María cumple la misión que Dios le
da
Fuente:
Catholic.net
Autor: P. Antonio Izquierdo, P. Florian Rodero
Toda vida humana es una llamada no solamente a la
existencia, sino que encierra en sí misma una misión determinada, aunque a
veces escondida para nosotros. María es el ejemplo más noble de una creatura
que recibe una misión de Dios y la lleva a término de modo acabado y perfecto.
Al nacer se nos da una misión. Nuestra vida comienza más auténticamente cuando
recibimos la gracia del bautismo. ¿De qué nos hubiera valido nacer -dice S.
Agustín- si no hubiéramos sido redimidos? Con el nacimiento de María quedó
marcado, de modo singular, en la historia el plan de Dios, el misterio
escondido desde todos los siglos. Ella, como todos nosotros, fue elegida antes
de la creación del mundo para ser santa en el amor. Pero María tiene una
misión muy particular y única: La de hacer posible la presencia del Verbo
entre nosotros. Gracias a que María aceptó la misión de ser Madre del
Salvador, pudo realizarse la redención del género humano.
Dios elige nuestra misión. No somos nosotros los que hemos decidido vivir, ni
tampoco quienes escogimos las circunstancias de nuestro nacimiento. No nos
define, por tanto, en primer lugar, la libertad, sino la dependencia de Dios.
“El mundo y el hombre -nos dice el Catecismo de la Iglesia católica, n.34-
atestiguan que no tienen en ellos mismos ni su primer principio ni su fin
último, sino que participan de Aquel que es el Ser en sí, sin origen y sin
fin”. Hemos sido elegidos en Cristo y “destinados de antemano según el designio
de quien todo lo hace conforme al deseo de su voluntad” (Ef 1,11). Esta es la
elección general. Dios providente nos presenta a cada cual el modo como
tenemos que llevar adelante esa elección. En María se manifiesta de una forma
muy patente: Dios envió a su ángel, a una ciudad de Nazaret, en el sexto mes,
a una doncella llamada María. Dios sabe el cuando de cada una de nuestras
vidas y de un modo u otro nos descubre la forma de llevar adelante nuestra
vocación: Amarle en esta vida y gozar de El eternamente en el cielo.
Responsabilidad en el cumplimiento de la misión. Este plan de salvación de
Dios para cada uno de nosotros exige una respuesta responsable y madura. En
ella nos jugamos el destino de nuestras vidas. No es, por tanto, una cuestión
de poco más o menos. Es la cuestión fundamental de la vida. “El hombre es
invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque,
creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente
según la verdad, si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su
creador” (Gaudium et Spes, n. 19). María escucha con atención el plan que el
Señor le propone en el mensaje del ángel y con plena conciencia, confiando en
la palabra de Dios, responde: “Aquí está la esclava del Señor, que me suceda
según dices”.
Pedirle a María que nos conceda la fuerza para saber responder a Dios cada día
con mayor autenticidad y responsabilidad.