Lo que se conoce por
Evangelio de María es un texto gnóstico escrito originalmente en griego, que
nos ha llegado a través de dos fragmentos en papiro del siglo III, encontrados
en Oxirrinco (Egipto) (P.Ryl. III 463 y P.Oxy. L 3525), y una traducción al
copto del siglo V (P.Berol. 8502). Todos estos textos fueron publicados entre el
año 1938 y 1983. Es posible que la obra fuera compuesta en el siglo II. En ella
se representa a María, probablemente la Magdalena (aunque sólo se le llama
María), como fuente de una revelación secreta al estar en estrecha relación con
el Salvador.
En el texto fragmentario que nos ha llegado se narra que los discípulos le hacen
preguntas a Cristo resucitado y él les responde. Luego les envía a predicar el
evangelio del Reino a los gentiles y se marcha. Los discípulos se quedan
tristes, sintiéndose incapaces de cumplir el mandato. Entonces María les anima a
llevarlo a cabo. Pedro le pide que les comunique las palabras del Salvador que
ellos no han escuchado, ya que saben que él “le amaba a ella más que al resto de
las mujeres”. María refiere su visión, repleta de consonancias gnósticas. En el
contexto de un mundo que va hacia su disolución, explica las dificultades del
alma para descubrir su verdadera naturaleza espiritual en su ascensión al lugar
de su eterno descanso. Cuando termina de narrar su visión se encuentra con que
Andrés y Pedro no le creen. Pedro cuestiona que el Salvador la prefiriera a ella
por encima de los apóstoles y María se echa a llorar. Leví la defiende (“Tú,
Pedro, siempre tan impetuoso”) y acusa a Pedro de ponerse en contra de la
“mujer” (probablemente, María, más que la mujer en general) como hacían los
adversarios. Les anima a aceptar que el Salvador le haya preferido a ella, a
revestirse del hombre perfecto y marchar a predicar el evangelio, cosa que
finalmente hacen.
Hasta aquí el testimonio de los fragmentos, que, como se ve, no es mucho.
Algunos autores han querido ver en la oposición de los apóstoles a María (de
algún modo también presente en el Evangelio de Tomás, la Pistis Sophía
y el Evangelio griego de los egipcios) un reflejo de las confrontaciones
existentes en la Iglesia del siglo II. Sería señal de que la Iglesia oficial
estaría en contra de las revelaciones esotéricas y del liderazgo de la mujer.
Pero si se tiene en cuenta el carácter gnóstico de estos textos, parece mucho
más plausible que estos “evangelios” no reflejen la situación de la Iglesia,
sino su particular postura y enfrentamiento con ella. Lo que afirma un grupo
sectario no puede entenderse como norma general de una situación, ni puede
hacerse de la excepción una regla.