La política religiosa en España

 

Escrito por José Barros Guede   

jueves, 02 de diciembre de 2010

La política y la religión son dos realidades connaturales al ser humano que están inscriptas en su mente y en su corazón configurando la vida social, las constituciones, las leyes y las costumbres de los pueblos, naciones y estados. El ser humano como animal racional político necesita de la política para convivir, relacionarse socialmente y progresar, y como religioso necesita de la religión para dar respuestas al misterio de la vida y de la muerte y explicar el infinito que nos circunda y nos envuelve.

¿ Qué es, pues, política y qué es religión?. Política es la ciencia y el arte de dirigir y gobernar la vida social cívica hacia el bien común y el bienestar de los ciudadanos de un pueblo, de una nación y de un estado por medio de proyectos verdaderos y justos llevados a cabo. La religión son creencias y sentimientos espirituales y sobrenaturales que los seres humanos tienen y sienten de la dependencia de un ser superior, creador de la vida y del universo, que nos gobierna misteriosamente y providencialmente.

 Aristóteles señala tres formas de hacer política por los ciudadanos: monárquica, aristocrática y democrática. Monárquica, cuando una persona llamada rey dirige y gobierna un pueblo, nación y estado, siendo absoluta si el rey ostenta los tres poderes legislativo, ejecutivo y judicial, y moderada si comparte los tres poderes, o al menos, el legislativo con el congreso de los diputados. Su vicio es la tiranía.

 Aristocrática, cuando un grupo de unas pocas personas sabias y tecnócratas dirigen y gobiernan un pueblo, una nación y estado. Su vicio es la oligarquía. Democrática, cuando la mayoría de diputados pertenecientes a un partido político, elegidos en votación libre y secreta por los ciudadano dirigen y gobiernan un pueblo, nación y estado bajo la división y separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Su vicio es la demagogia.

De los tres sistemas o formas de hacer política, la democrática es la mejor. No obstante, históricamente, fue considerada como poco fiable, debido a que caía fácilmente en la demagogia, en el extremismo y en la contracultura. De ahí, que los grandes filósofos griegos, tales como, Platón y Aristóteles, fueran partidarios de la política aristocrática, y el Impero romano estableciera la política monárquica imperial de estructura militar.

 Hasta finales del siglo XVIII, la generalidad de los pueblos, naciones y estados de la antigüedad adoptaron la política monárquica absoluta, que en la España visigoda fue confesional cristiana, bien arriana, bien católica, y fue confesional católica en los reinos hispanos de la Reconquista, en los reinos de los Reyes Católicos, en las monarquías españolas de los reyes de los Austrias y de los Borbones.

 En el siglo XVIII, ante la opresión fiscal y desigualdades que el pueblo llano sufría, la burguesía ciudadana promovida por los pensadores Hobbes, Hume, Locke, Montesquieu y Rouseau, por el comercio internacional y por la revolución industrial, se enfrenta a los privilegios de las altas clases, noble y clero, protegidas por el antiguo régimen monárquico, y dan lugar a la Revolución Francesa entre los años 1789 a 1799.

 La Asamblea Nacional francesa abroga los privilegios y señoríos de la clase noble y clerical, nacionaliza los bienes y derechos eclesiales, proclama los principios de libertad, igualdad y fraternidad y establece una nueva constitución basada en una política democrática liberal y limitada por el sufragio censatario y capacitario de los ciudadanos mayores de edad que paguen impuestos o posean a un grado de instrucción. Extingue la monarquía absoluta, la política del antiguo régimen y establece la república.

 Posteriormente, a partir del siglo XIX las monarquías y repúblicas de diversas naciones, pueblos y estados adoptan en sus constituciones dicha política liberal democrática, confesional en unos casos, aconfesional en otros y laicista en otros distintos casos, según el partido político que gobierna, y extienden el sufragio universal a todos los hombres y mujeres mayores de edad.

