LO URGENTE DE LA TEOLOGÍA HOY


Ponencia que el P. Hugo Martínez,
profesor de este seminario, presentó
en un congreso de profesores
de teología en Medellín.

 

 “Todos son capaces de dar respuestas; pero plantear verdaderas preguntas es cosa propia de genios” (Oscar Wilde).


El título del tema

El título  propuesto para esta ponencia está mejor aclarado en la presentación que se hizo para este coloquio. Allí se habla de las actuales preocupaciones de la teología hoy, y lo relaciona, naturalmente con los nuevos enfoques pedagógicos que iluminan el quehacer teológico. Se está haciendo un esfuerzo muy grande por un cambio en la manera de hacer y de transmitir la teología. Tal vez hoy ningún docente de teología está pensando en hacer su tratado para unos diez años mientras permanezca en la universidad o el seminario. Tampoco el estudiante de teología estará pensando que hacer teología o el estudio de la teología consiste en leer unos tratados, memorizarlos y así poder pasar la materia, hasta de pronto con una buena nota.

Vuelvo con el título, tal vez no nos deberíamos preguntar por lo urgente, sino por la importancia de la teología, porque si algo no es importante, entonces tampoco es urgente. En otras palabras, ¿Todavía hoy la teología dice algo al ser humano, o se trata de una ciencia del pasado, que tal vez ha cedido su puesto a otras disciplinas? O ¿La teología por sí misma se sostiene todavía? De esto no hay dudas, la teología continúa siendo una disciplina que se convierte en lo fundamental a la hora de dar respuesta a la pregunta por la vida y su sentido, por la existencia de Dios y su relación con el hombre, por el estudio del hombre mismo y en su relación con el Creador. Es decir, la teología continúa siendo el hilo conductor de una serie de disciplinas, que a la hora de la verdad busca dar la respuesta última a los interrogantes del hombre por el Absoluto y por la existencia de sí mismo y del mundo que le rodea.

En el título se habla de la teología con artículo definido, dos cosas se deben tener en cuenta: la primera es la definición de teología, San Anselmo la entendía como algo que tenía que ver con la fe, y que la razón buscaba inquietamente, Fides quaerens intellectum. Pero cuando se plantea la pregunta ya estamos haciendo teología. Una niña de 7 años se preguntaba ¿Quién hizo a Dios? Esta niña ya estaba haciendo teología. Simplemente hacer teología es reflexionar sobre los grandes misterios de Dios con el  fin de comprenderlos y explicarlos al mundo de hoy. Hacer teología hoy es hacer esa reflexión de tal manera que responda a necesidades del mundo hoy. La segunda cosa, es que toda teología es universal y es particular: es universal en cuanto que ella busca la comprensión de la fe, que es acogida de Dios y por ser Dios infinito, entonces es universal. Pero también es particular porque se hace en un lugar, con cierta subjetividad. De tal manera que hablamos de teología jesuítica, colombiana, latinoamericana, etc.

Objetivo e itinerario de la ponencia

Constatación: El siglo XX fue un ciclo de la racionalidad del problema del conocimiento, de la lógica, de la técnica. Hoy se manifiestan nuevas tendencias en la cultura (entiendo por cultura la forma de ser y de pensar del pueblo), que van menos a lo racional y más a lo existencial. Menos a las ideologías e utopías, más a la vivencia de la persona. En efecto, el Concilio Vaticano II hace una inversión en la concepción de la teología: antes la teología se pensaba desde afirmaciones generales para llegar a particulares: Jesús es hombre, el hombre piensa, luego Jesús piensa. Ahora se parte de las preguntas reales, desde la experiencia existencial, por qué murió un ser tan querido, etc. Se pide que iluminemos ese hecho desde la teología. En teología de la liberación cuando se habla de la opción por los pobres, quiere decir que la teología está partiendo de un hecho existencial del pueblo que sufre. 

Me propongo entonces, mirar un poco, los paradigmas que han existido en la historia de la teología, porque muy seguramente desde la pedagogía nos hemos inscrito en uno de ellos, o tal vez los hemos transmitido, o los estamos enseñando, consciente o inconscientemente. Luego veremos las tendencias actuales de la teología, es decir, por dónde se está enrumbando hoy la reflexión, a qué paradigmas está tendiendo y cuáles son los temas que le interesa. Finalmente quisiera llamar la atención sobre cómo Jesús de Nazaret abandonó los paradigmas judíos, utilizados en la época para enseñar teología, y crea su propia pedagogía. Muy seguramente esta pedagogía de Jesús ilumina mejor nuestro quehacer pedagógico hoy en torno a la enseñanza de la teología y además nos iluminará para pensar qué es lo urgente hoy en teología.

DIFERENTES PARADIGMAS EN LA HISTORIA DE LA TEOLOGÍA [1]

En primer lugar ¿Qué entendemos por paradigma? Los teólogos, en determinado momento, comparten una constelación de reglas, esquemas y estilos de hacer la teología. Con ese conjunto de elementos teóricos, dan cuenta de las necesidades y demandas teológicas, o de determinado momento histórico, lugar, intereses, preguntas a la fe. A eso llamamos paradigma teológico. Expresa por tanto, una constelación general, un patrón básico, un esquema fundamental, un modelo global, según el cual la teología se percibe a sí misma, a las personas, a la sociedad, al mundo y sobre todo, en su relación con Dios. Un paradigma revela un conjunto de convicciones, concepciones, valores, procedimientos y técnicas que son tenidos en cuenta por los miembros de determinada comunidad teológica. Ahora bien, ¿Cuándo un paradigma deja de ser tal? Se da un cambio de paradigma cuando hay una irrupción de muchas señales innovadoras, un sin número de factores y elementos de los que el paradigma en curso ya no da cuenta. En otras palabras, cuando se dan ciertas arritmias en el paradigma vigente.

Los siguientes paradigmas tienen una mayor o menor amplitud teológica, geográfica o histórica. Naturalmente que podrían ser estos u otros, también aquí entra un poco la subjetividad. De igual manera, los nombres que se dan a cada uno de ellos entran dentro del campo de comprensión del autor.

1.                    Paradigma de lo Sagrado: Aquí la teología se entiende como ciencia de las cosas, de las realidades y de las experiencias sagradas en oposición al mundo profano de lo humano y lo cotidiano. Todo aquello que no es tocado por la esfera divina escapa de lo sagrado, y por tanto, también del interés teológico. Viene muy bien aquí el misterium facinans-tremendum de Rudolf Otto, porque tiene que ver con aquello que sobrepasa la experiencia humana común, que pertenece a otro tipo de realidad, que viene cargado de fuerza y de poder.

Este paradigma teológico quiere responder a las preguntas que ese extraordinario, maravilloso o atemorizante plantea a los seres humanos. Cualquier realidad por muy banal que sea se puede convertir en sagrada desde el momento en que se le vincula con una hierofanía. Por ejemplo, cualquier camisa es profana, pero la de un mártir se convierte en reliquia. Bajo este paradigma se elaboran las más exóticas teologías de la angelología, de visiones y apariciones de la Virgen. Este paradigma oscila entre el problema de traducir la distancia entre el misterio divino y los seres humanos, y buscar puentes que los unan por medio de ritos. La religiosidad popular se expresa en él. Por exigir poca reflexión, este paradigma entra en crisis cuando se plantean dos cuestiones fundamentales: la naturaleza misma de los seres y el sentido de la experiencia religiosa.

