Autor: Guillermo-C.
Pérez Galicia | Fuente: Arbil.org
Los Evangelios ¿y los apócrifos?
Guillermo-C. Pérez Galicia deshace algunos
tópicos interesados y aclara otros asuntos generalmente manipulados. Pone una
especial atención a una introducción sobre los apócrifos.
Apócrifo viene del griego
apokrýpto que significa “esconder, ocultar”, y se usaba para designar los
libros destinados al uso privado de alguna secta, y después vino a utilizarse
para designar los libros de dudosa autenticidad o de origen incierto. Pronto
en el cristianismo comenzó a utilizarse para designar libros que con
frecuencia se presentaban como sagrados, pero eran de lectura poco
recomendable y con frecuencia heréticos.
Canon viene del griego kanón-kanónos, que significa
“regla, modelo, ley”, y se utilizó para designar al conjunto de libros
considerados de inspiración divina y autorizados para que los empleé la
Iglesia Universal.
No debe extrañarnos escuchar constantemente calumnias
contra la Iglesia Católica, pues es una tónica que se viene repitiendo
especialmente desde el siglo XIX, en unos lustros con más intensidad que en
otros. Mucha gente suele decir: “creo en Dios pero no en la Iglesia”, como si
creer en la Iglesia significase alguna traición contra Dios, cuando en
realidad es todo lo contrario; de este modo, mucha gente pretende fabricarse
una religiosidad a la carta, sin verdadero amor, sin los sacrificios y la
entrega que conlleva amar, sólo con una entrega a uno mismo y un afán por
erigirse en juez de lo que está bien y lo que está mal, buscando que la
Iglesia cambie cosas directamente recibidas de Jesucristo, que era Dios, y
como Dios es el único que tiene que decidir cómo se le debe honrar.
Es en este contexto en el que se está volviendo a
poner de moda un afán por encontrar pruebas que justifiquen el egoísmo y los
lavados de cerebro de uno mismo. Los “Best-Seller”, que normalmente son
noveluchas de subcultura de una calidad literaria nula, pero llenos de
falacias astutamente entretejidas y con unos especiales recursos retóricos que
los hacen llamativos a bastante gente, especialmente si es gente buscadora de
cosas morbosas, aprovechan esa coyuntura para hacer pre sa entre la gente poco
formada y así atraerlos a sus perversos intereses (por no hablar de los
millones que sacan a base de esos bodrios). A mucha gente parece que le duele
pensar, y entonces prefiere leerse esos bodrios antes que leerse estudios
rigurosos (que pueden ser tan interesantes o más que esos libros), y no sólo
digo que les duela pensar porque no lean investigaciones auténticas, sino
también porque, lamentablemente, mucha gente se cree lo que lee en esos libros
sólo porque en ocasiones son entretenidos o tienen un hilo narrativo
hábilmente trazado, y más aún si esos textos contribuyen a deformar una imagen
de algo que ellos mismos, por mero egoísmo, ya pretendían deformar. Todo esto
me parece una falta de honradez y propio de un fanatismo descomunal.
Uno de esos Best-Seller es el conocido “Código Da
Vinci” . Me asombra ver cómo la mayor parte de la gente que se lo lee se lo
traga entero, pero no me asombra en absoluto que a la hora de discutir con
ellos no tenga n ningún argumento para defender ese libro, puesto que está
fundamentado en mentiras e invenciones en un 98%. La similitud de ese libro y
sus fanáticos, con la droga y sus dependientes terminales suele ser
extraordinaria. No vamos a juzgarle, pero lo que sí es evidente por sus
declaraciones y por el contenido del libro es que el autor de ese embustero
libro o es un vil mentiroso o es un inculto irresponsable.
No me voy a detener a destruir los argumentos de ese
libro, aunque probablemente su triste difusión sea una de las causas de esta
exposición, sino que me detendré en uno de los aspectos importantes que
aparecen, más o menos indirectamente, en ese libro: Los Apócrifos.
