Autor: P. Antonio Rivero, L.C.
 

La grandeza de la autoridad

 

¿Que tipo de responsabilidades tiene el hombre en las que no puede ejercer la autoridad con caridad? El P. Antonio Rivero nos instruye en el tema.

 

I. GRANDEZA DE LA AUTORIDAD

1. La grandeza de la autoridad, de toda autoridad, radica en que viene de Dios. Así se lo dijo Cristo: "No tendrías autoridad alguna sobre mí, si no te la hubieran dado de Arriba" (Jn 19, 11). También la carta a los Romanos lo dice claramente: "Todos deben someterse a las autoridades. No hay autoridad que no venga de Dios, y las que hay, por él han sido establecidas. Por tanto, quien se opone a la autoridad, se opone al orden establecido por Dios, y los que se oponen recibirán su merecido" (Rm 13, 1-2).

2. De esto deducimos varias cosas:

a) Que la autoridad es un don, una gracia recibida de Dios. Gracia, no para disfrutarla nosotros egoísticamente; sino, más bien, para ponerla al servicio de los demás; en el caso de los padres de familia: para ponerla al servicio de sus hijos. Mi autoridad como padre o madre de familia es, pues, una participación de la misma autorid ad de Dios. De aquí deducimos otra conclusión:

b) Que los papás deben reflejar la imagen paterno-materna de Dios al ejercer la autoridad sobre sus hijos. Imagen que debe ser al mismo tiempo, amorosa y exigente, o si se quiere, amorosamente exigente. Nadie hay más amoroso que Dios, pero también nadie hay más exigente que el mismo Dios. Por eso urge que todo padre/madre de familia plasme en su vida los rasgos, la fisonomía de la autoridad de Dios, es decir, que sea un reflejo nítido de la imgen de Dios.

3. Dicha autoridad, vista así, se convierte en una seria responsabilidad:


a) Responsabilidad frente a Dios:
de Quien los papás han recibido ese encargo, en nombre del Cual están ejerciéndola, y ante Quien tienen que rendir cuentas de la misma. Cada papá/mamá tiene en sus manos algo que no es suyo, que es de Dios: sus hijos, a quienes con su autoridad tienen que educar, formar y llevar a Dios.

b) Responsabilidad frente a toda fa milia humana: el ejercicio de la autoridad repercute para bien o para mal en la familia humana, de la que nosotros formamos parte. Si todas las familias tomaran conciencia de cuanto estamos diciendo, el principio de autoridad, hoy día tan minusvalorado, menospreciado y pisoteado en tantos hogares, estaría en auge, en alza.

c) Responsabilidad frente a sus propios hijos: tienen el derecho a esperar de sus papás toda la firmeza, la bondad, el cariño y exigencia de Dios Padre, a quien ellos, sus papás, representan. Responsabilidad frente a sus hijos, porque ellos seguirán las huellas de sus padres, llevarán la antorcha, el estandarte, la estafeta que sus padres pongan en sus manos. Ellos serán en unos años padre y madres de familia. Qué grave responsabilidad la de los papás!

4. Junto a esta responsabilidad hay otra vertiente de la autoridad, que la convierte en algo noble, digno y grande. La autoridad es un servicio. Qué significa esto?

a) Que los padres no ejercen su autoridad para desfogar su mal humor, sus disgustos, sus enojos, su despotismo, su afán de imponerse, y querer tener siempre la razón.

b) Que Dios les ha dado esa autoridad para servir al bien y a la promoción de sus hijos, hacerles madurar, llevarles por el camino de la realización humana y cristiana. De aquí la importancia de prepararse para ser padres y madres competentes, instruidos, a la altura de esta misión de servicio y educación.

c) Que esa autoridad requiere sacrificio, amor que se inmola: amor que ora por sus hijos, vigila a sus hijos, que exige, que se adelanta, que comparte, comprende, perdona, pide cuentas.

d) Que esa autoridad abarca el acogerles, escucharles, respetarles como son. Darles la impresión y la certeza de que les tomamos en serio a los hijos.

e) Que esa autoridad, finalmente, presta el mejor servicio con el testimonio de vida. Testimonio de amor a Dios. Testimonio de dignidad humana, de re speto mutuo, de entrega a sus tareas.

II. CUALIDADES DE LA AUTORIDAD

Tratando de resumir las cualidades de la autoridad educativa, yo apuntaría éstas:


1. Autoridad digna: los hijos tienen que ver en sus padres una gran dignidad humana; sólo así, les admirarán. "No abrazo a un ser innoble como tú, papá" (papá ebrio). Por tanto, los padres educarán a sus hijos a condición de educarse constantemente ellos a sí mismos.