2.                    Paradigma gnóstico-sapiencial: Funcionó en el mundo de la Biblia, de la patrística y de la antigua escolástica. Se centra en un tipo de conocimiento que valora la totalidad de la persona que conoce. Como gnosis, es un conocimiento teórico, su saber se eleva a un nivel superior no por el primado de la inteligencia, sino por su calidad religiosa y totalizante. Incluye percibir, juzgar, orientarse rectamente en todas las cosas en busca de la perfección, la felicidad y la salvación. Se busca un conocimiento armonioso en el que se interrelacionen de manera más sintética las dimensiones religiosa, ética, histórica, ontológica, antropológica, cosmológica, etc.  Este paradigma encuentra su expresión en el libro bíblico de la Sabiduría, en obras de teología bíblica, monástica, espiritual. Sin embargo, no da cuenta de la cientificidad de la exégesis y la teología, ni del movimiento aristotélico-tomista, de cuño más racional.

3.                  Paradigma del ser-esencia: Supera en cierto modo el paradigma sagrado en cuanto entran en juego las dualidades aristotélicas: acto-potencia, esencia-ser, materia-forma, sustancia-accidente, persona-naturaleza, corrupción-generación, etc. Se revela decisiva la nueva concepción de ciencia, entendida como el estudio de las cosas por sus causas. Y la metafísica sobresale entre las ciencias porque estudia las cosas en sus últimas causas. En este paradigma, la teología adquiere la obsesión de las definiciones esenciales para expresar la sustancia misma de las cosas, de las verdades, la fe, el dogma. Al asumir categorías filosóficas este esquema amplía su alcance. Responde a las interrogaciones de mentes más ilustradas por la filosofía, sobre todo escolástica. Este paradigma no da cuenta de la subjetividad, de la experiencia existencial, de la razón científica moderna, de la historicidad, lo que provoca el surgimiento de otro nuevo paradigma.

4.                    Paradigma de la subjetividad, inter-subjetividad, existencia. Jean-Paul Sartre formula bien el cambio de paradigma de la esencia a la existencia en su discurso sobre el humanismo. Al definir las dos clases de existencialismos cristiano y ateo, los hace coincidir en el dato fundamental de que “la existencia precede a la esencia”: En la visión de los filósofos del siglo XVII, la esencia del hombre ya existe en Dios y precede a su existencia. En la visión del existencialismo ateo, como no existe Dios, la esencia del hombre no precede a la existencia. Él es, existe y su esencia se va construyendo. Se va revelando a medida que va existiendo, haciéndose.

Se trata de un importante viraje antropocéntrico. En el comienzo está el ser humano con su autoconciencia, libertad y experiencia. A partir de la propia experiencia consciente y libre, procura interpretar las otras realidades: a sí mismo sus relaciones con los demás, con el mundo y con la propia Trascendencia. Este paradigma modifica la pregunta fundamental de la teología, ya no se investiga la esencia de la revelación, sino su significado y sentido para el hombre de hoy. La categoría de la existencia expresa dos experiencias diferentes: experiencia situada, condicionada (Dasein), marcada por los contornos del mundo y la existencia-posibilidad, realidad a crear, existencia-decisión (Existenz). Esa doble calificación de ese paradigma marca la teología. Procura interpretarla para el hombre en sus diversas situaciones. Se elabora una teología que responda a sus posibilidades de futuro, de esperanza. Este paradigma introduce el cambio hermenéutico del marco tradicional del logos antiguo al horizonte del logos moderno, vinculado con la subjetividad. Aquí se ve, por otra parte, al hombre como un ser en relación-con, estar-abierto-a, ser-para-el-otro, ser-con, existir-con. Este paradigma es cuestionado por la conciencia histórico-social y por las exigencias de la praxis.

5.                   Paradigma de la historia: En el marco de la modernidad, surgen otros dos paradigmas que influyen en el modo de hacer teología: historia y praxis. Categorías de enorme repercusión en teología, al inspirar, en los últimos tiempos, los dos conjuntos de manuales de teología más amplios: Mysterium salutis y Mysterium Liberationis (teología y liberación). La historia deja de ser un simple recuerdo memorístico del pasado para convertirse en una forma de pensar lo real. En este paradigma se mira al pasado en busca de mejor comprensión del presente y en vista del futuro. El ser humano emerge como el gran sujeto de la historia, que al mismo tiempo la crea y es creado por ella.

La novedad del paradigma de la historia en relación con la visión histórica, tan familiar ya en el pensamiento bíblico, consiste en el papel desempeñado por el hombre. La historia en la Biblia se centra en Dios, como actor principal. La historia en la modernidad gira en torno a la acción del ser humano, como su creador. El Concilio Vaticano II canoniza en cierta manera la historia. Los padres conciliares preocupados por la enseñanza de la teología, determinan que las disciplinas filosóficas y teológicas “conspiren juntas a descubrir más y más en las mentes de los estudiantes al misterio de Cristo, que afecta a toda la historia del género humano” (Optatam totius, 14). Aparece ya la relación entre el misterio de Cristo y la historia. De manera más clara al hablar de las disciplinas teológicas, los obispos expresan el deseo de que “sean igualmente renovadas por un contacto más vivo con el Misterio de Cristo y la Historia de la Salvación”  (Optatam totius, 16). Los estudios y tratados se elaboran con base en la Sagrada Escritura, se enriquecen con la patrística y por los grandes teólogos medievales, para finalmente profundizar en ellos mediante la reflexión sistemática actual. El concepto de revelación recorre un largo camino teórico cargando hasta el día de hoy con el peso de su historia (cf. Latourelle, su libro sobre la Revelación). Este paradigma no consigue valorar suficientemente la praxis, sobre todo en el sentido de transformación de una realidad socialmente injusta.

6.                   Paradigma de la Praxis: Este paradigma brilla especialmente en la teología del Tercer Mundo, que escoge la praxis como punto de partida y de llegada de su reflexión. Las prácticas concretas de cristianos o no, que se ven envueltas en el proceso de liberación de los pobres levantan una serie de problemas a la fe, a determinadas interpretaciones de la revelación. Por tanto, se valora la praxis como punto de interrogación y de partida para interrogar toda la teología. La intencionalidad también se dirige a la praxis cristiana. En efecto, la reflexión apunta a iluminar a la luz de la fe la praxis del cristiano. Se juzga el valor de la teología en la medida que ésta ilumina las prácticas y a la vez se le exige al teólogo un mínimo de articulación con la praxis. La revelación interpreta la praxis y a la vez la praxis permite una nueva lectura de la revelación. De esa arremetida teórica surge una nueva veta teológica. Pero el paradigma de la praxis desarrolla el lado conflictivo, crítico, transformador de la modernidad, y menos el lado comunicativo, reconciliador y armónico.

7.                    Paradigma del lenguaje: La acción comunicativa en la perspectiva del lenguaje abre, en una sociedad post-religiosa, post-metafísica, un camino consensual respecto a la verdad. La teología se pregunta por su contribución específica en ese diálogo de búsqueda de consenso en torno a la verdad. Evidentemente, el discurso teológico no puede ser pautado por la acción comunicadora de los seres humanos y establecerse a partir del consenso a que puedan llegar. Anularía la raíz última de toda teología, la Palabra de Dios, libremente comunicada a la humanidad (D.V. 2). La teología de Rahner entiende la revelación como acción comunicativa de Dios. Allí nos podemos preguntar si un Dios que se revela a toda la humanidad no inscribió ya en la ontología misma del hombre la posibilidad incluso de establecer consenso sobre la propia revelación. Se instaura una nueva forma de apologética y de teología fundamental. Este paradigma avanza más que la praxis, pues la base de la libertad es la comunicación. Toda opresión, censura, represión y castración bloquea la comunicación; disfraza el lenguaje en cripto-discursos, en lenguaje de compromiso, en concesiones cómplices. Este paradigma opera en la teología más a modo de provocación y proyecto que de realidad. Implica, como todo paradigma, una serie de presupuestos teóricos que deben ser explicitados y discutidos en una empresa teórica-teológica no fácil.

