La figura de José de Nazaret en la Escritura

Angel Luis Iglesias y J. Prado González

Vid. Gran Enciclopedia Rialp (GER), voz «José, San», vol 13, pp. 508-513

Sumario

Las fuentes.- Patria y genealogía.- Profesión y situación económica.- Esponsales y matrimonio.- Ante el misterio de la maternidad de María.- En el Nacimiento e Infancia de Jesús.- Huida a Egipto.- Los últimos años.

Las fuentes

Los datos bíblicos sobre S. José están casi todos consignados por S. Mateo y S. Lucas en los capítulos de los Evangelios relativos a la Infancia de Jesús (Mt 1-2; Lc 1-2; 3,23-38). Sobre dichos relatos se ha venido discutiendo, con objeto de fundamentar histórico-críticamente la trascendencia teológica de la personalidad de S. José.

Pero los esfuerzos críticos de las últimas décadas no han aportado un avance sustancial a la teología tradicional sobre el Santo Patriarca, teología que debe mucho a los carismas especiales de los santos. Aquí hay que mencionar, en un puesto de honor la enseñanza teológica y espiritual de la Doctora de la Iglesia S. Teresa de Jesús (v.). Por lo demás, en estos últimos tiempos «las narraciones de la Infancia han sido frecuentemente maltratadas por una crítica histórica intemperante. Algunos autores católicos modernos quieren ver en estas narraciones de la Infancia un género literario (cfr BIBLIA IV) especial, que clasifican como midrásico, o como una construcción haggádica, es decir, un modo libre de narrar la historia» (S. Muñoz Iglesias). Estas sugerencias críticas se prestan a arbitrarias interpretaciones y no pasan de meras hipótesis. La teología católica sigue, pues, fundamentada en la enseñanza tradicional de la Iglesia, y no hay razones sólidas para rebajar el valor histórico de los relatos evangélicos de la infancia de Jesús (cfr. S. del Páramo, o.c. en bibl., 261).

Patria y genealogía

Sobre el lugar de su nacimiento no tenemos datos seguros. Parece que debió ser Belén, aunque también se han propuesto Nazaret y Jerusalén, esta última sin más fundamento que las afirmaciones inseguras de algunos Apócrifos (v.). En favor de Nazaret se aduce el hecho de que allí parece fueron concertados los esponsales y celebrado el matrimonio con María (Lc 1,26) y allí se estableció ciertamente con la Virgen y el Niño después de la vuelta de Egipto (Mt 2,23).

S. Justino, que vivió en el s. II y pudo tener noticias fidedignas, afirma que era «oriundo de Belén» (Dial., 78,10: PG 6,657). Hay consistentes razones que abogan por este aserto; así, p. ej., la evidente intención de S. José de establecerse allí al regresar de Egipto a la tierra de Israel (Mt 2,21-23), lo mismo que el hecho de que le correspondiera empadronarse en Belén, ya que los judíos conservaron bajo la dominación romana, la antigua costumbre de empadronarse por tribus, familias y lugares de procedencia.

Respecto de la familia del Santo, poco es igualmente lo consignado por los evangelistas, si exceptuamos los datos relativos a su árbol genealógico, que nos da fe de su entronque davídico, dato corroborado además por las palabras del ángel al llamarle «hijo de David» (Mt 1,20). La divergencia entre Mt 1,16, que lo hace hijo de Jacob, y Lc 3,23, según el cual es hijo de Helí, caso de que ambos evangelistas intenten darnos la genealogía de S. José, hipótesis que no todos admiten, se explicaría suponiendo que S. Mateo nos ofrece la línea de los padres carnales de S. José, mientras S. Lucas consignaría la que se ha llamado genealogía legal, adoptiva o de levirato (cfr GENEALOGÍA III).

Profesión y situación económica

Su oficio está indicado con la palabra griega tékton (Mt 13,55; Mc 6,3), que significa ordinariamente artesano que trabaja en madera, es decir, carpintero o ebanista. La Vulgata lo traduce por faber, que más bien sugiere la idea de trabajador en hierro, cobre, bronce, mármol, arcilla, porcelana, etc. De ahí que los Padres griegos, en general, hacen de J. un carpintero, mientras los latinos lo llaman preferentemente herrero, sin que falte quien lo eleve a la categoría de constructor de casas, lo que hoy llamaríamos un maestro de obras. No es improbable que en una población como Nazaret hubiera de ocuparse de todos esos oficios a la vez.

