Victoria Camps Cervera - 1994
1 Educación en valores
La educación es necesariamente normativa. Su función no es sólo instruir o transmitir unos conocimientos, sino integrar en una cultura que tiene distintas dimensiones: una lengua, unas tradiciones, unas creencias, unas actitudes, unas formas de vida.
Educar es, así, formar el carácter, en el sentido más extenso y total del término: formar el carácter para que se cumpla un proceso de socialización imprescindible, y formarlo para promover un mundo más civilizado, crítico con los defectos del presente y comprometido con el proceso moral de las estructuras y actitudes sociales.
A eso, a la formación del carácter, es a lo que los griegos llamaban "ética". Valores éticos son los valores "sencillamente humanos", de eso se trata, de recuperar el valor de la humanidad.
No obstante, los valores éticos están en crisis. Los valores siempre han nombrado defectos, faltas, algo de lo que carecemos pero que deberíamos tener. Según Locke, el malestar, la incomodidad que provoca el deseo de que la realidad cambie y sea de otra manera. Si estuviéramos plenamente ajustados con la realidad, no cabría hablar de justicia ni de valores como algo a conquistar, si se hace es porque no se reflejan suficientemente en la práctica.
Hoy por hoy, el crecimiento económico nos ha hecho creer que sólo vale lo que produce dinero. Decimos que la prosperidad económica no es más que un paso, necesario pero insuficiente, para lograr una mayor plenitud humana.
El bienestar es un fundamento ambivalente para la producción de valores éticos. Por una parte hay que darle la razón a Aristóteles cuando afirma que la virtud sólo es patrimonio de los seres libres, no de los esclavos, de quienes tienen tiempo para dedicar su vida a la actividad política porque otros y otras trabajan por ellos.
También hay que darle la razón a Bertold Brecht cuando dice que lo primero es comer y lo segundo hablar de moral. Hay que reconocer que el que vive bien se acuerda poco de los que sufren, que el bienestar material no genera una espontánea solidaridad con los pobres.
Las épocas de menor bienestar, como la actual, no son del todo malas para recuperar y hacer más presentes los valores; pero también hay que contar con los valores éticos para superar la crisis económica.
En realidad, los tiempos nunca son buenos para la ética, porque la ética exige, ante todo, autodominio, que es costoso y nos pide sacrificio y templanza. No hay ética sin una cierta disciplina, una disciplina razonable sin la cual es inútil tratar de transmitir normas o hábitos.
Ser buena persona hoy no es, únicamente, ser buen ciudadano o buen político, como pensaron los griegos. Cualquier actividad puede tener dimensiones más o menos éticas, más o menos humanas. En resumen, no tenemos un modelo de persona ideal, ni de sociedad, ni de escuela, porque nuestro mundo es plural y esa pluralidad es enriquecedora, así como la convivencia de las diferencias.
Aunque nos falta un modelo de persona, contamos con un conjunto de valores universalmente consensuadas, un sistema valorativo que sirve de arco y de criterio para controlar hasta dónde llegan nuestras exigencias éticas individual y colectivamente. Son valores de la civilización, producto de más de 25 siglos de pensamiento, que han dejado valores, principios e ideales que se resumen en los llamados derechos fundamentales.
La fundamentación de los derechos humanos es la declaración universal de estos derechos realizada en 1948. Ése es y debe ser nuestro punto de partida, la única referencia que tenemos para empezar a hablar, para resolver nuestros problemas y conflictos.
Los derechos humanos son la fuente de donde mana el derecho positivo, la ética es la que juzga a la ley y la que orienta su interpretación.
Creer en la ética, sin embargo, supone a aceptar dos ideas:
Que los derechos básicos implican deberes, y deberes que no sólo incumben al Estado sino a todos los ciudadanos.
Que la ausencia de valores éticos
deriva en los problemas estructurales de la sociedad.
Como dijo Rousseau,
la sociedad democrática y racional necesita algo que una a los individuos, por
encima de los intereses particulares, unos "intereses comunes" que comprometan a
toda la humanidad en la empresa de hacer un mundo más humano. Las palabras
valorativas, como igualdad o libertad, no pueden significar algo tan distinto en
otras culturas. La ética se funda
también en la historia que se ha encargado de ir llenando de contenido esos
valores. Los valores fundamentales deben serlo en cualquier parte y en cualquier
cultura. Aunque tengamos valores universales, todavía quedan muchas zonas
dudosas y oscuras, donde el consenso es complicado. Es complicado
consensuar la despenalización del aborto, se debe consensuar por la vía del
diálogo o de la democracia. Nadie tiene derecho a imponer a otro sus puntos de
vista, y menos a hacerlo violentamente. La comunicación es el único fundamento
de la aceptación de las normas como normas justas. Los derechos
humanos sólo son absolutos en el enunciado, pero en la práctica suelen entrar en
conflicto unos con otros. El gran defensor de las libertades, John Stuart
Mill, dejó claro que las libertades individuales tiene una sola pero
importantísima limitación, que es el daño al otro. Uno es libre para hacer
lo que quiera, salvo aquello que impida las libertades de los demás. Protágoras se
pregunta, cómo se enseña algo que se define como un saber práctico y no sólo
teórico. Los valores morales pretenden formar el carácter, crear unos hábitos,
unas actitudes, unas maneras especiales de responder a la realidad y de
relacionarse con otros seres humanos. Todo eso, ¿Cómo se enseña a formar para
la crítica, a decidir por su cuenta, con autonomía? Sólo es posible decir
cómo no hay que enseñar ética. En primer lugar, la
enseñanza de la ética no debe reducirse a la enseñanza de una asignatura. los
valores morales se transmiten, sobre todo, a través de la práctica, a través del
ejemplo, a través, de situaciones que estén reclamando la presencia de valores
alternativos. Las situaciones
cotidianas, como corrupciones, discriminaciones, intolerancias, insolidaridad,
se reproducen en la escuela. Las escuelas, los centros educativos, son un
microcosmos de los conflictos presentes en toda la sociedad. El primer paso
que hay que dar es tomar conciencia de los conflictos y enfrentarse a ellos con
respuestas colectivas consensuadas. Entender que el conflicto ético siempre
depende de las actitudes, mentalidades y comportamientos individuales. ¿Le corresponde a
la escuela más que a la familia la enseñanza de la ética? No hay maestros
especialistas en ética. La educación en unos valores éticos es tarea de todos
los que actúan sobre los educandos. La sociedad somos todos y de todos es la
responsabilidad de mejorarla, mejorando los comportamientos de sus miembros.
Todos deben actuar al unísono, pero los espacios más propios de la educación
son la familia y la escuela. La escuela es un
lugar donde se hace algo más que dar clase. Los alumnos aprenden comportamientos
civilizados, según sean los criterios que los guían. Es inevitable que aprobemos
unas conductas y desaprobemos otras. El gesto, la voz,
la mirada, demuestran claramente lo que pensamos o sentimos, más que mil
palabras. Los niños registran esa reacción favorable o desfavorable a su
conducta, asumamos esa conducta y transmitamos a nuestros hijos y alumnos
aquellos aspectos de nuestro mundo que quisiéramos conservar. 2 El Proyecto de
Vivir. La dignidad de la
vida humana El significado de
la proclamación del derecho a la vida es el del derecho de cada uno a no verse
privado de la vida por voluntad arbitraria de otros o de los poderes
establecidos. En ética el fin no justifica nunca el empleo de medios violentos,
la agresión y la violencia llegan a cuestionar la validez ética de lo que
parecía justo. El derecho de todo
individuo a la vida va seguido de la proclamación del derecho a la libertad y a
la seguridad, puesto que son tres derechos complementarios. Derecho a la
seguridad que le permita moverse y actuar con libertad sin que su vida peligre
por ello. Esa libertad es la
que dota a la vida humana, por encima de otras vidas animales, de una dignidad
especial. Dice Kant "piensa que el otro es tan persona como tú y trátalo como
tal persona y no como una cosa susceptible de estar sólo a tu servicio. José Luis Aranguren
ha explicado que la persona es "constitutivamente moral", quiere decir que la
vida humana es un proyecto, algo no previamente determinado, ni definido por
algo o alguien ajeno al sujeto que vive. La vida individual es un proyecto que
se llenará de contenidos, los cuales podrán o no estar de acuerdo con las normas
morales, pero será un proyecto en cualquier caso. A esa ausencia de
proyectos se le llama estar "desmoralizado". No tener moral significa no saber
qué hacer con la propia vida. Una vida con sentido, bueno o malo (moral o
inmoral), pero con sentido es una vida que trasciende la animalidad y adquiere
la condición básica de su identidad como vida humana. Para realizar ese
proyecto, lo primero que necesita es tener autonomía, libertad. Pero también
necesita unas determinadas condiciones de vida. Esas condiciones no han sido
siempre las mismas, ni son las mismas en todas partes. En una sociedad
desarrollada por condiciones de vida humana, es la "calidad de vida". El mismo
Aristóteles reconocerá, en consecuencia, que sólo pueden aspirar a la virtud
aquellos cuyas condiciones materiales de vida son satisfactorias y le eximen a
uno de tener que preocuparse de cuestiones viles como la de trabajar para
sobrevivir. Para ser virtuoso hay que ser mínimamente rico, estar bien dotado
intelectualmente y físicamente. Es decir que no
basta con ser libre. Es preciso vivir dignamente. Es a eso a lo que aspira la
justicia: a que la dignidad sea u bien de todos. La justicia, dicen las teorías
éticas, es condición de la felicidad. Y a lo que aspira la vida humana es a ser
feliz. la felicidad ha sido para más de un filósofo el fin de la ética. Para que todos los
individuos puedan orientar sus vidas hacia ese fin que es la felicidad conviene
que haya justicia, que estén garantizadas la libertad y la igualdad de todos.
