La verdad sobre Galileo

GALILEO

Hemos visto en los anteriores comentarios que es falsa esa creencia de que la Iglesia ha sido entorpecedora, e incluso hostil, como la acusan, hacia la Ciencia. Pero, mucho lastre existe aún sobre ello. El más manoseado asunto que, como ejemplo, siempre anteponen a quienes se atreven a oponerse a esas tesis borreguiles es el del asunto Galileo. Incluso el cardenal Newman encontró revelador que éste fuera el único ejemplo que la gente fuera capaz de citar.

Muchos astrónomos jesuitas habían estado ya trabajando en el mismo campo e hipótesis de Galileo, hasta el punto de que esperaban el hallazgo de nuevas pruebas que les permitieran defender con rigor el modelo copernicano que, al fin y al cabo, ya tenían ellos en hilvanes.
Por lo tanto, fue no sólo muy bien recibido el trabajo de nuestro personaje, sino también celebrado por destacados eclesiásticos. Es más, fue recibido en audiencia por el Papa Paulo V. Y cuando publicó su obra Carta sobre las manchas solares, en la cual defendía el sistema copernicano, por primera vez en forma ya de papel impreso, fue felicitado –entre otros-, por el cardenal Barberini (futuro Papa Urbano VIII).

Es decir, que la Iglesia no sólo no puso objeción alguna al uso del sistema copernicano, sino que además lo percibía como un elegante modelo teórico que permitía explicar mejor los fenómenos celestes. No obstante, Galileo, sin considerar este modelo como hipótesis de trabajo, lo lanzó como una certeza. Y aún llegó más lejos, ya que, haciendo una pirueta, propuso la reinterpretación de la misma Biblia en aquellos versículos que él entendía habían quedado refutados con sus hipótesis astronómicas. Y he aquí que cometió un tonto error, pues abandonó el estricto campo científico, en el que no sólo tenía absoluta libertad, sino además, el parabién y las felicitaciones de todos, para adentrarse en otro que no le correspondía estrictamente: el teológico.

Es evidente que muchos teólogos estimaron que Galileo había usurpado su autoridad por intromisión. Así Langford, uno de los expertos en este asunto, afirmó que: "no es del todo cierto retratar a Galileo como una víctima inocente de la ignorancia y los prejuicios. Los acontecimientos que siguieron son en parte imputables al propio Galileo, que entró a debatir sin tener pruebas suficientes y se metió en el terreno de los teólogos".

Por esta intromisión fue declarado hereje. Un tropiezo que ha posibilitado el mito de la hostilidad de la Iglesia hacia la investigación científica.

Orígenes de la teoría de Galileo. Postura del mundo protestante.

El gran católico polaco Kopercnik, o Copérnico, canónigo de la catedral de Frauenburg, publicó en 1543 su obra fundamental: Las revoluciones de los mundos celestes, dedicada al, también astrónomo, Papa Pablo III. Dicha obra fue posible gracias a sus observaciones desde el rudimentario telescopio instalado en dicha catedral.

La teoría copernicana (la tierra y los planetas giran alrededor del Sol) daba un golpe tremendo a la hasta entonces vigente teoría ptolemáica (El Sol y los planetas giran alrededor de la Tierra) y estabilizó el fiel de la balanza de las creencias celestes hasta el proceso de Galileo en 16. Y, es curioso, la primera alarma sobre las teorías copernicanas no llega de la parte católica, sino de la protestante. Efectivamente, desde Copérnico hasta Galileo se suceden once papas que no sólo no atacan esa hipótesis, sino que además, la alientan. Por el contrario, fue Lutero el quer a esas tesis copernicanas ya le dedicó un texto de protesta del siguiente tenor: " La gente le presta oídos a un astrólogo improvisado, que trata de demostrar en cualquier modo que no gira el Cielo, sino la Tierra. Para ostentar inteligencia basta con inventar algo y darlo por cierto. Este Copérnico, en su locura, quiere desmontar todos los principios de la astronomía." Y Melantone, principal colaborador teológico de Lutero, se muestra inflexible: "No toleraremos semejantes fantasías".

