambiente circundante, en la recuperación de las dimensiones normales de la cotidianeidad.

4. Testimonia y confiesa la fe y la esperanza, así como lo que es esencial a la vida religiosa (votos, comunidad) y el testimonio religioso como un bien.

5. Aparece menos replegada y centrada en sí misma y fiel a su identidad misionera, tiende cada vez más al anuncio del evangelio, especialmente a los pequeños y pobres.

6. Recupera el sentido de hospitalidad y de la acogida como dimensión natural de la vida religiosa, no sólo en el sentido de apertura de la propia casa, sino también de la disponibilidad a participar de la vida de los demás, evitando todo régimen de separación y testimoniando más eficazmente el Reino que viene.

7. Arraiga profundamente en el territorio y en la cultura local que es capaz de provocar al entrono en el que la comunidad se encuentra y de asumir las provocaciones que le llegan de él.

8. Se convierte en lugar y sujeto de formación permanente, pero también de animación vocacional, donde su estilo de vida es testimonio luminoso y contagioso de la belleza de Dios y del seguimiento de Jesús.

EL SUEÑO POSIBLE DEL COMPARTIR

"…La comunión nace precisamente de la comunicación de los bienes del Espíritu, una comunicación de la fe y en la fe, donde el vínculo de fraternidad se hace tanto más fuerte cuanto más central y vital es lo que se pone en común Este ejercicio de comunicación sirve también para aprender a comunicarse de verdad, permitiendo después a cada uno, en el apostolado, "confesar la propia fe", en términos fáciles y sencillos, a fin de que todos la puedan comprender y gustar…" (VFC 32)

La comunión en la comunidad religiosa nace exactamente del compartir y de un compartir específico, el de los bienes del Espíritu.

Para que el sueño del compartir sea posible es necesaria la capacidad de "adorar" el misterio del otro. No violentar la puerta del corazón, esperar fuera de la puerta hasta que el otro, vencido por la persistencia del amor, se abra y lo deje entrar. Para que esta realidad sea posible se requiere:

1. Conocerse

El conocimiento está en la base de todo suceso y el desconocimiento es el inicio del fracaso, del desánimo y de la frustración. Él es indispensable para la convivencia humana. Cuanto más nos conocemos tenemos más posibilidades de realizarnos y de realizar a los otros. La llave para el auténtico conocimiento es el amor.

¿Quieres conocer? Ama sin reserva, sin preconceptos y en tu corazón percibirás el nacimiento de la ternura y de la compasión, que con suave exigencia lleva al otro a no pararse en el camino de la vida y a dar lo mejor de sí misma/o.

¿Tú conoces a tus hermanas/os de comunidad?

2. Guardar secretos.

La VC se alimenta de la confianza recíproca. Saber escuchar. Conservar en el corazón todo lo que puede perjudicar a la vida del otro. Envolver con un manto de silencio las faltas de nuestras/os hermanas/os es señal de madurez humana y espiritual. Lo contrario es traicionar la confianza del otro y desacralizar el misterio de la amistad. Quien ama no rechaza a las personas ni se escandaliza con las faltas de los otros.

3. Respetar l as responsabilidades

Demarcar los límites del campo de acción, las funciones y saber respetar. Quien es responsable sabe respetar las competencias de los otros, viviendo en el respeto mutuo y en la confianza recíproca. Valorar a las personas, ayudarlas a percibir que posee cualidades y que puede volverse cada vez más independiente en su acción. La herida de la desconfianza lleva tiempo para cicatrizar. Para reparar los estragos de las "bombas coléricas, o "la evasión de las tensiones con huidas, silencios e indiferencias" o "los cólicos de mal humor" llevan tiempo, semanas y meses para ser sanadas y reconciliadas.

4. No hagan a los otros…

Es el secreto para ser amados y amar. Saber aproximarse desarmadas/os, esparciendo amor para desarmar los corazones cerrados por el amor.

5. La crítica

La crítica es siempre generada por la cobardía de enfrentar las situaciones que aparecen a causa de las circunstancias de los límites humanos. Los críticos buscan fallas que no asumen. La crítica es señal de frustración, o falta de éxito en el propio trabajo. El criticón es antisocial, irresponsable, duro con los otros. En la comunidad es necesario evitar la crítica anónima: "Dijeron de mí", "dicen", "oí"…

6. Desinstalarse.

El demasiado amor a las leyes, el apego a las estructuras o el querer permanecer aferrados al pasado es falta de valentía y de esperanza.

7. Pequeñas delicadezas

Realizar pequeños toques de delicadezas cotidianas. La delicadeza genera confianza y aumenta el valor del otro. Donde todos son importantes, sin desniveles, sin favoritismos. Saber elogiar es saber superar el miedo que el brillo de los otros nos aisle y margine, robe "nuestros amigos"

8. Conocer...

Es importante conocer todos lo datos, escuchar a todas las personas involucradas antes de juzgar las situaciones.

El misterio humano no se fotocopia, cada uno es diferente. Es nuestro relacionamiento humano el que construye, sólo el amor hace florecer y dar frutos nuevos en el corazón de las personas. Nos construimos construyendo a los otros.

9. Asumir errores

Nuestra grandeza no está en acertar todo, sino en aceptar nuestros fallos de hoy para acertar en el mañana.

Los problemas deben ser tratados con simplicidad, sinceridad y serenidad.

Es necesario buscar la unidad sin desánimo, en la variedad y en el pluralismo.

10. Encontrarse con los otros

La vida religiosa es caminata de hermanas/os unidos alrededor de Cristo. Único motivos de la vida consagrada. Vivi juntos exige un interrelacionamiento y conocimiento mútuos.

PARTICIPACIÓN MATERIAL

Componente clásico de la vida de la comunidad religiosa es la coparticipación de las condiciones materiales de vida, o sea el vivir juntas/os, en el mismo lugar. "La vida común en una casa del instituto es esencial a la vida religiosa"(VFC 65).

Pero debe surgir con absoluta claridad el motivo y la perspectiva de fondo de esta elección y costumbre, que es de naturaleza evangélica: se comparte la vida de Cristo y su morada, si se quiere habitar con Cristo se abandona la casa paterna y se decide vivir con quien participa de una idéntica pasión y ha hecho la misma elección. De la participación con Cristo a la participación con las/os hermanas/os. Mientras más fuerte ya apasionada la primera, más radical y evangélico será el segundo.

