ESPIRITUALIDAD PARA EL NUEVO MILENIO
Siete pautas para seguir a Cristo hoy

 

Por Monseñor Robert F. Morneau,
Obispo auxiliar de Green Bay, Wisconsin

 

san Agustín se refiere a Dios en sus "Confesiones" como la Belleza, siempre antigua, siempre nueva. Hay algunas cosas en la vida que reúnen al mismo tiempo las cualidades de novedoso y añejo: El sol de la mañana, el amor humano, el misterio de la muerte, el nacimiento de un bebé. No hay nada nuevo en ellas, nada maravillosamente original; tampoco nada viejo, nada extrañamente antiguo.

 ¿Habrá una única espiritualidad para el nuevo milenio? ¿Hubo una espiritualidad especial durante los últimos 1000 años? Sí y no.

La espiritualidad implica una respuesta consciente por parte del ser humano a la acción de Dios en determinadas circunstancias. En pocas palabras espiritualidad es escuchar y responder, ser obediente y generoso, decir sí a un Dios que nos visita regularmente.

Nuestra respuesta generosa a la llamada de Cristo para llevar a cabo obras de amor y misericordia, es ciertamente una buena manera de decir sí a Dios, cuyo Espíritu permanece vivo entre nosotros. Aquí tienes 7 nuevas, y a la vez viejas, obras de amor y misericordia que nuestra vocación de discípulos puede exigir.

 

1 – Sé un administrador responsable.

San Pablo nos dice que somos administradores de los misterios de Dios. Toda vida nos es dada para que la cuidemos. Toda la creación es parte de este jardín nuestro que debemos cultivar. Una espiritualidad madura es inclusiva y responsable. Dios no solo nos ha dado talentos sino que también nos ha agraciado con tiempo y tesoros. ¿Le hemos devuelto a Dios una porción de todo esto en aquellos que padecen necesidad?

El materialismo y el consumismo son realidades generalizadas. A la Codicia parece irle muy bien en un mundo en el cual miles mueren diariamente de desnutrición mientras los deportistas reciben contratos multimillonarios. Hay valores sesgados que parecen primordiales cuando países con economías precarias derrochan billones de dólares en gastos militar. Algo no funciona.

La espiritualidad reta tanto a cada persona y como a una nación entera a ser totalmente responsables de cultivar y compartir sus numerosos talentos. Desde el punto de vista de la fe, nada nos pertenece. Todo pertenece a Dios y nosotros somos esencialmente depositarios de estos bienes. Una nueva espiritualidad llama a un cambio en nuestra identidad, para pasar de considerarnos propietarios a ser administradores. Esta conversión psíquica y moral no es una transición fácil. Continuamos viviendo con la ilusión de creer que esto "es mío". La muerte sin embargo, nos deja bien claro que dejamos este mundo tan desnudos como el día en que llegamos a él; nunca se ha visto un camión de mudanzas detrás de un coche fúnebre.  

A menos que tomemos conciencia de nuestra identidad de administradores, nuestro nuevo milenio se caracterizará por una distribución de la riqueza y la pobreza todavía menos equitativa que en el anterior. Y, por supuesto, semejante situación de desigualdad engendrará guerras. Una buena administración es cuestión de vida o muerte. 

 

2 – Equilibra tu interioridad con una preocupación por lo que pasa fuera

Una de las grandes contribuciones de la Espiritualidad Cuáquera es su insistencia en que vivimos en un silencio re-creador (interiorización -vida desde el centro) y que particularizamos la misericordia y ternura de Dios al adoptar un compromiso concreto.

Entramos en este milenio a la carrera. Somos una civilización pragmática cargada de prisas y hostilidad. Reducir la velocidad, entrar en el silencio, vivir en la profundidad de nuestra alma es algo bastante extraño para la mayoría de la gente.

Nuestros sentidos de la dignidad y el valor están basados en logros: diplomas, dinero, posición, prestigio, posesiones. El ocio, en su sentido de re-creación (crearse de nuevo) es raro. Incluso nuestros deportes y juegos alcanzan un nivel de competición tan alto que se transforman en trabajo. 

Se necesita urgentemente silencio, un rico silencio interior que oye las cosas profundas de la vida, el misterio de Dios habitándonos. No es una disciplina narcisista. Todo lo contrario: de la relación personal y el dialogo con Dios, la gente es enviada a la misión de asistir a aquellos que padecen necesidad. Se nos dará una conciencia de un problema a la que muchos otros despertarán. Entonces este mundo frágil y cansado será devuelto al silencio para ser sanado y renovado.

 

3 - Entra en un diálogo honesto y permanente con la cultura.

