Curso Educar para el perdón
Autor: Mayra Novelo de Bardo
Fuente: Mons. Francisco Ugarte Corcuera, “Del Resentimiento
al Perdón. Una Puerta para la Felicidad”. 12ª reimpresión,
2008.
Tema 3 Un veneno a evitar
Primera parte: Lo que es el resentimiento
Sentirse, lamentarse o resentirse
La forma de reaccionar ante las ofensas suele estar muy
relacionada con los rasgos temperamentales. Por ejemplo la
persona que es muy emotiva siente más una agresión
que el que no es tan emotivo; la persona que vive más las
cosas en el interior (secundaria), suele retener más la
reacción negativa ante una ofensa que la persona que olvida
con facilidad lo que siente cuando vive las situaciones
(primaria); y la persona que es activa cuanta con más
recursos para dar salida al sentimiento negativo que provoca
la ofensa que el que es menos activo.
Hay un modo de reaccionar ante la ofensa que se
caracteriza ante todo por su pasividad; consiste en
distanciarse de quien ha cometido la agresión, en ocasiones
incluso retirándole la palabra. Son estas personas cuya
susceptibilidad está a flor de piel. Es tan fácil ofender a
una persona de estas, basta con rozarle la ropa, darle un
pequeño empujón, involuntario desde luego, en el tumulto del
autobús; quedarse viendo por un segundo a la esposa, así sea
para constatar su fealdad, porque dos segundos ya no se
resistiría; saludarlo con cara seria, simplemente porque uno
trae dolor de muelas. A estas personas susceptibles no hay
que tocarlas ni con los pétalos de una rosa, porque se
siente. Para ellas estar sentido con alguien es lo
mismo que estar dolido, triste, enojado por algún desaire
que les hicieron. Muchas veces real y muchas más, aparente.
La imaginación de una persona “que se siente” trabaja horas
extras viendo moros con trinchete, donde no hay moros ni
trinchetes. Es como su estado natural creer ver aquí y allá
malas caras, malas voluntades, siempre en espera de lo peor,
temerosa a cada paso de la emboscada, con lo que ella misma
se abre una fuente de sufrimientos y pequeños odios más o
menos gratuitos.
Otras veces la reacción se manifiesta en simples
lamentaciones y protestas verbales, que son como un desahogo
de quien está sentido, sin que se traduzcan en
acciones ulteriores. Es el caso, por ejemplo del hijo
mayor en la parábola del hijo pródigo que Nouwen glosa de la
siguiente manera: “no es de extrañar que en su ira, el hijo
mayor se queje del padre…`nunca me has dado ni un cabrito
para celebrar una fiesta con mis amigos. ¡Pero llega ese
hijo tuyo, que se ha gastado tu patrimonio con prostitutas,
y le matas el ternero cebado!’. Estas palabras demuestran
hasta qué punto este hombre está dolido. Su persona se
siente herida por la alegría del padre, su propia ira le
impide reconocer a este sin vergüenza como su hermano. Con
las palabras `este hijo tuyo’ se distancia de su hermano y
también de su padre.
Los mira como a extraños que han perdido todo el sentido de
la realidad y se han embarcado en una relación inapropiada,
considerando la vida que ha llevado el pródigo. El hijo
mayor ya no tiene un hermano. Tampoco tiene ya un padre. Se
han convertido en dos extraños para él. A su hermano, un
pecador, le mira con desdén; a su padre, dueño de un
esclavo, le mira con miedo”.
En cambio cuando el sentimiento de susceptibilidad que se
retiene incluye el afán de venganza, de desquite, entonces
se trata propiamente de un resentimiento, en el
sentido clásico del término. El resentido no sólo siente
la ofensa que le hicieron, sino que la conserva unida a un
sentimiento de rencor, de hostilidad, hacia las personas
causantes del daño, que le impulsa a la revancha. En estos
casos el sentimiento de rencor se va asociando poco a poco
con sentimientos de venganza, de ajuste de cuentas, no
dejando las cosas tal y como han quedado. El razonamiento se
formula así `me has hecho mucho daño con tu manera de actuar
y lo pagarás antes o después, sea como sea’. En estos casos,
la persona resentida incluye la intención de realizar una
acción semejante ala recibida.
En ocasiones el resentido no puede actuar contra aquél
que considera le ha dañado, por el motivo que sea entonces
su reacción puede recaer sobre quienes nada tienen que ver
con el asunto. El padre de familia que es agresivo en
casa frecuentemente está dando cause a los sentimientos
acumulados en su vida profesional, convirtiendo a los suyos,
su mujer e hijos, en las víctimas de sus frustraciones.
Paralelamente, la mujer interiormente herida puede proyectar
su situación quizá no con actitudes agresivas, pero si con
irritación, mal humor, indirectas que expresan molestias,
actitudes que lastiman profundamente el ambiente familiar,
donde el marido y los hijos esperan de ella una conducta
conciliadora, serena y alegre.
El resentido retiene interiormente la ofensa porque no
quiere olvidar. Se siente herido o dolido por el trato
recibido. En determinados momentos y ante unas
circunstancias concretas, puede recordar y describir con
todo detalle, porque ha vivido concentrado en ese suceso.
Sucede que vuelve sobre el hecho una y otra vez, ante
ciertos estímulos recordatorios. La detonación del
resentimiento puede venir años después de los hechos que lo
hicieron germinar. Los años de espera y el minucioso
análisis de las ofensas van acrecentando la pasión que puede
llevar a acciones inimaginables.
