POR QUE SOY CATÓLICO
La Cabeza de la Iglesia.
El servicio jerárquico en la Iglesia es reconocido por los católicos, los
ortodoxos orientales separados de Roma desde el 1054, y muchos protestantes.
Sólo lo rechazan los racionalistas.
Además de jerárquica, Cristo la quiso también monárquica, ya que Jesús confirió
la plenitud de poderes pastorales (el primado de jurisdicción) a un apóstol
determinado, a Pedro, constituyéndolo cabeza visible de la Iglesia fundada por
El.
El problema del primado de Pedro se centra en la interpretación del famosísimo
pasaje del Evangelio de San Mateo (16, 13-20):
"Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos:
¿Quien dice la gente que es el Hijo del hombre? Ellos dijeron: Unos, que Juan
Bautista; otros que Elías; otros, que Jeremías o uno de los profetas. El les
dijo: Vosotros, ¿quien decís que soy yo? Tomando la palabra Simón, dijo: Tú eres
el Cristo, el Hijo del Dios vivo. Jesús le respondió: Bienaventurado eres,
Simón, hijo de Juan, porque no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi
Padre que está en los cielos. Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra
edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te
daré las llaves del reino de los cielos, y lo que atares en la tierra será atado
en los cielos, y lo que desatares en la tierra, será desatado en los cielos.
Entonces ordenó a sus discípulos que no dijesen a nadie que El era el Cristo".
Pocos textos de la literatura universal han sido sometidos a crítica más severa
y apasionada que este, ya que interpretarlo en un sentido o en otro repercute en
su significado doctrinal y práctico. Para desvalorizar el texto la crítica
acatólica ha tratado de negar su autenticidad o de darle una interpretación que
no tuviese nada que ver con el primado de jurisdicción.
Hasta finales del siglo pasado ningún exegeta protestante o racionalista había
puesto en duda la autenticidad literaria del texto de Mateo; ni Lutero, ni
Calvino, ni racionalistas tan radicales como Strauss, o Baur. Solamente hacia
finales del siglo XIX y primeros decenios del siglo XX Grill, Schnitzer,
Guignebert, Loisy y Buonaiuti comenzaron a hablar de interpolación. Según su
opinión una competente mano cristiana había añadido al texto al evangelio de
Mateo entre el año 130 y 190 para justificar el primado de la Iglesia romana,
atribuyéndolo después a Cristo. Fundamentaron su tesis en la imposibilidad del
hecho mismo, ya que Jesús no podía pensar en una iglesia monárquica porque creía
que el fin del mundo era inminente. También era difícil creer que Jesús confiara
tal misión a un hombre tan débil como Pedro. Confirmaron además su sentencia en
el hecho que Marcos y Lucas nada dicen en su evangelio de la promesa del primado
de Pedro en el mismo episodio de Cesarea de Filipo.
Esta teoría no es válida porque este texto del primado de Pedro no falta en
ninguno de los 4000 códices anteriores al siglo IX; ni en los códices de las
versiones hechas durante los primeros siglos, ni en la primera "Armonía
Evangélica" de Taciano (70), ni en los Padres de la Iglesia anteriores al siglo
IV. Además en la antigua iconografía cristiana y en la liturgia siempre se
representa a Pedro con las llaves, alusión clara del texto de Mateo.
Otro argumento para desmentir la teoría racionalista es que resulta
incomprensible que una interpolación hecha con fines propagandísticos se haya
realizado sólo en el primer evangelio y no en los otros dos sinópticos también.
Una armonía en este sentido hubiera dado al truco mayor credibilidad y más
colaboración al fin que se pretendía alcanzar.
Ante tal evidencia la crítica protestante ha perdido mucha de su seguridad
aunque subsiste todavía la objeción ciertamente consistente del silencio de los
sinópticos en los lugares paralelos.
¿Por que no aparece el texto en Marcos y Lucas? El historiador Eusebio (siglo IV)
resolvió esta duda recurriendo a un sentido de modestia de Pedro, quien, al
predicar en Roma, pasó por alto, por motivos de humildad, un episodio tan
honorífico. Esta es la razón por la que Marcos, que transcribe la predicación de
Pedro, no lo registra y consiguientemente tampoco Lucas que sigue el orden de
Marcos.
