ESPIRITUALIDAD DEL COMUNICADOR
Un llamado de Dios

Guillermo Ortiz sj - guillo@interserver.com.ar

 

 

El comunicador católico lo es porque siente un llamado de Dios a servir a su prójimo en la Iglesia desde los Medios de Comunicación Social.

 

"Entre otros llamados"

     Siente esta "vocación" entre otros llamados que no son de Dios, como la visión economicista y materialista de la realidad que seducen con el bienestar individual, el rating, las riquezas, el status, la fama, el poder...     Discernido en la oración y con la ayuda de la Doctrina y Líneas Pastorales de la Iglesia

     Por eso el comunicador católico discierne su vocación y su trabajo, animado por la presencia activa y amorosa de Dios misericordioso; ayudado principalmente de la oración personal y litúrgica y de la Doctrina y Líneas Pastorales de la Iglesia siempre atenta a los signos de los tiempos, al desarrollo tecnológico, a los efectos de la globalización, etc..

"para servir especialmente a los más pobres y excluidos"

     De este modo, creativa y solidariamente, el comunicador católico sirve, en esperanza, y desde los Medios de Comunicación Social, especialmente a los más pobres y excluidos,

"según el modo de Jesucristo"

     según el modo y a ejemplo de Jesucristo comunicador, buscando la comunicación cara a cara y en la verdad, que lleva a la comunión de las personas con Dios y de las personas entre sí.

"que tiene especialmente en cuenta la persona humana"

     De ahí que el comunicador católico, plenamente encarnado en su cultura tiene especialmente en cuenta al hombre, que es el camino de la Iglesia; a la persona humana de manera integral, sus valores y miserias, sus anhelos y contradicciones... para ofrecer en su cultura y a través de los Medios, la Buena Noticia del Evangelio, como clave del sentido trascendente de la vida y de la comprensión de lo que sucede, y así: Globalizar la solidaridad.

     Gráfica:

     Conoce la Palabra de Dios y la difunde con los lenguajes y las técnicas de la prensa moderna.

     De esta manera y con la creatividad del Espíritu, porque Dios nos revela su presencia amorosa, el comunicador católico conoce las maravillas obradas por Dios y su Palabra por medio de la lectura de la Sagrada Escritura y la difunde con los instrumentos, lenguajes y técnicas de la prensa moderna, según la vocación de aquellos primeros comunicadores que pusieron por escrito los hechos y dichos de Jesús, como verdaderos "testigos" de lo que ellos mismos vieron, escucharon y tocaron con sus propias manos.

     Radio:

     Escucha la Palabra de Dios y la comunica con el lenguaje y las técnicas de la radio.

    Según la vocación de aquellos que proclamaron con su propia voz el anuncio de salvación, celebrando las maravillas de Dios, señalando el camino, la verdad y la vida, el comunicador católico escucha la Palabra de Dios y comunica la Buena Noticia con el lenguaje y las técnicas de la Radio.

     Cine, TV, Video:

     Contempla el rostro visible de Dios en Jesucristo y en los "pequeños" del reino, y lo muestra con los lenguajes y técnicas de la imagen.

     Porque la Palabra de Dios se hizo Carne; porque el invisible se hizo visible en Jesucristo nuestro Señor, el comunicador católico contempla el Rostro y la imagen del Hijo de Dios en los misterios de su vida, en el rostro y la vida de sus fieles imitadores, los santos; y en el rostro y la vida de los todos los excluidos; de los "pequeños" del evangelio que nos exigen la caridad de Cristo y la esperanza de la fe, y presenta este "Rostro" con el lenguaje, las técnicas y los instrumentos actuales de procesamiento y presentación de la imagen en el Cine, el Video, la TV., etc.

     Informática:

     Pone solidariamente en comunicación a las personas del mundo entero, utilizando los recursos tecnológicos más avanzados.

     Porque el Dios invisible se hace en su Hijo amado Jesucristo, imagen, voz y palabra, el comunicador católico celebra y utiliza con creatividad los avances de la tecnología interactiva que permite a través de la informática, presentar la Buena Noticia de Jesucristo con textos escritos, imágenes y sonido.

     Especializándose para comunicar creativamente la Buena Noticia de manera profesional.

     Porque los apóstoles, evangelistas, misioneros, catequistas y buenos cristianos usaron creativamente siempre todos los medios posibles, para comunicar la Buena Noticia de Jesús, el comunicador católico discierne el uso de todos los medios de comunicación posibles, especializándose según sus propios dones y vocación, para usar de estos Medios de manera profesional y adecuada, en el servicio de la Iglesia, responsable de comunicar a todas las naciones la Buena Noticia de Jesús.

     Al modo de los santos comunicadores de la Buena Noticia, imitándolos e invocando su protección

Imitador y seguidor de Cristo en el modo de buscar la comunión por medio del trabajo humilde y paciente, el comunicador católico mira y celebra la persona de los santos como modelos acabados de la comunicación testimonial de la Buena Noticia, y pide su intercesión en la oración.

 

     Preguntas para dialogar:

 

¿Siento mi vocación de comunicador como un llamado de Dios a servir a Cristo en mis hermanos?

¿Qué dones humanos, institucionales y técnicos recibo de Dios para cumplir mi vocación y debo agradecerle usándolos bien?

¿De qué manera concreta respondo hoy a mi vocación de comunicador en la Iglesia de Cristo?

¿Cómo alimento la vocación recibida de Dios y mi respuesta concreta?

¿Qué "otros llamados" siento y rechazo...?

¿Soy coherente en mi vida de comunicador con aquello que siento como vocación y con lo que me pide Dios?

¿En qué cosas concretas no respondo al amor de Dios que me llama y al servicio generoso a mis hermanos?

¿En que personas santas identifico mi ideal de comunicador y cómo pido su intercesión?

¿Cómo puedo crecer más en mi formación espiritual y apostólica, aprovechando la Biblia y la doctrina de la Iglesia...?

¿En que puedo ser más generoso, sincero y solidario en mi trabajo de comunicador?

 

     Mientras los "Comunicadores Católicos" están atentos a las tareas específicas en el campo de la comunicación, confiadas a ellos por la Iglesia, ellos son conscientes que los medios que los unen con su Señor y Maestro son más importantes que los medios externos.

     Por tanto, con la gracia de Dios, ellos desean fortalecer su compromiso comunitario para con la Misión total de la Iglesia, compartiendo las preocupaciones de los otros sectores específicos de la pastoral como la educación, la catequesis, .... etc.

     Unidos ya íntimamente con Cristo como bautizados, los "comunicadores católicos" desean fortalecer y exteriorizar su unidad, formando ellos mismos un grupo de solidaridad, el cual apoyará a los "Comunicadores Católicos" a través de: la oración de unos por otros; la ayuda de responsables claramente designados a los niveles nacional, diocesano y parroquial; el intercambio de información y experiencias; una visión compartida de sus tareas apostólicas y sociales con la acción local; un esfuerzo conjunto para divulgar la líneas pastorales para los comunicadores católicos.

     Además de fortalecer a los ‘Comunicadores Católicos’ como personas, la red de "Comunicadores Católicos" podrá aumentar su credibilidad e influencia dentro de la Iglesia."

 

ÉL ...

Apareció junto al río, y el maestro lo señaló a sus discípulos como aquél a quien ellos buscaban. Él los recibió amablemente.

Tenía alrededor de 30 años, y una personalidad fascinante, que a veces provocaba temor, por la fuerza misteriosa que lo movía. Esta fuerza interior tiene que ver con el gozo con el que hablaba de Dios, a quien no llamaba Dios sino: `mi padre'.

Su fuerza se manifestaba como una inmensa compasión frente a los enfermos, marginales y excluidos -de los que se rodeaba-; y como un rechazo decisivo del mal, la ambición y el engaño.

Su poder sobre el mal, distinguía entre el mal -como una fuerza externa que corrompe al hombre-, las víctimas del mal, y los que hacen el mal para rédito propio.

El más despreciado, marginal, excluido y desahuciado del amor y de la vida, tenía siempre con Él otra oportunidad. 'Vengan a mi -decía- todos los que están cansados y afligidos, y yo los voy a aliviar.'

Esta fuerza misteriosa que lo animaba es lo más idéntico al amor autentico puro, fecundo y desinteresado. Su relación con cada uno, era una amistad en la que su vida misma quedaba comprometida en cuerpo y sangre hasta las ultimas consecuencias.

Muchos enfermos se curaban, y personas oprimidas por fuerzas dañinas quedaban liberados con un gesto o una palabra suya.

Se le juntó mucha gente. Él llamó y eligió especialmente a algunos para que estuvieran con Él.

Entró en un lugar de culto, abrió el libro sagrado y leyó: ‘El Espíritu del Señor está sobre mi . Él me envió...’

Entró en el gran templo y expulsó a los vendedores: ‘No hagan de la casa de mi padre un mercado ...’

Su presencia movilizó a la gente, a tal punto que deseaban proclamarlo rey, en una situación política y económica de sometimiento y dominio extranjero.

Los jefes religiosos se molestaron porque se llevaba a muchos, y por la amenaza de desequilibrio que implicaba su modo de proceder. Lo apresaron y lo juzgaron. En el juicio fue clave la pregunta del sumo sacerdote: ‘Dinos claramente si eres el hijo del Dios altísimo'.

A su respuesta lo condenaron a muerte por blasfemia, y consiguieron del gobernador la ejecución. Murió como un delincuente levantado en alto, clavado de pies y manos en dos maderos cruzados.

Dicen sus discípulos que la noche antes de su muerte, cenó con ellos y les dijo: ‘Ámense entre ustedes como yo los amé’ ; ‘Nadie tiene más amor que aquel que da la vida por sus amigos’; ‘mi cuerpo será entregado por ustedes’; ‘llega la hora de las tinieblas, recen para no caer en tentación.’

Lo bajaron muerto de la cruz y lo sepultaron. Era viernes. El domingo, cuando unas mujeres piadosas fueron al sepulcro, encontraron la tumba vacía.

Él se presentó vivo a sus amigos. Les permitió tocar sus heridas de la cruz, también su pecho traspasado, y comió con ellos, para que no lo confundieran con un espíritu o un fantasma.

"Subo al Padre" les dijo, y los envió por el mundo a bautizar a todos, a perdonar las ofensas a Dios, y a enseñar su mandamiento del amor.

Hace 2000 años de esto. El se llama Jesús de Nazaret. Su persona sigue cuestionando, y también cuestiona mi vida. Frente a Él no se puede pasar indiferente. Dice que entregó su vida por mí; que en la casa de ‘su padre’ hay muchas habitaciones, y que fue a prepararme un lugar.

Sus primeros seguidores, y después muchos otros hasta hoy, dieron la vida por Él, crucificados, decapitados, y bajo múltiples formas de tortura. Y muchísimos hombres y mujeres del mundo llevan la marca del bautismo en su Nombre.

Amigo: Si hoy te lo preguntaran, ¿qué responderías?

¿Quién es para vos Jesús de Nazaret?... ¿Qué conocés de él?...
¿En qué cuestiona tu vida Jesús? ...
¿Creés que Jesús de Nazaret es verdadero hombre y verdadero Dios? ...