Cuando a uno no le es dado satisfacer siquiera sus necesidades básicas, carece
de la condición fundamental para la felicidad. ¿Qué es el hombre? Los griegos
limitaron la finalidad del ser humano a la de ser un excelente ciudadano. El fin
de la vida humana era servir a la polis o a la comunidad. El pensamiento
cristiano hizo depender el ser del hombre de la voluntad divina. En cambio,
la modernidad proclama la individualidad de la persona: el individuo es un
ser fundamentalmente libre, con derecho a elegir su propia vida. La modernidad
define a la persona como la libertad y la deja, así, en la imprecisión más
absoluta. Se puede ser de cualquier manera y sólo depende de nosotros que así
sea. En nuestros tiempos se habla de "calidad de vida". Queremos calidad,
porque ya tenemos suficientes cosas y exigimos que sean buenas. El despilfarro y
retroceso en lugar de progreso es una realidad que también nos perjudica. La calidad y la
dignidad de la vida es algo tan impreciso que no es entendido ni interpretado
por todo el mundo de la misma manera. Por esos está tan discutido el aborto y
la eutanasia. Los
antiabortistas son "pro-vida". Defensores de la vida a ultranza. Su postura
viene a decir, cuantas más vidas humanas mejor. Por lo general apoya su actitud
en la doctrina religiosa que hace a Dios dueño y señor de cualquier vida humana
e incluye en ese dominio la vida del feto. El partidario de
que se despenalice el aborto, piensa que es posible escoger entre una vida
con dignidad y calidad y otra vida tal vez no querida ni buscada. Piensan que
abortar o no abortar debe ser una decisión individual y libre. Es pedir libertad
para que la mujer decida sobre algo que es todavía parte de su propia vida. El debate en torno
a la eutanasia es parecido. El defensor de la "muerte digna" exige la libertar
del moribundo para decidir sobre ella. Aquí sólo se pide libertad para decidir
sobre uno mismo. Por eso la defensa de la vida, de una vida digna y de calidad,
debería ir unida a la máxima libertad para decidir, si se da el caso, sobre el
fin de la misma. que la vida sea de calidad depende de nuestra capacidad de
dominar el supuesto desarrollo técnico y el crecimiento económico para que no se
conviertan en obstáculos para el progreso moral de la humanidad. La vida
humana debería consistir más en ser que en tener. Es cierto que
hay que tener para poder ser alguien. Pero el tener por sí solo no da categoría
humana. 3 Iguales pero
diferentes. El derecho a ser iguales. "Todos los hombres
nacen libres e iguales" es el principio básico por naturaleza. Libertad e
igualdad son las dos reivindicaciones que dan contenido a la justicia. La lucha
por la libertad ha sido más persistente que la lucha por la igualdad en
Occidente, pero es la lucha por la igualdad lo que marca el origen del
pensamiento ético-político. La literatura
homérica acepta y defiende una "aristocracia de la sangre" y es para los
elegidos por la fortuna. Es la virtud guerrera, que se apoya más que nada en la
fortaleza física. La democracia
griega, introduce la igualdad de los ciudadanos de la polis. Aunque los
ciudadanos son todavía pocos: ni esclavos ni extranjeros se admiten en la
comunidad política. Las mujeres y los artesanos son ciudadanos de derecho pero
están muy ocupados en tareas rastreras y viles, que le impiden más dedicación en
la política. La mayoría trabaja para que unos pocos puedan gobernar, pensar y
filosofar. El cristianismo
admite a todos los hombres y mujeres, pobres y ricos sin distinción, y les
concede la igualdad ante Dios. predica la caridad y el amor entre los hombres,
la ayuda mutua y el reparto de bienes. Pero sin decisiones políticas y leyes que
vigilen su cumplimiento, las prédicas morales sirven de poco. La religión les
pide que confíen y esperen en un más allá sin miserias y sin diferencias donde
serán recompensados. Cuando el
pensamiento filosófico empieza a ser laico y se apoya en la razón humana como
autoridad, aparecen las teorías del contrato social como explicación a una
supuesta libertad e igualdad de todos los hombres que debe ser preservada y
mantenida por la fuerza de la ley. Los filósofos
modernos buscarán una explicación racional aceptable, querida voluntaria de la
necesidad de la ley moral. El ser humano no puede sobrevivir solo:
necesita el amparo de la sociedad política para perpetuarse. gracias al Estado y
las leyes, cada individuo se sabe protegido de posibles ataques de otros. Someterse a la
ley significa, pues, la renuncia a parte de las libertades individuales para
no perder o ver amenazada nuestra libertad. El Estado iguala a todos los
hombres: les concede igualdad de derechos o igualdad ante la ley que regula la
vida de todos. La teoría del
Contrato Social se refiere a la hipótesis de un contrato originario entre
los hombres para convivir ordenadamente y con garantías de seguridad, siglos
XVII y XVIII. Tiene antecedentes
en el mito de Prometeo que explica el origen de la cultura. Los dioses
encargaron a Prometeo que debía dotar a cada especie de sus capacidades en forma
conveniente. Hermes debía dar a los pueblos el sentido moral (honor) y justicia
y repartirlos igualitariamente y debía expulsar a los incapaces de participar
del honor y la justicia. El orden político se basa en el reconocimiento de la
igualdad moral. Rousseau dice
que la existencia del la sociedad se explica por un pacto tácito, no explícito
entre los humanos, que los obliga a respetarse y les garantiza la protección del
Estado. Ese pacto es el reconocimiento teórico de la igualdad de derechos. Según Kant
significa que nadie tiene derecho a convertir al otro en un simple medio para
sus fines, que el deber máximo es reconocer la dignidad de cada persona. En la democracia
griega, un porcentaje elevado de la humanidad quedaba excluido del derecho a la
igualdad. La religión
cristiana dejó en claro que la igualdad esperada era la de los
bienaventurados en el reino de los cielos. la innovación de la modernidad es que
extiende el universo de discurso de la igualdad a todos los miembros de la
sociedad humana, y nadie debe quedar excluido de ese derecho. Locke, el padre
del liberalismo moderno, entiende que el derecho de propiedad es uno de los
derechos naturales. Y aun cuando la propiedad está mal repartida, no ve ahí un
problema que merezca una solución política. Adam Smith,
abanderado del neoliberalismo, dice que "basta asegurar la libertad de
mercado que garantiza el crecimiento económico, paulatinamente se equilibrarán
las desigualdades". La Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional
francesa de 1789 es la proclamación política de la igualdad de todos los hombres
ante la ley, La revolución burguesa francesa significa el fin de los
privilegios de la nobleza. Y aunque no se consigue la igualación real de todos
los humanos, quedan muchos ignorados y desheredados que serán objetivo de las
doctrinas socialistas y marxistas. A la igualdad en
la libertad, Marx dice que es una "libertad formal pero no real" mientras
las condiciones materiales de unos y otros sigan siendo desiguales y dividan a
la humanidad en propietarios y desposeídos, en dominadores y dominados. El uso que
capitalistas y proletarios puedan hacer de esa libertad no es el mismo. El
pobre y el rico no son igualmente libres, aunque lo sean por derecho. Marx dice
que no será posible equilibrar las desigualdades mientras exista la propiedad
privada y mientras se mantenga un sistema económico capitalista que permite que
unos acumulen riqueza mientras otros vendiendo la fuerza de su trabajo apenas
pueden sobrevivir. Los esfuerzos de
Marx van dirigidos a sustituir el discurso moralizante y engañoso por una
revolución que modifique las estructuras económicas y transforme la historia.
