Autor: SS Juan Pablo
II
La hija de Sión
Durante la audiencia general del miércoles 24 de abril de 1996.
1. La Biblia usa con
frecuencia la expresión hija de Sión para referirse a los habitantes de la
ciudad de Jerusalén, cuya parte histórica y religiosamente más significativa
es el monte Sión (cf. Mi 4, 1013; So 3, 1418; Za 2, 14; 9, 910).
Esta personalización en femenino hace más fácil la
interpretación esponsal de las relaciones de amor entre Dios e Israel,
señalado a menudo con los términos novia o esposa.
La historia de la salvación es la historia del amor de
Dios, pero en ocasiones también de la infidelidad del ser humano. La palabra
del Señor reprocha a menudo a la esposapueblo el hecho de haber violado la
alianza nupcial establecida con Dios: «Como engaña una mujer a su compañero,
así me ha engañado la casa de Israel» (Jr 3, 20) e invita a los hijos de
Israel a acusar a su madre: «¡Acusad a vuestra madre, acusadla, porque ella ya
no es mi mujer, y yo no soy su marido!» (Os 2, 4).
¿En qué consiste el pecado de infidelidad con el que
se mancha Israel, la esposa de Yahveh? Consiste, sobre todo, en la idolatría:
según el texto sagrado, para el Señor, cuando el pueblo elegido recurre a los
ídolos comete un adulterio.
2. El profeta Oseas es quien desarrolla, con imágenes
fuertes y dramáticas, el tema de la alianza esponsal entre Dios y su pueblo, y
el de la traición por parte de éste: la historia personal de Oseas se
convierte en símbolo elocuente de esa traición. En efecto, cuando nace su
hija, recibe la orden siguiente: «Ponle por nombre "No-compadecida", porque yo
no me compadeceré más de la casa de Israel» (Os 1, 6) y un poco más adelante:
«Ponle el nombre de "Nomipueblo", porque vosotros no sois mi pueblo ni yo
soy para vosotros Elquesoy» (Os 1, 9).
El reproche del Señor y el fracaso de la experiencia
del culto a los ídolos hacen recapacitar a la esposa infiel que, arrepentida,
dice: «Voy a volver a mi primer marido, que entonces me iba mejor que ahora»
(Os 2, 9). Pero Dios mismo desea restablecer la alianza, y entonces su palabra
se hace memoria, misericordia y ternura: «Por eso yo voy a seducirla; la
llevaré al desierto y hablaré a su corazón» (Os 2, 16). En efecto, el desierto
es el lugar donde Dios, después de la liberación de la esclavitud, estableció
la alianza definitiva con su pueblo.
Mediante estas imágenes de amor, que vuelven a
proponer la difícil relación entre Dios e Israel, el profeta ilustra el gran
drama del pecado, la infelicidad del camino de la infidelidad y los esfuerzos
del amor divino para hablar al corazón de los hombres y llevarlos de nuevo a
la alianza.
3. A pesar de las dificultades del presente, Dios
anuncia, por boca del profeta, una alianza más perfecta para el futuro: «Y
sucederá aquel día -oráculo del Señor- que ella me llamará: "Marido mío", y no
me llamará más: "Baal mío" (...). Yo te desposaré conmigo para siempre; te
desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión; te
desposaré c onmigo en fidelidad, y tú conocerás al Señor» (Os 2,18. 21-22).
El Señor no se desalienta ante las debilidades
humanas, sino que responde a las infidelidades de los hombres proponiendo una
unión más estable y más íntima: «Yo la sembraré para mí en esta tierra, me
compadeceré de "Nocompadecida", y diré a "Nomipueblo": Tú "Mi pueblo", y él
dirá: "¡Mi Dios!"» (Os 2, 25).
La misma perspectiva de una nueva alianza es
propuesta, una vez más, por Jeremías al pueblo en el exilio: «En aquel tiempo
-oráculo del Señor- seré el Dios de todas las familias de Israel, y ellos
serán mi pueblo». Así dice el Señor: «Halló gracia en el desierto el pueblo
que se libró de la espada: va a su descanso Israel». De lejos se le aparece el
Señor: «Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti.
Volveré a edificarte y serás reedificada, virgen de Israel» (Jr 31 14).
A pesar de las infidelidades del pueblo, el amor
eterno de Dios siempre está dispuesto a restablecer el pacto d e amor y a dar
una salvación que supera todas las expectativas.
4. También Ezequiel e Isaías utilizan la imagen de la
mujer infiel perdonada.
A través de Ezequiel, el Señor dice a la esposa: «Pero
yo me acordaré de mi alianza contigo en los días de tu juventud, y estableceré
en tu favor una alianza eterna» (Ez 16, 60).
El libro de Isaías recoge un oráculo lleno de ternura:
«Tu esposo es tu Hacedor (...). Por un breve instante te abandoné, pero con
gran compasión te recogeré. En un arranque de furor te oculté mi rostro por un
instante, pero con amor eterno te he compadecido, dice el Señor, tu redentor»
(Is 54, 5. 78).
El amor prometido a la hija de Sión es un amor nuevo y
fiel, una magnífica esperanza que supera el abandono de la esposa infiel:
«Decid a la hija de Sión: Mira que viene tu salvación; mira, su salario le
acompaña, y su paga le precede. Se les llamará "Pueblo santo", "Rescatados por
el Señor"; y a ti se te llamará "Buscada", "Ciudad no abandonad a"» (Is 62,
1112).
El profeta precisa: «No se dirá de ti jamás
"Abandonada", ni de tu tierra se dirá jamás "Desolada", sino que a ti se te
llamará "Mi Complacencia", y a tu tierra, "Desposada". Porque el Señor se
complacerá en ti, y tu tierra será desposada. Porque como se casa joven con
doncella, se casará contigo tu edificador, y con gozo de esposo por su novia
se gozará por ti tu Dios» (Is 62, 45).
El Cantar de los cantares sintetiza esas imágenes y
actitudes de amor en la expresión: «Yo soy para mi amado y mi amado es para
mí» (Ct 6, 3). Así se vuelve a proponer en términos ideales la relación entre
Yahveh y su pueblo.
5. Cuando escuchaba la lectura de los oráculos
proféticos, María debía de pensar en esta perspectiva, alimentando así en su
corazón la esperanza mesiánica.
Los reproches dirigidos al pueblo infiel debían de
suscitar en ella un compromiso más ardiente de fidelidad a la alianza,
abriendo su espíritu a la propuesta de una comunión esponsal d efinitiva con
el Señor en la gracia y en el amor. De esa nueva alianza vendría la salvación
del mundo entero.