Era, por tanto, un sencillo artesano, de condición más bien modesta. El hecho de que en la purificación de María se limitara a ofrecer dos palominos (Lc 2,24), que era la ofrenda de los pobres (Lev 12,18), es un dato que no deja lugar a dudas sobre sus posibilidades económicas. Aunque, por otra parte, se puede razonablemente conjeturar que con su trabajo lograra unas condiciones de vida suficlentemente decorosas.

Esponsales y matrimonio

«Por documentos numerosos y autorizados, sabemos hoy con toda certeza que la celebración del matrimonio en tiempo de Jesucristo constaba de dos actos: los esponsales, que solían celebrarse privadamente y se llamaban erusîn, desposorios, o kiddusîn, es decir, santificación, y las bodas públicas y solemnes, llamadas nisuhîn o licujîm, es decir, aceptación, del verbo lacaj, tomar, de idéntica significación que el paralambanein que usa S. Mateo. Los esponsales no eran, como entre nosotros, una promesa de futuro matrimonio, sino un verdadero y perfecto contrato matrimonial... A este contrato matrimonial seguían después de un intervalo aproximado de 12 meses, si la esposa contraía por primera vez matrimonio, o de un mes si se trataba de una viuda, las bodas públicas y solemnes, que esencialmente consistían en conducir a la esposa entre música y algazara popular a la casa del esposo, y eran la ceremonia complementaria del contrato matrimonial» (S. del Páramo, ibid., 223-224).

«En este supuesto, comúnmente admitido, no hay duda de que el relato de S. Mateo deja en el ánimo la impresión de que José, al conocer la maternidad de María, sólo estaba desposado con ella, y que lo que le ordena el ángel es precisamente la celebración de las bodas. En efecto, comienza el relato consignando los simples desposorios: Desposada su madre María con José... Luego dice el ángel: No temas tomar contigo a María tu mujer... Lo cual cumple a la letra, cuando, despertado del sueño, tomó consigo a su mujer: que no parece ser otra cosa que la celebración de la boda, en que el esposo tomaba consigo a la esposa y la llevaba a su casa» (cfr J. M. Bover, o.c. en bibl., 120).

Esto no obstante, algunos autores suponen que el uso de los derechos estrictamente matrimoniales estaría mal visto (sobre todo en Galilea) antes de que se hubiera celebrado la ceremonia nupcial. Ante esa posibilidad algunos autores modernos, entre ellos J. M. Bover (v.), sostienen que la Anunciación (cfr MARÍA I,2) hubo de realizarse cuando ya la Virgen estaba en casa de su esposo. De otra suerte, el matrimonio dispuesto por Dios, precisamente para salvaguardar el honor de su Hijo encarnado y el de su Madre, se hubiera frustrado enteramente, no sólo si María hubiera aparecido encinta antes de convivir en la casa de José, sino por el simple cómputo de los meses de gestación a partir del nacimiento de Jesús.

Partiendo de esta tesis, la interpretación filológico-exegética del pasaje es muy distinta. «Ante todo, la palabra inicial desposada, estando en aoristo..., no significa precisamente estado actual, el de simple desposada, como pudiera significarlo el perfecto, sino el acto pretérito de los desposorios. Y este acto pretérito lo mismo puede afirmarse de la mujer ya casada como de la simple desposada. Además, el participio desposada... se dice de la Virgen poco antes del parto (Lc 2,5), cuando ya evidentemente en cualquiera de las dos opiniones había celebrado la solemnidad de las bodas... Por otra parte, poco después el mismo S. Mateo Ilama a José marido de María», siendo más probable el sentido normal «por cuanto poco antes S. Mateo ha llamado a José marido de María (1,16) en sentido normal propio». Finalmente, en el contexto las palabras «no temas tomar contigo a María tu mujer», significarían sencillamente «no repudiarla, o mejor desechar el pensamiento de abandonarla» (cfr Bover, ib., 120-125).

Ante el misterio de la maternidad de María

En el relato de Mt 1,18-25, trasmitido según algunos en el estilo de las Anunciaciones, destacan dos temas: que S. José decidió repudiar en secreto a su esposa, porque estaba encinta, y que desistió de su proyecto por la intervención del ángel. Sobre el motivo íntimo de su decisión, hay variedad de opiniones.

Descartada ya casi unánimemente la hipótesis de la sospecha de adulterio o de violencia, quedan en pie dos soluciones: la que opina en pos de S. Jerónimo que S. José, persuadido de la pureza angelical de su esposa, sin poderse explicar la realidad indubitable de su gestación, opta por inhibirse ante el misterio y decide abandonarla, entregándole secretamente un acta de repudio (Mt 1,19), salvaguardando así en su rectitud el honor de María.

