“Que el amor con que me amaste pueda estar también en ellos”

Sobre el texto de Jn. 17, 20-26

 

Por Ángel Julián Plaza,

Sacerdote de Nª Sª de los Ángeles de Tomelloso

 

 “Que el amor con que me amaste pueda estar también en ellos

 

Con estas palabras Cristo nos hace conscientes de que el ser humano es un ser necesitado de amor y que es Dios quien nos lo ofrece para que nosotros lo comuniquemos a los demás y amando vivamos unidos de vedad.

 

Desde que nacemos nos damos cuenta de que el amor nos hace felices y por eso lo buscamos; al principio lo descubrimos en las caricias de la madre, en el sabernos el centro de atención de la familia. Crecemos y nos hacemos más necesitados de que nos den amor,  nos vemos si nos sentimos desplazados de ese centro de atención o nos volvemos caprichosos para reclamar el amor que creemos nos corresponde.

 

Seguimos creciendo y buscamos el amor en el enamoramiento; sabernos amados por la persona que nos gusta nos hace felices, creer que hay alguien que puede quitarnos su amor nos hace infelices.

 

En esa lucha por reclamar el amor que creemos merecer podemos pasar muchos años, pero necesitamos crecer mas por dentro, madurar, para poder descubrir que el amor no se merece, que la felicidad no está en ser amados, sino en ser capaces de amar.

 

Cuando comprendo que soy feliz porque la persona que me gusta es feliz cuando yo la amo, que la persona a la que amo me da, porque me ama libremente, un amor que no me merezco, es cuando me voy haciendo mas capaz de abrirme al misterio de la vida, al amor de Dios.

 

Vosotros dos, N y N, habréis recorrido ya bastante de este camino, sabréis del esfuerzo que supone olvidarse de uno mismo, de las propias necesidades, para poner en el centro del corazón a la otra persona, su felicidad. Descentrarse de uno para amar fuertemente lo que el otro ama; como Cristo, que ama al Padre y nos ama a nosotros porque el Padre nos ama “Los amas a ellos como me amas a mi”.

 

Ese es el camino de la felicidad que hoy empezáis a recorrer de una forma nueva y que os tiene que llevar a una vida más plena. Un camino que os hará vivir una unión tan grande que os lleve a identificaros el uno con el otro de forma que los que os contemplen puedan comprender que el amor da sentido a la vida porque nos lleva a superar nuestras divisiones y diferencias cuando dejamos de mirarnos a nosotros mismos y miramos al corazón del otro para completarlo con mi amor y completar mi corazón con su amor, “que puedan ser uno, como lo somos nosotros”.

 

Celebrar el matrimonio es celebrar que somos capaces de amar, y que podemos hacerlo de una forma tan plena que consigamos la unión perfecta. Y esto sólo lo podemos hacer en verdad cuando descubrimos que es del corazón de Dios de donde brota el amor y es Dios quien nos hace capaces de amar; es amando como llegamos a ser imagen de Dios y partícipes de la eternidad: “yo deseo que todos estos puedan estar conmigo donde este yo”  y ese camino sólo se puede andar abriéndose al Amor para dar amor.