Autor: Catholic.net |
Fuente: Catholic.net
¿En dónde podemos encontrar a Cristo?
En nuestra Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un “encuentro personal con Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa.
226. […] En nuestra
Iglesia debemos ofrecer a todos nuestros fieles un “encuentro personal con
Jesucristo”, una experiencia religiosa profunda e intensa, un anuncio
kerigmático y el testimonio personal de los evangelizadores, que lleve a una
conversión personal y a un cambio de vida integral.
278. Quienes serán sus discípulos ya lo buscan
(cf. Jn 1, 38), pero es el Señor quien los llama: “Sígueme” (Mc 1, 14; Mt 9,
9). Se ha de descubrir el sentido más hondo de la búsqueda, y se ha de
propiciar el encuentro con Cristo que da origen a la iniciación cristiana.
Este encuentro debe renovarse constantemente por el testimonio personal, el
anuncio del kerygma y la acción misionera de la comunidad. El kerygma no sólo
es una etapa, sino el hilo conductor de un proceso que culmina en la madurez
del discípulo de Jesucristo. Sin el kerygma, los demás aspectos de este
proceso están condenados a la esterilidad, sin corazones ver daderamente
convertidos al Señor. Sólo desde el kerygma se da la posibilidad de una
iniciación cristiana verdadera. Por eso la Iglesia ha de tenerlo presente en
todas sus acciones.
En la fe de la Iglesia
246. El encuentro con Cristo, gracias a la
acción invisible del Espíritu Santo, se realiza en la fe recibida y vivida en
la Iglesia. Con las palabras del papa Benedicto XVI repetimos con certeza:
“¡La Iglesia es nuestra casa! ¡Esta es nuestra casa! ¡En la Iglesia Católica
tenemos todo lo que es bueno, todo lo que es motivo de seguridad y de
consuelo! ¡Quien acepta a Cristo: Camino, Verdad y Vida, en su totalidad,
tiene garantizada la paz y la felicidad, en esta y en la otra vida!”
Encontramos a Cristo en la Sagrada Escritura
247. Encontramos a Jesús en la Sagrada
Escritura, leída en la Iglesia. La Sagrada Escritura […] es -con la Tradición-
fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer
la Escritura es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo. De aquí la
invitación de Benedicto XVI: “Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia
misionera […] se dispone a emprender, […], es condición indispensable el
conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios. Por esto, hay que
educar al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra: que ella se
convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las
palabras de Jesús son espíritu y vida […]. De lo contrario, ¿cómo van a
anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de
fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la
Palabra de Dios”
248. Se hace, pues, necesario proponer a los
fieles la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo
vivo, camino de “auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad”.
[…] Los discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren
acceder a la inter pretación adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos
como mediación de diálogo con Jesucristo, y a que sean alma de la propia
evangelización y del anuncio de Jesús a todos. […]
249. Entre las muchas formas de acercarse a la
Sagrada Escritura hay una privilegiada al que todos estamos invitados: la
Lectio divina o ejercicio de lectura orante de la Sagrada Escritura. Esta
lectura orante, bien practicada, conduce al encuentro con Jesús-Maestro, al
conocimiento del misterio de Jesús-Mesías, a la comunión con Jesús-Hijo de
Dios, y al testimonio de Jesús-Señor del universo. Con sus cuatro momentos
(lectura, meditación, oración, contemplación), la lectura orante favorece el
encuentro personal con Jesucristo, […] proceso de discipulado, de comunión con
los hermanos y de compromiso con la sociedad.
Encontramos a Cristo en la Sagrada Liturgia
250. Encontramos a Jesucristo, de modo
admirable, en la Sagrada Liturgia. Al vivirla, cele brando el misterio
pascual, los discípulos de Cristo penetran más en los misterios del Reino y
expresan de modo sacramental su vocación de discípulos y misioneros. La
Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Vaticano II nos muestra el lugar y
la función de la liturgia en el seguimiento de Cristo, en la acción misionera
de los cristianos, en la vida nueva en Cristo, y en la vida de nuestros
pueblos en Él.
Encontramos a Cristo en la Eucaristía
251. La Eucaristía es el lugar privilegiado del
encuentro del discípulo con Jesucristo. Con este Sacramento Jesús nos atrae
hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo.
[...] En cada Eucaristía los cristianos celebran y asumen el misterio pascual,
participando en él. Por tanto, los fieles deben vivir su fe en la centralidad
del misterio pascual de Cristo a través de la Eucaristía, de modo que toda su
vida sea cada vez más vida eucarística. La Eucaristía, fuente inagotable d e
la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso
misionero. Allí el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y
despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo
que ha escuchado y vivido.
[...]Cada gran reforma en la Iglesia está vinculada al
redescubrimiento de la fe en la Eucaristía. Es importante por esto promover la
“pastoral del domingo” y darle “prioridad en los programas pastorales”[...]
Encontramos a Cristo en la Reconciliación
254. El sacramento de la reconciliación es el
lugar donde el pecador experimenta de manera singular el encuentro con
Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da el don de su perdón
misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado
cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos
devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón
abierto y generoso.
< b>Encontramos a Cristo en la Oración
255. La oración personal y comunitaria es el
lugar donde el discípulo, alimentado por la Palabra y la Eucaristía, cultiva
una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad
del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el
itinerario del discípulo misionero. Por eso “es necesario aprender a orar,
volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del Maestro”.
