7. HABITAR LA ETERNIDAD


     Los cristianos, como se decía, vivían igual que todos. Pero hay un punto que de manera particularmente evidente los diferencia de los demás, y es la concepción de la muerte y de la vida más allá de la muerte. Desde fines del siglo II, fue justamente la concepción de la muerte y del más allá lo que los impulsó a distinguirse resueltamente de las costumbres de los paganos, que hasta entonces también los cristianos habían seguido. En todo y por todo los cristianos aceptaban la vida de los paganos, cumplían su deber de soldados, de comerciantes, de esclavos. Pero ante el concepto de la muerte se sintieron demasiado diversos. Hasta fines del siglo II, para los cristianos no había sido un problema el ser sepultados juntamente con los paganos en áreas comunes. El mismo san Pedro, como se sabe, fue sepultado a pocos metros de distancia de tumbas paganas, e igualmente san Pablo en la Vía Ostiense. Pero a fines del siglo II los cristianos quisieron aislarse en las prácticas funerarias y separaron sus cementerios de los de los paganos. ¿Por qué?

     El concepto pagano de la muerte era frío, desesperante: el pagano sabía que existía la supervivencia y creía en la misma, pero para él era una supervivencia sin sentido. En efecto, para el paganismo el alma sobrevivía en los Campos Elíseos o en otros ambientes ultraterrenos, pero solo hasta tanto fuera recordada. No bien el difunto fuera olvidado, sería absorbido en la masa amorfa, sin sentido y carente de personalidad, de los dioses Manes. Es por esto, como fácilmente se puede observar, que las tumbas paganas se hallan todas a lo largo de las vías consulares. Sus restos están alineados por kilómetros a lo largo de esas carreteras (particularmente, de la Vía Apia) en gran evidencia, precisamente porque los titulares de las tumbas querían hacerse recordar: sabían que hasta tanto hubiera alguno que los viera, leyera sus nombres, pensara en ellos, viera su imagen, ellos sobrevivirían. Terminado el recuerdo, todo estaba terminado. Es por esto que hacían testamentos con legados aun muy costosos, para obligar a recordarlos. Tenemos textos conservados en las inscripciones donde se recuerda que los propietarios de los sepulcros dejaron gruesas sumas de dinero a los libertos a fin de que cada año, en el aniversario de su muerte, fueran a encender una lamparilla sobre su tumba u ofrecieran un sacrificio: todo para ser recordados. Para poner un solo ejemplo de gran sepulcro que atraía la atención de los vivientes, baste mencionar la tumba de Cecilia sobre la Vía Apia. Para los cristianos todo esto no tenía sentido: creían seriamente en la otra vida, pero no de manera tan desesperante, tan fría. Por tal motivo querían crearse áreas cementeriales propias y distintas. Construyeron así los koimeteria, término que significa literalmente "dormitorios". Esta palabra era para los paganos del todo incomprensible. Ellos, en efecto, no comprendían para nada este término aplicado a las áreas funerarias. Así, en el edicto de confiscación del emperador Valeriano en el 257, que nos es referido por Eusebio de Cesarea, se dice que sean confiscados a los cristianos los bienes y lugares de reunión (aquí en el Transtíber fueron evidentemente confiscados los "títulos" de Calixto, Crisógono y Cecilia) que pertenecían a la comunidad. Además de estos bienes, fueron confiscados también los así llamados koimeteria, "dormitorios". Los romanos no entendían qué significaba esto. Para un pagano, en efecto, "dormitorio" era la pieza donde uno se acuesta por la noche y se levanta por la mañana. Para el cristiano era una palabra que lo indicaba todo: se va a dormir para ser despertado; la muerte no es el fin, sino el lugar donde se reposa; y hay un despertar seguro.

     Encontramos aquí conceptos con los cuales los cristianos pensaban en la muerte y los volvemos a encontrar en las catacumbas: por ejemplo, el concepto de Depositio. Las lápidas con la palabra Depósitus, a veces abreviada (depo, Dep o solo D) se cualifican en seguida como cristianas. En efecto, Depositio es un término jurídico, usado por los abogados, que quería decir "se da en depósito": los muertos eran confiados a la tierra como granos de trigo, para ser devueltos luego en las mieses futuras. Es, este, un concepto que los paganos no tenían.

