¿PODEMOS SER SANTOS?

Por Frank Duff

 

 

INDICE

¿QUÉ ES UN SANTO?
¿Quiénes están llamados a ser santos?
Los dos éxitos
Soy un montón de debilidades
Una nueva perspectiva
Una nueva ambición
Hacerlo realmente en serio
La perseverancia
El secreto de la perseverancia es la oración humilde
¡Ore! ¡Ore! ¡Ore!

EL DÍA EN DETALLE
La piedra angular
El ofrecimiento de la mañana
Nuestro trabajo diario
Una idea correcta del deber
Orando en nuestro trabajo
El mecanismo de la oración frecuente

LOS OBSTÁCULOS Y LAS TRAMPAS EN EL CAMINO
El pecado
El descontento
Cuando el descontento se destierra
Otro obstáculo grande, el respeto humano
El desaliento y el orgullo

LAS ARMAS Y AYUDAS
La devoción a María
San José
La necesidad de lectura espiritual
Debemos leer las vidas de los santos
La pregunta del periódico
Meditación, realización, acción
¿Ahora hasta qué punto comprendemos estas verdades y actuamos de acuerdo con ellas?
La meditación es algo muy difícil
Yo no puedo meditar en absoluto
El trabajo por nuestros prójimos
La influencia que podemos ejercer
Pruebas que muestran el progreso
Algunas responsabilidades de santidad
Los ataques contra la Iglesia
La llamada a los buenos trabajos
Cómo podemos hacer grandes cosas
"El deber de amar al prójimo como a si mismo"
Promoviendo retiros de fin de semana
Abriendo un nuevo camino
Algunas formas fáciles de hacer un gran trabajo
(a) El catequista
(b) La Santa Infancia
(c) Visita a los enfermos
(d) Propagar la buena literatura
(e) El coleccionista al aire libre debidamente autorizado

EL SECRETO DE INFLUIR EN LOS DEMÁS
DIOS EN SUS TRABAJOS
Tú eres templo del Espíritu Santo
Cómo podemos hacer grandes cosas
El Cielo y la Tierra están llenos de tu Gloria
Dios ocupándose de los hombres
Confianza como una característica de los Santos
Nuestro amor por Él



 

¿QUÉ ES UN SANTO?

En el corazón de cada Católico de buena voluntad, Dios ha implantado el deseo de llegar a ser santo. Hasta hoy pocos han hecho un esfuerzo serio por entender esta aspiración. La causa de esto, es el desaliento ocasionado por el concepto erróneo de lo que realmente es un santo.
¿Qué es un santo? La respuesta habitual a esta pregunta es: alguien que hace penitencias extraordinarias y milagros. Pero, ésta es una descripción incorrecta, ya que no son esenciales ni milagros ni grandes penitencias. El hombre que hace un milagro, no se engrandece ante los ojos de Dios por eso; y, si es verdad que la penitencia en alguna forma es necesaria, la doctrina de los santos en esta difícil cuestión es alentadora.
Lo qué ellos hacen no son penitencias corporales de un tipo espantoso, sino la anulación estricta de las delicadezas, consuelos, y comodidades. Nos dicen que tengamos cuidado de no dañar nuestra salud, y alimentarnos en forma suficiente, para permitirnos trabajar y orar sin dificultad. Hay una amplia oportunidad para la mortificación más severa en la moderación de los ojos, la lengua, y en la guerra contra los siete Pecados Capitales.
Sin embargo, hay otra definición de lo qué es un santo. Esta es: Alguien que, con el objeto de agradar a Dios, hace sus deberes ordinarios, extraordinariamente bien. Tal vida puede realizarse sin una sola cosa excepcional en ella, sin despertar la atención de los demás, preocupado por los pequeños detalles, y esta es la vida de los mejores amigos de Dios.
Es obviamente un estímulo para crecer en la santidad. Cuando vemos esas cosas que nos aterran en la vida de los Santos, es porque nos sentimos incapaces de hacerlas, pero eso no es la parte importante de la santidad, pues debemos sentimos alentados para empezar cada día y hacer un esfuerzo serio por una gran santidad. Estos son los primeros pasos dados en el plan que realmente se propone. Quizás las palabras siguientes del Cardenal Newman nos animen a dar un paso adelante en este camino: "Si me pregunta que se debe hacer para ser perfecto, yo le digo: primero, no permanezca en la cama más del tiempo debido; dé sus primeros pensamientos a Dios; haga una visita al Santísimo Sacramento; diga el Ángelus devotamente; coma y beba para la gloria de Dios; rece bien el "Santo Rosario; recójase; aleje los malos pensamientos; haga bien su meditación; examínese diariamente; acuéstese a tiempo y usted será perfecto".

