¿Mensajes, videntes, fenómenos extraordinarios? Estos son los criterios para
distinguir los errores
Hay visiones llenas de errores históricos; otras veces el vidente no comprende el mensaje recibido; a veces es el secretario, el que escribe la revelación, el que introduce errores.
En
los años 70, el padre Felix Bourdier publicó en francés una guía de
criterios sobre fenómenos extraordinarios en la vida de fe, recordando que
"los errores son posibles y reales. Afloran menos frecuentemente en los
casos de santos que en la gente ordinaria que no están muy avanzados en la
virtud; pero la gente debería saber que los errores pueden suceder aún con los
santos. El Padre Poulain nombra a 32 santos que fueron engañados, en las páginas
355 y 356 en su Tratado sobre las Gracias de la oración".
Recogemos aquí algunas de las consideraciones del padre Bourdier sobre
visiones, revelaciones y mensajes divinos o celestiales.
1. Cinco causas de errores
(a) Una revelación puede a veces ser interpretada incorrectamente por
la persona que la recibe, porque es oscura, ya sea porque Dios no la
hace completamente conocida, o a causa de las cond iciones en las que está
implicada en la profecía o la revelación (Ver San Juan de la Cruz, Ascensión,
Libro 2, cap. 19). Tal fue el caso con San Pedro, quien al escuchar una voz que
le decía tres veces: “levántate, mata y come”, (Hech 10:13), pensó que
era cuestión de su comida y no una orden para bautizar a los paganos.
(b) Cuando las visiones representan escenas históricas, muy a menudo lo
que representan es solamente aproximado y probable. Por lo tanto, uno
se equivocaría al atribuirles una exactitud absoluta, pero Dios no nos engaña
cuando Él modifica ciertos detalles. Él hace esto por una razón, a saber,
para que comprendamos mejor el pensamiento secreto que ha ocultado en el
misterio.
En efecto, ha habido revelaciones, hechas a personas santas y aprobadas por la
Iglesia, que se contradicen una con otra. Esto demuestra la falta de
prudencia que es el intentar reconstruir la historia por medio de las
revelaciones hechas a l os santos.
(c) Puede ocurrir que durante una visión, el espíritu humano mantenga
su poder de mezclar su propia acción en cierto modo con la acción divina;
en tales ocasiones será autoengaño atribuirle puramente a Dios el conocimiento
que es así obtenido. En una ocasión será el poder de invención el que está
en juego, y en otras serán hechos o imágenes recogidas de la memoria.
Aún aquellos que a menudo tienen verdaderas revelaciones pueden
volverse negligentes en el cuidado del discernimiento y de allí que
puedan transmitir una profecía falsa.
Además, los videntes a menudo son llevados a atribuir falsamente a la
influencia divina, durante el éxtasis o los momentos de intensa unión con
Dios, aquellas ideas que tienen que ver con sus propios deseos e ideas
preconcebidas en cuestiones de doctrina y de historia. La actividad del propio
espíritu de los videntes es una de las principales causas de error. Encontramos
ejemplos de visiones llenas de errores históricos en los casos de Santa
Isabel de Schoenau, el Beato Hermann Josef, Santa Hildegarda, Santa Catalina de
Ricci y María de Ágreda, etc.
(d) Puede ocurrir que una revelación verdadera pueda ser
involuntariamente alterada, luego del acontecimiento, por el mismo vidente;
este peligro es muy grande cuando la revelación escrita es muy larga, y, sin
embargo, fue recibido en un modo casi instantáneo. En tales casos no es
excesivo decir que no sólo no fueron dadas todas las palabras por la revelación
sino que como el pensamiento en la revelación no fue detallado, el vidente, por
sí mismo, lo desarrolló posteriormente.
(e) Es también muy posible que secretarios alteren el texto, sin mala
intención, y en buena fe inserten sus propias elecciones de expresión
en él.
2. Las cinco causas de la
falsedad de un mensaje
Es
posible que un mensaje no sólo contenga errores por las cinco causas que hemos
listado arriba sino que también puede ser falso en sí mismo por las siguientes
causas:
(a) Puede ocurrir que la persona que dice que ha recibido revelaciones sea
un mentiroso y lo haga de mala fe.
(b) Una persona puede inventar cosas en buena fe, o como resultado de
una ilusión, o proviniendo de un cierto desorden de la memoria que
consiste en creer y recordar ciertos hechos aún cuando tales hechos nunca han
ocurrido.
(c) Una persona puede ser engañada por su propia imaginación
o por su propio espíritu si ellos son muy vívidos.