     Por todos estos motivos, por una teología de la muerte tan diferente de la de los paganos, los cristianos quisieron aislarse y crear sus propios cementerios. Lo mismo pasó con los judíos, pero solo posteriormente.

     Las excavaciones en Villa Torlonia han demostrado con seguridad que las catacumbas hebraicas fueron creadas por lo menos 50-60 años después de las cristianas. Son los judíos quienes en este tipo de sepultura imitaron a los cristianos.

     Esta concepción cristiana de la muerte, o mejor dicho, este mundo de los muertos que es sentido como viviente, nos hace entrar en la mentalidad de los primeros cristianos, de los habitantes del Transtíber de entonces: externamente eran alfareros, molineros, changadores, soldados, pescaderos, barqueros, etc., como todos los demás (sabemos incluso que eran apreciados por sus conciudadanos como gente que sabía cumplir con su deber). Pero en lo íntimo de su conciencia tenían algo profundamente diverso de los demás.

     En el Cementerio Mayor sobre la Vía Nomentana se encontró una hermosa inscripción cristiana: externamente es una pequeña lápida de mármol que no presenta características particulares, pero por los conceptos que expresa yo la considero uno de los hallazgos más bellos. Se habla ahí de un siciliano fallecido en Roma, el cual quiso recordar en griego, con estas brevísimas palabras, su concepción de la vida: "He vivido como debajo de una tienda (es decir, he vivido provisoriamente) por cuarenta años; ahora habito la eternidad".

Encontramos aquí toda la diferencia en la concepción de la vida entre los cristianos y los paganos. Para los primeros se trataba de entender el presente como un vivir provisoriamente para ir hacia la verdadera habitación, la verdadera morada; para los paganos la vida tenía un sentido cerrado: la muerte, en efecto, era el fin. En cambio, el momento trágico de la muerte venía a ser para los cristianos el ingreso a un ambiente gozoso. Jesús lo compara con la fiesta de bodas. Es por esto que los cristianos en sus tumbas pintan rosas, aves, mariposas; en las decoraciones de las catacumbas, a menudo se vuelve a hallar pintado este ambiente alegre, sereno, con símbolos que expresan serenidad y tranquilidad.


De: Umberto Fasola, Le origini cristiane a Trastevere, Fratelli Palombi Editori, Roma, 1981, pp. 61. Por gentil concesión de los Editores.

Nota sobre el autor: Umberto Fasola (+ 1989), padre Servita, se graduó en Sagrada Teología, en Arqueología Cristiana, en Letras y Filosofía. Fue Profesor de Topografía cementerial de Roma Cristiana, Rector del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana, Secretario de la Pontificia Comisión de Arqueología Sacra, Curator del Collegium Cultorum Martyrum. Descubrió y estudió diversas catacumbas, entre las cuales el Coemeterium Majus sobre la Vía Nomentana. Escribió muchos libros y artículos de Arqueología.

 

 

 

 

8. ORACIÓN, ESPERANZA, DEVOCIONES


     En los cementerios subterráneos, además, encontramos numerosos signos que nos manifiestan tantos aspectos de la espiritualidad de los primeros cristianos. Uno de los temas más a menudo recurrentes es representado por la oración. Esta era realizada con un ademán significativo, que todavía ahora se conserva en los ademanes litúrgicos del celebrante: extender los brazos hacia el cielo, para ofrecer a Dios la súplica y para aguardar Su gracia. Es, en efecto, un ademán doble, de oferta y de recepción. No es, sin embargo, un ademán de origen cristiano. El famoso Orante de Berlín, estatua conservada justamente en el museo de esa ciudad, representa a un hombre completamente desnudo que levanta los brazos y los ojos al cielo, en el ademán de la oración.

