PADRES

EDUCACIÓN DE LOS HIJOS

 

Encontré un interesante documento en Internet, sobre una advertencia que San Alfonso María de Ligorio hace a los padres cristianos, respecto a la educación de la Doctrina Católica. A mi vez he añadido estas reflexiones, y más abajo ya leeremos a San Alfonso.

 

Son muchos padres y madres que sufren a consecuencia de los maltratos de sus hijos. Cabría preguntarse si se les ha educado con la palabra y el buen ejemplo, el temor del Señor. Si no se les enseña la importancia del fiel cumplimiento de los Santos Mandamientos de Dios, faltará incluso con el cuarto mandamiento. Si no conocen este mandamiento, ni el resto, no buscarán el camino del Señor, no santificará las fiestas, ofenderá gravemente a sus padres y los echarán a la calle como se conoce por ciertas noticias en algunos medios de comunicación. Y así el resto de los Santos Mandamientos son ignorados y despreciados cuando ya son mayores, que aquellos padres no procuraron instruir a sus hijos. 

 

En unos padres creyentes, y si los hijos tienen cierto conocimiento de los Santos Mandamientos, pero que no los cumple, lo pasará mal, ellos y sus hijos. Unos buenos padres creyentes, que sabe educar a sus hijos, pero estos se rebelan, no siempre es culpa de los padres, cuando éstos les han ofrecido buenos ejemplos en sus palabras y obras. Y que los hijos a espaldas de sus padres, y engañados por el diablo, eligen una mala compañía como amistad. Y los hijos serán castigados por los pecados que pudiendo evitar no quisieron.

 

Recuerdo que hace unos años oí a un niño proferir una horrible blasfemia en la calle, intenté corregirle, en esto que llega el padre y pregunta que es lo que pasa, le expliqué que el niño había blasfemado, y el padre responde “que eso no era tan malo, que otros lo cometían también”. Así ese niño es un ejemplo de que otros niños aprenden lo inmoral de sus padres. 

 

 Si al niño se le educa en parte con el catecismo, y luego les permiten que vean suciedades por la televisión, se dejen influenciar por ciertos caprichos de sus padres, y le consienten cosas en perjuicio de su alma, el niño se va inclinando más por lo malo que por lo bueno, y de esta mala educación, los padres tendrán que dar cuenta de sus irresponsabilidades ante Dios en el Día del Juicio, y no van a salir bien parados.

 

Un día, un padre le dio por romper un objeto ajeno en venganza de que le habían hecho algo parecido, el niño que lo vio, intentó corregir a su padre, y recibió, el pequeño, un golpe en la boca, y la misma dureza mostró el padre, cuando en otra ocasión y por otra cosa, intentó corregirle nuevamente por una mala acción, el niño sangró en esta ocasión, siendo así que el pequeño ya no quiere decir nada a su padre, por un bien que hace recibe un mal a cambio. ¿Qué sucede? Que por desgracia, estos niños, ni van a la iglesia, porque sus padres que le llevaron a catequesis, los niños no disfrutan de la Santa Misa, porque sus padres les niegan ese derecho cristiano. Al final sus padres van sufriendo por causa de sus hijos; la mentira, las faltas de respeto...

 

Los padres cristianos deben dar buenos ejemplos a sus hijos, para que el día del mañana, estos hijos sean como una medicina a sus padres ancianos. De no hacerlo, perderá esa familia todo temor de Dios, y aunque llamándose cristiano, vivirían como paganos, es la falta de oración perseverante lo que arrastra a la descristianización.  

 

Hay padres cristianos que sufren en la actualidad, porque no corrigieron a sus hijos cuando pudieron hacerlo, les permitían sus caprichos, y ahora que esos niños van creciendo, en los estudios no se ven muy aplicados. Aquellos caprichos y consentimientos del pasado, se convierten en problemas para los padres en el presente, ejemplos no cristianos de algunos padres cristianos hasta el punto de no orar en familia, ni ir a la Santa Misa, ni leer un capítulo de las Sagradas Escrituras como hacen los padres responsables y buenos cristianos.

