La autenticidad de la Sábana Santa de Turín

P. Jorge Loring, S.I.



Capítulo 1:
Trayectoria histórica de la Sábana Santa

En el Congreso Internacional de Sindonología, celebrado en Turín en octubre del 78, para conmemorar el Cuarto Centenario de la llegada de la Sábana Santa a esta ciudad, los 350 congresistas llegados de todo el mundo que allí nos reunimos, pudimos oír al historiador bizantino Georges Gharib que en el Oriente se conserva una antigua tradición cristiana que se remonta al año 200 de nuestra era según la cual, el rey Abgar de Edessa, hoy Urfa, en Armenia (Turquía), estaba leproso y se curó al recibir un lienzo con la imagen de Jesucristo. Entonces se convirtió al cristianismo. El lienzo se conservó en Edessa, en un monasterio de monjes, hasta que fue trasladado a Constantinopla por deseo del Emperador.

Esta tradición se conserva en la liturgia bizantina, que desde el año 944 celebra el 16 de agosto el aniversario del traslado de la reliquia de Edessa a Constantinopla por deseo del Emperador de Bizancio, Romano Lecapeno.

Tanto el historiador bizantino Georges Gharib como el catedrático de Historia de la Universidad inglesa de Oxford y Rector de la misma Universidad Ian Wilson, opinan que el «mandylion» de Edessa es la Sábana de Turín (1).

La Sábana estaba plegada en ocho dobleces de modo que sólo aparecía el rostro a la vista. Estuvo así doblada muchos siglos. Por eso aparecen dos rayas paralelas de los pliegues por encima y por debajo de la cabeza.

«Existe un testimonio del año 300 de Nina, la santa que llevó el cristianismo a Georgia, a quien dijo Niáforis, que la Sábana, según tradición muy antigua, proveniente de la Iglesia naciente, la había recogido inicialmente el apóstol Pedro» (2).

En 1878 en Leningrado, entonces San Petersburgo, se descubrió un manuscrito siríaco, del Siglo VI, que aseguraba explícitamente ser una copia fiel de un original más antiguo que se encontraba en los archivos reales de Edessa. Este documento es conocido como «Doctrina de Addai». Addai=Tadeo: Así citado en otras versiones de esta historia (3).

Según su relato, el rey Abgar V Ukhamn (9-46 después de Cristo), llamado «El Negro», por la lepra que padecía, recibió a un tal Tadeo, que difundió el Evangelio por el reino de Edessa. Éste le traía de Jerusalén un lienzo con la imagen del Señor. Al recibirla, Abgar se curó de la lepra y se convirtió al cristianismo.

Según la tradición cristiana el apóstol Tadeo fue a Edessa.

Eusebio de Cesárea, el mejor historiador de los primeros años de cristianismo y considerado como el padre de la Historia Eclesiástica, dice haber visto, en los archivos de la ciudad de Edessa, una carta de Abgar a Jesucristo pidiéndole fuera a curarle de la lepra (4).

En el diario de la culta monja española Egeria, que peregrinó a Palestina en el siglo III, se cuenta que ella, en su visita a Edessa, tuvo en sus manos una carta del rey Abgar a Jesús pidiéndole que le sanase de su lepra (5).

J. Nirschl considera la historia de Abgar como auténtica (6).

Los viejos cronicones de la ciudad de Edessa hablan de que el año 170 después de Cristo, se convirtió oficialmente al cristianismo todo el reino de Oshroene (Armenia), cuya capital era Edessa, juntamente con su Rey (7). De hecho, sabemos que en Edessa estaba desde principios del siglo II una de las comunidades cristianas más antiguas. El reino de Armenia se convirtió oficialmente al cristianismo antes del decreto de Constantino, según el diccionario alemán Lexikon für Theologie und Kirche, el más completo y moderno de los grandes Diccionarios Religiosos.

El sucesor de Abgar V volvió al paganismo y persiguió a los cristianos. «El obispo de la ciudad hizo construir y tapiar un nicho en las murallas de la ciudad donde se guardó la preciada reliquia.» Aunque en el año 177, Abgar VIII volvió al cristianismo el paradero del santo «Mandylion» permaneció desconocido hasta que el año 525 una enorme riada que asoló la ciudad puso al descubierto el olvidado nicho. (...) »

Es lástima que tanto Eusebio como la peregrina Egeria visitaran Edessa durante el siglo IV, cuando el «Mandylion» se hallaba todavía oculto en el escondite de la muralla. Por eso únicamente pudieron ver las famosas cartas de que ambos nos hablan, con lo que nos hemos perdido el valor de sus comentarios directos» (8).

En el siglo VII San Braulio, Obispo de Zaragoza, habla de la Sábana Santa en carta a Samuel Tajón el año 632. Dice que los lienzos que cubrieron el cadáver del Salvador fueron guardados como reliquias en lugar seguro; pero que él no sabe dónde (9).

León, de la Iglesia de Constantinopla, testimonia en el segundo Concilio de Nicea, del año 797, haber visto en Edessa el mandylion del cual el Papa Esteban III había hablado en el año 769 con ocasión del Sínodo Laterano (10).

La Sábana Santa fue llevada a Constantinopla por el emperador Romano Lecapeno que quiso reunir allí las reliquias del Salvador (11). La trajo el arzobispo Gregorio, que pronunció el 16 de agosto del año 944 en la iglesia de Santa Sofía, un discurso describiendo la Sábana Santa (12).

En 1978, el historiador y archimandrita Georges Gharib tradujo el «Sinassario» de Simeón Metafraste, siglo X, donde cuenta la llegada de la Sábana Santa a Constantinopla, atravesando el Bósforo, a manos del arzobispo Gregorio (13).

El historiador Ian Wilson, graduado de Oxford y especialista en los estudios históricos sobre la Sábana Santa, me afirmó, en una conversación que tuvimos en el Congreso de Turín, que él cree que el «mandylion» que fue trasladado de Edessa a Constantinopla en el año 944, es el mismo que hoy se conserva en Turín.

Esta opinión está confirmada por el hecho de que el conocido investigador suizo, especialista en Palinología, Max Frei, ha descubierto en el lienzo de Turín gran cantidad de granos de polen de plantas exclusivas de la región de Edessa.

Existe una carta del año 1095, escrita por el emperador bizantino Alejo I Comneno (1080-1118) a su amigo Roberto de Flandes, Conde de Flemings, en la que se refiere que en Constantinopla se conservaba el lienzo de lino que estaba en la tumba de Cristo después de la resurrección (14).

En 1147, el rey de Francia, Luis VII venera la Sábana Santa en su visita oficial a Constantinopla, camino de Tierra Santa (15). En esta ciudad se ponía a la veneración del pueblo todos los viernes en la iglesia de Santa María Blanquerna (Actas del Congreso, pág. 469).

Así lo afirma Roberto de Clary, natural de Picardía, cronista de la IV Cruzada(1203-1205) , en el manuscrito que se conserva en la Biblioteca Real de Copenhague, titulado Conquista de Constantinopla: 92, folio 50 (16).

En el Museo de Budapest se conserva el Códice Pray, de 1150, donde se narra que Manuel Comneno recibió en Constantinopla a un grupo de diplomáticos húngaros que iban a negociar la boda de la hija de Manuel y el hijo del rey de Hungría, y les enseñó la Sábana Santa (17).

Cuando el saqueo de Constantinopla el 13 de abril de 1204, un jefe de la IV Cruzada, Otto de la Roche, se apoderó de ella y se la trajo a Occidente. El 20 de mayo de 1453, Constantinopla cae en manos de Mohamed II. Los musulmanes destruyeron todo rastro de cristianismo. Entonces hubiera desaparecido la Sábana Santa, si los Cruzados no se la hubieran traído a Europa.

Existe una hipótesis de que la Sábana Santa estuvo una temporada en Chipre en poder de los Templarios, que ocuparon la isla en el siglo XIII. Los Caballeros Templarios formaron una orden religioso-militar, fundada en 1118 por nueve caballeros cruzados de origen francés y flamenco, cuya finalidad era proteger a los peregrinos de Tierra Santa (con frecuencia diezmados por los sarracenos), la custodia de los Santos Lugares y la salvaguardia de las sagradas reliquias. Se llamaban Templarios o Caballeros del Temple, porque se instalaron en el recinto del Templo de Salomón. Acumularon grandes riquezas, lo cual les trajo la enemistad de muchos nobles que querían apoderarse de ellas; y el rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, logró que el Papa Clemente V los disolviera el 22 de marzo de 1312 (18).

Últimamente se ha encontrado una carta fechada en Roma el 1º de agosto de 1205 y escrita por Teodoro Ángel Comneno, nieto de Isaac II, emperador de Bizancio durante el saqueo de los cruzados. Va dirigida al Papa Inocencio III que convocó la IV Cruzada. Después de lamentarse del saqueo de Constantinopla en abril del año anterior, pide al Papa que intervenga para que sea devuelta la Sábana Santa con que fue envuelto el cadáver de Cristo (19).

En el congreso Científico Internacional sobre la Sábana Santa, celebrado en Niza, en Mayo de 1997, Daniel Raffard, Presidente del CIELT (Centre International d’Etudes sur le Linceul de Turin), nos habló de la posibilidad de que la Sábana Santa hubiera estado temporalmente en Atenas, de donde era Duque y Señor Otto de la Roche.

Después del saqueo de Constantinopla, Otto de la Roche confiscó el Ática y se proclamó Primer Duque de Atenas (20). Después se trasladaría al castillo de Ray, cerca de Besançon, propiedad de la familia La Roche. Otto de la Roche estaba casado con Isabel de Ray (21).

La Sábana Santa aparece en Besançon en 1206 en manos de Poncio de la Roche, padre de Otto de la Roche.

En el castillo de Rigney, de los señores de La Roche, existe una inscripción en piedra, perteneciente a aquella época, que menciona la traída allí de la Sábana Santa desde Constantinopla, por Otto de la Roche (22).

En el manuscrito nº 826 de la Biblioteca de la Catedral de Besançon se relata que Poncio de la Roche cedió la Sábana Santa a Amadeo de Tramelay, Arzobispo de Besançon (23).

La Sábana Santa aparece en Besançon, en la iglesia de San Esteban, en 1349 (24).

La Sábana Santa permaneció en la catedral de San Esteban de Besançon durante siglo y medio (25).

En la vitrina nº 13 de la Sala de Joyas del Museo Victoria y Alberto de Londres se muestra un colgante («pendent») procedente de Besançon con la Sábana Santa enmarcada en oro y pedrería.

En el Centro Internacional de Sindonología de Turín, se encuentran cartas autógrafas de los Cardenales Binet y Mathieu, arzobispos de Besançon, que confirman la presencia de la Sábana Santa en esta ciudad en los primeros días del siglo XIII (26).

En 1248 San Luis, rey de Francia, envía a Toledo fragmentos de reliquias que recibió de Balduino II, emperador latino de Constantinopla. Aunque una de ellas está mencionada como «De la sábana del Señor», no pertenece a la Sábana de Turín, pues los tejidos son diferentes (27).

Es célebre la oposición del obispo de Troyes, Pierre d’Arcis, a la ostensión de la Sábana Santa, porque se hizo sin su permiso (28).

Durante la Revolución Francesa, se destruyó una copia de la Sábana Santa que había en Besançon. La auténtica ya estaba en Turín (29).

En 1353, pasó a Lirey, a manos de Godofredo de Charny, Comandante Jefe del ejército francés, influyente consejero del rey de Francia y Señor de Lirey, conocido templario, en cuya familia se había extinguido el apellido de La Roche. Estaba casado con Juana de Vergy, descendiente, en sexta generación de Otto de la Roche, Duque de Atenas (30).

