Carta del Arzobispo

Tres encuentros de vacaciones
Para la gente de más calado, para los espíritus más finos, pocas experiencias hay tan 
gratificantes como la de conversar con sosiego, teniendo por interlocutor a una persona que 
sintonice con nosotros en la misma longitud de onda. La conversación, como el tenis, ha de 
discurrir siempre a dos bandas, entrecruzando el parlamento y la escucha y, más que nada, 
esta segunda. Exquisita experiencia, hondo placer el de escuchar al que pronuncia 
palabras auténticas, henchidas de sabiduría, o de humildad, o de sentimiento, o de buen 
juicio. Pues, anda que poder expresarte a tus anchas, sin artificios ni cortapisas, sintiéndote 
escuchado con gusto!
Murió hace pocos años un viejo amigo de juventud, Manuel Alonso García, presidente 
nacional, a finales de los cincuenta, de los jóvenes de Acción Católica, luego, toda su vida, 
catedrático de Derecho laboral. Hablábamos con frecuencia Manolo y yo, en vísperas de su 
boda, y me decía sabiamente: Lo importante en la pareja es disfrutar los dos hablándose y 
escuchándose con interés, sin hastío por ninguna de las partes. Te casas, remachaba, para 
tener a quien soltarle el rollo. Todo lo contrario, aunque parezca lo mismo, de aquella 
maldad atribuida a Don Miguel de Unamuno. -Qué es un pelmazo, Don Miguel? -Pues, 
alguien que te quita soledad y no te da compañía.
Darnos compañía sin robarnos soledad, antes enriqueciéndola, iluminándola, llenándola 
de jugo. Qué bonito! Hablemos, pues, sin reparos. Pero, con quién, cuándo y 
cómo?Conversar es un arte, un don, una necesidad, una obligación. Mas, hoy por hoy, se 
trata de un bien escaso. De suyo, la vida ordinaria de los más transcurre entre el trasporte 
urbano o el utilitario individual, a la ida y vuelta del trabajo. En medio, oficinas, fábricas, 
centros escolares o sanitarios, sector de la construcción. Y, ya en casa, no digamos. Se 
cruzan los horarios de chicos y mayores, nos inunda a todos la tele, nos vence el cansancio 
o el sueño.
Sé que estoy cargando las tintas, porque en los pueblos es de otra manera. Aun quedan 
vecinos que se sientan por las noches en sus puertas para hablar sosegadamente unos 
con otros. Es este un manjar de dioses que ya se lleva poco. Sea por falta de interlocutor o 
por impedimentos del ambiente, lo cierto es que nos comunicamos escasamente, por mucho 
que, en contrapartida, abunden la verborrea y el estruendo en los bares, los bingos, los 
estadios y asimilados. Todo eso en la vida cotidiana, que, sea como sea, engendra rutinas, 
acumula cansancios, nos convierte, más o menos, en autómatas.
Ah! Pero, y en las vacaciones? A ellas se encamina, en efecto, todo lo que vengo 
diciendo. Vamos, pues, con el tema. Cierto que las vacaciones o el verano son una realidad 
poliédrica, un proyecto en abanico: playa, montaña, pueblecito, turismo interior o viajes al 
extranjero. Busquemos, por eso, un común denominador, no de todos, pero sí de bastantes 
veraneos: el descanso, el sosiego, las horas muertas, el tiempo de lectura, el paseo 
silencioso o acompañado, la estancia prolongada con la familia, la tertulia sin reloj con los 
amigos. No cuenta aquí tanto el sitio donde estés, pero sí el género de ocio que, dicho en 
castizo, tú te quieras montar.