Cuando la comunicación se hace superficial, una relación se empieza a ajar y muere. El mensaje del Evangelio, La Buena Noticia de Jesús, tiene que ser dirigido a toda una variedad de culturas, cada una de las cuales tiene su propio vocabulario, imágenes, valores, rituales, códigos de conducta, arte y entendimiento de la vida. Sólo a través de un diálogo honesto y continuo puede darse un entendimiento mutuo.

Un elemento clave en la espiritualidad es la creencia de que el Espíritu Santo sopla dónde el Espíritu desea. Es por eso que, estando en diálogo con diversas culturas, es de gran importancia que los evangelizadores reconozcan como ha estado el Espíritu presente y operativo en una cultura antes de que llegara el Evangelio. Por supuesto, en cada cultura hay pecado y oscuridad; hay valores y comportamientos contrarios al camino del discipulado. Pero, antes de criticar, es de sabios afirmar la presencia de Dios. No se necesita ni más ni menos que el don del discernimiento.

El centro del mensaje evangélico -el amor y la misericordia de Dios puestos de manifiesto en Jesús a través de las obras del Espíritu- exige encarnación. El Cristianismo toma prestado de una cultura especifica su lenguaje, música y arte como elementos de encarnación y diálogo. La Fe, un don precioso, debe ofrecerse a las personas en modos inteligibles y llenos de sentido. Esta adaptación no debería ni diluir nuestra creencia ni confundir a los fieles. 

 

4 -  Utiliza la tecnología como un medio y no como un fin en sí mismo

A veces es conveniente recordarles a los miembros de las Sociedades Gastronómicas que la comida no es un fin en sí misma sino una forma de mantener el cuerpo en buena salud. A los cambistas hay que hacerles el mismo recordatorio: el dinero es para la gente, no al revés. Jesús tuvo que tratar con la confusión de la gente respecto al Sabbath. No debe convertirse en un ídolo y ganar una falsa autonomía.

La tecnología es una fuerza poderosa hoy en día. Es una posesión que fácilmente puede poseernos a su vez, dejándonos sin libertad y dominados por su seductor estímulo y promesa de control. La gente se pierde en Internet. La televisión puede convertirse en una adicción. (Los americanos de unos 50 años han pasado 9 años - casi un quinto de sus vidas- frente a un televisor. Tal inversión entre medios y fines nos lleva a la confusión, el caos y el mal.

La Espiritualidad se relaciona con el orden y la paz. Es una forma de vida que trata de poner lo realmente importante en primer lugar, clarificar medios y fines, discernir cómo las maravillas de la tecnología pueden ser utilizadas para humanizar nuestra vida y acercarnos más a Dios. No debemos temer a la tecnología, más bien tenemos la obligación de usarla apropiadamente en nuestro misión de evangelizadores. No saber usar este medio poderoso trae sobre nosotros la justificada acusación de negligencia. Si San Pablo estuviera vivo hoy, ¿acaso no saldría en televisión y enviaría sus epístolas vía Internet?

La tecnología, no obstante, también lleva aparejadas una serie de deficiencias en el trabajo evangelizador. El contacto personal a menudo se pierde, y la multiplicidad de mensajes y estímulos puede ser tan abrumadora que nos deje exhaustos. Un diálogo abierto, tan importante y presente en la formación religiosa, con frecuencia brilla por su ausencia.

Con todo, la tecnología es un instrumento poderoso y debe ser entendida y usada apropiadamente para difundir la fe.

 

5 - Abraza el Misterio.
Busca la sabiduría

Albert Schweitzer (1875-1965), filósofo alemán, físico y humanista, afirmó que el más alto conocimiento que se puede alcanzar es la conciencia de que estamos rodeados de misterio. Yo diría, más bien, que estamos envueltos y sostenidos por el misterio. La explosión del conocimiento ha sido y sigue siendo extraordinaria. En todos los campos -ciencias físicas, ciencias sociales, humanidades, filosofía, teología- hay tal sobreabundancia de nuevos materiales que a veces ni siquiera los expertos pueden mantenerse al día de los cambios.

Un destacado reumatólogo, de una humildad inusual, admitía que la información actual en su campo está solamente arañando la superficie. Una doctora en matemáticas decía, después de haber estado diez años fuera de su área haciendo trabajos administrativos, que para entrar de nuevo en el mundo de las matemáticas tendría que volver a la escuela.

La Espiritualidad trata del misterio de Dios y la Creación, del misterio de la persona humana y de la comunidad, del misterio de la oración, la ascética y el ministerio. Andamos aquí con pies de plomo y gran cautela. Nuestro lenguaje es siempre inadecuado para expresar la realidad de las cosas; nuestra comprensión finita se humillada ante el infinito y eterno Dios.