«La Sábana Santa llega a Lirey por trasmisión hereditaria» (31). En Lirey, permaneció unos 50 años, como consta en un memorial de la Iglesia Colegiata de Lirey, que se conserva en la Biblioteca Nacional de París, en la Colección de Camp (32).

En el Congreso de Niza, Rex Morgan, Presidente del Centro Australiano de la Sábana Santa, nos habló de la posibilidad de que la Sábana Santa hubiera estado temporalmente en Inglaterra, donde estuvo prisionero Godofredo de Chrany, pues en un castillo de Templecombe, que fue propiedad de los Templarios apareció la tapa de un cofre de madera con un rostro similar al de la Sábana Santa, y en las ranuras de la madrea se han encontrado granos de polen iguales que los de la Sábana Santa, quizás desprendidos de ella.

La última propietaria de la familia Charny de esta reliquia fue la condesa Margarita de Charny, Condesa de la Roche, viuda de Humberto de la Roche, nieto de Otto de la Roche que murió sin hijos, y que el 22 de marzo de 1453 se la regaló a la piadosa duquesa Ana de Lusignano, esposa del duque Ludovico de Saboya, quien la conservaría con las mejores garantías.

Los duques de Saboya encargaron una urna de plata para conservarla, y construyeron la Santa Capilla para albergarla dignamente en Chambery, capital de Saboya. En la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532, se declaró un incendio en la sacristía de la Santa Capilla, que no destruyó la Sábana Santa, gracias a estar encerrada en la urna de plata. Pero si no destruida, sí quedó deteriorada, dejando unas huellas inconfundibles en el Sagrado lienzo.

Del 15 de Abril al 2 de Mayo de 1533 las religiosas clarisas de Chambery remendaron con triángulos de lino blanco los dieciséis orificios que hicieron en la sábana doblada unas gotas de plata fundida de la urna recalentada que atravesaron el lienzo.

Más tarde, el 14 de Septiembre de 1578, Manuel Filiberto de Saboya la hizo transportar a Turín, nueva capital de Saboya, para acortar el viaje que hacía a pie San Carlos Borromeo, cardenal de Milán para venerar la Sagrada Reliquia, en cumplimiento de un voto. En 1694, la Sábana Santa, se instala en la Capilla, adosada a la Catedral, que construyó Guarini por encargo del Duque de Saboya, Carlos Manuel II, donde se conserva hasta hoy. La Sábana Santa fue colocada en esta capilla el 1º de Junio de 1694 (33).

En 1898, con ocasión del matrimonio del futuro rey Víctor Manuel III con la princesa Elena se hizo una ostensión de la Sábana Santa, y el abogado italiano Segundo Pía la fotografió por primera vez en la historia. Era la noche del 27 de mayo.

En la ostensión del 4 al 24 de Mayo de 1931, que se hizo por la boda del príncipe de Piamonte, heredero de la Corona de Italia, Humberto de Saboya con la princesa María José de Brabante de Bélgica, vuelve a ser fotografiada, en mayo, esta vez por José Enrie. Fotos perfectas.

En 1933, se hizo una ostensión del 24 de Septiembre al 15 de Octubre, con ocasión del Año Santo por el XIX centenario de la muerte de Cristo. En 1969, el Dr. Judica Cordiglia sacó fotos en color con rayos ultravioleta y con infrarrojos, cuando se permitió examinar la Sábana Santa a un grupo de eruditos, del 16 al 18 de Junio.

El 4 de octubre de 1973, se hace la primera manifestación televisiva y se da acceso a los científicos.

En 1978, con ocasión del Cuarto Centenario de la llegada de la reliquia a Turín, se celebra un Congreso Científico Internacional y se hace una ostensión de mes y medio de duración, del 27 de agosto al 8 de octubre. A este congreso asisten 44 investigadores que obtienen la autorización de examinar directamente la Sábana Santa durante 120 horas entre los días 8 y 13 de octubre, con los medios más modernos y sofisticados que entonces existía.

La Sábana Santa, durante la ostensión, estaba expuesta en un marco de acero, iluminado por seis focos, rodeada de un equipo contra incendios y protegida por un cristal antibala. La gente pasaba por delante, sin detenerse, en una fila de unas 20 personas en fondo, desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la noche. Los periódicos calcularon que en el mes y medio que duró la ostensión, desfilaron por delante de la Sábana Santa más de tres millones de personas, en 15.000 peregrinaciones. (Citas de periódicos).

El 18 de marzo de 1983 murió en Ginebra el desterrado Rey de Italia, Humberto II de Saboya, dejando en su testamento la Sábana Santa al Vaticano. Esta reliquia pertenecía a la Casa de Saboya desde 1453.

Desde que José Enrie sacó sus perfectas fotografías de la Sábana Santa, ésta ha sido exhaustivamente estudiada hasta nuestros días. Principalmente por médicos que han confirmado la correspondencia anatómica entre la Sábana Santa y todo lo que dicen los Evangelios de la Pasión de Jesús. Pero también se han hecho estudios técnicos por químicos, físicos, biólogos, arqueólogos, historiadores y peritos en las más variadas especialidades. La conclusión es unánime: no puede ser obra de un falsario.

El 21 de Abril de 1988 se recortó de la Sábana Santa una tira de siete centímetros de larga por uno de ancha, para ser sometida al análisis del carbono-14 por tres laboratorios de Suiza, Inglaterra y Estados Unidos. Se dividió en tres fragmentos. A cada centro se mandó un fragmento con otros dos falsos. Sólo en el Museo Británico conocían la clave del fragmento verdadero.

El resultado fue que la Sábana Santa es de 1260-1390. Pero fundadas razones pusieron en duda esta afirmación. Las investigaciones han continuado para datar con más precisión la fecha de la Sábana Santa, y declarar la invalidez de la prueba del Carbono-14 en la Sábana Santa de Turín.

Al final de este libro están las conclusiones del Congreso Científico Internacional de Cagliari (Italia) en Abril de 1990, para fechar la Sábana Santa e invalidar las pruebas que en ella se han hecho con el Carbono-14.

También hay información de los Congresos Científicos Internacionales de San Luis de Missouri (1991), de Roma (1993),Oviedo (1994) de Niza (1997) y en Turín (1998) en los que se ha insistido sobre la invalidez de la prueba del Carbono-14 en la Sábana Santa y la autenticidad de ésta.

En la noche del 11 al 12 de Abril de 1997 un incendio en la capilla de Guarini puso en peligro la Sábana Santa, pero un heroico bombero, llamado Mario Trematore, ayudado por sus compañeros, rompió a martillazos el cristal blindado de la urna que la conservaba, de cuarenta milímetros de espesor, y sacó a hombros el cofre que la contenía momentos antes de que derrumbase el techo de la capilla. Un posterior reconocimiento confirmó que la Sábana Santa no había sufrido daño alguno en este percance. En adelante se conservará desplegada, en una urna de cristal blindado, en una atmósfera de gas inerte y bajo la vigilancia de un ordenador (34).
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1. Actas del II Congreso Internacional de Sindonología, págs. 17-23, 31-50, Turín 1979.
2. María Grazia Siliato: El Hombre de la Sábana Santa,XIII. Ed. BAC. Madrid
3. Pierre Carnac: El Sudario de Turín, I, 4. Ed. Lidium. Buenos Aires. 1984.
4. Eusebio de Cesarea: Historia eclesiástica, 1º, XIII. Ed. BAC, Madrid.120-122 y 136
5. Agustín Arce: Itinerario de la virgen Egeria, pg. 241.Ed. BAC. Madrid, 1980.
6. J. Nirschl: Der Brief wechsel des Konigs Abgar von Edessa, pg. 336 Mainz. 1986
7. María Grazia Siliato: El Hombre de la Sábana Santa, XIII. Editorial BAC. Madrid
8. Jorge Manuel Rodríguez: La Síndone de Turín, I, 2. Ed. C.E.S. Valencia 1998
9. PierreCarnac: El Sudario de Turín, II, 1, f. Ed.
Lidium. Buenos Aires. 1984.
10. Daniel Raffard: Indagine sulla Sacra Sindone, 1. d. Ed.
Perrin. Paris. 1998
11. Manuel Igartua, S.I.: La Sábana Santa es auténtica, II, 4, b. Ed. Mensajero. Bilbao, 1990
12.
Maria Grazia Siliato: La Sábana Santa, VIII, 2. Ed. P.P.C. Madrid 1998.
13. Maria Grazia Siliato: La Sábana Santa, VIII, 7. Ed. P.P.C. Madrid 1998
14. Revista SINDON, Junio de 1989, pg.116
15. Baima Bollone: Sindone o no, VII. Soc. Edit. Internazionale.
Torino.1990
16. José Luis Carreño O.S.B.: La Señal, IX, 7, pág. 339.
Ed. Don Bosco. Pamplona, 1983.
17. Maria Grazia Siliato: La Sábana Santa, VIII, 8. Ed. P.P.C. Madrid 1998
18. Baima Bollone: Sindone o no, VIII. Soc. Edit. Internazionale. Torino.1990.
19. Manuel Solé, S.I.:La Sábana de Turín, pág. 74. II, 5, B.C., nota 30. Ed. Mensajero
20. Daniel Raffard: Indagine sulla Sacra Sindone, III, 6. Ed. Perrin. Paris. 1998.
21. Maria Grazia Siliato: La Sábana Santa, IX, 6.
Ed. P.P.C. Madrid 1998.
22. Pierre Carnac: El Sudario de Turín, II, 1, m. Ed. Lidium. Buenos Aires. 1984.
23. Revista SINDON, Junio de 1989, pág. 64.
24. Daniel Rops: Historia de la Iglesia, 1º, Anexos II. Ed. Caralt. Madrid. 1969.
25. José Luis Carreño, O.S.B.: La Señal, IX, 8, pág. 348. Ed. Don Bosco. Pamplona. 1983.
26. Revista SINDON, Junio 1989, pág. 68.
27. César Barta y Daniel Duque: Revista LINTEUM, 27s (XII, 99 - IV, 2000) 26.
28. Baima Bollone: Sindone o no, IX. Soc.
Edit. Internazionale. Torino.1990
29. Manuela Corsini: Historia del Sudario de Cristo, VII. Ed. Rialp. Madrid 1988.
30. Daniel Raffard: Indagine sulla Sacra Sindone, IV, 2. Ed. Perrin. Paris. 1998
31. Baima Bollone: Sindone o no, IX. Soc. Edit. Internazionale.
Torino.1990
32. José Luis Carreño, O.S.B.: La Señal, IX, 8, pág. 350.
Ed. Don Bosco. Pamplona, 1983
33. Gino Moretto: Sindone: la guida, I, 8. Ed. L.D.C. Torino. 1996.
34. Daniel Raffard: Indagine sulla Sacra Sindone, Conclusione .
Ed.Perrin. París. 1998.

 

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Capítulo 2: La auténtica fotografía de Jesucristo

Señoras, señores:

Les voy a presentar a un reportaje interesantísimo, como ustedes podrán comprobar, sobre el lienzo que cubrió el cuerpo de Jesús en el sepulcro. Pablo VI dijo de la Sábana Santa de Turín ante la televisión europea en 1973: «Es la reliquia más importante de toda la historia de la Cristiandad».

Desde tiempos remotos se creía que este lienzo había cubierto el cadáver de Cristo.

Tiene unas manchas que a simple vista no se ven gran cosa, pero al ser fotografiadas toman un enorme relieve, y se ve la figura de un hombre de cuerpo entero. Esto despertó un interés apasionante en el mundo. ¿Es que hemos encontrado la auténtica fotografía de Cristo a los dos mil años de su muerte? Pues así es.

Tenemos la satisfacción de que a los dos mil años de haber muerto Cristo, podemos decir con verdad y con seriedad, que vamos a ver la auténtica fotografía de Jesucristo: su estructura atlética, su armonía de proporciones, su robustez y su prestancia.