Si Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios: ¿Cuáles son las consecuencias de esto en tu propia vida, en tu visión de la realidad, en tu modo de pensar, sentir y actuar? ...

Si Jesús dio la vida por vos ¿Tenés una deuda con Él? ...
¿Hay algo que debieras agradecerle? ...
¿Aceptás la reconciliación que Él ofrece con Dios y con la gente? ...

Si Jesús de Nazaret compromete su vida en su relación con vos, ¿podés comprometer menos que tu vida en tu relación con él?

Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de nosotros. Creo, pero aumenta mi fe.

 

RETIRO PARA COMUNICADORES

 

     El Centro de Producción Misión Jesuita Multimedia ofrece un Retiro Espiritual para Comunicadores y Agentes de Pastoral en relación con los Medios de Comunicación y los Lenguajes de la nueva cultura.

Modalidad

Un retiro de un día, en el caso de que fuera en el fin de semana, o tres horas durante tres noches en la semana.

Dinámica

Se aplica la dinámica implícita en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, dando material para tres tiempos fuertes de oración personal:

Un tiempo de Acción de Gracias

Un tiempo de Corrección y Reconciliación

Un tiempo de Ofrecimiento y Súplica

Siempre en el marco de una aproximación al discernimiento espiritual, en orden a la toma de decisiones concretas para un mayor y mejor servicio a la Iglesia.

Se termina con la celebración de la Eucaristía.

 

Contenidos

Dado que es un Retiro para Comunicadores, los contenidos deben ser especialmente adaptados al lenguaje de los comunicadores, al concepto de comunicación social y líneas pastorales.

Además del encuentro personal con el Señor, la dinámica espiritual ignaciana fomenta y ejercita la creatividad y la construcción de imágenes comunicadoras de valores, que tanto necesitamos como comunicadores católicos.

Los contenidos tendrán en cuenta el aporte fundamental de Juan Pablo II a la espiritualidad del comunicador, con su el Mensaje de 1999 para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.

 

UNA CITA ESPIRITUAL

     El Retiro Espiritual para Comunicadores fortalecerá la comunión que pretendemos como red de comunicadores comunicados y unidos por la fe. En este marco celebraremos y compartiremos el agradecimiento y el gozo por este llamado concreto del Señor a servirlo en su Iglesia, fuertes contra las diversas tentaciones que aparecen en el ambiente de la comunicación y los medios.

     Juntos en el gozo y reconciliados con nuestra vocación, la misma fuerza de la esperanza cristiana nos inspirará decisiones acordes con la solidaridad y caridad que Cristo nos exige hoy, especialmente con los excluidos y "pequeños" del Reino.

     Así, todos los participantes están invitados a buscar razones para agradecer y crecer en el gozo por esta vocación común; a abrir el corazón para la reconciliación con el Señor y nuestros hermanos que tal vocación exige y disponernos al trabajo generoso con esperanzada y solidaridad.

Proponemos tres Ejercicios de Oración

 

Primer ejercicio:

ORACIÓN DE ACCIÓN DE GRACIAS

por la "Presencia amiga" que el Señor nos ofrece en Jesucristo.

PRESENCIA AMIGA

Para la celebración de la Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales de este año, el Papa, Juan Pablo II eligió el lema:

"Los medios de Comunicación: presencia amiga para los que buscan al Padre."

DIOS NOS OFRECE SU PRESENCIA AMIGA

Los medios de Comunicación pueden llegar a ser presencia amiga para los que buscan al Padre, porque Dios nos ofrece primero, en Jesucristo, su presencia amiga... Y nos ha dado cantidad de cualidades, que, como semillas, tenemos que saber desarrollar para poder ponerlas al servicio de los demás.

Jesús, medio perfecto del Padre para aquellos que lo buscan, nos dice con sus gestos, su Vida y sus palabras:

"Ya no los llamo siervos, los llamo amigos"...

Reconozcamos ante el Señor la generosidad y belleza de su amistad divina que ilumina y fortalece nuestra vida de comunicadores, agradeciéndole el don de su amistad.

Respondemos con la aclamación:

"Gracias Señor por tu Presencia amiga"

- Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales, y nos ha elegido en él, antes de la creación de mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor.

"Gracias Señor por tu Presencia amiga"

- El nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido.

"Gracias Señor por tu Presencia amiga"

- En él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que Dios derramó sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento.

"Gracias Señor por tu Presencia amiga"

- En él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido.

"Gracias Señor por tu Presencia amiga"

- Nos ha llenado de cualidades para que nosotros, a través de nuestra palabra, podamos ser presencia amiga para mucha gente.

"Gracias Señor por tu Presencia amiga"

- Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para alabanza de su gloria.

"Gracias Señor por tu Presencia amiga"


Evangelio según San Juan: Jn.15,12-17

     "Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.

     No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá. Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros." Palabra del Señor.

 

     Juan Pablo II dice que los medios tienen que ser presencia amiga para los que buscan al Padre.

*Agradezcamos el llamado de Dios a ser con los medios "presencia amiga" para los que buscan al Padre.

Recordemos, gustando gozosamente los momentos en que experimentamos nuestro trabajo de comunicadores como una vocación; como un llamado de Dios.

¿Cuántos hombres y mujeres, se han sentido menos solos y han fortalecido el sentido de su vida cristiana, gracias a nuestra vocación de comunicadores cristianos?

Respondemos con la aclamación:

     "Gracias Señor por llamarnos a ser presencia amiga para los que buscan a Dios"

* La voz y la música de Dios, por medio de nuestras radios alcanza muchos y lejanos lugares de nuestra patria.

     Gracias Señor por llamarnos a ser presencia amiga para los que buscan a Dios

* El rostro de Jesús se hace presente en tantos hogares por las imágenes que nos transmite el vídeo, la televisión, el cine, la computadora.

Gracias Señor por llamarnos a ser presencia amiga para los que buscan a Dios

*Volantes, folletos, boletines, diarios, revistas, libros, multiplican las palabras de Aquel que es la Palabra en nuestras ciudades, parroquias, movimientos, colegios.

Gracias Señor por llamarnos a ser presencia amiga para los que buscan a Dios

* En todo esto somos presencia amiga de hombres y mujeres anónimos y desconocidos, que sufriendo olvido y exclusión, necesitan el aliento de la Buena Noticia de Jesús.

Gracias Señor por llamarnos a ser presencia amiga para los que buscan a Dios

*Agradezcamos también al Señor las ciencias de la comunicación y de la información, los lenguajes y las tecnología que nos permiten, ser presencia amiga para tantas personas.

Gracias Señor por llamarnos a ser presencia amiga para los que buscan a Dios

Oración final:

Dios todopoderoso y eterno que nos llamas a servir a tu Iglesia con los medios de comunicación social, ayúdanos a construir, con el Evangelio de Jesucristo, la comunión y el amor entre los hombres.

 

Segundo ejercicio

ORACIÓN DE CORRECCIÓN Y RECONCILIACIÓN

Hablando a los comunicadores Juan Pablo II dice que todos lo hombres y mujeres buscan a Dios pero no todos los buscan en el sitio correcto.

Nuestra celebración de Dios es por tanto, celebración de la misericordia infinita que todos los hombres y mujeres desean, aunque con frecuencia ellos mismos se sienten frustrados por el pecado, el cual como dice san Agustín, equivale a buscar lo correcto en un sitio equivocado.

Pecamos cuando buscamos a Dios donde no se lo puede encontrar: Romanos 5,6-11

     Nos arrepentimos de las ocasiones en que buscando nuestros propios intereses, ser más, tener más, poder por sobre los otros, en vez de ayudar en la búsqueda de Dios la hemos obstaculizado.

     Nos arrepentimos de haber dejado de ser presencia amiga para los que buscan al Padre, o de las veces que los hicimos buscar en el sitio equivocado.

     Para ser amigos de Dios y de los hombres renunciemos al orgullo, al egoísmo, y al individualismo, que engendran injusticia, dolor, pobreza y exclusión entre nuestros hermanos:

* Porque no respondimos generosamente a la amistad que el Padre nos ofrece en Jesucristo. Señor ten piedad.

* Por nuestra complicidad con la injusticia, la exclusión, el sufrimiento y la pobreza de nuestros hermanos. Señor ten piedad.

* Por las veces que no buscamos con el poder de los medios ser testigos de la verdad sobre la vida y sobre la dignidad humana. Señor ten piedad.

* Porque no siempre ayudamos a que los medios de comunicación trabajen con Dios, en vez de trabajar contra él. Señor ten piedad.

* Porque no siempre pusimos nuestro trabajo de comunicadores al servicio de los más pobres y excluidos; porque no fuimos voz de los que no tienen voz. Señor ten piedad.

* Porque nos preocupamos de la noticia fugaz en vez de preocuparnos por las noticias dignas de recuerdo. Señor ten piedad.

* Porque nos preocupamos más por la información que por la cultura de la sabiduría propia de la Iglesia. Señor ten piedad.

* Porque contribuimos más a la cultura del entretenimiento evasivo y alienante que a la cultura de la alegría cristiana. Señor ten piedad.

Señor que tu Hijo muerto por nosotros en la cruz nos libere con su amor del pecado, nos purifique del mal y con su misericordia nos abra los caminos y los horizontes de la Comunicación Social.

 

Tercer ejercicio:

ORACIÓN DE OFRECIMIENTO Y SÚPLICA

     En fidelidad a la vocación de comunicadores cristianos nos ofrecemos con esperanza al trabajo solidario.

     Ofrecimiento y súplica: Jesús resucitado, Presencia amiga del Padre entre nosotros, nos llama a la amistad con el Padre y con nuestros hermanos, ofrezcamos nuestra vida, nuestra vocación y trabajos al Señor, para ser con los medios de comunicación social, presencia amiga de Dios entre los hombres según las líneas pastorales discernidas en este Congreso

Queremos ser, con los medios de comunicación, presencia amiga para los que buscan al Padre.

- Recibe hoy Señor nuestra vocación de comunicadores, para que con ella sirvamos en tu Iglesia construyendo desde la esperanza una comunicación solidaria. Queremos...

- Nos comprometemos a usar los medios, sus herramientas y sus lenguajes para comunicar la Buena Noticia de Jesucristo entre los más pequeños del Reino. Queremos...

- Te ofrecemos Señor el trabajo de este Congreso de comunicadores, para que cada una de las áreas y talleres dé los frutos de esperanza y solidaridad que esperamos para todos los comunicadores. Padrenuestro.

 

Consagración a nuestra Señora

     Pongamos en el corazón maternal de nuestra Señora nuestra vocación, trabajo y herramientas de comunicación para que ellas nos bendiga y proteja con su manto. Ave María

     Recibe Señor la ofrenda de nuestro trabajo de comunicadores, te rogamos que este servicio a tu Iglesia de frutos de comunión, por el anuncio creativo de la buena noticia de Jesucristo a todos los hombres. Por Jesucristo nuestro Señor.

 

Espíritu de la Comunicación

"VOCES" DE LA "PALABRA"

"Este es el testimonio que dio Juan... ‘Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor...’ Al día siguiente Juan vio acercarse a Jesús y dijo: ‘Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo... He visto al Espíritu descender del cielo... Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ¿Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo’. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios" Juan 1,19-34

"... Juan era la voz, pero el Señor era la Palabra que existía ya al comienzo de las cosas. Juan era una voz pasajera, Cristo la Palabra eterna desde el principio.’ San Agustín

Según el modo de proceder de Juan queremos ser ‘Voces de la Palabra’ con los lenguajes y tecnologías de comunicación de la nueva cultura.

