EL SERMÓN DEL HOTEL

El moderno y falso "mesías" apareció en una sala del gran Hotel. El cubierto costaba $25,000 dólares por persona. El mesías, viendo que estaban allí los suyos, abrió los labios y con palabras llenas de arrogancia y poderío, les enseñaba diciendo:

"Dichosos los ricos, porque la ciencia y las leyes se venderán a su razón.

Dichosos los agresivos, porque se comerán al mundo y desaparecerán de la faz al débil y apocado; se harán de sus posesiones y a ellos y sus familias los convertirán en sus esclavos.

Dichosos los que ríen, porque ellos serán envidiados por sus carcajadas llenas de ignominia y desamor, porque al final de sus carcajadas, estarán familias enteras llenas de hambre, de frío y niños convertidos en niños de la calle y hambrientas jovencitas, prostituyéndose en las esquinas o divirtiendo a los de su calaña en los antros.

Dichosos los que están hartos y no pasan hambre ni sed, porque serán tenidos por justos, ante la pobreza holgazana.

Dichosos los despiadados, porque nunca les alcanzará la miseria, manteniendo sus arcas llenas del derecho ajeno.

Dichosos los turbios de corazón, porque solo verán lo que les conviene y siempre tendrán a sus plantas a los serviles de corazón y ante ellos se doblará la rodilla de la hipocresía.

Dichosos los que construyen armas, porque serán llamados bienhechores de la humanidad, ya que con ellas serán derrotados los que se opongan a los designios de los poderosos del mundo.

Dichosos los que persiguen a los que luchan por la justicia, porque de ellos es el reino de la tierra y sus arcas se verán siempre llenas de posesiones despojadas a los indefensos, miserables y desvalidos.

Dichosos serán cuando hablen bien de ustedes y les asignen todas las virtudes de moda, mintiendo porque son sus amigos. Pero mas dichosos cuando censuren toda crítica contra ustedes haciendo caer todo el peso conforme a derecho aunque en ello nunca asome la justicia. Alégrense aquel día, porque habrán conseguido la máxima recompensa en la tierra; pues así lo han hecho la mayoría de los que triunfan y atesoran.

Oíste que se dijo: «Amen a sus enemigos y recen por los que les persiguen». Pero yo les digo: «ACABEN CON SUS ENEMIGOS Y NO CEDAN A LA DEBILIDAD DE ELLOS; porque si se les conmueven las entrañas, ¿Que ventaja sacarán de ello? y si los toman como seres humanos, ¿no tendrán que dejar que su sol luzca para todos?»

Oíste que se dijo: «No matarás» Pero yo les digo: «Todo el que no lleve su cólera hasta el final de su enojo, será tenido por estúpido ante ustedes» «Y si tienes algo contra tu hermano, acalla tu conciencia llevando una ofrenda al altar, mientras acaban con él tus mercenarios... y por la noche te sentirás el mas feliz de los hombres pues habrás logrado mas poder y posesiones».

«Cuando des limosnas, que pregone tu mano izquierda todo lo que está haciendo tu derecha; porque si no ¿de que te servirá la limosna que das? Antes bien, encárgate que salga al exterior y sea conocida por el mundo, así los hombres y el mundo que miran al exterior, te darán la paga y reconocerán tu filantropía».

«No atesores tesoros en tu conciencia, esos no tienen valor en el mercado ni en la bolsa, pues nunca podrás disponer de ellos. Lo que has de atesorar que sea en Bancos de tu entera confianza, donde nadie se enterará ni los conocen tus enemigos y donde ni la policía ni los jueces los podrán desaparecer ni te los quitarán»

«Nadie puede servir a dos señores, porque tendrá que estar contra el uno o contra el otro. No puedes servir a Dios y al dinero. Por eso yo les digo: "Sirvan al dinero cuya existencia y poder son mas evidentes que los de Dios y su recompensa es infinitamente mas segura"».

«Así, cuando quieras orar, di: Señor, santificaremos Tu nombre, mientras perdure nuestro reino y se cumpla nuestra voluntad en la tierra, como la Tuya en el cielo»

Cuando el falso mesías acabó de hablar, se maravillaban las gentes, porque hablaba con autoridad y tenía toda la razón del mundo pues daba confianza a sus posesiones y aligeraba sus conciencias.

 

Compara con Mateo, capítulos 5 al 7.

Fr. Nelson M.

Pd. Adaptado a partir de un texto de J. González Faus.