 

Es tremendo las cosas que se oyen, padres que matan a sus hijos por venganza, que los abandonan para que se mueran de frío, hijos que se vuelven contra sus padres,  etc., etc., etc. 

 

Pero una familia que reza unida, no puede tener esos terribles problemas, pues han permitido que Cristo Jesús, María Santísima formen para siempre parte de aquel hogar, y los malos espíritus no pueden enfrentarlos unos contra el otro. En el hogar que no se viva una vida como la Sagrada Familia de Nazaret, el caos y el crimen, está en lugar de la Paz de Cristo Jesús.

 

 Es el problema de la descristianización, por una parte se habla de la libertad religiosa, y por otra se ataca a la Iglesia Católica, quitando los crucifijos… A mayor rechazo de la Religión Católica, los delitos crecen. Pero cuando más se acepta a la Iglesia Católica, como en tiempos pasados, los crímenes y delitos no lo eran tanto.

 

Vanas excusas de algunos padres. Hay padres de familias que dicen que no educarán a sus hijos en la verdadera fe, que no quieren obligarle porque son pequeños, sin embargo, sin en el consentimiento del niño, ¿cuántos padres fuman delante de sus hijos, intoxicándoles? ¿Cuántos padres obligan a sus niños a que se pongan un disfraz?, eso es, les obligan a sus hijos para que acepten lo que no es necesario en la vida sin preocuparse por su alma, pero ponen excusas en la educación religiosa conforme a la Doctrina Católica a sus hijos. Se engañan así mismo como a otros que no tienen claro su vida. Piensan que la educación religiosa es una obligación, pero yo creo que es más bien una verdadera necesidad para un buen futuro a sus hijos. Pues esto es lo que dice el Señor:

 

Reunirás al pueblo, hombres y mujeres y niños y al emigrante que reside en tus ciudades, para que escuchen y aprendan a respetar al Señor vuestro Dios, observando cuidadosamente todos los mandatos de esta ley. También sus hijos que no la conocen todavía, deberán oírla, para que aprendan a respetar al Señor vuestro Dios durante todos los días que viváis en la tierra... [Deuteronomio 31, 12-13].

 

Vivir en la tierra con la Paz del Señor y alcanzar las eternas bienaventuranzas. Y es que la educación católica es muy necesaria para la salvación de nuestra alma.

 

No es suficiente llamar o llevarle al médico cuando el niño cae enfermo, se hiere jugando... Porque el alma, la conciencia para que sea buena hay que educarla en las verdades de la Iglesia Católica.

 

Los padres eligen que colegios han de ser educados sus hijos, los niños van a aprender. Y del mismo modo, hay que llevarles a la Iglesia Católica para que aprendan, porque de mayores no querrían hacerlo, y como han sucedido y sigue sucediendo, que los niños que no han visto buenos ejemplos cristianos, o porque sus padres no han querido llevarlos a que aprendan la sana doctrina, hijos que se han vuelto con gran violencia contra sus padres y contra la sociedad. 

 

¿Cómo van a aprender cual es la Religión verdadera si los padres se inventan excusas inútiles?

 

La Religión única y verdadera es la que subsiste en la Iglesia Católica, ya que así lo ha manifestado el Espíritu Santo en el Vaticano:

:

 

«Los Padres del Concilio Vaticano II, al tratar el tema de la verdadera religión, han afirmado:

 

·        «Creemos que esta única religión verdadera subsiste en la Iglesia católica y apostólica, a la cual el Señor Jesús confió la obligación de difundirla a todos los hombres, diciendo a los Apóstoles: «Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado» (Mt 28,19-20). Por su parte todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo referente a Dios y a su Iglesia, y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla». (Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decl. Dignitatis humanae, 1) (congregación para la Doctrina de la Fe: Declaración DOMINUS IESUS, 23)

 

 

Catecismo de la Iglesia Católica:

 

