Autor: P. Constancio Cabezón o.f.m. (Cardiólogo)
Fuente: www.christusrex.org

La flagelación: cómo, cuándo y por qué
El caso de Jesús fue raro. Su flagelación no fue la legal que precedía a
toda ejecución sino que constituyó un castigo especial

La flagelación en sí no fue un castigo exclusivo para Jesús. Lo mandaba
la ley. La flagelación era un preámbulo legal a toda ejecución. Había una
excepción: los ciudadanos romanos condenados a decapitación no eran
flagelados, sino fustigados con la fusta. Esto se hacía, según Tito
Livio, en el mismo lugar del suplicio, inmediatamente antes de la
decapitación.

Los condenados a crucifixión eran flagelados habitualmente durante el
trayecto que había entre el lugar donde se dictaba la sentencia y el del
suplicio. Muy raro, como en el caso de Jesús, que se llevara a cabo en
las dependencias del tribunal. Esto sólo se hacía en los casos en que la
flagelación era sustitutiva de la pena capital. El caso de Jesús fue
raro. Su flagelación no fue la legal que precedía a toda ejecución y que
se daba en el trayecto, camino del suplicio, sino que constituyó un
castigo especial, como veremos. Esto exige dos explicaciones: cuándo le
flagelaron y el porqué.

Mateo y Marcos no nos dicen ni cuándo ni el porqué, sólo constatan el
hecho: "Y habiendo hecho flagelar a Jesús, lo entregó (Pilato) para que
lo crucificaran".

Lucas es más explícito, y cuando está explicando los esfuerzos de Pilato
para salvar a Jesús, al final nos cita una frase del Prefecto: "Le
castigaré y luego le soltaré". Ya vislumbramos algo. Juan nos afirma que
Jesús fue flagelado durante los juicios de Pilato.Ya tenemos el cuándo.
Veamos ahora el porqué:

Pilato juzga que la primera acusación hecha a Jesús ("Se ha hecho Hijo de
Dios y según nuestra ley debe morir" no caía bajo la ley romana. Era
cuestión religiosa y la Justicia romana no actuaba en estos casos para
dirimirla. Por lo que consideró a Jesús inocente: "No encuentro en él,
causa alguna de condenación".

Tras una deliberación de los judíos, éstos hacen una segunda acusación
que sí entraba dentro de la Lex Julia: (Había permitido ser aclamado Hijo
de David que según ellos iba a se r su rey). Quería hacerse rey y esto
iba contra el Emperador. Pilato tiene obligación de atender esta
acusación. Pilato pregunta a Jesús sobre su realeza y, no sacando nada en
claro, lo considera de nuevo inocente.

Enterado de la estancia de Herodes en Jerusalén y siendo Jesús su
súbdito, Pilato se lo envía a ver si le resuelve el problema. No es así y
Pilato en el tercer juicio dice a los judíos: "Ni Herodes ni yo
encontramos en él causa alguna de muerte".

Después de los fracasos anteriores, Pilato equipara a Jesús con un
criminal y ladrón, con Barrabás. La propuesta era, a quién de los dos
querían que les soltase. La plebe prefiere a Barrabás, a la vez que grita
que Jesús sea crucificado.

Ante las decepciones anteriores, Pilato decidió dar a Jesús un
sustitutivo de la pena capital, para acallar al pueblo: "Le castigaré y
luego le soltare". Después de este episodio, es cuando Jesús es flagelado
y viene el hecho del ECCE HOMO.

Y tenemos pues, el cuándo y el porqué.

Una vez la orden de castigo, Jesús fue atado con cuerdas gruesas y
resistentes.Las manos por encima de la cabeza, quedando así, casi
suspendido de la parte alta de la columna o del techo. De esta manera
quedaba inutilizado, para que no pudiera defender algunas partes del
cuerpo con los brazos, y para que en el caso de shock, no cayera al
suelo.