Así, podemos señalar que el silencio de uno o más evangelistas no quitan valor a
las afirmaciones del otro.
Una vez desmentida la teoría de la interpolación, otros eruditos protestantes y
racionalistas usan las hipótesis de las evoluciones espirituales que les
sugieren los principios del "método de la historia de la forma". Según esto, el
texto es original de Mateo, quien envuelve a Pedro en una aureola de
preeminencia que fácilmente la conciencia cristiana transformó en primado de
autoridad.
Mateo escribe lo que le sugiere la evolución espiritual producida en su alma; ya
que Cristo no tenía intención de fundar una Iglesia pero esta estaba surgiendo
de sus doctrinas espontáneamente al momento en que se escribía este evangelio.
Según el presupuesto racionalista, Jesús, un israelita, no podía concebir una
sociedad distinta de la sinagoga de la que era hijo. Esto significa negar su
divinidad. Además, ¿cómo podrían haber concebido la Iglesia los primeros
apóstoles, especialmente San Pablo, que eran también hebreos y muy simpatizantes
de sus instituciones nacionales?
Mateo no idealiza la figura de Pedro, ya que nos relata que inmediatamente
después de la gran confesión de la divinidad de Jesús que da ocasión al Maestro
de proclamarlo fundamento de la Iglesia lo llama también "Satanás" porque
intentó disuadirlo de la pasión y muerte (Mt. 16, 23). Nos da a conocer también
la triple negación de Pedro mostrando que era un hombre débil (Mt. 26, 69-75).
Asimismo, la crítica protestante ha querido interpretar el texto de Mateo
excluyendo la persona de Pedro. Una exégesis semejante falsifica por completo su
sentido, ya que Jesús repite dos veces:
"Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificare mi Iglesia". El texto aramaico del
que depende la traducción griega de Mateo debía emplear el mismo termino (Kefa)
en el primero y segundo miembro de la proposición para indicar la identidad de
personas. Para indicar que se trata de la persona de Pedro Jesús menciona
incluso el nombre del padre del apóstol: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de
Juan ..."
Tampoco es convincente el motivo aducido por los racionalistas, es decir, la
imposibilidad de elegir como fundamento de la Iglesia a una persona tan débil
como Pedro. Jesús no escogió a Pedro por sus cualidades naturales. Será la
gracia de Cristo quien lo convierta en roca inconmovible y segura. No es pues
extraño que Jesús, consciente de ser el Mesías, el Hijo del hombre profetizado
por Daniel (Dan.7, 13) pudiese pensar en una comunidad, la Iglesia, y
fundamentarla sobre Pedro.
Resuelto el problema sobre la persona de Pedro, veremos ahora el del primado que
Cristo le prometió. Para definirlo Cristo empleó tres metáforas:
Metáfora del Fundamento.- Jesús compara a Pedro a los cimientos de una casa, los
cuales dan cohesión y estabilidad a las diversas partes entre sí. Si son
sólidos, la casa será compacta y firme; si son débiles, la derribará la primera
tempestad. El mismo Jesús recordó esta función del fundamento en la parábola del
hombre que edificó su casa sobre piedra; mientras la casa fundamentada en la
arena se abate ante el empuje de la tempestad la construida en piedra resiste
firme (Mt. 7, 24-27). Si Pedro es el fundamento de la Iglesia debe ser la causa
de su unidad y estabilidad. Por lo tanto, tiene la autoridad o potestad de
jurisdicción.
Metáfora de las Llaves.- La potestad de jurisdicción de Pedro también está en la
segunda metáfora: "Te daré las llaves del Reino de los cielos" (Mt. 16, 19). Las
llaves en lenguaje bíblico y profano son el símbolo del dominio. El que tiene
las llaves de una sociedad posee la potestad de jurisdicción. Otros ejemplos en
la Biblia son:
Cuando Isaías quiere expresar la substitución de Sobna que ocupaba un alto cargo
administrativo en la corte de Ezequías por Eliaquim emplea la metáfora de las
llaves (Is. 22,19-22)
En el Apocalipsis se aplica la metáfora al mismo Cristo para indicar su dominio
soberano (Ap. 3, 7).
Metáfora de Atar y Desatar.- Esta imagen significa también la misma potestad de
jurisdicción, ya que atar y desatar es lo mismo que poner o quitar un lazo. En
nuestro caso significa abolir las leyes que obligan en conciencia, porque las
leyes son.