·        2105 El deber de dar a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente. Esa es "la doctrina tradicional católica sobre el deber moral de los hombres y de las sociedades respecto a la religión verdadera y a la única Iglesia de Cristo" (DH 1). Al evangelizar sin cesar a los hombres, la Iglesia trabaja para que puedan «informar con el espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno vive» (AA 13). Deber social de los cristianos es respetar y suscitar en cada hombre el amor de la verdad y del bien. Les exige dar a conocer el culto de la única verdadera religión, que subsiste en la Iglesia católica y apostólica (cf DH 1). Los cristianos son llamados a ser la luz del mundo (cf AA 13). La Iglesia manifiesta así la realeza de Cristo sobre toda la creación y, en particular, sobre las sociedades humanas (cf León XIII, enc. «Inmortale Dei»; Pío XI «Quas primas»).

 

Siendo que la Iglesia Católica contiene el Espíritu de Dios, hay más facilidad de que los buenos padres cristianos sepan y puedan educar a sus hijos para la salvación eterna. Pero se necesita como siempre los mismos sentimientos de fe de la Iglesia Católica, y sus hijos se alegrarán por esa educación cristiana que han recibido de sus padres.

 

No conviene tener esa idea no cristiana de que hay que dejar a que los hijos crezcan y lleguen a elegir sin saberlo un camino que lleva a la perdición eterna y que por tanto no corresponde a la Iglesia Católica.

 

La Iglesia Católica es el camino que lleva a la salvación eterna.

 

 

Esto es lo que dice el Señor:

 

·        «Reunirás al pueblo, hombres y mujeres y niños y al emigrante que reside en tus ciudades, para que escuchen y aprendan a respetar al Señor vuestro Dios, observando cuidadosamente todos los mandatos de esta ley. También sus hijos que no la conocen todavía, deberán oírla, para que aprendan a respetar al Señor vuestro Dios durante todos los días que viváis en la tierra...» [Deuteronomio 31, 12-13].

 

«Que escuchen y aprendan a respetar al Señor». Cuando el niño que aún no sabe hablar, ve gestos de oración en sus padres, se le va quedando en la memoria, y hace lo mismo, con el tiempo aprenden las palabras de la oración. Jesucristo dice: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son como éstos es el Reino de los Cielos.» (Mt 19, 14) Y una manera de llevarlos es por los buenos ejemplos que ven en sus padres, y oran antes de comer como al terminar, los niños van creciendo en esa sana y piadosa costumbre. Jesucristo mismo quiere que los niños aprendan lo bueno, es lo que confirma en lo que hemos leído en Dt 31, 12-13. Si aprenden la virtud desde su infancia, no necesitarán que se les reprendan, porque ha dejado que Cristo sea lo importante. Se impide que el niño, la niña se acerque a Jesucristo cuando no se les lleva a la Santa Misa, ni se reza con ellos las oraciones del cristiano, ni se practica la piedad y la devoción, etc.

 

La primera vez que oí y leí esta lectura del Eclesiástico, me gustó:

 

 

·        «Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos, y cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida; al que honra a su madre el Señor lo escucha.

»Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque flaquee su mente, ten indulgencia, no lo abochornes mientras seas fuerte.

»La piedad para con tu padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados; el día del peligro se te recordará y se desharán tus pecados como la escarcha bajo el calor.» (Eclesiástico 3,3-7.15-17ª)

 

 

Ahora podemos leer esta interesantísima doctrina de San Alfonso:

 


 

ADVERTENCIA A LOS PADRES

 

Por San Alfonso María de Ligorio

(1696-1787)

 

San Alfonso, fue el fundador de la Orden de los Redentoristas. El Obispo y Doctor de la Iglesia habla sobre los privilegios y las responsabilidades de los padres como una vocación especial de Dios. La sabiduría de este santo ha guiado y fortalecido a los católicos por más de 200 años.