(d) El demonio puede dar revelaciones o visiones falsas, como
en el caso de Nicolás de Rheims en el siglo XVII. También puede el demonio
producir una alineación de los sentidos de la persona en un intento de fraguar
un éxtasis divino. Pero este caso es extremadament e raro y casi no conocido y
ciertos ejemplos pueden ser citados.
(e) Una revelación puede ser la invención de fraguadores. Las profecías
políticas a menudo pueden ser obra de ellos, estando motivados por
intereses políticos o de dinero, o por el deseo de mofarse del público. Tales
profecías abundan en épocas de revueltas políticas o religiosas.
Una característica sospechosa, que es notable en las modernas profecías políticas,
es que nunca instan a las personas a luchar contra la perversión y no indican
ningún medio serio para resistirlos; en cambio dicen que el mundo cambiará de
improviso, por un milagro, sin una anterior conversión de corazón y moral.
Vamos a estudiar qué acciones deben tomarse.
3. Estudiar si la persona
da signos divinos
Esto significa que es necesario examinar si el vidente está absolutamente
seguro de la naturaleza sobrenatural de sus r evelaciones, y si él o ella obra
milagros o da profecías.
Si la respuesta es afirmativa las revelaciones vienen de Dios y no del maligno o
la naturaleza. Veremos abajo si la estigmatización puede ser un signo divino.
Pero las revelaciones van en realidad raramente acompañadas por tales
signos divinos decisivos; por lo tanto es necesario llegar a un juicio
siguiendo las reglas de prudencia, y luego de analizar las razones a favor y en
contra. Para hacer esto, uno debe estudiar al individuo, la razón de
ser de las revelaciones y sus circunstancias concomitantes, y los
efectos de la revelación.
Algunas personas proponen que debería probarse que ni el demonio ni
nuestras ideas personales han tenido influencia en la acción de Dios, pero
este procedimiento sólo difiere del anterior que hemos esbozado en el modo en
que se clasifica la información y en que se sacan las conclusiones.
4. Estudiar a la misma persona
(a) En primer lugar, ¿cuáles son sus cualidades y defectos? ¿Es la persona
sincera, desde el punto de vista físico, intelectual y moral? ¿Está
mentalmente equilibrada? ¿Dotada de sano juicio? ¿Exagera o inventa? Está
debilitada por enfermedad, vigilias o ayunos?
Si las respuestas son favorables es probable que no exista razón para temer las
principales causas de error.
(b) ¿Qué tipo de instrucción ha recibido esta persona? ¿Qué lecturas ha
hecho? Es necesario asegurarse que el conocimiento que se dice ha sido revelado
no haya sido extraído de libros o conversaciones de teólogos, como fue el caso
de Santa Hildegarda.
(c) ¿Qué progreso ha hecho la persona en virtud desde las
revelaciones? El punto más importante a saber es si la persona ha
progresado mucho, luego de las revelaciones; si es así, entonces hay una gran
probabilidad a favor de lo sobrenatur al; de lo contrario, las revelaciones
deben ser consideradas como sospechosas.
El demonio no puede llevar a las almas a practicar virtudes sólidas de
una manera verdadera y duradera. Por engaño él puede fingir
alentarlos por un tiempo pero terminará en exageraciones y peculiaridades; bajo
su influencia, las penitencias serán incrementadas hasta el punto de arruinarle
la salud, y serán acompañados de desobediencia; la pureza de conciencia
degenerará en escrúpulos, la humildad en desaliento; el celo se volverá
indiscreto, y seducirá al alma sacándola del estado presente y la lanzará a
aventuras que terminarán en un callejón sin salida.
(d) ¿Ha hecho la persona predicciones y todas han sido claramente expresadas y
hechas realidad sin tener que invocar a sutilezas de interpretación? Cuando una
sola predicción aislada se ha hecho realidad, existe una sola probabilidad de
que es divina ya que pudo haber sido lanzada al azar, y el demonio puede
conjeturar muchos eventos futuros a la luz del patrón usual marcado
por las voluntades divinas y humanas en circunstancias similares.
Si las profecías no se cumplen y no hay serias razones para creer que son
condicionales, se presumirá que no son divinas. “y si dices en tu corazón:¿cómo
reconoceremos la palabra que no ha dicho Yahvé? Si el profeta habla en
nombre de Yahvé, y no sucede ni se cumple la palabra, es que Yahvé no ha dicho
tal palabra; el profeta lo ha dicho por presunción; no le tengas
miedo” (Dt 18:21-22).
