Efectos de la televisión en la sociedad

El siguiente trabajo está enfocado en los distintos tipos de efectos que la televisión produce en la sociedad, según los estudios de varios autores y está centrado finalmente en la perspectiva de Gerbner.

Lorenzo Vilches habla de los usos de la televisión: diversión o entretenimiento, utilidad social e información. Los medios en general se usan con un fin específico, la audiencia selecciona el medio y los contenidos según sus necesidades, hay quienes prefieren informarse y otros ven series porque les gusta identificarse con la realidad en ellas representada. Así, los hombres de clase social alta suelen ver programas de actualidad, informativos, deportes y concursos; mientras que las mujeres con un nivel de educación bajo, de una clase social inferior y que no trabajan, ven más televisión que los anteriores y ven series, películas y programas infantiles. La tercera edad ve todo tipo de programas, y junto con las personas de menor nivel intelectual, son los que más tiempo ven la televisión, porque es su forma de entretenimiento y es su medio preferido de ocio. Gran parte de los adultos utilizan la televisión a falta de compañía para no sentirse tan solos. También hay otras actividades sociales para estos usos, como los hobbies, los amigos, la familia, etc.

Para Rafael Roda Fernández los medios realizan operaciones como: mostrar las políticas de los gobiernos, muestra las características de las personas de clase social o raza que nos son distantes o ajenos y datos sobre aspectos de la realidad a los que no se puede acceder fácilmente. Con esto se crea un corpus de conocimientos compartidos por la audiencia. .

La televisión tiene una serie de características que la otorgan un alto grado de influencia, entre las que cabe reseñar las siguientes.

La televisión tiene una gran fuerza expresiva, porque se basa en la imagen y esto es muy eficaz para interiorizar los mensajes ya que se meten directamente en el subconsciente. Son imágenes con color, música, presentan la realidad con movimiento, “viva”. En los años setenta surgió la televisión en color y aumentaron las ventas de aparatos televisivos, y este incremento de la demanda favoreció la producción en cadena, acercando los aparatos a esos sectores de la sociedad para los que antes hubiera sido imposible el acceso a los mismos.

La televisión es un gran espectáculo que a su vez integra otros espectáculos como el teatro, el deporte, la música, el cine... con lo cual tiende a refrenar la independencia de estos últimos.

Jesús González Requena explica que la televisión ocupa un lugar privilegiado en la casa y cómo esto supone la abolición de la intimidad. La presencia de la televisión en los lugares clave de la vivienda (cuarto de estar, cocina, dormitorio) cambia la disposición de los muebles para adaptarse a su presencia. Esto también influye en la forma de comunicase entre la familia, la comunicación se estructura en torno a un centro exterior al ámbito familiar (la televisión), con lo que ese lugar deja de ser un espacio de intimidad. La televisión se va acoplando a la vida familiar, llegando a ser un elemento cotidiano y necesario, y así cuando, por ejemplo, en una comida la televisión está estropeada hay cierta incomodidad entre los comensales, que no tienen más remedio que mirar al plato de comida para evitar las miradas de los demás.

Hay abolición de todo espacio de intimidad, incluso en el dormitorio, la pareja conversa en la cama mirando el televisor, que muchas veces sigue encendido mientras realizan el acto amoroso.

Paradójicamente, a la vez que esto ocurre, gran parte de los programas de la televisión se dedican a representar relaciones de intimidad, los programa se llenan de expresiones y personajes cercanos, familiares, como el presentador que comienza un programa diciendo “¡Hola familia!”. Los rostros de la televisión son un aliciente, tienen toda nuestra confianza, son como un miembro más de la familia; necesitamos verlos diariamente para que el día sea completo.

La televisión es el medio de comunicación más usado en España, aunque los demás siguen teniendo su público. Donde está el menor porcentaje de gente que no ve la televisión ni lee la prensa es en los pueblos de menos de 5.000 habitantes, aunque, sin embargo, si oyen la radio.

