¿Qué son los Sacramentos?


Los sacramentos son signos visibles que celebra la Iglesia, y en los que se contiene y recibe la gracia de Dios. Por "gracia de Dios", entendemos la experiencia de salvación que continuamente podemos tener los cristianos, gracias a la obra salvadora de Jesucristo. Podríamos decir que los sacramentos expresan la cercanía y el amor de Dios de una manera real, no tanto simbólica, aunque se valga para ello de signos y símbolos visibles (el agua, el pan y el vino, los óleos, la imposición de manos, etc.).

Al hablar de sacramento, tendremos que explicar que sólo existe un Sacramento: Jesucristo, en el sentido de que sólo Él contiene y es presencia de Dios en el mundo. Podríamos decir que es el "Gran Sacramento de Dios" para los hombres. A partir de Él , descubrimos su prolongación en el mundo mediante la Iglesia, signo de la presencia de Jesús, por lo que también decimos de ella que es sacramento para los hombres, a modo como lo es Jescucristo: el amor que Dios Padre nos ha mostrado en Cristo, continúa presente en nuestra vida gracias a la acción de la comunidad cristiana, de la Iglesia.

Pero además de Jesucristo como Sacramento de Dios para los hombres, y de la Iglesia como sacramento de Jesucristo, también descubrimos la existencia de "siete signos sacramentales", o siete sacramentos para los cristianos.

 

 

¿Cuáles son los Sacramentos?

 

Los Sacramentos son siete y responden a la siguiente clasificación:

I) Sacramentos de la Iniciación del cristiano:

II) Sacramentos Ministeriales:

III) Sacramentos Medicinales o Curativos:

 

 

I) Sacramentos de la Iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía

 

Como su nombre indica, inician a la persona en la vida de la gracia, en el misterio de Cristo y de la comunidad cristiana. Este orden se debe a que el Bautismo es el primer sacramento que se celebra, e introduce al hombre en una nueva vida -la vida de la gracia, donde se viven y practican los valores del Evangelio-, incorporándolo a la Iglesia y haciéndolo partícipe de la vida de Cristo, la esperanza en la Resurrección. Asimismo, como si en prenda se tratase, el recién bautizado recibe la gracia del Espíritu Santo.

El Bautismo, por tanto, se constituye en el primer sacramento que celebra el cristiano. Después de haber profesado la fe en Dios-Trinidad y el deseo de vivir según el Evangelio, la persona es bautizada, incorporándose a la comunidad de los creyentes en Jesucristo, y siguiendo su misma suerte: también como Él, el cristiano es "sepultado" a la muerte para resucitar a una vida nueva; esto es, por el Bautismo se nos hace igual a Cristo en cuanto que estamos llamados a participar como Él en la vida de la gloria.

En el Bautismo de niños, al no existir la fe en ellos, ésta se presupone en los padres y padrinos, que se comprometen a enseñársela en la medida en que vayan creciendo.

La vida nueva del neófito se inaugura con el perdón de todos sus pecados (el pecado original y los pecados personales en el caso del Bautismo de adultos) y la vida nueva de la gracia, que sólo se romperá en lo sucesivo por el pecado posterior, pero siempre recuperable en la Reconciliación.

La vida de la gracia no es otra cosa que ser conscientes de nuestra fe en Jesucristo y nuestra práctica continuada y coherente de los valores cristianos, es decir, la vida de la gracia es tender hacia la santidad que Dios nos pide. Por ello es importante volver continuamente sobre nuestro propio Bautismo, para recordar que somos miembros de una Iglesia formada por hombres y mujeres que, a pesar de sus vicisitudes y equivocaciones, están llamados a una vida plena de santidad.

 

La Confirmación, más allá de ser una reafirmación de la propia fe -ya adulta-, es la recepción de la plenitud del Espíritu, no ya recibido en prenda, sino de manera completa, con la finalidad de que el cristiano se incorpore más consciente y ampliamente a la Iglesia.