Esta opción, que está en la raíz de la elección de vida comunitaria, conlleva una serie de consecuencias en el sentido de la participación efectiva de la existencia en el interior de una comunidad, como son: estilo de casa, la ley común del trabajo, uso de materiales, bienes e instrumentos de trabajo y de apostolado, la dependencia en este uso de la comunidad y de un/a hermano/a mayor, compartir servicios de casa, poner a disposición los espacios, compartir tiempos y ambientes de vida, compartir disciplina común (puntualidad y orden), también se comparte el desapego con los cambios de un lugar a otro, se comparten los alimentos, la mesa, la recreación y se vive la alegría de estar juntos, donde se celebra y comparten las fiestas.

PARTICIPACIÓN AFECTIVA

La participación afectiva significa la participación en los sentimientos de Cristo, como una identificación con su mismo modo de sentir, de amar, de apasionarse, de vibrar interiormente ante las bellezas y las fealdades de la vida, pero significa también la libertad del creyente para ligarse al otro, tan profundamente que pueda experimentar sus mismos sentimientos, al grado de formar y ser "un solo corazón y una sola alma".

Esta identificación de sentimientos no es solo psicológica sino que el criterio de comunión es la adhesión a la voluntad del Señor, supera la natural simpatía para ubicarse en otro plano, puesto que fruto del Espíritu que obra en nosotros, sin embargo siempre es necesario intentar comprender ese recorrido psicológico que puede conducir a la unidad de corazón y de mente, a idénticos sentimientos.

Mientras el individuo no libere los propios sentimientos, no podrá hacer ningún involucramiento, ni con Cristo, ni con la/el hermana/o. Es necesario un desbloqueo emotivo.

Esta participación afectiva incluye también el descubrimiento del área común, es decir, del conjunto de valores y convicciones que se poseen en común, y que están estrechamente ligados a la misma identidad carismática. Compartir el carisma, significa tener en común con las/os hermanas/os la misma identidad ideal, el mismo proyecto de sí, los mismos sueños soñados por Dios para una/o y todas/os. Esto crea una afinidad que viene de lo alto y es más fuerte que cualquier diferencia dada por: nacionalidad, lengua, edad, experiencia, hábitos, cultura, sensibilidad.

La estima recíproca es otro elemento importante en esta comunión afectiva, donde se hace don al otro, a la otra, significa el descubrimiento de su radical positividad y amabilidad objetiva que tiene su fundamento en el proyecto ideal ligado al carisma.

La participación afectiva nace de una constatación: los destinos y las existencias de quienes viven juntos, se cruzan y se condicionan recíprocamente, tanto más si para unir estas vidas hay un factor común que crea unidad, como es le carisma. Por virtud de ésta, en la comunidad cada uno somos responsables del crecimiento y de la fidelidad de las/os demás. La participación en los afectos es una forma de responsabilidad, no de simple sentimentalismo. Sólo quien acepta hasta el fondo ser responsable de su hermana/o puede comprender y vivir tal participación en su vida.

La estima y la responsabilidad hacen intensa la relación interpersonal, profundizan sus razones e iluminan su objetivo final y se abren a la posibilidad de encuentro con toda la comunidad es decir a la amistad y al desbloqueo interpersonal, donde se vive el compartir las preocupaciones y vivencias de las/os compañeras/os.

PARTICIPACIÓN ESPIRITUAL

Los otros dos tipos de participación están orientados hacia este tercer modo de compartir, que indica un significado y un estilo y un contenido y una finalidad. La participación material y afectiva, en la vida consagrada, tienen sentido y valor en la medida en que abren y conducen a la participación espiritual, de otra manera corren el riesgo de ser sólo operaciones parciales y a la larga se vuelven imposibles.

La participación espiritual abarca el compartir:

La oración, los momentos de oración común donde la comunidad asume su rostro fraterno al dirigirse hacia Cristo y hacia el Padre. Acercándose juntos a Aquel que es el fundador y el centro de su vida consagrada, los miembros de la comunidad se acercan entre sí. Podríamos también decir que en una comunidad se ora juntos cuando cada uno en su oración lleva a la otra, al otro delante de Dios y se deja llevar por él delante del Padre común.

La Eucaristía, la comunidad religiosa es una fraternidad fundada en un Cuerpo partido y en la fuerza paradójicamente unificante de la Sangre derramada por muchos. Y es en la Eucaristía celebrada cada día donde este proyecto de unidad cobra vigor y encuentra energía. Esta celebración implica el sonido de la reconciliación continua y de la construcción de relaciones serenas y de verdad fraternas. Esta participación personal con el Señor en la Eucaristía cumple y pide el máximo de coparticipación interpersonal con las/os hermanas/os.

Los bienes del Espíritu, abraza la vida toda, bienes del Espíritu son nuestros talentos y las buenas inspiraciones, el deseo del bien y el don inestimable de la fe, la revelación y la experiencia cotidiana de Dios, la Palabra y la capacidad de interpretarla, la vocación religiosa y el carisma, el instituto y la comunidad, los hermanos y la amistad, la sabiduría espiritual y el gusto de estar con Dios, la pureza del corazón y la pobreza de espíritu. Todo es don del Espíritu. Y no solo lo que es paz, alegría, serenidad, virtud, fuerza interior…(Gálatas 5,22), sino también la lucha, la prueba, la oscuridad, la duda, el trabajo, todo cuanto activa en nosotras/os la búsqueda de Dios, con la tensión y el sufrimiento que a veces esto conlleva. Estos bienes no pueden quedar circunscritos al individuo, sino que deben ser compartidos, entrar en un intercambio recíproco, en el que "lleguen a ser verdaderamente de todos" (1 Cor. 12,7).

Una comunidad que no celebra cotidianamente y en cuanto grupo los valores o los motivos que han determinado su nacimiento y garantizan su crecimiento en el presente, ya ha comenzado a morir.

COMUNIDAD DE VIDA

Esta formada por las coordenadas del tiempo y el espacio. Ellas interfieren condicionando, facilitando o dificultando nuestra vida de comunidad. Nunca podemos estar fuera del tiempo y del espacio. El espacio puede ser externo o interno. La comunidad cerrada aísla su espacio, no lo comparte. Un lugar abierto facilita la relación. El tiempo tiene relación con el pasado (carisma, tradición, Evangelio) y el futuro, a través de la creatividad.

