1. Adoradores

La adoración es una de las actitudes fundamentales en la relación del hombre con Dios.  Por ella el hombre siente ante Él su pobreza de criatura y su indignidad de pecador y  expresa la admiración por su infinita grandeza y santidad.

La etimología de la palabra adoración hace hincapié en un gesto que refleja humildad  profunda, silencio lleno de estupor y escucha atenta y obediente. Con el término adoración  hacemos referencia al gesto de llevarse la mano a la boca para callar y escuchar.

A lo largo de la tradición de la Iglesia una de las formas de manifestar esta actitud ha sido  la adoración a Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía. Conscientes de que la presencia  del Señor en el Pan consagrado dura lo que dura su aspecto de pan, la Iglesia promueve la  adoración eucarística, también fuera de la Misa, a través de muchas formas como la visita al  Santísimo Sacramento, la bendición eucarística, la adoración ante el Sagrario (destacando  la Adoración Nocturna), la procesión del Corpus Christi, los Congresos Eucarísticos, etc. En estos encuentros se produce un diálogo entre el Señor y nosotros: Él nos habla con su  donación silenciosa y nosotros, prolongando la oración de la Misa, hacemos memoria de los  dones de su amor y le damos gracias, nos ofrecemos a compartir su entrega y le pedimos  ayuda y fuerza, rogándole que interceda por nosotros ante el Padre. Estos actos de  adoración se convierten así en fuente de misión, en invitación a la comunión eclesial y en  llamada a la fraternidad.

Amadeo Rodríguez


2. ROBO/RIQUEZA: SI TOMO ALGO QUE NO NECESITO PARA MI USO INMEDIATO Y LO GUARDO SE LO  ESTOY ROBANDO A ALGUIEN (GANDI) 

Yo diría que somos ladrones en cierto modo. Si yo tomo algo que no necesito para mi uso  inmediato y lo guardo, se lo estoy robando a alguien. Mientras permanezcamos en la  desigualdad, estamos robando. Si alguien posee más que yo, dejémosle. Pero en lo que se  refiere a mi propia norma de vida, digo que no me creo con derecho a poseer nada que no  necesito. Trabajar por la igualdad económica significa abolir el eterno conflicto entre capital  y trabajo. Una revolución violenta y sangrienta será inevitable un día, a menos que haya una  voluntaria abdicación de la riqueza y ese poder en bien de todos. 

(MAHATMA ·GANDHI)


3. JUSTICIA/COMPROMISO 

LUCHAR POR LA JUSTICIA PARECE SER HOY LA ÚNICA FORMA DE VIVIR  HUMANAMENTE.

Luchar por la justicia en el mundo parece ser hoy la única forma de vivir humanamente.  Hoy, la Humanidad se enfrenta con una situación de injusticia, como quien encuentra un  herido en el camino, y toda la ley moral viene a concentrarse en la ayuda a este herido  concreto. No queda lugar para más. Todo otro interés, sin desaparecer, queda asumido en  la tarea urgente de atender al que se está desangrando. El hombre sólo tiene dos caminos:  o bien vive su vida para sí mismo (y los de su casa, que prolongan el "sí mismo") o bien  entrega la vida, es decir, toda su energía vital en favor de los que luchan por emerger y  hacer un mundo de igualdad verdadera. Esta es la gran opción a la que se ve abocado todo  hombre.

Todo hombre está enfrentado con alguien que le dice "tuve hambre y no me diste de  comer" (/Mt/25/42), sólo que no conoce su rostro, porque el que dice estas palabras está  oculto en los pequeños y marginados, los que la epístola de Santiago llama "herederos del  mundo". Su voz emerge de las extensiones de miseria que hay en América Latina, de los  hambrientos de Asia y África, de las cárceles de los países totalitarios o del ambiente  asfixiante de las grandes ciudades ricas. De los pobres viene esta llamada, pero no para  pedir una "ayuda", sino para que muchos hombres se pongan al servicio del movimiento que  ellos ya han empezado. Pues son ellos, los oprimidos, quienes deben edificar el mundo  nuevo. 

(PABLO ·FONTAINE-P)


4. A/IGUALES: ES MAS AUTENTICO EL AMOR QUE SE TIENE A  LOS IGUALES

- "En modo alguno podemos desear los males, con el pretexto de hacer obras de  misericordia. Tú das el pan al que tiene hambre, pero mejor sería que ninguno tuviera  hambre y que no tuvieses que darle a nadie. Tú vistes al desnudo, pero ¡ojalá! que todos  estuviesen vestidos y no existiese tal necesidad... Todos estos servicios, en efecto,  responden a necesidades. Suprime a los desafortunados: eso sería una obra de  misericordia.