     A mediados del III siglo los cristianos de Roma debieron afrontar la espantosa persecución de Decio. No solo hubo una masa de gente que por miedo renegó de la fe, sino que en cierto momento el mismo papa Fabián y sus siete diáconos, es decir, casi todos los que gobernaban a la Iglesia, fueron asesinados. Apenas siete años más tarde, con la persecución de Aureliano, ocurrió lo mismo. Primero el papa Sixto II (en el 258) sorprendido en una catacumba y asesinado ahí mismo juntamente con cuatro diáconos; en seguida después, otros dos diáconos, asesinados y sepultados en el cementerio de Pretextato. Quedaba tan solo Lorenzo para gobernar a la Iglesia.
También él fue asesinado algún día después. Lo más espantoso en esos terribles días fue el número extraordinario de lapsi, es decir, de aquellos que por miedo habían renegado de la fe. Sabemos por las cartas de Cipriano, asesinado también él en setiembre del año 258, que fue este un momento muy feo para la Iglesia de Roma y por lo tanto también para la del Transtíber.

     Un pintor de esos años pintó una barca que está por hundirse. Pareciera que todo está acabado: el palo mayor roto, las velas desgarradas, pero el hombre está con los brazos levantados y tranquilo. Su ademán expresa serenidad. Desde lo alto, en efecto, aparece Dios que le pone una mano sobre la cabeza. Alrededor hay náufragos. Pero él tiene la seguridad compartida por todos los cristianos: no obstante la situación espantosa, la esperanza prevalecerá. Las pinturas en las catacumbas nos revelan siempre la mentalidad de los cristianos, sus devociones, sus creencias.

     Para los habitantes del Transtíber era importante María. La dedicación de la basílica de Santa María a la Virgen se remonta al siglo VI; por cierto, es anterior a Santa María Antigua; probablemente es posterior a Santa María Mayor , que se remonta al año 432. Algunas pinturas en las catacumbas revelan cómo estaba difundida esta devoción a la Virgen. En un famoso fresco de la catacumba de Priscila está representada la Virgen con el Niño y el profeta que señala una estrella para significar la realización de la profecía de Balaam ("Cuando aparezca la estrella, de una virgen nacerá el Salvador"). Y probablemente el profeta que señala la estrella es el mismo Balaam. Algunos estudiosos piensan que es Isaías quien proclama la realización de la profecía relativa a la maternidad de una virgen.

     También la adoración de los Magos es una escena que se repite muy a menudo en las catacumbas. Los Magos, en las pinturas antiguas, no siempre son tres; a veces son cuatro; otras veces, dos. En el Evangelio no se dice que fueran tres: se habla de tres regalos, no de tres personas: tres regalos, bien podían ser presentados por cuatro o dos o cinco sujetos. En las representaciones más antiguas, hay que advertirlo, no existe para nada el pesebre, la cuna con el buey y el asno. Es esta una escena más tardía, que aparece en algún sarcófago ya en el siglo IV, mientras que en la pintura hay un solo ejemplo en la catacumba de San Sebastián. La preferencia otorgada a los Magos se explica justamente por el hecho de que los cristianos de Roma provenían del mundo pagano, idolátrico.

     La Virgen pintada en un fresco del Cementerio Mayor, la única Virgen orante que tenemos, le reza a su Niño, pidiéndole una gracia.

(Umberto Fasola)

 

 

 

 

9. FRACTIO PANIS


     La imagen de la Eucaristía, la fractio panis, la hallamos bien expresada en la catacumba de Priscila y nos evoca lo que debía ser el rito esencial que se celebraba en todos los títula, en las varias domus ecclesiae, como aquellas que existían aquí en el Transtíber (títula de Cecilia, Crisógono, Calixto). La fracción del pan no era un ademán que abriera un ágape cualquiera, sino que estaba rodeada por todo un conjunto litúrgico: canto de los salmos, lectura de los profetas, homilía del celebrante, etc. Entre las varias representaciones de banquetes alusivos a la Eucaristía elegimos profundizar la de la catacumba de Priscila, donde hay una mujer cubierta con velo entre los comensales. En un banquete cualquiera, en el mundo pagano, una mujer con velo no tenía sentido. Al lado hay siete canastillos de panes, que son el elemento clave que especifica el significado simbólico eucarístico de la escena.

