“El Papa tiene razón: el sida no se detiene con el preservativo”

Entrevista a los doctores Renzo Puccetti y Cesare Cavoni


 

ROMA, miércoles 7 de octubre de 2009 (ZENIT.org).- Han suscitado polémica las declaraciones del cardenal de Ghana Peter Kodwo Appiah Turkson respecto al uso del preservativo dentro de una pareja en la que uno de los dos está contagiado de sida.

Respondiendo a las preguntas de un periodista, el relator general del Sínodo de los Obispos para África explicó que es más eficaz invertir en fármacos antirretrovirales que en preservativos para contener la propagación del sida.

La respuesta reabrió el debate sobre el uso de los preservativos como técnica para combatir la expansión del virus VIH.

Sobre la cuestión ya se había expresado el papa Benedicto XVI y se desencadenó una tormenta mediática.

Para tratar de comprender cuáles son los argumentos que subyacen al debate y que parecen implicar tantos intereses, ZENIT ha entrevistado a los doctores Renzo Puccetti y Cesare Cavoni, el primero médico y el otro profesor de Bioética y periodista de Sat2000, conductor del programma “2030 entre ciencia y conciencia”, que acaban de entregar al editor el libro en italiano Il Papa ha ragione! L’Aids non si ferma con il condom (Fede & Cultura).

-¿Qué piensan de las declaraciones del cardenal Peter Kodwo Appiah Turkson respecto al uso de preservativo?

Puccetti: Al leer los periódicos, me quedé sorprendido, pero luego leí la transcripción de la intervención del cardenal y entonces comprendí que se trataba del enésimo caso de distorsión del mensaje. El cardenal, en primer lugar, no se detuvo en una valoración moral de la cuestión; al mismo tiempo, a través de sus declaraciones, no se apartó para nada de la constante enseñanza moral de la Iglesia.

El cardenal reconoce, como es lógico, que junto a los fármacos antirretrovirales, el uso del preservativo se opone a la propagación del sida en los casos en los que no se recurra a la abstinencia y a la fidelidad. Se está hablando por tanto de todo lo que teóricamente puede utilizarse.

El cardenal refiere la experiencia de los centros sanitarios de Ghana de la Iglesia Católica, según los cuales en las familias en las que se propuso el preservativo, este funcionó sólo si estaban decididas a mantener la fidelidad. El cardenal recordó que, también en el caso de personas serodiscordantes el recurso al preservativo es fuente de una falsa seguridad, agravada por el hecho de confiar en una manufactura.

Cuando el presidente de Uganda dió luz verde a la estrategia ABC (Abstinence, Be faithful, Condom) que se reveló muy eficaz en combatir la epidemia de sida y que luego fue tomada como modelo con igual éxito en otros países africanos, decía cosas bastante similares a lo que dijo el cardenal: la vida no puede ponerse en juego confiándola a una fina capa de latex.

-¿Pero el preservativo sirve o no para detener el sida?

Puccetti: No es fácil responder en modo tajante, pero si tengo que decir si el preservativo sirve para detener el sida en las epidemias generalizadas, la respuesta que puedo dar según el cuerpo de conocimientos científicos disponibles es “no”.

Para que pudiera funcionar, el hombre debería ser algo no muy diferente a un ratón en una jaula al que antes de cada cópula alguien endosa el preservativo. En ese caso, el preservativo podría ser útil.

Pero como el hombre no es un ratón, no vive en jaulas y no hay profesionales dispuestos a endosarle el condón, no hay que sorprenderse de que la eficacia teórica no se de luego sobre el terreno en la vida real.

-¿Por qué han decidido escribir un libro sobre este tema?

Cavoni: Este libro nace de una triste constatación, la de que a menudo la información habla de hechos que no conoce y, además, los deforma. Es lo que sucedió durante la primera visita del Papa a África en marzo de este año.

El libro nace de esta tristeza y, también, de la rabia de ver pisoteados los principios fundamentales de una correcta información. Al mismo tiempo nos parecía obligado dar a conocer al público los hechos así como sucedieron y, de algún modo, abrir los ojos a la opinión pública, de modo que no tome como oro fino torpes instrumentalizaciones, perpetradas por motivos ideológicos, por superficialidad, o por ambos factores.

-¿Cómo está planteado el libro y cuáles son los argumentos que suscitan para decir que el Papa tiene razón?