La televisión es un vehículo de control. Es el símbolo de la cultura de masas, esta cultura se convierte en incultura cada vez mayor para aumentar su aceptación entre el público, que no tiene otras opciones mejores, y se hace dócil, deja de pensar.

Siguiendo con Jesús González Requena, la televisión vacía de ideología, la televisión y su público no se caracterizan por una ideología o sistema de creencias, sólo por posición escópica (la televisión es el objeto al que el público atiende). En vez de apoyar una ideología tiende a vaciar los sistemas de valores, todo se reduce a espectáculo. Entonces, el ciudadano (convertido en espectador que ve televisión y campañas electorales televisadas, precisamente dos formas de feed-back o retroalimentación porque se compran bienes materiales y se vota), ya no es definido por una ética o ideología, sino económicamente, en cuanto a consumidor/espectador, es decir por el mercado, por la lógica del capital.

La televisión analizada en términos marxistas, es una mercancía audiovisual que se rige por la financiación publicitaria mediante el audímetro, que es el valor de cambio. Por ejemplo, en los anuncios, algunos valores axiológicos son asociados con mercancías: se obtiene X si compras (o votas) A:

maternidad ---------- una marca de leche

masculinidad -------- un automóvil

cultura ---------------- una enciclopedia en fascículos

buena conciencia ----- un cupón de la O.N.C.E.

dignidad ciudadana --- un político convincente

Robert W. Kubey, profesor de universidad de Nueva Jersey, hizo un estudio entre espectadores de Norteamérica y llegó a la conclusión de que la televisión es el recurso más cómodo y barato porque no presenta ideas complejas, es como si se diera el mensaje digerido y lo que quiere el público es ver cosas fáciles de entender, como las telenovelas.

Las telenovelas tienen una fuerte carga moral, imponen valores de amor eterno, recompensa de la virtud y castigo del pecado, son como una guía para el público, les dice lo que se debe hacer y lo que no y esto les da seguridad a la hora de afrontar los problemas porque tienen un modelo a seguir.

Así, la televisión en general carece de documentales o programas culturales (salvo La2 o Canal Plus). La competencia televisiva no se basa en ofrecer programas serios no hay preocupación por la calidad ni por el contenido de la programación.

Volviendo a Jesús González Requena, que afirma que lo importante en la televisión es el esfuerzo por ofrecer un espectáculo hueco para el espectador. Los programas televisivos invitan al espectador a viajar por otros países, a asistir a conciertos, a ver diariamente la intimidad de una familia, etc. El espectador sabe que no puede acceder a todo esto pero lo acepta porque lo importante es que parezca que sí.

En muchos programas se intenta crear naturalidad mediante la “falsa sorpresa”, el presentador finge que sucede algo imprevisto en el guión y se sorprende. Pero es sólo un truco, de hecho, el presentador no pretende que sea verosímil, hay fingimiento del fingimiento de la sorpresa. El espectador lo sabe, no se pretende que lo crea, por eso lo importante es el esfuerzo por ofrecer un mero espectáculo al espectador.

La televisión construye un mundo aparentemente neutro y que supuestamente representa al mundo real. La televisión da una visión de la vida más agradable y con menos problemas de los que hay en la realidad, para conquistarnos. Al estar basada en la imagen, la televisión da demasiada importancia al físico, y las personas que aparecen en el mundo televisivo se ajustan siempre al canon de belleza vigente, lo cual no ocurre en la realidad y esto crea inseguridad en los ciudadanos de a pie. Un buen ejemplo de ello son las series norteamericanas, que más que representar a la juventud, la vulgarizan y simplifican, pero a pesar de ello los jóvenes necesitan sentirse identificados con ellas.

La televisión hace que la gente se cree falsas necesidades y esto afecta a los menos dotados económicamente, con lo cual se frustran, porque la televisión postula que la felicidad se consigue con el éxito, y el éxito significa bienestar económico y social, y los mayores deseos de las personas son a cambio de dinero (los bienes materiales). Esto se muestra en las series y también en la publicidad.

