Siete hábitos diarios de personas apostólicas santas
Padre C. John McCloskey, III, STD
Prelatura del Opus Dei y Director del Catholic Information Center de la
Archidiócesis de Washington (EE.UU.).
Estas leyendo esto porque estas interesado en tomar tu vida espiritual más
seriamente de ahora en adelante. Aceptar de corazón uno de los puntos clave
del Concilio Vaticano II: la importancia de la doctrina de la llamada
universal a la santidad. También conoces que Jesús es el único camino a la
santidad "Yo soy el camino, la verdad y la vida." El secreto de la santidad es
la oración constante la cual puede ser definida como el continuo contacto con
la Santísima Trinidad "reza siempre y sin desfallecer" (Lc. 18:1). Hay varios
caminos para llegar a conocer a Jesús. Nosotros vamos a hablar brevemente
sobre algunos de ellos en este artículo. Si quieres llegar a conocer, amar y
servir a Jesús de la misma forma que aprendes a amar y enamorarte de otras
personas: tu esposa, miembros de tu familia y amigos íntimos, por ejemplo,
pasando un tiempo considerable con él en forma regular y, en este caso
básicamente ! todos los días. El retorno, si lo haces, es la única verdadera
felicidad en esta vida y la visión de Dios en la próxima. No hay sustituto a
esto.
La santificación es un trabajo de toda la vida y requiere nuestro determinado
esfuerzo para cooperar con la gracia santificante de Dios que viene por medio
de los sacramentos.
Los siete hábitos diarios que propongo consisten en el ofrecimiento de la
mañana, la lectura espiritual (Nuevo Testamento y un libro espiritual sugerido
por tu director espiritual), el Santo Rosario, la Santa Misa y Comunión, al
menos quince minutos de oración mental, la recitación del Angelus al mediodía
y un breve exámen de conciencia por la noche. Estos son los principales medios
para alcanzar la santidad. Si eres una persona que quiere llevar a Cristo a
otros a través de la amistad, estos son instrumentos con los cuales
almacenarás la energía espiritual que te permitirá hacerlo. La acción
apostólica sin los sacramentos, volverá ineficaz una sólida y profunda vida
interior. Puedes estar seguro que los santos incorporaron por uno u otro
camino todos estos hábitos en su rutina diaria. Tu objetivo es ser como ellos,
contemplativos en medio del mundo.
Quiero remarcar varios puntos antes de examinar los hábitos. Uno, recuerda que
el crecimiento en estos hábitos diarios son como una dieta o un programa de
ejercicio físico es un trabajo de proceso gradual. No esperes incorporar los
siete o aún dos o tres de ellos en tu agenda diaria inmediatamente. No puedes
correr una carrera de cinco kilómetros si antes no te has entrenado. Tampoco
puedes tocar a Liszt a la tercera clase de piano. Esta prisa te invita al
fracaso, y Dios quiera que tengas éxito tanto en tu ritmo como en el Suyo.
Debes trabajar cercanamente con tu director espiritual y gradualmente
incorporar los hábitos a tu vida en el período de tiempo que corresponda a tu
particular situación. Puede ser el caso que por las circunstancias de tu vida
se requiera la modificación de los siete hábitos. Segundo, al mismo tiempo tu
debes hacer el firme propósito, con la ayuda del Espíritu Santo y tus
especiales intercesores, para hacer de ellos la prioridad de tu vida - más !
importante que comer, dormir, trabajar y descansar -. Quiero aclararte que
estos hábitos no se pueden adquirir a las corridas. Ese no es el modo que
nosotros queremos tratar a los que amamos. Ellos deben hacerse cuando estemos
más atentos durante el día en un lugar en silencio, y sin distracciones donde
sea fácil ponerse en presencia de Dios y estar con Él. Después de todo, ¿no es
más importante nuestra vida eterna que nuestra vida temporal? Todo esto
redundará al momento de nuestro juicio como una cuenta de amor a Dios en
nuestro corazón. Tercero, quiero dejar en claro que vivir los hábitos no es
pérdida de tiempo. No estas perdiendo el tiempo en realidad lo ganas. Nunca
conocerás una persona que viva todos ellos diariamente que sea menos
productiva como trabajador o peor esposo o que tenga menos tiempo para sus
amigos o no pueda cultivar su vida intelectual. Todo lo contrario, Dios
siempre recompensa a los que lo ponen a él primero. Nuestro Señor multiplicará
asombrosamen! te tu tiempo como multiplicó los panes y los peces y dió de
comer a la multitud hasta saciarse. Puedes estar seguro que el papa Juan Pablo
II, la Madre Teresa o San Maximiliano Kolbe rezan o han rezado mucho más que
la hora y media que se sugiere en estos hábitos repartidos a lo largo del día.