8.                    Paradigma de la narración: La crisis de la gran narrativa en la post-modernidad permite la recuperación de la pequeña narración y valorar así el paradigma de la narración en la teología. No significa transformar la teología en narraciones, ni hacer de ella una sábana de retazos narrativos, sino ponerse a la escucha de la narración original del acontecimiento Jesucristo, y volverlo a contar al hombre de hoy. Hay dos momentos: captación de una narración primigenia de la fe y su narración actualizada. En este sentido se exige del teólogo más y menos. Menos en el sentido académico, más en el sentido existencial, es decir, hacer la narración presente encarnándola en sí. La teología narrativa pretende superar el aspecto puramente informativo, anecdótico, emotivo, saciador de curiosidad, para llevar a una toma de posición, ya que se narran acontecimientos relacionados con la salvación del ser humano.

Este paradigma sucede de diversa manera en Europa y en nuestro continente. En Europa, tuvieron influencia los estudios valorativos de los mitos, la influencia de la filosofía del lenguaje, el realce dado por los exegetas a los credos narrativos del Antiguo y del Nuevo Testamento, la proximidad al Jesús de la historia como narrador de parábolas, el descubrimiento de la experiencia narrativo-kerigmática de la comunidad primitiva, etc. En nuestro contexto latinoamericano, la teología narrativa se vincula a la religiosidad popular, sobre todo, a las experiencias de los círculos bíblicos, donde se practica la doble narrativa: la de la vida y la de la Biblia. Ejemplo: C. Boff, Teología con los pies en la tierra; L. Boff, Teología a la escucha del pueblo; C. Mesters, Círculos Bíblicos, etc.

9.                    Paradigma de la holística: En el ámbito de la post-modernidad surge un tipo de teología de pequeños temas, sin preocuparse por un paradigma unificador. Unos elaboran la teología de la fiesta, del trabajo, de la mesa, de la historia, de la tierra, etc. Por otra parte, al pensar moderno occidental, cartesiano, analítico, mecánico y materialista se opone una manera oriental, misteriosa, intuitiva, sintética y espiritual de sentir. Frente al distinguir, separar y disecar, se prefiere el unir, reunificar, echar puentes por el camino de la sinergia, comunicación, redes de interconexión para que todas las realidades se interrelacionen.

El paradigma holístico sueña con una única religión universal entorno a un concepto muy amplio de Dios y de la vida. Es preferible hablar de la divinidad que hablar de Dios. Una divinidad que nos penetra y se confunde con el mismo universo. “Somos todos parte de lo divino. Dios es cada uno de nosotros. No hay separación entre Dios y nosotros” (Shirley MacLaine).

El P. Libanio termina diciendo que es difícil por el momento prever si se va a imponer la post-modernidad en el interior de la teología hasta el punto de reducirlas a pequeñas narrativas teológicas, renunciando así definitivamente a cualquier sistematización, o si se entrará en un proceso de armonización de todo el pensar religioso o si se convivirá con una pluralidad de paradigmas.

PANORAMA ACTUAL Y RUMBOS DE LA TEOLOGÍA

Juan José Tamayo-Acosta, en su libro Nuevo Paradigma Teológico, propone una serie de tendencias actuales de la reflexión teológica. Por razones de extensión de este trabajo, me limito a enumerarlas y tal vez a dar alguna indicación para cada una de ellas [2] . Los tomo como paradigma para mirar por dónde iría hoy la teología, las observaciones a cada paradigma en la mayoría de los casos son las mías.

1.       Hacia una teología, heurística e interrogativa [3] . Ante un planteamiento puramente conceptual se propone una teología metafórica en el marco de un nuevo paradigma teológico para una era ecológica y nuclear. La teología metafórica es heurística e imaginativa, es decir, explora metáforas alternativas, juega con imágenes nuevas, trenza nuevas ideas y crea nuevas perspectivas. A este tipo de teología le da las siguientes características: experimental, iconográfica y pluralista [4] .

2.       Una teología de la misericordia. Ante una teología inmisericorde, que se ocupa de un saber científico y poco se preocupa del sufrimiento; se necesita una teología con un principio de misericordia: intellectus amoris et misericordia que se hace cargo del sufrimiento de las víctimas desde la compasión, toma partido por los derechos de los seres humanos y de los pueblos empobrecidos y denuncia proféticamente a quienes causan dicho sufrimiento (Teología de la liberación).

3.       Teología con un horizonte intercultural: Se trata de pasar de la inculturación a la interculturalidad y a la contextualidad. En Latinoamérica se despliegan varias direcciones: ecologista, feminista, campesina, indígena, afroamericana y económica. La Biblia se presenta como una obra intercultural que describe la historia de un pueblo, Israel, que va forjando su identidad política, cultural y religiosa en permanente confrontación, con las culturas y religiones limítrofes (en el libro de la Sabiduría se conjuga la cultura griega y hebrea).

4.       Horizonte interreligioso: Uno de los signos de nuestro tiempo es el gran número de religiones y su amplio pluralismo. Los datos estadísticos muestran la pluralidad de manifestaciones de Dios, de dioses, de lo divino o de lo sagrado en la historia, las múltiples experiencias del Misterio, las plurales ofertas de salvación y los numerosos mediadores religiosos. Se trata de un signo de riqueza, porque cualquier intento de uniformidad provocaría un empobrecimiento en el universo religioso. Sin diálogo, las religiones se anquilosan (Creo que Juan Pablo II fue visionario en este sentido). Hoy se tiende hacia una espiritualidad interreligiosa.

Aquí quiero llamar la atención sobre la participación de estudiantes de teología en nuestras facultades. Pienso en la Iglesia Metodista, porque justamente en un conversatorio con Mattias Preisverk, pastor Metodista, en la Universidad Javeriana, nos hablaba de la facultad de teología en la Universidad de Costa Rica y sus convenios con un centro de estudios teológicos de la Paz, Bolivia. En estas facultades estudian personas indígenas, protestantes, católicos, etc. (Tengo también la experiencia en la Uniminuto, donde se preparan varios pastores protestantes, lo que llamamos sectas). Van allí a estudiar, en la facultad metodista, porque la teología de sus iglesias no corresponde a las necesidades culturales, y van allí para tener apertura. Hay un bilingüismo religioso en la comunicación con Dios, en el caso de la Iglesia católica no tiene problemas porque ella bautiza elementos de tradición ancestral, pero otras religiones son radicales. Detrás de una fiesta religiosa existen muchos elementos que no pertenecen a la fe católica. Sin embargo, el libro de Juan José Tamayo me da la impresión que va por la línea de un repensar también la tradición y la religión católica, que tendría que tener un puesto equitativo entre todos los demás credos, siguiendo un poco a Hans Küng.

Lo que sí es cierto es que nuevos paradigmas nacen del diálogo interreligioso, dado que éste se constituye en uno de los desafíos más importantes para la reflexión teológica y la vida eclesial. Cómo conciliar la voluntad salvífica universal (1Tim 2,5 y Hch 4,12) [5] con la única mediación salvífica de Jesucristo (1Tim 2,5 y Hch 4,12). Se debe entender la diversidad religiosa no como resultado del pecado, sino sobre todo como un “don de Dios a los pueblos” (Michaël Amaladoss, rinnovare tutte le cose, dialogo, pluralismo di evangelizzazione in Asia, Arkeios 1993 p. 126). El mismo Vaticano II dice que muchas son las riquezas que el Dios generoso prodigó a los pueblos (AG 11), y esas riquezas deben ser acogidas en el diálogo.

Lo intercultural y lo ecuménico andan de la mano. Se tiene que tener muy en cuenta el trasfondo intercultural para el trasfondo de la pedagogía en teología. No se trata de volver a la filosofía como debate, sino que cada uno negociemos nuestras identidades sin renunciar a ellas (indígena, mestiza, republicana, etc). La teología latinoamericana nace y se desarrolla en coincidencia con la educación popular, entonces el teólogo profesional aprende en el contacto con el pueblo creyente (por esto se hace una lectura popular de la Biblia).