 

JESÚS y LA GENTE

Jesús frente a la gente siente compasión

‘Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a la multitud se compadecía de ella, porque estaban abatidos y abandonados, como ovejas que no tienen pastor’ Mateo 9,35-36

Y les decía: ‘Vengan a mi todos los que están cansados y afligidos que yo los voy a aliviar. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mi, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi ley es suave y mi carga liviana’ Mateo 11,28-30

‘Vayan por el mundo...’ Mateo 28,19

‘Lo que se dijo en la oscuridad grítenlo desde los techos’ Mateo 10,27

 

LA GENTE, EL HOMBRE HUÉRFANO, NUESTRA AUDIENCIA

También nuestra gente, nuestro pueblo se encuentra hoy ‘como ovejas que no tiene pastor’ El fruto de la cultura contemporánea es un hombre huérfano, solo y desarraigado, con el futuro truncado. Esa es nuestra audiencia.

 

LOS COMUNICADORES DE LAS VOCES PRIMERAS

"Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que hemos tocado con nuestras manos acerca de la Palabra de Vida, es lo que les anunciamos. Porque la Vida se hizo visible, y nosotros la vimos y somos testigos... Lo que hemos visto y oído se los anunciamos también a ustedes, para que vivan en comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesús" 1Jn 1,1-4

‘Hay de mí si no comunicara el Evangelio" 1 Corintios 9,18

‘Les comunico lo que a mi vez recibí...’ 1 Corintios 15,3

 

LA COMPAÑÍA POR MEDIO DE PREDICACIONES
Y TODO EL MINISTERIO DE LA PALABRA DE DIOS

Ignacio de Loyola nos envía a ser como jesuitas ‘voces de la Palabra’: ‘Cualquiera que en nuestra Compañía... quiera ser soldado para Dios bajo la bandera de la Cruz, y servir al solo Señor y a la Iglesia su esposa bajo el Romano Pontífice... forma parte de una compañía fundada ante todo para atender principalmente a la defensa y propagación de la fe y al provecho de las almas en la vida y doctrina cristiana por medio de predicaciones, lecciones y todo otro ministerio de la palabra de Dios..." (Cfr. Fórmula del Instituto de la Compañía de Jesús)

 

Los Medios de Información

Los medios de comunicación nos dan hoy la posibilidad de llegar a los pobres de información de la Buena Noticia. Esa Buena Noticia que nos da la posibilidad de integrarnos y pertenecer a la gran Familia de la Iglesia, la Noticia que nos da la identidad de hijos adoptivos de Dios.

 

 

Mensaje de Juan Pablo II a los Comunicadores

A los Directivos y Equipos de Producción de las Radios Católicas

 

Jesús es el Centro de Nuestro Mensaje

 

      Según nos exhorta Juan Pablo II, queremos que Jesús sea el centro del mensaje que proclamamos en nuestras radios, y somos concientes de que "para testimoniar a Cristo es necesario encontrarse personalmente con él y cultivar esa relación..." (Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del 2000, en adelante, JMCS2000)

      A partir del encuentro personal con el Señor sentimos, como los apóstoles, que "no podemos callar lo que hemos visto y oído" (Hechos 4,20), y somos  en nuestras emisoras ‘la voz’ que necesita ‘la Palabra hecha carne’ para llegar a tantos hombres y mujeres de la audiencia, sedientos del anuncio de Jesucristo.

      Con el Espíritu de amor y gratitud del mismo Jesús que se sabe Hijo amado del Padre, queremos anunciar la belleza de Dios y de sus obras, en la vida cotidiana personal y en la vida diaria de la Iglesia, que sobrepasa los más grandes acontecimientos espectaculares y de masas.

      Con la Noticia de la Resurrección de Jesús, muerto en la cruz por el perdón de los pecados, anunciamos la belleza extraordinaria del Amor de Dios, más fuerte que el mal y que la muerte.

      "El núcleo vivo del mensaje que los apóstoles predican – dice el Papa a los comunicadores - es Jesús crucificado y resucitado, que vive triunfante sobre el pecado y la muerte".

      Con su testimonio de la misericordia de Dios, el mismo Juan Pablo II -que en un acto cumbre del Gran Jubileo, ha rogado públicamente el perdón de Dios por los pecados de los hijos de la Iglesia-, nos invita a anunciar en nuestras radios, la belleza, el gozo y la paz de la reconciliación con el Padre Dios y con nuestros hermanos.

      "Anunciar a Cristo, conduce al encuentro entre las personas en la fe y la caridad al más profundo nivel humano. El mismo Señor resucitado se convierte en vínculo..." (JMCS2000). Por esto mismo, sentimos que "estamos llamados a una caridad que, de un modo especial, manifieste el amor de Cristo a aquellos hermanos que carecen de lo necesario para vivir, a los que son víctimas del hambre, de la violencia y de la injusticia." "Es un grito de dolor y desesperación que han de escuchar con atención y disponibilidad todos los que emprendan el camino jubilar. ¿Cómo podemos pedir la gracia del Jubileo si somos insensibles a las necesidades de los pobres, si no nos comprometemos a garantizar a todos los medios necesarios para que vivan dignamente?" (Mensaje del Papa para la   Cuaresma). Por esto, nos comprometemos a anunciar a Jesucristo con la ofrenda generosa de la vida y del trabajo competente y creativo de comunicadores.

      En medio del trabajo cotidiano de proclamar a Jesucristo "en formas adecuadas a los medios que se usen y a la capacidad del público", "con capacidad y entrenamiento profesional" (JMCS2000), pedimos la gracia de vivir ese encuentro con Jesús que nos llama a anunciarlo, como los apóstoles,  que respondieron a su mandato usando con creatividad todos los Medios de Comunicación posibles y eficaces, y consumaron el anuncio con el testimonio (martirio) de sus vidas. Pedimos al Señor "luz y valor para anunciar a Jesucristo con el testimonio de la vida" (JMCS2000); esa luz y valor en el anuncio de Jesucristo que aparece en los relatos de los hechos de los Apóstoles, realizada con el poder del Espíritu Santo, llena de fe y convincente.

      Y -como concluye Juan Pablo II su mensaje a los comunicadores- "Que Dios bendiga abundantemente a todos aquellos que honran y proclaman a su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en el vasto mundo de los medios de comunicación social."

 

 

Texto completo del mensaje de Juan Pablo II

 

ANUNCIAR A CRISTO EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

AL ALBA DEL TERCER MILENIO

 

Mensaje de Su Santidad Juan Pablo II para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, que se celebrará el domingo 4 de junio de 2000.

1. El tema de la trigésimo cuarta Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, «Anunciar a Cristo en los Medios de Comunicación Social al alba del Tercer Milenio», nos invita a mirar hacia adelante considerando los desafíos que nos esperan, y también a mirar hacia el pasado recordando el nacimiento del cristianismo para tomar de esos orígenes la luz y el valor que necesitamos. El centro del mensaje que proclamamos es siempre Jesús mismo. «Ante Él se sitúa la historia humana entera: nuestro hoy y el futuro del mundo son iluminados por su presencia» (Incarnationis Mysterium, 1).

 2. Los capítulos iniciales de los Hechos de los Apóstoles contienen un conmovedor relato de la proclamación de Cristo por sus primeros seguidores, proclamación que fue a la vez espontánea, llena de fe y convincente, realizada con el poder del Espíritu Santo.

 3. Lo primero y más importante es que los discípulos anunciaron a Cristo como respuesta al mandato que él les había dado. Antes de ascender al Cielo dijo a los Apóstoles: «Serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8). Y a pesar de que eran hombres «sin instrucción ni cultura» (Hch 4,13), respondieron rápida y generosamente.

 4. Habiéndose dedicado a la oración con María junto con los demás seguidores del Señor, y actuando movidos por el Espíritu Santo, los Apóstoles iniciaron su proclamación en Pentecostés (cf. Hch 2). La lectura de aquellos maravillosos acontecimientos nos recuerda que la historia de la comunicación es como un proceso que va desde el orgulloso proyecto de Babel con su carga de confusión e incomprensión mutua (cf. Gn 11,1-9), hasta Pentecostés y el don de lenguas: la comunicación es restaurada con su centro en Jesús, por medio de la acción del Espíritu Santo. Anunciar a Cristo, pues, conduce al encuentro entre las personas en la fe y la caridad al más profundo nivel humano. El mismo Señor resucitado se convierte en vínculo de una genuina comunicación entre sus hermanos y hermanas en el Espíritu.

 5. Pentecostés es sólo el principio. Los Apóstoles no se arredran en la proclamación del Señor ni siquiera cuando son amenazados con represalias: «No podemos callar lo que hemos visto y oído», dicen Pedro y Juan al Sanedrín (Hch 4,20). Incluso los sufrimientos se convierten en instrumentos de la misión. Cuando se desata una violenta persecución en Jerusalén después del martirio de Esteban, forzando a los seguidores de Cristo a huir, «los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Palabra» (Hch 8,4).

6. El núcleo vivo del mensaje que los Apóstoles predican es Jesús crucificado y resucitado, que vive triunfante sobre el pecado y la muerte. Pedro dice al centurión Cornelio y su familia: «Ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara... Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de él, declarando que los que creen en él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre» (Hch 10, 39-43).

 7. Es obvio que las circunstancias han cambiado profundamente en dos milenios. Y sin embargo permanece inalterable la necesidad de anunciar a Cristo. El deber de dar testimonio de la muerte y la resurrección de Jesús y de su presencia salvífica en nuestras vidas, es tan real y apremiante como el de los primeros discípulos. Hemos de comunicar la buena noticia a todos aquellos que quieran escuchar.

 8. Es indispensable la proclamación personal y directa, en la que una persona comparte con otra su fe en el Resucitado. Igualmente lo son otras formas tradicionales de sembrar la Palabra de Dios. No obstante, al mismo tiempo debe realizarse hoy una proclamación en y a través de los medios de comunicación social. «La Iglesia se sentiría culpable ante el Señor si no utilizara estos poderosos medios» (Papa Pablo VI, «Evangelii Nuntiandi», 45).

 9. No se exagera al insistir en el impacto de los medios sobre el mundo actual. El surgimiento de la sociedad de la información es una verdadera revolución cultural, que transforma a los medios en «el primer areópago de nuestra época» (Redemptoris Missio, 37), en la cual se intercambian constantemente ideas y valores. A través de los medios la gente entra en contacto con personas y acontecimientos, y se forma sus opiniones sobre el mundo en el que vive. Incluso ahí se configura su modo de entender el sentido de la vida. Para muchos su propia experiencia vital es en gran medida una prolongación de la experiencia de los medios de comunicación (cf. Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, «Aetatis Novae», 2). El anuncio de Cristo debe formar parte de esta experiencia.

 10. Naturalmente, al anunciar al Señor, la Iglesia debe usar con vigor y habilidad sus propios medios de comunicación (libros, periódicos, revistas, radio, televisión y otros). Los comunicadores católicos deben ser intrépidos y creativos para desarrollar nuevos medios y métodos en la proclamación. Pero, en lo posible, la Iglesia debe aprovechar al máximo las oportunidades de estar presente también en los medios seculares.

