Metafísica y mística en Hawking

 

 

Stephen Hawking y Roger Penrose han demostrado conjuntamente en 1970 un teorema muy importante, referente a las singularidades en los modelos cosmológicos. Este logro les introdujo en el círculo de los clásicos de la cosmología actual, ya que desde entonces, en los trabajos que tratan de los estadios iniciales de la evolución del universo, se citan siempre las relaciones expresadas en el teorema de Hawking-Penrose. La unión en los estudios e investigaciones, en los intereses y logros, no les llevó, sin embargo, a compartir idénticas opiniones filosóficas. Los trabajos publicados por ellos en los años ochenta en el campo de la filosofía cosmológica, muestran que Hawking representa la posición cercana al positivismo; en cambio, Penrose se pronuncia claramente a favor del platonismo.

 

 

En los dos autores encontramos la expresión de la fe en la racionalidad de la naturaleza y en la racionalidad del método científico. Tal fe es un fenómeno natural en el cosmólogo. Sin su aceptación, no se podría emprender ninguna discusión acerca del universo como un todo, considerado en la perspectiva de veinte mil millones de años de evolución cósmica. No obstante, la concepción de la racionalidad es en los dos casos radicalmente diferente. Cuando en el año 1983 Hawking publicó junto con Hartle sus ideas sobre la creación cuántica del universo, las vinculó a una interpretación atea. En su opinión, si un fenómeno físico se puede describir por medio del formalismo matemático, entonces Dios resulta innecesario, y se puede hablar de su expulsión de la imagen del mundo por el desarrollo de las ciencias experimentales. En esta opinión se ve que Hawking identifica infundadamente el Dios del teísmo cristiano con el Dios de Samuel Clarke, el Dios que en las polémicas del siglo XVIII se introducía para rellenar los huecos de la ignorancia científica. El Dios de Clarke aparecía como el proverbial deus ex machina cuando en las teorías de la física no se sabía explicar científicamente cuestiones importantes. Leibniz prevenía frente a una tal teología ingenua, que remienda los huecos de la ignorancia científica mediante la hipótesis de Dios, indicando las simplificaciones, tanto metodológicas como teológicas, de esta teología. Sus oponentes decían en cambio que Dios nos deja los huecos cognoscitivos para que, gracias a ellos y a través de ellos, podamos con más facilidad descubrir su presencia en el universo; y que las fronteras del conocimiento iban a formar el terreno en donde se descubriría la presencia de Dios. Aunque en la teología actual nadie considera seriamente esta interpretación, Hawking escribe como si no existiera la correspondencia en que Leibniz critica el enfoque de Clarke.

De manera parecida a los positivistas de finales del siglo XIX, Hawking admite la posibilidad de que la física actual esté llegando a su fin y que, después de encontrar la teoría de unificación, conoceremos todas las leyes que rigen la naturaleza. En un artículo dedicado a esta problemática, titulado "¿Está a la vista el fin de la física teórica?", aprueba la posibilidad de elaborar "una teoría completa, coherente y unificada de las interacciones físicas, la cual describiría todas las posibles observaciones". Formulaciones igualmente radicales se pueden encontrar en los trabajos de muchos otros autores, quienes sugieren que la Teoría física del Todo aportará la solución científica para la totalidad de los problemas que atormentan al hombre. En las soluciones de estos autores concernientes a la futura unificación, o a la denominada Teoría del Todo (TOE, por "Theory of Everything"), aparecen aserciones categóricas de este tipo: "Por primera vez en la historia disponemos de una teoría racional y científica de toda la existencia" ("scientific theory of all existence"), gracias a la cual "todos los fenómenos naturales pueden ser puestos en un esquema descriptivo" (Paul C. W. Davies, Superforce, Heinemann, Londres 1984, 5ss).

Psicológicamente es fácil de explicar que en las generaciones sucesivas de investigadores se oigan de nuevo las nostalgias positivistas por un sistema ordenado de conocimiento, en el que para cada pregunta se pueda conseguir una respuesta inequívoca y racionalmente justificada. El racionalismo de Hawking encuentra su justificación adicional en la fascinación personal hacia las matemáticas y en la aversión hacia la mística poetizante al estilo de Capra. Ya durante sus estudios en Cambridge, el futuro creador de la física de los agujeros negros era llamado por sus colegas el "cerebro perfecto". La enfermedad posterior y las limitaciones que la acompañan favorecían que la sensibilidad se dirigiera hacia la belleza del formalismo matemático, y no hacia la percepción del misterio o de la estética de la naturaleza.

