Autor: Cristina Cendoya de Danel
Los frutos de la Confirmación obligan
Debe dar en los que lo reciben, frutos interiores y exteriores, los cuales ayudan a la Iglesia en su misión de extender el Reino de Dios.
Frutos
Como cualquier otro sacramento, la Confirmación debe de dar en los que lo
reciben frutos interiores y exteriores. En este caso, los frutos ayudan a la
Iglesia en su misión de extender el Reino de Dios.
La Iglesia es una Iglesia misionera, porque Cristo así la fundó, dándole el
mandato a los apóstoles de “Ir y predicad……”. A partir del día de Pentecostés,
con la venida del Espíritu Santo, los apóstoles se lanzaron a predicar sin
miedo, movidos por la fuerza del Espíritu Santo.
Nosotros, por medio del Bautismo, entramos a formar parte de la Iglesia, del
Cuerpo Místico de Cristo. Con la Confirmación somos llamados a vivir como
miembros responsables de este Cuerpo.
Como fruto de este sacramento, al recibir el Espíritu Santo podemos construir
el Reino de Dios en la tierra, a través de nuestras buenas obras, de nuestras
familias, haciéndolas un semillero de fe, ayudando a nuestra parroquia,
venciendo las tentacio nes del demonio y la inclinación al mal.
El Espíritu Santo nos mueve a seguir las huellas de Cristo, tomándolo como
ejemplo en todo momento, ya sea pública o privadamente. Nos ayuda a ser
perseverantes, luchadores, generosos, valientes, amorosos, llenos de virtudes
y en caso de ser necesario, hasta mártires.
Otro fruto del sacramento es que sostiene e ilumina nuestra fe. Cuando lo
recibimos estamos afirmando que creemos en Cristo y su Iglesia, en sus
enseñanzas y exigencias y que, por ser la Verdad, lo queremos seguir libre y
voluntariamente.
También sostiene y fortalece nuestra esperanza. Por medio de esta virtud
creemos en las enseñanzas de Cristo, sus promesas y esperamos alcanzar la vida
eterna haciendo méritos aquí en la tierra.
Así mismo, sostiene y incrementa nuestra caridad. El día de la Confirmación
recibimos el “don del amor eterno” de Cristo, como un regalo de Dios. Este
amor nos protege y defiende de los amores falsos, como son el materialismo, el
placer, las malas diversiones, los excesos en bebida y comida.
Obligaciones
El día de la Confirmación, el confirmado se convierte en apóstol de la Palabra
de Dios. Desde ese momento recibe el derecho y el deber de ser misionero. Lo
cual no significa tenerse que ir lejos, a otros lados, sino que desde nuestra
propia casa debemos ser misioneros, llevando la Palabra de Dios a los demás.
Tenemos la obligación de ser misioneros en el lugar que Dios nos ha puesto.
La Iglesia de hoy necesita de todos sus miembros para dar a conocer a Cristo,
por medio de la palabra y con el ejemplo, imitando a Cristo.
Los confirmados debemos de compartir los dones recibidos y al compartirlos
estamos cumpliendo con el compromiso adquirido en la Confirmación de hacer
"apostolado”, sirviendo a los demás en nombre de Dios y transmitiendo la
Palabra de Cristo. Se puede hacer en todas las circunstancias de vida: en la
vida familiar, en e l trabajo, con los amigos ….. Es algo que todo confirmado
tiene la obligación de hacer.
Ser “confirmado” significa darse por amor a los demás, sin fijarse en su sexo,
cultura, conocimientos y creencias. Se necesita una actitud de disponibilidad
para dar a conocer al Espíritu Santo en todos lados. En la Iglesia, el
apostolado de los laicos es indispensable. Cristo vino a servir, no a ser
servido.
También la Confirmación nos compromete a la santidad. Tenemos la obligación de
ser santos, el mismo Cristo nos invita: “Sed pues perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto”. (Mt. 5, 48). La santidad es una conquista
humana, ya que Dios nos da el empujón, pero depende de nuestro esfuerzo y
nuestro trabajo el alcanzarla.
El Espíritu Santo es el empujón que Dios nos manda, por lo tanto, sí lo
tenemos a Él, no hay pretextos para no ser santos y no ponernos al servicio de
los demás.
La lucha es difícil, pero contamos con toda la ayuda necesaria .