     En el cementerio de San Calixto, en el área de Lucina, reaparecen en otra pintura los mismos canastillos de panes, acompañados de un pez: ciertamente evocan el milagro de la multiplicación de los panes en el desierto; pero debajo de los canastillos y el pez está la hierba. El pintor quiso traer a la memoria ese milagro, pero puso entre los juncos del canastillo, dabajo de los panecillos, un vaso de vino tinto. En el desierto Jesús no dio a beber vino, sino que habló claramente de que aquel milagro lo hacía en previsión de alguna otra cosa. Los panes, si bien evocando el milagro del desierto, expresan, con la presencia del vino, la Eucaristía. Volviendo a la pintura de la fractio panis en la catacumba de Priscila, el ademán eucarístico es indicado y cumplido muy bien por el presidente del banquete representado en la cabecera de la mesa (en el mundo antiguo el personaje más importante se colocaba en la cabecera de la mesa).

(Umberto Fasola)

 

 

 

 

10. EL BAUTISMO COMO RESURRECCIÓN


     Las catacumbas nos transmiten también la mentalidad de los primeros cristianos con respecto al bautismo. Nosotros administramos el bautismo a nuestros niños derramando sobre su cabeza un poco de agua. Para los primeros cristianos no era así. Su rito era quizás mucho más expresivo, y manifestaba de lleno la teología paulina. En las catacumbas el bautizando es representado siempre desnudo, porque debía ser sumergido en el agua. El, en efecto, se debía despojar del hombre viejo y revestirse del nuevo.

     Los antiguos comprendían muy bien esto: también en la conformación de los bautisterios, ubicados fuera de la iglesia, se expresaba tal concepto. Eran, en efecto, ambientes que tenían la forma de un sepulcro, octogonal o hexagonal, precisamente como un mausoleo. Cuando la noche del sábado santo los cristianos veían esta procesión de bautizados que se encaminaban con sus trajes y entraban en el bautisterio, pensaban en seguida en la muerte: aquellos entraban adentro para morir, para despojarse de la vida vieja, morir a ella y después resurgir. Por la mañana los veían salir, vestidos con el hábito blanco, signo de la vida nueva. Esta es una concepción que debió de tener un gran significado para los primeros cristianos, también del Transtíber.

(Umberto Fasola)

 

 

 

 

11. LA GRACIA DEL PERDÓN


     Calixto sufrió de modo particular por su concepción del perdón, en polémica con las varias sectas de rigoristas de la época: todo se perdona, él afirmaba, con tal de que haya arrepentimiento. Recordamos a este propósito cómo viene representado Pedro en las catacumbas: a menudo teniendo a su lado el gallo que le recordó su traición... Es raro que en Roma, la Iglesia fundada por Pedro, se enfatice tanto esta página tan fea de la vida del apóstol, una página que habría sido mejor olvidar.

     En muchos sarcófagos y en los cubículos de las catacumbas está ese bendito gallo; está Jesús que con unos dedos hace el ademán de indicar "tres veces", y Pedro con la cabeza gacha. Podríamos preguntarnos: ¿Por qué a los romanos les gustaba tanto recordar esta página tan fea de la vida de su fundador? La única explicación convincente es que lo hacían para afirmar la misericordia de Dios, su voluntad de perdonar los pecados, justamente en un ambiente donde había quien rehusaba el perdón, en esos tiempos tan difíciles.

     "A Pedro - parecen decir estas imágenes- le ha sido perdonado el mismo pecado que ustedes más rigoristas dicen que no debe ser perdonado". Calixto, gran propugnador del perdón universal, tenía bien presente este episodio de la vida de Pedro y hizo de él, probablemente, uno de los temas más frecuentes de su predicación a los feligreses del Transtíber.

(Umberto Fasola)