Benedicto XVI, aún desempeñando su papel como cardenal Ratzinger, dio toda una
lección de agudeza moral y de su perfecto conocimiento de la sociedad
postmoderna, al identificar claramente el mal de nuestros tiempos: la
"dictadura del relativismo que no reconoce nada que sea definitivo y que deja
como última medida solo al propio yo y a sus deseos". En efecto, la
filosofía progresista, materialista y consumista, heredera del marxismo y del
laicismo liberal, es la principal enemiga del humanismo cristiano y espiritual.
"Tener una fe clara, según el credo de la Iglesia, es muchas veces etiquetado de
integrismo, mientras el relativismo, es decir, el dejarse llevar de aquí allá
por cualquier viento de doctrina, es visto como el único comportamiento a la
altura de los tiempos", dijo Ratzinger en su homilía Pro eligendo Romano
Pontifice. Añadió que la fe adulta no sigue la moda y la última novedad,
"adulta y madura es una fe profundamente radicada en la amistad con Cristo".