Encontramos a Cristo en la Comunidad
256. Jesús está presente en medio de una
comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí Él cumple su promesa:
“Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de
ellos” (Mt 18, 20). Está en todos los discípulos que procuran hacer suya la
existencia de Jesús, y vivir su propia vida escondida en la vida de Cristo (cf.
Col 3, 3). Ellos experimentan la fuerza de su resurrección hasta identificarse
profund amente con Él: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal
2, 20). Está en los Pastores, que representan a Cristo mismo (cf. Mt 10,40; Lc
10, 16). “Los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles
como Pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo,
y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envío” (Lumen Gentium,
20). Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por
el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los
acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un
mundo más justo y más fraterno, en toda realidad humana, cuyos límites a veces
nos duelen y agobian.
Encontramos a Cristo en la Piedad Popular
258. El Santo Padre destacó la “rica y profunda
religiosidad popular, [...] y la presentó como “el precioso tesoro de la
Iglesia católica en América Latina”148. Invitó a promoverla y a protegerla .
Esta manera de expresar la fe está presente de diversas formas en todos los
sectores sociales, en una multitud que merece nuestro respeto y cariño, porque
su piedad “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden
conocer”[...]
259. Entre las expresiones de esta
espiritualidad se cuentan: las fiestas patronales, las novenas, los rosarios y
via crucis, las procesiones, las danzas y los cánticos del folclore religioso,
el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas, las oraciones en
familia. Destacamos las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo de
Dios en camino. Allí el creyente celebra el gozo de sentirse inmerso en medio
de tantos hermanos, caminando juntos hacia Dios que los espera. [...] En los
santuarios muchos peregrinos toman decisiones que marcan sus vidas. Esas
paredes contienen muchas historias de conversión, de perdón y de dones
recibidos. [...] La piedad popular es un “imprescindible punto de partida para
consegui r que la fe del pueblo madure y se haga más fecunda”[...]Por eso, la
llamamos espiritualidad popular. Es decir, una espiritualidad cristiana que,
siendo un encuentro personal con el Señor, integra mucho lo corpóreo, lo
sensible, lo simbólico, y las necesidades más concretas de las personas. Es
una espiritualidad encarnada en la cultura de los sencillos, [...] La piedad
popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la
Iglesia, y una forma de ser misioneros[...]
Encontramos a Cristo en María
266. La máxima realización de la existencia
cristiana como un vivir trinitario de “hijos en el Hijo” nos es dada en la
Virgen María quien por su fe (cf. Lc 1, 45) y obediencia a la voluntad de Dios
(cf. Lc 1, 38), así como por su constante meditación de la Palabra y de las
acciones de Jesús (cf. Lc 2, 19.51), es la discípula más perfecta del
Señor.[...]
269. María es la gran misionera, continuadora
de la misi ón de su Hijo y formadora de misioneros.[...]Las diversas
advocaciones y los santuarios esparcidos a lo largo y ancho del Continente
testimonian la presencia cercana de María a la gente y, al mismo tiempo,
manifiestan la fe y la confianza que los devotos sienten por ella. Ella les
pertenece y ellos la sienten como madre y hermana.[...] María ayuda a mantener
vivas las actitudes de atención, de servicio, de entrega y de gratuidad que
deben distinguir a los discípulos de su Hijo. Indica, además, cuál es la
pedagogía para que los pobres, en cada comunidad cristiana, “se sientan como
en su casa”161. Crea comunión y educa a un estilo de vida compartida y
solidaria, en fraternidad, en atención y acogida del otro, especialmente si es
pobre o necesitado. En nuestras comunidades, su fuerte presencia ha
enriquecido y seguirá enriqueciendo la dimensión materna de la Iglesia y su
actitud acogedora, que la convierte en “casa y escuela de la comunión”162, y
en espacio espiritual que prepara para l a misión.
Encontramos a Cristo en los Santos
273. También los apóstoles de Jesús y los
santos han marcado la espiritualidad y el estilo de vida de nuestras Iglesias.
Sus vidas son lugares privilegiados de encuentro con Jesucristo. Su testimonio
se mantiene vigente y sus enseñanzas inspiran el ser y la acción de las
comunidades cristianas del Continente. Entre ellos, Pedro el apóstol, […] les
ayuda a estrechar el vínculo de comunión con el Papa, su sucesor, y a buscar
en Jesús las palabras de vida eterna. Pablo, el evangelizador incansable, les
ha indicado el camino de la audacia misionera y la voluntad de acercarse a
cada realidad cultural con la Buena Noticia de la salvación. Juan, el
discípulo amado por el Señor, les ha revelado la fuerza transformadora del
mandamiento nuevo y la fecundidad de permanecer en su amor.
274. Nuestros pueblos nutren un cariño y
especial devoción a José, esposo de María, hombre justo, fiel y ge neroso que
sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo. San José, el silencioso
maestro, fascina, atrae y enseña, no con palabras sino con el resplandeciente
testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez.
275. Nuestras comunidades llevan el sello de
los apóstoles y, además, reconocen el testimonio cristiano de tantos hombres y
mujeres que esparcieron en nuestra geografía las semillas del Evangelio,
viviendo valientemente su fe, incluso derramando su sangre como mártires. Su
ejemplo de vida y santidad constituye un regalo precioso para el camino
creyente de los latinoamericanos y, a la vez, un estímulo para imitar sus
virtudes en las nuevas expresiones culturales de la historia. […] Los
cristianos de hoy recogemos su herencia y nos sentimos llamados a continuar
con renovado ardor apostólico y misionero el estilo evangélico de vida que nos
han trasmitido.