¿Quiénes están llamados a ser santos?

Cada persona que nace es llamada a ser santo. Es cierto no importa que usted se sienta incapaz, usted puede ser santo esta recibiendo las gracias suficientes, si corresponde a ellas, puede llegar a la santidad. Ya hemos visto que no se nos pide nada más allá de nuestras fuerzas; la santidad no es propiedad exclusiva de cierta clase o manera de vivir. Entre los santos canonizados por la Iglesia hay reyes y mendigos, representantes de todo tipo de actividad mercantil, esclavos, ermitaños, personas de la ciudad, madres de familia, inválidos, soldados, y personas de toda raza y color.
Como un Santo canonizado es un modelo propuesto por Dios, es evidente que la invitación para ser Santos se extiende a todos hombres y mujeres de todo tipo.
Es igualmente un hecho que a aquellos que intentan seriamente responder a su invitación, Dios les da la ayuda suficiente hasta llevarlos a la meta.

Los dos éxitos

Observemos cómo el anhelo de fama o de riqueza mueve a los hombres. Qué sufrimientos soportarían por obtener una ganancia terrenal. Y al fin, aunque defraudados, transmiten a sus hijos los mismos anhelos de éxito mundano, y así cada generación sentirá - el mismo golpe cansado del péndulo -la juventud ambiciosa y amargada ¿Realmente vale la pena el esfuerzo? Tantos impedidos por la falta de salud o de conocimiento o de inteligencia piensan, que no se justifica tanta lucha. Excepto para unos pocos, esforzarse es pérdida de tiempo.
De qué diferente manera trata Dios a cualquiera que esté esforzándose para alcanzar la santidad. Eso es verdad. Cualquier esfuerzo recibe su recompensa. Todo es en nuestro favor; toda obra hecha con salud o enfermedad, pobreza, riqueza, bueno o malo a los ojos del mundo - puede al hombre de buena voluntad asegurarle una ganancia espiritual. A toda petición razonable concedida, desaparecen los obstáculos; con solo saber que ningún esfuerzo es permitido más allá de nuestras fuerzas. A los ojos del mundo, esto parecería un cuento de hadas, pero esta es la verdad sobre la forma como Dios trata a quien busca seriamente las riquezas celestiales.
Ciertamente, como tantas personas buenas, ellas no tienen ninguna ambición de ser Santas, es lo que piensa una persona poco generosa. Cuando Dios tiene puesto su corazón en nosotros, permite que nos resolvamos a agradado y a cambio nos da generosidad por generosidad.

Soy un montón de debilidades

"Me espanta pensar en una vida de esfuerzo constante para dominar mi naturaleza en una nueva forma. No tengo fuerza de voluntad para intentarlo y es una vida más allá de mis capacidades". 
Con tales razonamientos, nos endurecemos ante la llamada que tan frecuentemente oímos. ¿Nos olvidamos que los mismos labios santos que dicen, "Ven y sígueme", también dicen a todos, "Mi yugo es suave y mi carga ligera", entonces, ¿Será que está equivocado con nosotros al llamarnos a que tomemos el yugo de Cristo?
Es nuestro punto de vista. Las ideas insignificantes ocupan las fuerzas de nuestras mentes y forman nuestros pensamientos; mientras Él, el dueño de la Eternidad, queda sólo como uno de tantos intereses en nuestras vidas, es sorprendente cómo el celo, el valor y el ardor que hacen las cosas grandes, se gastan en ganancias o placeres que dan resultados visibles y rápidos. En una palabra, subvaloramos la santidad.
Una vez se cambie - poco hay que hacer - se acepta el hecho de que la santidad es la cosa más importante en el mundo para nosotros. Allí está el secreto del esfuerzo. Haga la meta atractiva y razonable, y sígala a pesar de las penalidades y casi a pesar de nosotros mismos. La mente humana trabaja de esa forma.