Jesús González Requena nos habla de lo que él llama “irrealización del mundo”. Cuando la información del mundo exterior llega a las casas toma un carácter imaginario, y esto es la irrealización de los universos referenciales de la información televisiva. Lo que pasa dentro de la casa donde el espectador ve las noticias para él es más real que lo que aparece en las noticias, aunque no duda de la realidad de lo que se muestra en la televisión. Además, al mezclarse las imágenes del mundo real con imágenes de mundos ficticios (las películas), se desdibujan las fronteras entre lo real y lo ficticio y todo queda en el imaginario.

Para Lorenzo Vilches la información política manipula el comportamiento cuanto menos implicado se sienta el espectador y hace que no se dé cuenta de ello. Según las investigaciones de Mc Combs y Shaw (1976), las personas más activas políticamente son las que menos televisión ven porque al verla mucho, esa actividad es sustituida por la televisión.

Los niños y la televisión, según las investigaciones de Schramm, Lyle, Park (1960). Los efectos de la televisión en los niños se empezaron a estudiar cuando los hábitos de los niños cambiaron con la llegada de la televisión. De las conclusiones que sacaron en su investigación se puede decir que el niño es un usuario precoz y que ve más horas de televisión conforme aumenta su edad. El niño usa la televisión según la edad, el sexo y su capacidad intelectual. Sus gustos son: Según el sexo, los niños ven dibujos animados, películas de aventuras y del oeste; y las niñas ven programas con temas amorosos y familiares y les interesan más los problemas de los adultos. Según la clase social, los niños de clase obrera ven más programas de entretenimiento y relacionados con la fantasía. Según el nivel intelectual, los que lo tienen más alto ven menos la televisión y son más selectivos que los de nivel bajo y también usan otros medios. La familia es también un factor determinante para la selección de los gustos televisivos infantiles.

Los niños encienden el televisor para divertirse, la fantasía les produce placer porque se identifican con los personajes y héroes. Los fines didácticos se incluyen en los programas de diferentes tipos y están encubiertos para evitar el rechazo del niño.

Para Schramm la televisión también tiene su lado positivo, porque a través de ella, los niños conocen personajes y acontecimientos del mundo a los que no tendrían acceso de otro modo.

La comprensión de los mensajes aumenta con la edad, van aprendiendo a ver la televisión cuanto más la ven.

Los niños suelen realizar otras actividades mientras ven la televisión, como comer o vestirse y lo que mantiene su atención es el uso de voces infantiles, los efectos de música y sonido, el cambio de narrador tema o escena, y los efectos especiales.

Los niños que más aprovechan los conocimientos de la televisión y los aplican a sus juegos y su vida, son los de clase social baja, los que viven en el campo, y las niñas más que los niños.

 

Patricia Greenfield no sólo analiza los efectos negativos de la televisión en los niños, también ve los efectos positivos que tiene. La televisión puede servir para el aprendizaje y el desarrollo del niño y a veces puede cumplir ciertas funciones mejor que los textos escritos. Hay que enseñar a los niños a diferenciar entre realidad y fantasía, porque ellos no saben, piensan que todo es verdad por lo que les influye tanto.

Los niños tienen que aprender a ver la televisión y a descifrar los mensajes con el tiempo y la experiencia, y esto supone un desafío mental.

Hay programas como Barrio Sésamo que son muy beneficiosos. Por una parte, atrae la atención porque hay muñecos y dibujos animados, y por otra parte, utiliza un método que hace que los niños aprendan mucho mejor, que es relacionar el concepto que se quiere enseñar con algo que el niño ya conoce.

Por supuesto, la televisión también tiene efectos nocivos. Puede provocar una actitud pasiva, pues al ser una actividad meramente receptiva no supone ningún esfuerzo y anula la iniciativa del niño.

La televisión presenta estereotipos como los de los diferentes papeles sexuales del hombre y la mujer porque limitan la percepción de la realidad y restringe los puntos de vista.