 

El Evangelio nos dice que, un buen árbol no produce mal fruto, y que un árbol malo no puede producir fruto bueno. Lo que aprendemos de esto, es que un buen padre cría hijos buenos. Pero que si los padres son débiles, ¿cómo pueden ser sus hijos virtuosos? ¿Acaso, dice Nuestro Señor, en el mismo Evangelio, se recogen uvas de los espinos, e higos de los abrojos? (San Mateo 7:16). Así es imposible, o de hecho muy difícil, encontrar hijos virtuosos, quienes hayan sido criados por padres inmorales. Padres, estad atentos a este sermón, de gran importancia para la salvación eterna de vosotros y de vuestros hijos. Estad atentos, jóvenes, hombres y mujeres que no habéis elegido aún vuestro estado de vida. Si deseáis casarse, aprended las obl igaciones que se adquieren en la observancia de la formación de vuestros hijos, y aprended también, que si vosotros no las llenáis, traeréis sobre vosotros y sobre vuestros hijos la condenación. Dividiremos esto en dos puntos. En el primero, mostraremos lo importante que es formar en los hijos hábitos de virtud; y en el segundo mostraremos con qué cuidado y diligencia un padre debe trabajar para que crezcan bien.

 

Un padre tiene dos obligaciones para con sus hijos; está obligado a proveerlos de sus necesidades corporales y de educarles en la virtud. No es necesario extendernos sobre la primera obligación, más que existen algunos padres que son más crueles que las más feroces bestias salvajes; aquellos que malgastan toda su fortuna o bienes en comer, beber y placeres y permiten que sus hijos mueran de hambre. Pero, discutamos sobre la formación que es la materia de nuestro artículo.

 

Ciertamente que la futura buena o mala conducta de un hijo depende si se ha criado bien o pobremente. La naturaleza por si misma enseña a cada padre atender la educación de su descendencia. Dios le da hijos a los padres, no para que pueden asistir a la familia, sino para que crezcan en el temor de Dios, y sean conducidos en el camino de la salvación eterna. “Tenemos, dice San Juan Crisóstomo, un gran depósito en los niños, atendámosles con gran cuidado”. Los hijos no han sid o otorgados a los padres como un regalo, del que se pueda disponer a placer. Los hijos han sido confiados, por esta confianza, si se pierden por negligencia, los padres deberán rendir cuentas a Dios.

 

Un gran Padre de la Iglesia dijo, que en el día del juicio, los padres tendrán que rendir cuentas por todos los pecados de sus hijos. Así que aquel que enseña a su hijo a vivir en el bien, tendrá una feliz y tranquila muerte. El que instruye a su hijo... cuando llegue la muerte no sentirá pena, Porque deja a los suyos un defensor frente a sus enemigos. (Eclesiástico 30, 3, 5) Y podrá salvar su alma por medio de sus hijos, es decir, por la formación virtuosa que les dio. «Se salvará mediante su maternidad» (1Tim. 2:15)

 

Por otro lado, una difícil y triste muerte tendrán aquellos quienes solamente trabajaron para incrementar sus posesiones o multiplicar los honores familiares, o aquellos quienes vieron solo por dejar a sus hijos comodidad y placeres y no les procuraron valores morales. San Pablo dice que aquellos padres son peores que infieles. Quien no se preocupa de lo suyo, principalmente de los de su casa, ha renegado de la Fe, y es peor que un infiel. (1Tim.5: 8)

 

Aquellos padres que prefirieron llevar una vida de piedad y continua oración, de comunicación diaria, debieron condenarse si por negligencia descuidaron a sus hijos.

 

Si todos los padres cumplieran con su deber de vigilar la formación de sus hijos, tendríamos muy pocos crímenes. Por la mala educación que los padres dan a su descendencia, causan que sus hijos, dice San Juan Crisóstomo, caigan en graves vicios; y los entregan así al verdugo. Así sucedió en un pueblo: un padre quien fuera la causa de todas las irregularidades de su hijo, fue justamente castigado por sus crímenes con gran severidad, más aún que sus hijos. Gran infortunio es para los hijos tener padres viciosos, incapaces de inculcar en sus hijos el temor a Dios, aquellos que ven a sus hijos con malas compañías y en riñas, y en lugar de corregirles y castigarles, les toman compasión y dicen: “¿Qué puedo hacer? Son jóvenes, esperemos que cuando maduren se alejen de ello”. ¡Qué palabras tan débiles, qué educación tan cruel! ¿En verdad, esperan que cuando los hijos maduren lleguen a ser santos? Escuchad lo que Salomón dice: Mostrad al niño el camino que debe seguir, y se mantendrá en él aun en la vejez. (Prov. 22:6) Sus huesos, dice el santo Job, se llenarán con los vicios de su juventud, y dormirán con él en el polvo. (Job.20:11) Cuando una persona joven ha vivido con malos hábitos, los llevará a la tumba. Las impurezas, blasfemias y odios, a los que se acostumbró en su juventud, lo acompañarán hasta la tumba, y dormirán con él hasta que sus huesos sean reducidos a cenizas. Corrige a tu hijo mientras haya esperanza; sino, tu serás el responsable de su muerte (Prov. 19:18) Es muy sencillo, cuando son pequeños, entrenar a los hijos en la virtud, pero cuando llegan a la madurez, es igual de difícil correg irles, si han aprendido los hábitos del vicio.