Qué teología hacer en este mercado de religiones, como le pregunta el escriba a Jesús, ¿Cuál es el mandamiento principal y más grande? ¿Qué es lo importante y lo urgente ante esta situación? Notemos que la teología está saliendo del mundo eclesiástico para pasarse al mundo civil, cualquier persona puede fundar hoy  una facultad de teología.

Mirando el panorama mundial, tres muros han caído: Berlín (sistema comunista); Torres Gemelas, (mirada pan-óptica, electrónica, filmaciones al ingresar a la metropolitana. Todos controlados); Naciones (globalización). ¿Qué puede decir la teología ante todo esto? Después del Vaticano II, hubo una carrera, los clérigos dejan sus hábitos, pero después de la carrera, viene el cansancio. Es decir, se frena todo y vuelve a la normalidad, es decir, a la disciplina de la Iglesia. Se podría pensar en una REACCIÓN: es decir, oposición a todo lo contracultural y lo que no está de acuerdo con el evangelio. En este caso habría que hacer una denuncia, pero por otra parte, proclamar una esperanza.

Además, a mi modo de ver estamos asistiendo a un choque de civilizaciones, culturales, religiosas, étnicas, etc. El golpe final lo puede dar el fundamentalismo (pensemos en el islamismo), la teología no puede seguir ningún tipo de fundamentalismo (Lefrebrianos ¿Convertidos?).

5.       Horizonte hermenéutico, más allá del fundamentalismo: Una de las características de esta tendencia es la renuncia a la hermenéutica como mediación entre los textos fundantes (inspirados) de las religiones y el contexto cultural en que se leen. La hermenéutica se constituye en clave de bóveda de toda teología.

6.       Horizonte feminista: género y teología, más allá del Patriarcado: Mary Hunt, teóloga feminista, propone “Las  lágrimas de las mujeres como un lugar epistemológico, si se puede decir así, apropiado para hacer teología. Los estudios feministas proponen hoy la incorporación de las experiencias de las mujeres, diferenciadas según su clase, raza y cultura; de sus preguntas y problemas, de sus deseos e intereses, en aquello que se define como problemática de investigación y estudio.

7.       Horizonte ecológico: del antropocentrismo al grito de la tierra en busca de su liberación: Cambiar la manera de pensar o de concebir la naturaleza, no como algo para mí, sino para todos. Ver la sacralidad radical que existe en la naturaleza, que es más grande que nuestro modo de entender.

8.       Horizonte ético y práxico: La ética teología primera; la praxis, acto primero: La ética no es un simple apéndice o una aplicación práctica de la teología sistemática, ni se limita al estudio puntual de casos, ni se queda en las cuestiones relativas a la sexualidad. Se trata de un horizonte global del quehacer teológico. El propio pensar la fe es ya un estar en el plan de hacer.

9.       Horizonte utópico: principio-esperanza y rehabilitación teológica de la utopía. El motor de la utopía es el principio-esperanza. Entendida la esperanza como una determinación fundamental de la realidad objetiva y una dimensión constructiva del ser humano. Sin embargo, en la filosofía neo-histórica encontramos a André Comte, quien sostiene que la esperanza es la causa de la infelicidad, porque desplaza el gozo para mañana y el mañana no existe. Se trata de vivir el momento pero con cierta mesura. Qué es la esperanza para la teología: pensar que yo soy más que momento, soy memoria y deseo, soy más grande que el presente. Soy espíritu más allá de la muerte. Eternidad no es lo que está más allá del tiempo, sino aquello que invade e involucra el presente. Todo acto de amor hace eternidad, anuncia el mundo definitivo. Una orquesta sinfónica ensaya para la fiesta, nuestra vida es una preparación para el día de mañana (ver la Biblia como un libro de utopías. Por otra parte pensar en términos de spes quaerens intellectum).

10.   Horizonte anamnético: el recuerdo subversivo de las víctimas:

11.   Horizonte simbólico: de los “símbolos rotos” a una teología simbólica: pasar de un lenguaje dogmático al simbólico.

OTROS HORIZONTES QUE PUEDEN ENRUMBAR LA TEOLOGÍA HOY

Ante los grandes desafíos que encontramos en la actualidad, hay tres propuestas de Benedito Ferraro, que se convierten también en tareas para la teología hoy [6] :

--Traducir la revelación para que se convierta en elemento de comprensión y solución de los problemas planteados por la historia humana. Esta tarea es importante porque muestra a la teología como ciencia de la fe y muestra a la fe articulada con la vida, no solo en la línea de darle sentido, sino también en la perspectiva de su sustentación y manutención, pues la vida es la primera y más fundamental mediación para el encuentro con Dios (GS 11). Todo lo que es humano (economía, política, cultura, ecología) tiene que ver con la teología y merece de ella una respuesta convincente, pues no hay nada verdaderamente humano que no resuene en el corazón de los discípulos de Cristo (GS 1).

--Para hacer comprensible esa traducción de la revelación, la teología debe emplear todos los medios y posibilidades humanas que están a su alcance. La teología no puede entonces, rehusar la utilización de los instrumentos que las ciencias humanas y sociales desarrollan como fruto de la inteligencia humana creada por Dios.

--Para poder responder a las cuestiones que emergen del contexto socio-histórico, la teología debe estar siempre abierta para captar la NOVEDAD de la historia y poder así meditar sobre ella y hacerla comprensible a las personas de esta época. La teología tendrá que estar abierta y atenta a los signos de los tiempos, sin pretensión de agotar toda verdad, pero preocupada en servir y señalar nuevos caminos.

---La tarea de la teología es retomar la médula de la propuesta del cristianismo. Su gran contribución, según las líneas maestras del Antiguo Testamento, es la construcción de la comunidad solidaria de hermanos. Jesús de Nazaret no suscita una doctrina, sino que congrega a unos discípulos en una comunidad, y a través de su Espíritu, suscita la creación de comunidades [7] .

Me parece importante tomar algunos ítems del discurso del Papa Juan Pablo II, dirigido a los profesores de Teología en Alemania, aunque es de 1980 [8] .

Subsiste el peligro de que el número de los conocimientos particulares ofusquen a veces el sentido y el fin de la teología. Todo el entusiasmo del saber teológico debe, al fin y al cabo, conducir a Dios mismo. Durante el Concilio Vaticano II se creía que se podría presuponer la respuesta al problema de Dios. Pero se demostró que la relación del hombre con Dios llegó a ser frágil y que tiene necesidad de ser confirmado. Por tanto, el Papa pedía el favor de seguir trabajando con todas sus fuerzas para la renovación de la comprensión de Dios y sobre todo de la Trinidad de Dios y el concepto de creación.

La concentración sobre Dios y su obra salvífica para los hombres comporta un orden al interno de la verdad teológica. El trabajo del teólogo al servicio de la verdad sobre Dios es según la comprensión de Santo Tomás, un acto de amor para los hombres (cf. S. Tomás, Summa Theologiae, II-IIae, qq. 181, a. 3 c.; 182, 2, a. 2 c.; S. Tomás, Summa Theologiae, I, q. 1, a. 7 c).

Toda teología está fundada sobre la Sagrada Escritura y sobre ella se fundamenta siempre de nuevo. Por tanto, permanezcan fieles a la doble tarea de toda interpretación bíblica: conserven lo incomparable del evangelio de Dios, que no ha sido hecho por hombres, y tengan al mismo tiempo el valor de transmitirlo de nuevo al mundo con esta pureza. El estudio de la Sagrada Escritura permanece, por tanto, como dice la Constitución sobre la divina revelación, “El alma de la teología” (D.V. 24). Ella nutre y rejuvenece siempre de nuevo nuestra investigación teológica.

Permanezcan siempre en diálogo con la tradición viva de la Iglesia, obtengan de ella tesoros que aún no han sido descubiertos. Podemos transmitir mejor el evangelio de Dios, cuando prestamos atención a la Sagrada Escritura y a su eco en la tradición viva de la Iglesia. Es entonces cuando nos volvemos más críticos y sensibles hacia nuestro presente. Éste no es el único, ni tampoco el último criterio del conocimiento teológico [9] .