 

COMUNIDAD DE SERVICIO

En la comunidad todos los miembros tienen su función, y la comunidad es tanto más estable y sana cuanto más capaces son sus miembros de armonizar sus funciones. Se entiende por función todo lo que la comunidad tiene el encargo de desempeñar para su bien interno y su función externa. El siguiente esquema es ideal donde cada miembro desempeña su función en armonía con los demás. Se da una complementariedad y las necesidades son atendidas. Se ocupan los espacios de acuerdo con el campo propio de cada uno. Eventuales fallos en el desempeño se subsanan satisfactoriamente y cuando surgen espacios vacíos que corresponden a nuevas necesidades, se detectan y atienden convenientemente por parte del grupo. Las relaciones son claras, solidarias y la vida de la comunidad transcurre por vías de armonización, estabilidad y crecimiento.

En la figura siguiente percibimos superposición y desajuste de funciones con espacios vacíos, abandonados y disputados. Cada miembro mira hacia sí y su función, desempeñándola según su propia opinión y sin tener en cuenta a los demás. Reina la confusión en la comunidad desajustada y en conflicto. Normalmente se da una participación material pero no una participación afectiva y espiritual. El ambiente es tenso y las relaciones difíciles.

En la siguiente figura la comunidad pide al religioso/a que asuma una función y sin embargo, él/ella la desempeña a medias, por su interés en otras ocupaciones, dejando vacío un amplio campo y priva a la comunidad de su colaboración. Se interfiere en las actividades y en las relaciones.

En la última figura el/la religioso/a no asume ninguna función delegada por la comunidad, conserva su espacio funcional sin respuesta de su parte mientras atiende a solicitudes externas al ambiente comunitario, que coinciden con sus intereses particulares. Seguramente la comunidad se verá obligada a asumir el espacio, para aliviar la tensión y evitar la parálisis funcional. Esta postura da lugar a la ruptura con el grupo y hace prever un posible abandono comunitario total.

La vivencia comunitaria responsable invita a poner los propios dones a disposición de los demás, asumiendo la función necesaria en combinación y en armonía con los otros miembros de la comunidad.

COMUNIDAD ORANTE

En nuestras vidas existen cosas, personas, actividades, ideas, Dios. Él debe ocupar el centro en el espacio de nuestras vidas. Nuestro objetivo es Dios, pero cuando intentamos aproximarnos a Él, las cosas nos distraen y no llegamos a Él. Es necesario ordenar el amor. Para orar mejor necesitamos la ayuda de los otros.

CONSTRUIR LA COMUNIDAD

La comunión es un don ofrecido, que exige al mismo tiempo una respuesta, un paciente entrenamiento y una lucha para superar la simple espontaneidad y la volubilidad de los deseos. El altísimo ideal comunitario implica necesariamente la conversión de toda actitud que obstaculice la comunión. La comunidad sin mística no tiene alma, pero sin ascesis no tiene cuerpo. Se necesita "sinergia" entre el don de Dios y el compromiso personal para construir una comunión encarnada, es decir, para encarnar y hacer concretos la gracia y el don de la comunión fraterna. (23)

Si es cierto que la comunión no existe sin la entrega de cada uno, es necesario que, desde el principio, se erradiquen las falsas creencias de que todo tiene que venir de los otros y se ayuda a descubrir con gratitud todo lo que se ha recibido y se está recibiendo de los demás. Hay que prepararse desde el principio para ser constructores y no solo "consumidores" de comunidad, para ser responsables los unos del crecimiento de los otros, como también para estar abiertos y disponibles a recibir cada uno el don del otro, siendo capaces de ayudar y de ser ayudados, de sustituir y de ser sustituidos.(24)

El ideal comunitario no debe hacer olvidar que toda realidad cristiana se edifica sobre la debilidad humana. La "comunidad ideal" perfecta no existe todavía. La perfecta comunión de los santos es la meta en la Jerusalén celeste.

Vivimos en un tiempo de edificación y de construcción continuas, ya que siempre es posible mejorar y caminar juntos hacia la comunidad que sabe vivir el perdón y el amor. Las comunidades, por tanto, no pueden evitar los conflictos; la unidad que han de construir es una unidad que se establece al precio de la reconciliación. La situación de imperfección de las comunidades no debe descorazonar. (26) LA VIDA FRATERNA EN COMUNIDAD.

En la comunidad todos ejercemos influencia. Ésta se construye desde estas dimensiones de influencia mutuas:

1. Verdaderas amistades: Relaciones basadas en el encuentro libre fundado sobre unos valores y no en la constricción, en el miedo y en el chantaje. La verdadera amistad se basa en los siguientes presupuestos:

a. La finalidad de nuestro estar juntas/os no consiste sólo en favorecer la comunión entre nosotras/os, sino que, a través de la misma amistad, debe también estimular una mayor comunión con Dios. Conocerse ya amarse para mejor conocer y amar a Dios.

b. El medio para construir esta amistad abierta es la renuncia de la gratificación mutua de aquellas necesidades que van contra el conocimiento y el amor de Dios.

c. El discernimiento de la relación entre fin y medios. Los medios que empleamos para trabar amistad ¿conducen al fin o apartan de él?

2. La capacidad de diálogo. Para dialogar es necesario primeramente tener una visión clara y realista de nosotras/os mismas/os y de nuestras/os hermanas/os. Para estar abiertos al diálogo con los demás, debemos - antes dialogar con nosotras/os mismas/os. Si estoy dispuesta/o a reconocer mis propios conflictos y mis propias distorsiones, sólo entonces podré conocer al otro de manera realista. – estar dispuesta/o a aceptar los retos que la/el hermana/o nos plantea, aceptar ser cuestionada/o por los demás.

3. Construir la propia identidad. Nos amamos demasiado poco a nosotras/os mismas/os o de manera equivocada. Es construir una seguridad de sí misma/o. No podrá perderse quien aún no se haya encontrado a sí misma/o, no podrá arriesgarse quien no se sienta interiormente segura/o de sí. En la identidad confluyen el yo actual (necesidades) y el yo ideal (valores), el tener un sentido sólido de propio yo es ver realistamente ambas realidades.

4. La amabilidad objetiva. Ver a los otros como valiosos porque hay en ellos un bien objetivo, verla como una persona digna de ser amada, dado que ha sido amada y llamada por Dios prescindiendo de lo que haga o deje de hacer. Puedo rechazar su comportamiento, pero no por ello tengo derecho a rechazarla como persona.