La publicidad puede ser muy nociva para los niños porque les manipula, las imágenes y la forma de presentar los productos les hace desearlos pero ellos no saben que se losa están intentando vender y los niños exigen a sus padres que se los compren.

En el libro “La televisión y los españoles” de Francisco Javier Rodríguez, se señalan estas cuestiones.

Muchas veces los padres usan la televisión como medio para tener a los hijos entretenidos y así no ocuparse de ellos, por lo que muchos niños ven la televisión solos, lo cual es perjudicial ya que nadie les restringe la programación. Otro error que cometen los padres es utilizar la televisión como premio cuando el niño obedece y prohibirle verla en caso contrario.

Se ha comprobado que la televisión es una de las causas del fracaso escolar porque en lugar de estudiar, ven la televisión.

El lenguaje utilizado en los programas infantiles es pobre y tópico y no enriquece el vocabulario del niño lo cual le perjudica enormemente porque está en una etapa importante de aprendizaje del lenguaje. Además el uso de palabras malsonantes en la televisión ha aumentado considerablemente en los últimos años.

Hace unos años se realizó un estudio preguntando a un grupo de niños qué harían si se estropease su televisor, y se obtuvieron unos resultados bastante curiosos: aproximadamente la mitad de los niños encuestados la arreglarían, comprarían otra, o irían a verla al domicilio de un amigo, vecino o familiar; y la otra mitad jugaría.

Los dibujos animados son de mala calidad y demasiados y no contemplan aspectos de la vida como desnudos, sangre, ni crítica social, exceptuando Los Simpsons, que se emite dirigida a los adultos. Los dibujos animados son muy rentables porque su audiencia es muy estable y tienen un factor comercial muy importante porque se crean productos relacionados con ellos que se comercializan (llaveros, muñecos, camisetas...) que dan amplios márgenes de beneficios.

Lorenzo Vilches alude a diferentes estudios sobre el tema, algunos de los cuales sacaban como conclusión que los niños son violentos porque imitan lo que ven en televisión, ya que se muestran constantemente modelos de comportamiento y estereotipos a seguir. Así, los niños que veían programas violentos de la televisión e iban a acostarse inmediatamente después de verlos, resolvían sus problemas con agresividad.

Se llegaron a conclusiones tales como que el impacto de la televisión debe evaluarse en el contexto de otros medios y en el contexto de la vida del niño tanto en su casa como en el colegio. Una hipótesis no muy apoyada dice que la violencia que se muestra no es real, ni por la cantidad ni por el tipo de violencia, lo que explica el efecto catártico de la violencia.

En estudios de los años sesenta y setenta se afirma que puede haber una relación entre la violencia televisiva y la violencia en la sociedad pero esta influencia siempre depende de factores tan importantes como el sexo, la edad, el nivel económico, la agresividad de la persona, y la situación social.

La publicidad.

La publicidad se analiza como necesaria y propia de una empresa para financiarla, y por tanto también de la televisión como empresa que es, en el libro “La televisión y los españoles”.

La publicidad puede ser positiva cuando es de calidad y se realiza con rigor. Según algunos experimentos, la influencia de la publicidad es menor de lo que se cree porque las reacciones de los espectadores cuando hay anuncios son, en un 60% dejar de prestar atención a la televisión, en un 20% salir de la sala, y en un 10% hacer zapping.

Según una agencia francesa, los países donde hay más publicidad son Italia Reino Unido y España. La media de exposición diaria a la televisión en los países europeos es de 3 horas y 20 minutos, lo que contrasta con la hora y 40 minutos de televisión que ven los finlandeses al día. Por tanto la exposición a la publicidad es proporcional al tiempo dedicado a ver la televisión.

La publicidad hace que compremos bienes materiales y con eso creemos superar nuestras frustraciones, problemas e insatisfacciones. La publicidad hace que creamos que necesitamos adquirir algún objeto y que vamos a conseguir elevar nuestro nivel de vida y ser más felices.

La mujer se utiliza en la publicidad como objeto sexual y es muy rentable para los intereses publicitarios, degradando habitualmente la imagen femenina.