 11. Los medios están contribuyendo ya de muchas formas al enriquecimiento espiritual, por ejemplo en los numerosos programas especiales que se transmiten a nivel mundial por medio de satélites durante este año del Gran Jubileo. En otros casos, sin embargo, expresan la indiferencia y hasta la hostilidad que existe en ciertos sectores de la cultura secular hacia Cristo y su mensaje. Es necesario un cierto tipo de «examen de conciencia» por parte de los medios, que conduzca a una mayor conciencia crítica sobre esa tendencia a un escaso respeto por la religiosidad y las convicciones morales de la gente.

12. Una forma implícita de proclamación del Señor puede hacerse a través de producciones mediáticas que respondan a las auténticas necesidades humanas, especialmente aquéllas de los débiles, los necesitados y los marginados. Pero además de la proclamación implícita, los comunicadores cristianos deben buscar modos de hablar explícitamente de Jesús muerto y resucitado y de su triunfo sobre el pecado y la muerte, en formas adecuadas a los medios que se usen y a la capacidad del público.

 13. Realizar esto con acierto requiere capacidad y entrenamiento profesional. Pero también requiere algo más. Para testimoniar a Cristo es necesario encontrarse personalmente con él y cultivar esa relación a través de la oración, la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación, leyendo y meditando la Palabra de Dios, estudiando la doctrina cristiana y sirviendo a los demás. Si todo ello es auténtico, será mucho más por obra del Espíritu que nuestra.

 14. Proclamar a Cristo no es sólo un deber sino un privilegio. «El paso de los creyentes hacia el tercer milenio no se resiente absolutamente del cansancio que el peso de dos mil años de historia podría llevar consigo; los cristianos se sienten más bien alentados al ser conscientes de llevar al mundo la luz verdadera, Cristo Señor. La Iglesia, al anunciar a Jesús de Nazaret, verdadero Dios y Hombre perfecto, abre a cada ser humano la perspectiva de ser «divinizado» y, por tanto, de hacerse así más hombre». (Incarnationis Mysterium, 2).

 15. El Gran Jubileo del aniversario número 2.000 del nacimiento de Jesús en Belén, debe ser una oportunidad y un desafío para que los discípulos del Señor demos testimonio en y a través de los medios, de la extraordinaria y consoladora Buena Noticia de nuestra salvación. Que en este «Año de Gracia» los medios den voz a Jesús mismo, con claridad y alegría, con fe, esperanza y amor. Proclamar a Cristo en los medios al alba del nuevo milenio no es sólo parte sustancial de la misión evangelizadora; constituye también un enriquecimiento vital, inspirador y lleno de esperanza para el propio mensaje de los medios.

 Que Dios bendiga abundantemente a todos aquellos que honran y proclaman a su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en el vasto mundo de los medios de comunicación social.

24 de enero de 2000

 

" Etica en las Comunicaciones Sociales"


Documento del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales con motivo de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y el Jubileo de los Periodistas.
4 de Junio de 2000

 

INTRODUCCION - LA COMUNICACION SOCIAL - AL SERVICIO DE LA PERSONA HUMANA - LA COMUNICACION SOCIAL QUE VIOLA EL BIEN DE LA PERSONA - ALGUNOS PRINCIPIOS ETICOS IMPORTANTES - CONCLUSION


INTRODUCCION

      1. El uso que la gente hace de los medios de comunicación social puede producir efectos positivos o negativos. Aunque se dice comúnmente y lo diremos a menudo aquí que en los medios de comunicación social « cabe de todo », no son fuerzas ciegas de la naturaleza fuera del control del hombre. Porque aun cuando los actos de comunicación tienen a menudo consecuencias no pretendidas, la gente elige usar los medios de comunicación con fines buenos o malos, de un modo bueno o malo.

      Estas opciones, importantes para el aspecto ético, no sólo las realizan quienes reciben el mensaje espectadores, oyentes y lectores, sino especialmente quienes controlan los medios de comunicación social y determinan sus estructuras, sus políticas y sus contenidos. Incluyen a funcionarios públicos y ejecutivos de empresas, miembros de consejos de administración, propietarios, editores y gerentes de emisoras, directores, jefes de redacción, productores, escritores, corresponsales y otras personas. Para ellos, la cuestión ética es particularmente importante: los medios de comunicación social ¿se usan para el bien o para el mal?

      2. El impacto de la comunicación social es enorme. Por medio de ella la gente entra en contacto con otras personas y con acontecimientos, se forma sus opiniones y valores. No sólo se transmiten y reciben información e ideas a través de estos instrumentos, sino que a menudo las personas experimentan la vida misma como una experiencia de los medios de comunicación social (cf. Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Aetatis novae, 2).

      La evolución tecnológica está teniendo como consecuencia inmediata que los medios de comunicación resulten cada vez más penetrantes y poderosos. « La llegada de la sociedad de la información es una verdadera revolución cultural » (Pontificio Consejo para la Cultura, Para una pastoral de la cultura, 9); y las innovaciones deslumbrantes del siglo XX pueden haber sido sólo un preludio de lo que traerá consigo este nuevo siglo.

      El alcance y la diversidad de los medios de comunicación accesibles a la gente en los países ricos ya son asombrosos: libros y periódicos, televisión y radio, películas y vídeos, grabaciones y comunicaciones electrónicas transmitidas por radio, cable, satélite e Internet. Los contenidos de esta vasta difusión van desde las noticias rigurosas hasta el mero entretenimiento, desde las oraciones hasta la pornografía, desde la contemplación hasta la violencia. La gente, dependiendo de cómo usa los medios de comunicación social, puede aumentar su empatía y su compasión o puede encerrarse en un mundo narcisista y aislado, con efectos casi narcóticos. Ni siquiera los que rehúyen los medios de comunicación social pueden evitar el contacto con quienes están profundamente influidos por ellos.

      3. Además de estas razones, la Iglesia tiene sus propios motivos para estar interesada en los medios de comunicación social. La historia de la comunicación humana, vista a la luz de la fe, puede considerarse como un largo camino desde Babel, lugar y símbolo del colapso de las comunicaciones (cf. Gn 11,4-8), hasta Pentecostés y el don de lenguas (cf. Hch 2,5-11), cuando se restableció la comunicación mediante el poder del Espíritu Santo, enviado por el Hijo. La Iglesia, enviada al mundo para anunciar la buena nueva (cf. Mt 28,19-20; Mc 16,15), tiene la misión de proclamar el Evangelio hasta el fin de los tiempos. Hoy sabe que es preciso usar los medios de comunicación social (cf. Concilio Vaticano II, Inter mirifica, 3; Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 45; Juan Pablo II, Redemptoris missio, 37; Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Communio et progressio, 126-134, Aetatis novae, 11).

      La Iglesia también se reconoce a sí misma como una communio, una comunión de personas y comunidades eucarísticas, que « se fundamenta en la comunión íntima de la Trinidad » (Aetatis novae, 10; Congregación para la Doctrina de la Fe, Algunos aspectos de la Iglesia entendida como comunión). En efecto, toda la comunicación humana se basa en la comunicación entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Más aún, la comunión trinitaria llega hasta la humanidad: el Hijo es la Palabra, « pronunciada » eternamente por el Padre; y en Jesucristo y por Jesucristo, Hijo y Palabra hecha carne, Dios se comunica a sí mismo y comunica su salvación a los hombres y mujeres. « Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo » (Hb 1,1-2). La comunicación en la Iglesia y por medio de ella encuentra su punto de partida en la comunión de amor entre las Personas divinas y en su comunicación con nosotros.

      4. La Iglesia asume los medios de comunicación social con una actitud fundamentalmente positiva y estimulante. No se limita simplemente a pronunciar juicios y condenas; por el contrario, considera que estos instrumentos no sólo son productos del ingenio humano, sino también grandes dones de Dios y verdaderos signos de los tiempos (cf. Inter mirifica, 1; Evangelii nuntiandi, 45; Redemptoris missio, 37). La Iglesia desea apoyar a los profesionales de la comunicación, proponiéndoles principios positivos para asistirles en su trabajo, a la vez que fomenta un diálogo en el que todas las partes interesadas hoy está implicada una gran parte de la humanidad puedan participar. Estos propósitos constituyen la razón de ser del presente documento.

      Lo decimos una vez más: los medios de comunicación social no hacen nada por sí mismos; son únicamente instrumentos, herramientas que la gente elige usar de uno u otro modo. Al reflexionar en los medios de comunicación social, debemos afrontar honradamente la cuestión « más esencial » que plantea el progreso tecnológico: si, gracias a él, la persona humana « se hace de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos » (Juan Pablo II, Redemptor hominis, 15).

      Damos por supuesto que la gran mayoría de las personas dedicadas con toda su capacidad a la comunicación social es gente consciente que quiere hacer las cosas como se debe. Los funcionarios públicos, los políticos y los ejecutivos de empresas desean respetar y promover el interés público, tal como lo entienden. Los lectores, los oyentes y los telespectadores quieren emplear bien su tiempo, con miras a un crecimiento y un desarrollo personales que les permitan llevar una vida más feliz y más productiva. Los padres sienten la inquietud de saber si lo que entra en sus hogares a través de los medios de comunicación social es beneficioso para sus hijos. Los comunicadores más profesionales desean usar sus talentos para servir a la familia humana, y están preocupados por las crecientes presiones económicas e ideológicas tendentes a bajar los modelos éticos presentes en numerosos sectores de los medios de comunicación social.

      Los contenidos de las innumerables opciones hechas por todas esas personas en relación con los medios de comunicación social se diferencian de un grupo a otro y de una persona a otra; pero todas las opciones tienen su peso ético y están sometidas a una evaluación ética. Para elegir correctamente, es necesario que quienes eligen « conozcan las normas del orden moral en este campo y las lleven fielmente a la práctica » (Inter mirifica, 4).

      5. La Iglesia aporta diversos elementos a esta cuestión.
      Aporta una larga tradición de sabiduría moral, enraizada en la revelación divina y en la reflexión humana (cf. Juan Pablo II, Fides et ratio, 36-48). Una parte de esa tradición está formada por un conjunto fundamental y creciente de doctrina social, cuya orientación teológica es un importante correctivo tanto para la « solución atea, que priva al hombre de una parte esencial, la espiritual, como para las soluciones permisivas o consumistas, las cuales con diversos pretextos tratan de convencerlo de su independencia de toda ley y de Dios mismo » (Juan Pablo II, Centesimus annus, 55). Más que pronunciar simplemente un juicio pasajero, esta tradición se ofrece a sí misma al servicio de los medios de comunicación social. Por ejemplo, « la cultura de la sabiduría, propia de la Iglesia, puede evitar que la cultura de la información, propia de los medios de comunicación, se convierta en una acumulación de hechos sin sentido » (Juan Pablo II, Mensaje para la XXXIII Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 1999, n. 3).

      La Iglesia también aporta algo más en esta cuestión. Su contribución especial a las realidades humanas, incluyendo el mundo de las comunicaciones sociales, es « precisamente el concepto de la dignidad de la persona, que se manifiesta en toda su plenitud en el misterio del Verbo encarnado » (Centesimus annus, 47). Como afirma el Concilio Vaticano II, « Cristo el Señor, Cristo el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación » (Gaudium et spes, 22).