 

Vayamos al segundo punto, que es, sobre los medios para formar a los hijos en la práctica de la virtud. Os ruego, padres de familia, que recordéis os lo que ahora digo, de la formación depende la salvación eterna de vuestras propias almas y de las almas de vuestros hijos.

 

San Pablo nos enseña en pocas palabras, en lo que consiste la educación correcta de los hijos. Nos dice que ésta consiste en la disciplina y corrección. Y vosotros, padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino educadles en la disciplina y corrección del Señor. (Efesios 5:4) Disciplina es igual a regulación religiosa de la moral en los niños, implica una obligación de educarles en hábitos de virtud, por medio de la palabra y el ejemplo. Primero, por las palabras un buen padre debe inculcar a su hijo el santo temor de Dios. Esta fue la manera en que Tobías educó a su pequeño hijo. El padre le enseñó desde su infancia a temer a Dios y a alejarse del pecado. (Tobías 1:10) El sabio dice, que un hijo bien educado es el soport e y consuelo de su padre. Instruye a tu hijo, y él será tu descanso, y dará alegría a tu alma. (Prov 29:17) Así como un hijo bien formado es la alegría para el alma de su padre, un hijo ignorante es fuente de tristeza para el corazón de su padre, la ignorancia de sus obligaciones como cristiano siempre acompañarán a una mala vida.

 

Se cuenta que en el año 1248, a un sacerdote ignorante le fue ordenado, durante cierto sínodo, hacer un discurso. El sacerdote estaba muy agitado por la orden y el diablo se le apareció y le dijo: “Los rectores de la oscuridad infernal saludan al rector de los parroquianos, y le agradecen su negligencia en la instrucción de la gente; ya que de la ignorancia proceden las faltas y la condenación de muchos”.

 

La misma verdad es para los padres negligentes. Un padre tiene la obligación de instruir a sus hijos en las verdades de la Fe, y particularmente en los cuatro misterios principales.

 

·        Primero, que hay Un Dios, el Creador y Señor de todas las cosas;

·        segundo, que este Dios es Juez, Quien, en la otra vida, recompensará a los buenos con la gloria eterna del Paraíso, y que castigará a los débiles por siempre en los tormentos del Infierno;

·        tercero, el Misterio de la Santísima Trinidad, esto es, que en Dios hay Tres Personas, Uno en Esencia y Trino en Personas;

·        cuarto, el Misterio de la Encarnación del Divino Verbo, el Hijo de Dios, Dios Verdadero, que se hizo hombre en el vientre purísimo de la Virgen María, y que sufrió y murió para nuestra salvación.

 

¿Podría ser admitida la excusa de un padre o una madre, que diga: “Yo mismo no sé estos misterios? ¿Puede un pecado justificar otro? Si sois ignorantes, entonces tenéis la obligación de aprenderlos, y enseguida enseñárselos a vuestros hijos. Al menos enviad a vuestros hijos con un catequista digno. Que cosa tan miserable es ver a los padres y a las madres, incapaces de instruir a sus hijos e hijas en la doctrina Cristiana, empleándose en ocupaciones de poca monta, y cuando ellos crecen, no saben el significado de pecado mortal, de Infierno o de eternidad. No saben siquiera el Credo, el Padre Nuestro, o el Ave María, los cuales todo cristiano está obligado a aprender bajo pena de pecado mortal.