¿Se extinguirá entonces el juego del amor? Más auténtico es el amor con el que amas al  hombre feliz, a quien no puedes hacer ningún favor; este amor es mucho más puro y  sincero. Pues si haces un favor a un desgraciado, quizás desees elevarte a sus ojos y  quieras que él esté por debajo de ti; él, que ha sido para ti la ocasión de hacer el bien...  Desea que sea tu igual; juntos estáis sometidos a Aquél a quien nadie puede hacer ningún  favor". 

(·AGUSTIN-SAN)


5. RIQUEZA/INSOLIDARIA:  SI HAY 8 MILLONES DE POBRES ES PORQUE HAY MUCHOS MILES DE RICOS  INJUSTOS Y MUCHOS MILLONES INJUSTAMENTE INSOLIDARIOS.

CARITAS-DIA: Ocho millones de pobres hay en España, porque hay ricos con muchos  millones. No es por falta de riquezas, sino por falta de justicia. La injusticia establece  desigualdades, engendra esclavitudes, consagra marginaciones, consolida toda clase de  opresiones. En cambio, donde hay justicia desaparecen diferencias y distancias, se nivelan  desigualdades y se ofrece a todos las mismas oportunidades. Ciertas diferencias necesarias  se respetan y se integran armónicamente.

No hay ocho millones de pobres porque sí, por casualidad o mala suerte o por el destino o  por "voluntad de Dios". Hay ocho millones de pobres en España porque hay ricos que tienen  millones. No hay pobres y ricos sin más, sino que hay pobres porque hay ricos. Los ricos  que explotan, acumulan, derrochan, son máquinas de hacer pobres. O el sistema, que crea  ricos, simultáneamente está fabricando pobres. La acumulación está originando privación.  Es una verdad muy antigua. "Si cada uno tomara lo que cubre su necesidad y dejara lo  superfluo para los necesitados, nadie sería rico, pero nadie sería tampoco pobre". Esto lo dice ya san Basilio allá por el año 370. Es bien conocida la doctrina de los Padres  sobre el tema (Ver N-3). Y san Vicente de Paúl evidencia que "socorriendo a los pobres  practicamos la justicia, no la misericordia".

Cuando me entero de que entre nosotros se cuentan ocho millones de pobres, tengo que  preguntarme qué bienes retengo que no son míos. "Pues todas las riquezas no tienen otro  origen que la injusticia". ¿Quién afirma esta barbaridad? Lo afirma ·Jerónimo-SAN. El  problema se nos complica. Hay ocho millones de pobres porque hay muchos miles de ricos  injustos y muchos millones injustamente insolidarios. ¿No seré yo uno de ellos? Digámoslo  con cifras. Mientras el 21,6% de las familias deben conformarse con el 6,9% de los ingresos;  el 10% de las familias se reparten el 40% de la renta familiar, de la tarta nacional. La  pirámide económica es dramáticamente injusta.

¿Qué hacer? ¿Echar las culpas a los grandes, a los ricos, a los políticos... o a las  estructuras injustas? ¿Sólo lamentarse contra los otros? ¿Y tú? ¿Qué hacer? ¿Rezar por  los pobres? ¿Esperar que Cáritas reparta las escasas limosnas que le damos? ¿Qué hacer?  ¿Quedarse tranquilos diciendo que ese es su problema?


6. CARIDAD-CLASES: -LA CARIDAD DISCERNIDA

Conviene hoy no quedarnos en una caridad abstracta, sino ser bien realistas en el  discernimiento de las dimensiones de la caridad. Quizá podríamos distinguir tres niveles: La caridad interpersonal. Es aquélla que podemos ejercer en nuestra vida ordinaria:  familia, amistades, trabajo, ocio, con las personas con que nos relacionamos. Que nuestra  vida sea un encuentro con lo demás en cualquiera de los momentos de nuestra vida  cotidiana.