Una nueva perspectiva

El secreto para animarse a esto se contiene en pocas palabras; debemos enfrentar los hechos. De vez en cuando debemos darle una oportunidad a la mente para levantarse sobre las ideas en que se sumerge, poco importantes, y debemos enfrentar con serenidad las verdades austeras que se agrupan Alrededor de los hechos centrales de la Muerte y la Eternidad. Piense en la inmortalidad del Alma; la locura de preferir lo temporal a lo eterno; la brevedad de nuestra estancia en la tierra; la proximidad de ese momento que decidirá todo; la importancia de cada minuto que se aprovecha debidamente nos pone en contacto con lo fugaz del tiempo, que da forma a nuestra vida eterna más allá de la tumba. Ocuparse deliberadamente con estas consideraciones solemnes y permanecer todavía indiferente es imposible. Familiarizarse con estos pensamientos trae una nueva fuerza a nuestras vidas. Así se opera en nosotros un cambio maravilloso. Como si la aguja de la brújula fuera a volverse al Norte y el punto debido es el sur, la voluntad busca lo mundano y la razón nos lleva delante de Dios. Agregue un poco de amor y trabajará para ser un santo.
Ya reflexionamos bastante. Aunque hemos estado dudando, "los días preciosos se han marchado, y nosotros nos encontramos en los rápidos sobre las grandes aguas de la tumba y oímos la caída de las aguas en el abismo inconmensurable, y sentimos la atracción de la eternidad". ¡La eternidad!! !qué pensamiento!!
Así, en el Nombre de Dios, que nos permitió empezar, mientras todavía tenemos tiempo, y mientras la sed de amarlo ardientemente todavía está en nosotros.

Una nueva ambición

Teme posponer lo comenzado. Porque crece el frío de la indiferencia, y nuestro gran destino se olvida.
¡Oh, mi Dios! Concédeme que no tenga en mí indecisión, que permitas en este día verme a mi mismo. Yo confieso que tu trabajo nunca ha sido algo para mi por mis ocupaciones, por mis momentos ociosos. Mi corazón ha estado fijo en las cosas que pasan. Pero de aquí en adelante me daré completamente a Ti. Devuélveme los años que el gusano y la langosta han devorado; que yo pueda un día restaurados para ti, y avanzar en lograrlo.
Y no pido cosas grandes: la vida del misionero o el monje, o aquellos otros que veo a mi alrededor con tanto compromiso. No pido nada de esto; pero simplemente pon mi rostro firme e incansable para seguir la vida común que día a día está ante mí. Satisfecho con esto yo te amo, e intento que seas amado.
La naturaleza se rebela contra esta vida con su ronda interminable de tareas triviales y llena de tentaciones para tomar descanso en el entretenimiento o el cambio. Parece difícil ser grande en las cosas pequeñas, ser heroico haciendo lo trivial; pero esta vida es Tu Voluntad para mí. Debe haber un gran destino en ella. Y yo estoy satisfecho.
Estimado Jesús, te ruego que me des la fidelidad hasta el final, para estar en mi puesto cuando llegue la última llamada, y
descansar por fin en tu abrazo. Una vida valiente, y fiel hasta el fin. Un deseo pequeño, muy apreciado por Jesús, y que lo abarca todo.

Hacerlo realmente en serio

La buena voluntad es la base de nuestro progreso. Por buena voluntad se entiende no un deseo vacío de alcanzar la meta, sino una prontitud por esforzarse a lo largo del camino que nos lleva a ella. Ahora, el símbolo de nuestra religión es una Cruz.
Nuestro Señor nos ha dicho que nosotros debemos llevarla diariamente si deseamos ser perfectos. Por consiguiente, ¿qué excusa puede haber para estar inconformes, cuando el juicio caiga sobre nosotros? El descorazonamiento evidentemente llega sin pensado. Pero quien se rinde, simplemente nunca lo hará en serio. De tales ha dicho Nuestro Señor: "Estos no tenían raíces"