5. El silencio. Un poderoso medio para construir la comunidad como lugar de trascendencia y matriz de identidad es el mensaje silencioso que podemos transmitir con nuestro comportamiento. Es el cauce más poderoso de testimonio: callar y actuar. El contenido de todo mensaje silencioso es: "reconozco mi propia debilidad y experimento la soledad de la fe."

ACTITUDES PERSONALES PARA CONSTRUIR LA COMUNIDAD:

a. Responsabilidad, integración personal en la comunidad

b. Respeto sincero a la persona. Aceptación del otro. Evitar críticas

c. Reconocer las cualidades del otro y animarlo.

d. Cultivar relaciones desde la sencillez, la naturalidad y la sinceridad.

e. Generosidad y gratuidad. Amar y servir a fondo.

f. Perdonar.

g. Fomentar la alegría y el optimismo.

h. Orar y expresar la fe con naturalidad.

 

PILARES DE LA NUEVA COMUNIDAD

(GUZMAN, Rueda. Proyecto comunitario. P 109-122)

Crear un proyecto.

Maduración y afecto.

Vivir juntas/os, no sólo trabajar juntas/os.

Participación en la vida de aquellos que Cristo me ha dado como compañeras/os de camino.

Una educación para la puesta en común de bienes materiales y espirituales.

Una educación para la puesta en común de las actividades pastorales.

Educación para la responsabilidad

En el pluralismo.

COMUNIDAD-MISIÓN 

 (Frontera Hegian Nº 46, Antonieta Potente o.p.) 

La COMUNIDAD es un camino. En este caminar estamos muchos/as, está la humanidad y la creación, y está también el anhelo del Espíritu como canta Pablo (Rm. 8, 19-26). No podemos reducir este asunto a algo nuestro; el horizonte es muy amplio y la caminata histórica está hecha de muchas personas y de mucha creación. Se trata de tejer relaciones, entrelazar hilos delgados para formar el tejido. Se necesita tiempo, paciencia, gozo, es decir, el gustito de la comunión. No son estériles obligaciones normativas de comportamiento, más bien se trata de cultivar una PASIÓN, y nos inquieta, nos pone en búsqueda, en camino. Podríamos decir que la vida en comunión es un punto de partida precioso. En realidad la propuesta es, una vez más, ensanchar nuestra mirada, ensanchar el horizonte del deseo, de nuestras inquietudes. Nuestra vida está hecha para cultivar la vida en comunión.

La comunidad es el punto de inicio de una nostalgia, de un grito, un grito humano-divino, que expresa una sed: ¡Ven! (Cf. Ap. 22,17). Es como el lugar de la invitación, lugar abierto, que se puede plasmar, rehacer. Lugar circular. En la comunidad se forma casa; en ella no se hacen simplemente cosas, no se viven momentos, sino que se habita. Formar casa, lugar, morada. Y casa indica familiaridad, vulnerabilidad, intimidad, también límite. Indica economía, es decir, el cuidado de las cosas, de los espacios; es la justicia. En esta casa se viven acontecimientos, y se viven gestos, así como se evocan presencias. La casa-comunión se construye alrededor de cosas sencillas, pequeñas, cotidianas, también débiles, como débil es un niño. El sueño de la comunión, entonces, nos permitirá cambiar de perspectiva con respecto a todas las relaciones de la vida: con una/uno mismo, es decir, salir de la visión piramidal, jerárquica y competitiva de la vida.

       

La MISIÓN no es pedazo más que hay que añadir a la vida en comunión, o a la vida de nuestras comunidades. La misión es la búsqueda, gesto místico del andar o encontrar a quien buscamos, a través de personas y lugares. La misión nace de la búsqueda, de la nostalgia de comunión: ir y buscar y asombrarse por haber encontrado. En el Evangelio de Juan la misión no significa aumentar discípulos, sino hacer casa, aumentar el deseo o el sueño de la comunión, de las relaciones nuevas, diferentes. Cultivar una PASIÓN. No se trata de aumentar discípulos o simplemente destinatarios, sino hacer nacer amigos, personas amigas: Los llamé amigos (Jn. 15, 14-15). Es interesante notar que, en este texto, el énfasis no se pone sobre el dar la vida, sino sobre el modo de considerar a las personas por las cuales entregamos la vida: son amigos, amigas. No son destinatarios, no son pobres y nada más, sino que se la vida porque llegamos a sentir amistad con ellas y ellos, porque compartimos lo mismo y no sólo programas, proyectos o quehaceres. En este sentido la misión es la comunión abierta, la nostalgia del encuentro, el gesto místico del poder entrever huellas, rasgos de una persona y de un sueño que cultivamos desde siempre: encontrar, y ver, y estar con…

LA CONTEMPLACIÓN

Es la relación gratuita con Dios. Es ser profetas, es mirar la vida y la realidad como Dios la mira, desde dentro y discernir; esta es la actitud que cultiva el Espíritu en nosotras/os.

El contemplativo es quien ama las cosas de Dios; quien está a la escucha de su sueño, a través de la Palabra y luego durante el día está atento a sus visitaciones con nostalgia de encontrarse con Dios, sin exigir; a la espera de que está Palabra escuchada se haga carne de su carne y sangre de su sangre y al final del día agradece.

LA CELEBRACIÓN

Es el tiempo de recoger loa acontecimientos, las visitaciones y de agradecer. Es el celebrar la relación nueva vivida con Dios, las personas y las cosas. Implica una actitud de serenidad, calma y una reformulación de signos, símbolos, himnos, relacionados a los contextos.

¿Sé contemplar, es decir estar a la escucha, esperar sus visitaciones...?

¿Cómo son nuestros momentos celebrativos?

¿Nuestras celebraciones nos abren a la escucha, al encuentro y al agradecimiento?

EL SILENCIO

El silencio da sentido al tiempo y al lugar. No es ausencia de palabras, es actitud profunda de escucha a la Palabra y a la realidad. La invitación a hacer silencio es la invitación a hacer memoria.

Son necesarios momentos especiales de silencio pero también necesitamos acostumbrarnos al silencio cotidiano. El silencio es la actitud profunda de no dominar la realidad sino de estar dentro con esperanza.

LA PACIENCIA

No es pasividad, es acogida para la reconciliación, es esperar con respeto el ritmo de los otros, es esperar con actitud crítica y discernimiento, es esperar con sabiduría, es esperar con actitud contemplativa esperando que los acontecimientos hablen, que las personas hablen, es la actitud de los que se reúnen alrededor del mate o tereré.