Yo he dado esta conferencia más de cien veces por toda España: en cines, teatros, casinos, etc. Cuando la puse en el Teatro Falla de Cádiz, asistieron unas dos mil personas, como aquí ahora. Allí había entre el auditorio una docena de médicos. Los médicos son los que más disfrutan viendo esto. Porque lo que vamos a ver es un estudio médico de la Pasión de Cristo. Por las huellas que han quedado en este lienzo, los médicos estudian cómo fue la Pasión de Cristo. Y claro, para los médicos es de un interés apasionante.

Pues bien, uno de los médicos que asistió a la conferencia en Cádiz, fue D. Venancio González, muy conocido allí, primero como médico, y además como escultor, y porque también dibuja y da conferencias de toros, etc. Es un hombre muy polifacético y muy popular en Cádiz. Él, después de asistir a esta conferencia quedó tan impresionado que escribió en la revista «Estandarte», un artículo que tituló así: «Una conferencia impresionante». Y decía D. Venancio González: «He asistido en el Teatro Falla, a la conferencia de la Sábana Santa y he de decir dos cosas: primero, como profesional de la Medicina, he de decir que el estudio médico fue perfecto». Ahora añado yo que sé muy poco de Medicina; yo soy un puro aficionado. Lo único que he hecho es que me he leído veinte libros de médicos sobre el tema, y he grabado en cinta magnetofónica lo que he leído en los libros. Por lo tanto, si lo que hago es leer lo que dicen los médicos, es lógico que el estudio médico esté bien hecho.

Proseguía D. Venancio González: «y como católico he de decir que después de la conferencia me fui a mi casa, y sentado ante el crucifijo que tengo sobre la mesa de mi despacho, hice esta oración: “Señor, gracias porque has querido quedarte en la Eucaristía para ser nuestro alimento y nuestro fortaleza; pero gracias también porque dos mil años antes que el hombre inventara la fotografía has querido dejar tu Sagrado Rostro estampado en este lienzo, para que nosotros tengamos la dicha de ver la cara que tenías”».

Porque es así: vamos a tener la dicha de ver la cara que tuvo Jesús. No la que pintó Velázquez o El Greco; porque por muy artista que sea un hombre, jamás un artista ha podido pintar una cara de Cristo mejor que la que Él tuvo. Vamos a ver la cara que tuvo Jesús.

Voy a presentaros dos rostros de Jesús. Uno, es un rostro deforme (ver foto pág.OJO). Deforme, porque la cara de Cristo en la Pasión estaba deforme. A Cristo le habían dado un estacazo en la cara; tenía un pómulo hinchado y tenía el rostro deforme. Pero deforme también porque son las manchas que un rostro deja en un lienzo. Y estas manchas no dan un rostro perfecto como una fotografía sacada con una cámara fotográfica. Pero aunque sea deforme, tiene la enorme emoción de que sabemos que eso es lo que dejó en el lienzo el rostro de Cristo, sin que mano de hombre lo haya tocado jamás. Y claro, pensar que ésas son las huellas del rostro de Cristo, es emocionante. Es impresionante.

Pero después voy a presentar otro rostro de Jesús. Una reconstrucción hecha por Bruner, fotógrafo pontificio (ver foto pág. OJO): una foto-robot. Lo mismo que hace la policía que cuando busca a un individuo, aunque no lo haya visto nunca, con los datos que recoge, reconstruye su rostro y hace una foto-robot de enorme parecido; esto es lo que ha hecho Bruner. Por las manchas que han quedado en el lienzo ha reconstruido el rostro de Jesús. Y nos presenta un rostro natural, un rostro tal como debió ser en la realidad; no un rostro deforme como el otro. Podríamos decir que tenemos la dicha de ver la misma cara de Jesús que vio María Santísima, pues es una foto robot sacada de la huella que dejó en el lienzo la misma cara de Jesucristo.

Bruner nos presenta un rostro de una majestad, de una grandiosidad, de una nobleza, de una unción, de una serenidad, de una amabilidad, de una bondad, de una dulzura; y al mismo tiempo de una enorme virilidad. El Dr. D. Gregorio Marañón, especialista en Sexología, como todo el mundo sabe, dice de este rostro: «Así debió ser el rostro del varón perfecto». Es un rostro escalofriante, que nos sobrecoge de emoción. Vds. después lo podrán apreciar. Como dice el Padre salesiano, José Luis Carreño: «Jamás se vio tan transido de vida el rostro de un muerto. Quizás porque su muerte era fuente de nuestra vida».

Pero antes de seguir adelante quiero decir que esto que vamos a ver no es de fe. No hay ninguna obligación de creer en esto. La Iglesia no me impone esto. ¿Por qué? Porque la Iglesia sólo me impone las verdades dogmáticas que han sido reveladas por Dios.

Si alguien negara la existencia del infierno, automáticamente él mismo se pone fuera de la Iglesia. Porque la existencia del infierno es dogma de fe: verdad revelada por Dios. Si alguien negara la presencia real de Cristo en la Eucaristía, automáticamente se pone él mismo fuera de la Iglesia. Porque la presencia real de Cristo en la Eucaristía es dogma de fe: verdad revelada por Dios.

Pero no creer en esta Sábana no es ningún pecado. Esto no es objeto de Revelación. Esto no entra en el contenido de la Revelación. Es algo así como si ahora nos encontráramos un registro civil donde se empadronaron José y María, cuando fueron a Belén. Tendría un enorme valor histórico, pero no pertenece al contenido de la Revelación.

La Iglesia no nos impone el Principio de Arquímedes. El Principio de Arquímedes es verdad, y por el Principio de Arquímedes flotaban los galeones del Imperio Romano, y flotan los superpetroleros de hoy. Es un principio de la Física, y es la Física la que me impone el Principio de Arquímedes, no la Iglesia. La Iglesia no se mete en si es verdad o deja de serlo. Hay cosas que no son de fe, pero son verdad.

Y lo mismo voy a decir de las verdades históricas. La Iglesia no nos impone las Pirámides de Egipto, ni el Partenón de Atenas o el Coliseo de Roma. Es la Historia, es la Cultura. La Iglesia no se mete. Quien no crea en la Sábana Santa no comete ningún pecado contra la fe. Lo comete contra la Historia y contra la Cultura. La Sábana Santa al ser un documento histórico, es algo que apoya a nuestra fe. Pero nuestra fe no se basa en ella. Si algún día se demostrara que la Sábana Santa es falsa (lo cual no es nada probable dados los estudios científicos realizados sobre el lienzo), nuestra fe quedaría intacta. Porque nuestra fue no se basa en la Sábana Santa, sino en los Evangelios. Habríamos perdido un documento histórico, pero nuestra fe no habría sufrido ningún detrimento.

Entonces digo: la Sábana Santa no es de fe. Pero el hecho de que no sea de fe no significa que no sea verdad. Significa que no es verdad revelada, que es un documento histórico. Ahora, un documento histórico que tiene todas las garantías de autenticidad. Esta Sábana Santa está estudiada minuciosamente.

Segundo Pía, un abogado italiano, fue el primero que fotografió la Sábana Santa. En 1898, al descubrirse la fotografía, Segundo Pía pide permiso para fotografiar aquella Sábana. Fueron fotos muy malas —yo las he visto—. Primero porque Segundo Pía era un abogado, aficionado a la fotografía, pero no era un profesional. Y entonces la fotografía estaba en sus comienzos. Se había inventado en 1840. La técnica era muy imperfecta. Y además tuvo unos contratiempos en la iluminación. El hecho es que las fotos de Segundo Pía son bastante malas.

Las que vamos a ver son de José Enrie, que es un fotógrafo profesional, y ha hecho unas fotos perfectas con técnica mucho más avanzada. Las fotos de Segundo Pía aunque imperfectas, tuvieron el enorme interés de que mostraron al mundo entero que aquellas manchas en el lienzo, que a simple vista no se veían gran cosa, al ser fotografiadas tomaban enorme relieve y mostraban la figura de un hombre de cuerpo entero. Por eso se despierta en el mundo un gran interés por estudiar la Sábana Santa.

El Papa Pío XI encargó a la Academia de Ciencias de París que hiciera un estudio científico de esta Sábana. La Academia de Ciencias de París en su estudio llega a esta conclusión: «El lienzo que hoy se conserva en Turín es el mismo que cubrió el cadáver de Jesús de Nazaret».

Esto tiene especial importancia: Primero, por la categoría científica de la Academia de Ciencias de París; pero además, porque algunos miembros de esa Academia no eran creyentes, eran descreídos, librepensadores, racionalistas: un Delage, un Berthelot. Ellos prescindían de si Cristo es Dios. Naturalmente aceptaban a Cristo-Hombre. Cristo es un personaje de la Historia que ha existido, como sabemos que han existido Napoleón, Julio César o Alejandro Magno. Cristo vivió en un país concreto: Palestina. Y en un tiempo determinado: en tiempos de Poncio Pilatos. Y estos hombres, que no eran creyentes, después de analizar el lienzo te dicen: «El lienzo que hoy se conserva en Turín es el mismo que cubrió el cadáver de Jesús de Nazaret».

Ives Delage —famoso biólogo francés, agnóstico—, dijo lo siguiente al tratar estas cuestiones: «Quise permanecer fiel al espíritu y a las exigencias de la Ciencia. Me he esforzado en encontrar la verdad sin preocuparme de que gustase o no a cualquier partido religioso, ya que el que se deja influir en semejantes consideraciones sería un traidor a los métodos científicos». El mismo Delage en solemne reunión en la Academia de Ciencias de París no se recató en proclamar: «Es Cristo mismo quien se imprimió en esta Sábana funeraria». «Yo reconozco a Jesús como personaje histórico, y no veo razón alguna para que nadie se extrañe de que existan todavía huellas tangibles de su vida en la tierra». «Si en lugar de tratarse de Cristo, se tratara de otro personaje histórico, a nadie se le hubiera ocurrido poner las objeciones que algunos ponen a la Sábana Santa».

El doctor Barbet, Profesor de Anatomía y prestigioso cirujano de París escribe: «He aquí el resultado de mis investigaciones anatómicas y demás estudios sobre las llagas de Cristo. Espero haber dado la sensación, de acuerdo con la realidad, de haberlas realizado con independencia de espíritu y con la máxima objetividad científica. Las empecé con cierto recelo y escepticismo. O al menos con dudas cartesianas, muy dispuesto a contrastar las huellas del sudario y negarle autenticidad si no coincidían con la realidad anatómica. Por el contrario, los hechos iban paulatinamente agrupándose en un haz de pruebas cada vez más convincentes. No solamente las imágenes se explicaban con una sencillez y una claridad que consagraban su veracidad, sino que hasta cuando parecían anormales la experiencia enseñaba que eran tales como debían ser, y que no estaban a la manera como las hubiera realizado un farsante siguiendo las tradiciones iconográficas corrientes. La anatomía da testimonio en favor de su autenticidad, en pleno acuerdo con los textos evangélicos. Poseemos por tanto el sudario de Cristo, legado de la efigie de su cuerpo y de las huellas de su sangre. Ésta es la reliquia más insigne del mundo. Reliquia corporal del Divino Redentor. Para quien sabe interpretarla y gusta de reflexionar es la más hermosa y emocionante de las meditaciones de la Pasión».

Los dos mayores impugnadores de la autenticidad de la Sábana Santa de Turín fueron los sacerdotes católicos Ulysse Chevalier, francés, y Herbert Thurston, inglés, que escribió contra la autenticidad de esta Sábana en la revista mensual «The Month» y en la Catholic Encyclopedia de 1912. Los dos afirmaban que la imagen era una pintura fraudulenta, lo cual hoy, después de los estudios microscópicos realizados sobre el lienzo, es algo absolutamente inadmisible, pues entre hilo e hilo no hay pintura. Si yo con un pincel hago una raya en un lienzo, dejo pintura entre los hilos.