La perseverancia

Hay normalmente dulzura al comienzo. Dios da esta ayuda libremente para animarnos, así como se le da una mano a los niños que aprenden a caminar. No es bueno para nosotros que siempre nos ayuden, porque después de un rato la dulzura disminuye. Entonces llega el momento crítico cuando nuestra resolución se pone a prueba. Los ángeles guardianes lloran por ver a tantos que tenían esperanzas de alcanzar la santidad y pararon muy temprano en su curso.
Ahora, rendirse porque nuestro fervor sensible se ha ido, es admitir que nosotros nunca tuvimos en la mira agradar a Dios, sino nuestro propio placer. Si nuestro gusto en el trabajo se ha ido, no volvemos a trabajar. Al parecer, poco nos importa el complacer a Dios en el trabajo - siempre es lo mismo - más aún, la ofrenda hecha de un corazón enfermo y un cerebro cansado siempre es lo más preciado.
La perseverancia es la última gracia que se nos da y lo más grande. Es la prueba de nuestra buena voluntad. La excitación, la novedad o una docena de otras cosas meramente humanas pueden empezar algo, pero no podrán continuarlo. ¿Qué les pasa a aquellos que empiezan tan espléndidamente y se detienen tan pronto? Llame voluntarios para realizar cualquier buen trabajo. Hay muchos - llenos de entusiasmo - pero difícilmente uno que permanece firme, apenas uno que deje sus manos en el arado hasta el fin... ¿Hay alguna razón definida del por qué todas estas personas carecen de la calidad de la perseverancia?. Aquí esta la respuesta en las palabras del famoso Padre de Ravignan:
"Yo afirmo que todas las deserciones, todas las deficiencias espirituales, todas las miserias, todas las faltas, e incluso el pensamiento más serio sobre el camino correcto, proceden de esta sola fuente - la necesidad de constancia en la oración humilde y permanente".

El secreto de la perseverancia es la oración humilde

Al leer las vidas de los Santos, uno concluye que ellos pertenecen, aproximadamente, a dos clases: aquellos que se dieron a la contemplación, y aquellos que gastaron sus vidas en los trabajos activos. En realidad, ellos eran todos iguales. Todos eran almas cuyas vidas necesitaban de la oración. La oración era su negocio. Sus buenas obras eran valiosas porque brotaban de la oración; y las buenas obras no pueden existir sin la oración. Como el tronco de un árbol lleva a las raíces. El presente es un tiempo en que los católicos están mostrando con sus trabajos la caridad y la fe que hay en ellos.
El acto más ordinario puede ser santo cuando es inspirado por una santa intención, si se entienden bien las palabras el mismo Cristo, asegura: "Lo que hiciste por uno de estos mis pequeños hermanos, tu lo hiciste por mi", eso nos atrae poderosamente a estar al servicio de nuestro prójimo.
Las posibilidades de santidad aquí son inmensas. Pero no se entiende bien el equilibrio apropiado entre la oración regular y las buenas obras y esto es esencial para la perseverancia hasta el final. Hay una tendencia a considerar que las buenas obras son piadosas por si solas. Su variedad las hace fáciles, mientras que la oración es difícil. Además, nos gusta ver los resultados y normalmente nosotros no vemos los resultados de la oración. Así que reducimos las oraciones a poco o nada y nos satisfacemos con las limosnas que damos como trabajo suficiente para nuestro prójimo.
Los lectores del Canónigo Sheehan recordarán cómo una manera similar de razonar acabó en el desastre como el caso de Luque Delmege con la pérdida completa de su espiritualidad.
Claro, éste es un caso extremo. Pero todos conocemos a muchos con nobles cualidades, santas intenciones y grandes promesas que sólo alcanzan un cierto punto y no llegan lejos, en cierto modo, estos proyectos de Santos que se dan por vencidos y no avanzan son la mayoría y es de lamentar.
Es más fácil sacar a un pecador del fango que inducir a tales personas a salir del estado de tibieza que nunca Dios quiso para ellos. La causa de todo este lastimoso fracaso es que no hay suficiente Oración.

¡Ore! ¡Ore! ¡Ore!

Así es como Santa Teresa resumiría todas sus enseñanzas.
Las personas no entienden la importancia de la oración. Ellos dicen que es difícil. Qué maravilla, considerando que ellos no hacen ningún esfuerzo para aprender. El hombre que piensa que es bastante natural poner a su hijo de 6 años a aprender comercio, pensaría que es absurdo gastarse 6 horas leyendo un libro que podría enseñarle a orar.
La oración debe ocupar un lugar prominente y definido en nuestras vidas. Esto no significa que tenemos que gastar muchas horas cada día hasta cansar nuestras rodillas. Pero ciertamente nosotros debemos rezar por lo menos dos veces al día, o incluso tres o cuatro veces por día. Ora poco el que solo ora con sus rodillas.
Así como una campana que puede permanecer todo el día en silencio con un solo golpecito ocasional suena, así el alma que no se eleva en constante oración, si de vez en cuando aplica la palmadita de una inspiración, de un pensamiento, de una jaculatoria. Nunca permita que su mente este demasiado alejada de Dios. La gran desilusión para orar que la gran mayoría siente es porque el tiempo que dejamos para la oración no obedece a un plan definido que nos lleve a permanecer en Él.