La perspectiva de Gerbner.

La comunicación de masas tiene una gran influencia porque tiene un carácter normativo, crea un marco referencial común y la publicación es homogénea con lo que hay una transmisión de ideología al conjunto de la sociedad con las ventajas y peligros que ello implica.

Se puede decir que la televisión sustituye con éxito a la función antes realizada por la religión en otros tiempos, cumple la tarea de homogeneización porque sus representaciones del mundo son fáciles de entender y la exposición a ella es ritual, incluso mayor que en otros tiempos a la misa.

Las funciones de los medios son: constituir y mantener públicos; construir perspectivas comunes de pensamiento y acción; organizar y extender conocimientos compartidos; crear bases para la interacción entre grupos cuyas acciones aisladas y distintos intereses no sean disfuncionales para mantener el statu quo.

Gerbner ha analizado principalmente la violencia en la televisión y otros temas importantes como los roles masculino y femenino y las minorías, el mundo de las ocupaciones, la familia, la ancianidad y la muerte.

En cuanto a la demografía, la representación de la sociedad no corresponde con la realidad, está estereotipada y contiene una ideología específica. La acción suele ser desempeñada por hombres solteros blancos de clase media-alta de mediana edad. En cuanto a las ocupaciones, casi todos son profesionales (médicos, abogados, hombres de negocios), o agentes de la ley.

El protagonismo del hombre, entonces, es tres veces mayor al de la mujer y el número de jóvenes y ancianos que aparecen no se corresponde con el número real.

En cuanto a las clases sociales aparecen mucho más representadas que las bajas y la clase media está subrepresentada. La mayoría de los personajes tiene cargos profesionales directivos o de alto estatus.

En cuanto los roles masculino y femenino la visión de las características que se les asocian es totalmente convencional y muy degradante respecto a la mujer.

La mayoría de las mujeres aparece por un interés romántico o familiar. Los hombres tienen papeles profesionales y las mujeres son amas de casa o tienen un papel subordinado al del hombre, y cuando la mujer se apropia del papel profesional del hombre tiene problemas emocionales o se deteriora éticamente. Un tercio de los hombres ha estado casado o va a hacerlo, mientras que dos tercios de las mujeres está casada, a punto de hacerlo o involucrada en algún tipo de relación sentimental.

Las ocupaciones normales de la mujer son: enfermera, secretaria, presentadora, criada o modelo, lo que confirma su carácter secundario de actividad en la sociedad. La personalidad que se le atribuye a la mujer es ser atractiva, sociable, tierna y pasiva, mientras que el hombre está relacionado con el poder, el talento, la racionalidad, y la estabilidad.

La violencia: la mitad de los protagonistas se ven implicados en episodios de violencia y el 10% en muertes. Más del 90% de los programas infantiles incluye violencia. Los representantes de la ley y el orden son un 20% en la televisión, mientras que en el mundo real es un 1%, y aparecen en los programas de mayor audiencia.

El ejercicio de la violencia no es indiscriminado, y tanto los agresores como las víctimas responden a un estereotipo. Los grupos sobre los que se cierne la violencia son las mujeres, los extranjeros y personas de razas diferentes a la blanca y las personas de clase alta o baja, en los extremos de la escala social. Todo esto constituye un subsistema de valores de la televisión, es una forma implícita de propaganda que nos influye sin que nos demos cuenta.

Gerbner estudia el tema de la victimización y analiza la influencia de las percepciones del público según los hábitos de exposición. Aunque es consciente de que la influencia puede variar dependiendo de variables personales, sociales y culturales, si se controlan esas diferencias el efecto de exposición a la televisión es el mismo. La tesis de Gerbner es que el resultado de la exposición a la violencia televisiva es el aumento de la impresión de que se vive en un entorno social mezquino y peligroso (y no el aumento de las conductas agresivas en los individuos). Las consecuencias a la exposición a la violencia reiterada son las siguientes:

Sensación exagerada en el individuo de peligro y vulnerabilidad. Esto aumenta si se es un consumidor “duro” (más de cuatro horas diarias) en comparación con el consumidor “ligero” (menos de dos horas diarias).