Otro famoso impugnador de la Sábana Santa fue el Obispo de Troyes, Pierre D’Arcys, que pidió al Papa Clemente VII prohibiera la exhibición de la Sábana Santa por ser una pintura fraudulenta. El Papa no le hizo caso, y hoy sabemos que no es pintura, pues entre los hilos, mirados al microscopio, no hay pintura. Su predecesor, Henry de Poitiers, llegó a decir que conocía al pintor. Sin duda se refería a una de las muchas copias pintadas de la Sábana Santa que entonces circulaban por Europa.

Por cierto, que tenéis en Oviedo el complemento de la Sábana Santa de Turín. Vosotros la llamáis Sudario, traducción literal del latín evangélico, pero en español sudario suena a sábana, y de hecho se trata de un pañuelo. El sudario de los antiguos era un pañuelo para secarse el sudor. Lo que está aquí en Oviedo tiene manchas de sangre, pero no tiene imagen. Monseñor Ricci, que es uno de los hombres que más sabe en el mundo sobre la Sábana Santa de Turín, ha estado dos veces en Oviedo estudiando este pañolón, su tejido, las manchas de sangre, etc., y ha dicho que ha quedado favorablemente impresionado.

Este pañuelo que mide unos 90 x 50 cms. se descubrió en una arqueta con otras reliquias escondida en el Monsacro por el año 800. Se la trajeron los cristianos que venían huyendo de la invasión árabe. Estaba en Toledo, a donde llegó desde Cartagena, a donde llegó por mar de Cartago al ser invadida por los árabes. A Cartago la llevaron por el norte de África desde Jerusalén, los discípulos de los Apóstoles en un arca de madera con otras reliquias por temor a los persas de Cosroe II que habían invadido Palestina el año 614. Es decir, que tenéis en Oviedo el complemento de la Sábana Santa de Turín. ¡Ya podéis estar orgullosos!

Como decía, nuestra fe se basa en el Evangelio, no en la Sábana Santa. Si algún día se demostrara que la Sábana Santa de Turín es un fraude, habríamos perdido un documento histórico, pero nuestra fe quedaría en pie. Pero no es fácil que esto se demuestre. El Padre Mauricio Iriarte, un sabio jesuita, que es un hombre muy serio, muy profundo, auténtico investigador, en un trabajo que publicó en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dice de este lienzo:

«1.º Los estudios científicos realizados sobre este lienzo excluyen toda posibilidad de fraude: esto, desde luego, no es un fraude.

2.º Todo lo que muestra el lienzo está perfectamente de acuerdo con lo que dicen los Santos Evangelios.

3.º La trayectoria histórica de este lienzo goza de numerosos documentos que se conservan en los archivos.

4.º Ni el análisis intrínseco del lienzo ni los testimonios extrínsecos dan ningún argumento razonable para que esto sea rechazado».


Esto no es obligatorio creerlo. No. Y el que no quiera creerlo no comete ningún pecado. Pero no tiene razones. No hay razones serias para rechazar esto. Porque todos los estudios realizados confirman su autenticidad. Por lo tanto, el que no quiera aceptarlo, que no lo acepte; pero que sepa que no tiene razones serias para no aceptarlo.

Bien. Pues voy, brevemente —me estoy extendiendo mucho— a decir algunas razones por las cuales la Academia de Ciencias de París afirma que este lienzo es auténtico:

Primero. Este lienzo es contemporáneo de Cristo, pues se tejió en unos telares que dejaron de funcionar después del siglo I de nuestra era. Por lo tanto este lienzo es de los tiempos de Cristo.

Y algunos preguntan: -«Padre, y ¿cómo se puede conservar un lienzo dos mil años?»

Pues sí. Porque el lino en ambiente seco se conserva indefinidamente. En el museo del Louvre de París, se conservan telas que tiene 3.000 años de antigüedad, y conservan todavía esa aspereza de superficie propia de un tejido nuevo.

En las excavaciones de Rebenhausen, en Suiza, se han encontrado trozos de lino, que datan 3.000 años antes de Nuestra Era, y ostentan un diseño en la textura muy parecido al de la Sábana Santa.

Lo mismo sucede en las excavaciones de Palmira, a 300 kms. de Jerusalén, cerca de Damasco; y Antinoe, en Egipto, donde se han encontrado lienzos fúnebres de estructura y grandeza semejantes a los de la Sábana Santa.

Segundo. Dice la Academia de Ciencias de París: la imagen que hay en este lienzo no está pintada por ningún hombre.

¿Por qué? Porque es un negativo. Y es imposible que un medieval pintara en negativo. El hombre medieval no conocía lo que es un negativo. Ya sabéis que el negativo es la inversión del blanco y del negro. Nosotros, después que el siglo pasado se inventara la fotografía en 1840, hemos tenido en nuestras manos un cliché fotográfico. Nosotros fácilmente interpretamos la inversión del blanco y del negro; pero un medieval, que no conocía la fotografía, ¿cómo iba a pintar invirtiendo el blanco y el negro? Sería absurdo. Cuando un medieval pintaba un ojo, pintaba la pupila negra y el globo blanco. Pero, ¿cómo iba a pintar la pupila blanca y el globo negro? Sería absurdo. Sería grotesco. Nadie en la Edad Media pudo pintar en negativo. Hoy sí. Porque la fotografía nos ha familiarizado con la técnica del negativo y ésta se emplea continuamente en tipografía. Pero en la Edad Media, nadie.

Mirad, una anécdota que tiene gracia. Uno de los mejores libros que hay escritos en español sobre la Sábana Santa, es de un Padre salesiano, José Luis Carreño. Se titula: «El Retrato de Cristo». Está muy bien hecho. Recoge lo que otros libros dicen. Pero tiene una cosa original que tiene su gracia. Para demostrar que es imposible que un medieval pintara en negativo, dice: «Para un medieval pintar en negativo es tan absurdo como para nosotros leer al revés. ¿Es que hay alguien de nosotros que se entretenga en leer al revés? Nadie lee al revés, porque no se entera de nada. Pues lo mismo que nosotros no leemos al revés porque no entenderíamos nada, los medievales no pintaban al revés porque no se enteraban».

Y él pone este ejemplo. Vamos a ver si hay alguien que sea capaz de entender lo que voy a decir leyendo al revés.

Sanirdnolog sarucso sal nárevlov
ragloc a sodin sus nóclab ut ed.


He leído en castellano, pero al revés. ¡Si parece ruso! Ruso, no. Lo que he leído son los conocidísimos versos de Bécquer:

Volverán las oscuras golondrinas
de tu balcón sus nidos a colgar.



Leído al derecho, suena a Bécquer; y leído al revés suena a ruso.

Pues dice el padre Carreño: «Lo mismo que es grotesco para nosotros leer al revés, porque no nos enteramos; lo mismo para un medieval pintar al revés, invirtiendo el blanco y el negro».

Lo que tenemos en la Sábana Santa es un negativo fotográfico. Esto desde luego no es pintura. Esto no lo ha hecho ningún hombre. Un medieval no podía pintar en negativo.

Hay por el mundo unas cuarenta copias de la Sábana Santa. Varias de ellas en España. Pero la mayoría son regulares. Son muy buenas las que se conservan en Santiago del Estero (Argentina) y en la residencia de los Jesuitas de Génova (Italia). En España, una de las mejores que yo he visto está en Campillo de Aragón, cerca del Monasterio de Piedra, por Calatayud. Fue regalada por el Gran Maestre de la Orden Hospitalaria de Malta, hijo del pueblo.

Cuando pronuncié esta conferencia en el cine Goya de Alicante me preguntaron que qué opinaba yo de la Santa Faz de Alicante. Y cuando di esta conferencia en Jaén, que qué opinaba yo del Santo Rostro de Jaén.

Yo contesté: -Mirad, es elemental no opinar de lo que no se conoce. Yo la Sábana Santa de Turín la he estudiado a fondo; pero ni la Santa Faz de Alicante, ni el Santo Rostro de Jaén los he estudiado. Por lo tanto no opino. No sé.

Ahora, lo que sí puedo decir es que tanto la Santa Faz de Alicante, como el Santo Rostro de Jaén no pretenden ser de la Sábana Santa. Dicen que son de la Verónica. Es otra cosa. ¿Es verdad o no? No sé. Prescindo. No lo he estudiado. Pero desde luego son otra cosa.

Y además son pinturas. Algún artista de aquel tiempo tuvo el mal gusto -no lo culpamos, gustos de la época; y quizás por mandato de alguien- al ver que en aquel lienzo los rasgos de Cristo se veían poco, los remarcó pintando encima. Claro, lo estropeó.

Ahora, lo que yo veo en la Santa Faz de Alicante y en el Santo Rostro de Jaén es un rostro pintado. ¿Qué es lo que hay debajo? No sé. No lo he estudiado.

Hay otro paño de la Verónica en la Basílica de San Pedro en Roma.

Y termino ya diciendo que esto es tan serio que al Dr. Hyneck, que se llamaba a sí mismo «ateo rabioso», encontró la fe estudiando este lienzo. Yo he leído su libro donde lo dice.

Me acuerdo que cuando puse esta conferencia en Málaga, después alguien preguntó: -Padre, ¿esta Sábana ha hecho algún milagro? Contesté: -Que yo sepa no. Pero me acordé. -Bueno, uno. Fenomenal. La conversión de un ateo. Eso es más milagroso que todo milagro de orden físico: un milagro de orden moral. Un hombre que no creía, un hombre que era ateo, y que tiene una página preciosa, delicadísima, en su libro, donde dice cómo encontró la fe estudiando la Sábana Santa de Turín.

Esto que van a ver es una meditación maravillosa de la Pasión. No fruto de una imaginación calenturienta, sino fruto del estudio médico sobre el lienzo.

Es muy frecuente que después de esta conferencia haya gente que quiera confesarse. Varias veces me lo han pedido. Han sentido verdadero dolor y arrepentimiento de su vida ante los sufrimientos que Cristo pasó por nosotros.

Por eso se me vienen a la cabeza aquellas palabras de San Ignacio de Loyola en los Ejercicios: «Viendo lo que Cristo ha hecho por mí, ¿qué voy yo, en adelante, a hacer por Cristo?».

(Conferencia pronunciada por el P. Jorge Loring, S.I., en el Teatro Campoamor de Oviedo, el Viernes Santo de 1978)

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Aportaciones científicas del Congreso de Turín

Señoras, señores:

He tenido la suerte de asistir el mes pasado al Congreso Científico Internacional para el estudio de la Sábana Santa, en Turín, donde nos hemos reunido 350 congresistas del mundo entero y donde han expuesto sus investigaciones 28 especialistas que han estudiado la Sábana Santa que hoy se conserva en dicha ciudad, y que es tradición, que envolvió el cuerpo de Cristo en el Sepulcro.

En los Evangelios Sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas se habla de la Sábana donde José de Arimatea y Nicodemo envolvieron el cuerpo del Señor. Tenían derecho al cuerpo, según la Ley. San Juan no habla expresamente de Sábana. Habla de unos lienzos y de un sudario. Pero como nos expuso en el Congreso de Turín el Profesor A. Feuillet del Instituto Católico de París, especialista en el estudio de la Biblia, la palabra «lienzo», que utiliza San Juan, significa también sábana, y la palabra «sudario», en lugar de mortaja, como la entendemos nosotros, era más bien pañuelo; porque significaba un lienzo que utilizaban para secarse el sudor. Vendas y fajas no se nombran en la sepultura de Cristo, puesto que éstas se utilizaban en la sepultura definitiva que hacían los judíos, y a Cristo le hicieron una sepultura provisional, dejando la sepultura definitiva para después de las fiestas.

