El Papa muestra cómo la unión de Escritura y Tradición está presente en la naciente Iglesia

Así como la estructura ministerial y la “sucesión apostólica”

 

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 28 de enero de 2009 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI, continuando con el ciclo de catequesis sobre san Pablo con motivo del año paulino, se detuvo hoy a analizar varias cuestiones que aparecen en sus tres últimas cartas, a propósito de la estructura de la naciente Iglesia.

Se trata de las dos cartas a Timoteo y de la carta a Tito, de quienes el Papa recuerda que fueron estrechos colaboradores del Apóstol, y que seguramente acabaron siendo obispos de Éfeso y de Creta, respectivamente.

Aunque “a mayoría de los exegetas es hoy del parecer que estas Cartas no habrían sido escritas por el propio Pablo”, sin embargo forman parte de su “escuela” y “reflejarían su herencia para una nueva generación, quizás integrando algún breve escrito o palabra del mismo Apóstol”.

Estas cartas, conocidas como “pastorales”, explicó el Papa, se dirigen a personas concretas, y en ellas se trata sobre varias cuestiones doctrinales que ya preocupaban en las primeras comunidades, entre ellas las primeras desviaciones que luego darían origen al Gnosticimo.

“A estas doctrinas se enfrenta el autor con dos llamadas de fondo. Una consiste en la vuelta a una lectura espiritual de la Sagrada Escritura, es decir, a una lectura que la considera realmente como 'inspirada' y procedente del Espíritu Santo”, explicó.

La otra llamada “consiste en la referencia al buen 'depósito', palabra especial de las Cartas pastorales con la que se indica la tradición de la fe apostólica que hay que custodiar”, y que es “la suma de la Tradición apostólica y como criterio de fidelidad al anuncio del Evangelio”.

“En este sentido, Escritura y Tradición, Escritura y anuncio apostólico como claves de lectura, se acercan y casi se funden”, añadió el Papa. “El anuncio apostólico, es decir la Tradición, es necesaria para introducirse en la comprensión de la Escritura y captar en ella la voz de Cristo”.

En conjunto, afirma Benedicto XVI, “se ve bien que la comunidad cristiana va configurándose en términos muy claros, según una identidad que no sólo toma distancia de interpretaciones incongruentes, sino que sobre todo afirma su propio anclaje en los puntos esenciales de la fe”.

Otra de las características es el “sentido de universalidad”: la Iglesia es “una comunidad abierta, de ámbito universal, que reza por todos los hombres de toda clase y condición, para que lleguen al conocimiento de la verdad”.

Sucesión apostólica

Las tres cartas abordan también, aclara el Papa, una “reflexión sobre la estructura ministerial de la Iglesia”, ya que en ellas “por primera vez presentan la triple subdivisión de obispos, presbíteros y diáconos”.

Esta estructura procede, explica, de la fusión de la doble estructura que la Iglesia estaba adoptando, según si procedía de judíos conversos o de paganos: “en las Iglesias formadas en el mundo pagano tenemos obispos y diáconos, y no presbíteros, en las Iglesias formadas en el mundo judeo-cristiano los presbíteros son la estructura dominante. Al final en las Cartas pastorales las dos estructuras se unen”.

El epíscopo (obispo) aparece poco a poco sustituyendo la figura del “Apóstol” fundador. “Se nota así inicialmente la realidad que más tarde se llamará 'sucesión apostólica'”, así como “el carácter sacramental del ministerio”, añade el Papa.

“Y así tenemos lo esencial de la estructura católica: Escritura y Tradición, Escritura y anuncio, formando un conjunto, pero a esta estructura, por así decir doctrinal, debe añadirse la estructura personal, los sucesores de los Apóstoles, como testigos del anuncio apostólico”.

Además, el Papa puso de manifiesto la analogía que establece el Apóstol entre la Iglesia y la familia: “El epíscopo de hecho se considera como padre de la comunidad cristiana -afirmó, y añadió- “la idea de la Iglesia como 'casa de Dios' hunde sus raíces en el Antiguo Testamento”.

Concluyó pidiendo a los cristianos que sean cada vez más para la actual sociedad “como miembros de la 'familia de Dios'”, y subrayó la necesidad de que “los pastores de la Iglesia tengan cada vez más sentimientos paternos, a la vez tiernos y fuertes, en la formación de la Casa de Dios, de la comunidad, de la Iglesia”.

[Por Inma Álvarez]