Así el comunismo es visto como el fin de un proceso hacia una sociedad sin
clases, sin conflictos y sin aparatos represivos, algo así como la utopía de la
igualdad en la tierra. Aunque suponían
conocer las etapas que debía seguir la historia, el comunismo no fue la
solución para los países que lo implementaron. El progreso vino
por el esfuerzo conjunto del liberalismo progresista de John Stuart Mill y
del socialismo democrático. El modelo del Estado de bienestar es la innovación
más importante de nuestro siglo y el aporte político más definitivo a favor de
la igualdad. La igualdad de
oportunidades: El Estado de
Bienestar. Entiende la
igualdad como igualdad de oportunidades. Al Estado corresponde
redistribuir los bienes básicos materiales y espirituales de forma que todos
puedan tomar decisiones. No se trata de repartir dinero ni riqueza, sino de
atender a las necesidades básicas de todos, repartiendo con equidad lo que
satisface a esas necesidades: la educación, la salud, el trabajo, la jubilación
o desempleo. El derecho a obtenerlos, es lo más específico del derecho a la
igualdad, que es abstracto. Ha sido necesario desarrollar por parte, los
derechos básicos para paliar el olvido, sujetos a derecho en teoría, pero no en
la práctica. John Rawls
establece como primer principio de la justicia, la libertad igual para todos, la
igualdad de oportunidades para acceder al poder, acceso a la educación, acceso a
puestos de trabajo, protección contra la discriminación por sexo o raza. La igualdad de
oportunidades ha de ser el objetivo que se proponga el Estado como medio para
proteger y asegurar la libertad igual para todos. Para ello, deberá aplicar un
reparto desigual destinado a favorecer a los menos favorecidos. Priorizarlos en
la distribución de bienes y servicios a fin de satisfacer sus necesidades
fundamentales. No ha de ser "igualitaria", sino "equitativa". El feminismo. El otro gran avance
hacia la igualdad, complemento del Estado de Bienestar, ha sido el movimiento
feminista. Los derechos de la mujer tuvieron que ser reconocidos como derechos
específicos, puesto que su inclusión en "los derechos del hombre y del
ciudadano" no les reconocía una real igualdad de oportunidades. La mujer ha sido
excluida expresamente de los derechos llamados "universales" como el trabajo, el
sufragio, la educación, porque como dijera James Mill: "no hacía falta que las
mujeres votaran, puesto que su voto ya estaba incluido en el de sus maridos". El movimiento
feminista ha conseguido en el mundo occidental, la igualación legal de los dos
sexos. Y aunque no existan barreras teóricas o legales, sí hay barreras reales,
pues han cambiado las leyes, pero no han cambiado las mentalidades, ni las
costumbres, ni las actitudes. Además de la
natalidad, asumida por naturaleza, las mujeres asumen el cuidado de los enfermos
y ancianos, la continuidad de la familia, los quehaceres domésticos, y otros
tantos puntales de la vida social no resueltos más que por el trabajo y el
servicio voluntario y gratuito de la mujer. Trabajo socialmente importante, pero
poco reconocido. La emancipación de
la mujer debe mucho a un modelo de Estado que ofreció a las mujeres una buena
parte de los servicios que necesitaba para poder salir de su casa y acceder al
mundo del trabajo. Las posibles reconversiones y reformas del Estado y del
mercado laboral no signifiquen un retroceso en lo avanzado hasta ahora, sino
que, por el contrario, sean utilizadas como forma de paliar las discriminaciones
cotidianas aún muy persistentes. Los extranjeros. La distancia
económica entre el Norte y el Sur, la existencia de un tercer y cuarto mundo
cada vez más poblado, y otros temas, han sumido en la pobreza y la indigencia a
los países de la Europa del Este, así se abrieron las puertas de la inmigración,
que es la muestra más evidente de que la igualdad está muy lejos de ser una
realidad o un derecho conquistado en el mundo. Según John Rawls,
los criterios de justicia para redistribuir están claros, " el criterio justo es
el de distribuir favoreciendo a los menos favorecidos". El derecho al
trabajo, a la educación, a una vivienda y un modo de vida dignos, a la
salud; en suma, los derechos económico-sociales como derechos universales son
puestos en cuestión por esa realidad inmigrante que pone de manifiesto el
escándalo de la desigualdad real. La xenofobia y
el racismo, el rechazo declarado del extranjero o de quien pertenece a una
cultura extraña, no son sino la expresión del egoísmo que se resiste a tener
menos para que otros tengan más. El problema es de
justicia distributiva más que de incomprensión hacia otros pueblos y otras
culturas. Ningún representante de otra cultura es excluido cuando viene con
los bolsillos llenos. El peligro de estas actitudes racistas es que olviden
su razón de ser más material y acaben valiendo por sí mismas, y grupos de
jóvenes o nuevas generaciones conviertan el odio al extranjero como algo
asumido. El rechazo
étnico, tiene su contrapartida: los rechazados se encierran en un "nosotros"
que también aspirará a conservarse puro, como reacción a la persecución y al
desprecio de los otros. Ambas actitudes son evidencia de la pérdida del sentido
de lo humano, base de la justicia y de la fraternidad. El derecho a la
propia individualidad, o a la diferencia de un grupo, es también u derecho
fundamental y una expresión de libertad. La identidad "humana", el
reconocimiento de todos y cada uno de los individuos como sujetos de una vida
igualmente digna es la base para exigir el conocimiento de las diferencias.
Primero iguales, para poder ser luego distintos. El derecho a
mantener las diferencias culturales sólo es justificable éticamente si cumple
dos condiciones: Que sean respetadas, las
libertades individuales de quienes integran esa cultura minoritaria y
diferente.
Que la diferencia no signifique
discriminación, conciencia de superioridad sobre los "otros", que quedarían
excluidos o marginados. No es fácil mantener estos principios. El tacto, la
prudencia y el respeto profundo al otro deben constituir el subsuelo de las
reivindicaciones nacionalistas.
Educar para la
igualdad. La experiencia
educativa enseña que la igualdad de oportunidades sigue siendo un mito. No
basta la educación pública para que se dé automáticamente la igualdad de
oportunidades. En la práctica, las
costumbres, los hábitos, las mentalidades, los estereotipos y sobre todo, las
diferencias económicas, siguen discriminando aun cuando exista una clara
voluntad de superar las desigualdades. Ahí es donde la
educación puede tener un papel imponente. El respeto al blanco igual que al
negro, al pobre igual que al rico, al inválido o al seropositivo, es también un
hábito que se adquiere, como todos los hábitos, por la repetición de actos, por
la insistencia en comportamientos dirigidos a desterrar cualquier forma de
separación del diferente por el simple hecho de ser distinto. La familia, la
escuela y los centros educativos son los espacios idóneos para la formación de
tales hábitos. 4 La Libertad y sus
límites. La autonomía moral. Educar significa
"conducir" , "dirigir". La educación se ejerce, especialmente, sobre la infancia
y la adolescencia, cuando la persona aún no está formada y es más manejable. Es
un ejercicio que reprime, coacciona y domina sin disimulo. Mientras alguien es
conducido a alguna parte, difícilmente podremos decir que actúa libremente. La nueva escuela
moderna generó el lema "educar para la libertad" . Educar sí, pero
persuasivamente, sin castigos ni disciplinas, buscando más la comprensión del
niño que la sumisión ciega. Educar también,
respetando las diferencias de cada uno, su carácter, sus debilidades e
inclinaciones, respetando la pluralidad de opiniones y maneras de ser. Nosotros,
acostumbrados a una educación inflexible, nos resultó demasiado brusco el paso
de una escuela a la otra y así caímos en el otro extremo. Conformes, sin
notarlo, con el liberalismo más puro, decidimos que lo otro (los valores, el
cómo hay que vivir, las buenas maneras, el respeto, etc.) se daría por añadidura
porque sí. Pero no es así. Incluso la libertad exige una educación a propósito,
porque ser libre no es fácil, hay que aprender a serlo. Aprender y por lo tanto
enseñar a distinguir el para qué de la libertad, el hasta dónde de la libertad y
el sentido de la libertad. La libertad es
un valor moderno y junto a él aparece la "formación de la conciencia moral".