También están actualmente de moda los apócrifos, no
sólo por ese libro, sino porque nuevamente parece que muchos sabios están
volviendo a poner en duda un hecho tan claramente demostrado como fue la
existencia real de Jesucristo. No me detendré en las innumerables pruebas
extra-bíblicas de su existencia, que están prácticamente al alcance de
cualquiera; trataré únicamente la total validez histórica que tienen los
evangelios desde cualquier punto de vista que se les trate, así como la
inferioridad de los evangelios apócrifos respecto a éstos.
Los Evangelios Apócrifos no son los únicos apócrifos
que existen, pues tenemos también muchos documentos apócrifos que no
pertenecen al género literario de los evangelios, como son el género
apocalíptico, epistolar…Pero me centraré en los evangelios.
Existe gente que se cree que los apócrifos tienen
mayor validez histórica que los cuatro evangelios canónicos, pero también
existe un extremo contrario, que cree que los evangelios apócrifos son todos
muy malos y absolutamente heréticos en su integridad. Ninguna de ambas
posturas es cierta. Es cierto que la mayoría son heréticos y pertenecen a
diversas sectas a partir del siglo IV, sin embargo, hay algunos que son del
siglo II, y hay algunos que no son herejes, sino que simplemente, no se
aceptaban porque no pertenecían a la primera época apostólica, o porque no se
consideraron de interés general para la Iglesia universal, sino sólo de
interés local, habiendo sido siempre de empleo limitado.
A veces me planteo una duda, ¿no habría que
preguntarse -si lo que cuentan los evangelios es falso como dicen por ahí-,
por qué las fuentes no-cristianas de la época no desmintieron esas supuestas
invenciones, ni hubo nadie que alzase su voz contra tales falsedades, cuando
lo cierto es que en aquella época aún vivía mucha gente, con frecuencia
anticristianos, que habían conocido a Jesús y sabían bien lo que hizo?
Contrariamente a como algunos expertos de claro
prejuicio anticristiano habían hipotetizado hace unos años, actualmente
sabemos con seguridad que los cuatro evangelios canónicos (San Mateo, san
Marcos, san Lucas y san Juan), estaban ya redactados en el siglo I, y que eran
los únicos empleados en la liturgia de toda la Iglesia y a a finales de ese
siglo. Debido a las dificultades de los cristianos por problemas como el de
las persecuciones, no pudieron reunirse todas las comunidades cristianas para
fijar por escrito cuáles eran los textos canónicos, pero era algo que estaba
en la conciencia general. En el encabezamiento de los libros no solía ponerse
su autor, sin embargo, ante la proliferación de escritos sobre Jesucristo de
tradición no apostólica y en ocasiones de carácter herético, se les puso el
nombre enseguida, ya a comienzos del siglo II.
Durante bastante tiempo hubo cierta flexibilidad a la
hora de aceptar escritos apócrifos o no aceptarlos como canónicos (como sucede
con el Apocalipsis, que al principio no era aceptado por determinadas
comunidades orientales); sin embargo, no ocurría lo mismo con los evangelios,
pues en todas las comunidades estuvo bien claro desde el principio que los
evangelios que hoy tenemos como canónicos eran realmente los canónicos.
Con todo, a mediados del siglo II comenzó una intensa
disputa entre dos tendencias: Una era la reduccionista, que estuvo
representada principalmente por Marción (hijo de un obispo que fue quien le
excomulgó), y sus herejes seguidores, los marcionitas, que pretendían eliminar
todo el Antiguo Testamento del canon y del Nuevo Testamento dejar únicamente
diez cartas paulinas y un evangelio de Lucas corregido; la otra tendencia
pretendía aumentar el canon oficial, y estaba principalmente representada por
las sectas gnósticas, de carácter supersticioso y oscurantista. Pronto se
tomaría una postura equilibrada, aceptando como fuente de verdad y doctrina
los cuatro evangelios de siempre, en cuanto a que reflejaban la antigua
tradición apostólica y eran considerados única fuente de verdad.
Una vez que comienzan a cesar las persecuciones y
existe libertad religiosa en el Imperio, ya se pueden reunir todos los obispos
para poner en común lo que ya estaba claro desde hacía tres siglos; los
criterios empl eados fueron: Si los documentos pertenecían a la tradición
apostólica, si encarnaban bien quién es Jesús para toda la Iglesia, si su
antigüedad se remontaba a la primera época apostólica, si conservaban con
exactitud los hechos y dichos de Jesús y si su interés era universal y no
local.