A mi modo de ver hay otros horizontes que la teología actual no puede descuidar. Me parecen importantes los siguientes:

-- Volver a lo místico, la teología no puede desconocer o destruir la afectividad y la ternura en sus relaciones del hombre con Dios.

-- Ante los grandes problemas que se plantean hoy sobre el uso y abuso de la vida humana, se necesita una teología que dialogue con las ciencias y la ética (microbiología, bioética, defender la vida humana).

 --La relación de la teología con las nuevas antropologías. Podemos decir que surgen hoy nuevos paradigmas en la(s) antropología(s) y cuál es su uso teológico. ¿Qué antropología para la teología? La antropología contemporánea se interesa por el hombre moderno, no por el hombre eterno, y ése es el hombre actual, en cada sociedad y cultura que debe interesar a la teología, pues es para él para quien ella elabora su discurso, se trata de producir una antropología de la condición humana, no ya la de la naturaleza o esencia del hombre.

--Una pregunta, basada en las recomendaciones del Papa, cómo integrar o cotejar la teología del sujeto o teología existencial, con la teología bíblica desde el campo investigativo-exegético, de igual manera, con la teología suscitada en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. No nos podemos perder del depósito de la fe, es decir, que por hacer teología subjetiva, del individuo, no puedo desconocer el patrimonio teológico de la humanidad, sin seguir profundizando en él.

--No será que lo urgente de la teología hoy es descubrirla, vivirla y saberla enseñar, o transmitir, de tal modo que produzca sus efectos en el discípulo. O también, por otra parte, son estas las inquietudes y preocupaciones de los teólogos o es realmente lo que corresponde al ámbito existencial de las personas del mundo de hoy lo que debe interesar.

PROPUESTA PEDAGÓGICA DE LA TEOLOGÍA A PARTIR DE LA SAGRADA ESCRITURA Y LA ENSEÑANZA DE JESÚS.

Meteré mi Toráh en su pecho, la escribiré en su corazón. Ya no tendrán que enseñarse unos a otros: no habrá ya maestro, sacerdote, profeta, sabio que diga al otro: tienes que conocer al Señor. Porque todos, grandes y pequeños me conocerán” (Jr 31,33-34).

CONTEXTO JUDÍO DE LA PEDAGOGÍA

A diferencia de lo que sucede en la actualidad con los continuos cambios en los planes de estudio, la pedagogía popular en la antigüedad era muy conservadora y se basaba en tres instituciones clave: la casa paterna, la sinagoga, la escuela elemental. En las tres el aprendizaje tiene un elemento central: la memorización. El Padre en casa tenía la obligación de transmitir las tradiciones religiosas del pueblo a los hijos, que debían aprenderlas de memoria. Como la lengua hebrea no tenía vocales el lector tenía que conocer bien el texto, que en la mayoría de las veces lo recitaban en la sinagoga de memoria. Debemos recordar que Jesús pertenecía a una familia muy religiosa, en la que se le transmitieron sin duda, las tradiciones bíblicas (las circunstancias de Lc 2,46-47, con los maestros del templo, son históricamente verosímiles), y estaba capacitado para la lectura pública de la sinagoga (Lc 4,16).

El principio pedagógico en la casa de estudio superior (bet ha Midrásh), o también elemental (bet ha sefer) era primero aprender de memoria y luego entender. Muchos judíos sabían de memoria la Toráh y los profetas. Tal vez para facilitar este aprendizaje en sus discípulos, Jesús no utiliza un lenguaje formalmente teológico, que define, distingue, conceptualiza. Usa imágenes, metáforas, simbolismos, expresiones enigmáticas y penetrantes. Jesús se mueve a partir de una experiencia personal de la cercanía de Dios, no es un exégeta de la ley, sino exégeta de Dios y se expresa en lenguaje poético, porque la realidad le habla de Dios y Dios ilumina la realidad. Este lenguaje no es un mero revestimiento literario de conceptos, sino la expresión connatural de experiencias profundas que no se pueden comunicar de otra manera. Por eso el místico es poeta cuando expresa la experiencia íntima de Dios. La experiencia profunda, la inteligencia del misterio se vierte y rebosa en metáforas mejor que en razones. Esta es la causa de la expresión simbólica.

Los maestros judíos pedían a los discípulos la adhesión a la ley. Jesús pide la aceptación del Reino de Dios, que implica una adhesión muy peculiar a su persona. A diferencia de lo que sucedía en las escuelas rabínicas, Jesús pretende ser el único maestro, de manera que sus discípulos no deben buscar a otro maestro ni pueden aspirar a serlo (Mt 23,8). La radicalidad exigida por la adhesión a Jesús es sorprendente y hace preterir incluso un deber tan sagrado como para los judíos era enterrar a los muertos (Mt 8,21-22; 10,37). La palabra de Jesús reclama un valor decisivo: sólo sobre ella se puede edificar auténticamente la vida (Mt 7,24-27) y sólo quien la acoja será acogido por el Padre el último día (Mc 8,38; Lc 9,26).

Siguiendo un poco el concepto de “teología contextual”, no podemos decir que el ambiente judío, del cual emerge la enseñanza de Jesús, sea negativo o aún más que no funcionaba, más bien lo que pretendo mostrar es la novedad introducida por Jesús de Nazaret en este paradigma judío.

PEDAGOGÍA DEL ACONTECER DE DIOS EN LA PERSONA

En efecto, podemos partir del presupuesto de que la misma teología es ya una pedagogía. La pedagogía consiste en conducir niños, la teología tendría que pensar en cómo educar a la gente para conducirla hacia el misterio. Y dado que etimológicamente sería arriesgado identificarlas, es mejor pensar en que a la hora de expresar su sentido, convergen entonces teología y pedagogía.

La teología es poseedora de un sistema de elementos para conducir la persona al misterio, que no es otra cosa sino Dios aconteciendo en la misma persona. Si los tratados de teología hacen esto, entonces la Biblia es un tratado, y uno más grande que éste no puede haber. Allí se encuentra un largo proceso de percepción de cómo Dios actúa con el pueblo. Esta percepción la captó Jesús y Pablo. La pedagogía se convierte entonces en una mistagogia, es decir, cómo ir conduciendo al creyente para insertarlo dentro de los misterios de Dios. Pero nosotros no podemos enseñar teología como se enseña a los niños, porque lo nuestro es distinto. Nosotros tenemos una ciencia no fabricada por nosotros, sino que es una ciencia de cómo Dios conduce a las personas. En otras palabras, la teología no es hacer una especulación deductiva de cómo es Dios, sino más bien descubrir a Dios actuando en la historia como lo hacen los actores de la Biblia (cf. Sal 135). Es decir, no se trata solo de ver cómo Dios se manifestó, sino cómo percibir ese manifestarse de Dios hoy [10]

Teología es dar razón de la experiencia que tú tienes, de lo que tú crees. Los credos eran las primeras teologías. Teología es dar razón de la acción de Dios en la gente que vemos o los grupos donde nos movemos, esa era la teología de Pablo (cf. 1Tes 1,1-10). Pablo daba razón de por qué los paganos cristianos viven mejor que los judeocristianos, se daba la razón trascendental de por qué viven así.

La teología bíblica es global, no es solo un proceso intelectual. En hebreo el verbo que caracteriza al maestro por su enseñanza es LAMAD. Pero es mejor decir, que Lamad, no significa enseñar, sino aprender. Pero curiosamente en la forma intensiva limmed, resulta enseñar. La misma raíz no distingue entre aprender y enseñar. El verdadero maestro es uno que también aprende, el verdadero discípulo, en fin es capaz de enseñar. El maestro no atento al discípulo, queda de suyo condenado a la soledad, a la torre de marfil de su elaboración, sin dejar rastro. Enseñar es dialogar. Oscar Wilde decía: “Todos son capaces de dar respuestas; pero plantear verdaderas preguntas es cosa propia de genios”. La pregunta genera el diálogo.