El proceso hasta el
reconocimiento de la libertad ha sido lento, lo mismo que la evolución
psicológica del niño hasta sentirse y saberse separado del entorno, con voluntad
propia, y capaz de decidir y elegir por sí mismo. La ética de los
griegos giraba en torno a "ser un buen ciudadano", tanto para gobernar como
para ser gobernado. La unidad y la igualdad de los miembros de la comunidad
política eran más importantes que la individualidad de cada uno. En la Edad
Media, con el cristianismo , se produce el despertar de la conciencia. La
ética empieza a ser una ética de la persona y no una ética de la naturaleza
humana. Para la religión cristiana , el mal moral consiste en desobedecer la ley
divina. No sólo la acción, sino la intención cuenta para la valoración del acto
moral. Es la Reforma
Protestante de Lutero, lo que consagra a la libertad como principio
indiscutible de la existencia humana y condición necesaria para la perfección
moral. Lo que pide la conciencia y lo que pide la moral no siempre coinciden,
especialmente si la moral es la establecida por una iglesia. Es Dios quien
decide sobre la salvación, con independencia de las buenas o malas obras, la fe
y no las buenas obras es lo que le redime. El pensamiento
humanista del Renacimiento es esencialmente individualista. La introspección
empieza a perfilarse como el método filosófico que culminará con el "Pienso,
luego existo " de Descartes. A diferencia del animal, al hombre le es dado
elegir su propia vida. Las teorías del
Contrato Social, suscrita por Rousseau y otros, hacen ver que sin Estado no
hay libertad, pues la función del Estado es la de proteger a los individuos de
agresiones externas. Para que el
Estado conozca sus propios límites y no se exceda en sus poderes, hará falta
proclamar unos derechos fundamentales que cualquier poder debe respetar. Estos
derechos son el desarrollo de un derecho primordial: el derecho de todos los
individuos a gozar de igual libertad. La moral no
puede ser heterónoma sino autónoma dice Kant. La ética insiste en la idea de
la propia autonomía. Que sea autónoma significa que sus principios no pueden
fundamentarse en una religión o en una autoridad terrenal. No hay otro origen de
la ley moral, que la misma razón humana, de ahí su autonomía. La ley moral está
dentro de mí, yo me la impongo y soy la fuente de mis propias obligaciones y
deberes morales." Las costumbres y
los modos de vida, los códigos existentes, la cultura, me ofrecen, de hecho
posibilidades de elección para actuar en uno u otro sentido. Para saber cuál de
las opciones es la correcta, debo someterlas al criterio racional y pensar si
esa acción podría convertirse en ley universal de la naturaleza. Sólo es moral
lo que es universalizable. Es mi propia
razón la autoridad que me indica si debo o no decir la verdad, ser honrada,
respetar al otro o ayudarle si lo necesita. El cumplimiento
de la ley moral dependerá de la voluntad de cada uno de seguirla o no
seguirla. Kant habla de "autonomía" : que el ser humano sea autónomo significa
que tiene la capacidad de darse a sí mismo las leyes que van a regular su vida.
Y es capaz de hacerlo porque tiene razón, esa razón que le otorga la facultad de
elegir entre lo bueno y lo malo. La idea de que
la moral debe basarse en la autonomía de la persona y no en autoridades
externas, la recogen los psicólogos que se han preguntado cómo se forma la
conciencia moral. Piaget señala
que habrá conciencia moral, cuando la moral deje de identificarse con normas
y deberes impuestos por otros y pasa a ser asumida o aceptada voluntariamente.
De pequeño, el
niño no tiene otro principio moral que el de la obediencia, obedece las
normas porque teme ser castigado o porque respeta a la autoridad que se las
impone. El "uso de la
razón" significa la capacidad de aceptar el deber con autonomía,
voluntariamente, desde la convicción de que es correcto y legítimo. La vida humana es
compleja, y el ser humano vivirá momentos de autonomía y de heteronomía. Tener
conciencia moral significa ganar autonomía, hacer por convicción y no por
obligación. Libertad negativa y
libertad positiva. Libertad negativa
es la libertad pobre de horizontes y que tiene poco que ver con la ética.
Coincide con las libertades civiles y políticas declaradas y defendidas en las
Constituciones políticas: libertad para decir lo que uno piensa, para asociarse
con quien uno quiera, para votar o dejar de hacerlo. Puede ser utilizada
de muchas maneras, bien, mal o regular. Y a ese uso de la libertad se le llama
libertad positiva, que es la libertad "para" hacer esto o aquello. En el
ejercicio positivo de la libertad, es donde podremos decidir si nos dejamos
gobernar o nos autogobernamos, si decidimos por nosotros mismos o alguien o algo
decide por nosotros. Kant dice que la
ética es una cuestión de pura lógica: no debemos hacer lo que pensamos que
"no se debe". Las modas que nacen y mueren y que se infiltran en la
política, el trabajo, el ocio, los medios de comunicación y otros, actúan como
tiranías escondidas contra una libertad individual que deja de ser creativa. Mill le pone un
límite a la libertad individual: el daño al otro. Todo debe estar permitido
, incluido el hacerse daño uno mismo, siempre que sea un adulto. El paternalismo
sólo es lícito con los menores que no saben lo que quieren. Sufrimos el
autoengaño cuando pensamos que nos gobernamos a nosotros mismos, pero en
realidad seguimos las directivas del partido, la iglesia, la patria, etc. Ser libre de...
Libertad negativa. Ser libre para ...
libertad positiva. Hay 2 tipos de
límites para nuestra libertad: Los que vienen de afuera en forma
de leyes, normas, códigos.
Otros que la coartan en forma más
velada como doctrinas, dogmas, etc.
La limitación
debería salir de nosotros mismos, de saber que un cierto uso de la libertad.
puede producir más daño que bienes, de ahí nacen las leyes que penalizan lo que
puede dañar a otro. La educación en y
para la libertad ha de proponerse dos objetivos fundamentales. El primero
es que ciertas normas o leyes no son contrarias a la libertad, sino condición
para tenerla. Por ejemplo, es necesario imponer silencio para trabajar en clase
o escuchar la exposición de un tema. Segundo, hay que enseñar que la
sociedad, la tele, la moda, tienen redes invisibles que nos enjaulan. Hay que
desarrollar la conciencia crítica, como la máxima finalidad educativa. Eso es lo
que quiso la escuela nueva con su "Educar en Libertad". ¿Somos realmente
libres como pensamos o estamos condicionados por algo externo a nosotros? Esta
pregunta se la han hecho muchos filósofos. Todos aventuraron que no somos
libres. La auténtica libertad no consiste en esta supuesta capacidad de elegir y
tomar decisiones, sino que debería consistir en el "conocimiento de la
necesidad". Vivimos con la
convicción de que elegimos entre opciones diferentes y hasta nos culpamos y
culpamos a los demás de las elecciones equivocadas. Éste es el terreno
de la ética, no tener ciencia cierta absoluta del presente y del futuro y deben
arriesgar respuestas. Muchos filósofos quisieron superar la ética, superar eso
que delataba la pobreza de nuestra condición. 5 Compartir
responsabilidades. El valor de la
responsabilidad. Educar para la
libertad fue la consigna de una educación antiautoritaria e imaginativa, de los
sistemas educativos de la segunda parte de este siglo. Se trataba de evitar
rigideces inútiles, de hacer más atractivo y llevadero para maestros y alumnos,
el proceso educativo. Se trataba, sobre todo, de formar personas responsables,
que no siempre necesitaran las normas escritas, que aprendieran a pensar por sí
mismas y a explicar porqué actuaban de esa manera. La autonomía y
la responsabilidad moral consisten en la capacidad de cada uno de responder a
situaciones conflictivas, tomando como criterio sus creencias éticas. Qué
moral y autonomía son inseparables como ya se dijo. Son los actos libres los que
son susceptibles de elección, los que constituyen la materia de la moral. La autonomía moral
radica en la capacidad de escoger el principio adecuado a cada caso y procurar
darle la interpretación más justa. La responsabilidad
individual tiene, la responsabilidad de lo privado y la responsabilidad de lo
público. Los distintos roles
que confluyen en una misma persona le obligan a asumir obligaciones que puede
desempeñar bien o mal. Una madre de familia, al mismo tiempo es profesional y
atiende obligaciones de ciudadana. En cada uno de esos ámbitos, ha de compartir
responsabilidades comunes a otras personas: el padre, los compañeros de trabajo,
el resto de los ciudadanos. Cuanto más público es el rol, más difusas se
hacen las responsabilidades, pero no menos necesarias. Ahí es precisa una
verdadera CORRESPONSABILIDAD. Los males sociales nos afectan a todos. En las escuelas, la
igualdad de oportunidades es un ideal que no se cumple bien. Todos los niños
están escolarizados, pero las desigualdades por diferencias económicas, físicas,
culturales, persisten y discriminan. Los responsables de la educación pueden
tomar medidas como apoyar a los alumnos con necesidades educativas especiales
solicitando apoyo social , a promover actitudes que sensibilicen hacia la
solidaridad y el respeto mutuo. No todo es culpa de
las Instituciones. Ni ellas ni los individuos son capaces por sí solos de
erradicar las injusticias. Todos somos de alguna manera, responsables de los
males de la sociedad. la indefensión en que se encuentran, debería ser un
problema de cada ciudadano que dice respetar la dignidad de las personas. Si la educación
transmite valores éticos a través del ejemplo, ha de creer en ellos como algo
con posibilidades de cambiar la sensibilidad de la sociedad. Es cierto que
vivimos condicionados por cantidad de factores que escapan a nuestro control. La vida es un
proyecto personal abierto: la manera de ser de cada uno tiene un margen de
indeterminación que es el que señala las diferencias morales entre las personas.