El 363 se reúnen en el Concilio de Laodicea y hacen
una lista de los libros canónicos, exceptuando el Apocalipsis. El 393 se
reúnen de nuevo en el Concilio de Hipona, donde se incluye definitivamente el
Apocalipsis.
Hubo otro Concilio importante en el que también se
trató el mismo tema, el Concilio de Nicea, en el que era importante la
cuestión del arrianismo; de unos 300 obispos, sólo dos votaron apoyando a
Arrio.
El Canon se mantuvo invariable hasta el Concilio de
Trento (1546), que procedió a la eliminación de tres libros del Antiguo
Testamento. El canon de Trento se ha mantenido invariable hasta hoy, tras
haber sido corroborado por todos los concilios posteriores, incluido el
Concilio Vaticano II.
Los testimonios de otros documentos de los siglos I y
II dejan claro cuál era el Canon. Pondré sólo cinco ejemplos que dejan bien
demostrada la cuestión (aunque podríamos poner muchos más):
*El erudito italiano Ludovico Muratori(1672-1750),
algunas de cuyas obras sobre historiografía, poesía y teoría literaria
ejercieron notable influencia en las ideas literarias de la época, encontró un
manuscrito unánimemente aceptado por todos los especialistas al que en medios
científicos se le suele llamar "Fragmento Muratoriano", pergamino del año 180
d.C., en el que se lee que San Juan apóstol y San Lucas escribieron cada uno
su evangelio, mientras que en las líneas borrosas se encuentran otros dos
evangelistas que, los expertos, por unánime acuerdo , pontifican como un tal
Marcos y un tal Mateo.
*La “Didaché tôn dódeka apostólon” (“Didajé de los
doce apóstoles”), escrita en Siria entre el 50 y el 70 d.C., cita Lc 1,3-5/ Mc
1,2 / Jn; 4,3 ; 12,1
*San Ignacio de Antioquía (+107) conoció a alguno de
los apóstoles y en algunas de sus cartas cita textos de Mateo y Juan .
*Taciano, discípulo de San Justino, compone la primera
concordancia de los cuatro Evangelios, el “Diatessaron”, que en griego
significa “a través de los cuatro”, actualmente traducida al español. Es una
prueba incuestionable de que los canónicos eran los únicos Evangelios
admitidos a mediados del siglo II.
*San Clemente de Alejandría nos da testimonio de que
en el siglo II los Evangelios canónicos eran utilizados como criterio de
autoridad frente a doctrinas heréticas.
Al contrario que los “Hechos de los Apóstoles”, los
Evangelios no pretenden ser escritos historiográficos, sino testimonios
orientados a la predicación de la Buena Nueva; se trata de un género literario
muy novedoso.
Que sean textos orientados a la predicación no quiere
decir que su contenido no sea auténtico, sino que no se e scriben para narrar
la vida terrena de Jesús, antes bien para dar testimonio de que Él es el
Cristo. Por otra parte, otros datos van demostrando día a día la autenticidad
de cuanto se narra en los evangelios, como por ejemplo los hallazgos
arqueológicos que han demostrado la existencia de el estanque de Betsaida y el
estanque de Siloé, y con las mismas medidas y ubicación que San Juan relata, o
también la conocida en medios científicos como “Síndone de Turín”, llamada por
los católicos “Sábana Santa”, o el testimonio del historiador Thallus acerca
de un oscurecimiento de los cielos y varios terremotos que abrieron las rocas
y derribó muchos lugares en Judea y otros distritos precisamente la primavera
del año 30,etc.
En cualquier caso, no faltan testimonios externos que
certifiquen por completo gran cantidad de lo que aparece en los Evangelios
Canónicos, por no hablar de que ni paganos ni judíos de la época negaron nunca
nada de lo que estaba contenido en los Evangelios (po r ejemplo los judíos en
el Talmud en ningún momento niegan los milagros, sino que según ellos se
trataba de prodigios diabólicos…), pero no vamos a hablar de esos testimonios,
simplemente recordemos anecdóticamente las cartas del apologista Quadrato al
emperador Adriano utilizando como testimonio de defensa las personas curadas
por Jesús de Nazaret que aún estaban vivas.