Es más, el protestante Kepler, seguidor de Copérnico es expulsado del colegio teológico de Tubinga y tiene que huir a Praga, a donde, en cambio, le llegó una invitación católica para enseñar en la Universidad de Bolonia, de verdadero prestigio.

Fue Lutero quien más diatribas lanzó contra las tesis de Copérnico repitiendo: "Se colocaría fuera del cristianismo quien afirmara que la Tierra tiene más de seis mil años."

Eppur si muove

Así que fue desde el bando protestante desde donde arreciaron las críticas contra los nuevos y revolucionarios estudios astronómicos. El mito de su defensa en contra de los católicos se desvanece; al igual que la famosa frase "Eppur si muove", que todo el mundo, incluída la extravagante Asignatura para la Educación de la Ciudadanía, atribuye a Galileo, tras escuchar su sentencia, lanzada contra los inquisidores.

Todos esos se sorprenderían si supieran que dicha frase fue inventada en Londres, en 1757, por el periodista Giuseppe Baretti.

La condena de Galileo

La realidad es que Galileo, tras escuchar la sentencia el día 22 de Junio de 1633, en el convento dominico de Santa María sopra Minerva, dio las gracias a los diez cardenales (tres de los cuales habían votado a favor de la absolución), por la pena que le impusieron. La verdadera. Y ¿qué pena fue esa?: La obligación de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales, durante el plazo de tres años, que una vez concluido, el propio Galileo, bastante católico, por cierto, prolongó voluntariamente durante gran parte del resto de su vida.

Son falsas, por tanto, todas esas fábulas sobre cárceles, torturas, hogueras y cuentos.., Galileo no pasó ni un solo día en la cárcel, ni sufrió violencia de tipo alguno. La verdad fue que durante el proceso estuvo alojado en Roma, a cargo de la Santa Sede, en una vivienda de cinco habitaciones con vistas a los jardines del Vaticano y con servidor personal. Y después de escuchar la célebre sentencia, fue alojado en la maravillosa Villa Médici en el Pincio, de la que se trasladó al palacio del Obispo de Siena, uno de los muchos que le apreciaban y que le habían alentado en sus teorías Por último, llegó a su elegante villa en Arcetri, llamada por sus contemporáneos "Il gioiello (La joya).

Jamás perdió la estima, amistad y aprecio de los obispos y demás eclesiásticos. Nunca se le prohibió seguir con sus estudios y de eso se aprovechó llegando a publicar un libro titulado Discursos y demostraciones matemáticas sobre dos nuevas ciencias, que es, realmente, su obra maestra científica. Y siguió desarrollando su trabajo desde el célebre Observatorio Astronómico del Vaticano, fundado y dirigido, hasta hoy mismo por jesuitas, y de prestigio mundial. Y, finalmente, creó su propia escuela rodeado de jóvenes estudiosos, en total libertad.

Si. Galileo murió a los setenta y ocho años en su cama, con la indulgencia plenaria y la bendición del Papa, el 8 de Enero de 1642, nueve años después de la "condena".

El proceso

La verdadera condena suena aún más irrisoria cuando se conoce el desarrollo del proceso llevado a cabo por tan crueles inquisidores.

Desde el principio Galileo no pudo aportar prueba alguna que demostrara su hipótesis y lo que dijo, encima, era erróneo. Nada de frases rimbombantes ni duelo titánico con tozudos censuradores.

1er error: En los cuatro días de discusión el dato aportado para probar que la Tierra giraba alrededor del Sol fue explicar el fenómeno de las mareas, diciendo que eso se debía a la "sacudida" provocada por la Tierra en ese movimiento. Lo cual era erróneo. Y, en cambio, la aportada por los inquisidores para rebatirla, era la correcta: que el flujo y reflujo de las mareas se debe a la atracción de la Luna. Sin embargo Galileo se burló de ellos y les llamó "imbéciles"

Galileo no pudo aportar pruebas porque, realmente, el movimiento de la Tierra no se demostró hasta 1748 y físicamente, más tarde con el célebre péndulo de Foucault en 1851.

2º error: Ya antes, en 1618, con ocasión de haber aparecido en el cielo de unos cometas, había afirmado insistentemente que sólo se trataba de ilusiones ópticas y arremetido contra los astrónomos jesuitas del Observatorio Vaticano que decían, en cambio, que eran objetos celestes reales.