Un veneno que me tomo yo, esperando que le haga daño a
otro
El verdadero daño lo padece el resentido, aunque su
intención se dirija contra un tercero. El resentimiento es
un veneno que me tomo yo, esperando que le haga daño a otro.
Puede ocurrir que aquél contra quien va dirigido el rencor
ni siquiera se entere, mientras que quien lo está
evidenciando se está carcomiendo por dentro. Un veneno tiene
efectos destructivos para el organismo y el resentimiento lo
que produce es frustración, tristeza, amargura en el alma.
Es el peor enemigo de la felicidad porque impide enfocar la
vida según la verdad y aleja a las personas del bien.
Comprender cómo es el resentimiento es el primer paso para
poder evitarlo.
Recuerda sus características
El resentimiento es un sentimiento que aparece como una
reacción emocional negativa ante una ofensa recibida y que
permanece en el interior de la persona, de manera que la
vuelve a vivir, a sentir, una y otra vez (se re-siente).El
el resentimiento propiamente dicho, incluye la casi siempre
la venganza.
Lo puede producir una acción, una omisión o una
circunstancia, parte de un hecho real pero vivido de manera
exagerada o incluso imaginaria.
Algunos antídotos contra este veneno
Dijimos que en muchos casos en las personas resentidas suele
haber un error en la forma como interpretan los hechos
ocurridos, y una voluntad débil que no sabe impedir que
estos (negativos sentimientos) sentimientos negativos se
arraiguen en la memoria y poco a poco en el corazón.
Cuando mi inteligencia es capaz de reflexionar y de juzgar
en la verdad, no desde lo que siento, eliminando la
exageración y lo imaginario, tratando de comprender los
motivos y lo que pudo llevar a esa persona a actuar de ese
modo conmigo; entonces muchos resentimientos reducen su
intensidad o incluso desaparecen.
Cuando la voluntad es fuerte y no permite que las heridas
permanezcan dentro porque las expulsa como a un cuerpo
extraño, entonces el sentimiento negativo ante una ofensa
será sólo un dolor pasajero.
Todo esto se facilita si contamos con la ayuda de Dios, que
clarifica la inteligencia y fortalece nuestra voluntad
cuando con sinceridad buscamos actuar el bien, cuando nos
esforzamos por comprender y aceptar al otro, cuando buscamos
de verdad y con sinceridad amar al prójimo.
Reflexión
El árbol de los problemas
El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar
una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de
trabajo. Su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una
hora de trabajo y ahora su antiguo camión se negaba a
arrancar. Mientras le llevaba a su casa, se sentó en
silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer a su familia.
Mientras nos dirigíamos a la puerta de su casa, se detuvo
brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de
las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, el
rostro de aquel hombre se transformó, sonrió, abrazó a sus
dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Luego me
acompañó hasta el coche. Cuando pasamos cerca del árbol,
sentí curiosidad y le pregunte por lo que lo había hecho un
rato antes. "Oh, ese es mi árbol de problemas", contestó.
"Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero
una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa,
ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los
cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego, a
la mañana siguiente, los recojo otra vez. Lo bueno es
-concluyó sonriendo- que cuando salgo por la mañana a
recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber
colgado la noche anterior".
Cuestionario práctico
El cuestionario práctico nos ayuda y llena de luz porque
confronta nuestra vida con las exigencias objetivas de la
vocación cristiana, haciéndonos conocer las desviaciones o
avances positivos, así como la raíz más profunda de sus
causas. Nos ayuda también a suscitar dentro de nosotros una
actitud de contrición, al propósito de superación cuando
vemos lo negativo y de gratitud con Dios cuando reconocemos
con sencillez nuestro progreso. Además el católico, el
cristiano es un soldado de Jesucristo que con frecuencia
debe limpiar, afilar y ajustar la armadura según lo
recomienda San Pablo: “Por lo demás, fortaleceos en el Señor
y en la fuerza de su poder, revestíos de la armadura de Dios
para que podáis resistir contra las asechanzas del diablo…y
tras haber vencido todo, os mantengáis firmes” (Ef.6. 10-13)
A continuación te ofrecemos un cuestionario que te ayudará a
examinar tu propia vida, tus principios, tus criterios
conforme al criterio del evangelio.
¿Cómo vivo las situaciones difíciles de la vida? ¿Las cargo
conmigo recordando constantemente el dolor que me produjeron
o me producen?
¿Cuento mis penas y sufrimientos a todo mundo o sólo
aquellos a quienes debo contárselos?
¿Se prescindir de mí mismo (a) cuando hay cosas que me
gustan pero disgustan a los demás?
¿Vivo atento(a) a hacer felices a cuantos me rodean? ¿Aún
cuando tenga que hacer un sacrificio?
Cualquier actitud de los demás que no concuerda con lo que
me agrada, ¿Me desconcierta y enfada? ¿Me irrita durante
muchos días y guardo rencor?
¿Sé dominar mi impaciencia? ¿Pierdo lo mejor de mis energías
y de mi tiempo en enojarme por pequeñas tonterías? ¿Sé
restar importancia a las cosas que no la tienen? ¿Me
ejercito en el dominio propio? ¿Soy constante en eso?
Ante ciertas situaciones críticas y dolorosas ¿mis
reacciones son desde la fe? ¿Me dejo llevar por mi orgullo,
mi soberbia, mi ambición, mi sensualidad, mi racionalismo?