(e) ¿Qué gracias extraordinarias de unión con Dios cree esta persona que
recibió previamente y cuál es su juicio acerca de ellas? Aparte de los casos
excepcionales, estas gracias son sólo concedidas cuando la persona está
avanzada en la maneras de orar.
(f) ¿Le han sido enviadas grandes pruebas antes o después de las revelaciones?
Por ejemplo, enfermedad, contradicciones, fracaso, y retrasos en llevar a cabo c
iertos emprendimientos en los cuales la persona tenía puesto su corazón. Si la
respuesta es afirmativa, es un buen signo porque la vida de los santos está
llena de estas pruebas, y es imposible que las gracias extraordinarias
no sean acompañadas por cruces; son una marca de la amistad con Dios.
Si no hay cruces, la revelación es sospechosa.
La prueba más común de estos favores extraordinarios es que la gente, si
escucha acerca de ellos, adopta una actitud escéptica u hostil. Las críticas
y dudas son una excelente ocasión de prueba para juzgar la humildad del
vidente, su paciencia y su confianza.
(g) ¿Ha tomado la persona las tres precauciones indispensables para evitar
ilusiones? A saber: el miedo a ser engañado, apertura a un director
espiritual y no haber deseado las revelaciones.
Está claro que creerse preservado de las ilusiones es justo la disposición
necesaria para tenerlas. Asimismo, no estar d ispuesto a estar abierto y
considerarse un buen juez en la materia es favorable a las trampas del enemigo,
quien no quiere que se le descubran sus trampas. Finalmente, una revelación
debería ser generalmente considerada como sospechosa si ha sido deseada.
5. El estudio de la
revelación en sí
(a) ¿Es el texto verdaderamente auténtico? ¿O ha habido
algunas correcciones o aún supresiones de ciertas expresiones y de ciertos
pasajes, como inexactos u oscuros?
(b) ¿Concuerda totalmente la revelación con el dogma y con
las enseñanzas del la Iglesia, así como también con las afirmaciones ciertas
de la historia y de la ciencia?
“Yo no considero una revelación como verdadera a menos que no haya
absolutamente nada en contra de la Sagrada Escritura y de las leyes de la
Iglesia que estamos obligados a seguir”, dice santa Teresa en su
"Vida" (cap. 32, pág. 354).
(c) ¿Contiene alguna enseñanza o es acompañado de alguna acción
contraria a la decencia o a la moral? San Juan de la Cruz dijo: “Una
de las trampas del mal espíritu es divulgar los pecados de otro con tanta
falsedad como aparente luz. Su fin es difamatorio”.
(d) ¿Es la revelación útil bajo el punto de vista de la salvación
eterna? Se puede estar seguro de que las revelaciones no son de origen
divino cuando el objetivo es simplemente hacer conocer temas vulgares que no
tienen utilidad alguna para el bien de las almas. Dios no dará lugar a una
revelación para satisfacer la curiosidad, sino sólo por un motivo grave.
Por lo tanto, y a pesar de sus escenarios aparentemente religiosos, se debe
tener como cuenteras aquellas personas que, en el nombre de algún espíritu
celeste, están prontas a responder cualquier consulta que se les haga a
cualquier hora y en cualquier lugar, sobre temas tales como nacimientos,
casamientos, ju icios, enfermedades y resultados de acontecimientos políticos.
Una revelación también debería considerarse sospechosa cuando su único
fin es aclarar una cuestión disputada de teología, historia o astronomía.
Debería comprenderse claramente que la salvación eterna es lo único
importante a la vista de Dios. San Juan de la Cruz dice que “por el resto, su
intención es que los hombres recurran a medios humanos” (Ascenso, Libro 2,
cap. 22).
La revelación debería también considerarse sospechosa si, aunque muy buena,
es lugar común y puede ser encontrada en libros de ascética. En tal caso es
probable que el vidente, sin darse cuenta, esté repitiendo lo que ha aprendido
en su lectura, o aún está siendo abusado por el demonio, que quiere ganar su
confianza para conducirlo en una de sus audaces trampas.
Si las revelaciones o las visiones son muy numerosas, esta circunstancia, tomada
en sí misma, no es signo desfavorable, porque considerarla desf avorable sería
condenar a un montón de santos.
Por otra parte, si las revelaciones son largas y numerosas y no contienen nada
falso, deshonesto o fútil, puede concluirse, con probabilidad, que no vienen
del demonio, porque de otro modo él estaría fracasando en su objetivo ya que
no es posible que el demonio se oculte por mucho tiempo.