Uno de los desafíos centrales es ver la inmensidad del lado oscuro del ser humano -sus guerras y demonios- mientras contemplamos el infinito mar de la luz, la vida y el amor de Dios. Recuperar todo el simbolismo de la Cruz, un signo del amor extravagante de Dios y de la maldad humana, va a resultar esencial. El poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe acertó en 1812 al decir: "No saber esto, morir y resucitar así, en la ignorancia, es como habitar permanentemente en las tinieblas.

La sabiduría debe ser buscada si queremos morar en el misterio.

 

6 -  Vive sencillamente; encuentra el centro.

Con gran movilidad y rapidez, con una plétora de ideologías y estilos de vida, con el rechazo a la autoridad y la exaltación de la libertad, entramos en este nuevo milenio en un torbellino de actividades y opiniones contradictorias. ¿Cómo conseguir un corazón íntegro, saber lo que es verdaderamente necesario, vivir en el centro de la vida y experimentar la simplicidad? Algunos, como el paleontólogo Loren Elseley (1907-1977), ven la vida demasiado compleja y rechazan la posibilidad de alcanzar la sencillez.

Escapar a un monasterio puede parecer la salida de esta carrera de locos, a pesar de que vidas como la de Thomas Merton y otros monjes indican que la simplicidad es un don esquivo. O lo encontramos dentro de nosotros o no lo encontraremos en ningún sitio.

La sencillez es un asunto del corazón. Es vivir profundamente el momento presente, rechazando ser influenciado por el pasado (con su posible amargura o remordimiento) o por el futuro (con su miedo y ansiedad potenciales). La sencillez es jerarquizar el valor de la vida según unas prioridades, vivir en la verdad de las cosas, permanecer con los ojos fijos en la presencia orientadora e interior de Dios.

Toni Morrison en su reciente novela "Paraíso" habla de las tres "d" que llevan a la perdición: el desorden, dejarse conducir por la mentira e ir a la deriva (y la peor de todas es ir a la deriva). He aquí los asesinos de la simplicidad y los padres de una complejidad insana y una existencia caótica.

María, sentada a los pies de Jesús, experimentó lo único necesario. Seguramente al día siguiente tuvo que ir de nuevo a hacer la compra y la colada pero su corazón, incluso al realizar estas actividades, estaba centrado. El núcleo de cada individuo y de cada comunidad es un refugio de la gracia y del mismo Espíritu que lo habita. Ofrecer hospitalidad y cortesía a Dios, y estar convencidos de su gran valor central nos pone en el camino de experimentar la simplicidad. Sin ello vamos a la deriva, atrapados por los vientos y engaños de la complejidad, perdidos en el cosmos.

 

7 - ¡Recupera la alegría!

Salimos del siglo XX asustados. A pesar de todo el "progreso" y el optimismo en la ciencia, la educación y la tecnología, nuestro historial anota 100 millones de vidas arrebatadas o destrozadas por las guerras y la opresión política. No deberían sorprendernos a tristeza generalizada, la melancolía y la desesperación. El planeta tierra se ha convertido en un campo de exterminio y los campos de concentración son un símbolo de nuestra inhumanidad.

Esto sólo es una parte. Millones de personas han hecho y siguen haciendo muchas cosas buenas. Los hambrientos son alimentados, los sin techo son acogidos, los extranjeros son bienvenidos. Los actos de bondad nos dan alegría y mantienen la esperanza. Surge una frescura y una vitalidad mucho más profundas que las corrientes de oscuridad y muerte. Nuestro desafío está en creer que la comunicación entre personas es más profunda que la alienación y en actuar con energía para ser alegres trabajadores por el entendimiento y el amor en un mundo frágil, roto e imperfecto.

Ahí reside la alegría, en el compartir la luz, el amor y la vida de Dios. Esta alegría no es un estado pasajero, sino una cualidad permanente. Es una alegría que nadie puede arrebatarnos pero que podemos perder si volvemos a la oscuridad, a la indiferencia, al odio. Una joya tan preciosa de la gracia de Dios debe ser protegida, alimentada, defendida, cuidada y compartida.

San Juan de la Cruz, habla de "la mirada amorosa de Dios". No puede ser de otra manera, ya que Dios es Amor. Esta mirada puede parecer una mirada de cólera a los pecadores, pero ese no es el caso. La mirada de Dios es siempre misericordiosa y llena de cariño. La fuente de nuestra alegría es tan constante como la mirada de Dios. El poeta inglés William Blake (1757-1827) sabía que la pregunta que planteaba en su poema "El tigre" acerca de Dios mirando al tigre y al cordero recibió una respuesta afirmativa: ¿Sonreía (Dios) viendo su trabajo/ ¿Quién hizo al cordero te hizo también a ti (el tigre)?

Podemos dar una respuesta afirmativa a Dios escuchando y respondiendo a su llamada. Al hacerlo invocamos a nuestra propia espiritualidad, que nos alimentará para continuar el camino de Dios en este nuevo milenio.