¿Sé hacer ese silencio cotidiano?

Mi silencio tiene ¿actitud de humilde aprendiz o actitud de dominio y resistencia de la realidad?

¿Se esperar a las personas y a los acontecimientos o me adelanto con impaciencia?

EL TIEMPO

Redescubrir el tiempo es redescubrir la fidelidad a la realidad. Hoy se habla del tiempo como cantidad, antiguamente como calidad y momento de discernir la realidad.

Lo que hace valioso es el encuentro, no el hacer.

El tiempo Bíblico se da en el Kairos, encuentros del sueño de Dios en la Historia Humana

La misión es un llamado al encuentro en un presente intenso, que debe ser recuperado.

Es también redescubrir la sabiduría de nuestro pueblo que vive el tiempo como este espacio de encuentro expresado en gestos: mate, tereré, visitas... sin tiempo. Esta experiencia no excluye el compromiso y el trabajo, pero sí nos hace encararlos con otras actitudes de humildad, respeto, acogida, ENCUENTRO.

La oración de la mañana es el primer encuentro con el creador, que aumenta la nostalgia del encuentro con Él y que nos prepara para los encuentros que tendremos en el día.

El proyecto comunitario refleja a la comunidad que reunida sueña junta y piensa en los encuentros que tendrá en un tiempo.

Es necesario recuperar la mística del encuentro. Cultivar el encuentro, aprender a respirar nuestra vida cotidiana, muy sencilla que no hace historia.

EL ESPACIO

Es también espacio de encuentro y lugar de teofanía. Es real, sacramental y simbólico.

Así el contexto donde nos movemos no son obras sino espacios de encuentro, que requieren de nuestra presencia responsable.

Cada una debe hacer de la comunidad su espacio, tener su espacio incluso físico y si no tenemos nostalgia de nuestros espacios en la comunidad tendríamos que revisarnos y ver que falla. Se hace necesario recuperar lo cotidiano de nuestros espacios, las personas, las problemáticas, los olores, sabores, ... hacer de nuestros espacios habitables, como úteros acogedores y flexibles..

El progresivo enamoramiento de los espacios donde vivimos son expresión del crecimiento en nuestra identidad y pertenencia y aprender a expresar cuando no me encuentro en mi lugar es reconocer los propios límites. La oración es dejarle a Él habitar nuestro espacio y al final del día la pregunta del examen sería ¿Quién ha habitado hoy mi espacio?

¿Valoro el tiempo como momentos de encuentros profundos?

¿Vivencio el tiempo de oración y la misión como momentos de encuentros?

¿Cómo conjugo el trabajo y el compromiso con la mística del encuentro?

¿Tengo nostalgia de mis espacios en la comunidad?

¿Me esfuerzo por hacer mis espacios más humanos?

¿Ensancho mis lugares y espacios de encuentros?

LA SOLEDAD

Esta soledad de quien camina enamorado del sueño de Dios implica una soledad afectiva: Es el camino de una mujer, de un hombre que asume el proyecto de Dios, con progresivo enamoramiento y en ese caminar Dios le va haciendo "sola" "solo".

Es una afectividad abierta a todos pero desde la unicidad de la persona. Es la actitud de quien esta abierta al encuentro, que sola espera las visitaciones del Dios envuelto en el misterio, que nunca pretende, ni exige. Que no pretende llenar sus vacíos, pero que camina sabiendo que un día podrá ver a su Dios cara a cara.

Es la actitud del viejo Simeón que al final de su vida recién recibe la visitación. Supone saber vivir esta espera en soledad, no en aislamiento, sí muy sensibles a las presencias, a las visitaciones, sabiendo reconocer quien está pasando.

Al asumir está soledad, asumimos con nuestra vida la soledad de Dios, es decir la soledad que Él experimenta porque la humanidad ignora o rechaza el sueño de Dios: "Que todos sean uno" y también la soledad tantos excluidos y así nuestra vida se vuelve profecía.

Esta soledad es vivida también comunitariamente, cuando ella está a la espera y atenta a las visitaciones que Dios le hace, sin exigir, incluso en la misión.

LA COMUNIDAD

Es una realidad profunda que cada una llevamos dentro desde el génesis. Es el sueño, la tensión hacia la comunión. Es el proyecto que cultivamos y que no sabemos cuando se realizará. Parte de un "ya" la necesidad, el deseo y tiene una meta la comunión.

El desafío es aprender a formar comunidad con otros sujetos históricos postmodernos: laicos, jóvenes, enfermos, ancianos, niños, marginados,... y ser personas de comunión, que donde estén creen comunión.

No es cuestión de crear nuevas formas comunitarias o poner el acento en la uniformidad o en las relaciones humanas psicológicas, sino es ser conscientes de que estamos construyendo comunión en la diversidad, de que estamos colaborando con un sueño, el sueño de Dios: " Qué todos sean uno".

Con nuestra vivencia comunitaria abierta y madura estamos recuperando el sueño de Dios y siendo testimonio de que es posible la comunión con toda la humanidad. Nuestra comunidad se convierte en ese pequeño punto que abre en todos la nostalgia de comunión.

En la relación con las personas ¿busco llenar mis vacíos más profundos?

¿Acepto el hecho de que la consagración me hace "sola" con esa sed que sólo Él la puede llenar?

¿Sé esperar sus visitaciones sin exigir, ni pretender?

¿Sé formar comunidad con otros sujetos postmodernos?

¿Soy una persona de comunión, que crea comunión donde esté y con quienes esté, haya estructuras o no las haya?