Pues bien; el Viernes Santo de este año —1978— pronuncié una conferencia sobre la Sábana Santa en el Teatro Campoamor de Oviedo y tuve la satisfacción de decir allí, que según parece, este pañolón se conserva en la catedral de Oviedo. Monseñor Ricci, de Roma, que ha estado dos veces en Oviedo para estudiar el tejido y las manchas de sangre de este lienzo, me dijo a mí, en conversación privada que tuvimos en Turín durante la celebración del Congreso, que él cree que el lienzo de Oviedo es el pañolón complementario de la Sábana Santa de Turín, y del que habla San Juan en su Evangelio.

Uno de los científicos que habló en el Congreso de Turín, fue el criminólogo suizo Max Frei, Director del Departamento Científico de la policía de Zurich, máxima autoridad mundial en Palinología, que adquirió fama internacional al encargársele la investigación de la misteriosa muerte del Secretario General de las Naciones Unidas Dag Hammarskjöld en 1961.

Frei se llevó un aplauso extraordinario por las investigaciones que ha hecho en el tejido de la Sábana Santa. Max Frei fue uno de los científicos que tuvo acceso al estudio de la Sábana en 1973, y examinó el polen que el viento había incrustado en la Sábana Santa.

El polen se pega al tejido y se queda pegado hasta que este tejido se quema o se entierra. El polen pegado al tejido nos indica dónde ha estado ese tejido. El criminal puede ponerse guantes de goma para no dejar huellas dactilares. Pero no puede evitar que el polen del aire se le pegue a la ropa.

Nos decía Max Frei que el polen de cada planta es distinto uno de otro, y nos proyectó unas diapositivas donde se veían perfectamente las diversas formas de grano de polen ampliadas 20.000 veces con el microscopio electrónico. Max Frei ha descubierto en el lienzo de Turín granos de polen de 49 especies de plantas distintas y decía: «Hay plantas de un área de difusión muy general, por lo tanto no dicen gran cosa. Pero hay otras plantas específicas de una región, y como el aire no se lleva el polen hasta lugares demasiado lejanos, sobre todo en abundancia, podemos decir que si en el tejido de la Sábana Santa encontramos granos de polen de plantas que son exclusivamente de una región, con toda seguridad este lienzo estuvo en aquella región».

Hablando de esto en Zaragoza, al final, un botánico comentando que hay plantas exclusivas de una región, me dijo que en Canarias hay plantas que son únicas en el mundo, y van allí a estudiarlas científicos del mundo entero.

Max Frei encontró granos de polen incrustados en el tejido por el viento de plantas que son exclusivas de Italia, de Francia, de Constantinopla, de Edessa y 13 de Palestina; lo cual confirma la trayectoria del lienzo, y excluye toda posibilidad de fraude, ya que la Sábana Santa lleva en Europa un millar de años y nadie pudo manipular los granos microscópicos de polen antes de inventarse el microscopio.

Max Frei ha encontrado también en la Sábana Santa granos de polen de plantas hoy extinguidas, pero que se encuentran en los estratos sedimentarios de Palestina de hace dos mil años en el Lago de Galilea y Mar Muerto.

Por eso, Max Frei dice que «es absolutamente cierto que esta Sábana estuvo en Palestina en el siglo I. «Esto ha sido para mí un emocionante descubrimiento», concluye Max Frei.

El polen de las plantas se conserva en los tejidos miles de años. El grano de polen es de una centésima de milímetro, pero aumentado veinte mil veces por el microscopio electrónico se ve perfectamente, y se distinguen las diferentes formas de los granos de polen de las distintas especies, por eso son fácilmente catalogables.

Yo le pregunté a Frei si podíamos decir que es un polen fosilizado. Él me dijo: «No. Fosilizado, no. Es un polen seco.» Hago esta aclaración porque algunas veces me preguntan si estos granos de polen que están incrustados en el tejido, están fosilizados. Max Frei me dio esta respuesta.

John Robinson, profesor de Cambridge, autor de Honest to God me dijo en Turín que él antes no creía en la Sábana Santa, pero que ahora después de haberla estudiado estaba seguro de su autenticidad. Es más, se trasladó a Pasadena, en Estados Unidos, para cambiar impresiones con los científicos de la NASA, que habían investigado sobre este lienzo.

Otras de las personalidades que allí nos hablaron fueron los Doctores en Ciencias Físicas, técnicos en fotografía aeroespacial de la NASA, los científicos Jackson y Jumper. Yo estuve con ellos también hablando sobre su ingente trabajo y felicitándoles por su labor con la que deslumbraron al mundo.

Los descubrimientos de los americanos Jackson y Jumper se dieron a conocer por primera vez en Albuquerque (EE.UU.) en mayo de 1970 y luego en Londres en septiembre de 1977, en el primer Congrego Internacional de Sindonología. Con el analizador de imagen VP8 sacaron una foto tridimensional de la Sábana Santa. Este analizador de imagen del Proyecto Vikingo, se hizo para estudiar la orografía de Marte.

Ningún artista medieval pudo hacer una imagen tridimensional. Esto nos asegura que aquí no hay fraude ninguno.

Por contar una anécdota diré que cuando estuve en Gijón y en Oviedo dando conferencias sobre la Sábana Santa, me hicieron entrevistas en las emisoras de la ciudad. En una, la locutora (estábamos en directo y no tuve tiempo de pensar mucho la respuesta) me pregunto: «Oiga Padre, ¿por qué a los de la NASA se les ha ocurrido hacer una fotografía de la Sábana Santa?»

Yo tenía que contestar inmediatamente y no tuve tiempo de pensar. Dije: «Bueno, no sé. A lo mejor les ha salido el tiro por la culata. Es decir, a lo mejor ellos han pretendido con este analizador de imagen estudiar la Sábana Santa para descubrir un fraude, y lo que han descubierto ha sido que es auténtica, porque nadie ha podido pintar una imagen tridimensional».

Repito, que esto lo dije yo por radio en Gijón, en una entrevista que me hicieron. Pero no tiene ningún valor. Lo cuento en plan anecdótico. Y además digo que no me acordé de habérselo preguntado a ellos directamente en Turín.

Lo que sí quiero decir es que esta foto tridimensional no es exclusiva de los hombres de la NASA. El doctor Tamburelli, Director de Comunicaciones Electrónicas de la Universidad de Turín, en unión de un grupo de técnicos del IRI (Instituto Italiano de Investigaciones Científicas), con una técnica similar a la de los norteamericanos de la NASA, obtuvo otra que ha superado a la que éstos publicaron, al lograr eliminar las deformidades de la sangre acumulada en el bigote y las cejas, y dando un rostro mucho más natural.

Los ojos abultados sugieren la existencia de dos monedas sobre los párpados al uso hebreo de la época para mantenerlos cerrados. Probablemente se trata de un «leptón» que era la moneda de bronce más pequeña en tamaño y valor, que usaban los judíos en tiempo de Pilatos.

Un grupo de congresistas pidió en Turín que por qué no se sometía la Sábana al análisis del carbono 14. Pero la Sociedad Sindonológica de Turín, que se ha prestado a todos los análisis que no deterioren el tejido ni la imagen, estaba remisa en conceder el análisis del carbono 14. La razón es que hay que destruir un trozo de la tela. Y si se concede destruir un pedazo de tela para cada nuevo método de investigación, al cabo de los años, terminaríamos quedándonos sin Sábana.

Además, este análisis no es necesario, pues las investigaciones del doctor Morano, Director del Centro de Microscopía Electrónica del Hospital de San Andrés de Vercelli, ha demostrado que la tela tiene dos mil años de antigüedad, comparándola al microscopio electrónico, con la fibra de tejidos egipcios cuya antigüedad nos es conocida.

Por otra parte, la prueba del carbono 14 es inútil, pues la aproximación tiene un error de más - menos cien años.

Algunos se preguntan si es cierto que el hombre de esta Sábana es Jesucristo o pudo ser otro crucificado.

En este lienzo aparecen huellas de cosas que sabemos sólo se las hicieron a Cristo: ungüento reciente de nardo en el pelo (se lo derramaron sobre la cabeza en vísperas de la Pasión), las piernas sin partir, herida de lanza en un costado, corona de espinas, etc. Todo esto era insólito en la crucifixión que hacían los romanos, y sabemos que se lo hicieron a Cristo.

El padre Julio Ricci, en su libro La Sábana, documento original de la pasión de Cristo en la página 21 dice: «Jamás ha sido registrado por los historiadores, que un crucificado haya sido coronado de espinas». Así mismo el padre Carreño en su libro El último reportero afirma repetidas veces que no se conoce ni un sólo caso de un crucificado coronado de espinas.

Monseñor Julio Ricci, uno de los que más saben en el mundo sobre la Sábana Santa, escribió un libro que entregó al Papa Pablo VI, cuyo título es: El hombre de la Sábana de Turín es Jesús: fruto de 28 años de investigación.

En el Congreso de Turín, hablando después de su conferencia con el eminente patólogo norteamericano doctor Bucklin, conocido internacionalmente, que descuella en Los Ángeles por sus trabajos en Medicina Forense, le pregunté si se podía decir que hay un noventa por ciento de probabilidades de que el crucificado de la Sábana Santa sea Jesucristo.

Me contestó:
-No. Yo creo que hay un cien por cien.

Y yo de broma le dije:
-Faltan las huellas dactilares.

Respondió:
-No es necesario.


Podríamos preguntar: ¿Cómo sucedió la muerte de Jesús?

La determinante principal de la muerte de los crucificados es la asfixia, según los experimentos del doctor Barbet con individuos que se sometieron voluntariamente a la prueba hasta el límite de lo tolerable.

Suspendido el cuerpo por los brazos, estos ejercen una tracción considerable que bloquea el tórax, por la tensión del diafragma, e impide la respiración. Entonces, el crucificado, para poder respirar, se apoya en el clavo de los pies, y se empina para tomar aire. Pero el dolor de apoyarse en las heridas de los pies le hace volver a caer. Así prosigue una y otra vez, hasta que agotado, no puede más y muere asfixiado. Para acelerar ese momento, a los crucificados se les partían las piernas con mazas de madera o de hierro.

Al quedar el cuerpo colgado de los brazos se produce en éstos una tremenda tensión que dificulta el riego sanguíneo. La insuficiente oxigenación de los tejidos musculares es causa de calambres, que comienzan en los brazos y se van extendiendo a los hombros, pecho, abdomen y piernas, aumentando cada vez más, como una especie de reacción en cadena, hasta que tetanizados los músculos y sin poder respirar, el crucificado expira entre terribles espasmos por los calambres tetánicos y la asfixia, con pleno conocimiento, en una de las muertes más angustiosas que cabe imaginar.

Para aliviar los dolores, era costumbre hacer gustar a los crucificados de una bebida narcótica compuesta por vino mezclado con mirra, o vinagre mezclado con hiel. Jesús, no quiso probarla en su voluntad de sufrir por nosotros hasta el último de los dolores. Luchaba con una fuerza y una resignación verdaderamente divinas.

Otro de los tormentos que debió sufrir Cristo en la cruz es el frío, al evaporarse el copiosísimo sudor originado por la altísima temperatura que alcanzan las víctimas del tétanos, que llega al límite extremo, es decir, a los 45 grados.

El uso del «sedile», puntal de apoyo entre los muslos, aplicado al palo vertical, sobre el cual el crucificado descansaba a horcajadas, como sobre un sillín de bicicleta, no era de uso constante. Se ponía cuando deliberadamente se quería prolongar el suplicio al máximo, pues éste era su cometido. La agonía relativamente breve de Jesús, hace suponer que su cruz no fue provista de este apoyo.

