Thomas Merton. Carta a Pablo Antonio Cuadra sobre los gigantes, 1962. Mutantia (zona de lucidez implacable), Ediciones del Psiconauta, Buenos Aires, 19

 

"Cualquier cosa que la India haya tenido que decirle a Occidente, se vio forzada a permanecer en silencio. Cualquier cosa que China haya tenido que decir, aunque algunos de los primeros misioneros le prestaron oídos y lo entendieron, el mensaje fue en general ignorado por inconcerniente. ¿Es que hubo quien escuchara las voces de los mayas y de los Incas, aunque tenían cosas profundas que decir? Viéndolo bien, su testimonio fue simple y llanamente suprimido. Nadie creyó que los Hijos del Sol pudieran esconder, después de todo, ningún secreto espiritual en sus corazones. Por el contrario se suscitaron discusiones abstractas para determinar, en términos de filosofía puramente académica, si era posible o no considerar al indio como animal racional. Uno se sobrecoge con sólo el eco de la voz del orgullo cerebral de Occidente –ya desde entonces encarnado por el racionalismo que hoy constituye nuestro patrimonio-, alzándose para juzgar el viviente misterio espiritual del hombre primitivo y condenarlo a ser excluido de aquella categoría de que exclusivamente se hacía depender el amor, la amistad, el respeto y la comunión".

 

"Creo que no debemos sentirnos muy seguros de haber hallado a Cristo en nosotros mismos hasta que no lo hallemos además en el sector de la humanidad más remoto del nuestro.

A Cristo no se lo encuentra en altisonantes y pomposas declaraciones sino en el diálogo humilde y fraterno. Se encuentra menos en una verdad impuesta que en una verdad compartida".

 

"Vivimos en un tiempo de malos sueños, en el que el científico y el ingeniero tienen el poder de darle forma externa a los fantasmas del inconsciente del hombre. Los relumbrantes proyectiles que cantan en la atmósfera, listos para pulverizar las ciudades del mundo, son sueños de gigantes sin centro. Sus circunvoluciones matemáticas son hieráticos ritos de chamanes sin credo. No es prohibido desear que sus sueños hubieran sido menos sórdidos".

 

"Desgraciadamente el amor que ha de nacer del odio no nace nunca. El odio es la esterilidad; nada procrear sino la imagen de su furor vacío, su propia nada. Es imposible que del vacío nazca el amor. Este está lleno de realidad. El odio destruye el verdadero ser del hombre, puesto que hace la guerra a una ficción que es ‘el enemigo’. El hombre es concreto y viviente, pero ‘el enemigo’ no es sino una abstracción subjetiva. La sociedad que mata hombres reales para librarse del fantasma de una ilusión paranoica, es porque está posesa del demonio de la destrucción desde el momento en que se ha hecho incapaz de amor. Rehusa, a priori, amar. No tiene por objeto la relaciones concretas del hombre con el hombre, sino sólo abstracciones concernientes a la política, la economía, la psicología y aun, a veces, la religión. Las palabras y los símbolos constituyen la única realidad que nuestra época respeta, aunque se ufane de estar absorbida en la técnica y el progreso. En realidad a nadie le importa el progreso, sino solamente lo que de éste se dice, qué precio puede dársele, qué ventaja política se le puede sacar. Gog representa el amor al poder. Magog está absorbido por el amor al dinero: sus ídolos difieren, y aunque se ven las caras con gestos agresivos, su locura es la misma: son en verdad las dos caras de Jano mirando hacia el interior y dividiéndose con furor crítico el envilecido santuario del hombre deshumanizado".