CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 2 de octubre de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito Carlo Di Cicco, subdirector de "L'Osservatore Romano" sobre la beatificación de Chiara Luce Badano, joven focolarina (1971-1990), que tuvo lugar el sábado 25 de septiembre, en el santuario romano del Divino Amor.
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En la estación de las
débiles pasiones civiles y de las incertidumbres existenciales la Iglesia
propone a una mujer joven -Chiara Badano, fallecida a los dieciocho años
consumida por una enfermedad que asusta- como ejemplo de la posibilidad de
salir del torpor del alma y de vidas que se han quedado sin alegría y sin
esperanza.
Hoy que la fe cristiana vuelve a ser un camino estrecho que se elige, sólo
aparentemente la nueva beata es una cuestión de interés puramente católico,
concluida dentro de las fronteras de un ritual religioso. Por como Chiara
vivió su vida, de repente demasiado breve para no suscitar dolor, su
beatificación encierra fuertes mensajes y se cruza con preguntas comunes a
hombres y mujeres de todas partes y de toda convicción. Chiara Badano no es un
ejemplo de cristianismo percibido como residuo de leyendas embelecadoras para
simplones, sino más bien un ejemplo de libertad de espíritu encarnada dentro
de las dinámicas cotidianas de nuestra vida contemporánea, cuando en las
sociedades más secularizadas se plantea la pregunta de si la fe religiosa es
una evasión superflua. Un cristianismo que cambia la vida porque toca la mente
y el corazón. Ante todo de los jóvenes, pero también de toda persona que busca
un sentido.
Beatificando a una joven la Iglesia escucha seriamente la petición de
autenticidad que se eleva de los jóvenes hacia todo tipo de autoridad. La
joven Chiara adquirió sabiduría de vida no tanto de teorías abstractas sino
más bien de una decisión típica de la adolescencia que, en cambio, los adultos
viven con desencanto: apostarlo todo y desde el principio por el amor, con el
deseo de hacerlo eterno. Que por otro lado es el denominador común en los
santos, independientemente de su edad: todos están enamorados de Jesucristo,
elegido como bien total de la propia vida. De este seguimiento hacen derivar
una vida cargada de energías impensables, que emplean por la felicidad de los
demás. Los santos alcanzan la propia felicidad consumiéndose al servicio del
prójimo, en particular pobres y débiles, considerados imágenes vivas de Dios.
Se trata de una felicidad misteriosa y resistente al mal y a los sufrimientos
de los que está entretejida la trama de vida de cada uno.
Con la santidad no se propone una vida de magias o de poderes paranormales,
sino un camino hacia el cual para todos, sin distinción, es posible
encaminarse y que todos pueden recorrer viviendo el Evangelio y el mandamiento
más grande que contiene: amarás a Dios con todas tus fuerzas y al prójimo como
Jesucristo te ha amado a ti.
Chiara Badano es una joven que, muy pronto, se enamoró con ardor de
Jesucristo. Al vivir y morir en compañía de este gran amor, no tuvo tiempo
para su sufrimiento, sino ojos y corazón para los demás. En diálogo constante
con este Hombre vivo, sin predicar, se convirtió en una prueba concreta de que
Dios no es un azar por el cual hacer a ciegas nuestra apuesta en la vida, sino
un interlocutor interesante que, si le buscamos y le interrogamos, puede
cambiar la calidad de la vida y de la muerte humanas.
Cuando la Iglesia reconoce la santidad de un muchacho o de una mujer joven,
enciende una luz en la oscuridad de los tiempos en lugar de maldecir esa
oscuridad. A la percepción de la fatiga de vivir que todos experimentamos
diariamente, se añade una ayuda alternativa: comprender que la vida no está
toda aquí, que el sentido de la existencia no está encerrado sólo entre el
nacimiento y la muerte y que, si amamos, se puede vivir responsablemente
contentos incluso en cualquier tipo de sufrimiento y de precariedad.
Los jóvenes son por definición portadores de vida y mal se concilian con el
dolor. De la juventud se siente nostalgia, envidia; es un bien deseado pero
pasajero. Se sueña con reconquistarlo. La santidad cristiana tiene mucho en
común con este sentimiento humano, porque lo experimenta y trata de curarlo
con algunas garantías distintas de la ciencia: el amor, la capacidad de amar
es el único elixir que asegura la juventud del corazón y del espíritu, incluso
en la decadencia física más repugnante e imparable.
Antes que un razonamiento, los santos son un recorrido de vida vivida. La
Iglesia se juzga por los santos y no sólo por los pecadores. Cada vez que
proclama beata o santa a una persona, especialmente si es joven, renueva su
determinación a cambiar para mejor. En los santos del siglo XXI Benedicto XVI
deposita su confianza del éxito de una verdadera reforma de la Iglesia que
comenzó con el concilio Vaticano II.
Chiara Badano es la primera persona del movimiento de los Focolares que llega
a ser beata. Otra gran Chiara, fundadora de este vasto movimiento de hombres y
mujeres que querrían transformar el mundo con el amor, quiso añadir al nombre
de su joven discípula el de Luz, tanto que la nueva beata se identifica como
Chiara Luz Badano. Y la luz interior, como es sabido, abre la mente y
despierta el corazón