HOMILÍA DE BODA  Sobre el texto: Jn. 2, 1-11

 

Por José Luis Bardera Guadamillas,

Sacerdote en San Rafael de Alcázar de S. Juan

 

Hermanos:

Hoy nos hemos reunido para celebrar una fiesta muy especial. N. y N. han querido compartir con nosotros algo tan inmenso, algo tan grande como es el haber encontrado el sentido de sus vidas. Con su presencia aquí nos están diciendo que  han descubierto que la verdadera felicidad sólo se logra cuando  uno es capaz de amar por entero a otra persona y entregarse a ella, sin ninguna clase de reserva.

 

Y quieren celebrar y compartir su alegría con todos nosotros. Y lo quieren hacer ante los ojos de Dios, porque también saben que la ayuda de Dios es imprescindible para poder alcanzar esa meta tan grande como es la de su mutua felicidad.

 

Y efectivamente es así: El evangelio de san Juan que acabamos de escuchar lo primero que nos dice es cómo Dios se hace presente en todo lo hermoso que hay en el corazón del ser humano. Dios, a través de Jesús,  también se hace partícipe de la alegría de aquellos novios. Aquellos novios invitaron a María, la virgen, y también invitaron a Jesús y a sus discípulos. Lo mismo que vosotros habéis hecho. El haber venido aquí a este templo es una manera de expresar la invitación que habéis hecho a Dios para que también participe de vuestra alegría, de vuestros sueños, de vuestros deseos, de vuestro amor.

 

Y Jesús, igual que entonces, también ha acudido. Y lo ha hecho también para realizar, de forma misteriosa, el mismo signo:

 

Vosotros habéis venido con vuestras tinajas llenas de agua. El evangelio nos ha dicho que eran vasijas de piedra –-a piedra era considerada como un elemento inasequible a la impureza legal; es decir, que todo lo que esas tinajas contuvieran no se estropearía nunca-. Es lo que vosotros podéis pensar: nos conocemos, nos queremos, tenemos unas mismas ilusiones, vamos en la misma dirección, deseamos hacernos mutuamente felices... pues con esto ya es suficiente; ¡ya no necesitamos nada más!

 

Y sin embargo Jesús con el signo que realiza, también está diciendo que hay algo que falta: ¡la abundancia y la exquisitez del vino!. En otras palabras lo podríamos decir de esta forma: hasta ahora vosotros habéis hecho todas las reflexiones desde vuestro punto de vista; hasta ahora os habéis querido como vosotros pensáis que hay que hacerlo; pero hay algo que os falta: a partir de este momento todo lo tenéis que hacer, no desde vuestra perspectiva, sino desde la perspectiva de Dios.

 

Es como si desde este momento, vosotros tuvieseis que empezar a preguntaros: y Dios cómo quiere que yo me comporte con N. o N., a partir de este momento.

Porque mirad, y creo que nos lo dice continuamente la experiencia, muy a menudo no sabemos querer como se debe, muchas veces vamos buscándonos a nosotros mismos, muchas veces justificamos nuestras equivocaciones, muchas veces no somos capaces de perdonar..... Y todo porque quien guía nuestra conducta es nuestro amor propio, nuestra conveniencia, la sociedad o el grupo en el que estamos.... Y el resultado no es precisamente el que vosotros estáis soñando en estos instantes.

 

Pero si el planteamiento, a partir de este momento, es el contar con Dios, vais a ver cómo todo cambia a mejor, cómo vuestro amor se hace más grande, como vosotros cada día os sentís más felices.

 

Por ello yo os invito a que dejéis llenar vuestra vida de ese vino abundante y exquisito que Jesús os ofrece, que os dejéis guiar siempre por el Espíritu que ha santificado vuestro matrimonio.

 

¡Que seáis muy felices!