(e) Cuando las actitudes, gestos, palabras y circunstancias que acompañan a la
visión son examinados en detalle, aún en el caso de personas que son muy
razonables y de buena educación ¿es la revelación conforme a aquella dignidad
y seriedad que es apropiada a la Divina Majestad, o contrariamente está
caracterizada por peculiaridades, comportamiento grotesco, convulsiones, ...?
Muchos autores aseguran que el demonio nunca tendría permiso para tomar la
forma de una paloma o de un cordero en sus apariciones porque estos son los símbolos
del Espíritu Santo y de Cristo. Pero esta doble aserción está contradicha por
los hecho s. Así, santa Francisca Romana vio un día al demonio que
tomaba la forma de un cordero, el cual se llegó hasta ella y se echó
suavemente a los pies de la santa; ella lo reconoció y el demonio se transformó
en un lobo furioso.
En otra ocasión vio siete demonios que aparecieron como siete corderos blancos,
declarando que simbolizaban los siete dones del Espíritu Santo; pero nuevamente
los reconoció y se cambiaron en lobos intentando atacarla.
La celebrada Magdalena de la Cruz, que obró prodigios por medio de la acción
del espíritu del mal, un día vio al diablo aparecérsele en la forma de una
paloma.
(f) Durante y después de la revelación, ¿qué paz o qué inquietud
experimenta la persona? Éste es uno de los más importantes medios de
discernimiento. Con personas de buena voluntad la acción del buen espíritu se
caracteriza por dar paz, gozo, seguridad y valor, excepto, quizás, en el primer
instante.
La acción de l demonio, por lo contrario, produce efectos diametralmente
opuestos: cuando actúa sobre personas de buena voluntad produce, excepto, quizás,
en el primer instante, inquietud, tristeza, desaliento, agitación y oscuridad.
Por consiguiente, se sigue que el estado de paz o de falta de ella de la persona
da un medio incuestionable para distinguir las verdaderas revelaciones de las
falsas, cuando una de estas características está bien definida.
Sin embargo, hay que considerar también la acción del propio espíritu: es
posible que este espíritu pueda introducirse en una revelación cuando tiene
lugar durante un período de profundo recogimiento y de gran paz que viene de
Dios. Consecuentemente, el sentido de paz no es suficiente por sí mismo, para
probar que todo es divino; sólo lo hace probable.
(g) ¿Conmina la revelación a empresas específicas como una nueva
devoción, la construcción de un santuario, la creación de una obra
para la que no ha y suficientes recursos, una nueva congregación?
Si éste es el caso, la obra debería ser examinada para ver si es buena en sí
misma, en conformidad con el pensar de la Iglesia; útil, y de una utilidad que
explique la necesidad para que se haya usado un medio tan excepcional como una
revelación; oportuna, es decir, si responde a una nueva necesidad, y si puede
causar daño a cualquier otra obra que sería mejor apoyar.
A este respecto, el Cardenal Pitra ha dicho: “Está totalmente permitido
desechar tales revelaciones, aún si han sido aprobadas, cuando se hace por
razones sólidas y cuando sobre toda la doctrina contraria está establecida por
documentos y experiencia incuestionable”.
Se debería advertir que las revelaciones de mujeres son probablemente falsas
cuando, a través de este medio, buscan dirigir a clérigos y jerarcas y enseñarles
cuando hablan sobre autoridad.
(h) Finalmente, ¿han sido las revelaciones expuestas a la prueba del
tiempo y de discusión? Sin esta condición ninguna revelación puede
ser considerada como fuera de cuestión, a pesar que no haya recibido ningún
juicio desfavorable.
6. ¿Es la estigmatización un signo divino?
La respuesta debe ser afirmativa si los estigmas son duraderos, incorruptibles y
sin supuración o infección; si no pueden ser curados con medicación y apósitos,
aún cuando a veces sanan; si sangran abundantemente y periódicamente a las
horas, días o fiestas litúrgicas de la Pasión de Cristo; si son producidas en
personas de virtudes heroicas; y si muestran todas las características de su
origen sobrenatural cuando sus efectos y distintas circunstancias son
examinados.
Pero la respuesta podría ser negativa si las heridas no poseen las garantías
arriba enumeradas; porque la autosugestión, el fraude y el demonio pueden a
veces producir heridas que son aparentemente y superficialmente si milares a un
verdadero estigma.
Sin embargo, tales casos son muy raros y no soportan un examen crítico y el
paso del tiempo, que resulta en ser rápidamente desenmascarados y condenados.
La cuestión fue tratada en el Congreso de Avon del 17 al 19 de abril de 1936, y
sus discusiones y conclusiones fueron informadas en la entrega de Octubre de
1936 de Carmelite Studies.