Primer Hábito
El primer hábito es el ofrecimiento del día por la mañana, cuando te
arrodillas y utilizando tus propias palabras o una fórmula, ofreces todo tu
día a la gloria de Dios. Lo que no es simple es lo que sucederá antes del
ofrecimiento. Como el fundador del Opus Dei indica ¨Véncete cada día desde el
primer momento, levantándote en punto, a la hora fija, sin conceder ni un
minuto a la pereza¨.
Si, con la ayuda de Dios, te vences, tendrás mucho adelantado para el resto de
la jornada.
¡Desmoraliza tanto sentirse vencido en la primera escaramuza! (Camino, 191)
En mi experiencia pastoral, quien puede vivir el "minuto heroico" en la mañana
y, a la noche va a la cama en el tiempo previsto, tiene la energía física y
espiritual a lo largo del día para parar lo que esté haciendo para cumplir los
otros hábitos.
Segundo Hábito
El segundo hábito es por lo menos quince minutos de oración en silencio.
Puedes agregar otros quince minutos extras en otro momento del día. Después de
todo, ¿Quien no desea pasar más tiempo con tan excelente compañía? La oración
es una conversación uno a uno, directa con Jesucristo, preferentemente frente
al Santísimo Sacramento en el Sagrario. Esta es tu hora de la verdad o tu
momento superior. Si lo deseas puedes abrirte y hablar acerca de lo que está
en tu mente y en tu corazón. Al mismo tiempo adquirirás el hábito de escuchar
cuidadosamente y meditar como otra María (Lc. 10.38-42) para ver que es lo que
Jesús te está pidiendo y que te quiere dar. Es aquí que nosotros comprendemos
su dicho "Sin Mí, nada pueden hacer."
Tercer Hábito
El tercer hábito son quince minutos de lectura espiritual que usualmente
consistirá en unos pocos minutos de sistemática lectura del Nuevo Testamento
para identificarnos con la Palabra y acciones de nuestro Salvador y el resto
del tiempo en un libro clásico de espiritualidad católica recomendado por tu
director espiritual. Decía el Beato Josemaría Escrivá "No dejes tu lección
espiritual. La lectura ha hecho muchos santos" (Camino 116). En cierto
sentido, es el más práctico de nuestros hábitos porque con su práctica a
través de los años leeremos varias veces la vida de Cristo y adquiriremos la
sabiduría de los santos y de la Iglesia junto con la lectura de docenas de
libros los cuales enriquecerán nuestro intelecto. También podremos poner las
ideas allí expresadas en acción.
Cuarto Hábito
El cuarto hábito es participar en la Santa Misa y recibir la Santa Comunión en
estado de gracia. Este es el hábito más importante de todos los siete (cfr. Jn.
6, 22-65). Ella debe estar muy en el centro de nuestra vida interior y
consecuentemente de nuestro día. Este es el acto más íntimo posible del
hombre. Encontramos a Cristo vivo, participamos en la renovación de Su
sacrificio por nosotros y en unidad de cuerpo y alma hacia el Cristo
resucitado y nosotros mismos. Como el papa Juan Pablo II dijo en la
Exhortación Apostólica Ecclesia in America "La Eucaristía es el centro
viviente y eterno centro alrededor del cual la comunidad entera de la Iglesia
se congrega" (n°35).
