La edad del despegue

 

Guillermo Docabo

 

Los seis años marcaron, dentro del desarrollo del niño, una importante etapa de transición que conllevó toda una serie de reacciones fisiológicas y psíquicas. El niño se sintió durante unos meses desorientado, incómodo y con, miedo, reaccionando de forma a veces desproporcionada, violenta o -como mínimo- desconcertante. Como si se tratara de una pequeña adolescencia.

 

Las causas son el propio desarrollo, los cambios que experimenta y las nuevas realidades de las que ahora toma conciencia: es la crisis de los seis años, que dio paso a una de las etapas más interesantes y aprovechables en la vida de chicos y chicas.

 

UNA INFANTIL PRESUNCIÓN

Tras pasar esta crisis se produce una etapa de estabilidad emocional. A partir de ahora se sucederán unos años de remanso, de calma, lo que no supone un retroceso o estancamiento en su evolución. Tampoco podemos pensar que como no pasa nada todo funciona a la perfección. Es un periodo de concentración de fuerzas para futuros "saltos" y "revoluciones" que pueden sorprendernos. Esta calma es necesaria ya que proporciona a los hijos una cierta seguridad en sí mismos, algo así como una ingenua e infantil presunción.

 

Si en el plano emocional, hablamos de un remanso, en el físico hay que hablar de desbordamientos y riadas. Las dos características conviven juntas y se complementan: a la vez que necesitan esa seguridad emocional como una batería cargada para el futuro, necesitan también descargar la energía sobrante, que a estas edades es mucha. Han de moverse y jugar, realizar actividades, estar continuamente en acción, practicar deportes. Todo ello se ve favorecido con una coordinación más fina, con el crecimiento continuo de su cuerpo, con el fortalecimiento de sus músculos...

 

EDAD DE  LA RAZÓN

Empieza a surgir ahora en los niños el pensamiento lógico-concreto. Es decir, puede decirse que comienzan a razonar, a partir de situaciones concretas. Se produce el paso de su mundo al mundo de los otros y comienzan a reconocer, en efecto, que sus puntos de vista son relativos ya que existen otros distintos. Nuestros hijos, a estas edades, no sorprenderán por su cordura, por sus razonamientos aplastantes y por su gran lógica... eso sí, siempre adaptada a su edad.

 

Son más “realistas”, en el sentido de que lo no-real pierde interés: tienden a lo real, lo concreto, lo que tocan, y así, hay que hacerles tangible el mundo interior, lo espiritual, etc. Cuando hablemos con ellos comprobaremos cómo desconectan en cuanto hablamos de una manera demasiado elevada; volverán a hacernos caso en cuanto hablemos de fútbol o de algún compañero de clase o cuando ejemplifiquemos lo abstracto. Se trata de una evolución normal. Han dejado atrás la etapa de la imaginación, ahora se encuentran en la del realismo, y con la adolescencia y consiguiente madurez llegarán a la del pensamiento abstracto, ideales elevados, etc.

 

De todas maneras, siguen gustándoles, porque siguen siendo niños a pesar de todo, lo fantástico de los cuentos, lo maravilloso de las historias, lo increíble y lo imposible. Es el mejor momento para que lean biografías.

 

BUENOS COMPAÑEROS

El sentido del compañerismo cobra gran importancia para ellos, a la vez que el colegio se convierte en el segundo centro de su vida. Ese será su otro mundo: las clases, profesores y compañeros. Va afianzándose su sociabilidad, su capacidad de jugar en grupo, de hacer amigos y de formar pandillas. En todo este nuevo ámbito (hasta ahora se movían únicamente alrededor de sus padres y de su casa) deben sentirse queridos y aceptados para evitar frustraciones. Este proceso avanza de la mano de otra tendencia: se hacen más autónomos de sus padres.

 

PREPARADOS, LISTOS, ¡YA!

Vamos a enfrentarnos a unos años tranquilos, durante los cuales los hijos se convierten en pequeñas personas. Todo ello sucede a partir de los siete años y dura hasta la llegada de la adolescencia; por eso existe el peligro de pensar que, como no van a darse grandes problemas, no hace falta actuar. Sin embargo, hay que aprovechar muy bien estos años.

 

Hay que practicar mucho la pedagogía del estímulo y de la motivación: animarles constantemente, ofrecerles muchos retos que superar, plantearles metas cada vez más altas. Están especialmente sensibles a ello y se muestran muy voluntariosos: si se aprovecha, estaremos formando personalidades firmes y seguras.