La caridad organizada. Hay problemas que no aparecen en nuestro camino, pero que  existen y necesitan solidaridad. O que, acercándonos a ellos, sólo los podemos analizar y  encauzar de manera organizada. Hay múltiples asociaciones y ONGs. Pero la Iglesia tiene un  instrumento privilegiado para esta caridad organizada que es Cáritas y debe recibir todo  nuestro apoyo y colaboración.

La caridad política. Pero, sin embargo, por muy organizada que esté la caridad, no  llegamos al fondo de las cuestiones si no cambian las mismas estructuras económicas,  sociales y políticas de un mundo que está concebido desde los más poderosos. Eso hace  necesario llegar a la caridad política. Es decir, a intervenir, en el grado en que cada uno  seamos capaces, en la vida política del país. Participación política -ojalá lo entendiéramos  en su sentido concreto- es una forma imprescindible de caridad. Porque sólo en la esfera  política se toman decisiones que pueden llegar a las raíces de los problemas de los que más  sufren. Tanto en la esfera nacional como internacional. 

(JESÚS MARÍA ·ALEMANY-JM._DABAR/92/34)


7. LIMOSNA/JUSTICIA:

La caridad es el colmo, lo que hace que rebose cualquier medida. Es un colmo ambiguo, pues depende de la medida que se utilice. Colmar un kilo de 850 g. no pasa de ser el colmo de una estafa. Y así la caridad, cuando  la justicia brilla por su ausencia, no es sino el colmo de la injusticia. Antes de entregarse uno alegremente a practicar la limosna, es necesario discriminar si  no estaremos dando de gracia lo que debemos por justicia; pues no tiene gracia alguna el  que se dé como gratificación, premio o aguinaldo lo que se está burlando de un salario  justo. Hay que discernir si lo que damos a uno de limosna remediamos una necesidad o  mantenemos la injusticia de un sistema que produce pobres.

En tales casos, no vale pensar que el que da con buena intención siempre obra bien;  pues el hombre, además de buenas intenciones, dispone de la razón para juzgar sobre sus  obras. La ignorancia no disminuye la responsabilidad, sino que al ignorante lo hace cómplice  de la injusticia general.

Porque es injusto que en una sociedad en desarrollo unos reciban sueldos de sociedad  superdesarrollada, mientras hay quien recibe el salario de una sociedad subdesarrollada.  Resulta sintomático que, según la revista "Marketing Actualidad", los altos ejecutivos  españoles (directores generales, financieros y administrativos) sean los mejor pagados de  Europa, cuando los obreros españoles no están entre los mejores pagados.

Que haya diferencias, pase; pero, si hay salarios a todas luces insuficientes, ¿en nombre  de qué justicia pueden justificarse los salarios archisuficientes de esos pocos? Los que  reciben dos millones de pesetas al año como sueldo, ¿en qué se apoyan para aprobar  salarios de doscientas mil pesetas al año... para los obreros? ¿Serán también los altos  ejecutivos españoles los que hacen más limosnas de Europa? 

(_EUCA/76/33)


8. NECESARIO/SUPERFLUO

No se puede definir la pobreza, ni a los pobres, por lo que necesitan. Pues, en virtud de la  ley del embudo, a la hora de determinar las necesidades de los pobres, los poderes públicos  las reducen al salario mínimo. Además, el concepto de necesidad, mediatizado por la cultura  (y los intereses y las injusticias que la configuran), resulta demasiado elástico y ambiguo. 

Tanto que, en última instancia, tienen más necesidades los ricos que los pobres. Un pobre  puede hacer milagros con cincuenta mil pesetas al mes, en cambio apenas puede sobrevivir  los ricos que cobran más de medio millón al mes. Un pobre se sentirá feliz con encontrar un  piso de sesenta metros cuadrados útiles en un enjambre de viviendas sociales en la  periferia urbana, los ricos en cambio se asfixian en sus mansiones de cuatrocientos metros  cuadrados o más y necesitan otra segunda mansión en la playa o en la montaña para poder  respirar y cambiar de aires. Los pobres disponen de cómodos y económicos transportes  colectivos, pero los ricos se las ven y se las desean, solos o con su chófer, para aparcar sus  berlinas donde tienen que detenerse para sus importantes cometidos. A los pobres les basta  con una ropita de quita y pon; los ricos, por el contrario, tienen que quitarse y ponerse  constantemente variados y sofisticados trajes, calzado y complementos, para estar a la  altura de su altísima misión, negocios o representación.