En el Congreso de Turín, los Doctores Rodante, Wedenissow y Bucklin, por caminos diferentes, llegaron a la conclusión de que Cristo murió en la cruz, indiscutiblemente.


Otra pregunta más: ¿Cómo se formó esta imagen?

Hay varias hipótesis. Unos opinan que se debe a un milagro, como expresa, en su comunicación al Congreso de Turín, Nicolás Mosso. Otros, que es de origen natural: como la vaporigráfica del Dr. Paul Vignon, de la Universidad de París, que opina que se debe a los vapores de aloetina que se formaron al combinarse el áloe de los ungüentos con los vapores amoniacales del sudor. Pero esto es muy discutible porque presenta muchas dificultades.

Para obtener una fotografía tan uniforme como la de la Sábana Santa se precisaría una emanación uniforme de amoníaco, lo cual biológicamente es difícil de explicar, pues la distribución de las glándulas sudoríparas en el cuerpo humano no es uniforme. Esta explicación se debe al Dr. Dezani, de la Universidad de Turín.

Las investigaciones del ingeniero de la NASA, Eric Jumper, descartan la teoría vaporigráfica de Paul Vignon, pues la coloración de los hilos de la Sábana Santa es superficial y los vapores de aloetina debieron de impregnar los hilos totalmente, penetrando toda la fibra de la tela. Por otra parte, los gases no se propagan ortogonalmente, perpendicularmente al cuerpo, sino por difusión en todas direcciones, y la nitidez y características de la imagen de la Sábana Santa, demuestra que se trata de una grabación ortogonal.

El hecho de que en ningún lienzo funerario se haya encontrado nunca una imagen similar a la de la Sábana Santa, es una muestra que la formación de esta imagen no se debe a ninguna causa natural.

Quizá la teoría más admisible sea la de la radiación de energía como nos expusieron en el Congreso, cuando obtuvieron con el analizador de imagen VP8 la fotografía tridimensional, los Doctores. en Ciencias Físicas, Jackson y Jumper, técnicos de fotografía aeroespacial de la NASA, y Ray Rogers, experto eminente en «efectos térmicos», investigador sobre los efectos de los explosivos del Laboratorio Científico de «Los Alamos» en EE.UU.

La impresión de la imagen ha chamuscado la tela de la Sábana, pero superficialmente: sin perforar el lienzo; lo cual hace pensar a los técnicos de la NASA que se produjo por una radiación instantánea de energía, quizá en el momento de la resurrección. No hay explicación más aclaratoria. Por eso la Sábana Santa es un nuevo motivo de credibilidad en la resurrección de Cristo. Aunque nuestra fe en la resurrección de Jesucristo no se basa en la Sábana Santa de Turín, sino en el Nuevo Testamento.

Por cierto, que yo les pregunté a los técnicos de la NASA:
-¿Por qué cada vez que hablan de la radiación de energía insisten siempre en que es instantánea?

Me contestaron:
-Porque si hubiera sido una radiación prolongada hubiera carbonizado el tejido, y sólo está chamuscado. Fue una radiación de dos milésimas de segundo, y la quemadura penetró en el hilo 3 milésimas de milímetro. Por eso la imagen no se ve por el revés de la tela. En cambio la sangre ha empapado el tejido, y se ve por el revés.


Voy a explicar un poco cómo se obtiene la foto tridimensional. Cuando yo saco una fotografía normal, el claroscuro de mi cliché depende de los negros, grises y blancos del objeto. Sin embargo, en la Sábana Santa, el blanco y negro de cada punto de la Sábana depende de la distancia de la tela a la piel en el momento de la radiación: lo que estaba más cerca quedó más quemado, y por lo tanto más oscuro, (como la nariz) y lo que estaba más lejos, menos quemado, y por lo tanto, más claro, (como la cuenca del ojo). De esta manera la computadora transforma el claro-oscuro en un número, y luego el número en una altura.

El hecho de que la imagen se produjera por una radiación del cuerpo está también confirmada porque las imágenes frontal y dorsal son iguales, es decir, que el foco de radiación estaba entre las dos partes de la Sábana. No era una fuente de energía exterior, sino que la fuente de energía tuvo que ser el mismo cuerpo, por la similitud de las dos imágenes frontal y dorsal, en las dos caras de la Sábana. Todo el cuerpo fue el foco de la radiación que chamuscó la tela perpendicularmente dando así las imágenes del mismo tamaño que el cuerpo fotografiado.

El cuerpo «salió» de la Sábana antes de descomponerse, pues en el lienzo no aparece ninguna mancha propia de la descomposición del cadáver. Por otra parte las manchas de sangre indican que el cuerpo no fue «separado» del lienzo, pues si esto se hubiera hecho con la sangre fluida, los bordes de las manchas no aparecerían tan nítidos, y si se hubiera hecho con la sangre seca, las manchas de sangre estarían deterioradas, y no es así. Por eso el Dr. Paul Vignon, de la Universidad de París, dice que las huellas de sangre que hay en el lienzo sólo ha podido dejarlas un cuerpo desmaterializado, espiritualizado, glorificado, resucitado.

Dice el Evangelio que cuando San Juan llegó al sepulcro de Cristo el Domingo de Pascua, vio y creyó en la resurrección. La razón es que al ver la Sábana aplastada, allanada, lisa, pegada al suelo, deshinchada, sin el relieve que tenía cuando cubría el cuerpo de Cristo, entonces vio y creyó en la resurrección, pues comprendió que si alguien se hubiera llevado el cadáver, el lienzo no estaría así.

La Revista Geomundo, de octubre de 1978, pág. 470, dice: «Es asombroso el hecho de que algunas teorías científicas formuladas sobre la base de minuciosos análisis y estudios de la Sábana de Turín parecen confirmar que es cierta la afirmación evangélica de que Jesucristo resucitó».

Por eso, la Sábana Santa es un nuevo motivo de credibilidad en la resurrección de Cristo. Aunque nuestra fe en la resurrección de Jesús no se basa en la Sábana Santa de Turín, sino en el Evangelio.

Los Evangelios son libros que me hablan de Cristo: de lo que Cristo dijo y de lo que Cristo hizo. Están contados por testigos que estuvieron delante, y cuentan lo que vieron y lo que oyeron, y se escriben para testigos que habían estado delante, y sabían lo que Cristo había dicho y lo que Cristo había hecho. Y aquellos testigos que habían conocido a Cristo al ver en los Evangelios tan estupendamente narrada la vida de Cristo, aquellos primeros cristianos copiaban a mano los Evangelios -que entonces no había imprenta-, y los transmitían de generación en generación, hasta el punto de que hoy tenemos de los Santos Evangelios más manuscritos que de ningún otro libro de la cultura antigua. No hay un solo libro de la antigüedad del cual conservemos el número y la calidad de manuscritos como de los Santos Evangelios. Por eso yo suelo decir: el que no cree en los Evangelios no tiene derecho a creer nada de la Historia. ¿Con qué derecho un señor sabe quién fue Alejandro Magno, si todos los documentos que tenemos de Alejandro Magno tienen mucho menos valor que los documentos de los Evangelios? Luego si somos personas cultas y sabemos quién fue Alejandro Magno y Ciro y Darío, etc., tenemos que aceptar el Evangelio, porque los documentos que conservamos de los Evangelios son de mucho más valor que los de todos los demás libros de la antigüedad.

Pues los Evangelios me hablan de que Cristo resucitó. Por eso la resurrección de Jesucristo es Dogma de Fe.

Un cristiano no puede dudar de que Cristo resucitó. Y si lo niega, deja de ser cristiano. Deja de ser católico. Automáticamente se pone fuera de la Iglesia. Porque la resurrección de Cristo es Dogma de Fe. Pero además, tenemos razones para saber que Cristo resucitó.

A Cristo nadie lo vio resucitar. Nadie vio el momento de la resurrección, pero nos encontramos el sepulcro vacío. Y si el sepulcro estaba vacío al tercer día, es por una de dos razones. O porque Cristo resucitó por su propio poder, o porque alguien se llevó el cadáver. Si nadie se llevó el cadáver, es que Cristo resucitó por su propio poder.

Y nadie se llevó el cadáver. No se lo llevaron los enemigos. Porque si los fariseos hubieran tenido el cadáver, cuando corrió la noticia de que Cristo había resucitado, la mejor manera de deshacer la noticia de que Cristo había resucitado era enseñando el cadáver.

Pero tampoco los amigos lo tenían. ¿Por qué? Porque murieron por su fe en Cristo resucitado. Y nadie da la vida por una patraña. Nadie da la vida por una cosa que sabe que es mentira. Si los apóstoles hubieran tenido el cadáver, y hubieran engañado diciendo que había resucitado, no dan la vida por lo que ellos sabían que era mentira. Es absurdo que una persona dé la vida por lo que sabe que es mentira. Uno da la vida por un ideal. Quizás por un ideal equivocado, pero que él cree verdadero. Todo el que da la vida, es porque se fía del ideal por el cual da la vida. Los apóstoles dieron la vida por su fe en Cristo resucitado, luego los apóstoles no tenían escondido el cadáver de Jesús.

Pues si no se lo llevaron los amigos, y no se lo llevaron los enemigos, ¿quién se lo iba a llevar? Pues si nadie se llevó el cadáver y el sepulcro estaba vacío, es porque Cristo resucitó por sus propio poder. A este lienzo se le llama el quinto Evangelio por la cantidad de cosas que aclara que los Evangelios no dicen; pero sobre todo porque nos da la fotografía de Cristo.

Los Evangelios, según la costumbre de su tiempo, no describen la figura de Jesús. No nos dicen si era alto o bajo, gordo o delgado. Los historiadores de aquel tiempo, no describían a su personaje. Perpetuar la figura de los grandes hombres era cometido del arte plástico, de la escultura, no de los historiadores. Plutarco en sus «Vidas paralelas» fue el primero que introdujo en las biografías de los héroes la descripción de su fisonomía, pero los historiadores anteriores a Plutarco, no describen a su personaje. Los Evangelios, como son anteriores a Plutarco, no describen a Jesús. Son historiadores al modo de su tiempo y nada nos dicen de la figura de Jesús. La Sábana Santa es el quinto Evangelio porque nos da la auténtica fotografía de Jesús. Responde al interés extraordinario que nosotros tenemos de conocer el aspecto físico de Jesús.

Los Evangelios, como se escribieron para contemporáneos de Cristo no describieron cómo era la crucifixión, porque en aquel tiempo todo el mundo lo sabía. Los evangelistas dicen: «Se lo llevaron y lo crucificaron». Sin más explicaciones. Pero hoy, a los dos mil años de morir Cristo, cuando ya no se crucifica a nadie, pues la crucifixión fue abolida por Constantino a principios del siglo IV, tenemos dudas. Y la Sábana Santa resuelve las dudas.

Había entre los autores dudas sobre si a Cristo lo habían crucificado con tres clavos o cuatro. Velázquez lo pone con cuatro clavos: las dos piernas paralelas, un clavo en cada pie. Hay otros que lo ponen con tres clavos: un pie sobre otro, y un clavo para los dos pies. La Sábana Santa decide la cuestión: a Cristo lo crucificaron con tres clavos y no con cuatro. ¿Por qué? Porque tiene un pie encogido. La planta derecha deja perfectamente la huella en el lienzo, y se ve muy bien. En cambio, el pie izquierdo deja solamente la huella del talón. Estuvo sobre el otro pie en la cruz, y al poner las piernas paralelas en el sepulcro, con la rigidez cadavérica el pie quedó encogido, y entonces el pie izquierdo dejó solamente la huella del talón. Señal de que estuvo sobre el otro en la cruz. Señal de que fue crucificado con tres clavos y no con cuatro.