Concretamente en España, en 1812, la monarquía democrática de moderados liberales y conservadores ordena una política confesional católica en la primera constitución, madre de todas las constituciones posteriores, extingue el antiguo régimen y abroga los señoríos laicos y nobles. En 1834 y en 1837, la monarquía democrática de liberales progresistas manda una política laicista y anticlerical en la segunda y tercera constitución, y nacionaliza y vende los bienes y derechos inmobiliarios del clero secular y regular, de las órdenes militares y de las capellanías a particulares mediante leyes, decretos y órdenes posteriores. 

 En 1845, la monarquía democrática de moderados liberales establece una política confesional católica en la cuarta constitución y firma un importante concordato con la Santa Sede en 1851, que regirá sus relaciones con el Estado Español durante muchos años. En 1869, la monarquía democrática de liberales progresistas ordena una política anticlerical en la quinta constitución, que, junto con la primera república española de 1871, venden los bienes nacionales que quedaban de la desamortización eclesiástica. En 1876, la monarquía moderada de conservadores y liberales establece una política confesional católica en la sexta constitución.

En 1931, la segunda república mayoritariamente socialista y de centroizquierda establece una política radicalmente laicista y anticlerical en la séptima constitución, que posteriormente desarrolla hostil y agresivamente mediante leyes, decretos y órdenes contra el clero de la Iglesia católica. Por ley del 19 de enero de 1932, seculariza los cementerios. Por orden circular del 12 de enero de 1932, prohibe los símbolos y prácticas religiosas en la escuela. En marzo de este año, suprime los crucifijos en las aulas. Por decreto de 24 de enero de 1932, disuelve la Compañía de Jesús. Por ley del 2 de marzo de 1932, legaliza el divorcio por disenso de los cónyuges o a petición de uno de ellos con justa causa después de dos años de matrimonio.

Por ley del 28 de junio de 1932, establece el matrimonio civil obligatorio como único estatal, y no reconoce el matrimonio eclesiástico y las sentencias de sus tribunales a efectos civiles. Por ley del 5 de julio de 1932, suprime el Cuerpo Eclesiástico del Ejército, prohíbe los actos de culto en los cuarteles, anula los honores al Santísimo en las calles, elimina la partida presupuestaria destinada al nuncio como presidente del Tribunal de la Rota y reduce notablemente el presupuesto del clero secular, pasando de 66.980.000 pts en 1931, a 22. 093.070 pts en 1932.

Por ley del 17 de mayo de 1933, suprime la propiedad de inmuebles y la enseñanza de las órdenes y congregaciones religiosas. Prohíbe mantener, favorecer o auxiliar, desde cualquier entidad pública estatal, a las Iglesias, asociaciones e instituciones religiosas y exige la autorización gubernativa para el culto fuera de los templos. Ordena que los templos de toda clase, sus edificios anexos, los palacios episcopales y casas rectorales, con sus huertas anexas o no, seminarios, monasterios y demás edificaciones destinadas al servicio del culto católico o de sus ministros sean de propiedad pública.

El régimen del general Franco establece una política confesional católica. Por el Fuero de los Españoles, del 17 de julio de 1945, ordena: “La profesión y práctica de la Religión Católica, que es la del Estado Español, gozará de la protección oficial. El Estado asumirá la libertad religiosa, que será garantizada por una eficaz tutela jurídica que, a la vez, salvaguarde la moral y el orden público” (Art. 6).

 Por la ley de Principios del Movimiento Nacional, del 17 de mayo de 1958, manda: “La Nación española considera como timbre de honor el acatamiento a la Ley de Dios, según la doctrina de la santa Iglesia católica, apostólica y romana, única verdadera, y fe inseparable de la conciencia nacional, que inspirará su legislación” (Art.2). Por el concordato de España con la Santa Sede de 1953 fortalece las relaciones con la Iglesia católica.

La actual monarquía democrática parlamentaria de conservadores, liberales, socialistas y comunistas establece una política aconfesional en la octava y actual constitución de 1978. Concretamente, expresa: “España se constituye en un Estado social y democrático de derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y pluralismo político. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan todos los poderes del Estado. La forma política del Estado español es Monarquía parlamentaria” (art. 1).