LA GRACIA DEL AMOR FRATERNO

(LARRAÑAGA, Ignacio. Encuentro)

"Señor Jesús, fue tu gran sueño: Tú te repites y revives en cada miembro

que fuéramos uno como el Padre y Tú y tu presencia nos cuestionará cuando

y que nuestra unidad se consumara en la unidad y la paz sean amenazadas

la unidad Trinitaria en nuestra comunidad

En la nueva familia o fraternidad Te pedimos poder sentir como Tú sentías

que hoy formamos en tu nombre, y amar como Tú amabas

te acogemos como don del Padre Tú serás nuestro modelo y guía de comunión

y te integramos como Hermano nuestro. Así nuestra comunidad se levantará,

Tú serás, pues, nuestra fuerza aglutinante ciudad en la montaña, como señal profética

y nuestra alegría. de que tu gran sueño se cumple"

 

BIBLIOGRAFÍA

& CENCINI, Amadeo. Vida consagrada. Itinerario formativo. San Pablo. Madrid. 1994

& ARRIETA, Lola. Procesos comunitarios. Apuntes. Roma. 2003

& CARAVIAS, José Luis. Consagrados a Cristo en los pobres. Oraciones de búsqueda y esperanza para hoy. 2ed. Indo- American Press Service. Bogotá. 1977

& POTENTE. Antonieta. Vida Religiosa. Apuntes. Cochabamba. 1999

& ISINGRINI, Virginia. Para ser formador no basta el amor. Coloquio formativo en la vida consagrada y sacerdotal. San Pablo. México. 1999

& JIMÉNEZ CADENA, Alvaro. Caminos de madurez sicológica para religiosos. Paulinas. Bogotá. 1992

& LINN, Matthew S.J. – FABRICANT, Sheila – LINN, Dennis S.J. Sanando las ocho etapas de la vida. Librería parroquial de claveria. México .1990

& RUPP, Joyce. Orar nuestros adioses. 2ed. San Pablo. Bs.As. 2001

& SIDEGUM, Pius, S. J. Vida em plenitude. Nova prova. Porto Alegre. 2000

 

 

La interdependencia y la vida religiosa

a) Cuestiones culturales

Necesitamos una nueva perspectiva que permita superar las separaciones y rupturas que mantiene nuestra cultura occidental, no sin grandes consecuencias. Las diferentes tradiciones religiosas y culturales ofrecen elementos que pueden ayudar a crear una nueva sensibilidad y a des-aprender parte de nuestras formulaciones dualistas, junto con las actitudes y los valores destructivos que se hallan implícitos.

Es necesario recordar que la vida consagrada a lo largo de la historia y aquella legada en tierras de misión, ha sido modelada y configurada esencialmente en su sustrato social y cultural de acuerdo al patrón occidental. La pertenencia a otras culturas no-occidentales permite captar el alcance que esta problemática ha tenido y comprender mejor su significado.

La celebración de lo sagrado puede ofrecer un buen ejemplo de lo dicho. Entre las religiones africanas la relación con lo sagrado presupone la participación y compromiso del cuerpo (liturgia del cuerpo) que implica la danza y ritos anárquicos y espontáneos, incluyendo palabras, gritos, cantos, trances, alteración de los sentidos, embriaguez y consumo de ciertas drogas, en abierto contraste con tradiciones como la cristiana, la judía o la musulmana, que exigen el recogimiento, silencio del cuerpo y reserva general en todos sus ritos.

Los institutos religiosos, aunque nacen con diferentes sensibilidades según los carismas de sus fundadores y fundadoras, incluso en contextos culturales distintos, llevan también la impronta de su tiempo, su encuadre cultural y eclesial dominante occidental que dicta sus lineamientos generales. Basta prestar atención a una serie de aspectos para darse cuenta de esa cuestión:

"El modo de codificar, hasta en los detalles, la observancia de la regla, la manera de designar los responsables, el concepto, la formulación y las modalidades de la práctica de los votos, la organización de la vida común, la definición del estilo de oración, de la ascesis y de la espiritualidad, la relación – sea integración o ruptura- con la sociedad y el mundo, el lugar y el papel del dinero, la noción del tiempo y de los ritmos de vida, la relación con el cosmos y con lo invisible, el crédito otorgado a las tradiciones, a la palabra y al escrito".

Así fue uniformizada la vida religiosa que denota serias dificultades para hacer frente a la diversidad cultural, generacional, genérica, etc., en sus diferentes expresiones. La tentación radica en encerrarse en un modelo y olvidarse de construir puentes y caminos entre las culturas implicadas, para discernir conjuntamente las mentalidades y las actitudes y el arraigo auténtico en la vida consagrada. Y, en su caso, acompañar la muerte y renovación de la vida, reinterpretando la naturaleza de la vida consagrada y su identidad en el mundo actual.

b) La interdependencia como punto de partida.

Tomar la ‘inter-in-dependencia’ como punto de partida para releer algunos aspectos de la vida religiosa puede ofrecer ciertas bases para nuevos planteamientos. En tanto que no se ha construido una perspectiva de este tipo, lo que se propone a continuación es de carácter abierto y provisional, sujeto al avance en esta temática.

El paradigma de la interdependencia se refiere a una serie de relaciones que merecen nuestro cuidado, respeto y reconocimiento, a la par, que exigen nuestro compromiso y denuncia como ‘co-creadores/as’ humano-divinos.

La cosmovisión andina sobre la realidad (Pachamana) y su conocimiento, articulada en sentido relacional, también puede ilustrar el paradigma de la interdependencia. Su principio básico es la relacionalidad, que entiende que toda la realidad se encuentra de una u otra forma relacionada, conectada y vinculada entre sí. Su figura de la realidad sería la de un ‘todo integrado, relacionado o una red de interrelaciones e interconexiones’ y su esencia es ‘relacional’, explícita y concreta. Se desprende que todo ‘ente’ está relacionado desde su estructura íntima y no puede ser principio de sí mismo. Algo que se aplica a todos los niveles: lo cósmico y lo humano, lo humano y lo extrahumano, lo orgánico e inorgánico, la vida y la muerte, lo bueno y lo malo, lo divino y lo humano, así como a las categorías del pensamiento.

Este principio, que se despliega y articula en una serie de principios derivados o secundarios (correspondencia, complementariedad y reciprocidad), ofrece matices y aproximaciones a diversos aspectos de la realidad en los campos afectivos, evolutivos, éticos y productivos. La profundidad y el sentido que confiere a la relación, no es solo de carácter ecológico, sino religioso o teologal.

La categoría de la relación es, por tanto, su categoría primaria de acceso y comprensión de la realidad, por encima de la substancia (occidental). Bajo esta perspectiva, conocer es apreciar y captar las interrelaciones entre los diferentes ‘entes’ concretos, en contraste la abstracción occidental que separa y aísla.

La cosmovisión andina y sus principios, tal vez, puedan ayudarnos a comprender la trascendencia y significado de relacionalidad para nuestra vida y planteamientos teóricos. Nos llevaría más allá de nuestros horizontes limitados, en búsqueda no sólo del encuentro interreligioso y ecuménico, sino del intercumunitario e intrapersonal. Todos los aspectos, regiones o marcos de la realidad serían igualmente importantes (principio de la correspondencia), en sentido bidireccional y armónico frente a nuestra visión jerarquizada de la realidad, las personas y su correspondiente organización.