EL DÍA EN DETALLE

La piedra angular

Se debe tener en cuenta principalmente la importancia de nuestro día - y en una consideración aparte, - como la propia Cruz - debe existir la Misa diaria y la recepción de la Sagrada Eucaristía. Estos son obviamente los más grandes medios de Gracia que se necesitan. La persona que puede fácilmente ir a la Misa de la mañana y no lo hace, sólo se engaña a sí mismo si piensa que él le está apuntando a la gran santidad.
La Misa y la Comunión significan un día perfectamente empezado - y ésa es la mitad de la batalla - Pero fuera de este gran acto, dos obligaciones más pequeñas vienen: (a) A sus vecinos présteles un libro; dígales unas palabras sobre la asistencia a la Santa Misa para animarlos; hay muchos que faltan a la Misa Diaria. (b) Para sí mismo; lea un libro para aumentar el conocimiento y la perseverancia.

El ofrecimiento de la mañana

El día debe empezar en la mañana con el ofrecimiento de todos nuestros pensamientos, palabras, y acciones a Jesús a través de María. Este ofrecimiento debe ser la idea que guíe el día entero. No necesitamos repetir muchas palabras muchas veces, pero el pensamiento debe quedar en el corazón, y gobernar nuestra vida diaria de tal modo que sintamos estar trabajando para Dios y no para el mundo.

Nuestro trabajo diario

Primero, no permita que nadie se enorgullezca de tener lo que se considera una ocupación privilegiada, despreciando al criado o al trabajador manual. Al hacer esto rompe con el Cristianismo aliándose al paganismo que en todas las edades ha sido considerado como el más grande de todos los males.
Generalmente los seguidores de nuestro Señor fueron los más humildes jornaleros manuales, y la enseñanza entera del Cristianismo tradicional ha sido exaltar el trabajo manual, y enseñar a ser pobre, a esforzarse. Éste es en realidad el camino al cielo. "Trabajar es orar", era el viejo refrán de los Monjes que nunca se consideraron lejos de Dios ni siquiera cuando trabajaban o cuando estaban de rodillas. En algunos monasterios ellos cantaban himnos mientras trabajaban; en otros la meditación era ordenada. Leímos que San Bernardo se detenía de repente la escritura de uno de sus sermones más maravillosos, porque le había llegado el tiempo para ir a trabajar en los campos. Otros tenían algún libro pío abierto ante ellos para reflexionar en los pensamientos santos, mientras sus manos estaban comprometidas en su tarea y más maravilloso todavía, otros nunca empezaron sus delicados trabajos de pintura sin purificar sus almas por la Confesión Sacramental. Era este espíritu de oración y de trabajo combinado el que produjo esas obras de arte exquisitas de las que las generaciones presentes se maravillan, pero no pueden igualar. Dios da su aprobación al trabajo hecho con tal espíritu, y la belleza inspirada en Él. Si usted quiere producir un trabajo semejante hágalo de una manera similar, hágalo como ellos.
La importancia de una idea correcta de trabajo

Como la mitad de nuestro día lo gastamos trabajando asiduamente, es evidente que tenemos la necesidad de entender la dignidad y la santidad del trabajo. En relación con esto, nuestro trabajo, cualquiera que sea, como costurera, jornalero, maestro, doctor o granjero nos lo dio Dios como un medio de santificación y como una penitencia por nuestros pecados. Ese es el fundamento de nuestra vida espiritual. Quién descuida su trabajo y todavía piensa, que está llevando una vida santa, porque dice muchas oraciones, se engaña.