Tenemos conciencia moral, dicen los sicólogos, cuando asumimos voluntariamente
las normas, actitudes, respuestas frente a situaciones en que nos encontramos.
la ética nos exige que estas respuestas no se contradigan con nuestros ideales y
principios. La Responsabilidad
del Educador. Conviene distinguir
entre la responsabilidad del educador y la del educando. El educador tiene
una responsabilidad pública, Su trabajo consiste en transmitir conocimientos
y una forma de vida que constituyan las bases para que los niños a los que está
educando no sólo puedan llegar a desenvolverse bien en la sociedad que
les tocará vivir, sino que puedan contribuir a mejorar esa sociedad. Para aceptar ese
objetivo indiscutible de toda educación, hay que luchar contra tres prejuicios
básicos de la mentalidad de nuestro tiempo:
1— Educar no es sólo INSTRUIR, sino transmitir certezas, ideas y maneras de ser. Los niños pasan en la escuela una parte importante de su tiempo para la adquisición de hábitos y de comportamientos. Es absurdo pensar que lo que reciben en la escuela es solamente conocimientos teóricos o una mera instrucción.
En la escuela aprenden también a convivir, a relacionarse con iguales y superiores, a tratar a la autoridad, a respetar a compañeros de distintas procedencias, a repartir y a renunciar a cosas, a aceptar los fracasos y cantidad de cosas que forman el "carácter" de la persona.
Si recordamos la concepción de la ética que tenían los griegos, " areté" era la virtud, era la excelencia de una cosa. La Areté del ser humano consistía en la "excelencia" de la persona, en el conjunto de cualidades o virtudes que ésta debía ir adquiriendo para llegar a ser una persona estupenda, una buena persona.
Así para los griegos, la ética era la adquisición de hábitos y actitudes que cuajaban en un determinado estilo de vivir, en una forma de entender la vida o en un carácter especial. Ésta es la manera de relacionar ética con educación, pues el carácter de las personas se forma básicamente a través de la educación.
El educador contribuye a formar el carácter de sus alumnos, a contagiarles su manera de ser, con su propio comportamiento, con las reglas de convivencia de cada lugar. Hay que tener en cuenta que la ausencia de normas también es una manera de formar: una formación negativa, en la desorientación, en la duda.
2--- La educación no es neutra en cuanto a valores. Max Weber dice que la ética de la responsabilidad es un conjunto de principios que debe ser llevado a la práctica estableciendo una relación dialéctica. La aplicación rígida de los principios formaría personas no adaptables y abiertas, cerradas a la pluralidad de los reclamos sociales.
Esa dialéctica entre los principios y las consecuencias es la que debe hacer suya el educador. Todos tenemos la responsabilidad de las consecuencias de lo que hacemos con nuestros hijos o nuestros alumnos, con nuestros compañeros de trabajo y amigos, así como la coherencia que demostramos entre lo que hacemos y los principios que decimos defender.
Educar es una responsabilidad pública, que es lo mismo que decir corresponsabilidad o responsabilidad compartida.
Entender que la responsabilidad por la educación y por sus consecuencias es cosa de todos, implica abandonar la teoría de que son las estructuras sociales o el Estado los únicos factores y causantes de todos los defectos de la educación.
Sería injusto e inadecuado imputarle al educador individual todos los defectos de la educación, pero también descargarle de toda responsabilidad.
La responsabilidad por la educación misma, no puede reducirse a distribuir certificados de aptitud científica. Tiene que ser bastante más que eso, significa adoptar ciertas directrices de actuación y comportamiento.
Dijo Sartre: "cuando elegimos, elegimos por toda la humanidad", eso quiere decir que sabemos que somos responsables del futuro de la humanidad. El educador, si entiende su trabajo como un trabajo de formación global de la persona, es responsable de proponerse esa formación global y poner los medios a su alcance para lograrla.
Eso es lo que se entiende por ética de la responsabilidad: la responsabilidad de avanzar en la difusión y aceptación de un sistema de valores básicos para la convivencia.
El educador debe convencerse de que educar significa, enseñar cosas. Sostiene Hanna Arendt, pensadora de este siglo. El educador debe dar a conocer, con afecto y con amor, el mundo que, a su juicio, debe ser conservado. Educar en libertad, no es educar en el relativismo del "todo vale".
Es por el contrario, enseñar sin miedo, a distinguir entre lo valioso y lo desechable. Al educador, lo que le corresponde es transmitir unas bases mínimamente sólidas.
La Educación debe asumir su responsabilidad pública. Un país ha de tratar de construir y de sentar las bases éticas de su sistema educativo. Ha de entender que las reformas del sistema no pueden consistir sólo en meter más informática o más formación física en los planes de estudio.
Educar es una inversión que tiene que ver con una sabiduría teórica y práctica, con un enseñar a vivir desde un punto de vista no sólo técnico, sino humano.
Enseñar a ser responsable.
¿Cómo enseñar a vivir? ¿Qué es lo que hay que transmitirle al niño para que aprenda a asumir responsabilidades?
Nuestras sociedades están organizadas en torno al valor de la vida privada, la formación ética responsable tendrá que ver, sin duda, con la integridad de la persona consigo misma y con el deber fundamental del respeto a la dignidad y a la libertad del otro. Pero hoy lo que necesitamos es, además, que sea asumida por niños y jóvenes, esa responsabilidad compartida a la que llamo "corresponsabilidad".
Piaget y Kohlberg, los dos pioneros del tema "la formación de la conciencia moral en el niño", coinciden en afirmar que la formación de la conciencia moral tiene diversas etapas de desarrollo que culminan cuando el individuo acepta autónomamente sus normas, las cuales son asumidas no porque sean impuestas, sino porque se consideran válidas y dignas de ser tenidas en cuenta. Sólo entonces puede decirse que ha adquirido una conciencia moral.
El ser maduro, en el sentido moral de la palabra, es así el que escoge libremente sus principios y sabe responder de su comportamiento. Responder quiere decir razonar, argumentar, justificar el porqué de las propias acciones.
Responder a superiores, amigos colegas, también ante sí mismo, sin duda, la forma más genuina de responsabilidad moral. Pero también es necesario que aprenda y sepa responder ante la sociedad.
Actualmente el modelo de un Estado benefactor con unas políticas orientadas hacia la justicia social choca con un sentido de la propiedad tremendamente individualista y posesivo.
Locke que fue un defensor de la propiedad como "derecho natural" del ser humano, entendía la propiedad como el derecho del individuo a ser dueño de su propio cuerpo y del fruto de su trabajo. El derecho de propiedad pretendía defender a las personas del poder abusivo y absoluto del Estado.
El derecho de propiedad de la persona sobre sí misma, sobre sus capacidades, derechos y libertades, tenía más importancia y valor, que la posesión de bienes materiales. Hay aquí una contradicción entre la convicción de que existen unos determinados derechos económicos y sociales (educación, trabajo, sanidad, jubilación, infraestructura, medio ambiente) que han de serle garantizados a todo individuo, y la ausencia de sentido de responsabilidad del individuo con respecto a los bienes públicos.
Hay una incoherencia, en nuestros tiempos el pensamiento neoliberal tienden a recortar los servicios del Estado de bienestar y el pensamiento socialdemócrata pretende preservarlos y racionalizarlos. Ambas ideologías son incompatibles, esa es una de las causas de crisis del Estado de bienestar.
No tenemos suficiente respeto ni responsabilidad por lo público, con lo cual aumenta el déficit, la gestión es deficiente, se controla poco, se despilfarra.
La escuela es un espacio fundamental de socialización e integración en la sociedad. La educación es uno de los bienes públicos que el Estado debe garantizar.
La escuela y la familia ( junto con la inevitable televisión) son los espacios en que son socializados los niños. Esa socialización consiste también en enseñar a valorar lo público, en cuidar la propiedad colectiva, desde el aire a los pupitres.
La sensibilización ecológica, el afecto por la naturaleza, ha tenido en la escuela a un agente importantísimo. El niño debe aprender que está disfrutando de un servicio pagado por todos, que aunque corresponda a su derecho a la educación, implica el deber de saber usar y aprovechar positivamente esos servicios.
Sucede muy a menudo que el bienestar personal, olvida la responsabilidad que tenemos con los otros y con lo colectivo. Uno de los grandes problemas colectivos es el de la CORRESPONSABILIDAD.
Los problemas de la humanidad de este final de siglo son problemas de todos y no puede resolverlos únicamente el ineficiente aparato del Estado, aunque a él le corresponden las iniciativas, los apoyos y las políticas redistributivas.