Las fórmulas metafísicas acerca de la contingencia o armonía del mundo no se dejan traducir a un lenguaje matemático, y por eso fueron consideradas como una forma de poesía de la naturaleza carente de valor cognoscitivo. La apertura básica hacia la mística de la naturaleza, característica de la ciencia actual, es considerada por él como rasgo característico de la postura intelectual de personas que, al no haber completado sus conocimientos matemáticos, prefieren refugiarse en un comentario retórico lleno de vagas generalidades (cf. Renée Weber, Dialogues with Scientists and Sages: The Search for Unity, Routledge, Londres 1986, 210). Hawking dirige acusaciones de "misticismo chapucero" no solamente a Bohm, Capra o a simpatizantes de la física "alternativa", sino que también dirige una crítica clara contra la "religión cósmica" de Einstein, junto con su componente característico que se refiere a la mística de la naturaleza. Ironías del destino: una de las paredes de su despacho universitario está adornada con una cita de Einstein, en la que el autor de la teoría de la relatividad afirma: "La más bella sensación que podemos experimentar tiene carácter místico. Ella constituye la fuerza de cada arte y ciencia verdaderos. El hombre para quien es extraño este sentimiento, en cierto sentido está muerto. Ese sentimiento, ese conocimiento, constituye la esencia de la verdadera religiosidad" (ibid., 203).

No se puede responder a las reflexiones de Einstein con la simple sugerencia de Hawking, de que su autor se escondía en la poesía porque no entendía las matemáticas. La belleza matemática de las ecuaciones de campo aparecía en la perspectiva cognoscitiva de Einstein como manifestación de una belleza más fundamental, que podemos percibir en la relación suprarracional con la naturaleza. Las condiciones biológicas han sido causa, en el caso de Hawking, de que la relación del investigador con el cosmos se quedara reducida a la componente racional. El drama de la enfermedad experimentada limitaba por necesidad la sensibilidad al aspecto estético de la naturaleza. En consecuencia, en Hawking encontramos una concepción filosófica de la naturaleza que es distinta de la de Einstein o Dirac. Además, no es fácil emplear medios eficaces para reaccionar frente a las diferencias existentes. Una valoración inequívocamente escéptica de esta situación la expresó, entre otros, Paul A. M. Dirac, quien –en una entrevista para Newsweek– puso de relieve al mismo tiempo el papel de la belleza en la ciencia: "Hay que tratar de imaginarse qué es el universo, como hacemos accesible para nosotros la belleza de un cuadro o de la música; no se puede describir. Si no se siente, hay que reconocer simplemente que nos falta sensibilidad para ello. Nadie es capaz de explicárnoslo" (H. F. Judson, "Where Einstein and Picasso Meet": Newsweek, 17-11-1980, 23).

A la hora de formular semejantes valoraciones, el factor subjetivo de los sentimientos juega un papel importante. Los sentimientos difieren en cada uno de los investigadores y pueden experimentar una notable evolución en el tiempo. La naturaleza que fascinaba a Einstein con la hermosura de la descripción matemática, aparece para Hawking despojada de belleza; para Monod era sobre todo el juego cósmico del azar y la necesidad; para Leibniz o Whitehead el campo de la intrigante armonía de los acontecimientos. La unidad de interpretación, que se presenta en la comprensión de la fórmula E=mc2, desaparece en el momento que intentamos determinar los aspectos filosóficos y estéticos de la teoría de Einstein.

Los trabajos de Drees, Penrose o Davies, populares en la actualidad, mani-fiestan que al mismo formalismo matemático que describe la creación cuántica del universo, se pueden asociar interpretaciones filosóficas profundamente distin-tas de aquellas que propone Hawking. La cuestión abierta consiste en preguntar-se: ¿Cuál de las propuestas alternativas aparece como la más justificada? Induda-blemente, sería un error metodológico atribuir el mismo peso a las propuestas físicas de Hawking que a la ingenua filosofía que él asocia a estas propuestas. …[…]…

EL DIÁLOGO CIENCIA-FE EN EL CONTEXTO DE LAS
CUESTIONES FILOSÓFICAS DE LA FÍSICA ACTUAL

Conferencia pronunciada en el Simposio La cultura y la esperanza cristiana, en la Universidad de Sevilla, España, el 14 de marzo de 1998.

Mons. Józef Mirosław ŻYCIŃSKI - Arzobispo de Lublin, Polonia.