De los evangelios se desprende
que María Magdalena sentía un gran amor por Jesús. Había sido librada por él de
siete demonios, le seguía como discípula, le asistía con sus bienes (Lc 8,2-3) y
estuvo con María, la Madre de Jesús, y las otras mujeres cuando Jesús fue
crucificado (Mc 15,40-41 y par.). Fue, según los evangelios, la primera a la que
se le apareció Jesús después de la resurrección, tras buscarlo con lágrimas (Jn
20,11-18). De ahí la veneración que ha tenido en la Iglesia como testigo del
resucitado. (Ver la pregunta ¿Quién era María Magdalena?). De estos
pasajes no se puede deducir ni que fue una pecadora, ni mucho menos que fue la
mujer de Jesús.
Los que sostienen esto último acuden al testimonio de algunos evangelios
apócrifos. Todos ellos, quizá con la excepción de un núcleo del
Evangelio de Tomás, son posteriores a los evangelios canónicos y no tienen
carácter histórico, sino que son un instrumento para trasmitir enseñanzas
gnósticas. Según estas obras, que aunque lleven el nombre de evangelios no son
propiamente tales sino escritos con revelaciones secretas de Jesús a sus
discípulos después de la resurrección, Mariam (o Mariamne o Mariham; no aparece
el nombre de Magdalena salvo en unos pocos libros) es la que entiende mejor esas
revelaciones. Por eso es la preferida de Jesús y la que recibe una revelación
especial. La oposición que en algunos de estos textos (Evangelio de Tomás,
Diálogos del Salvador, Pistis Sophía, Evangelio de María) muestran
los apóstoles hacia ella por ser mujer refleja la consideración negativa que
algunos gnósticos tenían de lo femenino y la condición de María como discípula
importante. Sin embargo, algunos quieren ver en esta oposición un reflejo de la
postura de la Iglesia oficial de entonces, que estaría en contra del liderazgo
espiritual de la mujer que proponían estos grupos. Nada de esto es demostrable.
Esa oposición más bien puede entenderse como un conflicto de doctrinas: las de
Pedro y otros apóstoles frente a las que estos grupos gnósticos exponían en
nombre de Mariam. En cualquier caso, el hecho de que se recurra a María es una
forma de justificar sus planteamientos gnósticos.
En otros evangelios apócrifos, especialmente en el Evangelio de Felipe,
Mariam (esta vez citada también con el nombre de origen, Magdalena) es modelo de
gnóstico, precisamente por su feminidad. Ella es símbolo espiritual de
seguimiento de Cristo y de unión perfecta con él. En este contexto se habla de
un beso de Jesús con María (si es que el texto hay que entenderlo realmente
así), simbolizando esa unión, ya que mediante ese beso, una especie de
sacramento superior al bautismo y la eucaristía, el gnóstico se engendraba a sí
mismo como gnóstico. El tono de estos escritos está absolutamente alejado de
implicaciones sexuales. Por eso, ningún estudioso serio entiende estos textos
como un testimonio histórico de una relación sexual entre Jesús y María
Magdalena. Es muy triste que esta acusación, que no tiene ningún fundamento
histórico, ya que ni siquiera los cristianos de la época se vieron obligados a
polemizar para defenderse de ella, resurja cada cierto tiempo como una gran
novedad.