El único vínculo moral que aprisiona a los hombres. La potestad de jurisdicción
es monárquica sobre Pedro porque Cristo se dirige a el y no a los otros
apóstoles. Su poder es ilimitado porque no da cuentas más que a Dios. En esta
potestad está implícita la infalibilidad.
Ante la teoría protestante de los extractos (Schichtentheorie), que concibe la
Iglesia como era el día de Pentecostés, algo incompleto, rudimentario, que va
construyéndose poco a poco, y donde Pedro es el principio, el punto de arranque
de un edificio, la Iglesia, que se va construyendo en el curso de los siglos
hasta que llegue la segunda venida de Cristo. Por eso el poder que se le
confiere no es de jurisdicción. Esta teoría no es válida porque la Iglesia desde
el primer día de su existencia aparece ya como un organismo viviente que, aunque
crece y se desarrolla, es, sin embargo completa en sus partes, como es completo
el cuerpo de un adolescente que tiende a la juventud y madurez.
Cristo lo confirma después de su resurrección cuando se aparece a los discípulos
en el lago de Tiberiades. Le pregunta a Pedro si lo ama tres veces y le dice que
apaciente sus ovejas (Jn.. 21, 15-18) .
Le deja ver sus tres negaciones la noche de la Pasión, que ahora Jesús quiere
borrar con esta triple afirmación de fe y de amor. El apóstol ha cambiado; la
presunción e impetuosidad han desaparecido: ahora Pedro es humilde y desconfía
de sí mismo. Es "pastor" de un rebaño confiado a el por Dios. El sentido bíblico
de "apacentar" y de "pastor" es el de una prerrogativa del rey, es decir, a
aquél que tiene el poder de jurisdicción. Ejemplos:
El Antiguo Testamento llama a Dios "pastor" (Sal. 23, 1) y los reyes son los
representantes.
"Así habla Yahvé, Dios de Israel, sobre los pastores que guían a mi pueblo:
"Vosotros habéis dispersado mi rebaño..." (Jer.23,2)
"Yo les suscitare un pastor que los apaciente, mi siervo David" (Ez. 34, 23).
Jesús se llama el "buen pastor" (Jn.. 10, 11).
Incluso en el mundo profano, Homero llama a Menelao "pastor de pueblos".
Por eso Jesús, constituyendo a Pedro pastor de su rebaño, de los hombres
redimidos por El, le entrega el poder de jurisdicción sobre ellos, ilimitado en
su orden. Así pues Pedro es el vicario de Cristo en el sentido pleno de la
palabra.
Pedro ocupa una posición preeminente en el Nuevo Testamento. Encontramos su
nombre 114 veces en los cuatro evangelios y 57 en los Hechos de los Apóstoles.
Jesús pone de relieve la figura de su futuro vicario:
Lo elige después de hacer ante el un gran milagro (Lc. 5, 1-11).
Se sirve de su barca para predicar a las gentes (Lc. 5, 3).
Se hospeda en su casa (Mc. 1, 29).
Sana a su suegra (Mt. 8, 15).
Lo asocia en el pago al tributo (Mt. 17, 24-27).
Lo elige con Santiago y Juan para asistir a la resurrección de la hija de Jairo
(Mc. 5, 37), a la transfiguración (9, 2) y a la agonía en el Getsemaní (14, 33).
Es al primero que lava los pies en la última cena (Jn.13,6). 8) Es al que
primero se aparece resucitado (Lc. 24, 34).
Es al único de los doce que nombra para que se le comunique el mensaje de Pascua
(Mc. 16, 7).
La importancia que Jesús concede a Pedro se manifiesta particular mente en el
hecho de cambiarle de nombre: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú serás llamado
Cefas (que significa piedra) (Jn.1,42).
El hecho lo recoge también Marcos (3,16). El cambio de nombre entre los hebreos
tenía un carácter simbólico. Como Abram fue llamado Abraham porque sería padre
de muchos pueblos (Gen. 17, 5), así a Simón se le llama Pedro porque sería la
piedra angular de la Iglesia, el apoyo de sus hermanos en la fe (Lc. 22, 31-32).