JESÚS DE NAZARET: EL DIDÁSKALOS

En torno a Jesús se formó un grupo de discípulos y discípulas. El tema de formación de su grupo era el Reinado de Dios y su ministerio tenía un cierto centro en Cafarnaún, a orillas del lago de Galilea (su ciudad, según Mt 9,1), que se conjugaba con un carácter itinerante (el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza, Mt 8,20). Jesús suscitó un movimiento carismático en el sentido de que no se basaba en los elementos institucionales de la religión judía (de hecho Jesús no era ni escriba, ni sacerdote), sino en la fuerza de su personalidad y en el eco popular que encontraba (Mc 1,37; 3,7-10; cf. 12,12; 14,1-2) [11] .

Desde un punto de vista histórico, parece claro que Jesús tuvo rasgos de maestro y de profeta, y que como tal lo vio la gente. Se le tiene por Maestro y se dirigen a él con la expresión aramea rabbí (Mc 9,5; 10,51; 11,21) o con la griega didáskalos (Mc 10,17; 12,14.19; 14,14). [12] Pero a diferencia de los rabbí de la época él mismo se elige a sus propios discípulos. Tampoco hay duda de que mucha gente consideró a Jesús como profeta (Mc 8,28) y de que él mismo se presentó como tal directa (Mc 6,4) o indirectamente (Mt 23,29-32.37). Los rasgos de maestro y de profeta no se contraponen. En los dos últimos siglos antes del cristianismo, y en el primero posterior, hay una asimilación creciente de las funciones de maestro y de profeta. Los sabios adquieren rasgos proféticos, los profetas se van convirtiendo en sabios inspirados [13] .

Continuemos viendo el ejemplo del Maestro por excelencia, Jesús de Nazaret. Cómo Él hace pedagogía de la teología. Los mismos escritos neotestamentarios muestran a Jesús como el didáskalos, como una persona acreditada para la enseñanza [14]

Al inicio del evangelio de Marcos, el mismo evangelista hace su comentario con respecto a la enseñanza de Jesús: “Les enseñaba como quien tiene autoridad, no como los escribas” (1,22). En el mismo evangelio los fariseos y herodianos reconocen a Jesús como maestro: “Maestro, sabemos que eres sincero y que no te importa de nadie, porque tú no miras lo que la gente sea. No, tú enseñas de verdad el camino de Dios” (12,14). Aunque los fariseos lo hayan dicho irónicamente, el versículo deja ver un retrato de Jesús como verdadero maestro.

Jesús es un maestro sabio, que usa la parábola, el símbolo, la narración, la paradoja, la imagen fulgurante. Veamos algunos ejemplos: “¿Quién de vosotros que sea padre, si su hijo le pide un huevo, le va a ofrecer un alacrán? [15] Jesús construye aquí de una manera sencilla y comprensible su lección sobre el amor.

Si los teólogos tuvieran que hablar sobre el destino final de salvación, empezarían con discursos soteriológicos que confundirían a la gente, Jesús lo hace de una manera sencilla: “Si el grano de trigo, una vez caído en la tierra no muere, permanece él solo, en cambio si muere, produce mucho fruto” (Jn 12,24). El morir y entrar en el sepulcro, comparado con el morir de la semilla a la que luego le sigue el tallo y la espiga, expresa la fecundidad pascual de la muerte de Cristo y también la del creyente.

Son ejemplares sus parábolas: cómo enseñar el amor mejor que con la parábola del buen samaritano; o la tensión escatológica con la parábola de las diez vírgenes. Las parábolas de Jesús parten siempre de la historia concreta, de la existencia: hijos en crisis, porteros nocturnos, relaciones sindicales (trabajadores de la viña), jueces corrompidos, previsiones metereológicas, el ama de casa, los pescadores, los campesinos, la polilla, los pájaros, los lirios, etc. Este modo de hablar introduce la palabra de Dios en lo cotidiano, en el hoy de cada persona.

Por otra parte, Jesús es un didáskalos paciente, se adapta a la comprensión lenta del discípulo. El evangelio de Marcos presenta un panorama, por cierto negativo, de los discípulos que tienen una gran dificultad para comprender a Jesús y su Palabra. Se da un conocimiento gradual, por etapas, como ocurre con la curación del ciego de Betsaida, que es un paradigma de esta incapacidad para ver claramente (cf. Jn 9 el ciego de nacimiento). Finalmente será el centurión romano, después de la muerte de Jesús quien proclamará la verdadera identidad de Jesús: Éste era el hijo de Dios (15,39).

Jesús se presenta como un maestro de decisión: no he venido a sembrar paz, sino espadas; he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra (Mt 10,34-35). No duda en ofrecer siete “ayes” a los fariseos (Lc 11,47ss). Es consciente que su palabra es un sí o un no, lo demás procede del maligno (Mt 5,37). Como un verdadero profeta actualiza su palabra, justamente cuando lee el pasaje de Isaías en la Sinagoga de Nazaret (Lc 4,16ss). “Hoy ha quedado cumplido este pasaje ante vosotros”. El profeta enseña hacia dónde tenemos que caminar en la historia, y en este sentido los discípulos de Emaús saben quién es Jesús, “Un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo” (Lc 24,19).    

LA PEDAGOGIA DE JESÚS: MÁS MAESTRO QUE TEÓLOGO

Pero cómo entender la teología de Jesús, veamos si Él era más un pedagogo o un teólogo. Existen algunas tendencias entre los teólogos a tomar frases sueltas o incluso discursos de personajes de la Biblia, para argumentar algunas posiciones teológicas o defender una verdad teológica, e incluso sustentar los dogmas [16] . En otras palabras, corremos el riesgo de hacerle decir a un texto bíblico lo que el orador tal vez no quería expresar.

Por ejemplo, en el último discurso de Jesús se recoge lo que nosotros llamamos las siete palabras en la cruz. De allí sacamos nuestra predicación más elocuente para la semana santa. “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34); el tema del perdón. “Hoy estarás conmigo en el paraíso (Lc 23,43); el tema de la vida eterna. ¿Será que en las palabras dirigidas a Juan desde la cruz, encontramos una propuesta mariológica?: “Mujer he ahí a tu hijo, hijo he ahí a tu Madre” (Jn 19,26). “Tengo sed” (Jn 19,28); ¿A qué clase de sed se refería Jesús? “Todo está consumado (Jn 19,30); ¿Qué es todo lo consumado?; etc. En fin, todas estas frases de Jesús nos dan pie para hablar del sentido teológico de la cruz.

Preguntas como éstas las encontramos por todas partes, son el pan de cada día, tanto en la academia, como en la calle, como en la Iglesia.

En los evangelios encontramos una serie de preguntas dirigidas a Jesús: “Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí” (Mt 18,21). Jesús no respondió exactamente. Otra pregunta: ¿Se debe apedrear a esta mujer que fue hallada en adulterio? La respuesta parece no tener escapatoria, si o no. ¿Debemos pagar impuestos?, la respuesta tendría que ser sí o no. ¿Dinos cuándo sucederán estas cosas, y cuáles serán las señales de tu venida? ¡Señor auméntanos la fe! (Lc 17,5). ¿Qué proceso seguir para que la fe se aumente? ¿Quién pecó éste o sus padres? (9,2), etc. Qué pasaría si Jesús hubiera respondido matemáticamente a estas preguntas, tal vez se hubiera perdido el interés del interlocutor por el tema de la misma pregunta.  

Qué le pasó a Jesús cuando respondió exactamente lo que se le preguntaba, pues que el interlocutor se le fue. Es el caso del rico de Lc 18,18: ¿Qué haré para heredar la vida eterna? Se trata de una pregunta trascendental. Jesús respondió exactamente. “Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”, el joven se fue. La pregunta no era seguramente trascendental como se piensa.