De manera que pretender definir las necesidades de los pobres e insistir en "priorizarlas"  como tanto se dice resulta un camelo de tomo y lomo. Si de verdad nos interesan los  pobres, hay que partir del lo que son: empobrecidos. Y si queremos determinar las  necesidades, hay que empezar por establecer que se trata de necesidades humanas, no de  las exigencias, de la desfachatez o de la imbecilidad parásitas a ciertos hombres, aunque se  disimulen como rasgos culturales. Pues la cultura, que es el resultado de la interacción del  hombre en el mundo, ha integrado la inteligencia y la desfachatez e injusticia de los  hombres. Que los representantes del pueblo moran en mansiones, mientras los pobres (el  pueblo) viven en colmenas mínimas, es, ciertamente, un rasgo cultural, pero no deja de ser  una injusticia como la copa de un vino.

Por eso Cáritas, expresión y conciencia de la caridad de la Iglesia, ha optado como lema  de la campaña por la frase de Juan Pablo II: "compartir lo necesario". Pues resulta evidente  que las necesidades, desatadas por la injusticia y el egoísmo, van por delante de las  posibilidades de todos, de tal modo que nunca nos sobra nada. Al contrario, cuanto más se  tiene, más en falta se echa lo que aún no se tiene y se desea tener.

Compartir lo necesario supone renunciar voluntariamente a la satisfacción de muchas  necesidades "impuestas" por la moda y la injusticia cultural, en favor de las necesidades  verdaderamente humanas sancionadas en la Declaración Universal de los Derechos  Humanos. Más aún, debería obligarnos a revisar la noción de "necesidad" asignada a  ciertas exigencias endémicas de un sistema injusto. En este sentido, Juan Pablo II, en el  famoso número 31 de la encíclica "Preocupación por la cuestión social" y en línea con la  tradición de la iglesia (desgraciadamente no generalizada en lo clerical y jerárquico), invita  a la reflexión sobre "lo superfluo" en el culto cristiano. Una peligrosa lógica llevó a sentenciar  que "lo mejor para Dios"; pero está por ver y demostrar que el culto y su parafernalia sea  mejor para Dios que sus hijos y sus necesidades, o sea, los hombres. 

Esa sibilina lógica pudo crear catedrales suntuosas y amontonar tesoros artísticos en la  cristiandad en otras épocas. Y habrá que revisarlo a la luz de la invitación del Papa, que  coincide plenamente con la invitación de Jesús en el evangelio. Pero sigue siendo sibilina la  lógica que hoy erige edificios suntuosos en la Banca, en las dependencias de la  Administración y en Juegos Olímpicos o Exposiciones universales en virtud de otros credos  aunque se camuflen de políticos o de prestigio (engaño) internacional. Como habría que  reflexionar seriamente sobre el despilfarro homicida en esa falsa lógica con la defensa  nacional, regional y occidental u oriental, como una necesidad prioritaria de los Estados  modernos y democráticos.

(LUIS G. ·BETES-L._DABAR/89/29)


9. D/PADRE/LITURGIA:

Padrenuestro, la plegaria por excelencia de la Iglesia. La más conocida y repetida por el pueblo y enseñada personalmente por el mismo Jesús. Es la oración que resume todo el Evangelio, la más perfecta de todas las oraciones. Las primeras comunidades recitaban tres veces al día el Padrenuestro. La Iglesia la recita tres veces al día en sus celebraciones litúrgicas cotidianas, a saber: en la Eucaristía y al concluir la oración de Laudes y vísperas. Algunos bautizados quizá nunca la han rezado porque la desconocen; otros la aprendieron en su infancia y, luego, la olvidaron; no faltan quienes la rezan mecánicamente, masticando las palabras y sin espíritu, y hay otros que la recitan con fervor y devoción todos los días. Que no pase ningún día sin rezar la oración del Padrenuestro con los mismos sentimientos con que la recitó Jesús.

Dios Padre en la Plegaria de la Misa 

Con ánimo de cooperar a esta meditación comunitaria de toda la Iglesia sobre el misterio de Dios Padre, parece oportuno dedicar unas cuantas líneas a manifestar su cercanía en la celebración eucarística, concretamente en su corazón y centro que es la plegaria eucarística.

Desde los textos litúrgicos de las primeras comunidades cristianas se descubre en la Iglesia un deseo de seguir fielmente a Cristo en todas sus actitudes y, de un modo especial, en su constante referencia al Padre, del que se sabía proveniente y hacia el cual tendía todo su ser. Así, la norma más antigua manda que la oración litúrgica se dirija al Padre por medio del Hijo y bajo la acción del Espíritu Santo.