A pesar de todo esto, y a pesar de que la Moderna
Ecdótica ha demostrado también la autenticidad de los textos, como siempre hay
gente que niega lo evidente, ha habido algunos que han argumentado que había
una manipulación de los evangelios porque había algunas discrepancias entre
los cuatro evangelios; sin embargo, es absurdo e inverosímil que si alguien se
hubiera dedicado a manipular los textos no se hubiera ocupado de algo tan
sencillo como hacerlos coincidir en esos insignificantes detalles en que
discrepan.
En 1958, el judío Morton Smith encontró una carta en
Jerusalem que decía que del Ev angelio de San Marcos en realidad habían sido
manipulados unos versículos del final; sin embargo, ese supuesto documento de
Morton Smith no se conserva, según él porque después él lo perdió, pero hizo
una foto y una traducción. Ese texto actualmente ha sido dejado de lado por
todos los especialistas por haberse demostrado que es una falsificación.
Por otra parte, cabría decir también que el Nuevo
Testamento es el escrito del que hay conservados mayor cantidad de manuscritos
y de mayor antigüedad de todos los textos de Época Antigua. No existe un texto
tan seguro como el del Nuevo Testamento; rechazar su autenticidad significaría
rechazar la autenticidad de todos los demás textos de la Antigüedad.
Por ejemplo, el primer códice completo de manuscritos
de Cicerón data del siglo VIII. Sólo de los Evangelios Canónicos contamos con
unos 1600 leccionarios, 2610 códices y algunos fragmentos del siglo I. Por
otro lado, habría que señalar que de autores muy apreciados, co mo es por
ejemplo Sófocles, solamente conservamos 20 manuscritos; si comparamos esos
veinte manuscritos con los más de cuatro mil de los Evangelios …
En fin: No sólo por su número sino también por su
antigüedad ningún testimonio antiguo posee la fiabilidad de la que gozan los
Evangelios canónicos.
Entre otros, Aristide Malnati, papirólogo de la
Universidad de Estrasburgo, tras intensos estudios del último manuscrito
hallado, ha llegado a la conclusión de que el Evangelio de San Marcos fue
redactado el año 40 o como mucho el 45. Sobre los Evangelios de Mateo y Lucas,
la mayoría de los especialistas ya concuerdan en que son anteriores al año 66;
el Evangelio de san Juan sabemos ya con seguridad que debió redactarse como
muy tarde a principios de los noventa del siglo I, como lo ha demostrado el
hallazgo del papiro Rylands en Egipto, aunque una buena parte de los exégetas
ya consideran que es del año 70 aproximadamente.
Antes de ponerse por escrito los e vangelios, sabemos
que había al menos dos colecciones de escritos de Jesús (Logia en griego);
entre ellas podemos destacar la fuente conocida como “Q”, que pudo incluso
haber sido escrita por el propio Jesús. Parece ser que de esta fuente común
beben San Mateo, San Lucas y en parte San Juan.
Como señala el profesor S.Sandoval, la existencia de
estas fuentes la conocemos por el carácter oral de la cultura en aquellos
tiempos, lo cual no impedía que algunos de los discípulos tomasen apuntes
durante las predicaciones de Jesús, cosa que con frecuencia sabemos que hacían
muchos seguidores de otros maestros de la época. También conocemos el enorme
rigor de aquellas tradiciones orales, pues en más del 90% su estructura es
poética; por ejemplo, se sabe que en la Siria cristiana de los primeros siglos
había eremitas que recitaban de memoria la Biblia entera sin error, ante la
imposibilidad de ponerla por escrito, o que San Pablo en su Epístola a los
Filipenses recita un himno de me moria que conocía por la tradición oral;
además, todo esto queda muy claro en los evangelios, en los que aparecen
fórmulas de estructura fija que facilitan su aprendizaje. Existía una pequeña
libertad en la forma, pero nunca en el contenido, pues era la palabra de Dios.