Puccetti: El libro se articula en dos partes. En la primera, se ha reconstruido con fidelidad absoluta el trabajo de parcheo de las declaraciones del Santo Padre; de la lectura del libro se hace sumamente evidente la progresiva distorsión del mensaje realizada con añadidos, omisiones, sustituciones. Luego, hemos transcrito, como hacen ustedes con las del cardenal Turkson, las palabras exactas del Papa al periodista francés que hizo la pregunta sobre el preservativo. En la segunda parte del libro, hemos resumido lo mejor que hemos podido el panorama de conocimientos ofrecido por la literatura científica internacional en cuanto a aplicación clínica de la prevención mediante la promoció del uso del condón.

Hemos dedicado especial atención a los números, porque consideramos que pueden ser una base de discusión compartida al margen de la orientación religiosa.

Cuando un interlocutor mío se muestra sorprendido si declaraciones de eminentes científicos confirman lo que dice el Papa, no puedo sino deducir de ello el escaso conocimiento de los datos que en el curso de los años se han sedimentado y de la amplitud de las voces que, en revistas internacionales como “The Lancet” o el “British Medical Journal” han replicado a los editoriales de aquellas mismas revistas. Hace unos días, vi en la televisión a un señor bastante corpulento que definía “una tontería” las palabras del Papa, luego me di cuenta de que era la misma persona que a menudo aparece en la pantalla con una gran peluca rubia. Bueno, si cualquiera puede levantarse por la mañana y dar juicios como si fuera un epidemiólogo clínico, quizá entonces un libro que explique cómo están las cosas puede ser útil. Estoy convencido de que gran parte de una Bioética en la que es cada vez más difícil encontrar alguna traza de ética deriva de una dejadez científica en verdad preocupante.

-¿Por qué tanto clamor por las palabras del Papa y como se produjo la desinformación?

Cavoni: Todos los mayores diarios nacionales e internacionales se lanzaron, directa o indirectamente, contra el pontífice, reo de haber dicho que los preservativos no resuelven los problemas en África y más bien los agravan. Las críticas se acentuaron luego en el momento en que llegaron las observaciones, más feroces, por parte de varios exponentes de gobierno europeos e incluso la resolución del Parlamento belga que pedía al Papa que desmitiera lo afirmado.

La cuestión es que quien toma posiciones tan fuertes, se presume que sepa lo que dijo en verdad el Papa; y en cambio no fue así: Todos hablaban pero poco habían escuchado. Tanto es así que, en un segundo momento, muchos científicos confirmaron los conceptos expresados por Benedicto XVI.

Tenemos que pensar que, para muchas personas, la primera y única fuente de información, de culturización, o de simple conocimiento de la realidad circundante, está determinada por periódicos y telediarios. Está vigente todavía, en suma, el clásico “lo ha dicho el telediario”, o “lo he leído en el periódico”, y esto para confirmar la veracidad de lo que se ha sabido.

Los medios de información adquieren un principio de autoridad potentísimo. Si por tanto las cosas, los hechos, las noticias presentadas se basan en reconstrucciones parciales o mordisqueos de la realidad, el lector recibirá en regalo una lectura de la realidad deformada, que no corresponde a la verdad. Con esta técnica se puede incluso crear una realidad virtual paralela a la real.

Si yo, debiendo informar sobre las palabras del Papa, y comentarlas, no le escucho y no lo reproduzco correctamente, corro el riesgo de comentar algo que no se ha dicho o se ha dicho de modo sustancialmente diferente.

El problema de las fuentes periodísticas, que deben ser accesibles, etcétera, de las que se habla tanto en estas semanas, no vale sólo, y no tanto, para las actas públicas de las fiscalías, sino para el abc del periodismo: ser testigo de todo lo que uno se dispone a describir.

No estamos hablando de una nebulosa objetividad, de imparcialidad; no, estamos hablando del hecho de que debo estar presente en el escenario del hecho que describo. Y si esto no es posible, visto que en el caso específico, no todos los periodistas pueden estar en el séquito del pontífice, cuando menos me tomo la molestia de volver a escuchar, palabra por palabra, lo que de verdad dijo el Papa y por qué lo dijo.

En cambio, muchos se fiaron de lo que habían oído decir, de un primer texto, incorrecto. El resto es historia ordinaria de desinformación.

Por Antonio Gaspari, traducido del italiano por Nieves San Martín