Acercarnos a la plegaria eucarística supone entrar en una dinámica sacramental en la que nos encontramos no sólo con una oración de la Iglesia sino con una "acción divina". De aquí viene que a la primera parte de tal plegaria se le llame Prae-f- actio, es decir, lo que está antes de la acción. En esa acción divina está presente la Santísima Trinidad, pero destaca la presencia del Padre que, como destacó la autoconciencia de Cristo, es el origen y la meta de todo lo existente. Pasamos al detalle siguiendo un orden temático.

Todo dirigido a Él

Comienza la plegaria con una acción de gracias por todos los beneficios de salvación que ha recibido la Iglesia y lo hace con palabras que presentan al Padre como destinatario de la mismas: ... es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. La fórmula verbal que se dirige al Padre será la constante a lo largo de la plegaria e, incluso, el canto escatológico del Santo tiene como destinatario el mismo Dios Padre.

El mismo relato de la cena -la consagración- no está dirigido a la asamblea, como algunos celebrantes suponen, sino toda su redacción es una narración que se presenta al Padre como recordándole lo que hizo su Hijo en la Ultima Cena.

Cuando llega el momento de explicitar la dimensión sacrificial u ofertorial de la eucaristía, los textos dicen claramente que la Iglesia se apropia del sacrificio de Cristo, representado sacramentalmente en el Pan y en el Cáliz eucarísticos, y lo ofrece precisamente al Padre. Con su característica sencillez nos lo dice la segunda plegaria: Así, pues, al celebrar ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrecemos Padre, el pan de vida y el cáliz de salvación. En el Canon romano encontramos esta preciosa expresión: Que esta ofrenda sea llevada a tu presencia, hasta el altar del cielo Más claro es este movimiento ascensional de la plegaria eucarística en las llamadas intercesiones en las que la Iglesia pide por los vivos y los por difuntos.

Como colofón de la plegaria eucarística nos encontramos con la doxología final. Expresa maravillosamente el movimiento trinitario de todo lo que se ha realizado anteriormente, pero, una vez más, aparece como meta final la persona del Padre. Recordemos el texto: Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

Del Padre procede todo 
Lo dicho en el párrafo anterior puede dar la impresión de que la Iglesia se siente muy segura a la hora de dirigirse al Padre como quien tiene mucho que dar. Pero la realidad es muy otra si nos fijamos en las otras partes de la plegaria eucarística en las que se resalta que todo viene del Padre. Así, antes de atreverse comenzar el relato de la consagración, toda asamblea celebrante se siente absolutamente pobre y se dirige al Padre pidiendo que envíe el Espíritu Santo como lo dice la segunda plegaria: te pedimos que santifiques estos dones con la efusión de tu Espíritu, de manera que sean para nosotros Cuerpo y Sangre de Jesucristo, nuestro Señor.

En el mismo momento de ofrecer el sacrificio eucarístico las plegarias eucarísticas expresan el convencimiento de que lo ofrecido ha sido previamente dado por el mismo Padre. Así lo expresa el venerable Canon romano: Te ofrecemos, Dios de gloria y majestad, de los mismos bienes que nos has dado. La plegaria tercera completa esta expresión de reconocimiento del don del Padre diciendo: Reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad...

Todo es don del Padre e incluso que sea fructuoso el encuentro eucarístico con el Hijo como reza la segunda plegaria: Te pedimos humildemente que el Espíritu Santo congregue en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo. Está claro que la Iglesia reconoce en la Eucaristía un don del Padre pues, en realidad, en el altar se nos entrega al Hijo a quien el Padre, por amor, entregó al mundo.