Sólo san Ireneo, discípulo de un discípulo de San Juan
Evangelista, al que posiblemente conoció, ya citaba más de 400 fragmentos de
los Evangelios literalmente, e incluso los herejes de los primeros siglos en
ningún momento pusieron en duda en sus pugnas la autenticidad de los
Evangelios, cosa que sin duda habrían hecho de haber tenido la menor
oportunidad.
Pero considero que ya hemos hablado lo suficiente de
los Evangelios Canónicos y sus pruebas, para ser esto una mera introducción,
vamos ahora a centrarnos sólo en los apócrifos.
Los Evangelios Apócrifos surgieron ante la gran
curiosidad que tenían los fieles por conocer aún más cosas sobre Jesús. Los
herejes no dudarían en aprovecha r sin escrúpulos esta circunstancia para
redactar ellos mismos una serie de escritos sobre Jesús en un tono ambiguo,
añadiendo cosas que supuestamente les revelaba a ellos Dios e interpretando a
placer las palabras de Jesús, lo que acabó produciendo diversas escisiones en
las comunidades cristianas especialmente desde mediados del siglo II,
apareciendo diversas sectas, muchas de ellas gnósticas. Algunas fueron
fundadas por los seguidores de Simón el Mago (mencionado en el libro de los
Hechos de los Apóstoles), quien creía ser una encarnación de Dios, practicaba
hechicería, difundía supersticiones e intentó sobornar a San Pedro.
Muchos de aquellos textos fueron obra de enemigos del
Cristianismo que pretendían sembrar la división mediante la divulgación de una
serie de escritos; no obstante, no podemos dejar de lado la existencia de una
buena cantidad de apócrifos que, aunque no eran canónicos, eran obras escritas
por cristianos con intención evangelizadora, o que eran fruto de ese afán por
saber más de Jesús, dentro de un cauce no tan malintencionado como el de los
herejes, pero con la misma falta de canonicidad y con frecuencia la misma
falta de rigor histórico.
Podemos dividir los Evangelios Apócrifos en varios
grupos:
1) Aquellos de los que sólo tenemos fragmentos: Entre
éstos están:
El Evangelio de los Egipcios, considerado el apócrifo
más antiguo (ya que sabemos que fue compuesto algo después del 150), que fue
el más usado por las heréticas sectas de los sabelianos, los naasenos y los
encratitas. En este evangelio se aprecia una concepción gnóstica del alma, una
brutal condena hacia el sexo en todas sus formas posibles, cierta misoginia,
etc.
El Evangelio de los Hebreos parece ser que era un
evangelio de San Mateo pero retocado, como pusieron de relieve algunos de los
Primeros Padres de la Iglesia, y es el que más discusiones ha suscitado por
algunas analogías con los sinópticos. Estaba en arameo y con caracteres
hebreos. Fue usado por algunos grupos de judíos que seguían siendo judíos
aunque aceptaban a Jesús como un profeta más. Se desconoce la fecha de su
composición, aunque se suele admitir que ya debía estar compuesto a mediados
del siglo II.
El Evangelio de Matías parece estar inspirado en la
doctrina de Simón el Mago, desconociéndose la fecha de su composición, que
parece ser que fue durante el siglo II en Egipto. Reflejaba una doctrina
sincrética de elementos gnóstico-judaicos y cristianos.
El Evangelio de Pedro es una obra que sabemos que no
puede atribuirse a San Pedro. Fue compuesta, como muy tarde, a
mediados-finales del siglo II. Aunque algunos la calificaron de herética por
judaizante y aunque circuló por grupos de herejes de tipo docético, parece ser
que no era herética a pesar de algunos contenidos de excesiva ambigüedad.
El Evangelio de Eva solamente se conoce por referencia
de San Epifanio, debiendo ser un texto muy fantástic o utilizado por grupos
heréticos ofitas y maniqueos.
Evangelio de Apeles. Sólo tenemos una referencia de
San Jerónimo en una enumeración. Algunos creen que era el mismo evangelio que
el Evangelio de Marción (conocido por una gran cantidad de referencias, hasta
el punto de haber publicado los estudiosos más de una reconstrucción sumamente
rigurosa y fiable), que consistía en un evangelio de San Lucas retocado,
eliminando todo elemento referente al Antiguo Testamento o al judaísmo y las
referencias a la Iglesia, sumando además 10 cartas de San Pablo.