Quinto Hábito
El quinto hábito es rezar cada día al mediodía el Angelus o Regina Coeli
invocando a Nuestra Santísima Madre de acuerdo al tiempo litúrgico. Esta es
una costumbre católica que se remonta a muchos siglos. Este es un hermoso modo
de honrar a Nuestra Señora por un momento, como niños recordamos a Nuestra
Madre durante el día y meditamos sobre la Encarnación y Resurrección de
Nuestro Señor el cual da sentido a toda nuestra existencia.
Sexto Hábito
El sexto hábito también es Mariano. El rezo del Santo Rosario cada día y la
meditación de los misterios, los cuales versan sobre la vida de Nuestro Señor
y Nuestra Señora. Como el Beato Josemaría señaló "El Rosario es eficacísimo
para los que emplean como arma la inteligencia y el estudio. Porque esa
aparente monotonía de implorar a Nuestra Señora, como niños con su Madre,
puede destruir todo germen de vanagloria y de orgullo" (Surco 474). El Rosario
es un hábito que una vez adquirido es difícil abandonar. Junto con la
repetición de las palabras de amor a María y el ofrecimiento de cada decena
por nuestras intenciones, nosotros tomamos un atajo hacia Jesús el cual pasa a
través del corazón de María. El no puede rechazar nada de Ella.
Séptimo Hábito
El séptimo hábito es un breve examen de conciencia por la noche antes de ir a
la cama. El santo Fundador del Opus Dei decía "Examen de conciencia. Labor
diaria. Contabilidad que no descuida nunca quien lleva un negocio. ¿Y hay
negocio que valga más que el negocio de la vida eterna? (Camino, 235). Te
sientas, pides luces al Espíritu Santo y por varios minutos revisas tu día en
presencia de Dios preguntádote si te has comportado como un hijo de Dios en el
hogar, en el trabajo, con tus amigos. También miras una particular área la
cual tu tienes identificada con ayuda de tu director espiritual quien conoce
tus necesidades para mejorar y llegar a la santidad. También puedes hacer una
rápida mirada para ver si has sido fiel en los hábitos diarios que hemos
discutido en este artículo. Luego haces un acto de gratitud por todo lo bueno
que has hecho y un acto de contricción por aquellos aspectos en los que
voluntariamente has fallado.
Luego tomarás tu merecido descanso, que te esforzarás para santificar a través
de tu diálogo interior con la Santísima Trinidad y tu madre María mientras te
quedas dormido. Si una persona honestamente mirase su día, no importa cuan
ocupado esté, (y nunca me pareció encontrarme con gente que no esté muy
ocupada a no ser que esté permanentemente retirada), puede frecuentemente
encontrar que usualmente mal gasta un poco de tiempo cada día. Piensa, ¿que
necesidad hay de una taza de café extra cuando puedes usar ese tiempo para
visitar el Santísimo Sacramento quince minutos antes de comenzar el trabajo? O
la media hora o mucho más gastada mirando programas de televisión o videos.
También es común, gastar tiempo durmiendo en el tren o escuchando la radio en
el auto cuando puede ser usado para rezar el Rosario. Como también, ¿el diario
no lo puedes leer en diez minutos en lugar de veinte dejando espacio para la
lectura espiritual?
¿Y esa comida no podría hacerse en media hora dejando espacio para la Misa? No
olvides que esta media hora es tiempo mal gastado cuando al final del día
podrías haberla usado para una buena lectura espiritual, examinar tu
conciencia e ir a la cama a tiempo para recuperar energías para las batallas
del día siguiente. La lista continúa. Puedes hacer la tuya.
Sé honesto contigo y con Dios. Estos hábitos, vividos bien, nos capacitan para
obedecer la segunda parte del gran mandamiento amar a los otros como a
nosotros mismos. Estamos en la tierra como estuvo el Señor "para servir y no
para ser servido." Esto sólo puede ser alcanzado junto a nuestra gradual
transformación en otro Cristo a través de la oración y los sacramentos.
Viviendo estos siete hábitos llegaremos a ser personas santas y apostólicas
siempre, ten por seguro, que cuando caemos en algo grande o pequeño, tenemos
siempre un Padre que nos ama y espera en el Sacramento de la Penitencia y la
devota ayuda de nuestro consejero espiritual para que volvamos a nuestro curso
correcto.