Antonio-Luis-Mtnez
Semanario "Iglesia en camino"


10. DIOS/TERNURA

Un Dios entrañable A muchos les parece una falta de respeto hablar de Dios destacando su ternura. Piensan que son otros los rasgos que hay que poner de relieve, sobre todo aquellos que muestran la infinita distancia que hay entre Él y nosotros. Lo piensan, naturalmente, de buena fe, para preservar a Dios de cualquier manipulación que lo convierta en un juguete a nuestro antojo. Pero se equivocan alejando tanto a Dios y negándose a reconocer que es un Padre entrañable, lleno de amor hacia sus hijos. De ese modo lo único que consiguen es que se le vea distante e inaccesible, como un ser anónimo y lejano; que quede velado el verdadero rostro de Dios y que muchos hombres y mujeres le teman y desconfíen de Él y lleguen, incluso, hasta negarle e ignorarle. Sólo el Dios de Jesucristo, que es íntima ternura, puede provocar interés y hacer que este mundo autosuficiente descubra su necesidad y busque su calor. En este año de gracia, dedicado al Padre, no hemos de tener miedo en ahondar en los rasgos que muestren la "debilidad" de Dios hacia los hombres. No importa que rompamos moldes, como los rompió Jesús al decirle Abba ("papaíto"), o como los rompió San Juan, al decir que "Dios es amor". No es nada atrevido decir, como Juan Pablo I, que "Dios es madre que nos mima, si estamos enfermos", porque sólo con un Dios vivido y mostrado así nuestro mundo volverá a la casa del Padre. En cualquier caso no diríamos nada nuevo, porque ya para los hombres y mujeres del Antiguo Testamento "Dios tiene entrañas de misericordia".
Amadeo Rodríguez Magro

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Queremos adentrarnos en la contemplación y el conocimiento de las entrañas del Padre Dios, el Padre de la misericordia , el Padre del amor: "Dios es amor". Y hemos de sentirnos urgidos a beber de su fuente de amor y misericordia, de convertirnos en instrumento de su amor, haciendo que nuestras vidas sean signos que testimonien su amor y su solidaridad con los pobres. Desde su amor compasivo, manifestado en toda la historia de la salvación, hemos de sentir con Jesús la llamada a "evangelizar a los pobres" y a dejar que los pobres nos evangelicen.

El Dios de la misericordia Y si el Dios en el que creemos se manifiesta como el Dios de la misericordia, un Dios que se reveló en Jesús de Nazaret en forma de servicio, de humildad y de humillación, de entrega y donación a Dios y a los hermanos, nuestra Iglesia de Mérida-Badajoz no puede hacer otra cosa que prolongar el testimonio de Jesús, haciendo presente en nuestros ambientes el misterio desbordante y misericordioso de Dios. De ahí que sea necesario hacer ese discernimiento eclesial que nos permita saber cómo hoy nuestra Iglesia tiene que presentarse en la realidad concreta de esta región extremeña para ser fiel al Dios de Jesús. Por eso, han querido nuestros obispos que celebremos, en este año de la caridad, un congreso en donde reflexionemos eclesialmente sobre cuáles son los desafíos que la pobreza nos presenta a nuestra acción evangelizadora. En esta fidelidad al Padre de la misericordia, al Padre del Amor y la Liberación, y a la situación concreta de los pobres y excluidos de nuestra región y del mundo, hemos de reflexionar y debatir juntos cómo visibilizar hoy el amor y la justicia en estas tierras, cómo hacer que las Iglesias de las tres diócesis extremeñas sean Iglesias samaritanas y compasivas en medio de unos hombres y mujeres que aspiran a vivir con dignidad, a salir de situaciones que, como presenta el informe Foessa, a veces "claman al cielo". Es el Espíritu quien nos invita y nos empuja a rastrear los signos de los tiempos, a fin de buscar comunitariamente cómo hacer vivas aquellas palabras de Jesús, que resumen su enseñanza sobre Dios y los hombres, sobre lo que es el comportamiento de Dios y lo que debe ser nuestro comportamiento eclesial en pueblos, barrios y ciudades: Sed misericordiosos como vuestro Padre del cielo es misericordioso. (Lc 6, 36). La misericordia "no busca lo que es suyo" (1Cor 13,5). La justicia da a cada uno lo suyo, la misericordia renuncia a lo que es suyo. La misericordia da y no reclama nada a cambio, da y no exige correspondencia, da y no espera gratitud. La misericordia no pide a cambio ni siquiera una respuesta de amor. La misericordia no busca otra cosa que el mayor bien de los demás. Ama con absoluto desinterés, vaciado de toda codicia personal.