El Evangelio de los Doce, aunque así llamado, sabemos
que nada tenía que ver con los apóstoles (no confundir con la “Didaché de los
doce apóstoles”), puesto que con total seguridad sabemos que fue compuesto en
una fecha no anterior a la segunda mitad del siglo II.
Era utilizado por los judeocristianos ebionitas, que
consideraban que Jesús era un mero profeta y pretendían extender la doctrina
judía a todos l os pueblos, con algunos añadidos propios y algunos añadidos de
la doctrina cristiana.
Evangelio de Judas Iscariote. Era el utilizado por los
gnósticos cainitas, que lo atribuían a Judas Iscariote, a quien consideraban
su maestro. Poco se sabe de este evangelio.
La Memoria de los Apóstoles es un evangelio del que
sabemos muy poco, sin duda posterior al siglo III, utilizado por los herejes
priscilianistas y con unas concepciones dualistas.
Evangelio de los cuatro rincones y Quicios del Mundo.
Sólo tenemos una referencia de él. Debió ser el Evangelio inventado por Simón
el Mago y sus secuaces.
Nacimiento de María. Conocido por una referencia de
San Epifanio nada más. Debió ser un texto paganizante.
Otros evangelios perdidos de los que conocemos
solamente alguna referencia son Preguntas de María, Evangelio de la perfección
y el Evangelio Vivo, que eran los tres de carácter herético; otro texto
perdido era el de Ascensión de Santiago, que decía que San Pablo no era de
origen judío sino que era un griego que se hizo prosélito y después abandonó
el judaísmo para abrazar el cristianismo. También se perdió el Evangelio de
Basílides, que se trataba solamente una compilación de los Evangelios de
Mateo, Marcos y Lucas con algunos añadidos del hereje Basílides (seguidor de
la doctrina de Simón el Mago) de mediados del siglo II.
En cuanto a los hallazgos contemporáneos de papiros en
Egipto, han constituido un productivo filón de textos para la filología
griega. También se han encontrado allí algunos hallazgos fragmentarios
interesantes para el conocimiento de los apócrifos cristianos:
-Tres de ellos son los hallados en la antigua
Oxyrhynchus. El nº 655, datado en el siglo III y que guarda alguna relación
con el Evangelio de los Egipcios, aunque se desconoce si es un fragmento de
ese evangelio. Otro fragmento es el nº 840, pero está en pergamino, datable a
finales del siglo IV o principios del V, aunq ue no ha faltado quien lo ha
datado también en el siglo III; si hay que relacionarlo con algún evangelio
conocido, debe relacionarse con los tres sinópticos: No hay consenso sobre si
fue la fuente de ellos o si éste está basado en ellos como fuente, pero sus
inexactitudes parecen mostrar que más bien se basó en ellos como fuente. Un
tercer fragmento de Oxyrhynchus es el fragmento 1.081, datable entre los
siglos III y IV y de carácter herético gnóstico. Por último tenemos los
fragmentos que se conocen como “Logia de Oxyrhynchus”, que son los papiros nº1
y nº 654; son los que más discusiones han suscitado de todos los fragmentos
hallados en la antigua Oxyrhynchus; al principio se creyó que con ellos quizá
se habían hallado fragmentos de los logia de las fuentes neotestamentarias,
pero pronto se supo que no lo son, pues hay que datarlos entre finales del
siglo II y principios del III, y deben ponerse en relación con el Evangelio
gnóstico de Tomás, descubierto entre los manuscritos de Na g Hammadi.
-Fragmento de Fayum. Es un fragmento compuesto a
finales del siglo III; no está clara su relación con ningún apócrifo concreto,
sino que parece que hay que ponerlo en relación con los evangelios sinópticos,
aunque no se sabe mucho.
-Fragmento del Cairo: Escrito en los siglos VI-VII,
parece ser un resto de alguna homilía, vinculada al Evangelio de San Mateo.
