El séptimo cumpleaños de EL OBSERVADOR está anunciando importantes cambios en nuestro órgano periodístico. Este acontecimiento no se debe a la casualidad, pero sí es fortuito que acontezca precisamente en el aniversario número siete. Y viene al caso recordar que, entre las múltiples cosas de diferente naturaleza a las que el hombre, a lo largo de su historia, ha atribuido poderes, cualidades mágicas o ha creado mitos y supersticiones a su alrededor, están los números. Desde muy remotos tiempos el hombre se aficionó a dar cierta calidad simbólica a algunos números, es decir, con ellos quiso representar no sólo magnitudes, sino también creencias, conceptos o sucesos. De allí fue fácil pasar a lo prodigioso: considerar a esos números capaces por sí mismos de obrar fenómenos, maravillas, milagros. Finalmente se cayó en la degeneración consistente en lo mágico: se atribuyó a algunos números una potencia de influencia personal o de seducción. Uno de los números más recurrentemente reputados como simbólicos, prodigiosos o mágicos es el siete. Y por doquier lo encontramos a pasto.

Vaya usted contando: siete, usted lo sabe, son los días de la creación universal; el arca de Noé se detuvo después de siete meses de inundación universal; Faraón tuvo el sueño de las siete vacas gordas y la misma cantidad de flacas, de las siete espigas llenas y otras siete secas y que José profetizó que serían siete años de abundancia y siete de carestía; Moisés ordenó que sus leyes fueran leídas a su pueblo cada siete años; siete fueron las trompetas sonadas por los levitas de Josué, que hicieron el prodigio de derribar las murallas de Jericó, sitiada durante siete días; David cantaba siete veces al día las alabanzas del Señor; siete años tardó la construcción del espléndido templo a Dios, por orden de Salomón.

El candelero del tabernáculo, lleno de simbolismo, tenía siete brazos, y, por tanto, siete lámparas con siete llamas; fueron siete los altares erigidos a Dios que servían para ofrecer en holocausto siete ovejas y siete carneros ordenados por Balaam, falso profeta; los hermanos mártires macabeos que fueron echados a hervir por el feroz Antíoco Epifanio, fueron siete; en la segunda multiplicación de los panes relatada por Mateo, Jesucristo, con siete panes, quitó el hambre a más de 4,000 personas, y de lo que sobró se llenaron siete canastos; siete fueron los dolores de María Virgen; son siete los dones del Espíritu Santo; los primeros diáconos consagrados por los apóstoles fueron siete; siete son los sacramentos de la Iglesia; se manda que perdonemos a nuestro prójimo hasta setenta veces siete; siete son las horas canónicas y siete los salmos de penitencia; los pecados capitales son siete; siete fueron los sellos, los ángeles y las trompetas del Apocalipsis, y siete las tentaciones de San Antonio.

Los colores del arco iris son siete; las fases de la luna se suceden cada siete días; antiguamente era común hablar de los siete mares; siete estrellas componen la Osa Mayor; siete son las notas musicales, pues nuestra música es heptátona; se fijó en siete el número de las maravillas del mundo antiguo; se asegura que la laguna Estigia daba siete vueltas alrededor del infierno; el dios de los indios, Vishnú, se dice que encarnó siete veces; el siete era el número de los números para los iniciados en los «sagrados misterios»; Buda se reconoce bajo siete emblemas; el Nilo tiene siete deltas; siete reyes atacaron a Tebas en la antigüedad; siete fueron los Sabios de Grecia; siete las cabezas de la hidra matada por Hércules y siete las testas del dragón que guardaba el Vellocino de Oro; bajo Servio Tulio, Roma fue erigida en la Ciudad de las Siete Colinas.

En España, Alfonso X el Sabio compuso las célebres Siete Partidas, que es un código legal y de costumbres que rigió durante varios siglos y, además, escribió el «Setenario», trabajo de interpretación de la religión y el gobierno españoles a la luz del número siete; las míticas cuevas de Chimostoc, de donde supuestamente salieron los misteriosos antepasados de los nahuas, eran siete; en el siglo XVI una expedición partió hacia el norte en busca de las Siete Ciudades de Cíbola, que no fueron de oro como se creía; en el propio siglo XVI los Países Bajos conquistaron su libertad e instituyeron la república de las Siete Provincias Unidas; entre Austria y Prusia hubo la Guerra de los Siete Años; en México, en el segundo tercio del siglo XIX, estuvo vigente la constitución centralista llamada de las Siete Leyes, sostenida por el partido conservador.

El patrón del número siete se conserva en muchas anécdotas y cuentos, desde el famoso caballo Siete Leguas de Pancho Villa hasta los siete enanos de Blanca Nieves. ¡Arriba, pues, el número siete!

Con poco esfuerzo usted, querido lector, puede incrementar la lista de las glorias del número siete, entre las cuales está hoy, de pasadita, el séptimo aniversario de EL OBSERVADOR.