Vocabulario cristiano para el tercer milenio: "FIDELIDAD"

La fidelidad es una propiedad esencial del amor. Por su misma esencia el amor tiende a crear una comunidad entre personas, que sólo puede conservarse con la voluntad de ser fieles con la convicción de la fidelidad del amor recíproco. Lo que caracteriza a la fidelidad es el elemento de la perseverancia, de la duración en el tiempo. La fidelidad se refiere siempre a las relaciones interpersonales, a una relación personal con un tú. Incluso cuando hablamos de "fidelidad a nosotros mismos", a nuestra palabra, a nuestros deberes, etc., entendemos la fidelidad a la persona a la que hemos dado nuestra palabra y con la que tenemos ciertos deberes: Dios, el esposo, un amigo, etc.

En un sentido más especial la fidelidad se define como la virtud que hace al hombre dispuesto a dar a los demás lo que se les debe en virtud de una promesa, que puede incluir una obligación de justicia, como ocurre en un contrato de cualquier naturaleza, o bien ser una promesa gratuita o una simple palabra dada. La conducta amorosa y fiel de Dios para con nosotros nos invita poderosamente a la fidelidad. Dios en la Sagrada Escritura aparece como "el que es fiel". En efecto, el prototipo y el primer fundamento de toda fidelidad humana es la fidelidad de Dios. La fidelidad es una propiedad esencial del matrimonio cristiano. El pacto de amor conyugal se basa en el amor eternamente fiel de Dios. "En virtud del pacto de amor conyugal, el hombre y la mujer no son ya dos, sino una sola carne, y están llamados a crecer continuamente en su comunión, a través de su fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial del don recíproco total" (Familiaris consortio, 19). Un amor de este género sólo se puede comprender plenamente a la luz de la cruz, es decir, del Cristo esposo que "amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella" (Ef 5,25).    Vicente Huerta .