La sociedad debe colaborar y cooperar arrimando el hombro, ayudando a los menos favorecidos y a los más despojados.
El sentimiento de solidaridad que, complementario de la justicia, se difunde o se deja de difundir en los centros educativos. Solidaridad, significa responsabilidad por los otros: desposeídos, minusválidos, enfermos, marginados, etc.
Nuestra sociedad sigue otro ritmo, no será amor y compasión, respeto y compañía. Sino codazos a uno y otro lado, peleas por ser el mejor, competitividad y agresividad diferente a lo que exigiremos a nuestros niños.
¿Se puede esperar resultados positivos de una educación contracorriente?¿Será la ética una causa perdida? La responsabilidad ética no es otra cosa, que la capacidad de responder de los valores que queremos preservar, mantener e introducir en nuestro mundo.
Kant se pregunta ¿Qué puedo esperar si hago lo que debo? Nada más que la satisfacción de haber actuado como debía.
6 Tolerar las Diferencias.
El afán de unidad.
La obsesión por la unidad ha sido constante en la historia del pensamiento occidental. Parménides propugnaba la unidad del Ser , le ganó la batalla a Heráclito para quien el principio era la variedad, el conflicto, el cambio.
La manía de la unidad, nos ha impedido aceptar de buen grado lo diverso. Pese a que vivimos en tiempos de exaltación de las diferencias, éstas en la práctica cotidiana, se toleran mal. Es triste hablar de tolerancia, como hablar de justicia. Pues pone de manifiesto que a regañadientes se acepta ese principio que proclama la igualdad de todos los humanos.
Con frecuencia deja de ser reconocida y aceptada la dignidad que merece cada ser humano. La tolerancia y la intolerancia dejan ver el desprecio y rechazo que nos producen los otros. Cuando reprimimos el rechazo, toleramos lo que nos incomoda.
Isaíah Berlin hace ver cómo la tolerancia siempre implica una cierta falta de respeto, como decir "tolero tus creencias absurdas y tus actos sin sentido".
La tolerancia es una expresión de la moral mínima exigible a un ser humano : una moral que ponga freno al egoísmo, que impide ver al otro con compasión. Compasión de sentir lo que el otro siente y tratar de entender su forma de vivir y comportarse.
La dificultad de aceptar al otro como es se da a todos los niveles. La historia occidental de ejemplos de rechazo a gitanos, judíos, negros, árabes, homosexuales, sidosos, etc.
Kant la llamó la "sociabilidad insociable" del ser humano: somos y no somos sociables, necesitamos a los demás y los detestamos por mil razones distintas y a menudo vergonzantes. Pocas veces lo que provoca intolerancia es razonable, y lo grave es que la intolerancia trascienda el nivel individual y entre en la vida colectiva.
Las razones de la intolerancia.
Las razones de la intolerancia son variados, pero clasificables en tres grandes grupos:
De creencias y opiniones.
A las diferencias económicas.
A las diferencias físicas.
1-- De creencias y
opiniones: Las diferencias
ideológicas y, en especial, las de carácter religioso. La variedad de religiones
ha sido causa de la intolerancia más violenta e inadmisible. Los primeros
discursos de Voltaire a favor de la tolerancia fueron ataques a las iglesias,
por ser depositarias de la verdad religiosa y representar al Dios único y
verdadero. Una religión que
pide amor, no puede ser causa constante de guerra entre los pueblos. La
religión descansa en la fe y ésta es privada, jamás debería ser el fundamento de
un proyecto político. Ambos, religión y
política, son algo personal y subjetivo, de propia voluntad y no por imposición
de una autoridad externa. En la intolerancia religiosa yace la convicción de que
uno está en posesión de la verdad y que sólo las propias creencias son válidas.
En los siglos XVII
y XVIII se sostiene que la convicción tiene que ver con simples creencias y que
todas son igualmente legítimas pues en religión no hay verdades absolutas
y que nadie tiene la verdad en exclusiva. Definitivamente se manifestó que la
religión sólo es patrimonio de quien quiere adherirse voluntariamente a su
credo. 2-- A las
diferencias económicas: A este grupo
pertenecen todas las diferencias de carácter social y cultural llamadas
"diferencias étnicas" . Deriva de la convicción de que yo valgo más que él
porque venimos de territorios y culturas diferentes. Esa jerarquía sólo puede
tener raíces ideológicas o religiosas. Las diferencias son
rechazadas con argumentos más utilitarios: demostrando que la presencia del otro
afecta desfavorablemente a las formas de vida o a las costumbres. Al inmigrante
o al gitano no se los tolera porque su presencia significa pobreza,
marginación, inseguridad, desorden e incluso muestra una injusticia por
resolver o tapar. Al gitano o árabe
rico, no se lo margina, se margina al desposeído porque su presencia incomoda y
no agrada. Para perpetuar ciertas desigualdades vergonzosas, se justifica
diciendo que no se está discriminando al extranjero, sino al que viene a echar
más leña al fuego de la crisis económica, que sólo puede traernos más miseria y
contribuye al aumento de la delincuencia. No rechazamos al otro, "sólo
pretendemos preservar puro y limpio lo que es nuestro". 3-- A las
diferencias físicas : Es el grupo de las
diferencias físicas o fisiológicas, el de las anormalidades. Los homosexuales,
los hijos naturales o las madres solteras han sido rechazadas al amparo de
doctrinas religiosas. La intolerancia hacia el homosexual sigue apoyándose en
que subvierte lo aceptado y establecido como normal y moralmente bueno. La tolerancia es
conservadora y reaccionaria. Hunde sus raíces en un confort que cuesta
abandonar, se tolera mal o se tolera poco a los minusválidos, a los enfermos de
SIDA, retardados mentales. En más llevadero tenerlos encerrados en lugares
exclusivos para ellos o tenerlos escondidos. Como dice Foucault, la sociedad
decide qué debe ser normal y excluye a quien no encaja en la norma. Ninguna de estas
tres razones puede ser calificada como justa y aceptable. El prejuicio es un
punto de vista no razonado, no puede ser el origen de un juicio de valor con
pretensión de universalidad. Dar valor al
bienestar económico no es un prejuicio. El bienestar económico es un bien tanto
para el que lo tiene como para el que no lo tiene a su alcance. Por eso, para
que esté al alcance de todos, la justicia nos manda repartir y distribuir, no
acumular en pocas manos unos bienes que son, en realidad, comunes y de derecho
para todos. Los poderosos,
los ricos, los satisfechos, deciden las normas. no hay razones objetivas para
excluir a nadie de la categoría de ser humano. No obstante, las exclusiones
están ahí, y hay justificaciones para ellas, consistentes siempre en preservar
los derechos de los que están en su sitio y son como deben ser, usan siempre
"razones poderosas" (democracia, seguridad, orden, economía) para cerrarle el
paso al que viene de afuera. El análisis de las
razones, es la primer medida y la más prudente para combatir la intolerancia Son
problemas distintos que exigen respuestas e intentos de solución de orden
diferente. El reparto del bienestar económico precisa políticas tanto
internacionales como nacionales, y de actitudes sociales que no vuelvan la
espalda a los que pidan ayuda, atendiendo a las prioridades y necesidades. La lucha contra los
prejuicios es un problema de educación y de cultura, la exclusión de los más
débiles, es un problema de sensibilidad pública, también de educación, así como
de políticas concretas que impulsen la apertura de las conciencias. La diferencia es
rechazada cuando se ve como inferioridad, cuando se lo ve al otro desde un lugar
de privilegio. Quien hace ese juicio incurre en la "falacia naturalista",
eres distinto a mí, por lo tanto eres inferior a mí. Así han recibido
justificación todas las discriminaciones históricas. Pero igualdad y diferencia
pueden convivir sin contradecirse. Tampoco es ético,
renunciar al derecho de los pueblos a preservar y mantener sus costumbres y
culturas. La única igualdad que nada tiene que ver con la ética es la que trata
de imponer la economía de mercado a través de la publicidad, gracias a las
facilidades de la comunicación y por una adaptación a la oferta consumista de
ámbito mundial. No tiene nada de
ético, pero no es rechazado. Lo importante es que no se convierta en el valor
dominante y único. La práctica de la tolerancia es el respeto a la libertad
de cada cual a ser como quiera ser. La tolerancia no
debe confundirse con la indiferencia, que acabaría siendo la negación de la
ética misma. Los límites de la
tolerancia. Hay que distinguir
entre una tolerancia positiva y la tolerancia negativa consistente en la
ausencia de ideas, principios y opiniones por comodidad. Stuart Mill, el gran
defensor del individuo y de su libertad, dijo que las creencias debían ser vivas
y no muertas, creencias que debían ser defendidas porque eran vulnerables a los
ataques de otros. Una creencia está muerta cuando jamás se cuestiona ni necesita