Asimismo manda: “Se garantiza la libertad ideológica, religiosa, y el culto de los individuos y comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden protegido por ley. Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias. Ninguna confesión tendrá el carácter estatal. Los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las correspondientes relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y las demás confesiones” (Art. 6).

Según dichos textos constitucionales, aunque la actual constitución española es aconfesional, ordena a los poderes públicos tener en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantener las correspondientes relaciones de cooperación con la Iglesia católica y otras religiones. En síntesis, establece un una política aconfesional y una cooperación con la Iglesia católica y demás religiones conforme a las creencias de la sociedad española.

 Sin embargo, la política del gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero no tiene en cuenta las creencias de la sociedad española muy mayoritariamente cristiana católica, al establecer las leyes sobre los matrimonios del mismo sexo, el aborto provocado como derecho de la mujer preñada, el divorcio exprés sin causa y la asignatura de la ciudadanía, cuyos contenidos no sólo van contra la religión cristiana y demás religiones, sino que también van contra la doctrina y moral de la mayoría de los ciudadanos españoles. 

 La política democrática parlamentaria puede ser directa o indirecta. Es directa cuando sus ciudadanos eligen libremente a sus representantes políticos en listas abiertas por circunscripciones. Es indirecta cuando los eligen en listas cerradas, impuestas y presentadas por los partidos políticos. La actual política democrática parlamentaria española es indirecta. Este es caso, puede ocurrir que sus representantes o diputados ni legislan, ni gobiernan ni hacen justicia según la voluntad de los ciudadanos del pueblo, nación y estado, sino que legislan, gobiernan y hacen justicia según sus intereses y sus ideologías dando lugar a verdaderas demagogias y dictaduras de la mayoría parlamentaria.

 Maurice Duverger, profesor emérito de la universidad de la Soborna de París, enseña que las políticas democráticas indirectas o representativas son: “Para unos esencialmente un lucha y una contienda que permite asegurar a los individuos y a los grupos que detectan el poder su dominación sobre la sociedad, y al mismo tiempo las ventajas que se desprenden de ello”. Es más, hay políticos que legislan gobiernan sin saber legislarse ni gobernarse a si mismos, ni a su familia, ni a su empresa. Dichas personas, entiendo, no están capacitadas para asumir legislar ni gobernar a los ciudadanos de un pueblo, de una nación, de un estado.

Para evitar la demagogia y la dictadura de la mayoría parlamentaria es necesario que los políticos de las democracias indirectas sean asesorados por consejos jurídicos, morales, económicos y religiosos constituidos por personas independientes, sabias, competentes y honestas. Sus políticas demagógicas y dictatoriales sean corregidas por tribunales constitucionales independientes, por fuerzas participativas sociales e intelectuales y religiosas, por plebiscitos de iniciativa popular y por referendos populares.

 Emilio Castelar dice a los políticos de su tiempo en su libro, La Revolución Religiosa: “quitaos de la mente un falso principio de la escuela positivista, hoy en boga, quitaos la creencia errónea de un próxima desaparición del dogma religioso y del dogma metafísico en la humana conciencia, porque para destruir la metafísica y la religión necesitarías rehacer el hombre y cambiar su naturaleza”.

Históricamente, la religión es tan antigua como hombre, manifestándose de diversas formas, desde el fetichismo y el animismo al hinduismo, budismo, shintoismo, judaísmo, cristianismo y islamismo. Los ciudadanos religiosos fueron ayer, son hoy y serán mañana, miles de millones extendidos por todas las naciones, pueblos y estados del mundo. La ciencia sean cual sea su sistema de investigación y la política sean cuales sean sus formas y sus ideologías jamás podrán enterrar a la religión y al alma humana.

La religión existe como existe el arte, la ciencia, el derecho y el estado político. Son necesidades connaturales al ser humano. La religión durará en la tierra tanto cuanto dure la persona humana, criatura de Dios. Indudablemente, lo sobrenatural existe no como una contradicción de lo natural, sino como una superación natural de esta vida temporal que pide otra eterna, más allá de nuestra muerte. Ninguno de los adelantos científicos ha podido destruir la religión.

