Fe y razón en San Agustín
No hay una verdad religiosa y una científica. “Cree para que entiendas y entiende para que creas”, decía el santo
Llucià Pou Sabaté
Agustín
de Hipona es uno de los pensadores más brillantes de Occidente. Apasionado
buscador de la verdad, unido a su amor a los demás, todo ello da como fruto
un humanismo profundamente arraigado en el trato con Dios: "Ora como si todo
dependiera de Dios y trabaja como si todo dependiera de ti", decía. Pero su
fe estaba unida a la racionalidad, evitando caer en el fideísmo que no
piensa, ni en el racionalismo que no cree. Fe y razón es el tema
determinante de la biografía de San Agustín.
Esto nos pasa en nuestro
mundo, hay quien se esfuerza con la fe sin la razón y se cansa. Por ejemplo,
en el campo de la moral no consigue superar con voluntad ciertas luchas, y
le pasa como al zorro de la fábula con las uvas después de mucho saltar:
"¡bah, están verdes!", y abandona la lucha con cierto resentimiento. Así,
algunos acaban diciendo que los mandamientos son demasiado difíciles, o
ellos son malos y no pueden cumplirlos. El camino contrario, el
racionalismo, nos dice que la razón puede inventarse cualquier cuento si la
apartamos de la fe (tomo el ejemplo de Tomás Trigo).
Si un ladrón estudia el
séptimo mandamiento, puede tomar dos posturas: convertirse o decir "tengo
una teoría: ese mandamiento no sirve, está superado". Quizá no pasa
precisamente con el de "no robarás", porque hoy se justifica todo menos
dejar de pagar a Hacienda, pero pasará con otros. Es decir, la razón se
puede inventar cualquier cosa que le diga la voluntad. Y entonces justifica
eso con una teoría, pero necesita que muchos le digan que está bien. Por eso
nace un deseo de legalizar aquello (matrimonios homosexuales, por ejemplo) y
un resentimiento contra
Las dos alas son necesarias
para volar: fe y pensar. La fe se apoya en la revelación, que está en
Agustín escuchó a la fe,
pero no exaltó menos a la razón: "cree para que entiendas, y entiende para
que creas", la razón es importante porque es quien demuestra "a quién hay
que creer". Por lo tanto, "también la fe tiene sus ojos propios, con los
cuales ve de alguna manera que es verdadero lo que todavía no ve". Y señala
que "la fe que no sea pensada no es fe".