Fue también excelentemente resumido en el segundo volumen del P. Garrigou
Lagrange, Los Tres Caminos de la Vida Espiritual, de la página 775 y
siguientes (de la edición inglesa).
Finalmente, debería advertirse que la gran mayoría de teólogos, psicólogos y
doctores, concuerdan todos en la opinión arriba expuesta, y no aceptan
argumentos insubstanciales de los pocos doctores que mantienen que es posible
producir estigmas por autosugestión.
7. Estudiar los efectos
producidos por la revelación
En el volumen II de su trabajo, Los tres edades de la vida espiritual (pp. 325,
796- 798), el Padre Garrigou Lagrange da unas pocas y buenas indicaciones sobre
cómo uno debería examinar la cuestión. En la práctica es suficiente formular
una sola pregunta:
Sí o no, ¿la revelación ha producido buenos frutos de gracia?
(a) El principio de discernimiento es dado en los Evangelios. Nuestro Señor
dice:
“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de
ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿acaso
se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno
da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede
producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos (Mt 7:15-18).
A la luz de este principio, que “el árbol debería ser juzgado por su
fruto”, podemos juzgar qué espíritu mueve al alma favorecida. Uno debe mirar
los resulta dos de su influencia y compararlos con lo que el Evangelio nos dice
sobre las principales virtudes cristianas; si estas virtudes son
incrementadas, es un signo de que es un buen espíritu, sobre todo si estos
frutos están perdurando; aquellos, ciertamente, quienes están
animados por una mala intención no pueden permanecer escondidos por mucho
tiempo.
(b) Los verdaderos místicos y los extáticos también producen frutos.
Con ellos, siguiendo las revelaciones u otros fenómenos , hay siempre un
desarrollo en su comprensión de los temas divinos, los que tienen que ver con
la vida interior, la vida de la Iglesia, y de todo lo que atañe a la salvación
o pérdida de las almas; hay también un constante incremento en el amor hacia
Dios, y una devoción al prójimo que se evidencia en los trabajos que hacen y
que finalizan exitosamente.
Sus fundaciones perduran con frecuencia por siglos; tal fue el
caso de San Francisco de Asís, San ta Teresa, y Santa Catalina de Siena quien a
pesar de morirse a los 32 años, y de no saber leer ni escribir, no obstante,
por un largo tiempo, jugó uno de los papeles más importantes en los asuntos de
su tiempo, en particular al proteger el regreso del Papa a Roma.
Con los místicos verdaderos hay una idea dominante que se subordina a las
otras, en perfecta armonía con ellas como por ejemplo: el pensamiento de la
naturaleza del Todopoderoso y de Su amor, el deseo de responder a Su amor por
encima de todo, la pasión por la salvación de las almas, la búsqueda de la
unión divina, etc.
En La Psicología de los Místicos, Montmorand, quien es un no
creyente, escribe en las páginas 20 y 21:
“Los verdaderos místicos son personas prácticas de acción, no
personas de razonamiento y teoría. Saben cómo organizar, y tienen el
don de mando. Son muy capaces en resolver asuntos. Las obras que fundaron han
sido viables y duraderas; la coronación de su obra maestra parecería tener
buen sentido, un buen sentido que no es perturbado por ninguna exaltación
mórbida o imaginación desordenada, y la cual es acompañada por una
muy rara fuerza de penetración”.
(c) Así es cómo el mismo autor describe los frutos de los falsificadores y
especialmente de los histéricos: “con los falsificadores e histéricos
en particular, la inestabilidad se incrementa o crece, y con ella el
disimulo y la mentira. Finalmente, se vuelven completamente dominados por una
sensibilidad caprichosa".
Trabajos de Referencia
Además de los trabajados ya mencionados en el texto, el autor también enumera
las siguientes autoridades que el lector puede consultar sobre el tema. Algunos
de ellos, sin embargo pueden estar disponibles en francés.
En primer lugar, hay tratados detallados del Padre Scaramelli; páginas 311 a
418 del libro Gracias de la oración del Padre Poulain (Graces d´Oraison);
y las lecciones 24 y 25 del libro Teología Espiritual del Padre Guibert.
Existen también más estudios condensados en Dictionnaire du Catholicisme,
cols. 874 to 877; páginas 321 a 328 del libro Iniciación de los Ejercicios del
Padre Albert Valensin; y los números 953 al 957 y 1281 a 1285 del Manual de
monseñor Tanquerey. Finalmente hay excelentes reglas de San Ignacio en sus
Ejercicios y aquellos contenidos en la Imitación de Cristo, libro 3,
capítulos 54 y 55.