La teología, por muchos años se puso a discutir preguntas como éstas: ¿Cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler? ¿Qué tanto de hombre y de Dios tenía Jesús? ¿Jesús nombró a Pedro como el primer papa? Hoy en día se siguen discutiendo muchas cosas similares: ¿Dónde está la tumba de Moisés? ¿En qué lugar podemos encontrar el arca del diluvio? ¿El libro del profeta Isaías son tres o uno? ¿Los milagros son una realidad o un mito? Y qué decir, de las tantas preguntas que se hace la gente de nuestro pueblo: ¿Qué es eso del 666, que figura en los códigos de barras de los productos? ¿El aborto, la clonación, son pecados? Naturalmente dentro de este elenco de preguntas hay unas que son más importantes que otras. Lo que quiero decir es que, muchas de las cuestiones teológicas que nos planteamos los teólogos hoy tal vez no son muy importantes, o siendo importantes se quedan en la teología especulativa y pasan a engrosar una serie de volúmenes que se añejan en las bibliotecas, pero que nadie se acerca a ellos. O simplemente se esperan nuevos postulados o nuevas propuestas que pasen a ocupar su lugar.

Cuando leemos los evangelios, notamos que Jesús habló de muchos temas teológicos: resurrección, ángeles, de vida eterna, pecado, amor, de demonios, recompensa en el cielo, de justicia, etc. que nos llevarían a concluir que Jesús hizo teología. Pero su teología no procuró reflexionar sobre los grandes misterios, ni tampoco pretendió que los oyentes comprendieran esos misterios, ni que al oírlos pudieran explicarlos. Por el contrario, parece que Jesús confundió a los oyentes.

“Es necesario nacer de nuevo” (Jn 3,3). ¿Y cómo puede ser un hombre ya viejo nacer de nuevo? Nosotros le hemos oído decir, que derribaría este templo hecho a mano y en tres días lo reedificaría (Jn 2,20). Estaban confundidos. Hasta en la cruz, las personas que estaban al pie de Jesús, ante las palabras “Eloí Eloí Lemá Sabactani” ellos murmuran diciendo: “Mirad está llamando a Elías” (Mc 15,35). Por otra parte, en el evangelio de Juan leemos: “No tienes cincuenta años y dices que has visto a Abraham” (Jn 8,57), ¿Cómo es eso? Para nosotros después de dos mil años, todas estas cosas son muy fáciles de entender. Después de haber sido explicadas por los padres de la Iglesia, por la tradición, etc.

En Mc 4,10-12 leemos: “A vosotros se os ha dado a conocer el misterio del reino de Dios, para que viendo no vean y oyendo no oigan, porque si se convierten, entonces hay que perdonarles”. La intención de Jesús tal vez no era dar a conocer doctrinas, explicar grandes misterios, etc. Su propósito era ayudarle a la gente a alcanzar aquellas cosas de las que Jesús hablaba. Jesús no habló para enseñar algo de algo, sino que habló para ayudar a alcanzar ese algo, para cambiar y transformar, para imprimir un nuevo carácter en los oyentes.

Por ejemplo, si leemos y analizamos Jn 4,17ss, encontramos abundantes temas teológicos: conflicto judeo-samario, salvación, agua viva, preexistencia de Cristo (acaso eres más que nuestro padre Jacob), origen del pozo donde están parados, vida eterna, nuevas nupcias (4 maridos y el que tiene todavía no es marido), profetas, culto, de dónde proviene la salvación, cómo se debe adorar, la doctrina de Dios, mesianismo, Jesús habla de su divinidad. Se trata de un repertorio teológico impresionante, se tratan muchos temas, se habló de todo. Cambian de tema de un momento a otro, están hablando una cosa y no terminan, sino que cambian, luego entra otro tema y luego cambian. Pero de todos los temas discutidos Jesús no respondió a ninguno. Tanto hablaron y de nada respondió Jesús. Pero Jesús consiguió su verdadero propósito, la conversión de esa mujer, de inmediato esta mujer comenzó a dar testimonio de su encuentro personal con Jesucristo. Lo que le impactó a la mujer era que Jesús era un adivino: “Me ha dicho todo lo que hecho, vengan, tienen que escucharlo”. No le impactó la gran propuesta teológica de Jesús.

Se ha propuesto uno de los muchos diálogos que sostuvo Jesús y de las narraciones joánicas. Sobre muchos temas habló Jesús, se le hicieron muchas preguntas hasta tal punto que en Mc 12,34 se dice que ya ninguno osaba preguntarle a Jesús. Habían discutido del cielo, ángeles, etc. No se atreven a preguntar no porque ya se hubiera acabado la curiosidad de la pregunta, sino más bien porque Jesús los dejaba descontrolados. Simplemente los confundía.

EL MÉTODO DE CORRELACIÓN

El secreto pedagógico de Jesús estuvo en lo que Paul Tillich denomina: “Método de correlación” [17] . Este autor parte del principio de que la fe implica un tipo de conocimiento que es cualitativamente distinto al conocimiento que implica la labor técnica y científica del teólogo. El conocimiento que yo necesito para tener fe es cualitativamente distinto al conocimiento que necesito para hacer teología. Porque el conocimiento para la fe se caracteriza por ser completamente existencial. En cambio, al teólogo se le exige que exprese su verdad de un modo metódico, es decir, soy teólogo cuando soy metódico y sistemático, para tener fe no se necesita esto. Si la fe implica un tipo de conocimiento que en calidad es distinto al de la ciencia, entonces la teología no sirve para transformar al individuo, a no ser que la teología se proponga ese fin. Si la teología sigue siendo simplemente la reflexión sistemática, elaboración de conceptos y métodos, nunca irá a transformar al individuo.

Para conseguir ese cometido entonces Paul Tillich propone el método de correlación. Es complejo, pero su planteamiento es sencillo. Dice Paul Tillich: “Al utilizar el método de correlación, la teología sistemática procede de la siguiente manera: realiza un análisis de la situación humana del que surgen las cuestiones existenciales, y demuestra luego que los símbolos utilizados en el mensaje cristiano son las respuestas a tales cuestiones existenciales” [18] .

Lo que dice Tillich, es que quien plantea una pregunta teológica no lo hace porque quiera saber exactamente la respuesta a tal pregunta, sino que la persona al plantearse tal cuestionamiento lo que tiene es un problema existencial mucho más de fondo; entonces ¿Cuál debe ser mi función?, tratar de comprender cuál es la situación humana en que se encuentra ese individuo que lo lleva a hacerse tal pregunta, una vez que discierno cuál es la situación, entonces le demuestro que en los símbolos cristianos hay respuesta, pero no a su pregunta, sino a la pregunta que hay de orden existencial en el fondo de la persona. Cuando la mujer samaritana pregunta, ¿Señor, dónde debemos adorar, en Jerusalén o en este monte? Jesús no le dice que aquí o allá, porque eso no transforma la vida de la mujer.

Nuestro pueblo se pregunta ¿Cuál es el número de la bestia?, ¿Es Hitler el anticristo, o quién es?, etc. Si se responde a la pregunta del anticristo, la persona sale muy emocionada a contar a los cuatro vientos quién es el anticristo, pero eso no transformó para nada la vida del individuo. No resuelve los problemas existenciales en la vida del hombre; luego el secreto está en no responder a la pregunta planteada, sino en descubrir cuál es la verdadera necesidad del individuo en orden existencial. Cuando se descubre la verdadera necesidad, entonces puedo satisfacer su necesidad. Puedo conseguir un verdadero cambio en la vida de la persona. El problema es que gran parte de la teología tanto sistemática como bíblica está girando en torno a responder las inquietudes del teólogo y entonces él, estudia, analiza y escribe libros, que muchas veces no dicen nada a nadie, pero son gordos y se venden a buen precio. Hacemos profundas reflexiones que no responden a necesidades existenciales.