3er error: Afirmó que la Tierra se movía pero el Sol estaba completamente fijo, cuando, en realidad, éste también se mueve en torno al centro de las galaxia.

Es decir, Galileo, en lugar de sostener sus tesis como hipótesis, se lanzó a darlas por concluidas aportando sólo errores y, además, abusando de la comprensión y hasta benevolencia entusiasta de la Iglesia, se atrevió a querer modificar la misma Biblia, lo cual ya era harina de otro costal. E incluso, desoyendo los consejos de moderación provenientes de quienes le reportaron honores y ayudas, publicó su libro Diálogos sobre los dos mayores sistemas del mundo, con la citada carga burlesca, que llegó a poner en boca del bobo del diálogo, Simplicio, los consejos de moderación dados por el propio Papa, que era su amigo, además de admirador.

Esta soberbia fue la que le llevó al citado proceso.

Galileo no sólo se permitió abusar e insultar a sus amigos y protectores, entre ellos el propio Papa, sino también a los hombres de ciencia de su época, a la sazón los astrónomos jesuitas del Colegio Romano, contra los que lanzaba diatribas en las que llamaba a los que no aceptaban el sistema copernicano: "imbécil con la cabeza llena de pájaros" "apenas digno de ser llamado hombre" " una mancha en el honor del género humano" "que se ha quedado en la niñez" y otros piropos por el estilo.

Galileo llegó a escribir expresamente en lengua vulgar, en vez de hacerlo en el idioma culto utilizado entonces entre los hombres de ciencia, el latín, y ello con el fin de "puentear" a los teólogos y demás hombres de ciencia y llegar inmediatamente al hombre de la calle. Lo cual fue juzgado como una actitud precipitada porque no era prudente hacer llegar hipótesis aún no confirmadas como verdades y desarrolladas por los sabios, al hombre de a pié.

Y, finalmente, toda la condena fue esa: la obligación de rezar una vez por semana los siete salmos penitenciales, durante el plazo de tres años, más la de no alejarse demasiado de su lujosa villa en Arcetri, pena esta última que fue levantada enseguida.

Toda la parafernalia sobre retóricas rimbombantes y frases fantásticas y retadoras al estilo del "Eppur si muove" son invención posterior de los innumerables enemigos de la Iglesia, los ilustrados y más recientemente los marxistas como Bertold Brecht.

Mas sobre Galileo. Su querida y sus hijas.

Aún sorprende más que Galileo tuviese como protectores y amigos a canónigos, eclesiásticos y al propio Papa, cuando profundizamos un poco en su vida personal, nada desconocida entonces.

Efectivamente, nuestro "condenado", convivió abiertamente sin querer casarse con una mujer, la veneciana María Gamba, de la que tuvo un hijo varón y dos hijas. Y a la cual abandonó sin más, cuando dejó Padua para volver a la Toscana por mejores posibilidades para su carrera, quitándole, incluso, los hijos.

A las niñas las alojó primero en casa de su cuñado, pero luego pensó en una solución definitiva y se le ocurrió meterlas a monjas, y como las leyes eclesiásticas no permitían que las aún niñas cogieran los hábitos, acudió a aquellos prelados que tanto le admiraban, y así, en 1613, las dos inocentes, de trece y doce años, entraban en el monasterio de San Mateo de Arcetri y tomaban los hábitos poco después.

Virginia, que adoptó el nombre de María Celeste, pudo llevar cristianamente su cruz y vivió con profunda piedad y activa caridad, pero su hermana Livia, sor Arcángela, no lo pudo soportar y vivió sufriendo toda su existencia.

He aquí un aspecto bastante vulnerable de Galileo que haría las delicias de las feministas y demás progres de la actualidad, si no fuera porque es mucho más rentable explotar la mentira de su condena por la Iglesia a causa de la ciencia. Es más, ningún eclesiástico le reprochó nunca esas flaquezas y ello porque esa Iglesia tan moralista supo no caer en el error fácil y mezquino de mezclar su vida privada con sus ideas.

Muy diferente habría sido su suerte en la Suiza de Calvino, donde decapitaban a los concubinos, o en la Alemania luterana.