Conversar consigo mismo
Y en ese horizonte, una invitación: Por qué no corregir en estas semanas ese déficit de 
comunicación o de diálogo que yo experimento con aquellos conversadores que más deben 
interesarme?El primero, es unipersonal y tan cercano a mí, que soy yo mismo. Es lo que se 
llama reflexión, introspección, encuentro a solas con mi yo más profundo. Acercarme a ese 
ser, un tanto olvidado, que me acompaña desde que nací y se identifica conmigo para 
siempre. El lema "conócete a ti mismo" es tan antiguo como Sócrates y tuvo ejemplos tan 
calificados como San Agustín, Pascal, los místicos de Oriente y de Occidente.
Una escucha silenciosa de los latidos del propio corazón, una mirada amorosa a nuestros 
anhelos y a nuestras frustraciones, un recuento esencial del saldo de nuestra existencia, 
incluso atreviéndonos a puntuar nuestra ejecutoria en la vida, cual si se tratase de un 
examen de reválida. Y más todavía: hacia dónde se orienta la quilla de nuestro futuro? 
Estoy viviendo de las rentas, resbalo en la mediocridad, he pactado secretamente con el 
conformismo?Avanzan mis años y tengo fecha de caducidad. Quizá me roza alguna vez el 
ala del misterio, la brisa de Dios que me espera a la otra orilla, como en aquel himno de 
Tercia?

Otra vez -te conozco- me has llamado
y no es la hora, no, pero me avisas.
De nuevo traen tus celestiales brisas
claros mensajes al acantilado...
...Y tú llamas y llamas y me hieres
y te pregunto aún, Señor, qué quieres,
qué alto vienes a dar a mi jornada.

En suma, consolar al ser humano que llevamos dentro; abrirlo al rocío del Espíritu, hacer 
limpieza general en nuestras estancias interiores, recuperar nuestra libertad profunda. Un 
buen libro espiritual?Un encuentro con un guía de almas? Un acercamiento más vivo a la 
comunidad de fe?

Romper el aislamiento
Con esto estamos pasando al segundo interlocutor, por desgracia también no muy 
conocido. Ese otro déficit de comunicación es plural y tiene muchos nombres: los familiares 
más directos, el ambiente del propio trabajo, el círculo de amistades, el municipio, la región, 
el país al que pertenecemos. -Mi marido es un hombre de su casa: ni amigos, ni peña, ni 
sindicato, ni partido, ni socio de nada. Su casa y su trabajo. Y con la Iglesia? Vamos juntos 
a misa de doce y hasta que resisten los niños. Pero, sin mucha sacristía, ni cofrades ni 
cáritas. Cuando hay que dar para los pobres, ellos saben que pueden contar con nosotros.
Pues, no está mal; pero ni tampoco está bien. Si está leyendo estas líneas a la sombra 
de un chozo en la playa o en una casita de pueblo, tengo que pedirle excusas para decirle 
que por ahí no van los tiempos, ni la Iglesia, ni el Reino de Dios. Sin inquietud social, 
cultural, política, transformadora de la sociedad, nuestro mundo camina a grandes 
zancadas hacia ninguna parte. Aproveche las vacaciones para leer cosas que le inquieten, 
para tratar con gente interesante, para dialogar a fondo con los suyos. Es cosa de romper 
el círculo y enmendar el rumbo en septiembre.

El encuentro liberador
Qué pasa aquí? Pues, que hay que entrar en contacto con el tercer veraneante 
desconocido. Este último, como el primero, es uno solo, aunque no unipersonal. Se trata del 
Dios trinitario de nuestra fe. El sí que veranea e inverna con cada uno de nosotros. Decía 
San Agustín que Dios es más íntimo a nuestro ser que nuestra propia mismidad. Y, 
completando a Sócrates, tenía este lema: Conózcame yo a mí, conózcate a ti. La verdad es 
que, quien empalma la hebra consigo mismo y con los demás, se da gozosamente de 
bruces con Dios, y se abre de verdad a una comunicación liberadora. Un verano para 
despegar en la oración. Ande, inténtelo! Y si encuentra algo mejor venga a decírnoslo.
·MONTERO-ANTONIO
_IGLESIA-EN-CAMINO
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Número 262. 12 de julio de 1998