20. ¿Qué diferencias hay entre los evangelios canónicos y los apócrifos?



01 de abril de 2006
Gonzalo Aranda

 

La primera diferencia comprobable, ya que el hecho de que los evangelios canónicos están inspirados por Dios no es comprobable, es de tipo externo a los mismos evangelios: los canónicos pertenecen al canon bíblico; los apócrifos no. Quiere decir que los canónicos fueron recibidos como tradición auténtica de los apóstoles por las iglesias de Oriente y Occidente desde la generación inmediatamente posterior a los apóstoles, mientras que los apócrifos, aunque algunos fuesen usados esporádicamente en alguna comunidad, no llegaron a imponerse ni ser reconocidos por la Iglesia universal. Una de las razones importantes para esa selección, comprobable desde la ciencia histórica, es que los canónicos fueron escritos en época apostólica, entendida ésta en sentido amplio, es decir, mientras vivían o los apóstoles o sus mismos discípulos. Así se desprende de las citas que hacen los escritores cristianos de la generación siguiente y de que hacia el año ciento cuarenta se compusiese una armonización de los evangelios tomando datos de los cuatro que pasaron a ser canónicos (Taciano). De los apócrifos, en cambio, sólo se hacen referencias en tiempo posterior, hacia finales del s. II. Por otra parte los papiros que se han encontrado con texto similar al de los evangelios, algunos de mediados del s. II, son muy fragmentarios, señal de que las obras que representan no fueron tan estimadas como para ser trasmitidas con cuidado por sucesivas generaciones.

Respecto a los apócrifos que se conservaron o que se han descubierto en época reciente hay que decir que las diferencias respecto a los canónicos son muy notables tanto en la forma como en el contenido. Los que se conservaron a lo largo de la época patrística y el medievo son relatos de carácter legendario y llenos de fantasía. Vienen a satisfacer la piedad popular narrando detenidamente lo concerniente a aquellos momentos que en los evangelios canónicos no se cuentan o se exponen de manera sucinta. En general están acordes con la doctrina de la Iglesia y traen relatos sobre el nacimiento de la Virgen de San Joaquín y Santa Ana (Natividad de María), de cómo una partera comprobó la virginidad de María (Protoevangelio de Santiago), de los milagros que hacía Jesús de niño (evangelio del Pseudo Tomás), etc. Muy distintos son los evangelios apócrifos procedentes de Nag Hammadi (Egipto) que tienen un carácter herético gnóstico. Estos tienen la forma de dichos secretos de Jesús (evangelio copto de Tomás) o de revelaciones del Señor resucitado explicando los orígenes del mundo material (Apócrifo de Juan), o la ascensión del alma (evangelio de María [Magdalena]), o son un pesado centón de pensamientos recogidos de posibles homilías o catequesis (evangelio de Felipe). Aunque algunos puedan gozar de notable antigüedad, quizás del s. II, la diferencia con los evangelios canónicos salta inmediatamente a la vista.