Una idea correcta del deber

Nos dicen que hagamos lo que es nuestro deber - y en el momento correcto. El deber no es algo que este fuera de nosotros como la ropa de trabajo, como tantas personas lo imaginan. Un deber va antes que las "devociones." ¿Es su deber lavar los platos? no se escape a cambio de una Bendición.
Hay en el día muchos deberes que parecen menos importantes que otros, y por esta razón pensamos que es de muy poco monto al lado de otros, satisfacerlos en el momento oportuno tal conducta es equivocada, y no construye un carácter fuerte. El valor real de nuestro día está en el cumplimiento exacto de todas nuestras obligaciones. Los mayores deberes cuidan de ellos - su importancia los hace fácil - Esté atento particularmente a las cosas pequeñas. Considera tu día entero como un cuadro donde cada línea tiene su lugar apropiado donde los más pequeños pueden ser los más esenciales. Haz todo como te supones que debes hacerla, y no denigres del detalle más diminuto - no porque alguien está dirigiéndolo - simplemente porque se supone que tú lo haces. Hay un proverbio: "La muerte es ligera como una pluma. El deber es tan fuerte como el plomo", y una vida vivida en la devoción al deber es una vida dura. Pero es la vida de un Hombre.
Aquí está una lección del Lejano Oriente.
Un artesano japonés fue observado por estar gastando muchos días perfeccionando un artículo que estaba haciendo. Se le preguntó ¿Por qué gastaba todo ese tiempo? Si nadie vería su trabajo. Él contestó, "lo veo yo" A esta respuesta, podemos agregar los Cristianos, "Y Dios lo ve, también".

Orando en nuestro trabajo

Vemos que el trabajo y el deber son cosas santas cuando la idea de Dios está en ellos. Pero, por sí solos, no son lo bastante santos, pero sí para aquellos que están intentando ser Santos. Debemos tener a Dios más cerca de nuestro trabajo no limitamos únicamente al ofrecimiento de la mañana.
Debemos insistir que esté con nosotros el pensamiento frecuente de Él.
Una Monja española que tenía a cargo el refectorio decía que en el orden nunca se distrajo porque imaginó que aquellos a quienes servía eran Nuestro Señor, Su Madre y los Apóstoles. De esta manera su trabajo se volvió uno de sus grandes medios de oración, y las horas gastadas estaban entre las más devotas de todo el día.
Si lo anterior no puede estar al alcance de nuestras pobres mentes, distraídas en mil cosas, lo podemos buscar después seguramente en un momento de silencio en la presencia de Dios. Esto no significa que tenemos que sentirlo cerca de nosotros realmente. De suyo está muy cerca. Si tenemos la práctica regular de la oración y el pensamiento frecuente en Él, que invade nuestra mente. Tenemos tendencia a mirar atrás; cuando nos damos generosamente, estamos haciéndolo bien. Esto significa que aunque nos distraigamos en nuestras ocupaciones involuntariamente, el alma está prestándole una callada atención todo el tiempo. Hemos alcanzado la etapa de orar siempre.

El mecanismo de la oración frecuente

En el esfuerzo por construir un espíritu de oración como éste, hay que contar con pequeñas resoluciones -hechas en los momentos de fervor- para orar frecuentemente. Las resoluciones no tienen influencia sobre las personas que se han alejado de la oración.
Debemos preparar ciertas actividades cada día, como llamadas regulares, una palabra o pensamiento de oración.
Algunos de estos recordatorios que ya tenemos: el Ángelus, el agradecimiento por las comidas, el pasar por delante de una Iglesia, y otros. Este número de acciones pueden ser aumentadas, para que realmente varios elementos de nuestra vida diaria nos lleven al fin a una fácil y natural elevación de nuestra mente a Dios.
El paso de un entierro, la reunión con un amigo, una muerte, el péndulo del reloj, el sonido de la campanilla, escribir una fecha, afilar el lápiz, el enhebrar de una aguja - se podría continuar. siempre con sugerencias para tal lista. Pero las ocupaciones de cada uno determinarán lo que es mejor. No importa cómo parezcan de tontos sus asuntos, puede haber mucho amor en ellos. En cualquier caso nada es tonto si lleva a Dios.
Es mejor que estos actos no sean demasiado frecuentes. Ellos podrían cansar aunque las intenciones sean buenas, podrían interferir atención en el trabajo. Pero todos los actos anteriores, deben, contribuir para que el principiante, esté definido. Es decir, la resolución debe tomar esta forma: "Siempre que mire mi reloj (o cualquier cosa a mi alrededor), diré una jaculatoria". No detenga esta práctica porque pueda parecer mecánica al principio y menos piadosa y aburridora. El hábito vendrá pronto en su ayuda y lo hará menos difícil. Pero siempre se necesitará la determinación, cuando el Tentador haga esfuerzos para impedir tan excelente práctica.
Mientras se progresa en adquirir el espíritu de oración, esas cosas que son estorbo deben salir. Hasta que no logremos hacer silencio interior, no construiremos una verdadera vida espiritual real.