Descubriríamos la necesidad de la complementariedad (principio de complementariedad), incluso de los ‘opuestos’ (complementarios), como aspiración íntima, exigencia y principio de coexistencia ("ningún ‘ente’ o ‘acción’ existe monádicamente, sino siempre coexiste con su complemento específico") en el camino de toda persona (con mayor razón, la religiosa), hacia su plenitud. El desafío para una auténtica integración de la parte y el complemento en el todo, más allá de tantos aislamientos y de la uniformidad camuflada mantenida erróneamente como sinónimo de comunidad. Significaría que tendríamos que abrirnos a nuevas formas de integración (simbólica, ritual, afectiva, celebrativa, meditativa, silenciosa...) y esto mismo enriquecería y sería parte del testimonio a ofrecer frente al desequilibrio y quiebre de relaciones existente. Quizá nos veríamos convocados/as para ser expertos/as en la inclusión de lo diverso a nivel teórico-práctico y a desvelar el sentido de una ética de la reciprocidad cósmica (principio de la reciprocidad) como normativa ("A cada acto corresponde como contribución un acto recíproco"). En ella quedaría sancionada toda unidireccionalidad actitudinal o cósmica (debido a que) trastornar el orden y el factor decisivo para el intercambio, no sería lo económico y lo comercial, porque puede que existiesen otros más importantes (la necesidad vital, la escasez, el valor simbólico del producto, el parentesco entre los intercambiantes, las características de las personas...).

La comprensión y vivencia de tales principios, se constituiría tal vez, en un mensaje más significativo para el mundo de hoy, que nos llevaría a releer, no sin alto riesgo, nuestros principios y acciones.

O’ Murchu realiza una lectura interesante de la vida religiosa precisamente a partir del paradigma relacional de la interdependencia. Esta visión descarta de entrada un estilo de vida religiosa exclusivista y cerrado, dualista y opuesto al mundo. Subraya la lucha por relaciones significativas y la necesaria interacción mutua, en justicia e igualdad y el reconocimiento de la diversidad extendida a la especie humana, planetaria y cósmica. Además, defiende que los religiosos/as tienen una contribución específica a dar en el consenso de normas, procedimientos y estructuras que promuevan relaciones adecuadas (vocación profética liminar) y en el énfasis otorgado a la calidad, la cantidad y la capacidad de sus relaciones. Sería el equivalente a apostar por la centralidad de las relaciones a todos los niveles (interpersonal, personal y cósmica), algo que precisa de apertura, receptividad y flexibilidad. Ya hemos destacado que es imposible concebir una relación justa y amorosa con Dios al margen de su creación, desde nuestra condición de co-creadores.

Nuestra civilización refleja, en casi todas las áreas, la dominancia del poder masculino y su visión, tanto en el hombre como la mujer y, con ello, el machismo y el patriarcalismo que imposibilitan la realización y humanización plena. Advertimos, desde aquí, que el modelo de la interdependencia e interacción puede ser un buen modo de funcionar en el cambio de visión y paradigmas, siendo incompatible con el mantenimiento del sistema patriarcal. Lo que supone partir del reconocimiento del patriarcado como sistema injusto y opresor, que ha definido esencial y estructuralmente la Iglesia y la vida religiosa.

Un cambio radical pasa incorporar el sentido de la interdependencia y por reconocer lo femenino, negado, reprimido o no integrado, así como por reanimarlo y reeducarnos desde ese principio que integra el misterio humano-divino. Se desprende que la vida religiosa, deberá ser reformulada en su modo de concebir la misión, la comunidad, el seguimiento, los votos y todo lo demás. A la luz de esa perspectiva, retomamos únicamente dos aspectos centrales: la comunidad y los votos.

La comunidad

El referente de las relaciones es fundamental para el crecimiento-apoyo, intimidad-maduración (humano-espiritual) y la formación de la identidad en la vida de toda persona, aunque su personalidad, experiencia y el entramado del contexto biográfico pueden favorecer u obstaculizarlo. Exige de ella ciertas disposiciones y espacios para cultivar las relaciones y el deseo de una deliberada interrelación mutua. Las relaciones siempre constituyen nuestro mayor capital. Con razón se ha dicho que en el ámbito de las relaciones ‘nos jugamos la vida’ y, en ese sentido, la vida religiosa enfrenta un gran desafío al interior y exterior de sí misma.

La comunidad en la vida religiosa representa un auténtico centro de interacciones personales, en múltiples niveles. En ésta, no solo se preservan y desarrollan distintas tradiciones y ritos, sino que se aprenden y suscitan habilidades vitales. Pero la comunidad no se crea por mera ‘asignación’ o de manera automática. Solo acontece cuando las condiciones son oportunas. Su puerta de entrada es la acogida, la reciprocidad, la amistad y el compañerismo. Aspectos que han sido descuidados en el supuesto nombre de los valores espirituales superiores.

En sentido profundo, la comunidad debería permitir vivir la interdependencia mutua, al compartir la vida privada y pública, comprometiéndose de múltiples formas en la participación, crecimiento espiritual y discernimiento. Sustentada en la realidad humana, que es constitutivamente relacional (deseo de conectar y ser conectado), con todas las fuentes de la vida y la sabiduría a distintos niveles.

En una comunidad auténtica (existencial) la energía del propio grupo, lleva a profundizar en el compromiso y la coherencia y, con ello, a una transformación de las relaciones. Nuestros estilos de vida han favorecido los valores sustentados por el sistema patriarcal: el ‘hacer’ institucional y la homogenización, en vez de las relaciones y carismas personales, los éxitos y resultados comunitarios por encima de la persona, la cantidad de tiempo, más que su calidad.

Los votos

O’ Murchu nos propone un cambio en el lenguaje acerca de los votos, que pudiera impactar y transformar en parte nuestra comprensión y los significados que les atribuimos para responder a los desafíos actuales. Pone de relieve la necesidad de incorporar un lenguaje más femenino e inclusivo, pasar del énfasis en lo ascético y la separación del mundo, hacia lo estético y la bondad básica de la vida por recuperar. Entiende que el lenguaje (algo bastante menospreciado en el medio religioso por considerarlo periférico) permitirá una exploración de nuevos significados de la vida religiosa y un reposicionamiento frente a la realidad actual que nos interpela.