Aumento de la demanda de protección colectiva. Si la gente teme por su seguridad le parece bien que se implanten medidas legales duras y que aumenten las atribuciones de los agentes del orden en su represión de los delincuentes.

Los resultados de las encuestas confirman estas suposiciones ya que los consumidores “duros” piensan que hay más personas en el mundo real con trabajos relacionados con la justicia; piensan que hay que tener cuidado con los desconocidos; y se consideran víctimas potenciales de los delitos.

En otra encuesta realizada a adolescentes se obtuvieron estos resultados:

Los consumidores “duros” sobrestiman el número de personas implicado en episodios violentos y el número de delitos graves que se cometen, más que los consumidores “ligeros”.

Los consumidores “duros” piensan que es más peligroso salir de noche que los “ligeros”, especialmente las mujeres.

Más consumidores “duros” que “ligeros” piensan que los agentes del orden usan habitualmente la violencia en su trabajo

Los consumidores “duros” tienden más que los “ligeros” a desconfiar de los demás y a pensar que la gente es egoísta por naturaleza.

En definitiva, las pruebas empíricas parecen demostrar las hipótesis de Gerbner y su grupo.

La televisión y las actitudes políticas: los valores que se presentan en la televisión son claramente conservadores, y no se representan todas las ideologías por igual. Por ejemplo, se suele representar gente de clase media, con lo que los espectadores tienden a identificarse con lo que hacen y lo que piensan, las minorías y los marginados como las mujeres, los jóvenes, los ancianos, y la personas de otras razas apenas si están representados, a diferencia de los hombres de mediana edad con poder adquisitivo; y tampoco aparecen tendencias de pensamiento o conductas no convencionales. Al ser discriminados por no aparecer, las minorías y marginados, también son discriminados en la conciencia de la gente en cuanto a sus derechos. La representación reiterada de la violencia hace que la gente desconfíe del medio social y se crean reacciones de ansiedad o tendencias represivas.

Gerbner se centra en tres cuestiones:

span style='font-size:12.0pt;mso-bidi-font-size:10.0pt'>La falsa conciencia: la dominación de unas clases por otras se ve facilitada porque las clases dominadas interiorizan las normas y valores ajenos a su vida real gracias a los medios, lo que favorece la dominación.

La televisión facilita la expansión de las posiciones de clase media.

La televisión no usa un tono neutro en realidad hay una renuncia a la utopía y un regreso a los valores retrógrados, disfrazados de realismo.

La televisión hace que en la sociedad haya un proceso de reestructuración de la conciencia de clase que hace que se limen los conflictos entre grupos con intereses enfrentados. Las personas de clase trabajadora, si son consumidores “duros”, se identifican más con la clase media.

La moderación de los mensajes de la televisión es engañosa porque se espera que la gente tenga posiciones más tolerantes con esta supuesta moderación, pero en realidad es todo lo contrario. Gerbner estudia el racismo en grupos de consumidores “duros” y de consumidores “ligeros” según su tendencia política (liberales, moderados y conservadores). Llegó a comprobar que la alta exposición a la televisión no aumenta la tolerancia de los conservadores y sí aumenta el conservadurismo de los liberales.

Analiza las actitudes hacia la integración escolar de los individuos de otras razas y de las residencias y matrimonios mixtos y demuestra que entre los liberales, los consumidores “duros” son más racistas que los “ligeros”; y que todos los consumidores “duros” se oponen a esta integración, mientras que los liberales llegan a igualarse a los conservadores.

Lo mismo ocurre al estudiar las actitudes hacia temas sociales importantes como el aborto, la homosexualidad y el uso de drogas blandas. Ver mucha televisión endurece las posiciones hacia estos temas, en general y no suaviza las posturas de los conservadores.


 

Opinión personal.