 A las religiones les basta decir que Dios existe, que es el creador del universo y del hombre y es providente en la historia y en la naturaleza humana ordenando unas creencias y una moral que asegura la vida eterna. Lo cierto es que por todas partes se han levantado y se levantan templos cargados de exvotos y henchidos de oraciones, que por doquier los altares humean iluminados por las llamas del holocausto y del sacrificio, que las tumbas de las generaciones muertas obstruyen los caminos de las generaciones vivas y les hablan del espíritu religioso.

 Concretamente, la religión cristiana católica ha sido históricamente el alma de nuestras glorias literarias y artísticas, la archivadora de nuestros documentos, la fundadora de nuestras escuelas y universidades, el artífice de nuestros monumentos, la unión de los pueblos hispanos, de la unidad española, la promotora de la lengua castellana y de la cultura española y la inspiradora de la primera constitución democrática española.

 La religión cristiana católica sigue siendo la mayoritaria de los ciudadanos españoles, a pesar de la política religiosa laicista de ciertos partidos políticos y fuerzas sociales y por ciertos medios de comunicación y grupos de presión. No puede haber el antagonismo que hay entre la parroquia y la escuela, entre la facultad universitaria de teología y las de filosofía y ciencias naturales. No pueden ir las ideas por un lado y las plegarias por otro. No puede haber contradicción entre los dogmas religiosos y la ciencia.

La política democrática española necesita de la religión cristiana católica para no oprimir el alma y el espíritu de los ciudadanos españoles, porque no hay desarrollo pleno ni bien común sin el bien espiritual y moral de las personas compuestas de alma y cuerpo. Las nuevas formas de esclavitud, como la droga, y la desesperación en que caen tantas personas, tienen una explicación no sólo sociológica, sino esencialmente espiritual.

 La religión cristiana católica y la política democrática en España no pueden continuar con su antagonismo, porque o la sociedad se queda sin religión o la religión se queda sin sociedad. Las personas no solo son cuerpo o materia, sino que son también alma y espíritu. Los políticos tienen la obligación de legislar y gobernar no solo para el bienestar material de sus ciudadanos, sino también para su bien espiritual.

 Pues bien, ¿por qué, entonces, el laicismo y anticlericalismo, ayer y hoy, por parte de los políticos liberales, socialistas y nacionalistas de izquierdas contra la religión católica en España?. ¿Por qué la religión católica está, hoy día, infravalorada por la clase intelectual, marginada por los medios de comunicación, alejada de la juventud y de la clases obrera y hostigada por dichos partidos?.

 Las causas no son la fe y doctrina de la religión cristiana, sino su recta y verdadera aplicación por muchos cristianos de la Iglesia católica, que llevados de su fundamentalismo, fanatismo y educación cultural se oponen a toda modernidad y progreso, cuyos principios políticos son libertad, justicia e igualdad, a los cuales la religión cristiana aporta fraternidad, como su ley fundamental.

 En este sentido, el papa Benedicto XVI enseña que es necesario que la fe de nuestros cristianos católicos se encuentre con la modernidad y el progreso para purificarse de sus desviaciones, abriéndose a la vida, a la libertad, a la fraternidad e igualdad. Los cristianos católicos no solo debemos predicar el mensaje evangélico de amor a Dios y al prójimo y rezar a Dios Padre pidiendo cosas y dones, sino que es necesario que practiquemos los viejos principios de la modernidad, de progreso y de cultura con obras de libertad, igualdad y fraternidad.

 Los cristianos católicos tenemos que cambiad la teología mosaica del temor y del miedo por la teología de amor a Dios y al prójimo, porque, como dice San Juan en su primera carta: “Si no amas a tu hermano a quien ves como vas amar a Dios a quien no ves”. La vida, doctrina y obras de Jesús de Nazaret, fundador de la religión cristiana, fue predicar el amor a Dios Padre y el amor fraternal humano, curar enfermos, resucitar muertos, dar de comer al pueblo judío hambriento y criticar a los fariseos, letrados y a la clase sacerdotal judía por su hipocresía y falsedad.

 

José Barros Guede.

A Coruña, 2 de diciembre del 2010