LOS OBSTÁCULOS Y LAS TRAMPAS EN EL CAMINO

El pecado

El pecado en sus diversas formas es claro, la mayor barrera. Cosas tan serias como la deshonestidad, hacer el mal al patrón o a aquellos que trabajan para uno, jugar apuestas, la intemperancia, maldecir, son el peor camino. Pero seguramente esto es innecesario. Estamos considerando una persona que está haciendo un esfuerzo serio por la santidad; quién es totalmente consciente de la gravedad de tales males, y quién probablemente ya las ha sacado de su vida.
También están las faltas comunes como: el amor propio, la mentira, la maledicencia, la vanidad, la envidia, el orgullo y de ahí en adelante, agresiones personales, de tal suerte que una vida podría gastarse con pobres resultados. Un éxito más seguro podría obtenerse calladamente si se desarrolla mucha oración y amor. Esto inducirá a la mente a repudiar el mal. Tales fallas no vuelven a ser tentaciones, simplemente se desechan de la vida.
Todo lo anterior simplemente es la clasificación del pecado. Cuando somos culpables de cualquiera de ellos, sabemos que es una ocasión para el arrepentimiento y la enmienda. Pero hay otros enemigos de la santidad que están más escondidos, y que constantemente incluso engañan a las personas bien intencionadas asumiendo una inocente y loable apariencia.
Entre éstos el respeto humano, el disgusto, una lengua desenfrenada, el temperamento enfermo, el desaliento, la presunción, pueden mencionarse. La gravedad de ellos es que son cometidos por personas buenas, cuando el pecado se comete, por ignorancia no es pecado.

El descontento

Ésta es la gran falta de los buenos. "No hay ningún daño en estar descontento", ellos lo llaman ambición, y hacen virtud del desorden que hay en sus mentes. Hay alguna ventaja en el descontento si nos incitan a las cosas buenas. Pero desafortunadamente, el descontento sólo tiende a hacemos despreciar lo que tenemos. Así que lo torcido está en nosotros porque envidiamos hoy en alguien, lo que ayer desdeñamos en nosotros.
Este espíritu de descontento nos involucra probablemente ahora cuando el engaño en nuestra forma de vida es impropio de la santidad. Muy a menudo pensamos que somos santos. Nos sentimos seguros de que podemos ser Santos si Dios nos hiciera Sacerdotes, Monjas, o nada más que lo que pensamos podemos ser.
Qué tal el engaño, ningún obstáculo mayor existe para progresar. Las condiciones de la vida de cada hombre, son la materia prima con la que él tiene que formar su futuro. El escepticismo en las posibilidades de hacer cualquier acto bueno con lo que tiene es improbable llevarlo a cabo. Como un hombre que posiblemente empieza a excavar en su jardín buscando diamantes, y otras joyas de santidad dónde él cree que no existen.
Puede ser que nuestra manera actual de vida realmente sea desventajosa a las cosas más altas, pero Dios quiere abrimos en el futuro otra puerta, es decir, con tal que nosotros estemos cumpliendo nuestro deber mejor de lo que lo que hacemos ahora.
Lo más probable, lejos de ser desventajosa nuestra vida presente, es sin duda, la única que nos acercará a la santidad. Dios que ve todas las cosas no lo escogió para nosotros sin justa razón. Por el descontento actuamos como jueces sin justa razón sobre sus acciones. Es hora de pensar profundamente por encima de esto, y con una fuerte resolución cambiar tal pensamiento alterado. Su lugar se llenará por la gracia. La calma crecerá firmemente en nosotros. Nos preocuparemos cada vez menos por los cuidados de la vida cotidiana. Nosotros estamos avanzando.

Cuando el descontento se destierra

Aquellos que siempre han estado en la amistad íntima con Dios no pueden valorar totalmente la grandeza de este tesoro, la paz de la mente, que ellos siempre han poseído. Para aquellos que han experimentado lo contrario, este sentimiento de calma, lleva un mensaje pleno de la presencia del Espíritu Santo en el alma. Está en camino de esa tranquilidad que era un rasgo notable en las vidas de los Santos. Por ejemplo, en los escritos de San Vicente Ferrer:
"Si en las calles, en el coro, en su propia celda, predicando, en una jornada, o en cualquier cosa que hiciera, siempre estaba tranquilo porque él hacia un oratorio en su corazón, y allí conversaba continuamente con Dios sin que cosa alguna exterior lo perturbara" .