 

Los padres religiosos no solamente pueden instruir a sus hijos en estas cosas, que son las más importantes, sino también pueden enseñarles lo que se debe hacer cada mañana al amanecer. Enseñarles primeramente agradecer a Dios por haber preservado su vida durante la noche, en segundo lugar ofrecerle a Dios todas las buenas acciones que harán y todos los sufrimientos que pasarán diariamente, también implorar a Jesucristo y a Nuestra Santa Madre María que los preserve de todo pecado durante el día. Enseñarles, al anochecer hacer un examen de conciencia y un acto de contrición. También les deben enseñar actos de Fe, Esperanza y Caridad, a rezar el Rosario, y visitar al Santísimo Sacramento. Algunos buenos padres de familia tienen cuidado en obtener un libro de meditaciones para leerlo y tener oración mental comunitariamente media hora al día. Esto es a lo que el Espíritu Santo nos exhorta a practicar. ¿Tenéis hijos? Instruirles la mente desde su niñez. (Ecl. 7:25) Entrenadles estos hábitos religiosos desde la infancia y cuando crezcan ellos perseverarán en ellos. Acostumbradlos a la confesión y comunión semanal.

 

Muy útil también es infundir en los infantes buenas máximas en sus mentes. ¡Cuan ruin es que un niño sea educado por las peores máximas de sus padres! “Debes, dicen algunos padres a sus hijos, buscar el aplauso y la estima de todo mundo. Dios es misericordioso, El tendrá compasión de ciertos pecados” ¡Qué miserable es el joven que peca por obedecer tales máximas! Los buenos padres les enseñan máximas muy distintas a sus hijos. La Reina Blanche, madre de San Luis Rey de Francia, acostumbraba a decirle a su hijo: “Hijo mío, preferiría verte morir en mis brazos, antes que en pecado”. Por lo tanto, que sea vuestra práctica, la que también infunda en vuestros hijos ciertas máximas de salvación, porque, ¿De que serviría ganar el mundo entero si perdemos nuestras propias almas? Todo en este mundo tiene un final, mas la eternidad nunca termina. Una de estas máximas bien impresas en la mente de una persona joven, la preservará siempre en Gracia de Dios.

 

Sin embargo, los padres están obligados a instruir a sus hijos en la práctica de la virtud, no solamente por medio de palabras, sino, también con el ejemplo. Si dais a vuestros hijos mal ejemplo, ¿cómo esperáis que sigan una vida correcta? Cuando un joven disoluto es corregido por una falta, su respuesta será: “¿Por qué me censuras, si mi padre hace cosas peores?" «Los hijos reprocharán a su padre impío porque por su culpa quedaron en deshonra.» (Eccl. 41:10) ¿Es posible para un hijo ser religioso y moral cuando ha tenido por ejemplo el de su padre de blasfemias y obscenidades, cuando pasa el día entero en los bares, casas de juego, cuando frecuenta casas de mala fama, y defrauda a su vecino ¿Esperáis que vuestro hijo frecuente la confesión, cuando vosotros mismos se aproximáis al confesionario una vez al año?

 

Una fábula nos relata, que había un cangrejo que reprendía a sus hijos por caminar torcidamente, estos replicaron, “padre, veamos como caminas.” El padre caminó delante de ellos, aún más torcidamente que sus vástagos. Esto sucede cuando un padre da mal ejemplo. Por esto no tendrá el valor de corregir los pecados de los suyos cuando él mismo los comete.