Finalmente la Eucaristía, como celebración de la fe en Jesucristo, es el sacramento que posibilita el encuentro del cristiano con Dios y con sus hermanos, empujándolo -desde la experiencia del Resucitado- a trabajar por el descubrimiento de los valores del Reino en nuestro mundo.

 

 

II) Sacramentos ministeriales: Orden y Matrimonio

 

La Eucaristía urge a transformar la realidad anti-evangélica en la que a veces se desenvuelve la vida de los hombres. Pero esto se puede hacer de maneras muy distintas, con servicios -ministerios- muy distintos, como son la vida laical de un matrimonio, o bien como ministros ordenados para el servicio a la comunidad cristiana -diáconos, presbíteros u obispos-.

Por ello hablamos de sacramentos ministeriales, porque otorgan la gracia necesaria para desempeñar un determinado ministerio (servicio) a la comunidad cristiana.

 

 

III) Sacramentos medicinales o curativos: Reconciliación y Unción para los enfermos

 

Finalmente, los Sacramentos medicinales o curativos, que son la Reconciliación y la Unción para los enfermos, porque la experiencia de pecado y de limitación física es tan evidente en la vida de los hombres, que necesitamos de ayudas especiales para combatir los sufrimientos humanos: así, el sufrimiento del pecado se mitiga y supera en la Reconciliación con Dios y con los hermanos.

El sufrimiento en la enfermedad adquiere un sentido nuevo tras la unción con el óleo bendecido, y prepara asimismo para una posible partida hacia la casa del Padre.

 

 

Los Sacramentos: Cauce de Gracia y Bendición

 

En los sacramentos descubrimos las acciones personales de Cristo, que actúa para darnos su gracia, de manera que en ellos experimentemos auténticamente (cuando se celebran de la manera correcta y en las disposiciones de fe que se requieren) su amistad y el don de la salvación.

Así, en el Bautismo, la gracia especial que recibimos es la de incorporarnos a la Iglesia y ser partícipes de la vida nueva de Cristo, la Resurrección.

En la Confirmación, la plenitud del Espíritu Santo, para ser auténticos testigos de Cristo en el mundo y vivir coherentemente los valores del Evangelio.

En la Eucaristía, la gracia que recibimos es el mismo Cristo, experimentado como comunión, y que se nos da en el pan y en el vino consagrados.

En la Reconciliación, nuestra vida es restaurada y liberada de la esclavitud del pecado, recibiendo la fuerza necesaria para comenzar una nueva vida en Cristo.

En la Unción, la gracia se desdobla, para aceptar el sufrimiento que provoca la enfermedad, y para aceptar con esperanza cristiana la muerte, como paso a la vida nueva y perdurable de la resurrección.

Finalmente, en el Orden y el Matrimonio, la gracia se reserva a cumplir fielmente con las propias obligaciones personales: en el ministro ordenado, siendo fiel a sus promesas y compromisos para con la Iglesia; en los matrimonios, siendo fieles a su cónyuge, formando una auténtica familia y trabajando por su unidad.

 

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Los Sacramentos son para la vida

 

La realidad sacramental en la Iglesia, lejos de ser mera teoría especulativa, es una realidad experiencial; es decir, los sacramentos y la propia vida no son realidades paralelas, sino que ambas realidades se mezclan, consiguiendo que nuestra vida ordinaria se llene de sentido gracias a la celebración de los sacramentos.

Asimismo, también los sacramentos recobran todo su sentido en la medida en que depositamos en ellos todas las acciones cotidianas que realizamos. De esta manera observamos cómo los sacramentos no son actos aislados en la vida del cristiano, sino que inundan toda su existencia, de manera que cada vez que celebramos uno de ellos, tenemos la oportunidad de cambiar nuestra propia vida, en el camino de la conversión y el seguimiento de Cristo, y la realidad que nos rodea. Los sacramentos son para nuestra vida, puntos de llegada a la vez que de salida.

Por ello, si de verdad queremos vivir los sacramentos cristiana y auténticamente, tendremos que:

Y tener un conocimiento adulto de lo que son y significan los sacramentos cristianos.

Hermandad de Monte-Sión
c/. Feria, 29
Tlf.:   95 - 491 - 56 - 82
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