2. Autoridad firme: Firmeza no es rigidez que destruye o aplasta; ni frialdad insensible e indiferente que hiela o aleja; ni ira de un espíritu desequilibrado que asusta. Firmeza es más bien esa fuerza simpatizante, esa fuerza moral que sabe regular su acción, su mandato, sus motivaciones, su exigencia, de acuerdo a las disposiciones psicológica y afectivas del hijo. Fuerza que en ocasiones doblegará la soberbia e insolencia del hijo; otras, atenuará las resistencias de orgullo del muchacho; fuerza que irá venciendo suavemente el egoísmo de su hija. Fuerza que es escudo contra las manifestaciones de ira, gritos, enfados de sus hijos. Esta fuerza procede:

a) De una profunda convicción de tener delegada su autoridad, de la que el niño necesita, pues siempre necesitará de un apoyo. Lo que se doblega no puede servir de apoyo, y el hijo quiere y necesita apoyo; la debilidad de los padres suscita en el alma infantil un sentimiento de decepción mezclado con una compasión casi despreciativa.

b) De un gran dominio de sí mismo: esa fuerza de la autoridad debe manifestarse inequívocamente en la calma. El hombre de autoridad dirá de cuando en cuando una frase razonable, dulce y tranquila, y no la repetirá más. El niño, que al principio no había prestado atención a esa frase, termina por percatarse de que papá o mamá la mantiene y la mantiene tenazmente, sin ceder, sin dar un paso adelante ni atrás, con una obstinación pacífica y decidida. Esto impresiona grandemente al ni ño. Este dominio tiene sus ventajas: (i) permite a los padres ver claro; (ii) hace al espíritu de los papá suficientemente libre y amplio como para dominar el conjunto de la conducta que hay que regular y someter; (iii) evita correr el riesgo de confundir lo esencial con lo accidental; (iv) da a los padres la posibilidad de administrar las energías, graduar sus efectos y explotar lo más posible los procedimientos de corrección, desde el silencio reprobador hasta la explosión de una justa cólera.

Esta firmeza se debe actuar:

* Sin camaraderías: aunque haya que adaptarse a la debilidad del hijo. La camaradería es ese rebajarse de tal manera, que después rompo mi propia autoridad, y los hijos, ya no me consideran como papá, sino sólo como camarada, ante el que pueden protestar, enojarse, desobedecer. Con la camaradería se rompe, pues, el respeto, la estima, la dependencia filial, los sentimientos de veneración que todo buen hijo debe tener para con su padre. Por el hecho de ser padre o madre se tiene una aureola de santidad que provoca admiración y veneración, respeto y obediencia.


* Sin buscar a toda costa el hacerse querer:
los papás deben renunciar al placer de sentirse amados a toda costa. La tentación de complacerse en la ternura que sus hijos les muestran es grande para padres emotivos. Sienten un gran dolor cuando ven que, castigados, se alejan y se enfurruñan y su corazón enloquece pensando que los perderán para siempre. Sin embargo, la experiencia escolar demuestra que a la larga los maestros más queridos son los que supieron exigir con motivación, los que se hicieron respetar su dignidad y exigencia.

* Ordenando con energía: sin tratar de procurse de antemano la aprobación del hijo por medio de ruegos y zalamerías. no ha de ser una orden tajante y brutal, es verdad; pero sí, exigente, sin tener el prurito de justificar constantemente las intervenciones porque el hijo se lo pide . El papá no tiene que comprar la sumisión de sus hijos con mimos, caricias o golosinas. Así se les moldea un alma de mercader! Podrá, sí, hacer regalos-recompensa (pero no regalos-compra), concedidos con plena libertad y justicia en el momento y del modo que parezca más oportuno.

* Sin capitulaciones: el niño seguirá bombardeando a sus papás con ardides, con mimos, con lágrimas, con discusiones, con toda clase de artimañas sentimentales...pues conocen muy bien las flaquezas del corazón de mamá o de papá. Los padres deberán mantenerse firme en las decisiones tomadas y serias.

3. Autoridad bondadosa: Firmeza, sí, pero también bondad. Los clásicos decían: "Fuerte en el fondo, suave en las formas y modales". La bondad no es una emotividad perpetuamente alerta, presurosa a satisfacer los menores deseos del hijo. La bondad debe ser viril, con estos dos componentes:

a) Amor: este amor se manifestará viviendo con los hijos; viviendo físicame n te con ellos y moralmente, psicológicamente, es decir, gozando con ellos, simpatizando con ellos, hacerse jóvenes con ellos; viviendo para ellos. Por eso, los papás deberán armonizar la afición a la lectura, al estudio, al trabajo con la entrega afectiva y afectuosa a los hijos.

b) Dulzura: consiste en esa comprensión benévola y simpática, que evita reprimendas constantes, mofas, humillaciones a los hijos. Dulzura para juzgarlos con equidad, sin minimizar sus méritos y reconociendo sinceramente sus esfuerzos. Dulzura que engendra la confianza; ésta es el eje de la educación, que produce tres actitudes en los hijos: franqueza, colaboración y deseo de imitación de sus papá.

CONCLUSIÓN


Grandeza, sí; pero también la autoridad tienen sus límites, como se verá después en otra ponencia:

1. Límites de la edad del hijo: la edad del hijo va limitando mi autoridad sobre él. Cuando es niño lógicamente el niño depende totalmente de sus pad res.

2. Límites provenientes de la libertad del hijo

3. Límites provenientes de la sensibilidad del hijo