-Fragmento denominado “Egerton”. Es un fragmento
proveniente de Egipto como los anteriores, pero fue adquirido por el Museo
Británico comprándolo a un comerciante, pero no se sabe a qué colección
pertenecía. Tiene un carácter marcadamente antijudío y evidentes analogías con
el Evangelio de San Juan, aunque posiblemente pertenecía a un evangelio
diferente. Su datación, con toda seguridad, no es posterior al siglo II.
Otros fragmentos no provenientes de Egipto son:
-Dos en Berlín:
-El papiro 11.710 (s. VI), que guarda analogía con el
Evangelio de San Juan y posiblemente tiene origen maniqueo.
-El códice 8.502 (s.V). Contiene fragmentos de 3 obras
heréticas de carácter gnóstico (escritos en copto), a saber: Apócrifo de Juan,
Sabiduría de Jesucristo y Evangelio de María Magdalena(sobre este último
contamos con otro fragmento más breve en griego, lo que confirma que los
originales de los evangelios en copto estaban en griego, pues es datable a
finales del siglo II).
Y otros fragmentos coptos como por ejemplo los de
Estrasburgo, de época bastante tardía.
Finalmente, contamos con otros fragmentos que han sido
llamados agrapha por el estudioso Körner: Se trata de algunos rastros de las
enseñanzas de Jesús puestos por escrito que no habían sido puestos por escrito
en los evangelios canónicos; son aquellos escritos a los que alude el
Evangelio de San Juan, que en su mayoría debieron perderse tras la destrucción
de Jerusalem el año 70. Se han incluido los de origen musulmán, datados la
mayor parte en los siglos XI y XII, aunque algunos pertenecen al siglo VII,
pero están basados claramente en los evangelios canónicos. Otros son los que
tienen su origen en las variantes respecto del texto base de los evangelios
canónicos y los de la tradición patrística. Al principio se pensaba que eran
auténticos 74 fragmentos, después fueron excluidos hasta quedar 36; hoy
algunos aceptan esos 36 como auténticos, otros 14 de los 36 y otros 4 de los
36.
2) El Segundo grupo de Evangelios Apócrifos son
aquellos que suelen llamarse “De la Natividad”
El principal es el conocido como Protoevangelio de
Santiago, que, aunque así llamado, sabemos que su autor no fue el apóstol
Santiago el Menor. Su datación es el siglo II. Básicamente parece ser que no
es más que un Evangelio escrito por algún cristiano para reafirmar una serie
de dogmas frente a los herejes, si bien no se ha descartado todavía que una
parte de su contenido se remonte a finales del siglo I. Está en gr iego.
Reelaboraciones posteriores parecen ser el Evangelio
del Pseudo-Mateo y el Libro de la Infancia del Salvador, ambos en latín y de
los siglos VI y IX, respectivamente.
3) Evangelios Apócrifos de la Infancia de Jesús
Beben todos de una fuente datada aproximadamente a
principios del siglo V, aunque aún no existe unanimidad en los especialistas
acerca de cuál fue el primero de todos. Son un conjunto de narraciones
fantásticas y llenas de elementos mágicos orientales de origen diverso, a
veces rezumando algo de gnosticismo.
Son estos evangelios el Evangelio del Pseudo-Tomás (en
sus variantes griega y latina), Evangelio sirio-árabe de la Infancia(antes
conocido como “Evangelio árabe” porque no se conocía la versión siriaca, que
hoy sabemos que era la original y que la árabe estaba retocada), Historia de
José el Carpintero (antes sólo conocido en árabe, pero actualmente sabemos que
su original era griego y que hubo posteriores edicion es en copto y en latín),
Libro sobre la Infancia del Salvador (no confundir con su homónimo que trata
sobre la natividad y bebe de fuentes completamente diferentes, aunque se
llamen igual; está en latín), Evangelio Armenio de la Infancia…
4) Evangelios Apócrifos de la Pasión.