 

De acuerdo con Santo Tomás, los padres escandalosos obligan, de cierta manera a sus hijos a llevar una mala vida. Dice San Bernardo: “No son padres, sino asesinos, no de cuerpos, sino de las almas de sus hijos”. Es muy común oír a los decir: “Mis hijos tienen por nacimiento mala disposición.” Esto no es verdad, Séneca decía: “Te equivocas si piensas que los vicios nacen con nosotros; éstos se injertan.” Los vicios no nacen con vuestros hijos, sino que son comunicados por medio del mal ejemplo de los padres. Si hubierais dado buen ejemplo a vuestros hijos, no serían lo viciosos que son. Así pues, padres, frecuentad los Sacramentos, aprended de los ser mones, rezad el Rosario todos los días, abstenedse del leguaje obsceno, de la detracción, de los pleitos y verás que vuestros hijos siguen vuestro ejemplo. Es de particular necesidad que forméis a los niños en la virtud desde la infancia, Instruidles la mente desde la niñez, para cuando ellos crezcan, y contraigan malos hábitos, será muy difícil para vosotros enmendar sus vidas por medio de palabras.

 

Para formar a los hijos en la disciplina del Señor, es también necesario alejarles de la ocasión de hacer mal. Un padre debe prohibir a sus hijos salir por las noches, o a una casa en la que su virtud está en peligro, o tener malas compañías. Despide, dijo Sara a Abraham, a esa esclava y a su hijo. (Gen. 21:10). Sara deseaba que Ismael, el hijo de Agar la concubina, fuera apartado de su casa, para que su hijo Isaac no aprendiera los vicios de aquel. Las malas compañías son la ruina de los jóvenes. Un padre debe no solamente alejar de sus hijos el mal del cual es testigo, sino que debe prevenir la conducta de sus hijos e informarse sobre las familias y los lugares que frecuentan, vigilar sus ocupaciones y compañías. Un p adre debe prohibir a sus hijos que lleven a casa objetos robados. Cuando Tobías escuchó balar a una cabra en su casa, dijo, Tengan cuidado, quizá es robada, anden y devuélvanla a sus dueños. (Tob. 2:21)

 

Los padres deben prohibir a sus hijos toda clase de juegos que traigan destrucción a las familias y a sus almas, también los bailes, los entretenimientos sugestivos, las conversaciones peligrosas y fiestas de placer. Los padres deben quitar de sus casas las novelas de romance que pervierten a los jóvenes y todos los malos libros que contengan máximas perniciosas, cuentos obscenos, o de amor profano. El padre no debe permitir que sus hijas estén a solas con hombres, ya sean jóvenes o viejos. Alguno dirá: “Este hombre quien cuida de mi hija, es un santo”. Los santos están en el Cielo, porque los santos que están en la tierra son carne y si están próximos a las ocasiones, pueden convertirse en demonios.

 

Otra obligación de los padres es corregir las faltas de la familia. “Formadles en la disciplina y corrección del Señor”. Existen padres que cuando son testigos de las faltas que se cometen en la familia, permanecen en silencio. Por temor de desagradar a sus hijos algunos padres rehúsan a corregirles, pero, si veis a un hijo en una piscina y en peligro de ahogarse, ¿no sería cruel tomarle de los cabellos y salvarle la vida? El que no usa la vara odia a su hijo, el que lo ama, no demora en corregirlo. (Prov. 13:24) Si amáis a vuestros hijos, corregidles, mientras crecen castigadles, hasta con la vara, tan seguido como sea necesario.

 

He dicho con la vara y no con un palo, debéis corregirles como un padre y no como un carcelero. Debéis tener cuidado de no golpearles con pasión, porque entonces vosotros estaréis en peligro y la corrección quedará sin fruto si se les golpea con mucha severidad y ellos creerán que el castigo es el efecto de la ira y no el deseo de vuestra parte por enmendar sus vidas. Tenemos algo más que agregar, que vosotros debéis corregirles mientras están creciendo, para que cuando ellos alcancen la madurez, vuestra corrección será poca. Debéis de abstenerse de corregirles con la mano, de otro modo, se harán perversos y perderán el respeto hacia vosotros. ¿Qué tan correcto es usar injurias y imprecaciones al corregir a los hijos? Privadles de algún alimento, de algunos artículos del vestido, o enviadles a su cuarto. Hemos di cho suficiente. La conclusión de este discurso, es que aquel que haya formado mal a sus hijos, deberá de ser severamente castigado y aquel que los haya formado en la virtud, recibirá una gran recompensa.