El instrumento utilizado para la flagelación, fue el flagrum taxillatum,
que se componía de un mango corto de madera, al que estaban fijos tres
correas de cuero de unos 50 cms., en cuyas puntas tenían dos bolas de
plomo alargadas, unidas por una estrechez entre ellas; otras veces eran
los talli o astrágalos de carnero. El más usado era el de bolas de plomo.

El número de latigazos, según la ley hebrea, era de 40, pero ellos por
escrúpulos de sobrepasarse, daban siempre 39. Pero Jesús fue flagelado
por los romanos, en dependencia militar romana, por tanto more romano, es
decir, seg ún la costumbre romana, cuya ley no limitaba el número. Sólo
estaban obligados a dejar a Jesús con vida, por dos razones: una, para
poder mostrarle al público para que éste se compadeciera (era la
intención de Pilato), y la otra, para que en caso de condena a muerte,
llegara vivo al lugar de suplicio y crucificarlo vivo: era le ley.

Cuando los clásicos latinos nos hablan de esta flagelación more romano,
nos dicen que el reo quedaba irreconocible en su aspecto y sangrando por
todo el cuerpo. Así quedó Jesús. Por eso a la pregunta: ¿cuántos
latigazos dieron a Jesús? la respuesta es, hasta que le dejaron
irreconocible; hasta que se cansaron. La ley romana no limitaba el
número. Todas las partes del cuerpo de Jesús fueron objeto de latigazos.
Eso sí, respetaron la cabeza y la parte del corazón, porque hubiera
podido morir, como les había sucedido con otros. Y en este caso tenían
una consigna: no matarlo. Así lo había mandado Pilato: "Le castigaré y
luego le soltaré"..

Las correas de cuero del flagrun taxillatum, cortaron en mayor o
menor grado la piel de Jesús en todo su cuerpo: en la espalda, el tórax,
los brazos, el vientre, los muslos, las piernas. Las bolas de plomo,
caídas con fuerza sobre el cuerpo de Jesús, hicieron toda clase de
heridas: contusiones, irritaciones cutáneas, escoriaciones, equímosis y
llagas. Además, los golpes fuertes y repetidos sobre la espalda y el
tórax, provocaron, sin duda, lesiones pleurales e incluso pericarditis,
(como demostraremos en otra ocasión), con consecuencias muy graves para
la respiración, la marcha del corazón y el dolor.

Pero si en la parte externa Jesús quedó irreconocible por las heridas y
por la sangre, en el interior de su organismo sufrieron también lesiones
muy graves órganos vitales, como el hígado y el riñón. Los golpes fuertes
sobre la zona renal, instauraron sin duda, una disfunción en los riñones.
Lo mismo podemos decir sobre el hígado, donde provocaron también una
disfunción del mismo. A esta disfunción o insuficiencia hepato-renal,
junto a mayor pérdida de sangre, fueron acompañadas de cambios
electrolíticos y de otros parámetros biológicos con todas las
consecuencias gravísimas para la supervivencia.

La disminución de la volemia por la nueva y abundante pérdida de sangre,
aumentaron más gravemente la disnea o dificultad respiratoria, comenzada
en Getsemaní. Esta disnea se aumentó todavía más, si cabía, por los
golpes en la espalda y en el pecho que afectaron a órganos respiratorios
y que además la hicieron dolorosa. Una hipercadmia muy seria estaba
instaurada. Jesús tenía graves síntomas de asfixia. La hipotensión
arterial comenzada en Getsemaní y aumentada con la desnutrición y la
nueva pérdida de líquido corporal y de sangre, le dejaron materialmente
sin fuerzas. Jesús no se tenía. Sin duda cayó, al desatarle las cuerdas,
sobre el charco de sangre que había salido de su cuerpo. No olvidemos,
que todo esto recayó sobre una dermis y epider mis sumamente sensible al
dolor después de la hemathidrosis.

En las circunstancias de Jesús es imposible explicar médicamente el dolor
que sentiría cada vez que recibía un correazo con las bolas de plomo.
Podríamos decir que en estos momentos Jesús era SÓLO DOLOR.