Después de leer, reflexionar y elaborar este trabajo, he llegado a la conclusión de que la televisión, debido a su influencia y a su capacidad para llegar a todos los públicos, es un medio de comunicación cuya manipulación entraña no pocos peligros. En primer lugar, todas las ventajas que hipotéticamente se le podrían atribuir son claramente infrautilizadas en las emisiones reales. Su papel educativo es casi inexistente, y los creativos lo confunden en demasiadas ocasiones con una función moralizante o unificadora (en el sentido de anular las características individuales del pensamiento de cada uno).

Por otro lado, me niego a creer que estos creativos no sean conscientes de la influencia y la capacidad que tienen para crear o modificar la reacción de la opinión pública. Siendo completamente conscientes de ello, insisten en presentar parcialmente la realidad, empobreciendo los contenidos y desinformando, más que informando, al no exponer los hechos o conceptos desde un prisma más amplio o unas referencias más completas e imparciales.

Sin ir más lejos, con la excusa de representar la realidad, se reproducen estereotipos en algunos casos sangrantes, como es el grave perjuicio que se infiere a la imagen de la mujer. La fémina es constantemente degradada, tanto en la publicidad como en las emisiones en que se reduce su presencia a mero objeto ornamental, salvo honrosas excepciones. Dado el carácter visual del medio, parece que es la belleza física el único criterio aplicable a la hora de representar mujeres válidas, relegando la valía personal a un plano secundario por no decir irrelevante. Se produce entonces un conflicto, pues la excusa de representar la realidad sumada a la influencia y a la capacidad moralizante, es difícil discernir si esta degradación es origen del trato que la mujer recibe en la televisión o en la vida real, pero en cualquier caso, no se puede negar que la emisión de estos roles estereotipados favorece la perpetuación de los mismos, y que éstos se consideren como normales a los ojos del espectador poco crítico.

Otro aspecto preocupante es el mal uso del lenguaje en este controvertido medio. Los errores habitualmente cometidos por individuos supuestamente cualificados, hace que el espectador caiga en las hipercorrecciones, agravándose el problema y llegando al punto en que el espectador se sume en la confusión, sintiéndose incapaz de discernir si un uso es correcto o no. Un ejemplo de ello sería el “queísmo”, originado al querer evitar a toda costa el “dequeísmo”.

Respecto al boom de violencia de que estamos siendo testigos, me resulta difícil culpar a la omnipresente televisión de forma exclusiva. Es cierto que vivimos en una sociedad violenta, la violencia como uso inadecuado de la agresividad natural del ser humano se transmite de padres a hijos de forma similar al lenguaje, los hábitos alimenticios o de aseo, así como otros muchos recursos con que enfrentarse a la vida. Cuando se culpabiliza ingenuamente a la televisión de ser causante de la violencia infantil, se están subestimando factores familiares, propios del individuo y de la comunidad en la que vive. Pero esto no me impide acusar a la televisión de utilizar la violencia gratuita como forma de crear interés, dar acción a una trama o proporcionar lucimiento a ciertos individuos y a sus musculosas anatomías. La violencia, como realidad cierta y presente, debe ser representada, pero no gratuitamente ni con las intenciones con que actualmente se hace. Estas mismas pautas deberían aplicarse a temas conflictivos como las drogas o aparentemente triviales como las inquietudes juveniles, tan habitualmente estereotipadas.

BIBLIOGRAFÍA

Vilches, Lorenzo. La televisión. Los efectos del bien y del mal. Paidós. Barcelona, 1993

Roda Fernández, R. Medios de comunicación de masas. Su influencia en la sociedad y en la cultura contemporánea. C.I.S. Madrid, 1989

Rodríguez, Francisco Javier. La televisión y los españoles. Paraninfo, 1992

Greenfield, Patricia. El niño y los medios de comunicación. Morata. Madrid, 1984

González Requena, Jesús. El discurso televisivo: espectáculo de la posmodernidad. Cátedra. Madrid, 1988.

Cortesía de http://www.rrppnet.com.ar/efectostv.htm
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