Otro dato. Los artistas nos ponen los clavos de las manos en la palma. Los médicos dicen: el clavo no pudo ser en la palma porque se hubiera desgarrado la mano. En la palma no hay tejido resistente que aguante el peso del cuerpo. Dicen los médicos: el clavo tuvo que ser en la muñeca, donde hay un punto que se llama espacio de Destot, que permite introducir un grueso clavo desplazando los huesos del carpo, con enorme dolor, pero sin romper ninguno, y sujetando firmemente la mano al madero, y sosteniendo perfectamente el cuerpo de Jesús. Pues la Sábana Santa pone las heridas de los clavos en la muñeca, en el carpo, donde dicen los médicos que tuvo que ser, y no en la palma como lo ponen los artistas.

La tradición pictórica de la crucifixión pone los clavos en las palmas de las manos, quizás por las palabras del profeta David: «han taladrado mis manos...»,y las del mismo Jesús a Tomás: «mira mis manos». Para el artista, las manos son las palmas, pero para los anatomistas de todas las épocas y de todos los países, la muñeca pertenece a la mano que está constituida por carpo, metacarpo y dedos.

Una excepción notable de la tradición pictórica es Van Dyck, en sus cuadros del Palacio Real de Génova y en el atrio de la Real Academia de Venecia, que pone los clavos en las muñecas, seguramente por haber visto la Sábana Santa de Turín, con motivo de su viaje a Génova.

Los surcos divergentes en las muñecas hablan de las dos posturas de Cristo en la cruz, cuando se empinaba para tomar aire y se desplomaba al sentir el dolor, por descansar todo el cuerpo sobre el clavo de los pies.

La experiencia ha demostrado que operando en miembros recién amputados, donde siguen los tejidos todavía vivos, se obtiene siempre el plegamiento del pulgar sobre la mano, por la lesión del nervio llamado mediano.

Dicho nervio además de transmitir el movimiento, recibe también las sensaciones de cuanto sucede en su radio de acción. Calcúlese por lo tanto qué dolor produciría en un vivo semejante herida. «Estos nervios lacerados y estirados por los clavos en aquellos brazos como cuerdas de violín sobre el puente, han debido provocar un dolor de paroxismo» dice el doctor Barbet. Y añade: «Los que hemos presenciado durante la guerra lesiones en los grandes troncos nerviosos, sabemos la horrenda tortura que esta clase de lesiones ocasiona. La vida es imposible. Si dura un tiempo considerable la naturaleza se inhibe. Normalmente sobrevine un síncope». Pero Jesucristo, el Hombre-Dios, capaz de llevar su resistencia hasta el límite extremo, quiso seguir consciente y aun dirigir su palabra por espacio de tres horas. Y María, su Madre, estaba allí al pie de la cruz.

Por todo el cuerpo se observan las heridas de la flagelación que, según la Ley romana, se infligía a los condenados a muerte. Según el eminente patólogo norteamericano, Dr. Bucklin, el número de las huellas de la flagelación, es de ciento veinte. Esto tiene dos explicaciones, bien porque fue azotado al modo romano que no limitaba el número de golpes, bien porque lo fue el modo judío, que no permitía pasar de cuarenta golpes, pero que cada látigo tuviera tres correas.

Los látigos que se empleaban en la flagelación solían ser de cuero y tenían al final huesecitos o bolitas de plomo unidas por una barrita de tres centímetros, como pequeñas pesas de gimnasia. Lo que había en el extremo de las correas del látigo probablemente fueron sólo huesecillos y no bolitas de plomo, pues en el suelo del «litóstrotos» (lugar donde fue azotado el Señor) han aparecido varios huesecillos y ninguna bolita de plomo. Al descargar sobre el cuerpo se clavaban en la carne. Por eso han quedado huellas de sangre en la Sábana Santa. A este tipo de látigo se le llamaba «escorpión» por el daño que hacía.

Los verdugos debieron ser dos, uno a cada lado, pues la dirección oblicua de los golpes no es igual en los dos lados. El Dr. Miklik cita el número de escritores romanos que describen la inaudita crueldad del suplicio de la flagelación. A veces dejaban al descubierto las entrañas, algunos morían en el lugar del suplicio, otros quedaban lisiados para toda la vida.

La Ley Porcia y la Ley Sempronia, de los años 195 y 123 antes de Jesucristo respectivamente, eximían de los azotes a los ciudadanos romanos. San Pablo hizo una vez uso de este privilegio (Hechos de los Apóstoles, 22:25).

Otro dato. Si a Cristo le abrieron el corazón con la lanza, la lanzada sería por la izquierda. La gente cree que el corazón está a la izquierda. De hecho hay algunas imágenes antiguas que tienen la herida del costado por la izquierda. Dicen los médicos: la lanzada tuvo que ser por la derecha, no pudo ser por la izquierda. ¿Por qué? Porque el corazón no está a la izquierda, está en el centro del pecho, pero con la punta hacia la izquierda. Dicen los médicos: si la lanzada hubiera sido por la izquierda le hubiera abierto el ventrículo izquierdo que está vacío en los cadáveres, y no hubiera salido tanta sangre. Si dice San Juan que salió tanta cantidad de sangre, tuvo que ser por la derecha, hiriendo la aurícula derecha que suele contener sangre líquida en los cadáveres recientes. Luego, la lanzada fue por la derecha.

En la Sábana Santa la herida del costado está en la derecha, donde dicen los médicos que tuvo que ser, y no en la izquierda como es la opinión general.

La mancha de sangre, cubierta en parte por un remiendo, no es tan oscura como la de la nuca, de la frente o de los brazos, porque la sangre que brotó del costado, estaba mezclada con suero.

El agua que brotó de la herida, dicen los doctores que pudo deberse a una pleuritis traumática o pericarditis serosa.

La corona de espinas no fue en forma de anillo, como generalmente lo pintan los artistas; sino en forma de casquete, cubriendo toda la cabeza como si fuera un sombrero. La sangre que brotó de la corona de espinas, empapó lo cabellos y los apelmazó a los dos lados de la cara en forma de tabique, y de esta manera el lienzo quedó horizontal sobre el rostro y no nos dio una figura demasiado deforme, como si hubiera caído por los lados.

Los surcos de sangre de la frente coinciden con venas y arterias importantes, como nos demostró en el Congreso el doctor Sebastián Rodante, al superponer una diapositiva de la cara de la Sábana Santa y otra con las arterias y venas importantes de la frente.

En la frente aparece un rastro de sangre en forma de 3 invertido. En el Congreso de Turín, un catedrático de Arte Cristiano, nos expuso una multitud de iconos bizantinos en los que se veía un caracolillo de pelo en la frente de Jesús. Es el influjo del rostro de la Sábana Santa en aquellos iconos. Aquellos artistas confundieron el rastro de sangre con un caracolillo de pelo.

Se observan deformaciones en el rostro debidas a los golpes que recibió en la noche de la pasión.

El doctor Judica-Cordiglia, especialista en medicina forense, cree que la contusión de la nariz fue causada por un palo de unos cinco centímetros de diámetro, esgrimido vigorosamente por un agresor situado a la derecha del Señor. El Evangelio de San Juan nos dice que uno de los esbirros dio a Jesús un golpe en el rostro. La palabra griega empleada por San Juan es «rápisma», que generalmente significa golpe dado con un palo.

Algunos tienen dificultades en que San Juan y San Pedro se llevaran la Sábana del sepulcro, pues los preceptos rabínicos prohibían tocar los objetos funerarios para no contaminarse. Pero después de oír la predicación de Jesús, sus discípulos se consideraban liberados de las prescripciones farisaicas.

Para que entendamos perfectamente lo que vamos a ver, tenemos que independizarnos de dos líneas negras de tela chamuscada, que llaman mucho la atención.

La Sábana Santa estaba doblada en una urna de plata en la Iglesia de Chambery. Hubo un incendio. La plata recalentada chamuscó los bordes de la tela, y al desdoblar la sábana quedaron dos líneas negras de tela chamuscada que desorientan mucho cuando se ve la fotografía por primera vez.

¡Providencial! Las líneas negras están paralelas al cuerpo. No lo tocan. Rozan los hombros un poco; pero podía haber sido una quemadura en el centro, y nos destroza la figura.

Está el cuerpo de Cristo enmarcado por las dos líneas de tela chamuscada, y los dieciséis triangulitos, que son remiendos de lino blanco, hechos por las religiosas clarisas de Chambery, por encargo del Papa Clemente VII.

Porque la Sábana Santa estaba doblada en la urna de plata, parte de la plata recalentada se fundió, unas gotas de plata fundida atravesaron el lienzo doblado, haciendo un orificio, y al desdoblarlo aparecieron dieciséis agujeritos que fueron remendados por las religiosas clarisas.

Pero si nos independizamos de esas dos líneas negras de tela chamuscada y de los dieciséis triangulitos, veremos perfectamente en el medio la figura de un hombre de cuerpo entero, en sus dos proyecciones frontal y dorsal. Porque la Sábana Santa cubrió al Señor por delante y por detrás. Por eso las figuras frontal y dorsal están yuxtapuestas por la cabeza.

Quizás la primera vez que lo veamos resulta un poco desorientador, pero enseguida nos acostumbraremos a prescindir de las líneas negras, y veremos perfectamente a Cristo de cuerpo entero.

Antes de terminar voy a leer las siguientes palabras de Paul Claudel: «En esta imagen vemos la majestad del Dios-Hombre, y en presencia de esta majestad nos damos profunda cuenta de nuestra indignidad. Hay algo que nos sobrecoge en esos ojos cerrados, en ese semblante transido de eternidad. Algo que atraviesa nuestra conciencia, como una estocada al corazón. Algo tan aturdidor y hermoso que nuestra sola evasión posible es la de postrarnos en adoración».

Finalmente termino con lo que dice D. Leopoldo Huidobro, abogado Fiscal del Tribunal Supremo, en su libro El misterio del Santo Sudario.

«De todas las fotografías dedicadas, ninguna de más valor, ni que encierre más inefable ternura que ésta que ahora rubricada con su sangre nos dedica Cristo a través de la fotografía de la Sábana Santa.

Si la llevamos siempre con nosotros llegará a sernos familiar, y, cuando cerremos los ojos por última vez, al despertar al otro lado de la muerte, enseguida lo reconoceremos. Habremos llegado a amarle, y a amar todos sus mandatos y sus consejos, y a estar siempre preparados para la muerte como Él quiere que nos preparemos».

Aportaciones científicas del congreso de Turín (Octubre de 1978)

(Conferencia pronunciada por el P. Jorge Loring, S.I., en el Salón Borja de Madrid, el 7 de noviembre de 1978)
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Capítulo 4: Actualización

El padre jesuita norteamericano, Francisco Filas, Profesor de la Universidad de Loyola de Chicago, ha hecho un estudio de la moneda que aparece en el ojo de Cristo. (Foto pág.OJO). Me ha mandado la diapositiva. Interesantísima. Es una ampliación de la moneda. Se ven las letra U CAI, que son la última letra de TIBERIOU y las tres primeras de CAISAROS. La inscripción completa era TIBERIOU CAISAROS, es decir, «de Tiberio César». Como la moneda era de cobre, material blando, la inscripción está medio borrada por el uso. Se observa perfectamente el bastón de mando que hay grabado en la moneda, exclusiva del «leptón» acuñado por Poncio Pilato, sin cara, como suelen tener as monedas, para no herir los sentimientos de los judíos cuya religión prohibía reproducir imágenes, y que circuló por Judea entre los años 26 y 36 de nuestra Era, en los que gobernó. En el año 36 fue destituido, y sus sucesores acuñaron su propia moneda; es decir, esta observación de la moneda que hay sobre el párpado, nos da la facilidad de poder precisar con exactitud la fecha de la Sábana Santa. Pues lo lógico es que le pusieran sobre los párpados, para mantenerlos cerrados, según costumbre funeraria hebrea, la moneda que circulaba entonces, la que llevaban encima.