 

II
LA COMUNICACION SOCIAL
AL SERVICIO DE LA PERSONA HUMANA

      6. La Instrucción Pastoral sobre las comunicaciones sociales Communio et progressio, en continuidad con la Constitución Pastoral del Concilio sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et spes (cf. nn. 30-31), subraya que los medios de comunicación están llamados a servir a la dignidad humana, ayudando a la gente a vivir bien y a actuar como personas en comunidad. Los medios de comunicación realizan esa misión impulsando a los hombres y mujeres a ser conscientes de su dignidad, a comprender los pensamientos y sentimientos de los demás, a cultivar un sentido de responsabilidad mutua, y a crecer en la libertad personal, en el respeto a la libertad de los demás y en la capacidad de diálogo.

      La comunicación social tiene un inmenso poder para promover la felicidad del hombre y su realización. Sin pretender dar más que una visión de conjunto, presentamos aquí, como hemos hecho en otro documento (cf. Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Ética en la publicidad, 4-8), algunos beneficios económicos, políticos, culturales, educativos y religiosos.

      7. Económicos. El mercado no es una norma de moralidad o una fuente de valores morales, y se puede abusar de la economía de mercado; pero el mercado puede servir a la persona (cf. Centesimus annus, 34), y los medios de comunicación desempeñan un papel indispensable en una economía de mercado. La comunicación social sostiene los negocios y el comercio, contribuye a estimular el progreso económico, el empleo y la prosperidad, promueve mejoras en la calidad de los bienes y servicios existentes y el desarrollo de otros nuevos, fomenta la competencia responsable con vistas al interés público, y permite que la gente haga opciones informadas, dándole a conocer la disponibilidad y las características de los productos.

      En resumen, los complejos sistemas económicos nacionales e internacionales actuales no podrían funcionar sin los medios de comunicación. Si se prescindiera de ellos se derrumbarían las estructuras económicas fundamentales, con gran perjuicio para numerosas personas y para la sociedad.

      8. Políticos. La comunicación social beneficia a la sociedad, facilitando la participación informada de los ciudadanos en los procesos políticos. Los medios de comunicación unen a la gente en la búsqueda de propósitos y objetivos comunes, ayudándoles así a formar y apoyar auténticas comunidades políticas.

      Los medios de comunicación son indispensables en las sociedades democráticas actuales. Proporcionan información sobre cuestiones y hechos, sobre funcionarios y candidatos a cargos públicos. Permiten que los líderes se comuniquen rápida y directamente con el público sobre asuntos urgentes. Son importantes instrumentos de responsabilidad, llamando la atención sobre la incompetencia, la corrupción y los abusos de confianza, a la vez que ponen de relieve los casos de competencia, espíritu cívico y cumplimiento del deber.

      9. Culturales. Los medios de comunicación social facilitan el acceso de la gente a la literatura, al teatro, a la música y al arte, que de otro modo serían inasequibles para ella, y promueven así un desarrollo humano respetuoso del conocimiento, la sabiduría y la belleza. No hablamos sólo de representaciones de obras clásicas y de los frutos de la erudición, sino también de espectáculos populares sanos y de información útil que reúne a las familias, ayuda a la gente a resolver los problemas diarios, eleva el espíritu de las personas enfermas, solas y ancianas, y alivia el tedio de la vida.

      Los medios de comunicación también hacen posible que los grupos étnicos se estimen y celebren sus tradiciones culturales, compartiéndolas con los demás y transmitiéndolas a las nuevas generaciones. En particular introducen a los niños y a los jóvenes en su patrimonio cultural. Los comunicadores, como los artistas, sirven al bien común preservando y enriqueciendo el patrimonio cultural de las naciones y los pueblos (cf. Juan Pablo II, Carta a los artistas, 4).

      10. Educativos. Los medios de comunicación son importantes instrumentos de educación en diferentes ámbitos, desde la escuela hasta el lugar de trabajo, y en muchas etapas de la vida. Los niños que son iniciados en los rudimentos de la lectura y las matemáticas; los jóvenes que procuran realizar su formación vocacional o quieren conseguir títulos de estudio; y los ancianos que quieren aprender nuevas cosas en sus últimos años: éstos, como muchos otros, gracias a los medios de comunicación, tienen acceso a un rico y creciente tesoro de recursos educativos.

      Los medios de comunicación son instrumentos educativos normales en muchas aulas. Y, más allá de las paredes del aula, los medios de comunicación, incluida Internet, superan las barreras de la distancia y el aislamiento, ofreciendo la oportunidad de aprender a pobladores de áreas remotas, a los religiosos en conventos, a las personas obligadas a permanecer en su hogar, a los detenidos, y a muchos otros.

      11. Religiosos. La vida religiosa de mucha gente se enriquece mucho gracias a los medios de comunicación, que transmiten noticias e información de acontecimientos, ideas y personalidades del ámbito religioso, y sirven como vehículos para la evangelización y la catequesis. Diariamente proporcionan inspiración, aliento y oportunidades de participar en funciones litúrgicas a personas obligadas a permanecer en sus hogares o en instituciones.

      A veces los medios de comunicación también contribuyen de un modo extraordinario al enriquecimiento espiritual de las personas. Por ejemplo, es incontable en todo el mundo el número de personas que ven y, en cierto sentido, participan en importantes acontecimientos de la vida de la Iglesia televisados regularmente por satélite desde Roma. Y a lo largo de los años los medios de comunicación han llevado las palabras y las imágenes de las visitas pastorales del Santo Padre a miles de millones de personas.

      12. En todos estos ámbitos económico, político, cultural, educativo y religioso, y en otros más, los medios de comunicación pueden usarse para construir y apoyar a la comunidad humana. En efecto, toda comunicación debe estar abierta a la comunión entre las personas.

      « Para llegar a ser verdaderamente hermanos y hermanas es necesario conocerse. Para conocerse es muy importante comunicarse cada vez de forma más amplia y profunda » (Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Vida fraterna en comunidad, 29). La comunicación que sirve genuinamente a la comunidad « lleva consigo algo más que la sola manifestación de ideas o expresión de sentimientos. Según su más íntima naturaleza es una entrega de sí mismo por amor » (Communio et progressio, 11: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 6 de junio de 1971, p. 3).

      Este tipo de comunicación busca el bienestar y la realización de los miembros de la comunidad dentro del respeto al bien común de todos. Pero para discernir este bien común se requieren la consulta y el diálogo. Por esta razón, es imprescindible que las partes implicadas en la comunicación social se comprometan en dicho diálogo y acepten la verdad sobre lo que es bueno. De este modo los medios de comunicación pueden cumplir su deber de « atestiguar la verdad sobre la vida, sobre la dignidad humana, sobre el verdadero sentido de nuestra libertad y mutua interdependencia » (Juan Pablo II, Mensaje para la XXXIII Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 1999, n. 2).

 

III
LA COMUNICACIÓN SOCIAL
QUE VIOLA EL BIEN DE LA PERSONA

      13. Los medios de comunicación también pueden usarse para bloquear a la comunidad y menoscabar el bien integral de las personas alienándolas, marginándolas o aislándolas; arrastrándolas hacia comunidades perversas organizadas alrededor de valores falsos y destructivos; favoreciendo la hostilidad y el conflicto; criticando excesivamente a los demás y creando la mentalidad de « nosotros » contra « ellos »; presentando lo que es soez y degradante con un aspecto atractivo e ignorando o ridiculizando lo que eleva y ennoblece. Pueden difundir noticias falsas y desinformación, favoreciendo la trivialidad y la banalidad. Los tópicos basados en la raza y en la pertenencia étnica, en el sexo, en la edad y en otros factores, incluyendo la religión son tristemente comunes en los medios de comunicación. Además, con frecuencia la comunicación social descuida lo que es auténticamente nuevo e importante, incluyendo la Buena Nueva del Evangelio, y se concentra en lo que está de moda o en lo excéntrico.

      Existen abusos en cada una de las áreas que acabamos de mencionar.

      14. Económicos. Los medios de comunicación se usan a veces para construir y apoyar sistemas económicos que sirven a la codicia y a la avidez. El neoliberalismo es un caso típico: « Haciendo referencia a una concepción economicista del hombre, considera las ganancias y las leyes del mercado como parámetros absolutos, en detrimento de la dignidad y del respeto de las personas y los pueblos » (Juan Pablo II, Ecclesia in America, 56). En dichas circunstancias, los medios de comunicación, que deben beneficiar a todos, son explotados en provecho de unos pocos.

      El proceso de globalización « puede crear oportunidades extraordinarias de mayor bienestar » (Centesimus annus, 58); pero con él, e incluso como parte de él, algunas naciones y pueblos sufren la explotación y la marginación, quedándose cada vez más atrás en la lucha por el desarrollo. Estas bolsas de miseria cada vez más amplias en medio de la abundancia son semilleros de envidia, resentimiento, tensión y conflicto. Esto subraya la necesidad de « adecuados órganos internacionales de control y de guía válidos, que orienten la economía misma hacia el bien común » (Centesimus annus, 58).

      Frente a graves injusticias, no basta que los comunicadores digan simplemente que su trabajo consiste en referir las cosas tal como son. Eso es indudablemente su tarea. Pero algunos casos de sufrimiento humano son en gran parte ignorados por los medios de comunicación, mientras informan acerca de otros; y en la medida en que esto refleja una decisión de los comunicadores, también refleja una selectividad inadmisible. De forma más fundamental aún, las estructuras y las políticas de comunicación y la distribución de tecnología son factores que hacen que algunas personas sean « ricas en información » y otras « pobres en información », en una época en que la prosperidad, e incluso la supervivencia, depende de la información.

      Por tanto, de este modo los medios de comunicación a menudo contribuyen a las injusticias y desequilibrios que causan el sufrimiento sobre el que informan: « Hay que romper las barreras y los monopolios que colocan a tantos pueblos al margen del desarrollo, y asegurar a todos individuos y naciones las condiciones básicas que les permitan participar en dicho desarrollo » (Centesimus annus, 35). La tecnología de las comunicaciones y la información, junto con la formación para su uso, es una de esas condiciones básicas.

      15. Políticos. Los políticos sin escrúpulos usan los medios de comunicación para la demagogia y el engaño, apoyando políticas injustas y regímenes opresivos. Ridiculizan a sus adversarios y sistemáticamente distorsionan y anulan la verdad por medio de la propaganda y de planteamientos falsamente tranquilizadores. En este caso, más que unir a las personas, los medios de comunicación sirven para separarlas, creando tensiones y sospechas que constituyen gérmenes de nuevos conflictos.

      Incluso en países con sistemas democráticos, también es frecuente que los líderes políticos manipulen la opinión pública a través de los medios de comunicación, en vez de promover una participación informada en los procesos políticos. Se observan los convencionalismos de la democracia, pero ciertas técnicas copiadas de la publicidad y de las relaciones públicas se despliegan en nombre de políticas que explotan a grupos particulares y violan los derechos fundamentales, incluso el derecho a la vida (cf. Juan Pablo II, Evangelium vitae, 70).