 

EN TI CONFÍO

Nunca y por nada han de perder los niños la confianza y la seguridad en sus padres: por eso, ahora más que nunca, hay que cuidar el equilibrio afectivo y moral en casa. Ahora, a partir de los siete años, son como un amasijo de arcilla al que vamos dando forma día a día; cuando lleguen a la adolescencia ya se habrá endurecido.

 

Al contrario, hay que consolidar nuestra autoridad basándola en la libertad y la confianza. Nuestros hijos pertenecen a unas generaciones nuevas, con unas costumbres y modos distintos a los que no podemos oponernos por sistema. Una madre, padre o profesor, excesivamente autoritario o superprotector, por ejemplo, podría estropear el proceso normal de desarrollo.

 

Por tanto, casi hay que rechazar de plano los castigos físicos y las brusquedades, por la gran sensibilidad de los niños y por lo frágil de su personalidad en evolución. Eso sí, deberemos corregir firmemente, aunque con prudencia y sin precipitaciones y siempre (aunque contamos con la experiencia de que cuesta) hay que escuchar sus razones, recordando que su lógica es distinta a la nuestra.

 

PEQUEÑOS FILÓSOFOS

Puesto que ya son capaces de razonar, podemos comenzar a favorecer mucho, desde ya, el diálogo... Hacerles muy a menudo preguntas abiertas (en las que tienen muchas alternativas para responder), pedirles su opinión, hablar con ellos como si fueran personas mayores... Así les ayudaremos a conocer el mundo que les rodea de una forma más concreta y exacta de la que ellos se imaginan. Comprobaremos cómo se sorprenden continuamente ante nuestras explicaciones, como si no hicieran más que aprender cosas nuevas día tras día.

 

Basándonos en su realismo ingenuo, por el que tienden a creerse cualquier cosa, podemos ampliarlo y amplificarlo. Ello no supone desterrar el mundo de la fantasía. A estas edades necesitan ejercitar su imaginación: pintar, dibujar, escribir cuentos e historias, leer libros de literatura adecuados a su edad, etc.

 

VOLUNTARIOS

Por último, también podemos impulsar una de sus tendencias que aparece con más fuerza: la sociabilidad, el compañerismo y la solidaridad. Son como pequeños voluntarios dispuestos a ayudar en lo que haga falta y a quien sea necesario... sólo piden un poquito de motivación y de reconocimiento. En casa y en la clase debería respirarse un ambiente de afecto y de preocupación por los demás constantemente.

 

Cómo son y qué hacer con ellos

 

      Características                                                       Objetivos

1.- Necesidad de movimiento, de afecto, de estimulo, de actividad.

1.- Darles oportunidades para expansionarse físicamente, plantearles pequeños retos.

2.- Empieza a surgir en ellos el pensamiento lógico-concreto. Entran en el uso de la razón.

2.- Ayudarles a conocer el mundo de una forma más concreta y exacta. Para conseguirlo, dialogar con ellos, puesto que ya pueden razonar.

3.- Lo real gana interés, aunque es un realismo ingenuo. 

3.- Purificar y ampliar su realismo ingenuo, sin desterrar el mundo de la fantasía.

4.- Estabilidad emocional. Etapa de remanso, de calma. Cierta seguridad en sí mismo.

4.- Motivarle y reconocer sus avances. Cuidar el trato personal y el equilibrio afectivo en casa. Rechazar los castigos físicos y brusquedades.

5.- Se afianza su sociabilidad, sentido del compañerismo, etc. El colegio se convierte en el centro de su vida.

5.- Fomentar la sociabilidad, el compañerismo y la solidaridad. Crear en casa y en clase un ambiente de afecto en el que los niños se sientan queridos y aceptados.

6.- Va dominando su voluntad.

6.- Desarrollar su fuerza de voluntad, exigiéndole en hábitos como acabar lo que empieza o realizar bien sus trabajos.

7.- Deseos de saber, de aprender.

7.- Desarrollar el gusto por la lectura, la sensibilidad y el sentido crítico.

8.- Deseos de ayudar y de agradar a los demás.

8.- Exigirle dentro de los límites de sus posibilidades. El exceso le angustiaría, ya que por su sensibilidad intenta agradar a los mayores.

9.- Edad ideal para modelar y educar al niño.

9.- Lograr la armonía de los diversos ambientes en los que el niño vive. Que el colegio sea una prolongación de la familia y a la inversa.

 

EN RESUMEN...