Otros opinan que el relato da por supuesto que José conocía el misterio, ya por revelación directa de Dios, ya por habérselo comunicado María, y que se orienta a poner de relieve su paternidad legal: José se muestra justo no en que observe la ley autorizando el divorcio en caso de adulterio..., ni en que él se mostrara bondadoso..., ni en razón de la justicia que debería a una inocente, sino en que no quiere hacerse pasar por el padre del Niño divino (S. Efrén)... A Dios toca intervenir, a José obedecer y asumir la paternidad legal de Jesús... Él es el Justo por excelencia: como todos los justos, espera al Mesías, pero sólo él recibe la orden de echar un puente entre los dos Testamentos; mejor que Simeón, acoge al Salvador.

En el nacimiento e infancia de Jesús

S. José, obedeciendo la orden emanada de Roma, parte hacia Belén junto con María para llevar a cabo su empadronamiento y probablemente también el de su esposa. Aunque actúa siempre como cabeza de familia, aparece sumido en un impenetrable silencio. Tanto en la afanosa búsqueda de alojamiento en Belén, como en el recibimiento de los pastores y de los Magos (cfr EPIFANÍA), nada se nos trasluce de sus pensamientos ni de sus palabras. En el acto de la Presentación de Jesús (v.), ante el anuncio misterioso y sombrío del anciano Simeón, el evangelista pone de relieve la admiración reflejada en el rostro de María y de José (Lc 2,33), pero no se nos revela ni una palabra salida de sus labios. Hay un momento, sin embargo, en el que rompe su silencio habitual: cuando impone al Hijo del Altísimo el nombre de Jesús, según se lo había intimado el ángel (Mt 1,21). Era la misión intransferible del padre, cuyo cumplimiento consigna el evangelista (Mt 1,25). A él cupo, pues, el honor de pronunciar, de manera solemne y oficial, el nombre del Redentor del mundo, siendo ésta la única palabra suya que conocemos con entéra certeza.

Huida a Egipto

Este episodio (Mt 2,13-15), sin dejar de estar encuadrado históricamente en la vida de Jesús, no obstante el silencio de S. Lucas (Lc 2,39), evoca la gesta del éxodo y de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, anticipo y preludio de la liberación mesiánica, con 1a que contrasta la mención de Herodes y de Arquelao, representantes de la opresión y del terror.

Los últimos años

Fuera de la intervención de S. José en el relato de la pérdida y encuentro del Niño Jesús en el Templo, donde sólo una palabra de María lo saca a primer plano (Lc 2,41-52), su figura se esfuma en la plácida sombra del taller de Nazaret, al lado de María y de Jesús, que les estaba sujeto (Lc 5,51). Al no mencionársele en las bodas de Caná (Io 2,1-12) y recibir el evangelista S. Juan de Cristo moribundo el encargo de atender a su Madre (Io 19,26-27) se concluye con toda certidumbre que había muerto antes de que Jesús comenzara su ministerio público, en cuyos inicios era ya para sus paisanos el carpintero de Nazaret, el hijo de María (Mc 6,3). Las fantasías de los evangelios apócrifos sobre la edad avanzada de S. José cuando contrajo matrimonio con la Virgen, no merecen crédito alguno (cfr S. del Páramo, ib. 239-245).

Bibliografía

Isidoro de S. José, José, San, en Enc. Blbl. IV,626-635; D. Buzy, Saint Joseph, París 1951; S. Muñoz Iglesias, El Evangelio de la Infancia en San Mateo, en «Estudios Bíblicos» 17 (1958) 234-273; P. Gaechter, María en el Evangelio, Bilbao 1959; J. M. Bover, Vida de N. S. Jesu-Cristo, Barcelona 1956; A. Vögtle, Die Genealogie Mt 1,2-l6 und die matthätsche Kindheftsgeschichte, «Biblische Zeitschrift» 8 (1964) 45-58, 239-262; 9 (1965) 32-49; J. A. Del Niño Jesús, San José. Su misión, su tiempo, su vida, Valladolid 1965; S. Del Páramo, Temas blbllcos, III, Santander; T. Stramare-M. L. Casanova, Giuseppe en "Bibl. Sanct." 6, 1251-1292; José de Jesús María, San José en los XV primeros siglos de la Iglesia, «Studium» 11 (1971) 333-342.