Por su parte Pedro durante la vida pública del Maestro se da cuenta de su
importancia aún cuando no había comprendido todavía la misión a que estaba
destinado. Es el interprete ante Jesús de los sentimientos de los otros
apóstoles. Después de la pesca milagrosa es el que expresa el asombro de todos (Lc.
5, 8) ; cuando Jesús promete la Eucaristía muchos son los discípulos que lo
abandonan pero Pedro se encarga de ratificar al Maestro su solidaridad y la de
los doce (Jn. 6, 68) . Si en la pequeña comitiva asoma una duda Pedro la expone
a Jesús (Lc. 12, 41; Mt. 15, 15).
Y hay que notar que no es únicamente Mateo, el evangelista del primado, el que
subraya la importancia de Pedro sino que son todos los sinópticos. Juan se ocupa
menos de Pedro, pero es por el carácter peculiar de su evangelio. No obstante
recuerda el cambio de nombre (1, 42) y la entrega del primado (21, 2 ss.).
Después de la Ascensión de Jesús y la venida del Espíritu Santo, Pedro se dedica
por completo al ejercicio de sus funciones:
Propone completar el colegio de los doce con la elección de Matías (He. 1, 15 ss.).
El día de Pentecostés habla en nombre de los otros apóstoles (2, 14 ss.).
Defiende ante las autoridades judías el derecho que tienen a predicar (4,8 ss.).
Condena a Ananías y Safira (5,1-11).
Inicia la conversión de los paganos admitiendo a Cornelio en la Iglesia (10,47).
Preside el concilio de Jerusalén (15,11 ss.).
San Pablo en sus cartas atribuye suma importancia al jefe de los apóstoles:
Después de los años pasados en Arabia viene a Jerusalén para ver a Pedro (Gál.1,18)
.
Reconoce que es una de las columnas de la Iglesia (Gál.2, 9).
Lo coloca el primero en las apariciones de Cristo resucitado (I .15,5).
Incluso en el incidente de Antioquía donde Pablo censura el comportamiento de
Pedro (Gál.2,11ss.), confirma el primado de este, ya que reconoce su autoridad.
El problema de la sucesión de Pedro es la gran controversia que desde hace 900
años divide la cristiandad occidental de la oriental (ortodoxa) y desde hace 400
a los católicos de los protestantes.
Jesús no habló explícitamente de los sucesores de Pedro pero el motivo de este
silencio se debe buscar en el hecho que Jesús quería tener oculto el día de la
parusía. Si hubiese hablado claramente de los sucesores se habría visto obligado
a decir que la parusía no vendría tan pronto, mientras prefería dejar la cosa en
suspenso.
Recordemos una vez más las palabras de Jesús: "Tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificare mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra
ella..." (Mt. 16, 18) .¿ La expresión "contra ella" se refiere a la piedra sobre
la que la Iglesia está fundada o a la misma Iglesia? ¿Contra quien no
prevalecerán las puertas del infierno, las potencias del mal, contra la piedra o
contra la Iglesia? Cualquiera que sea la respuesta el sentido viene a ser el
mismo en los dos casos. Si se refiere a la piedra entonces debemos concluir que
esta y, por consiguiente Pedro con quien se identifica, no podrá morir ni
sucumbir ante ninguna potencia del mal. De ser así el apóstol tendrá
necesariamente sucesores, pues, su persona física morirá dentro de pocos años y
Jesús lo conoce tan bien que predice incluso el modo (Jn.. 21, 18) .
Pero Pedro debe tener sucesores aun en el supuesto que "contra ella" se refiere
a la Iglesia. ¿Por que las potencias del mal no podrán destruir la Iglesia? La
respuesta nos la da el contexto: porque está fundada en una roca bien firme,
Pedro. En un cierto sentido el es la causa que impedirá toda destrucción en la
Iglesia. Por tanto si Pedro es un hombre destinado a morir después de unos años
de haber recibido la promesa de Cristo mientras la Iglesia continuará hasta el
fin de los tiempos, significa que la piedra fundamental que garantiza su unidad
y solidez no es Pedro en cuanto persona física sino en cuanto revestido de una
autoridad que se continuará en sus sucesores cuando el desaparezca. La Iglesia
no está fundada sobre una persona sino sobre un oficio encarnado en una persona
determinada y destinado a persistir en una serie indefinida de eslabones hasta
el día que Jesús vuelva a juzgar vivos y muertos. Por tanto Pedro continuará
viviendo en sus sucesores, desempeñando su oficio de roca incluso cuando su
persona física haya dejado la escena del mundo.
