Puesto que la relación entre
Juan Bautista y Jesús fue tan directa e intensa, cabría preguntarse si entre
ellos hubo una relación de maestro-discípulo. Para una respuesta adecuada a esta
cuestión se requieren explicar los tres datos que se han debatido sobre este
tema entre los estudiosos, a saber, el discipulado de Juan, el alcance de su
bautismo en el Jordán y las alabanzas de Jesús al Bautista.
1. Los discípulos de Juan. Los evangelios señalan con frecuencia que Juan
tenía discípulos, entre los cuales algunos se fueron con Jesús (Jn 1,35-37). No
eran, por tanto simples seguidores eventuales; le acompañaban, le seguían y
seguramente compartían su misma vida (Mc 2,18) y sus mismas ideas (Jn 3,22).
Flavio Josefo distinguía dos clases de partidarios, unos que le escuchaban con
atención hablar de virtud, de justicia y de piedad, y se bautizaban; otros que
“se reunían en torno a él porque se exaltaban mucho al oírle hablar” (Antiquitates
iudaicae 18,116-117). Entre los seguidores de Juan hubo quien llegó a
plantear a su maestro si Jesús con su conducta estaba mostrándose como un rival
(Jn 3,25-27), por tanto no lo consideraban como uno de los suyos.
2. El bautismo de Jesús. Los especialistas no dudan de la historicidad
del hecho, entre otras cosas porque su inclusión en los evangelios planteaba
ciertas dificultades: una, la posible interpretación de que el Bautista era
superior al bautizado, a Jesús, y otra, que siendo un bautismo de penitencia
podría pensarse que Jesús tenía conciencia de ser pecador. Los sinópticos dejan
claro en sus relatos que Juan se reconoce inferior: rehúsa bautizar a Jesús (Mt
3,13-17), la voz del cielo revela la dignidad divina de Jesús (Mc 1,9-11), y el
cuarto evangelio que no relata el bautismo señala que el Bautista da testimonio
de haber visto posarse la paloma sobre Jesús (Jn 1,29-34) y de su propia
inferioridad (Jn 3,28). Si embargo, no se deduce de ahí inmediatamente que Jesús
fuera discípulo de Juan el Bautista. Si los evangelistas si no detallan que
Jesús fue discípulo de Juan es porque no lo fue.
3. Las alabanzas de Jesús. Hay dos frases de Jesús que demuestran su
estima por el Bautista. Una la recogen Mateo (Mt 11,11) y Lucas (7,28): “no ha
surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista”. Otra está
en Marcos (9,13) y aplica al Bautista la profecía de Ml 3,23-24: “Elías vendrá
primero y restablecerá todas las cosas (…). Sin embargo, yo os digo —afirma
Jesús— que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que querían, según está
escrito de él”. No cabe duda de que la persona de Juan, su bautismo (cfr. Mt
21,13-27) y su mensaje estuvieron muy presentes en la vida de Jesús. Sin embargo
siguió un camino totalmente diferente: en su conducta, puesto que recorrió todo
el país, la capital Jerusalén y el ámbito del templo; en su mensaje, pues
predicó el reino de salvación universal; en sus discípulos, a quienes instruyó
en el mandamiento del amor por encima de normas legales y hasta de prácticas
ascéticas. Pero lo más llamativo es que Jesús abre el horizonte de salvación a
todos los hombres de todas las razas y de todos los tiempos.
En resumen, en el supuesto poco probable y nada comprobado de que Jesús pasara
algún tiempo junto a los seguidores del Bautista, no se puede decir que
recibiera un influjo decisivo. Jesús más que discípulo fue el Mesías y Salvador
anunciado por el último y mayor de los profetas, Juan el Bautista.