      A menudo, también los medios de comunicación difunden el relativismo ético y el utilitarismo, que caracterizan la actual cultura de la muerte. Participan en la contemporánea « conjura contra la vida », « creando en la opinión pública una cultura que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida » (Evangelium vitae, 17).

      16. Culturales. La crítica condena con frecuencia la superficialidad y el mal gusto de los medios de comunicación que, sin estar obligados a la estrechez de miras o la uniformidad, no deberían tampoco caer en la vulgaridad o la degradación. No sirve de excusa afirmar que los medios de comunicación social reflejan las costumbres populares, dado que también ejercen una poderosa influencia sobre esas costumbres, y, por ello, tienen el grave deber de elevarlas y no degradarlas.

      El problema presenta diversos aspectos. Uno de ellos se refiere a los temas complejos, cuando en vez de ser presentados con esmero y veracidad, los noticiarios los evitan o los simplifican excesivamente. Otro serían los programas de entretenimiento de tipo corruptor y deshumanizante, que incluyen y explotan temas relacionados con la sexualidad y la violencia. Es una grave irresponsabilidad ignorar o disimular el hecho de que « la pornografía y la violencia sádica deprecian la sexualidad, pervierten las relaciones humanas, explotan a los individuos especialmente a las mujeres y a los niños, destruyen el matrimonio y la vida familiar, inspiran actitudes antisociales y debilitan la fibra moral de la sociedad » (Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Pornografía y violencia en las comunicaciones sociales: una respuesta pastoral, 10).

      En el ámbito internacional, el dominio cultural impuesto a través de los medios de comunicación social también constituye un problema cada vez más serio. En algunos lugares las expresiones de la cultura tradicional están virtualmente excluidas del acceso a los medios populares de comunicación y corren el riesgo de desaparecer; mientras tanto, los valores de las sociedades ricas y secularizadas suplantan cada vez más los valores tradicionales de las sociedades menos ricas y poderosas. Teniendo esto en cuenta, habría que prestar particular atención a los niños y jóvenes, proporcionándoles programas que les permitan tener un contacto vivo con su herencia cultural.

      Es de desear que la comunicación se haga según modelos culturales. Las sociedades pueden y deben aprender unas de otras. Pero la comunicación transcultural no debería realizarse en detrimento de las más débiles. Hoy « incluso las culturas menos extendidas no están aisladas. Se benefician de intercambios cada vez mayores, y al mismo tiempo sufren presiones ejercidas por una fuerte corriente uniformadora » (Para una pastoral de la cultura, 33). El hecho de que un gran número de informaciones fluya actualmente en una única dirección desde las naciones desarrolladas hacia las naciones en vías de desarrollo y pobres plantea serias cuestiones éticas. ¿Los ricos no tienen nada que aprender de los pobres? ¿Los potentes son sordos a la voz de los débiles?

      17. Educativos. En lugar de promover la enseñanza, los medios de comunicación pueden distraer a la gente y llevarla a perder el tiempo. De este modo, los más perjudicados son los niños y los jóvenes, pero los adultos también sufren esa influencia de programas banales e inútiles. Una de las causas de este abuso de confianza por parte de los comunicadores es la avidez, que pone el lucro por encima de las personas.

      De igual modo, los medios de comunicación se usan en algunas ocasiones como instrumentos de adoctrinamiento, con la intención de controlar lo que la gente sabe y negarle el acceso a la información que las autoridades no quieren que tenga. Ésta es una perversión de la educación auténtica, que se esfuerza por ampliar el conocimiento y la capacidad de las personas y ayudarles a perseguir propósitos elevados, sin limitar sus horizontes y sin aprovechar sus energías al servicio de ideologías.

      18. Religiosos. En la relación entre los medios de comunicación social y la religión existen tentaciones por ambas partes.

      Entre las tentaciones de los medios de comunicación están el ignorar o marginar las ideas y las experiencias religiosas; tratar a la religión con incomprensión, quizá hasta con desprecio, como un objeto de curiosidad que no merece una atención seria; promover las modas religiosas con menoscabo de la fe tradicional; tratar a los grupos religiosos legítimos con hostilidad; valorar la religión y la experiencia religiosa según criterios mundanos de lo que debe ser; preferir las concepciones religiosas que corresponden a los gustos seculares a las que no corresponden; y tratar de encerrar la trascendencia dentro de los confines del racionalismo y el escepticismo. Los actuales medios de comunicación reflejan la situación posmoderna del espíritu humano, encerrado « dentro de los límites de su propia inmanencia, sin ninguna referencia a lo trascendente » (Fides et ratio, 81).

      Por su parte, la religión puede tener tentaciones como formarse un juicio exclusivamente crítico y negativo de los medios de comunicación; no comprender que los criterios razonables de un buen uso de los medios de comunicación, como son la objetividad y la imparcialidad, pueden excluir un trato especial para los intereses institucionales de la religión; presentar los mensajes religiosos con un estilo emotivo y manipulado, como si fueran productos que compiten en un mercado saturado; usar los medios de comunicación como instrumentos para el control y el dominio; practicar innecesariamente el secreto, por lo demás pecando contra la verdad; minimizar la exigencia evangélica de conversión, arrepentimiento y cambio de vida, sustituyéndola con una religiosidad tibia que pide poco a la gente; e impulsar el integrismo, el fanatismo y el exclusivismo religioso, que fomentan el desprecio y la hostilidad hacia los demás.

      19. En síntesis, los medios de comunicación pueden usarse para el bien o para el mal; es cuestión de elegir. « No conviene olvidar que la comunicación a través de los medios de comunicación social no es un ejercicio práctico dirigido sólo a motivar, persuadir o vender. Mucho menos, un vehículo para la ideología. Los medios de comunicación pueden a veces reducir a los seres humanos a simples unidades de consumo, o a grupos rivales de interés; también pueden manipular a los espectadores, lectores y oyentes, considerándolos meras cifras de las que se obtienen ventajas, sea en venta de productos sea en apoyo político. Y todo ello destruye la comunidad. La tarea de la comunicación es unir a las personas y enriquecer su vida, no aislarlas ni explotarlas. Los medios de comunicación social, usados correctamente, pueden ayudar a crear y apoyar una comunidad humana basada en la justicia y la caridad; y, en la medida en que lo hagan, serán signos de esperanza » (Juan Pablo II, Mensaje para la XXXII Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 1998, n. 4).

 

 

IV
ALGUNOS PRINCIPIOS ÉTICOS IMPORTANTES

      20. Los principios y las normas éticas importantes en otros campos se aplican también a la comunicación social. Se pueden aplicar siempre los principios de la ética social, como la solidaridad, la subsidiariedad, la justicia, la equidad y la responsabilidad en el uso de los recursos públicos y en el cumplimiento de funciones de responsabilidad pública. La comunicación debe ser siempre veraz, puesto que la verdad es esencial a la libertad individual y a la comunión auténtica entre las personas.

      La ética en la comunicación social no sólo concierne a lo que aparece en las pantallas de cine y de televisión, en las transmisiones radiofónicas, en las páginas impresas o en Internet, sino implica también muchos otros aspectos. La dimensión ética no sólo atañe al contenido de la comunicación (el mensaje) y al proceso de comunicación (cómo se realiza la comunicación), sino también a cuestiones fundamentales, estructurales y sistemáticas, que a menudo incluyen múltiples asuntos de política acerca de la distribución de tecnología y productos de alta calidad ()quién será rico y quién pobre en información?). Estas cuestiones remiten a otras, con implicaciones económicas y políticas para la propiedad y el control. Por lo menos en las sociedades abiertas con economías de mercado, el problema ético de todos puede ser cómo armonizar beneficio con servicio de interés público, entendido según una concepción integral del bien común.

      Incluso a las personas de buena voluntad no siempre les resulta evidente cómo aplicar los principios éticos y las normas a los casos particulares; hacen falta reflexión, discusión y diálogo. Ofrecemos las siguientes consideraciones con la esperanza de alentar esta reflexión y este diálogo entre los responsables de la política de la comunicación, los comunicadores profesionales, los expertos en ética, los moralistas, los usuarios de la comunicación y demás personas implicadas.

      21. En estas tres áreas mensaje, proceso y cuestiones estructurales y sistemáticas el principio ético fundamental consiste en que la persona humana y la comunidad humana son el fin y la medida del uso de los medios de comunicación social; la comunicación debería realizarse de personas a personas, con vistas al desarrollo integral de las mismas.

      El desarrollo integral requiere que exista una cantidad suficiente de bienes materiales y productos, pero también exige atención al « parámetro interior » (Juan Pablo II, Sollicitudo rei socialis, 29; cf. 46). Cada uno debe tener la oportunidad de crecer y florecer con respecto a la amplia gama de los bienes físicos, intelectuales, afectivos, morales y espirituales. Las personas tienen una dignidad y una importancia irreducibles, y jamás pueden ser sacrificadas en aras de intereses colectivos.

      22. El segundo principio es complementario del primero: el bien de las personas no puede realizarse independientemente del bien común de las comunidades a las que pertenecen. Este bien común debería entenderse de modo íntegro, como la suma total de nobles propósitos compartidos en cuya búsqueda se comprometen todos los miembros de la comunidad, y para cuyo servicio existe la misma comunidad.

      Así, mientras la comunicación social se ocupa y es natural de las necesidades e intereses de grupos particulares, no debería hacerlo de manera que enfrente a un grupo contra otro: por ejemplo, en nombre de la lucha de clases, del nacionalismo exagerado, de la supremacía racial, de la limpieza étnica u otros temas similares. La virtud de la solidaridad, que es « la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común » (Sollicitudo rei socialis, 38), debería gobernar todas las áreas de la vida social, económica, política, cultural y religiosa.

      Los comunicadores y los responsables de la política de la comunicación deben servir a las necesidades y a los intereses reales, tanto de las personas como de los grupos, en todos los niveles y de todos los modos. Urge la equidad en el ámbito internacional, donde la mala distribución de los bienes materiales entre el Norte y el Sur se ha agravado a causa de la mala distribución de los recursos de la comunicación y de la tecnología de la información, de los que dependen en gran medida la productividad y la prosperidad. Problemas análogos existen también en los países ricos, « donde la transformación incesante de los modos de producción y de consumo devalúa ciertos conocimientos ya adquiridos y profesionalidades consolidadas » y « los que no logran ir al compás de los tiempos pueden quedar fácilmente marginados » (Centesimus annus, 33).

      Es evidente, por tanto, la necesidad de una amplia participación en la toma de decisiones no sólo acerca de los mensajes y los procesos de comunicación social, sino también acerca de las cuestiones sistemáticas y la distribución de los recursos. Los responsables de las decisiones tienen el serio deber moral de reconocer las necesidades y los intereses de quienes son particularmente vulnerables los pobres, los ancianos, los hijos por nacer, los niños y los jóvenes, los oprimidos y los marginados, las mujeres y las minorías, los enfermos y los minusválidos, así como las necesidades e intereses de las familias y los grupos religiosos. Hoy más que nunca la comunidad internacional y los intereses de las comunicaciones internacionales deberían tener una actitud más generosa y abierta con respecto a las naciones y las regiones donde aquello que los medios de comunicación hacen o dejan de hacer, los hace partícipes de la vergonzosa persistencia de males como la pobreza, el analfabetismo, la represión política, la violación de los derechos humanos, los conflictos entre grupos y entre religiones, y la supresión de las culturas indígenas.