Otro obstáculo grande, el respeto humano

El peligro del Respeto Humano no se reconoce suficientemente. En casi cada Católico existe un poco. En el caso de algunos, está fuera del asunto un defecto tan grave para la santidad real. El Respeto humano puede definirse como tener en cuenta la opinión de otros en lugar de nuestra conciencia. La mayoría considera ridículo e impopular evitar el ir en contra de la verdad y de los principios de los demás. Se empieza por las cosas pequeñas, si constantemente uno se rinde al Respeto Humano se provoca una baja general de principios. Se alcanza un estado de mente diferente de la santidad, como la tiza lo es del queso.
Usted siempre tiene el hábito de bendecir sus comidas. Cuando no esta en casa por vergüenza usted no lo hace. Éste es el respeto humano.
¿Usted siempre se quita el sombrero cuando pasa por una Iglesia, excepto cuándo va con protestantes? Usted no tiene una imagen religiosa en su cuarto. Es tímido para hacer el Vía Crucis. Se mortificaría si su Camándula se cayera de su bolsillo cuando va en compañía de un protestante o en el autobús. Todas éstas son las señales de la enfermedad que estamos discutiendo.
En otras palabras, se conforma con hacer su conducta aceptable a otros y no piensa que podría agradar a Dios con estas pequeñas profesiones de fe. Usted lo ha tratado como el rico se supone trata las relaciones con los pobres, reconociéndolos en privado, ignorándolos en público.
En la vida de San Felipe Neri, leemos cómo el Santo tenía la costumbre de imponer penitencias muy humillantes a sus discípulos en su ansiedad de destruir en ellos cualquier rastro de ése espíritu tan común. Tales prácticas en nuestros días serían terribles extremos. Aquí está una sugerencia que no es extrema. Ayudará a cualquiera que quiera la destrucción de este defecto. Lleve algo abiertamente Católico; alguna insignia devota o un pequeño emblema que lo identifiquen como Católico que no se avergüenza de ser reconocido como tal. El sentimiento de aversión para hacer esto que tendrán muchos, es la prueba mejor de su valor; es que el espíritu que usted busca matar está protestando.
Las objeciones como: "Yo no creo en insignias-desgastadas", y "Ni creo en las manifestaciones públicas de mi religión", generalmente no son sinceras. Aquellos que hablan de esta manera rara vez tienen objeciones para llevar insignias políticas o comerciales. Sea honrado. El problema es que no está muy orgulloso de ser Católico. Es natural que usted haga público lo que es.
El sacerdote y la monja anuncian al mundo lo que son. También permita a los laicos, en alguna forma, confesar a Cristo ante los hombres para que él pueda un día confesarlo ante Su Padre Celestial. Pero con una sana moderación. No haga nada que gane el nombre de excéntrico, esto puede destruir mucho su influencia. Cubrir su ego con emblemas religiosos o hacer muestras innecesarias de devoción en la Iglesia son errores.

El desaliento y el orgullo

El valor espiritual de cualquier trabajo no lo juzgue por los pequeños o grandes resultados que ve, sino por la pureza de intención y el esfuerzo que ha puesto en él. El sermón elocuente o el libro que convierte a muchos, podría tener menos mérito para su autor que el más pequeño acto de sacrificio. Es tontería descorazonarse por falta de resultados visibles como vanagloriarse por el éxito aparente. Muchas personas calculan ver cosas maravillosas provenir de sus trabajos, mientras los Santos se enfrentan a menudo con el fracaso constante.
Cualquier cosa que emprenda, hágala bien. Permita que esto sea su única preocupación. No esté ansioso por resultados, le puede traer la presunción, y destruir la belleza de cualquier trabajo a la ojos de Dios.
Evite algunos remordimientos a causa del éxito por la presunción; el sentido común le dice cuan pequeño es usted cómo pequeña es su entrega; y cuánto más podría hacer fácilmente si le gustara. Y entonces contrasta con esa multitud de personas buenas que hay en el mundo que han dejado todo por causa del Maestro, y todavía se cuentan como los ociosos en su presencia.
Su oración frecuente debe ser: "Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al vuestro". Si usted es absolutamente humilde, Dios lo destinará ciertamente para algún gran trabajo.
O Jesús, yo deseo ser un santo, no que pueda ser grande, pero que Tú me ames inmensamente.