Los votos han recibido interpretaciones diversas a lo largo de la historia de la vida religiosa, dependiendo de la sociedad y cultura del momento, así como del influjo de las preocupaciones eclesiales dominantes. La reinterpretación de cada uno supone enfrentar el cruce de problemáticas específicas y complejas, además está marcada por la idea de persona y de la vida religiosa que origina ciertos modelos. Tal sería el caso del modelo espiritualizado e inmaterial de la vida religiosa, el modelo intimista y acotado al mundo íntimo, interpersonal y familiar e incluso a un espacio puramente religioso, el modelo de invitación solo para unos cuantos y, finalmente, el modelo que subrayó un conjunto de práctica específicas (oración, meditación, ejercicios ascéticos, compromisos por la transformación social, normas de conducta...).

Con todo, hay que asumir que los votos nunca podrán ser explicitados totalmente en sentido racional. Acontecen como parte de una respuesta de la persona situada ante una llamada más amplia. Reconocer, aceptar e interiorizar esa llamada misteriosa y paradójica, permite vivir el voto desde la integridad y ecuanimidad requerida, ya que la persona (liminar) está llamada a vivir en sintonía con la cultura contemporánea y a crecer integralmente en armonía, belleza y totalidad, desde la dimensión externa en interacción con la dimensión interna.

La propuesta de este autor nos invita a pasar:

Del voto del celibato al voto para la relación

Del voto de la pobreza al voto para la mayordomía

Del voto de la obediencia al voto para la camaradería

El voto para la relación, sería una llamada a poner nombre, explorar y mediar en el compromiso humano a favor de unas relaciones auténticas, en las circunstancias cambiantes de la vida y la cultura. Respondería al deseo humano de relación íntima y auténtica, especialmente en el ámbito psicosexual. Desde ahí, tendría que reconocer la naturaleza cambiante de la sexualidad humana en sí misma y su integración, frente a la consideración patriarcal que la concibió como estable, estática e inmutable.

El crecimiento psicosexual, la caída del dualismo distintivo entre el hombre y la mujer, el desenfreno sexual imperante y la pornografía y demás, son realidades que la persona liminar y profética no puede desconocer y ha de enfrentar empezando por ayudar a cambiar la conciencia que las justifica y genera. Una tarea de mediación y exploración, nada fácil, que ha de ser realizada en favor del pueblo y ha de tocar también las cuestiones relacionadas con la vivencia de los célibes en las comunidades religiosas y sus esfuerzos por vivir la apertura, intimidad, ternura y encuentro, así como sus fracasos y silencios. Igualmente los casos de aquellos célibes en busca de un auténtico amor sexual humano y los que han llegado a disfrutar de la intimidad genital.

El voto para la mayordomía, cuyo núcleo es la interdependencia global, lleva a enfrentar las actitudes, valores y estructuras en donde los bienes de la creación son explotados egoístamente, pasando por alto la dignidad y el respeto que merecen, causando la pobreza y explotación de millones de personas. Parte de la responsabilidad de todas las personas en el uso de los dones recibidos ante Dios, los hermanos/as y el planeta y asume el imperativo de la justicia y la solidaridad a todos los niveles.

La mayordomía implica el compromiso crítico y creativo con el uso (compartido, cuidadoso e interdependiente) y abuso de los bienes, incluyendo la Tierra. Se trataría de modelar a favor del pueblo, unas relaciones sostenibles que hagan de la justicia e igualdad unos ideales para todos/as. La incidencia de este voto es global, ecológica y ambiental.

La perspectiva sobre este voto se origina en el fracaso de abrazar la causa de los pobres y oprimidos que pide el Evangelio, evidenciado en las reuniones de Medellín (1966) y Puebla (1979). Las diversas iniciativas que surgieron entonces influyeron en la creación de un estilo de vida más simple, ‘para que otros puedan vivir y son producto de esta toma de conciencia.

Este nuevo estilo de vida se relaciona más con un modelo responsable de administración que con la pobreza, considerada como un mal, que no debería ser tolerado o justificado, pues destruye la esperanza, el sentido de la vida e imposibilita que millones de personas alcancen la plenitud humana. Asimismo es la base de otras privaciones que repercuten en la calidad de vida personal y planetaria.

El voto para la camaradería, conduce a vivir un estilo profético liminar haciéndose presente y ofreciendo los dones específicos. El estilo de gobierno que propone debería caracterizarse por una mayor participación y un liderazgo coordinado, frente a la jerarquización y patriarcalización (esencial y estructural) que generó grandes desastres, miembros pasivos e infantiles. Ser promotor de procesos de interacción que animen e infundan subsidiariedad, corresponsabilidad y un compromiso mutuo, nada fácil de realizar, incluso, por la falta de apoyo en la tradición católica, que impone un superior canónico en cada comunidad.

El sistema de autoridad-obediencia de la vida religiosa emula lo que hace la cultura ambiente (en los juegos abiertos y camuflados de poder), subvirtiendo la contestación profética y separando del pueblo, además de haber conducido a la explotación y profanación de las culturas nativas en distintos lugares.

En suma, significaría no sólo compartir el poder de un modo nuevo sino renunciar a él para permitir y capacitar a otros para comprometerse en la tarea humano-divina de co-creación.

Los votos, así planteados, se comprometen en las cuestiones y temas centrales de nuestro tiempo, empezando por ponerles nombre.

Conclusiones

La categoría de la relación, bajo el paradigma de la interdependencia, invita a ir más allá de la ecología para plantear aspectos más profundos de esta problemática. Explorarla en su pleno sentido constituye uno de sus desafíos fundamentales. Este principio se manifiesta en todos los niveles de nuestra vida.

A la luz de la idea de relacionalidad, presente en cierto modo, desde los pitagóricos, la medicina, la astrología, así como entre las distintas sabidurías de los pueblos (amerindios, celtas, asiáticos...) y que no es ajena al propio Evangelio (si tenemos en cuenta que un modelo de relaciones inspira el proyecto del Reino), la vida religiosa tendría que intentar abrirse a nuevos planteamientos y preguntarse hasta que punto promueve, respeta y reconoce la vida diversa que nace en cada relación (o interacción) establecida en nuestras comunidades, el mundo, la naturaleza o el cosmos y nos ayuda a hacernos nuevos/as (o "verdearnos").

La comprensión de ese paradigma, podría ayudar a orientar y clarificar nuestros modelos de relaciones en todos los ámbitos y la vida religiosa, se vería impelida a un cambio de fondo y forma.