      23. Aun así, seguimos creyendo que « la solución de los problemas nacidos de esta comercialización y de esta privatización no reglamentadas no siempre reside en un control del Estado sobre los medios de comunicación, sino en una reglamentación más importante, conforme a las normas del servicio público, así como en una responsabilidad pública mayor. Hay que destacar, a este respecto, que si los cauces jurídicos y políticos en los que funcionan los medios de comunicación de ciertos países están actualmente en franca mejora, hay otros lugares en los que la intervención gubernamental es un instrumento de opresión y de exclusión » (Aetatis novae, 5).

      Hay que estar siempre a favor de la libertad de expresión, porque « cuantas veces los hombres, según su natural inclinación, intercambian sus conocimientos o manifiestan sus opiniones, están usando de un derecho que les es propio, y a la vez ejerciendo una función social » (Communio et progressio, 45: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 6 de junio de 1971, p. 5). Sin embargo, considerada desde una perspectiva ética, esta presunción no es una norma absoluta e irrevocable. Se dan casos obvios en los que no existe ningún derecho a comunicar, por ejemplo el de la difamación y la calumnia, el de los mensajes que pretenden fomentar el odio y el conflicto entre las personas y los grupos, la obscenidad y la pornografía, y las descripciones morbosas de la violencia. Es evidente también que la libre expresión debería atenerse siempre a principios como la verdad, la honradez y el respeto a la vida privada.

      Los comunicadores profesionales deberían participar activamente en la elaboración y aplicación de códigos éticos de comportamiento para su profesión, en colaboración con representantes públicos. Los organismos religiosos y otros grupos también deben participar en este esfuerzo continuo.

      24. Otro principio importante, ya mencionado, concierne a la participación pública en la elaboración de decisiones sobre la política de las comunicaciones. En todos los niveles, esta participación debería ser organizada, sistemática y auténticamente representativa, sin desviarse en favor de grupos particulares. Este principio se aplica siempre y, tal vez de manera especial, cuando los medios de comunicación son de propiedad privada y operan con fines de lucro.

      En el interés de la participación pública, los comunicadores « deben tratar de comunicarse con la gente, no sólo de hablarle. Eso implica conocer las necesidades de la gente, ser consciente de sus luchas y presentar todas las formas de comunicación con la sensibilidad que la dignidad humana exige » (Juan Pablo II, Discurso a los especialistas en comunicación, Los Ángeles, 15 de septiembre de 1987, n. 4; L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de octubre de 1987, p. 12).

      Se suele considerar que la circulación, los índices de audiencia y las taquillas, junto con el análisis de mercado, son los mejores indicadores del sentimiento público; de hecho, son los únicos necesarios para que funcione la ley del mercado. No cabe duda de que la voz del mercado puede oírse de esas maneras. Pero las decisiones sobre los contenidos y la política de los medios de comunicación no deberían depender sólo del mercado y de factores económicos los beneficios, puesto que éstos no contribuyen a salvaguardar el interés público en su integridad ni tampoco los legítimos intereses de las minorías.

      Hasta cierto punto, puede responderse a esta objeción con el concepto de « nicho », según el cual los periódicos, los programas, las emisoras y los canales particulares se dirigen a audiencias particulares. Este enfoque es legítimo, en cierto sentido. Pero la diversificación y la especialización, que organizan los medios de comunicación para corresponder a las audiencias divididas en unidades cada vez más pequeñas basadas en gran parte en factores económicos y en modelos de consumo, no deberían llegar tan lejos. Los medios de comunicación social deben seguir siendo un « areópago » (cf. Redemptoris missio, 37), un foro para el intercambio de ideas e información en el que participan personas y grupos, fomentando la solidaridad y la paz. En particular, Internet despierta preocupación con respecto a « las consecuencias radicalmente nuevas que entraña: pérdida del "peso específico" de la información, reducción de los mensajes a pura información, ausencia de reacciones pertinentes a los mensajes de la red por parte de personas responsables, efecto disuasorio en cuanto a las relaciones interpersonales » (Para una pastoral de la cultura, 9).

      25. Los comunicadores profesionales no son los únicos que tienen deberes éticos. También las audiencias los usuarios tienen obligaciones. Los comunicadores que se esfuerzan por afrontar sus responsabilidades merecen a su vez audiencias conscientes de las propias.

      El primer deber de los usuarios de la comunicación social consiste en discernir y seleccionar. Deberían informarse acerca de los medios de comunicación sus estructuras, su modo de actuar y sus contenidos y hacer opciones responsables, de acuerdo con sólidos criterios éticos, sobre lo que conviene leer, ver o escuchar. Hoy todos necesitan alguna forma de formación permanente acerca de los medios de comunicación, sea mediante el estudio personal, sea mediante la participación en un programa organizado, sea con ambos. La educación en el uso de los medios de comunicación, más que enseñar algo acerca de las técnicas, ayuda a la gente a formarse criterios de buen gusto y juicios morales verdaderos, que constituyen un aspecto de la formación de la conciencia.

      A través de sus escuelas y de sus programas de formación, la Iglesia debería proporcionar este tipo de educación para el uso de los medios de comunicación social (cf. Aetatis novae, 28; Communio et progressio, 107). Las siguientes palabras, dirigidas originalmente a los institutos de vida consagrada, tienen una aplicación más amplia: « La comunidad, consciente del influjo de los medios de comunicación, se educa para utilizarlos en orden al crecimiento personal y comunitario con la claridad evangélica y la libertad interior de quien ha aprendido a conocer a Cristo (cf. Ga 4,17-23). En efecto, esos medios proponen, y con frecuencia imponen, una mentalidad y un modelo de vida que debe ser confrontado continuamente con el Evangelio. A este propósito desde muchos lugares se pide una profunda formación para la recepción y el uso crítico y fecundo de esos medios » (Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, Vida fraterna en comunidad, 34).

      De igual modo, los padres tienen el serio deber de ayudar a sus hijos a aprender a valorar y usar los medios de comunicación, formando correctamente su conciencia y desarrollando sus facultades críticas (cf. Juan Pablo II, Familiaris consortio, 76). Por el bien de sus hijos, y por el suyo, los padres deben aprender y poner en práctica su capacidad de discernimiento como telespectadores, oyentes y lectores, dando ejemplo en sus hogares de un uso prudente de los medios de comunicación. De acuerdo con la edad y las circunstancias, los niños y los jóvenes deberían ser introducidos en la formación respecto a los medios de comunicación, evitando el camino fácil de la pasividad carente de espíritu crítico, la presión de sus coetáneos y la explotación comercial. Puede ser útil a las familias padres e hijos juntos reunirse en grupos para estudiar y discutir los problemas y las ventajas que plantea la comunicación social.

      26. Además de promover la educación en el uso de los medios de comunicación, las instituciones, las organizaciones y los programas de la Iglesia tienen otras importantes responsabilidades en lo que atañe a la comunicación social. En primer lugar, y sobre todo, el ejercicio de la comunicación por parte de la Iglesia debería ser ejemplar, reflejando los elevados modelos de verdad, responsabilidad y sensibilidad con respecto a los derechos humanos, así como otros importantes principios y normas. Además de esto, los medios de comunicación de la Iglesia deberían esforzarse por comunicar la plenitud de la verdad acerca del significado de la vida humana y de la historia, especialmente como está contenida en la palabra de Dios revelada y expresada por la enseñanza del Magisterio. Los pastores deberían estimular el uso de los medios de comunicación social para difundir el Evangelio (cf. Código de derecho canónico, can. 822, § 1).

      Quienes representan a la Iglesia deben ser honrados e íntegros en sus relaciones con los periodistas. Aun cuando « sus preguntas provocan algunas veces perplejidad y desencanto, sobre todo cuando corresponden poco al contenido fundamental del mensaje que debemos transmitir », debemos tener presente que « esos interrogantes desconcertantes coinciden con los de la mayor parte de nuestros contemporáneos » (Para una pastoral de la cultura, 34). Si la Iglesia quiere hablar de modo creíble a la gente de hoy, quienes hablan en su nombre tienen que dar respuestas creíbles y verdaderas a esas preguntas aparentemente incómodas.

      Los católicos, como los demás ciudadanos, tienen el derecho a expresarse libremente y por ello también el de acceder a los medios de comunicación para este fin. El derecho de expresión incluye la posibilidad de manifestar opiniones acerca del bien de la Iglesia, con el debido respeto a la integridad de la fe y la moral, respeto a los pastores, y consideración por el bien común y la dignidad de las personas (cf. Código de derecho canónico, c. 212, § 3; c. 227). Sin embargo, nadie tiene derecho a hablar en nombre de la Iglesia, ni a implicarla en lo que haga, sin haber sido designado expresamente; y las opiniones personales no deberían presentarse como enseñanza de la Iglesia (cf. ib., c. 227).

      Sería un gran bien para la Iglesia que un mayor número de personas que tienen cargos y cumplen funciones en su nombre se formaran en el uso de los medios de comunicación. Esto no vale solamente para los seminaristas, para miembros de comunidades religiosas en período de formación y para los jóvenes laicos católicos; vale para todo el personal de la Iglesia. Si los medios de comunicación son « neutrales, abiertos y honrados », ofrecen a los cristianos bien preparados « un papel misionero de primer plano », y es importante que éstos estén « bien formados y se les apoye » (Para una pastoral de la cultura, 34). Los pastores también deberían ofrecer a sus fieles orientación acerca de los medios de comunicación y de sus mensajes, a veces discordantes e incluso destructivos (cf. Código de derecho canónico, c. 822, § 2 y 3).

      Una consideración análoga es válida también respecto a la comunicación interna en la Iglesia. Un flujo recíproco de información y puntos de vista entre los pastores y los fieles, una libertad de expresión que tenga en cuenta el bien de la comunidad y el papel del Magisterio al promoverla, y una opinión pública responsable, son expresiones importantes del « derecho fundamental al diálogo y a la información en el seno de la Iglesia » (Aetatis novae, 10; cf. Communio et progressio, 20).

      El derecho de expresión debe ejercerse con deferencia a la verdad revelada y a la enseñanza de la Iglesia, y respetando los derechos eclesiales de los demás (cf. Código de derecho canónico, c. 212, § 1, 2 y 3; c. 220). Como sucede en otras comunidades e instituciones, a veces la Iglesia necesita y en ocasiones tiene el deber de practicar la reserva y la discreción. Pero no debería hacerlo con miras a la manipulación y al control. Dentro de la comunión de fe, quienes « poseen la sagrada potestad están al servicio de sus hermanos para que todos los que son miembros del pueblo de Dios y tienen, por tanto, la verdadera dignidad de cristianos, aspirando al mismo fin, en libertad y orden, lleguen a la salvación » (Lumen gentium, 18). La práctica correcta de la comunicación es uno de los modos de realizar esta concepción.

V
CONCLUSION

      27. Al comenzar el tercer milenio de la era cristiana, la humanidad está creando una red global de transmisión instantánea de información, de ideas y de juicios de valor en la ciencia, el comercio, la educación, el entretenimiento, la política, el arte, la religión, y en todos los demás campos.