Evangelio de Gamaliel (s. V-VI), Evangelio de Pedro
(un texto que rezuma antijudaísmo por doquier, enfocado principalmente a la
conversión de paganos; se suele datar a mediados del siglo II, aunque no ha
faltado quien lo ha datado a principios del s. II y a principios del III) ,
Libro de la Resurrección de Cristo por el apóstol Bartolomé(hoy sabemos que no
era del apóstol Bartolomé), Evangelio de Nicodemo (también conocido como
“Actas de Pilato”, su lengua original es la griega y su fecha de redacción el
siglo V ó VI, posiblemente inspirado en una fuente que debió circular ya a
finales del siglo I, como el resto de aquellos apócrifos en que Pilato tiene
un papel fundamental), otros a pócrifos sobre supuestas cartas de Pilato (como
la Carta de Tiberio a Pilato, Correspondencia entre Pilato y Herodes…),
Tradición de Pilato, Muerte de Pilato, Declaración de José de Arimatea, La
Venganza del Salvador, Evangelio de Bartolomé (cuya redacción original se
remonta al siglo V)…
5) Evangelios Apócrifos de la Asunción de María
Derivados todos ellos de una antigua tradición oral
puesta por escrito no antes del siglo IV, a pesar que sabemos de la existencia
de un texto llamado Tránsito de la Santa María, de finales del siglo I ó
principios del II, obra de Leucio, discípulo de los Apóstoles, aunque por
desgracia no se nos conserva, ni sabemos si dicho apócrifo tenía algo que ver
o no con los que se conservan.
Esas obras son el mal llamado Libro de San Juan
Evangelista, el Libro de Juan el arzobispo de Tesalónica y el Tránsito de la
Bienaventurada Virgen María.
6) Evangelios Apócrifos de Nag Hammadi
Los textos de Nag Hamaddi son un conjunto de 53 textos
en códices datados en el siglo IV. Son traducciones originales del griego al
copto; en ese lugar es donde se hallaba el primer monasterio cristiano,
fundado por San Pacomio a principios del siglo IV. Al principio eran leídos en
esa comunidad aunque no se considerasen inspirados, pero fueron prohibidos por
el obispo de Alejandría -que pretendía evitar posibles confusiones
posteriores-, por su carácter gnóstico y por no ser obra de la primera
tradición apostólica, sino de sectas gnósticas. Sin embargo, algunos monjes
copiaron una parte de esos escritos y los enterraron, encontrándose así hace
unos años.
Son interesantes en cuanto a que nos pueden ayudar a
completar algunas lagunas en nuestros conocimientos del gnosticismo de los
primeros siglos; sin embargo, no tienen ninguna utilidad histórica por lo que
respecta a la Tradición Apostólica o a la vida de Jesucristo.
Dejando a un lado otros textos apócrifos que no son
eva ngelios (como los apócrifos del Antiguo Testamento, los tratados, los
libros apocalípticos…), los Evangelios Apócrifos de Nag Hammadi son los
siguientes: El Evangelio de la verdad, El Evangelio según Tomás y El Evangelio
según Felipe.
He omitido otros textos apócrifos como son algunas
ediciones hechas concordando los evangelios canónicos (por ejemplo la
mencionada obra de Taciano), la supuesta correspondencia entre Jesús y Abgaro
(aunque hay algunos investigadores que la aceptan como auténtica), y los
apócrifos de libros apocalípticos (Ev. de Pedro…), tratados, epístolas, etc.
Tampoco he hablado de los textos de Qumrán, ya que, aunque los profanos en el
tema tal vez no lo sepan, no se ha encontrado un solo fragmento de ningún
evangelio apócrifo ni nada que se le parezca.
Creo que han quedado suficientemente claros tres
aspectos:
1-Tenemos más que suficientes evidencias para pensar
en la autenticidad de los 4 Evangelios Canónicos.
2-L a Escasa (nula en la mayoría de los casos) validez
de los Evangelios apócrifos (al menos los conocidos hasta hoy) para saber más
cosas de Jesús.
3-Que no todos los libros apócrifos tienen que ser
necesariamente libros heréticos, sino que hay de todo, aunque ni los muy
ortodoxos ni los muy heterodoxos tienen mucha validez desde el punto de vista
de los testigos de los hechos acaecidos desde la Virgen hasta la Ascensión de
Cristo.
En resumidas cuentas, este texto deja bien clara la
formación (o bien la objetividad y sinceridad…) de todos aquellos que niegan
la autenticidad de los Evangelios Canónicos o aplican la misma validez a los
Apócrifos y a los Canónicos.
Guillermo-C. Pérez Galicia