ser discutida. Pero está viva si hay que luchar para mantenerla en pie contra
otras creencias y opiniones. Isaiah Berlin
afirma que "hay que darse cuenta de la validez relativa de las propias creencias
y sin embargo, defenderla sin titubeos es lo que distingue al hombre civilizado
del bárbaro" . Eso no es dogmatismo, es sencillamente, tener convicciones. Los límites de
la tolerancia deben estar, ante todo, en los derechos humanos. Si tolerar al
otro es saber respetar su dignidad y reconocerlo como a un igual, no merece ser
tolerado el que , a su vez, no sabe respetar esa dignidad. Es intolerante el
terrorista, el criminal, el dictador, el fanático que no repara en medios para
conseguir lo que se propone, aun cuando esos medios sean las vidas de otras
personas. El intolerante convierte al otro en un medio para sus fines. Las ideas
reaccionarias, sólo son tolerables, mientras sólo sean ideas. No lo son , en
cambio, cuando quieren imponerse a quien no las comparte, mediante la violencia
y la fuerza. Pues en tal caso, violan el derecho fundamental a la libertad de
creencias y de expresión. El objeto de la
tolerancia son las diferencias inofensivas, no las que ofenden la dignidad
humana. ¿Hasta qué punto una práctica como la clitoridectomía, que desde
nuestra concepción de los derechos individuales es una grave mutilación de las
mujeres, debe ser tolerada cuando la practica otros que tienen sus razones para
aceptarla? ¿Hasta qué punto hay que tolerar la existencia de sectas que utilizan
peligrosamente a los menores? La respuesta es que
los derechos universales son el límite, y cuando la interpretación de los mismos
aplicada al caso que se juzga, admite discrepancias, la única vía de solución
es el diálogo. Combatir la intolerancia de los otros por la fuerza, es una
contradicción. La democracia es nuestro subsuelo. Cuando se ha aceptado este
punto de vista, la gestión de conflictos cuidará más el cómo que el
qué de las cuestiones. Sigue habiendo
muchas ideas que suscitan opiniones contrastadas y costumbres admitidas por unas
culturas y rechazadas por otras. Hay graves problemas económicos que producen
desigualdades mundiales que deberían ser intolerables. Todo ello produce
discrepancias y malestar. No es lícito cerrar
los ojos y tratar de ignorar los conflictos, tampoco atajarlo a costa de
nuestros principios fundamentales. Aprender la lección de una tolerancia
positiva es condición necesaria de la democracia. 7 De la Justicia a
la Solidaridad La solidaridad,
complemento de la justicia. La justicia y la
solidaridad son dos valores complementarios. La es, actualmente, el eje de las
teorías éticas. La justicia o los derechos fundamentales, constituyen el núcleo
de una "ética mínima". Todos los valores son aspectos del valor central de la
justicia. Justicia que
significa igualdad y libertad, pero también ser justo es ser tolerante, pacífico
o reconocer la dignidad fundamental de cualquier vida humana. Desde los griegos
se ha entendido la ética como el camino hacia la felicidad. La justicia es la
condición necesaria, aunque no basta, para esa felicidad. La justicia trata
de procurar la "felicidad colectiva". No puede ser feliz, aunque se lo
proponga, el esclavo, el desposeído de todo, el marginado. Querer un mundo más
justo es, en definitiva, querer un mundo en el que a nadie se le niegue ese don
o ese bien básico. John Rawls sienta
las bases del llamado "Estado de bienestar". Rawls dice que una sociedad bien
ordenada ha de regirse por tres grandes principios de justicia: 1--- Libertad igual
para todos. 2--- Igualdad de
oportunidades. 3---El llamado
"principio de la diferencia", mediante el cual, la distribución de los bienes
del Estado, debe hacerse de forma que favorezca a quienes más lo necesitan y
viven peor. Los tres principios
son, en realidad, complementarios. En la sociedad que
proyecta Rawls, el Estado tiene el derecho a intervenir en la redistribución
de los bienes básicos: tiene derecho a imponer una política tributaria. Es
decir, El Estado reconoce que todos deben recibir una parte de los bienes
básicos, que no sólo son materiales, sino espirituales como la educación, la
cultura o las bases de la autoestima. La Constitución y
el Poder legislativo que emana de ella por la vía del Parlamento, el gobierno y
el poder judicial son los responsables de que se haga o no justicia, pues los
individuos son impotentes para resolver las injusticias. Una justicia que
se traduzca en políticas concretas que pueda hacerse realidad, para
transformar nuestra sociedad en más justa. Los individuos no deben desentenderse
de los deberes de la justicia. Una sociedad no podrá ser justa si sus individuos
carecen del sentido de la justicia y el sentido de justicia hace a los
individuos cada vez más solidarios, la solidaridad complementa a la justicia. Como la fraternidad
o la caridad, en una versión más laica, la solidaridad consiste en un
sentimiento de comunidad, de afecto hacia el necesitado, de obligaciones
compartidas, de necesidades comunes que lleva a la ayuda del otro. La
solidaridad o la fraternidad fue el tercero de los ideales de la Revolución
francesa. Es el sentimiento
de solidaridad el que nos lleva a compensar las insuficiencias de la justicia.
La solidaridad está más cerca de las actitudes, que son particulares, y la
justicia, más próxima a la ley, que es general. La solidaridad ha de ser vista
como una ayuda, un apoyo, la colaboración de todos en el camino hacia la
justicia. 1º--Sin
sentimientos solidarios es difícil que progrese la justicia. Los marginados,
aquellos que sufren más la falta de justicia, carecen de voz y no pueden hacerse
oír si no es a través de alguien que se compadece de ellos, les escucha y
solidariamente habla en su nombre. La disposición hacia el dolor y
sufrimiento ajeno es la expresión de la solidaridad. 2º-- La
justicia tiene un defecto, así lo observó Aristóteles, se materializa en las
leyes, que son generales pero no atiende las diferencias particulares de cada
individuo que es único y no le satisface ser tratado como un "caso". Esas
peculiaridades y diferencias, sí pueden ser atendidas por los individuos y su
solidaridad. Solidaridad
significa, actitudes de corresponsabilidad frente a problemas que son de toda la
sociedad. No progresarán los ideales éticos si no cambian las actitudes
personales. El carácter de las personas se debe formar, para colaborar en la
creación de una sociedad más justa. La igualdad de oportunidades, por decreto,
no evita el tratamiento desigual en los comportamientos. La solidaridad
ha sido un valor más presente en los ambientes pobres y poco desarrollados.
Ha sido la virtud de los pobres, solidarios a falta de las condiciones
materiales para poder ser justos. La solidaridad está reservada a la
participación individual en las tareas colectivas de signo democrático. El
sentimiento del amor es superior a la justicia. El principio o
fundamento de la ética, o de la justicia, es visto como un contrato, un pacto
necesario entre todos para mantener el orden y la sumisión a unas leyes
generales. La justicia es vista como una convención cuyo único fin es el de
preservar a las sociedades humanas de su autodestrucción. La justicia es el
núcleo de la ética. El Estado de
bienestar y la solidaridad. El Estado de
bienestar, al que apuntan las actuales teorías de la justicia nace del énfasis
puesto en los derechos sociales: trabajo, educación y pensiones. Son esos
derechos los que exigen una transformación de políticas gubernamentales,
mentalidades y actitudes individuales. Una transformación
hacia la solidaridad, que obliga a emprender tareas urgentes como la
redistribución del trabajo con posibilidades reales, resolver las
discriminaciones étnicas que brotan entre la gente, del miedo y la desconfianza
hacia el desconocido.
El Estado de bienestar necesita, ante todo, el apoyo y el impulso de la política, aunque también que los ciudadanos compartan el mismo sentido de la justicia con un sentido del deber compartido. Nuestras sociedades son atomizadas y anónimas, falta en ellas el sentido comunitario, debemos aceptar las diferencias y la diversidad de formas de vida. Pero por encima de las diferencias, compartimos la creencia en el valor de la democracia que es inseparable de la de ciudadano.
Reconstruir la democracia y defenderla de sus peligros es una tarea paralela a la recuperación de la identidad ciudadana. Rousseau pensaba que la función de la democracia era la conversión del individuo en ciudadano.
No se trata de renunciar a ser individuo para ser ciudadano, sino que ambos sean compatibles. Hoy los derechos fundamentales parten del derecho a la libertad, el derecho a esa individualidad única y distinta que tiene sus correspondientes deberes y el que más debería unirnos es el de la solidaridad.
Una solidaridad capaz de contrarrestar el individualismo que fomenta la sociedad de consumo y la economía de mercado. Debe ser conservado el individuo ciudadano y solidario con las necesidades e intereses colectivos, no el individuo consumista.