      Esta red ya es accesible directamente a muchas personas en sus hogares, en las escuelas y en los lugares de trabajo, es decir, prácticamente dondequiera que se encuentren. Es común ver en tiempo real acontecimientos, desde deportes hasta guerras, que suceden en el otro extremo del planeta. La gente puede entrar directamente en contacto con una infinidad de datos que hasta hace poco no estaban siquiera al alcance de especialistas y estudiantes. Una persona puede ascender a las alturas del genio humano y de la virtud, o caer en el abismo de la degradación mientras está sentada sola ante un teclado o una pantalla. La tecnología de la comunicación logra constantemente nuevos avances, con enormes potencialidades para el bien y para el mal. Al mismo tiempo que aumenta la interactividad, se desdibuja la distinción entre comunicadores y usuarios. Se necesita una investigación continua sobre el impacto y, en especial, sobre las implicaciones éticas de los medios de comunicación, tanto nuevos como emergentes.

      28. Pero, a pesar de su inmenso poder, los medios de comunicación son y seguirán siendo sólo medios, es decir, instrumentos, herramientas disponibles tanto para un uso bueno como para uno malo. A nosotros corresponde elegir. Los medios de comunicación no exigen una nueva ética; lo que exigen es la aplicación de principios ya establecidos a las nuevas circunstancias. Y ésta es la tarea en la que todos tienen un papel que desempeñar. La ética en los medios de comunicación no sólo es tarea de especialistas en comunicación social o en filosofía moral; la reflexión y el diálogo que este documento pretende impulsar y fomentar deben alcanzar horizontes más amplios y globales.

      29. La comunicación social puede unir a las personas en comunidades presididas por la simpatía y los intereses comunes. ¿Estarán dichas comunidades basadas en la justicia, la decencia y el respeto de los derechos humanos? ¿Se comprometerán en favor del bien común? ¿O, por el contrario, serán egoístas e introvertidas, buscando el beneficio de grupos particulares económicos, raciales, políticos e incluso religiosos a expensas de los demás? ¿Servirá la nueva tecnología a todas las naciones y a todos los pueblos, respetando las tradiciones culturales de cada uno, o será un instrumento para aumentar la riqueza de los ricos y el poder de los poderosos? Corresponde a nosotros elegir.

      Los medios de comunicación también pueden usarse para separar y aislar. La tecnología permite cada vez más a la gente reunir informaciones y servicios elaborados exclusivamente para ella. Eso supone ventajas reales, pero plantea una cuestión inevitable: ¿será la audiencia del futuro una multitud de audiencias de una sola persona? La nueva tecnología, a la vez que puede aumentar la autonomía individual, tiene otras implicaciones menos positivas. El « web » del futuro, en lugar de ser una comunidad global, ¿podría convertirse en una vasta y fragmentada red de personas aisladas abejas humanas en sus celdas, que interactúan con datos y no directamente unos con otros? ¿Qué sería de la solidaridad, o qué sería del amor, en un mundo como ese?

      Aún en el mejor de los casos la comunicación humana tiene serias limitaciones; es más o menos imperfecta y corre el riesgo de fracasar. A las personas les resulta difícil comunicarse siempre unas con otras honradamente, de un modo que no haga daño y sirva lo mejor posible a los intereses de todos. Además, en el mundo de los medios de comunicación, las dificultades inherentes a ella a menudo son acrecentadas por la ideología, por el afán de lucro y control político, por rivalidades y conflictos entre grupos, y por otros males sociales. Los actuales medios de comunicación aumentan mucho el alcance de la comunicación social, su cantidad, su velocidad; pero no hacen menos frágil ni menos susceptible de fracasar la disposición humana a comunicarse de mente a mente, de corazón a corazón.

      30. Como hemos dicho, la contribución especial que la Iglesia ofrece al debate en este campo consiste en una visión de la persona humana, de su incomparable dignidad y de sus derechos inviolables, y en una visión de la comunidad humana cuyos miembros están unidos en virtud de la solidaridad con vistas al bien común de todos. La necesidad de estos dos conceptos es especialmente urgente « cuando se está obligado a constatar el carácter parcial de propuestas que elevan lo efímero al rango de valor, creando ilusiones sobre la posibilidad de alcanzar el verdadero sentido de la existencia »; al faltar esas visiones, « muchos llevan una vida casi hasta el límite de la ruina, sin saber bien lo que les espera » (Fides et ratio, 6).

      Ante esta crisis, la Iglesia se presenta como « experta en humanidad », cuya experiencia « la mueve a extender necesariamente su misión religiosa a los diversos campos » del comportamiento humano (Sollicitudo rei socialis, 41; cf. Pablo VI, Populorum progressio, 13). No puede conservar exclusivamente para sí misma la verdad sobre la persona humana y sobre la comunidad humana; al contrario, debe compartirla abiertamente, siempre consciente de que la gente puede responder en forma negativa a la verdad, y también a ella misma.

      La Iglesia, al tratar de fomentar y apoyar elevados modelos éticos en el uso de los medios de comunicación social, busca el diálogo y la colaboración con los demás: con los funcionarios públicos, que tienen el deber particular de proteger y promover el bien común de la comunidad política; con los hombres y mujeres del mundo de la cultura y las artes; con estudiosos y profesores comprometidos en la formación de los comunicadores y los oyentes futuros; con los miembros de las demás Iglesias y grupos religiosos que comparten su deseo de que los medios de comunicación se usen para la gloria de Dios y el servicio al género humano (cf. Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Criterios para la cooperación ecuménica e interreligiosa en las comunicaciones); y, en especial, con los comunicadores profesionales: escritores, directores, reporteros, corresponsales, actores, productores y personal técnico, así como con los propietarios, los administradores y los responsables de la política en este campo.

      31. A pesar de sus limitaciones, la comunicación humana encierra en sí algo de la actividad creadora de Dios. « El Artista divino, con amorosa condescendencia, transmite al artista humano » y, podríamos añadir, también a los comunicadores « un destello de su sabiduría trascendente, llamándolo a compartir su potencia creadora »; si llegan a comprender esto, los artistas y los comunicadores « pueden comprenderse a fondo a sí mismos, y su propia vocación y misión » (Juan Pablo II, Carta a los artistas, 1).

      El comunicador cristiano en particular tiene una tarea, una vocación profética: clamar contra los falsos dioses e ídolos de nuestro tiempo el materialismo, el hedonismo, el consumismo, el nacionalismo extremo y otros, ofreciendo a todos un cuerpo de verdades morales basadas en la dignidad y los derechos humanos, la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, el amor a los enemigos y el respeto incondicional a toda vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural; y buscando la realización más perfecta del Reino en este mundo, conscientes de que, al final de los tiempos, Jesús restablecerá todas las cosas y las restituirá al Padre (cf. 1 Co 15, 24).

      32. Para concluir, dado que estas reflexiones se dirigen a todas las personas de buena voluntad, y no sólo a los católicos, conviene hablar de Jesús como modelo para los comunicadores. « En estos últimos tiempos » Dios Padre « nos ha hablado por medio del Hijo » (Hb 1,2); y este Hijo nos comunica ahora y siempre el amor del Padre y el sentido último de nuestra vida.

      « El mismo Cristo en su vida se presentó como el perfecto comunicador. Por la encarnación se revistió de la semejanza de aquellos que después iban a recibir su mensaje, proclamado tanto con palabras como con su vida entera, con fuerza y constancia, desde dentro, es decir, desde en medio de su pueblo. Sin embargo, se acomodaba a su forma y modo de hablar y pensar, ya que lo hacía desde su misma situación y condición » (Communio et progressio, 11: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 6 de junio de 1971, p. 3).

      Durante la vida pública de Jesús las muchedumbres se reunían para escuchar su predicación y su enseñanza (cf. Mt 8,1.18; Mc 2,2; 4,1; Lc 5,1, etc.); él enseñaba « como quien tiene autoridad » (Mt 7,29; cf. Mc 1,22; Lc 4,32). Les hablaba del Padre y, al mismo tiempo, los dirigía hacia sí mismo, explicando: « Yo soy el camino, la verdad y la vida » (Jn 14,6) y « el que me ha visto a mí, ha visto al Padre » (Jn 14,9). No perdió tiempo en discursos insustanciales o justificándose a sí mismo, ni siquiera cuando fue acusado y condenado (cf. Mt 26,63; 27,12-14; Mc 15,5; 15,61), pues su « alimento » era hacer la voluntad del Padre que lo había enviado (cf. Jn 4,34); y todo lo que decía y hacía guardaba relación con esa voluntad.

      A menudo la enseñanza de Jesús adoptaba la forma de parábolas y relatos coloridos que expresaban profundas verdades con las palabras sencillas que se usaban a diario. No sólo sus palabras, sino también sus obras, especialmente sus milagros, eran actos de comunicación, que revelaban su identidad y manifestaban el poder de Dios (cf. Evangelii nuntiandi, 12). En sus comunicaciones mostraba respeto por sus oyentes, solicitud por su situación y sus necesidades, compasión por su sufrimiento (por ejemplo, véase Lc 7,13), y firme determinación de decirles lo que necesitaban oír, de un modo que debía atraer poderosamente su atención y ayudarles a recibir el mensaje, sin coerción ni componendas, sin engaño ni manipulación. Invitaba a los demás a abrir su mente y su corazón a él, sabiendo que éste era el modo de llevarles hacia él y hacia su Padre (véase, por ejemplo, Jn 3,1-15; 4,7-26).

      Jesús enseñaba que la comunicación es un acto moral: « De lo que rebosa el corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas; y el hombre malo, del tesoro malo saca cosas malas. Os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás declarado justo y por tus palabras serás condenado » (Mt 12,34-37). Criticaba severamente a quienes escandalizaran a los « pequeños », y aseguraba que a quien lo hiciera « era mejor que le pusieran al cuello una piedra y lo echaran al mar » (Mc 9,42; cf. Mt 18,6; Lc 17,2). Era completamente sincero; un hombre de quien se podía decir que « en su boca no se halló engaño »; y también: « al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no amenazaba, sino que se ponía en manos de aquel que juzga con justicia » (1 P 2,22-23). Insistía en la sinceridad y en la veracidad de los demás, al mismo tiempo que condenaba la hipocresía, la inmoralidad y cualquier forma de comunicación que fuera torcida y perversa: « Sea vuestro lenguaje: "Sí, sí"; "no, no", pues lo que pasa de aquí viene del maligno » (Mt 5,37).

      33. Jesús es el modelo y el criterio de nuestra comunicación. Para quienes están implicados en la comunicación social responsables de la política, comunicadores profesionales, usuarios, sea cual sea el papel que desempeñen la conclusión es clara: « Por tanto, desechando la mentira, hablad con verdad cada cual con su prójimo, pues somos miembros los unos de los otros. (...) No salga de vuestra boca palabra dañosa, sino la que sea conveniente para edificar según la necesidad y hacer el bien a los que os escuchen » (Ef 4,25.29). Servir a la persona humana, construir una comunidad humana fundada en la solidaridad, en la justicia y en el amor, y decir la verdad sobre la vida humana y su plenitud final en Dios han sido, son y seguirán ocupando el centro de la ética en los medios de comunicación.

Ciudad del Vaticano, 4 de Junio del 2000,
Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales,
Jubileo de los Periodistas.

 

John P. Foley
Presidente

Pierfranco Pastore
Secretario