El éxito de Jesús es que su teología no fue de orden académico, sino de orden existencial. Fue un hecho pedagógico. Con su teología Jesús condujo a un nuevo camino a quienes lo escucharon, a un cambio de vida. Es simpático ver las respuestas de Jesús a los fariseos, a los inteligentes de la época. La respuesta que esperaban era sí o no, hasta que se cansaron, (Mc 12,34). Jesús pretende la transformación del individuo, del ser humano. El que escuchó a Jesús, supo cuál era el camino de la vida eterna. Jesús comprendía la teología pero no era el interés tratarla. Jesús no fue solamente teólogo, sino más bien un verdadero maestro.

CONCLUSIÓN

Después de haber discutido un poco el tema que nos ocupa, hicimos un recorrido por la historia de la teología, con base en algunos paradigmas. Se trataba de observar cómo nosotros enseñamos teología, con base o dentro de uno de esos u otros paradigmas. Luego presentamos algunas de las tendencias por donde puede ir la teología hoy, pero quisimos iluminar esas tendencias desde la Sagrada Escritura y más concretamente desde la pedagogía de Jesús. Nos situamos dentro de la amplia gama de métodos pedagógicos de Jesús, pero nos detuvimos sobre la pregunta, desde allí veíamos cómo más que ser teólogo Jesús era un verdadero maestro de teología. No analizamos aquí las preguntas de Jesús como modelo pedagógico, pero lo que tenemos claro es que la pregunta es tan importante en la educación que no podemos dejar de afirmar que el maestro que domina la técnica de la pregunta domina también el arte de la enseñanza. En teología esto es vital, pues la fe que no resiste al cuestionamiento, ¿Qué clase de fe es?

Nos percatamos de la manera como Jesús enseña teología, con una pedagogía anclada en la vida existencial de las personas. Esto es muy importante, porque no podemos olvidar que enseñar la fe no es meramente una actividad intelectual, sino también una actividad que envuelve los sentimientos, la voluntad, y en general todo el ser de la persona. Por otra parte, desde nuestro contexto constatamos que la verdadera teología es la que la gente cree y vive, es el pueblo el que vive la teología. Pero solo cuando la historia de nuestras vidas es insertada en la historia de la fe o cuando la historia de la fe es insertada en la historia de nuestras vidas, se produce una pedagogía transformadora.

Tal vez no se trata de imitar a Jesús, sino de seguirlo en la novedad de su pedagogía. Porque tal vez él no utilizaría las mismas técnicas para impartir su enseñanza hoy. Lo importante no es hacer las mismas cosas que hizo Jesús, sino hacer la hermenéutica de esa pedagogía, siguiendo su dinamismo, viveza y profundidad. La pedagogía religiosa debe ser de suyo una actividad teológica.

La figura que más daría cuenta del verdadero maestro es aquella del padre de familia, que quiere darle toda su sabiduría a su hijo. De tal modo, que el maestro que es padre no desea otra cosa, sino que su discípulo crezca, cosa que en cambio el maestro-amo no quiere, porque es celoso de su supremacía intelectual. El padre, en cambio piensa en su interior: a él le toca crecer, a mí menguar, como decía Juan el Bautista con respecto a Jesús (Jn 3,30).

Finalmente, siguiendo el método de correlación de Paul Tillich, no respondí a la pregunta formulada como tema de esta ponencia, tal vez el problema existencial que subyace es la importancia y la pertinencia de la teología hoy, del cual no hay ninguna duda. Dentro de nosotros está la preocupación por comunicar de una manera pedagógica la teología, a fin de seguir dando sentido a la existencia humana.


 


[1] Para esta parte me valgo de un artículo del P. João Batista Libanio, profesor del Centro de Estudios Superiores de la compañía de Jesús, en Brasil, en el libro: Teología y nuevos paradigmas, ed. Mensajero, Bilbao 1999, pp. 37-50.

[2] JUAN JOSÉ TAMAYO-ACOSTA, Nuevo Paradigma Teológico, ed Trotta, Madrid 2004.

[3] El diccionario define la palabra heurística como el arte de inventar.

[4] Experimental, no una teología autoritaria, de definiciones últimas o de afirmaciones incuestionables. Utiliza la imagen del desarmado David con respecto al gigante Goliat. Iconográfica, porque en las creencias y prácticas de las personas en las culturas y de las comunidades religiosas influyen más las imágenes y los símbolos que los conceptos.  Pluralista: porque son necesarias muchas imágenes para expresar la experiencia religiosa, pues una sola agota el misterio de Dios.

[5] 1 Tim 2,5 ei-j ga.r qeo,j( ei-j kai. mesi,thj qeou/ kai. avnqrw,pwn( a;nqrwpoj Cristo.j VIhsou/j  (Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre). Hch 4,12 kai. ouvk e;stin evn a;llw| ouvdeni. h` swthri,a( ouvde. ga.r o;noma, evstin e[teron u`po. to.n ouvrano.n to. dedome,non evn avnqrw,poij evn w-| dei/ swqh/nai h`ma/j (Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos).

[6] BENEDITO FERRARO, “Función de la teología en medio de las crisis de referentes, de utopías y de esperanza”, en Teología y Nuevos Paradigmas, Bilbao 1999, pp. 196-197

[7] A mi modo ver, se trata de seguir el modelo de la comunidad que presenta el libro del Deuteronomio, una sociedad igualitaria con un alto sentido de trascendencia de el uno por el otro. De igual manera, en el Nuevo Testamento San Pablo no entiende la predicación del evangelio si no es en el contexto de formar comunidad. 

[8] El Santo Padre valoraba la producción teológica en los grandes diccionarios y manuales que hacían de conexión con la tradición y el mundo de hoy, y los invitaba a seguir adelante en la investigación teológica. Que miren en ella, sobre todo, los problemas y a las necesidades del mundo actual; pero que no se dejen desviar por corrientes caducas y transitorias del espíritu humano. El conocimiento científico y particularmente el conocimiento teológico, tiene la necesidad de valor para atreverse, y paciencia para madurar. Este conocimiento tiene sus leyes, que no se pueden imponer desde el exterior.

[10] Tenemos problemas cuando la teología dogmática funciona al margen de la exégesis, algunos dicen que la Biblia que maneja un teólogo es una mini-Biblia. Por su parte los exegetas también se encuentran a mitad de camino, porque la tarea de la exégesis no es dar razón de los contenidos conceptuales de un texto, sino que cada texto es una teología subyacente, porque está dando razón de una percepción de la voluntad de Dios.

[11] Cf. RAFAEL AGUIRRE y ANTONIO RODRÍGUEZ, Evangelios Sinópticos y Hechos de los Apóstoles, Verbo Divino, Stella 2000, pp 20-30.

[12] Curiosamente Mc 4,38 y 9,17 Jesús es llamado maestro, mientras que en los paralelos de Mt (8,25 y 17,14) se usa la expresión Señor. Parece claro que Mc refleja un uso más primitivo y que Mt ha introducido una utilización más reverente y eclesial.

[14] El término didáskalos aparece 58 veces en el N.T. De ellas 48 en los evangelios, prevalentemente aplicado a Jesús. El verbo didáskein, enseñar, aparece 95 veces casi siempre relacionado con Jesús. Por lo tanto Jesús es el maestro por excelencia.

[15] En Palestina hay un escorpión, el alacrán blanco y venenoso, parecido a un huevo, que anida en los pedregales del desierto.

[16] Acordémonos, que antes hemos dicho que un texto bíblico se tiene que interpretar en su sentido completo, no solo en el ámbito del mismo texto.

[17] Exegeta alemán, muerto en 1965.

[18] PAUL TILLICH, Teología Sistemática, Tomo I, Ed. Sígueme, Salamanca 1982, p. 89.