* * *

Cuando estuve en Nueva York para hablar de la Sábana Santa, al referirme a este tema por dos canales de la televisión neoyorquina, uno de los locutores me preguntó:
—Padre, ¿y no se ha hecho el estudio del Carbono-14 a la Sábana Santa?

Y le contesté:
—Mire usted, en el Congreso de Turín hubo dos opiniones opuestas. Algunos estaban empeñados en que se hiciera la prueba del Carbono-14, pero otros se oponían radicalmente, porque la prueba del Carbono-14 necesita quemar parte del lienzo. Ellos opinaban que se permitiera todo tipo de pruebas que no deterioraran el lienzo ni la imagen; pero que se prohibiera todo tipo de investigación que deteriorara el lienzo o la imagen. Porque si con cada nuevo método de investigación destruimos un trozo de lienzo, al cabo de los años nos quedamos sin Sábana Santa.

Pero con el descubrimiento del Padre Filas de Chicago, tenemos un método mucho más preciso que el Carbono-14, ya que da un margen de error de más-menos cien años. En cambio, al poder estudiar la moneda que hay sobre el ojo, sabemos que circuló entre los años 26 y 36 de nuestra Era. Por lo tanto, hemos logrado datar con mucha más precisión la fecha de la Sábana Santa de Turín.

* * *

El gran descubrimiento de los hombres de la NASA, que ha dejado boquiabierto al mundo entero, ha sido la afirmación de que la imagen que hay en la Sábana Santa está grabada a fuego. La tela está chamuscada. Debió producirse por una radiación instantánea. Los hilos de la tela en la imagen están sólo coloreados superficialmente. La impresión no ha calado dentro del hilo. Los hilos no están impregnados, como si se tratara de una pintura. Y entre los hilos no hay rastro de pintura. Si la imagen hubiera sido pintada, habría grumos de pintura y no los hay.

Esta radiación también grabo a fuego en la tela las manchas de sangre. Fue un proceso parecido al que se utiliza para grabar a fuego en una camiseta un nombre o un dibujo. Por el otro lado de la tela se transparentan las manchas de sangre, pero no la imagen grabada a fuego. Si la sangre fresca hubiera empapado el tejido hubiera penetrado el hilo completamente. El hecho de que las manchas de sangre sean superficiales demuestra que la grabación en la tela se hizo con la sangre seca. Esta radiación que ha grabado a fuego en una tela la imagen de un cadáver es algo insólito.

El primero que expuso que las manchas de sangre estaban grabadas a fuego en la Sábana Santa, fue el doctor inglés David Willis, en el semanario londinense The Tablet. El Dr. Willis fue uno de los científicos que tuvo acceso a la Sábana Santa en noviembre de 1973, cuya viuda conocí en el Congreso Internacional de Turín, y que un día me invitó a comer con ella y con el doctor alemán Karl-Elmar Federer, que nos había presentado.

* * *

Paso a otro terreno que es muy interesante. En el Congreso de Turín hubo médicos, arqueólogos, catedráticos, como Ian Wilson de la Universidad de Oxford, y Robinson de la Universidad de Cambridge, técnicos de la NASA, etc. Había especialistas de todas las ramas. También había especialistas en Teología, como es lógico. Pues uno de los especialistas en Sagrada Escritura, en Biblia, es Mons. Feuillet, francés. Es un hombre de talla internacional en el conocimiento de San Juan. Y nos dijo en el Congreso algo que a Vds., quizás de momento les va a extrañar, pero después lo comprenderán y agradecerán lo que les voy a decir.

Dijo Mons. Feuillet:
«Habría que reformar los textos litúrgicos que se leen en la Misa, de cuando Pedro y Juan llegaron al sepulcro». Están mal traducidos. O si suena demasiado fuerte eso de «mal traducidos», digamos «están imperfectamente traducidos». Me explico: A Vds. les suena —lo hemos leído en la misa todos los años— que cuando San Juan y San Pedro se enteraron que Cristo había resucitado, salieron corriendo hacia el sepulcro. Pero Juan, que era más joven, llegó antes. San Pedro, más gordote y más pesadote, claro, tardó más en llegar. Pero San Juan, respetuoso con la edad de los mayores, cuando llega a la tumba, no entra, y espera por respeto a San Pedro, y después entran los dos. Pero dice el Evangelio que cuando San Juan llegó al sepulcro, sin entrar, miró; vio y creyó en la resurrección. ¿Y por qué creyó? Al ver la sábana. ¿Y cómo estaba la sábana? Nos suena de haberlo oído en el Evangelio de la Misa: «La sábana en el suelo».

Dice Mons. Feuillet: mal traducido. La sábana en el suelo, no. La sábana A RAS DEL SUELO; allanada, aplanada, alisada, sin el relieve que tenía cuando cubría el cuerpo de Cristo. Porque la sábana en el suelo nos suena a la sábana tirada en un rincón. Como el que se levanta de la cama y echa la sábana a un lado. La sábana en el suelo, allí tirada. No. Tirada en el suelo, no. A RAS DEL SUELO, alisada, aplanada, allanada, yacente, a ras del suelo. No es lo mismo. La palabra griega usada por San Juan es KEÍMENA que significa «yaciendo». Cuando San Juan ve la sábana alisada, allanada, a ras del suelo, comprendió que Cristo había resucitado. Porque él comprendió que si alguien hubiera robado el cadáver, el lienzo no estaría así, tan bien puestecito. Entonces al ver cómo estaba el lienzo, comprendió que nadie había robado el cadáver y, por lo tanto, que Cristo había resucitado.

¿Estáis viendo ahora cómo con esta explicación de Mons. Feuillet se entiende mucho mejor el texto y la razón por la que San Juan creyó al ver cómo estaba la sábana?

En este pasaje también habla San Juan del pañolón (sudario) que estuvo sobre su cabeza: epi tes kefalés autou... Dice que estaba doblado a parte. La palabra que usa es jóris, que se puede traducir modalmente o localmente: «por el contrario» o «en otro sitio». Las dos traducciones serían correctas: «doblado en lugar a parte» o «y el sudario que estuvo sobre su cabeza, no yaciendo en el suelo sino por el contrario, doblado ...».

* * *

En esta Sábana hay diversas manchas y quemaduras. Providencialmente las quemaduras enmarcan la figura de Cristo, rozan los hombros, pero no estropean la imagen. Si la quemadura hubiera sido por la mitad del cuerpo, nos destroza la imagen. Pero además de estas quemaduras hay una porción de manchas. Por ejemplo, de las sales del agua con que apagaron el incendio, que al evaporarse, quedaron las sales.

El Dr. Wilcox, ha escrito un libro que se llama El Sudario, donde dice: «No hay manchas de descomposición del cadáver. El cadáver que estuvo tres días envuelto en esa Sábana Santa, no dejó la más mínima mancha de descomposición».

Hay manchas de sangre, que en concreto han sido estudiadas por el científico americano John Heller, del Instituto de Nueva Inglaterra (EE.UU.) catedrático de Medicina Interna y de Física Médica en la Universidad de Yale (EE.UU.), como se expone en un artículo de la revista de fama internacional National Geographic del mes de junio de 1980.

Pues este científico ha estudiado las manchas de sangre con análisis espectral y ha confirmado los componentes de la sangre humana que hay en el lienzo: cristales de hemoglobina y proporción correcta de hierro, propia de la hematina contenida en la sangre, porfirina, proteínas, albúmina, etc.

Traduzco de la revista: «Ninguna de las pruebas hechas hasta ahora demuestran que «las manchas de sangre» no sean de sangre. Al contrario, un gran número de pruebas inducen a pensar que verdaderamente sean de sangre. Bajo los rayos ultravioleta, estas manchas responden como si fueran de sangre. Adicionalmente, las pruebas de rayos X demuestran el porcentaje correcto de hierro en la sangre».

En la revista de la Sociedad Óptica de América Applied Optics, del 14 de agosto de 1980, en la pág. 2.742, dicen textualmente los doctores John H. Heller y Alan D. Adler: «Mediante pruebas espectroscópicas y químicas hemos identificado la presencia de sangre en la Sábana Santa de Turín, en las zonas consideradas como manchas de sangre».

Recientemente el Sr. McCrone ha declarado en el Catholic Herald del 19 de septiembre de este año, que las manchas son de pintura. Esta afirmación ha sorprendido a los científicos. En un artículo del The New York Times del 28 de octubre de 1980, treinta y dos científicos americanos que estudiaron directamente la Sábana Santa en Turín en octubre de 1978, han protestado enérgicamente ante esta afirmación del Sr. McCrone, el cual no estuvo en Turín durante los días que la Sábana Santa fue sometida al estudio directo de los investigadores, según el
The Miami Herald</I< norteamericanos.

«McCrone jamás ha visto la Sábana Santa, y menos la ha examinado» (Charles Foley: La Sábana Santa, Ciencia y Fe. Actas del Congreso de Bolonia, 27-29, XI, 1981)

En el número de marzo de 1984 de Selecciones de Reader’s Digest, se condensa un libro de John Heller, que es uno de los científicos que ha analizado las manchas de sangre de la Sábana Santa, y ha demostrado que son sangre humana. Cuenta Heller, que tres veces citó a McCrone a discutir sus afirmaciones en reuniones de científicos, y las tres veces McCrone se negó a asistir.

En 1985, Mons. Julio Ricci publicó su obra L’Uomo della Síndone è Gesú, donde dice (pág. 49) que los exámenes de microfotografía y rayos infrarrojos realizados por S. Pellicori y Mark Evans, de Santa Bárbara Resserches Center, de California, han excluido la hipótesis de McCrone.

* * *

El Padre Gerald O’Collins, S.I., Profesor de Teología en la Universidad Gregoriana de Roma, y autor de dieciséis libros, en el titulado Para interpretar a Jesús (Ediciones Paulinas 1986) dedica ocho páginas a la Sábana Santa. La trata con enorme respeto y estima. De este libro es el párrafo siguiente: «En una discusión televisada de la BBC, el Jueves Santo de 1979, John Robinson (catedrático en la Universidad de Cambridge) llamó al Sudario «un disparador de la fe». Como la discusión siguió a la película Testigo silencioso, aquella tarde se encontraba sobre una base particularmente segura. El productor y director de este filme, David Rolfe, comenzó sus tres años y medio de investigación de la Sábana Santa, como agnóstico, para después creer en Jesucristo».


Datos expuestos por el autor, P. Jorge Loring, S.I., en la conferencia pronunciada por el autor, en el Teatro Principal de Monóvar, Alicante, el 16 de noviembre de 1980

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La corona de espinas

P. Loring

 

Estaba tejida con ramas de «ziziphus vulgaris», un espino de duras y agudas espinas que usaban como leña para encender la lumbre. La corona no tenía forma de anillo, como suelen representar los artistas, sino probablemente forma de casco, como una corona oriental, que era una especie de mitra.

En la cabeza se han contado treinta y dos heridas de perforación de las espinas. Algunas coinciden con vasos sanguíneos importantes, como nos demostró, superponiendo diapositivas, el Dr. Rodante a los congresistas de Turín. Esto hace imposible que la Sábana Santa sea una falsificación medieval pues supondría conocimientos muy posteriores a aquel tiempo.

La coronación de espinas ha sido algo exclusivo de Jesucristo. «Jamás en la historia se había dicho, sabido o escrito, que a alguien se le hubiera puesto en la cabeza una corona de espinas». «No hay ningún documento donde conste la coronación de espinas ni entre los romanos ni en otro pueblo»2. «No se conoce su uso en ningún otro caso de la Historia».

En el Congreso de Roma el Dr. Rodante, superponiendo diapositivas, nos hizo ver que grandes surcos de sangre de la frente coinciden con la vena frontal y la arteria temporal.