Para determinar quien es el sucesor de Pedro debemos fijarnos en la historia. Si
debe existir un sucesor de Pedro no puede ser otro que el obispo de Roma, el
Papa, la única persona en el mundo que se proclama sucesor de Pedro desde hace
veinte siglos y por consiguiente vicario de Cristo. La sede es Roma debido a que
Pedro después de haber gobernado las sedes episcopales de Jerusalén y Antioquía
eligió a Roma como sede definitiva, determinando así que quien le sucediese en
la Iglesia de Roma le sucedería también en el gobierno de la Iglesia universal.
La estancia de Pedro en Roma es uno de los hechos más ciertos y al mismo tiempo
más discutidos de la historia eclesiástica. En el Nuevo Testamento no indica
claramente que Pedro haya estado en Roma, quizá por precaución por la
persecución existente, pero tampoco la excluye. Después de la persecución de
Herodes los Hechos de los Apóstoles dicen que Pedro marchó a "otro lugar" (12,
18) , sin precisar más, pero sabemos por la antigua tradición que este "otro
lugar" fue Roma, aunque desconozcamos los motivos que indujeron a Lucas a
ocultarlo.
Sin embargo, hay varios testimonios históricos demostrados que confirman la
estancia de Pedro en Roma:
El mismo apóstol en su primera carta escribe: “Os saluda la Iglesia de
Babilonia" (I Pe. 5, 13). Babilonia es un nombre alegórico para la ciudad de
Roma en la literatura apocalíptica de entonces. El Apocalipsis llama a Babilonia
ciudad emborrachada de la sangre de los santos y de los mártires de Jesús (17, 5
ss.).
Clemente Romano (96), obispo de Roma, en su carta a los Corintios recuerda el
martirio de Pedro y Pablo en Roma.
Ignacio de Antioquía en su carta a los Romanos (107) recuerda expresamente a
Pedro y Pablo: "NO os mando como Pedro y Pablo".
Dionisio de Corinto en un fragmento de la "Historia Eclesiástica" de Eusebio,
alude al martirio de Pedro y Pablo en Italia y por consiguiente en Roma.
El presbítero Cayo, escribiendo contra el montanista Proclo que exaltaba
Hierápolis por tener la tumba del diácono Filipo, ensalza la autoridad e
importancia de Roma porque en el Vaticano y en la vía Ostiense se encuentran los
"trofeos", es decir las tumbas, de los apóstoles.
San Ireneo, obispo de Lión (hacia el 200), alaba la iglesia de Roma porque la
habían fundado y organizado Pedro y Pablo (Adversus Haereses III,3, 2).
A partir del siglo tercero los testimonios abundan en toda la cristiandad sin
que aparezca nunca quien contradiga esta opinión. No obstante la importancia de
Pedro, ninguna ciudad antigua, ni siquiera Antioquía, intentó nunca el honor de
ser el lugar del martirio y de su sepultura. Hasta las exuberantes leyendas de
los evangelios apócrifos no colocan nunca a Pedro actuando en otra ciudad
distinta de Roma.
Pedro escogió Roma para sede episcopal determinando así que el que le sucediese
en Roma le sucedería también en la dirección de toda la Iglesia. El hecho de la
venida del príncipe de los apóstoles a la ciudad eterna y de su episcopado
romano son el fundamento histórico del primado del Papa en la Iglesia Universal.
Jesús no precisó ni el lugar, ni el modo, ni la sucesión, así que Pedro era
libre de determinar en este sentido.
La historia confirma el primado de Pedro en la Iglesia Universal. Las otras
iglesias siempre se dirigen a Roma cuando surgen problemas o es necesario hacer
aclaraciones:
Clemente, obispo de Roma y tercer sucesor de Pedro, a finales del siglo I, habla
a los Corintios sublevados contra sus presbíteros y obtiene su obediencia aún
siendo una iglesia oriental fundada por Pablo. Tenían más cerca en Éfeso a Juan
Evangelista y, sin embargo, se dirigen a Roma. Clemente escribe no como mediador
sino como superior.
