Catequesis Básica sobre la Oración

¿Qué es orar?

Orar es toda forma de acordarnos de Dios. Cuando pensamos en El, en su inmensidad, en su poder... estamos orando. Cuando le pedimos ayuda a Dios porque estamos afligidos, necesitados, oprimidos...estamos orando. Cuando le damos gracias por la salud restablecida, por la lluvia, por el sol...estamos orando. Cuando repetimos, con atención, el Padre Nuestro o Ave María, estamos orando. Es fácil dirigirle la palabra a Dios. Somos hijos suyos y naturalmente nos encaminamos hacia El. Pero también es fácil olvidarnos de El cuando todo nos rueda bien y parece que nos arreglamos solos. También es fácil olvidarse de Dios cuando el ambiente que nos rodea contradice nuestras aspiraciones religiosas. Sin embargo es de vital importancia el mantenerse en contacto con Dios.

Necesidad de la oración

Aunque nos resulte trabajoso, sobre todo a los comienzos, es necesario dirigir diariamente la palabra a Dios. Quien no reza se asemeja a la persona que hace esfuerzos para dejar de respirar: busca la muerte. La oración es para el alma como la respiración para la vida del cuerpo. Otra comparación: Si tenemos un ventilador, girará mientras esté conectado a la red de electricidad y en el momento en que lo desenchufemos, se detendrá. Algo semejante ocurre con nosotros: tenemos realmente vida plena cuando estamos unidos a Dios y dejamos de vivir, en parte, cuando cortamos nuestra relación con Dios.

Cristo y la oración

Si leemos el Evangelio nos sorprenderá la cantidad de veces que Jesús invita a la gente a que haga oración. Ya desde el comienzo de su vida de predicación, Jesús se retira cuarenta días al desierto para hacer oración y ayuno. Luego, durante todo el tiempo en que se dedicó a enseñar y curar enfermos, todas las noches se retiraba a hacer oración. Y finalmente es apresado en el Huerto de los Olivos justo en el lugar donde acostumbraba a hacer oración cuando estaba en la ciudad de Jerusalén.

¿Cuánto tiempo dedicar a la oración?

¿Cuánto tiempo le dedicamos a una persona que queremos? ¿Cuánto tiempo conversamos con los amigos o compañeros?... También tenemos que dedicarle un tiempo a Jesús. No basta un minuto, no dos, ni tres. ES preciso dedicarle a Dios por lo menos un cuarto de hora por día, en forma exclusiva. Esos quince minutos que le dediquemos a Dios, cada día, pueden tener lugar en nuestra casa o cuando nos trasladamos hasta el lugar de trabajo. No importa el lugar donde recemos ni tampoco la hora. Puede ser de mañana, de tarde o de noche, lo importante es que nos hagamos el firme propósito de dedicarle, como mínimo, quince minutos diarios al dueño de todo el Universo y Señor de todos los hombres.

¿Cómo rezar durante esos quince minutos?

Se pueden utilizar diferentes modos de rezar: Tomar el Evangelio y leer un pasaje de la vida de Jesús en forma pausada, deteniendo la lectura y observando en silencio el modo de actuar de Jesús. O simplemente leyendo y releyendo el mismo pasaje, lentamente, como si nosotros estuviéramos presentes en ese acontecimiento de la vida de Cristo. Pensar ante Dios, siempre presente en nuestro corazón, hablándole de un problema que tenemos en esos momentos; pidiéndole ayuda y consejo para hacer siempre lo más grato a sus ojos. Repetir lentamente una oración conocida como puede ser el Padre Nuestro, considerando cada una de sus palabras. Y la forma más conocida y practicada por millones de personas en todo el mundo es el rezo del Rosario, reflexionando sobre los acontecimientos de la vida de Jesús y de María Santísima.

Prolongación de la oración

Cuando alguien realmente quiere a otra persona (como una madre quiere a su hijito) no le basta con verlo durante quince minutos por día, siempre quiere volver a verlo y decirle tan siquiera alguna palabrita. Del mismo modo, cuando buscamos servir a Dios con todo nuestro corazón, no nos bastan los quince minutos que le dediquemos en la oración. Durante el día en algún instante, pensaremos en El y le dirigiremos nuestra mirada interior y también alguna palabra. La verdadera oración se extiende a lo largo de toda la jornada, desde que nos levantamos ¡gracias por el nuevo día! hasta que nos acostamos ¡perdón por las faltas de este día y gracias por tu benevolencia para conmigo!

Dificultades

Es dificil el comienzo. Es dificil el decidirse a dedicar quince minutos diarios a Dios. Parece un tiempo perdido ¡hay tantas otras cosas urgentes para hacer! Pensemos, con toda sinceridad ¿cuánto tiempo dedicamos, cada día, a comer, a mirar televisión, a conversar, a dormir? y ¿no podemos dedicarle, por lo menos, quince minutos diarios al que nos sostiene la vida, al que hace latir nuestro corazón y sobre todo, al que murió por nosotros en la cruz? La principal dificultad está en nuestro modo de ver las cosas. Nos dejamos llevar por la corriente: lo que interesa es lo que se ve y se siente... lo demás no tiene mucha importancia. Sin embargo las palabras de Jesús son muy claras: "El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán." Lo principal en la vida es El mismo, es su Persona, es su amistad.

Preparación a la oración

Santa Teresa dice que antes de orar tenemos que dedicar unos instantes a considerar a quién vamos a hablar, quiénes somos nosotros y qué vamos a decirle o pedirle a Dios. Tenemos que ubicarnos, mentalmente, en nuestra verdadera estatura junto a Dios: somos muy pequeños a su lado. Pero, termina Santa Teresa: "Hay que aclarar que nuestro humilde Maestro escucha a cualquiera que le hable con sinceridad, aunque no sepa expresarse bien y no llegue a darse entera cuenta de los debidos respetos. En realidad prefiere las entrecortadas palabras de un humilde obrero, más que los elegantes razonamientos de los sabios y letrados carentes de humildad."