Virtudes Cívicas.
¿Cómo conseguir que la gente, empezando por los niños, sea más solidaria? Con mayor civismo, empezando por las cosas, por las plantas, por los animales, y en especial más respeto a las personas. Crear sensibilidad hacia la naturaleza y los animales ha sido más sencillo que ser sensible con los semejantes que padecen. El cine, la televisión y la prensa nos muestran unas relaciones personales competitivas, agresivas, insolidarias.
Los valores del neoliberalismo ( la moral del éxito) son más atractivos que la solidaridad socialista. Como ocurre con las demás virtudes, la solidaridad sólo depende de la creación de HÁBITOS: hábitos cívicos, rutinas que muestren el respeto que nos merece el otro, porque le cedemos el asiento, no lo atropellamos, procuramos no molestar con nuestros gritos a los vecinos, le damos una mano si está desvalido, le sonreímos, le saludamos.
Hábitos por otra parte, que si no son inculcados desde la infancia ya no aparecen nunca y los hábitos alimentan el afecto.
La solidaridad no funciona si es algo impuesto desde la autoridad. Los estoicos decían que hay que acostumbrarse a querer lo propio de cada individuo como lo propio de la humanidad. Querer al mismo tiempo, lo individual y lo universal. Esa es la razón de la solidaridad y de la justicia.
8 El Deber de Vivir en Paz.
La naturalidad de la guerra
¿Vale la pena educar en los valores éticos? La historia humana es una historia de conflictos que sólo se han resuelto con guerras. La lección de la paz es la menos aprendida, la prueba más clara de retrocesos éticos. La guerra es una constante y una amenaza insuperable, es inmoral, una falta absoluta de ética.
Sean o no justas las causas que se defienden, el medio siempre es agresivo, la violación sistemática de los derechos de los agredidos. Los fines no justifican los medios, por dignos y nobles que sean.
No se puede conquistar la libertad matando y quitando de en medio a quien resulta un estorbo, aunque así lo piense un terrorista. Si lo que persigue es la libertad, un valor ético, hay que ser coherente entre lo que se pide y los instrumentos que se utilizan para lograrlo.
Hobbes el filósofo, dice que la primera ley de la naturaleza es "buscar la paz, mantenerla y defendernos por todos los medios que podamos".
Sin Estado, sin leyes, sin justicia, la humanidad viviría en una guerra de todos contra todos, guiados por su egoísmo y ambición. De ahí que deba imponerse la razón, el pacto y la sumisión a un gobierno.
Kant propone en 1795, una organización internacional de Estados para prevenir y dirimir legalmente los conflictos. La paz no es un estado natural de las organizaciones humanas sino algo que debe ser instaurado. La paz es un deber ético, porque la vida es un derecho de todos los humanos. Quien tiene poder no quiere soltarlo, las sumisiones son violentas y forzadas.
Las guerras terminan justificándose por razones de estado, patrióticas, internacionales, tienen poco en cuenta al individuo.
La organización armamentística es una parte imprescindible de la organización política y económica de todas las naciones. Nuestra naturaleza humana, nos lleva a pelear, por lo tanto habrá que prepararse para la guerra si queremos alcanzar un poco de paz.
Ética y Política.
Weber da a entender que la actividad política se hace incompatible con la ética. La ética absoluta os obliga a decir siempre la verdad, a confesar las culpas, a todo aquello a lo que un político no está acostumbrado. El político debe optar por seguir fiel a sus convicciones éticas o dejarlas de lado y atender las responsabilidades políticas que no siempre podrá poner bajo sus principios.
Weber acaba elogiando al "político maduro", el que deja la política cuando el costo es excesivo para sus convicciones éticas. Es algo parecido al político moral de Kant. El político para quien la última palabra la tiene la moral y no la política.
El origen de la guerra y la violencia está en la naturaleza humana y en un poder político que es la expresión evidente de esa naturaleza ambiciosa y corrupta. La ética es el modo de comprometer a todos en la realización de un mundo mejor, por la formación del carácter del individuo, la transformación de las actitudes y de cambios.
Educar para la Paz.
Tiene pleno sentido hablar de la necesidad de educar para la paz. Hay que reconocer que tenemos la política que nos merecemos o la política que toleramos a nuestros políticos.
La guerra de Yugoslavia fue una vergüenza por una política internacional incapaz de resolver los conflictos, y por las sociedades e individuos que reaccionaron tarde y débilmente ante el sufrimiento de quienes viven en territorios cercanos.
El pacifismo ha sido uno de los movimientos sociales que ha hecho historia. El antimilitarismo de los jóvenes, la desobediencia civil, son signos de que el pacifismo no es ajeno a nuestros jóvenes.
La educación para la Paz es una urgencia que no puede ser abandonada. No es la educación, la que podrá preservar la paz, sino una política dirigida a tal fin, pero que no se cuestione los principios que la amenazan.
La educación para la paz intenta poner fin a la violencia estructural que se muestra de diferentes maneras en nuestras sociedades. Esa violencia está en el terrorismos y el los conflictos armados, pero está también en las relaciones sociales, en el cine, en la televisión, en actitudes clasistas, xenofóbicas, sexistas, en los comics y dibujos para niños.
La desigualdad entre el norte y el sur, o la precariedad de los países excomunistas son la causa de crecientes migraciones mal aceptadas por los países desarrollados.
El mercado de trabajo da cabida a los de una cierta franja de edad, provocando apatía y desinterés por la participación ciudadana. Y ni hablar de la economía de mercado que genera expectativas de consumo incapaces de ser satisfechas en la mayoría.
En la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos se reconoció la importancia de la educación en la promoción de la paz, en la tolerancia y en la comprensión entre los pueblos, e instó a los gobiernos y a las organizaciones no gubernamentales a desarrollar planes concretos en estos campos.
Los educadores saben que la educación no es una tarea que pueda emprenderse con el objetivo de obtener resultados claros e inmediatos. Pero ha de proponerse transmitir una visión del mundo, sus creencias, interiorizando valores para la integración de la sociedad.
Campos de acción y actitudes a tomar, necesarias en una educación para la paz.
1º--- El educador ha de perder el miedo a manifestar sus puntos de vista y sus ideas ante lo que mundialmente ocurre, a criticar lo que juzgue criticable. Según Hanna Arendt, la educación es excesivamente débil y vacía de contenidos: para educar hay que enseñar cosas, transmitir conocimientos, dar a conocer, sobre todo, lo que no queremos que se pierda ni que desaparezca, aunque sólo sean ideales.
2º--- Hay que combatir la violencia visible y manifiesta en los espectáculos actuales: cine, televisión, comics. Eso quiere decir, criticarlos, contribuir a crear una opinión contraria a determinadas diversiones. El maestro tiene el privilegio de la palabra, y es una responsabilidad utilizarla para algo más que enseñar matemática o lengua. También los libros de texto transmiten violencia al interpretar la historia. También esa docilidad a una forma distorsionada de ver las cosas puede ser combatida desde la autoridad de unos profesores que recomiendan y obligan a comprar determinados libros de texto.
3º--- Existe una violencia y una agresividad oculta, pero indiscutible en manifestaciones racistas, sexistas o clasistas que se dan en la sociedad en general, y en la escuela como reflejo de aquella. Tomar conciencia de esas actitudes, de su verbalización, de los enfrentamientos que producen, de posibles comportamientos, es el primer paso y el más importante para socializar a los niños en la no violencia.
4º--- Educar para la paz es educar en la internalización, la tolerancia y el reconocimiento en la diversidad. Conviene por tanto, evitar a toda costa que los nacionalismos , hoy en auge, se conviertan en causa de enfrentamientos sin fin. Sólo es lícito el concepto de nación capaz de articularse coherentemente con la actitud de apertura y respeto a los otros. Las identidades culturales sólo son válidas y positivas si constituyen una fuente de seguridad que no se base en la exclusión de otras culturas.
5º--- La violencia está reñida con el lenguaje, el diálogo y la argumentación. Los sistemas educativos, cada vez más técnicos y menos humanísticos, no ayudan a formar personas capaces de resolver discrepancias haciendo uso de la palabra y, en consecuencia, de la reflexión y el pensamiento. La enseñanza actual, pragmática en exceso y con miras a la inmediatez y a resultados contables, equipa mal a unos niños que, dentro de poco, tendrán que empezar a mover las piezas de la existencia propia y ajena. Sólo una educación que sepa olvidar las exigencias más perentorias, pero también más perdurables, de nuestro tiempo, logrará atisbar su objetivo básico: enseñar a vivir bien.
Fin
Trabajo realizado por
Liliana H. Martínez
Docente EGB – Morón –Prov.Bs.As.- Argentina