Vivir en gratitud Vivir con misericordia es vivir en gratuidad como vivió Jesús el amor. Él es el Buen Samaritano que, en su itinerario de Siervo no sólo atiende al hombre herido, sino que da su vida por salvarle. Él, lleno de compasión, vive en el amor total, amor gratuito y generoso. Toda la vida de Jesús como el hijo del Hombre que no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos (Mc 10, 45) y la invitación a seguirle, tiene su expresión concreta en la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37): Anda, haz tú lo mismo. El cristiano es, pues, el que interioriza el sufrimiento ajeno de tal modo que este sufrimiento interiorizado se hace parte de él y se convierte en principio interno, primero y último, de su actuación. Por eso, Jesús proclama que son Dichosos los misericordiosos (MT 5, 7), los que siempre actúan con misericordia (cf. Mt 25, 31-46). Con esta misericordia y gratuidad es con la que ha de actuar nuestra Iglesia en Extremadura. Ha de ser la Iglesia que sale de sí misma para ir al camino en el que se encuentran los heridos, la que se ofrece y entrega en un servicio y amor gratuito, desinteresado. De ahí que ante esta región sencilla, con grandes avances en los últimos años, pero también con altos índices de pobreza y marginación, la gratuidad del amor cristiano como una constante comunitaria es el mejor signo de la verdadera evangelización, ya que "como Dios nos amó con amor gratuito, así los fieles han de vivir preocupados por el hombre mismo, amándole con el mismo movimiento con que Dios lo buscó (AG 12). Nuestra Archidiócesis, y en ella las comunidades parroquiales, los religiosos, movimiento y asociaciones laicales, hemos de trabajar, progresiva e incansablemente, para que la Iglesia se manifieste como una Iglesia samaritana, que abraza a todos los afligidos, reconociendo en los pobres y en los que sufren la imagen de su Fundador, pobre y paciente, sirviendo en ellos a Cristo (cf. LGF 8). Por tanto, la actuación, el mensaje y el ser de una Iglesia auténtica consiste en ser, aparecer y actuar como una Iglesia-misericordia; una Iglesia que siempre y en todo es, dice y ejercita el amor compasivo y misericordioso hacia el miserable y el perdido, para liberarle de su miseria y de su perdición. (Comisión Episcopal de Pastoral Social, La Iglesia y los pobres, n. 11).

Servir con humildad La comunidad cristiana nacida del amor misericordioso de Dios Padre ha de ser la Iglesia de la misericordia, o Iglesia samaritana, que ama a cambio de nada. Sólo así, además, está en disposición de ser el guardián del hermano (Gen 4, 6), a saber, de servir con humildad y firmeza a la causa íntegra del hombre, tutelándola más allá de lo que permiten un ordenamiento jurídico o un régimen asistencial que, incluso funcionando eficazmente, nunca podrán garantizar a los "pequeños" de este mundo la dosis de afecto que todo ser humano precisa como salvaguarda de su vida y que constituye el milagro del amor interpersonal. Pidámosle al Espíritu que este congreso de la Iglesia en Extremadura sea un verdadero "Kairos", una gracia que nos ayude a irradiar el amor y la misericordia a los que más lo necesitan, a los "pequeños", esto es, a los despojados, los marginados, los humillados y ofendidos, los enfermos. La ya tópica "opción preferencial por los pobres", lejos de ser una ocurrencia de última hora para conferir al cristianismo un barniz "socializante", es un momento constitutivo de su ser y su actuar.

Francisco Maya Maya Vicario de Evangelización


11. ENVEJEZCO

ENVEJEZCO: cuando me cierro a las nuevas ideas y me vuelvo radical.
ENVEJEZCO: cuando lo nuevo me asusta y mi mente insiste en no renovarse.
ENVEJEZO: cuando me vuelvo impaciente, intransigente y no consigo dialogar.
ENVEJEZCO: cuando mi pensamiento abandona su casa y retorna sin ninguna renovación.
ENVEJEZCO: cuando me preocupo mucho y  después me culpo por no haber tenido motivos para preocuparme.
ENVEJEZCO: cuando pienso demasiado en mí mismo y me olvido por completo de los demás. 
ENVEJEZCO: cuando pienso en usar  ya anteojos y el precio que tengo que pagar tan alto, y me insistan en usarlo. 
ENVEJEZCO: cuando tengo un chance de amar y de ahí  mi corazón se pone a pensar:
"Será que vale a pena correr el riesgo de darme ? ¿Será que me van a  compensar ?"
ENVEJEZCO: cuando permito que el cansancio y el desaliento habiten en mi alma y me lamento.
ENVEJEZCO: en fín, cuando dejo de luchar...
Bien, llegué a la conclusión que no quiero envejecer....