El Papa Víctor hacia el 190 amenaza con excomunión a las iglesias de occidente y
oriente que no acataran su mandato sobre el día en que se debía celebrar la
Pascua del Señor. Nadie discute su autoridad.
El Papa Esteban (siglo III) apela a la tradición y logra la obediencia de todas
las iglesias y logra la unidad cuando se presenta el problema de la validez del
bautismo conferido por los herejes.
Durante los tres primeros siglos todos recurren a Roma para cualquier problema:
Herejes como Marción, Cerdón, Proclo de Hierápolis, acuden al Papa para que
apruebe sus ideas.
Obispos como Basílides y Marcial de España, Faustino de Lión, Felicísimo, Pedro
de Alejandría y en el siglo IV Atanasio, piden ayuda al Papa cuando ven en
peligro sus derechos.
Grandes figuras como Ignacio de Antioquía y San Irineo saludan a Roma como la
"que preside".
De todo esto podemos sacar una conclusión sencilla y a la vez importantísima:
LA IGLESIA CATÓLICA ES LA VERDADERA IGLESIA DE JESUCRISTO. SI CRISTO FUNDÓ SU
IGLESIA SOBRE PEDRO, SI EL PRIMADO DE PEDRO DEBE CONTINUAR EN SUS SUCESORES
HASTA EL FIN DE LOS SIGLOS, ESTOS DEBEN SER LOS QUE GOBIERNEN LA IGLESIA DE
CRISTO HOY COMO EN LOS SIGLOS PASADOS. SI ES ASÍ, LA IGLESIA CATÓLICA CON SEDE
HISTÓRICA EN ROMA, ES LA ÚNICA VERDADERA PORQUE ELLA SOLAMENTE ESTA GOBERNADA
POR PEDRO JUNTO AL COLEGIO EPISCOPAL MEDIANTE SUS SUCESORES Y CON SEDE TEMPORAL
EN ROMA. EN VEINTE SIGLOS DE HISTORIA LA LÍNEA DE SUCESIÓN JAMÁS SE INTERRUMPIÓ.
LA IGLESIA DE CRISTO TIENE EN LA ROMANIDAD UNA NOTA DISTINTIVA. LEGÍTIMAMENTE
PUDO ESCRIBIR SAN AMBROSIO: "UBI PETRUS, IBI ECCLESIA". EN LA PROFESIÓN DE FE
DECIMOS: CREEMOS EN LA IGLESIA, UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA. ‘ROMANA’ NO
ES UN DOGMA, ES UN HECHO HISTÓRICO ACCIDENTAL E IMPORTANTE DE SU SEDE TEMPORAL.
En estos dos mil largos años de historia han ido apareciendo miles de sectas de
las más variadas y extrañas, entre ellas las bautistas que durante más de 1.600
años no existieron; los jehovistas o testimonios de Jehová aparecidos a inicios
del último siglo, etc. etc. los ´niños de Dios´ etc. Así cinco nuevas cada
semana con sus apologistas mayormente sin un mínimo de conocimiento cristiano,
pero grandes manipuladores de textos e interpretaciones. Como durante tantos
siglos no habían sido inventadas procuran justificarse con falsedades,
calumnias, despropósitos, mentiras, difamaciones, necedades, tonterías, faltas
de juicios; peor aún «medias verdades, prepotencias, {textos fuera contexto-puro
pretexto}.» Y, evidentemente, están los apologistas en internet donde por
primera finalidad es ´faltar a la caridad´ denigrando al prójimo, exceptuando a
los jerarcas y miembros de su propia secta. Así manifiestan buscar el mayor
empaque y distinción, más que la esperanza, concordia y entendimiento fraterno
entre todos los hombres de buena voluntad.
Sin embargo, en todas esas personas también existe la bondad de Dios que debemos
descubrir, esperar y orar.
Sabiendo que la ignorancia alimenta los fundamentalismos y, un buen católico por
sus mismos principios, debe nutrir la inteligencia con la cultura y el corazón
con la misericordia., tal como la Iglesia Católica desde siglos viene
trabajando. Los ejemplos de S.S. Juan Pablo II y Madre Teresa de Calcutta,
después del amor de Jesús, nos basten.
Recordemos católicos la advertencia de Jesús cuando nos dice en el Evangelio:
"...vendrán falsos profetas en mi nombre.."